La terra sigillata es un tipo de cerámica fina y de alta calidad que fue ampliamente producida y utilizada en el Imperio Romano, especialmente entre los siglos I a.C. y III d.C. Su nombre proviene del latín y se traduce como «tierra sellada» o «tierra marcada», refiriéndose a los sellos o marcas de alfarero que a menudo se encuentran en estas piezas.
Características principales:
1. Superficie brillante: La terra sigillata se distingue por su superficie brillante y pulida, resultado de un engobe o barbotina (una capa de arcilla líquida) que se aplicaba antes de la cocción. Este recubrimiento daba un acabado liso y brillante, generalmente de color rojo, aunque también podían encontrarse en tonos anaranjados o marrones.
2. Decoración: Aunque muchas piezas de terra sigillata eran lisas, también eran comunes las decoraciones en relieve, que se lograban utilizando moldes o sellos. Estas decoraciones podían incluir escenas mitológicas, animales, figuras humanas, o patrones geométricos.
3. Producción: La producción de terra sigillata comenzó en Italia, especialmente en la región de Arezzo, pero luego se extendió a otras partes del Imperio Romano, como el sur de la Galia (actual Francia) y Germania. Cada centro de producción tenía sus propias características distintivas en cuanto a técnica, decoración y estilo.
4. Usos. Este tipo de cerámica se utilizaba comúnmente como vajilla para el servicio de alimentos, debido a su durabilidad y estética. Era apreciada tanto por la élite como por la clase media romana.
Irtancia arqueológica:
La terra sigillata es de gran importancia para los arqueólogos, ya que la presencia de marcas o sellos de los alfareros permite fechar y localizar sitios arqueológicos con precisión. Además, el estudio de los estilos y técnicas de esta cerámica ofrece valiosa información sobre las redes comerciales y las influencias culturales en el Imperio Romano.
En resumen, la terra sigillata no solo es un testimonio del refinamiento y la habilidad técnica de la cerámica romana, sino que también es una pieza clave en el estudio de la economía, la cultura y la vida cotidiana en la antigüedad.
TERRA SIGILLATA EN LA RIOJA
(Biblioteca Gonzalo de Berceo).
Uno de los principales centros de producción de terra sigillata hispánica fue la ciudad riojana de Tritium Magallum. De sus numerosos alfares (oficinas) salieron infinidad de piezas de gran calidad que eran muy apreciadas en el territorio romano. Desde Tritium, a través de las calzadas, y por la vía fluvial del Ebro que arrancaba en Vareia para desembocar en el Mediterráneo, llegaron los productos de terra sigillata a gran parte de las ciudades del Imperio Romano.Las vasijas producidas en los alfares tritienses podían ser lisas, pero, con frecuencia, estaban decoradas con relieves. En un principio se utilizaron, fundamentalmente, temas de tipo vegetal, imitando a las cerámicas de la Galia. Más tarde se empleó un estilo en el que abundaban las metopas, es decir, adornos situados dentro de figuras rec- tangulares enmarcadas por orlas. En la última época, los adornos consistían, sobretodo, en el empleo de cenefas, rosetas o círculos.
Aunque la tradición alfarero del valle del Najerilla se remonta a la Edad del Hierro, es durante los siglos I y II cuando encontramos en plena producción los centros alfareros de Arenzana de Arriba, Arenzana de Abajo, Tricio, Bezares, Manjarrés, Badarán, Camprovín, Baños de Río Tobía, etc. Tricio y Arenzana de Abajo se mantuvieron durante los siglos III y IV y, cuando se produjo su decadencia, hizo su aparición el centro de Nájera que perduró hasta el siglo VI. Los talleres alfareros de Tricio, Arenzana de Arriba, Arenzana de Abajo, Manjarrés, Sotés y Bezares, lograron un elevado desarrollo industrial. Firmas como la de Valerius Paternus, Sempronius, Lapillius o Matemus Blandus, alfareros afincados en Tritium, aparecen en cerámicas encontradas en numerosos lugares de la costa del Mar Mediterráneo, tanto en Europa como en África y Asia.
Pero no sólo en Tritium se fabricaba cerámica. También se han encontrado alfares en otras localidades riojanas como Graccurris, Calagurris y Vareia. Las recientes excavaciones en el Alfar de La Maja, han revelado la importancia de su producción que abastecía un intenso mercado regional. Un gran número de cerámicas procedentes de este alfar; que llevan el sello de G. Valerius Verdullus, se caracterizan por su rica ornamentación con temas de caza, de juegos de gladiadores y de escenas de circo. El éxito de su taller le permitió realizar las funciones de negociante ya que tenía trabajando para él a otros alfareros de Calagurris y de Tritium Magallum. Gracias a ello fue mejorando su situación social, llegando a formar parte de la aristocracia de Calagurris.
Junto a las piezas finas de Terra sigillata, los alfares también producían cerámica común, objetos para la mesa, la cocina o la despensa, influenciados frecuentemente por la tradición indígena. También se fabricaban las llamadas cerámicas engobadas caracterizadas por tener un recubrimiento rojizo poroso, producido por una cocción a escasa temperatura. Eran productos con una calidad intermedia entre las sigillatas y las cerámicas comunes. Hay documentados numeroso alfares donde se fabricaba cerámica común. En algunos, como el citado de La Maja, se hacían también piezas de cerámica engobada, tanto lisa como decorada. Eran piezas dedicadas a la mesa, a la elaboración de alimentos o a su almacenamiento, y se han encontrado también botellas, jarras, morteros y cuencos de distintos tamaños.
Se han localizado otros restos de alfares de cerámica común en Manjarrés, en el término de San Martín, en Arenzana de Arriba, en el término de La Puebla, en Arenzana de Abajo, en las Fuentecillas, en Baños de Río Tobía, en el término de Santa Cruz, en Tricio y en Varea. Aunque la tradición alfarera del valle del Najerilla se remonta a la Edad del Hierro, es durante los siglos I y II cuando encontramos en plena producción los centros alfareros de Arenzana de Arriba, Arenzana de Abajo, Tricio, Bezares, Manjarrés, Badarán, Camprovín, Baños de Rio Tobía, etc. Sólo Tricio y Arenzana de Abajo se mantuvieron durante los siglos III y IV y, cuando se produjo su decadencia, hizo su aparición el centro de Nájera que perduró hasta el siglo VI. La gran difusión que alcanzó la cerámica sigillata hispánica, fue posible gracias a la creación de asociaciones de alfareros de la misma zona que tenían a su servicio comerciantes encargados de la exportación, a través de las calzadas romanas y de la vía fluvial del río Ebro.