Miniatura de Pierart dou Tielt que ilustra el Tractatus quartus de Gilles li Muisit (Tournai, c. 1353). El pueblo de Tournai entierra a las víctimas de la Peste Negra. Manuscrito 13076 – 13077, folio 24v. Autor: Pierart dou Tielt (fl. 1340-1360). Enlace fuente. Dominio público. Original file (801 × 482 pixels, file size: 116 KB).
Crisis del siglo XIV es la denominación historiográfica de uno de los períodos que puede considerarse como de crisis secular o crisis general, al menos para Europa y la cuenca del Mediterráneo. Temporalmente abarca el tramo final de la Edad Media, hasta la recuperación de la población, el dinamismo económico y el nuevo vigor cultural que trajeron el Renacimiento y la Era de los descubrimientos. En las interpretaciones de la historia de la civilización occidental se la considera un factor determinante para explicar la transición de la Edad Media a la Edad Moderna.
La Gran Hambruna de 1315-1317 y la Peste Negra de 1347-1351 redujeron potencialmente la población europea a la mitad o más cuando el Período Cálido Medieval llegó a su fin y comenzó el primer siglo de la Pequeña Edad del Hielo. Fue necesario hasta 1500 para que la población europea recuperara los niveles de 1300.
Referencias
- «Baja edad media». galeapps.gale.com. Consultado el 23 de marzo de 2024.
- Sequías severas entre 1362-1392 y 1415-1440.
- Richard Stone: Angkor, en National Geographic, julio de 2009, que cita las investigaciones de Roland Fletcher, Brendan Buckey y Daniel Penny.
- Antoni Furió, La primera gran depresión europea. Guerras, epidemias, hambre… La Baja Edad Media vivió enormes convulsiones que causaron una profunda crisis en Europa y España. La sacudida al sistema feudal abrió las puertas de la modernidad al Viejo Continente., El País, 8 de enero de 2012.
Causas
Las causas fundamentales de la crisis del siglo XIV fueron:
- Un posible origen en una crisis climática (se habla de disminución de las temperaturas tras el denominado óptimo medieval que permitió las vides en Inglaterra) o crisis ambiental, vinculados ambas a ciclos naturales o esta última a los rendimientos decrecientes de actividades agrícolas y ganaderas que habían alcanzado un «techo tecnológico» simultáneamente a la presión de un crecimiento demográfico lento, pero mantenido al menos desde el año 1000. La Gran Hambruna de 1315-1317 marcó el inicio del siglo. La posibilidad de encontrar circunstancias climáticas y ambientales semejantes en la misma época pero otros contextos geográficos (lo que convertiría a la crisis del siglo XIV en una verdadera crisis general a nivel global) ha sido objeto de investigación: concretamente la civilización Jemer de Angkor (Camboya) tuvo un auge y declive compatible con un modelo semejante, que se ha atribuido a variaciones de El Niño y a su propia sobreexplotación del medio.La terrible crisis demográfica vinculada a la peste negra o peste bubónica de 1348 y las epidemias que se sucedieron cíclicamente durante los decenios siguientes, que redujeron la población de Europa en no menos de un tercio.
- Los desequilibrios económicos que afectaron a todos los sectores y cambios en el uso de la tierra (equilibrio entre agricultura y ganadería, alteración de las rudimentarias estructuras tradicionales del comercio y el crédito, etc.)
- Las convulsiones sociales, políticas e ideológicas que la siguieron:
- Las concentraciones de herencias, la confusión en los gremios, el aumento relativo de la importancia de las ciudades.
- La desestabilización definitiva de las cadenas de vasallaje, recrudecimiento de los conflictos militares (Guerra de los Cien Años) frente al clima de relativa seguridad percibida desde el final de la época de las invasiones de la Alta Edad Media; aumento del poder de los reyes en Europa Occidental que superan el concepto de monarquía feudal y avanzan en la conformación de las monarquías autoritarias.
- El aumento de la piedad extrema (flagelantes, danzas de la muerte, mística), la crisis de la ortodoxia religiosa (Cisma de Occidente, movimientos calificados como heréticos -hussitas, lolardos, fraticelli-) la crisis de la escolástica, la evolución del arte gótico puro al gótico flamígero en la mayor parte de Europa Occidental y, simultáneamente, en Italia, el surgimiento de las condiciones intelectuales del denominado Prerrenacimiento (Petrarca, Bocaccio, Giotto), etc.
La propagación de la peste negra en Europa. The original uploader was ArdadN de Wikipedia en inglés. Dominio público.

El conjunto de los fenómenos ligados a esta crisis secular se ha interpretado, desde el punto de vista del materialismo histórico, como el comienzo de la transición del feudalismo al capitalismo que se produce desde finales de la Edad Media. En perspectiva histórica supone un periodo secular de transición entre modos de producción (feudal y capitalista) que no finalizará hasta el final del Antiguo Régimen y el comienzo de la Edad Contemporánea, con lo que tanto este último periodo medieval como la Edad Moderna entera cumplen un papel similar y cubren una similar extensión temporal (500 años) a lo que significó la Antigüedad Tardía para el comienzo de la Edad Media (la transición entre el modo de producción esclavista y el modo de producción feudal).
La ley de rendimientos decrecientes empezó a mostrar sus efectos a medida que el dinamismo de los campesinos forzó la roturación de tierras marginales y las lentas mejoras técnicas no podían sucederse a un ritmo semejante. La coyuntura climática cambió, acabando con el denominado óptimo medieval que permitió la colonización de Groenlandia y el cultivo de vides en Inglaterra. Las malas cosechas condujeron a hambrunas que debilitaron físicamente a las poblaciones, preparando el terreno para que la peste negra de 1348 fuera una catástrofe demográfica en Europa. La repetición sucesiva de epidemias caracterizó un ciclo secular.
La Batalla de Montiel, ocurrida el 14 de marzo de 1369, fue un enfrentamiento clave dentro de la primera guerra civil castellana, un conflicto que enfrentó a los partidarios de Pedro I «el Cruel» y su hermanastro Enrique de Trastámara por el control de la Corona de Castilla. Este conflicto no solo marcó el final del reinado de Pedro I, sino que también se enmarca en el contexto más amplio de la crisis del siglo XIV, caracterizada por el debilitamiento de las monarquías feudales, tensiones internas, y los efectos devastadores de la Peste Negra y las guerras prolongadas.
La guerra civil castellana fue, en parte, el resultado de tensiones económicas, sociales y políticas derivadas de esta crisis. La Peste Negra había reducido drásticamente la población europea, desestabilizando la economía y debilitando el poder de la monarquía. Además, el feudalismo comenzaba a declinar, y los conflictos internos, como el enfrentamiento entre Pedro I y Enrique de Trastámara, eran comunes en esta transición hacia un modelo de estado más centralizado.
Miniatura de Jean Froissart (s. XV) describiendo la batalla de Montiel en su libro «Crónicas», como parte de la guerra de los cien años y primera guerra civil castellana, en la cual enfrentó a los partidarios de Pedro I «el Cruel» y a los de su hermanastro Enrique de Trastámara en el contexto de la primera guerra civil castellana. Original file. Autor: Alonso de Mendoza y Eamezaga. Dominio público
Los partidarios de Pedro I «el Cruel»: Apoyaban al rey legítimo según las leyes de sucesión. Pedro I contaba con el respaldo de los reinos musulmanes de Granada y de Portugal, además de aliados mercenarios ingleses vinculados a la Guerra de los Cien Años, ya que Pedro estaba alineado con los intereses de Inglaterra.
Los partidarios de Enrique de Trastámara: Liderados por Enrique, un hijo ilegítimo de Alfonso XI, este bando recibió apoyo significativo del Reino de Francia y del Papa, así como del reino de Aragón. Además, Enrique contrató
La Batalla de Montiel fue decisiva. Enrique de Trastámara, apoyado por tropas francesas y mercenarios comandados por Bertrand du Guesclin, derrotó a Pedro I. Este último buscó refugio en el castillo de Montiel, donde fue traicionado y asesinado en una reunión con Enrique. Con su muerte, Enrique asumió el trono como Enrique II, consolidando la dinastía Trastámara, que gobernaría Castilla durante más de un siglo.
La victoria de Enrique y el establecimiento de la dinastía Trastámara marcaron un paso importante en la consolidación del estado moderno en Castilla. Enrique introdujo reformas que fortalecieron la autoridad real y buscó alianzas con otros poderes europeos, dando inicio a un proceso de centralización que caracterizaría a las monarquías posteriores. Sin embargo, este conflicto también dejó profundas heridas en Castilla, exacerbando divisiones sociales y económicas que persistieron durante generaciones.
En el contexto de la crisis del siglo XIV, la Batalla de Montiel refleja cómo los conflictos internos y las luchas dinásticas fueron catalizadores de cambios estructurales, contribuyendo a la transición del feudalismo hacia formas más centralizadas de gobierno que sentaron las bases del estado moderno.
Consecuencias
Las consecuencias no fueron negativas para todos. Los supervivientes acumularon inesperadamente capital en forma de herencias, que pudo en algunos casos invertirse en empresas comerciales, o acumularon inesperadamente patrimonios nobiliarios. Las alteraciones de los precios de mercado de los productos, sometidos a tensiones nunca vistas de oferta y demanda cambió la forma de percibir las relaciones económicas: los salarios (un concepto, como el de circulación monetaria ya de por sí disolvente de la economía tradicional) crecían al tiempo que las rentas feudales pasaron a ser inseguras, obligando a los señores a decisiones difíciles. Alternativamente primero tendieron a ser más comprensivos con sus siervos, que a veces estuvieron en situación de imponer una nueva relación, liberados de la servidumbre; mientras que en un segundo momento, sobre todo tras algunas rebeliones campesinas fracasadas y duramente reprimidas, impusieron en algunas zonas una nueva refeudalización, o cambios de estrategia productiva como el paso de la agricultura a la ganadería (expansión de la Mesta).
Ver fuente: Wikipedia. «La batalla de Montiel».
La ilustración medieval que se pone a continuación, representa un episodio importante de la Grande Jacquerie, una gran revuelta campesina que tuvo lugar en Francia en 1358, durante la crisis del siglo XIV. Esta revuelta estalló debido al sufrimiento de los campesinos causado por los altos impuestos, las consecuencias de la Guerra de los Cien Años, y los abusos de los nobles en un período de inestabilidad general marcada por la Peste Negra.
En este contexto, los campesinos, llamados «jacques» por un término despectivo que aludía a su vestimenta (la «jacque»), se alzaron contra la nobleza. El descontento se transformó en violencia, y los campesinos atacaron castillos, mataron nobles y sus familias, y quemaron propiedades.
La escena de la ilustración muestra la batalla en la ciudad de Meaux, donde las fuerzas dirigidas por Gastón Febo, conde de Foix, y Juan de Grailly, captal de Buch, derrotaron a los campesinos y sus aliados parisinos. Los nobles, con sus ejércitos mejor entrenados y armados, aplastaron la revuelta de forma brutal, marcando el fin de la Grande Jacquerie. La derrota fue devastadora para los campesinos, muchos de los cuales fueron ejecutados o castigados de forma severa, reforzando aún más el control de la nobleza.
La revuelta y su represión muestran las tensiones sociales extremas del siglo XIV, donde los campesinos, cansados de la opresión, buscaron cambiar su situación, pero se encontraron con la fuerza implacable de los señores feudales.
Ilustración medieval que muestra a las tropas de Gastón Febo y Juan de Grailly derrotando a los jacques y los parisinos en Meaux, durante la revuelta campesina de la Grande Jacquerie. Loyset Liédet – Este archivo procede de la biblioteca digital Gallica, y está disponible en línea con el identificador ARK número. Original file (2,007 × 1,747 pixels, file size: 2.51 MB).
El negocio lanero produjo curiosas alianzas internacionales e interestamentales (señores ganaderos, mercaderes de la lana, artesanos de paños) que suscitaron verdaderas guerras comerciales (en ese sentido se ha podido interpretar las cambiantes alianzas y divisiones internas Inglaterra-Francia-Flandes durante la Guerra de los Cien Años, en la que Castilla se implicó en su propia guerra civil). Únicamente los nobles con más capacidad (demostrada la mayor parte de las veces por el despojo de nobles con menos capacidad) pudieron convertirse en una gran nobleza o aristocracia de grandes casas nobiliarias, mientras que la pequeña nobleza se empobrecía, reducida a la mera supervivencia o a la búsqueda de nuevos tipos de ingresos en la creciente administración de las monarquías, o a los tradicionales de la Iglesia.
En las instituciones del clero también se va abriendo un abismo entre el alto clero de obispos, canónigos y abades y los curas de parroquias pobres; y el bajo clero de frailes o clérigos vagabundos, de opiniones teológicas difusas, o bien supervivientes materialistas en la práctica, goliardos o estudiantes sin oficio ni beneficio.
En las ciudades, la alta burguesía y la baja burguesía viven un similar proceso de separación de fortunas, que hace imposible mantener que un aprendiz o incluso un oficial o un maestro de taller pobre tenga algo que ver con un mercader enriquecido por el comercio a larga distancia de la Hansa o las ferias de Champaña y de Medina, o un médico o un letrado salidos de la universidad para entrar en la alta sociedad. Se va abriendo paso la posibilidad (antes inaudita) de que la condición social dependa más de la capacidad económica (no necesariamente ligada siempre a la tierra) que del origen familiar.
Frente al mundo medieval de los tres órdenes, basado en una economía agraria y firmemente ligada a la posesión de la tierra, emerge un mundo de ciudades basado en una economía comercial. Los centros de poder se desplazan hacia los nuevos burgos. Estos reequilibrios se vieron reflejados en los campos de batalla, ya que los caballeros feudales empezaron a ser superados por el desarrollo de técnicas militares como el arco de tiro largo, arma que los ingleses usaron para barrer a los franceses en la Batalla de Agincourt, en 1415, o la pica, usada por la infantería de mercenarios suizos. Es en esta época cuando reaparecen los primeros ejércitos profesionales, compuestos por soldados a los que no les une un pacto de vasallaje con su señor sino la paga.
Las nuevas ideas religiosas -que se adaptan mejor a la forma de vida de la burguesía que a la de los privilegiados- ya estuvieron en el fermento de las herejías que se habían producido previamente, a partir del siglo XII (cátaros, valdenses), y que habían encontrado eficaz respuesta en las nuevas órdenes religiosas mendicantes, insertas en el entorno urbano; pero en los últimos siglos medievales el husismo o el wycliffismo tienen una mayor proyección hacia lo que será la Reforma protestante del siglo XVI. El milenarismo (flagelantes) convivía con el misticismo (Tomás de Kempis) y los desórdenes y corrupción de costumbres en la Iglesia que culminaron en el cisma de Occidente. Los intentos de imprimir mayor racionalidad al catolicismo ya venían estando presentes desde la cumbre de la escolástica de los siglos XII y XIII con Pedro Abelardo, Tomás de Aquino o Roger Bacon; pero ahora esa escolástica se enfrenta a su propia crisis y cuestionamiento interno, con Guillermo de Ockham o Duns Scoto). La mentalidad teocéntrica iba lentamente dando paso a una nueva antropocéntrica, en un proceso que culminará con el humanismo del siglo XV, en lo que ya puede denominarse Edad Moderna.
El desafío al monopolio económico, social, político e intelectual de los privilegiados, creaba lentamente nuevos espacios de poder en beneficio de los reyes, así como un lugar cada vez más amplio para la burguesía. Aunque la mayor parte de la población siguió siendo campesina, lo cierto es que el impulso y las novedades ya no provenían del castillo o el monasterio, sino de la Corte y la ciudad. Entre tanto, el amor cortés (procedente de la Provenza del siglo XI) y el ideal caballeresco se revitalizaron y pasaron a convertirse en una ideología justificativa del modo de vida nobiliario justo cuando este empezaba a estar en cuestión, viviendo una época dorada, obviamente decadente, localizada en el período de esplendor del ducado de Borgoña, que reflejó Johan Huizinga en su magistral El otoño de la Edad Media.
‘Un príncipe recibe impuestos de sus vasallos’. Miniatura tomada de ‘El libro de las buenas costumbres’ de Santiago el Grande

El comienzo de la recuperación
A partir del siglo XV, a medida que los efectos de la crisis disminuían, Europa comenzó a experimentar cierta recuperación, que se manifestó en diversos aspectos. En primer lugar, la población comenzó a crecer nuevamente. Uno de los factores que contribuyeron a ello fue la disminución de las guerras y las epidemias que habían asolado el continente durante el siglo XIV. Al mismo tiempo, al aumentar la población, la demanda de productos agrícolas y la cantidad de mano de obra disponible para los trabajos rurales fueron mayores. Además la producción agrícola se vio favorecida por algunos adelantos técnicos (mejoras de los arados y de los sistemas de irrigación) y por la incorporación a la agricultura de tierras que habían sido abandonadas durante la crisis. El aumento de la producción agrícola fue acompañado por un crecimiento de las manufacturas y las actividades comerciales. En el primer caso, en esa época surgió una nueva forma de producción manufacturera, que recibió el nombre de trabajo rural domiciliado: con materias primas y créditos facilitados por los comerciantes, los campesinos producían manufacturas en sus aldeas. Luego, vendían sus productos a los comerciantes, quienes lo comercializaban en las ciudades. El aumento de producción de manufacturas, junto con otros factores, como la mejora de los caminos y el perfeccionamiento de los medios de pago, impulsó un significativo crecimiento en los intercambios comerciales.
Excepciones a la crisis
Fue justamente el siglo XIV durante el cual los reinos de Hungría, Polonia y Bohemia se fortalecieron política y económicamente, surgiendo por encima de los Estados vecinos. En Hungría Carlos I y Luis I reformaron la economía y el sistema de impuestos, y valiéndose de la explotación de oro y plata catapultaron el reino a una nueva situación privilegiada, caracterizada por estabilidad interna y gran prosperidad militar. Luis I conquistó el reino de Nápoles, y muchos pequeños principados satélites pasaron definitivamente bajo la tutela feudal de Hungría. Interviniendo en la política francesa, polaca, checa e italiana, los dos reyes de la Casa de Anjou gobernaron un reino que no sufrió las calamidades de la peste negra.
El reino de Bohemia siendo gobernado por Juan I se convirtió en el centro de la cultura, abriendo paso posteriormente a la creación de la universidad de Praga y al fortalecimiento del reino bajo Carlos de Luxemburgo, quien también fue posteriormente emperador germánico. Wenceslao IV continuó la obra de sus ancestros, pero eventualmente su mala gestión agravó la situación del reino, que entró en declive tras la muerte de Carlos de Luxemburgo.
Polonia adquirió gran fuerza bajo el reinado de Vladislao I el Estado comenzó a cobrar estabilidad interna, y su hijo Casimiro III restauró las fronteras originales, que ya se habían fracturado. De esta manera curiosa, cuando Estados como Inglaterra, Francia, Nápoles, el Sacro Imperio, Castilla y Aragón se hallaban sumidos en una oscura crisis durante este siglo, Europa Central estaba más bien envuelta en prosperidad y se fortalecía paulatinamente.
Véase también en Wk
Bibliografía
- FERNÁNDEZ ÁLVAREZ, Manuel; AVILÉS FERNÁNDEZ, Miguel y ESPADAS BURGOS, Manuel (dirs.) (1986), Gran Historia Universal (volumen XIII), Barcelona, Club Internacional del Libro. ISBN 84-7461-654-9.
- HILTON, Rodney (ed.) (1976, 1977 en español) La transición del feudalismo al capitalismo, Barcelona, Crítica, ISBN 84-7423-017-9
- ROMANO, Ruggiero y TENENTI, Alberto (1971), Los fundamentos del mundo moderno. Edad Media tardía, Renacimiento, Reforma, Madrid, Siglo XXI. Depósito Legal M. 23.301-1970
DE LA SOCIEDAD FEUDAL A LA GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO EN EUROPA OCCIDENTAL
Gloria Cristina Flórez
Doctora en Historia por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Especialista en Civilización Medieval por la Universidad Católica de Lovaina. Actualmente es profesora Principal de la Universidad de Lima.
A partir de las últimas décadas del siglo XIII, la expansión del occidente europeo se ve afectada por la inversión de la coyuntura favorable que se había dado en los siglos anteriores. Entre los indicios de cambio tenemos en primer lugar, el estancamiento en lo demográfico que se presenta aproximadamente desde el año 1240, agregándose a esto la inestabilidad climática desde 1270 que anuncia la «pequeña edad glacial» que se manifestará desde las primeras décadas del XIV. Como elemento complementario tenemos la presencia en ciertas regiones de un aumento en el índice de mortandad a fines del siglo XIII.
Estos signos de alteraciones son vistos en la época como una de las bruscas y limitadas alteraciones que se habían presentado en épocas anteriores y de ninguna manera se los considera como anunciadores de catástrofes en el mundo europeo de la época o que su duración pueda superar las ya conocidas. Sin embargo, el año 1315 dará inicio a uno de los períodos de mayores perturbaciones por lo que la denominación Gran Depresión de fines de la Edad Media es muy adecuada.
Esa crisis del siglo XIV que se presenta como una crisis de antiguo tipo o pre-industrial, es el resultado de una mala cosecha en cereales debido al crudo invierno anterior; sus manifestaciones han sido presentadas con detalle por Fourquin. Así, la crisis frumentaria es fundamental originando no solamente una brusca alza de precios sino también una secuela de escasez, hambrunas, alza de mortandad especialmente en las regiones densamente pobladas e importadoras de granos. Las décadas posteriores se vieron afectadas por el marasmo en los precios de los cereales (alza, baja) sin lograrse un equilibrio entre oferta y demanda, afectando enormemente aquellas economías dependientes de los cultivos de cereales aunque la situación en otros cultivos no manifestaran esos problemas.
El impacto varió según las regiones y también según los diferentes sectores de producción. Un componente inesperado vino a agravar aún más la situación: la presencia a partir de 1348 de la llamada Peste Negra en sus diferentes variantes (peste pulmonar, bubónica, enfermedades intestinales entre otras que todavía no es posible precisarlas con exactitud), convertida en pandemia hasta fines del siglo XIV y cuyo efecto sobre la población fue devastador, sea en la corta duración como en la larga duración, puesto que solamente a inicios del siglo XVI la población recuperó la tasa de natalidad que tenía en el siglo XIII.
En lo económico, la crisis del XIV afectó a ciertos sectores de producción. Ayudó a la reconversión de ciertas actividades, sea en la industria o en el comercio y transformó enormemente el sector primario, pero sobre todo fue sumamente importante el desplazamiento de los polos de atracción económica hacia la región ibérica, ayudando así a crear las condiciones favorables para la futura expansión geográfica de Castilla y Portugal. Asimismo, afectó a la región mediterránea, que lentamente se verá relegada y terminará perdiendo el papel rector que había tenido desde la Antigüedad.
En lo social la crisis aceleró las transformaciones en los diferentes estamentos existentes: cambio en la composición de la nobleza, aumento del poder de la burguesía, deterioro en las clases menos favorecidas y presencia de continuas revueltas urbanas y rurales, lo que naturalmente afectó la situación política, marcada por la continua presencia de guerras civiles e internacionales y la problemática creada por el ascenso del poder central y el debilitamiento feudal.
Es justamente en este aspecto que debemos centrar nuestra atención resumiendo los planteamientos del profesor Genet, tanto en el artículo mencionado como en Le développement des monarchies d’Occident est-il une conséquence de la crise?. Así, es posible- tomando los hechos establecidos explicados en los párrafos anteriores- señalar la necesidad de reconsiderar la inversión de la coyuntura favorable y tratar de medir sus elementos constitutivos, especialmente el desarrollo del Estado Moderno y su relación con la crisis del siglo XIV.
El autor parte de la siguiente pregunta: ¿Cuál es el lazo entre lo político y lo económico? y sobre todo ¿hay relación causal entre la mutación política y la evolución económica?. Reconoce que las dos manifestaciones de la génesis del Estado Moderno son:a) el impuesto nacional consentido (por las Asambleas representativas); y
b) la intensificación de la guerra, papel motor porque es el pretexto de la tributación así como también el instrumento esencial de la redistribución de la extracción económica. Es un componente obligatorio y estructural del sistema.Esta guerra del Estado tiene tres caracteres originales:
1) son guerras justas;
2) ponen en juego a un número importante de combatientes durante períodos más o menos largos y por lo tanto es necesaria la «profesionalización de las milicias;
3) es guerra lícita únicamente la que se decide y se lleva a cabo en nombre del Estado, puesto que la función específica del Estado es la guerra.
Pueden tomarse como ejemplos: la Reconquista española, Los conflictos entre Castilla y Aragón, las luchas de Inglaterra con Gales y Escocia. Además, existen dos grandes problemas detrás de todas estas guerras: la afirmación del principio de soberanía y el control necesario del territorio nacional por el soberano. Todo ello implica el uso de argumentos jurídicos, la noción de territorio presente en todas estas guerras y los asuntos territoriales se relacionan con las innumerables luchas internas y guerras civiles que refuerzan la impresión general de acentuación de la guerra en Europa occidental.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta la naturaleza, peso y ritmo de la tributación estatal justificada por la guerra y sobre todo ir más allá de la simple descripción de lo económico y plantear la interrogante de las bases materiales de este tipo de estado. Es necesario señalar la diferencia entre este impuesto estatal de fines del siglo XIII y los anteriores, especialmente comprobar si ese impuesto en cuanto a principios, estructura y forma de Estado implica transformaciones radicales, y el impuesto tiene un sentido moderno cuando el poder público impone a quienes gobierna «una contribución de un monto específico y reconocido como legítimo, a la vez en su destino y en su misma exigencia» .
En cuanto a la tributación feudal, deriva del concepto de auxilio; pese a frases empleadas e invocación a la costumbre, este sistema fiscal «feudal» es arbitrario y expresa una relación de fuerza, los dona no son sino expoliaciones aceptadas aunque siempre se debe tener en cuenta los aspectos antropológicos como el simbolismo o el contra-don que permiten ofrecer el verdadero rostro de esta tributación.
En lo que concierne al sistema fiscal y los modos de tributación entre fines del siglo XIII e inicios del siglo XIV representan una novedad e inclusive una ruptura: cobrar al conjunto de los súbditos un impuesto y no solamente a sus «hombres». Es un viraje completo del sistema político y la ventaja es evidente: multiplica el número de contribuyentes potenciales pero es necesario:a) el acuerdo del cuerpo social o de las fracciones dominantes;
b) la demanda debe parecer legítima en su pretexto (necesidad), en su forma (conforme a la prerrogativa real) y en su monto (razonable).
Si bien el impuesto puede aportar mucho al Estado tiene un precio político: la necesidad de un consentimiento y de la adhesión del cuerpo social. Además debe contarse con la teoría del auxilium que tiene un papel capital en el desarrollo de la fiscalidad estatal y sobre todo ese paso a impuesto nacional consentido debe tener en cuenta una obligación verdaderamente fuerte y esta necesidad de cambio radical aparece en Occidente cuando la guerra se impone progresivamente como una de las estructuras permanentes del sistema.
En conclusión, el problema planteado por el impacto económico del impuesto hace difícil evadirlo, y se constata que no habría sido posible la extracción estatal si en ese período de crisis no hubieran existido grandes masas monetarias. Así, este «Estado de guerra» o Estado Moderno hubiera sido inimaginable sin la presencia de una economía monetaria. Por otra parte, el desarrollo de los Estados en Occidente estuvo estrechamente vinculado al crecimiento que se presentó en los siglos anteriores a la crisis. Por último, los trastornos en las estructuras de poder que implica el nacimiento del impuesto estatal, nacional y consentido, ha estado ligado al trastorno de las estructuras mismas del sistema feudal en los diferentes territorios europeos.
DE LA SOCIEDAD FEUDAL A LA GÉNESIS DEL ESTADO MODERNO EN EUROPA OCCIDENTAL
Gloria Cristina(Publicado originalmente vía Facebook por la Biblioteca Gonzalo de Berceo. Difusión permitida con permiso.)