«…nos parecemos por nuestros silencios y ausencias. Y, por qué no decirlo, también por las desgracias que bebemos de la savia de los días y contra las que tan difícil, tan agotador es luchar cuando la juventud se aleja y, con ella, la fuerza que dan la insolencia y la indiferencia.
Sí, estoy cansado, lo reconozco, pero no lo bastante para dejar de querer a quienes quiero incondicionalmente».
.