El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Mandado construir por Felipe II de España para conmemorar la victoria en la batalla de San Quintín, ocurrida el 10 de agosto, día de San Lorenzo mártir. El monasterio se le dedicó a este santo y su planta posee la forma del atributo del santo, la parrilla. Es el monasterio más grande e importante de España y poseía también las funciones de palacio y templo. Michel-Ange Houasse – Galería online, Museo del Prado. Dominio Público.
Los primeros monasterios en Occidente.
En vano buscaríamos una tradición única en el desarrollo constructivo de los monasterios occidentales. La vida en común de los monjes también aquí hacía precisa la existencia de una serie de dependencias, como nos informa la regla de San Isidoro (560-636): «Es de gran importancia que vuestro monasterio tenga extraordinaria diligencia en la clausura, de modo que sus elementos pongan de manifiesto la solidez de su observancia… La fábrica del monasterio solamente tendrá en su recinto una puerta y un solo postigo para salir al huerto… Las celdas de los monjes han de estar emplazadas junto a la iglesia, para que les sea posible acudir con presteza al oficio. La enfermería, en cambio, estará apartada de la iglesia y de las celdas de los monjes, con objeto de que no les perturbe ninguna clase de ruidos ni voces. La despensa del monasterio debe estar junto al refectorio, de modo que por su proximidad se presten los servicios sin demora. El huerto, asimismo, ha de estar incluido dentro del recinto del monasterio, en cuanto que, mientras trabajan dentro los monjes, no tengan pretexto alguno para andar fuera del monasterio». Muros, celdas, iglesia, enfermería, despensa, refectorio, huerto, normas generales de ordenación, pero ningún principio arquitectónico estricto, ni siquiera alusión a un claustro como elemento centralizador. En consecuencia, los vestigios que nos han llegado de los monasterios visigodos, que fueron estudiados con detenimiento en esta sala durante el Primer Seminario sobre el Monacato hace apenas tres años, permiten reconocer buena parte de estos elementos (en Melque al menos dos recintos, construcciones diversas, iglesia porticada en el centro) que traen a la memoria soluciones del monacato oriental. ¿No existieron claustros en los monasterios visigodos? Pudo haberlos, de madera, pero es éste otro aspecto entre tantos como desconocemos relativos a su arquitectura. En cambio, textos contemporáneos aportan pistas para entender uno de los caminos por los que pudo introducirse el claustro en la tipología monasterial . El claustro con galerías porticadas responde a una solución doméstica mediterránea, la de la casa con peristilo , de gran expansión durante el imperio romano. La «Regula Communis » de San Fructuoso (muerto en el 665 ) alude a los monasterios familiares: acostumbran algunos… convertir sus domicilios en monasterios, y con sus mujeres, hijos, esclavos y vecinos, comprometerse a vivir en común, erigir en ellos capillas en honor de los mártires y darles el pseudo título de monasterios ». Así que no sólo debemos contar con una «inspiración » en la arquitectura doméstica , sino que tenemos constancia de la conversión de la propia casa en monasterio , donde mantendrían las dependencias antiguas con ciertas alteraciones.

Fuentes coetáneas de las visigodas vienen a aportar nuevos datos. En pleno siglo VII un texto nos menciona un monasterio que algunos interpretan muy próximo al modelo que permanecerá. Se trata de la vida de San Filiberto, en el pasaje alusivo a la fundación de jumiéges : el abad recibió de Clodoveo un terreno, «erigió allí un rectángulo de murallas altas como torres, un claustro maravilloso en la recepción , favorable para el recién llegado. En el interior luce la casa digna de sus habitantes. Al este se alza la iglesia, en forma de cruz… El claustro rico en piedras corre parejo con salas de arcadas , variadas bellezas deleitan el ánimo , rodeadas de aguas murmurantes . Al sur emerge doble el dormitorio , de 200 pies de largo por 50 de ancho . Para cada uno de los lechos penetra luz a través de las ventanas … Debajo hay salas geminadas , favorables para dos funciones. Aquí se cuidan y guardan los vinos, allí se preparan las buenas comidas. Allí se reúnen quienes con dignidad sirven a Cristo ». Pese a los equívocos que pueda provocar el significado real de algunas palabras, parece que tenemos aquí , aparte del dormitorio común, paso siguiente a las celdas individuales, al menos otras constantes que perdurarán : los claustros y el interés porque las dependencias vayan ocupando una orientación específica.
Las investigaciones realizadas no han proporcionado certeza de que fuese cristalizando un modelo de monasterio único para Occidente en estos siglos de tránsito entre la Antigüedad y la Edad Media . La razón fundamental estriba en que todavía se mantenía una gran diversidad de reglas, incluso se creaban nuevas, algunas tan caracterizadas como las del famoso monacato irlandés, cuyo impresionante ascetismo o la belleza de sus manuscritos no llevaba un desarrollo arquitectónico paralelo. Quedan suficientes restos (Glendalough , por ejemplo) que permiten conocer sus enclaves, auténticas aldeas rodeadas por una empalizada, en que se distribuían chozas , pequeñas iglesias rectangulares (de menos de 10 m. en su lado mayor) y torres de discutida finalidad. En Irlanda se conjugaron los monasterios-aldeas egipcios, de donde procedían sus fundadores, con el «hábitat» tradicional céltico. No debemos olvidar que entre sus normas de vida existía el precepto de la «peregrinatio», por naturaleza contrario al desarrollo arquitectónico.

El origen del modelo occidental se ha querido buscar en los primeros cenobios benedictinos. Las investigaciones arqueológicas no permiten confirmarlo. Tampoco la regla, la gran creación de San Benito de Nursia (480-553), propone criterios de ordenación arquitectónica (con independencia de la cuestionada paternidad de algunos de sus capítulos). Justamente se fija la regla en los espacios necesarios para los diversos usos, sin implicar una específica disposición. Así el capítulo LXVI determina: «S^i posible fuere, se debe edificar el monasterio de modo que tenga dentro todo lo necesario. Esto es: agua, molino, huerta y otras piezas donde se puedan ejercer diversos oficios». A lo largo de otros capítulos va mencionando las dependencias: un dormitorio común o al menos para grupos de diez o veinte monjes, una habitación separada para los enfermos, una hospedería que tenga acceso directo a la iglesia, dos cocinas, una para los monjes y otra para los huéspedes, una celda para el portero junto a la puerta, y los baños, de uso libre para los enfermos y limitado («tardius concedatur») para sanos y especialmente para los jóvenes.
Como vemos, ninguna normativa especialmente novedosa. En cambio, el propio espíritu de la regla y algún otro precepto no específicamente constructivo colaboraron a que se creara el tipo monasterial occidental. El espíritu de la regla abunda en orden y rigor, cada acto de vida debe realizarse en su momento y en su sitio, bajo la dirección de un guía, el abad. Consecuentemente, el monasterio occidental dispondrá, como iremos viendo, un espacio para cada función, pensado, jerarquizado, acorde tanto con -el uso como con el carácter espiritual y simbólico de dicho uso, producto de generaciones de monjes que vivieron ese mundo propio y de mentes directoras que reflexionaron sobre cómo debía organizarse. En cuanto a los preceptos concretos, aparte de algún otro que comentaremos enseguida, destaca el de la «stabilitas loci», la permanencia de los monjes en el lugar, presupuesto básico para que se cuide la materialidad del monasterio, puesto que ha de servir a los monjes durante toda su vida y la de generaciones venideras.
Los monasterios francos: el plano de San Gall.
El modelo a seguir no se plasma en las fundaciones de San Benito, ni siquiera en sus seguidores de los primeros siglos. Habrá que esperar a la época carolingia para encontrar los pasos definitivos que lleven al esquema clásico benedictino. Buena muestra son las soluciones incorporadas a monasterios como Fontenelle, Fulda, Centula, etc., donde se van definiendo elementos y situaciones, dentro de la variedad. Debemos considerar las nuevas circunstancias del mundo monástico: las reformas de Benito de Aniano (750-821), los edictos de Aquisgrán que unifican la vida monacal en los cenobios francos, el nuevo papel de los monasterios en la sociedad carolingia, todo hace admisible la hipótesis de Braunfels al afirmar que «el esquema clásico benedictino es una obra que caracteriza al renacimiento carolingio».
El famoso plano de San Gall ha sido abordado desde múltiples puntos de vista. Se ha resaltado su carácter de único plano arquitectónico europeo anterior al siglo XIII, pero para nuestro discurrir destaca por recoger, de manera utópica y haciendo abstracción de circunstancias específicas, la totalidad de las dependencias que pudiera precisar un gran monasterio; por disponerlas en la localización que, en líneas generales, va a perdurar durante la Edad Media; por recurrir a soluciones asimismo aceptadas y difundidas en adelante, como la organización de conjuntos de habitaciones articulados por claustros; por establecer un modelo medido y proporcionado a partir de módulos, anunciando así lo que será tanto la teoría (el simbolismo de la proporción basado en textos bíblicos) como la práctica de la arquitectura medieval no sólo monástica; y por ser una evidencia de la reflexión de que fue objeto, durante siglos, la perfección de los monasterios.
Se trata de un modelo, no un monasterio construido, y como tal lo presenta su autor, Haito abad de Reichnau (763-836), a su receptor, el abad de San Gall Gozberto (816-836), interesado en renovar su monasterio: «Te he enviado, dilectísimo hijo Gozberto, este modesto ejemplo de la distribución de las edificaciones monásticas, para que ejercites tu espíritu con ella… y puedas reconocer mi amistad». Ejemplo para ejercitar el espíritu, no plano listo para su materialización. Y siempre la discreción benedictina: «No creas que haya elaborado este proyecto porque creyéramos que vosotros necesitáis de nuestras enseñanzas, sino créeme que por amor a Dios lo hemos dibujado en amigable fraternidad para tu propio estudio».
Vamos a dar una serie de indicaciones sobre el plano cuya esquematización reproducimos. Vemos que todo el conjunto se ordena en un ámbito rectangular cuyo centro está ocupado por el claustro principal. Tal y como quedará definitivamente, la iglesia de gran tamaño (mucho mayor que las de los monasterios precarolingios) ocupa toda la parte norte, el dormitorio y calefactoriolocutorio la oriental, el refectorio la meridional, y la bodega y cilla la occidental. Esta es la ordenación que perdurará, con la ausencia de la sala capitular que no se fijará hasta Cluny. Fuera de esta zona nuclear se emplaza el hospicio (a occidente, junto a la puerta de acceso), la hospedería y la escuela exterior (al norte), el cementerio, enfermería y noviciado (en la zona oriental), y todos los talleres, junto a las dependencias agrícolas y ganaderas (en toda la banda meridional, de un extremo al otro). En líneas generales la lógica que preside toda la ordenación aseguró su repetición en construcciones posteriores. Muchos otros detalles podrán mantenerse o alterarse. Así no se fijará la localización del «scriptorium» en el ángulo que forman el brazo norte del transepto y la cabecera de la iglesia, donde también emplazaba el plano suizo la biblioteca, probablemente por un deseo de cercanía a la casa abacial. En cambio, sí perdurará la cocina en el ángulo SO del claustro, próxima al refectorio y la cilla como al horno. Asombran en San Gall la cuidada interrelación de ámbitos, claramente agrupados por funciones, así como el minucioso detallismo de su plasmación en imagen, donde no se descuidan ni el número de lechos del dormitorio o de mesas del refectorio, ni el de toneles en la bodega, hasta incluso las especies que han die cultivarse en el herbario de plantas medicinales. La pormenorización ha animado a sus estudiosos a realizar reconstrucciones gráficas y en maqueta, cuyo interés estriba más en la accesibilidad visual para aquellas personas poco avezadas en la interpretación de plantas, que en la reproducción de algo que fue, justamente porque en las pieles de ternera se diseñó una utopía. Por desgracia, ningún monasterio carolingio ha legado vestigios suficientes a la posteridad. Sólo ciertas iglesias y alguna construcción aislada (torre-pórtico de Lorsch) nos acercan físicamente a las grandes fábricas de estos abades, forjadores de conjuntos que iban a condicionar definitivamente el ulterior desarrollo die los monasterios medievales, quizá producto, como insinúa Braunfels, de la misma mentalidad planificadora que movió los ejércitos francos en la expansión de su imperio.
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EL MONASTERIO COMO AMBITO DE LA VIDA COTIDIANA: ESPACIOS Y FUNCIONES
JAVIER MARTÍNEZ DE AGUIRRE
Universidad de Sevilla
Difundido con permiso por Biblioteca Online Gonzalo de Berceo. (En este enlace)