El Maestro Mateó Díaz (¿Lugo?-Santiago de Compostela, S.XII) fue un escultor, arquitecto y político que desarrolló su labor en los reinos cristianos medievales de la península ibérica durante la segunda mitad del siglo XII.
El primer dato conocido que se tiene sobre el Maestro Mateo es un documento de 1168, guardado en el archivo de la catedral de Santiago, en el que se atestigua que el Maestro trabajaba ya en la catedral de Santiago de Compostela y por el que recibía una importante suma de dinero por parte del rey Fernando II de León:
«Conviene a la regia majestad atender mejor a aquellos que le son conocidos por mostrar obediencia fielmente, y especialmente a aquellos que son notorios por dedicar sus servicios a los santuarios y lugares de Dios. Por estas cosas yo, Fernando, rey de las Españas, por amor de Dios, por quien reinan los reyes, y por la reverencia de Santiago, piísimo patrón nuestro, como pensión, te doy y concedo a ti, maestro Mateo, que posees la primacía y el magisterio de la obra del citado apóstol, cada año la percepción de dos marcos a la semana, sobre mi mitad de moneda de Santiago, y que lo que falte una semana sea suplido en la otra, de manera que esta percepción te represente 100 morabotinos anuales. Esta pensión, este don, te doy durante toda tu vida, para que siempre la tengas, y para la obra de Santiago, y sea mejor para tu persona; y aquellos que vieran, velen y se dediquen con afición a la citada obra. Fernando II de León a 23 de Febrero del año 1168.»
Apenas se tienen datos de su formación anterior, pero todo parece apuntar a que tenía ya una dilatada carrera a sus espaldas a lo largo del Camino de Santiago, especialmente en sus tramos franceses.
Es el responsable del Pórtico de la Gloria de la catedral compostelana. En el propio monumento existe una inscripción dando fe de ello: «en el año de la Encarnación del Señor 1188, en el día 1 de abril, fueron colocados por el Maestro Mateo los dinteles de la puerta mayor de la iglesia de Santiago, que dirigió la obra de dichos portales desde sus cimientos». Más tarde, en 1189 y en 1192, se tiene de nuevo noticias suyas en contratos privados.
El Pórtico de la Gloria ejercería una notable influencia en la escultura románica de Galicia. Existe la creencia de que una pequeña estatua situada en la parte posterior del parteluz, con una postura arrodillada, mirando hacia el interior del templo, representa al propio Maestro Mateo (algo que hoy día está desmentido por varias fuentes. En realidad esa estatua representa la figura del peregrino). La estatua se convirtió en objeto de veneración y es conocida en gallego como Santo dos Croques por la costumbre de los peregrinos de chocar la cabeza con la estatua, rito también popularizado por los estudiantes de la Universidad Compostelana como propiciador del desarrollo del buen entendimiento y la sabiduría. Trabajó en la remodelación del puente romano de Puentecesures y vivió en la actual Casa Castaño durante el tiempo que su labor allí fue desenvuelta. También fue el autor del coro pétreo de la Catedral, posteriormente derruido. El alquimista Patrick Burensteinas, amante del Camino Jacobeo, posó su frente sobre la escultura del Maestro para incorporar sabiduría, como muestra en el documental Le Voyage Alchimiste: Saint Jacques de Compostelle (2008).
Apóstoles de la Catedral de Santiago de Compostela. Foto: Pedronchi – Flickr. CC BY 2.0. Original file (1,600 × 1,200 pixels, file size: 571 KB).
Detalle del Pórtico de la Gloria. Esta imagen se encuentra en la fachada occidental de la catedral. Foto: Opinador. CC BY-SA 3.0. Original file (3,008 × 2,000 pixels, file size: 1.7 MB).
Estructura arquitectónica
La estructura arquitectónica del pórtico consiste en tres plantas superpuestas: la cripta, que simboliza el mundo terrenal; el pórtico, que constituía la puerta de entrada occidental a la catedral y que permaneció abierto al exterior durante la Edad Media, y en el que se representa la Jerusalén celeste; y la última planta era la tribuna, que por medio de un rosetón se conseguía que estuviera iluminada todo el día; representa la elevación de los humanos a lo divino.
El conjunto escultórico pretende ser una representación de la ciudad celeste, utilizando en la iconografía diferentes símbolos tomados del Apocalipsis de San Juan y de otros textos del Antiguo Testamento. Otras teorías (como la del profesor Serafín Moralejo) explican las figuras y su disposición en una representación en piedra del Ordo Prophetarum, una obra teatral de tipo religioso del siglo XII en la que San Agustín convoca a los profetas para alabar a Dios y condenar a los judíos.
Está constituido por arcos de medio punto que se corresponden con cada una de las tres naves de la iglesia, sustentados por gruesos pilares con columnas adosadas. El arco central es el mayor (el doble que cada uno de los laterales), es el único que posee tímpano y está dividido por una columna central, el parteluz, con la figura de Santiago.
Verticalmente, la franja inferior está formada por las basas de las columnas, decoradas con animales fantásticos; la franja media está formada por columnas que sustentan las estatuas adosadas de los apóstoles; y la superior por los arcos que coronan las tres puertas.
Pórtico de la Gloria de la catedral de Santiago de Compostela, en Galicia (España), por el pintor Jenaro Pérez Villaamil. Genaro Pérez Villaamil – Palacio de la Moncloa, Madrid. Dominio Público. Original file (1,600 × 1,175 pixels, file size: 454 KB).
El arco central
A los dos lados de los Evangelistas, tras San Marcos y San Lucas, aparecen cuatro ángeles a cada lado con los instrumentos de la Pasión de Cristo. Unos llevan, sin tocarlos directamente, la cruz y la corona de espinas (a la izquierda) y la lanza y los cuatro clavos (a la derecha), otros, la columna en que fue flagelado, la jarra con la que se lavó Poncio Pilato, una caña con una esponja, la vara y un pergamino (en el que unos ven la sentencia de la crucifixión y otros la inscripción con el INRI de la cruz). Sobre las cabezas de estos ángeles, dos nutridos grupos de almas de los bienaventurados, 40 en total, representando a la turba celeste que nadie podía contar, en cita del Evangelio. El tímpano central se corona con una arquivolta en la que aparecen sentados los 24 ancianos del Apocalipsis, en representación de cada una de las 24 clases sacerdotales del antiguo Templo de Jerusalén, portando cada uno un instrumento musical, como preparando un concierto en honor de Dios. Los instrumentos, un organistrum, 14 cítaras, 4 salterios y dos arpas, fueron reconstruidos hace pocos años y se realizaron conciertos con ellos. Dos de ellos (las figuras 4 y 21, contando de izquierda a derecha) no tocan ningún instrumento, sino que sostienen una redoma.
En los espacios que unen el arco central con los arcos laterales hay dos ángeles en cada uno, que representan al pueblo judío (el primero de la izquierda) y el pueblo de los gentiles (el primero de la derecha), y los niños que llevan en el colo simbolizan las almas que llevan hacia Dios
La forma en la que el Maestro Mateo representa a Jesucristo rompe con la visión apocalíptica medieval que imperaba hasta entonces. Quiere mostrar un Dios más humano y menos justiciero y lejano, y por eso refleja a Dios con las heridas en manos y pies, y a los ancianos del Testamento parecen reír y conversar entre ellos.
El parteluz
El parteluz del Pórtico de la Gloria, obra del Maestro Mateo, es el pilar central de piedra que divide en dos la entrada principal del gran nártex occidental de la catedral de Santiago de Compostela.
Su función es a la vez arquitectónica y simbólica:
Arquitectónica, porque sostiene el peso de los arcos y arquivoltas del vano central, ayudando a descargarlo hacia el suelo.
Simbólica, porque se convierte en el eje visual y espiritual de todo el conjunto escultórico, un punto de encuentro entre lo terreno y lo divino.
En este parteluz aparece una de las esculturas más famosas de la Edad Media hispánica: la figura sedente del Apóstol Santiago. Se le representa como maestro y como peregrino espiritual, con libro y bastón, presidiendo el acceso al templo. A sus pies aparece un capitel con escenas del Árbol de Jesé, es decir, la genealogía de Cristo, que conecta al patriarca bíblico con la Trinidad situada en la parte superior del conjunto.
Encima de la estatua del Apóstol, en la parte superior del parteluz, se desarrolla un relieve en el que Dios Padre sostiene en su regazo a Cristo crucificado (tipo iconográfico de la Paternitas), flanqueado por ángeles. Este motivo resume la teología de la salvación: el acceso al templo pasa bajo el signo de la redención.
Finalmente, detrás del apóstol, en la cara oculta del parteluz, se encuentra la famosa figurilla arrodillada tradicionalmente identificada con el propio Maestro Mateo, conocida popularmente como el “Santo dos Croques”. Durante siglos los estudiantes y peregrinos golpeaban suavemente su cabeza como rito para recibir sabiduría e ingenio.
El parteluz del Pórtico de la Gloria es mucho más que un elemento estructural. Es el eje central del programa iconográfico de Mateo, donde se concentra el mensaje de autoridad apostólica, linaje mesiánico y esperanza en la gloria divina.
En el parteluz hay que empezar por la descripción de la figura sedente de Santiago Apóstol, con el bastón de peregrino, como patrón de la basílica. Santiago aparece portando un pergamino en el que está escrito Misit me Dominus (Me envió el Señor). Sobre su cabeza, la columna termina con un capitel en el que se representan las tentaciones de Cristo en tres caras: en la que mira hacia el interior del templo y en la que rezan dos ángeles arrodillados. Al pie del santo, otro capitel con las figuras de la Santísima Trinidad.
Bajo el apóstol se representa el árbol de Jesé, nombre que recibe el árbol genealógico de Jesucristo a partir de Jesé , padre del rey David. Esta es la primera vez que se representa en la península ibérica este tema en la iconografía religiosa. La columna reposa sobre una base en la que hay una figura con barba recostada sobre el pecho (quizá una imagen de Noé) y dos leones. Durante siglos fue costumbre que los peregrinos que llegaban a Santiago y accedían a la catedral tocaran el pie izquierdo del santo, simbolizando así el final de su camino. Otra tradición llevaba a los peregrinos a pasar la mano por entre las cavidades del árbol mientras rezaban cinco oraciones, antes de entrar en la catedral.
Al pie de esta columna central pero en la parte superior, hacia el Altar Mayor de la Catedral, está la figura arrodillada del propio Maestro Mateo, portando un cartel en el que está escrito Architectus. También con él hay una costumbre de siglos, que consiste en golpearse la cabeza contra la del escultor -tres veces-, para adquirir así parte de su sabiduría. Esta tradición, originalmente propia de los vecinos de Santiago y finalmente asumida por los peregrinos, justifica el apodo de Santo dos croques con el que se conoce popularmente a esta estatua.
El Pórtico de la Gloria. Fototipia de 1889 tomada por Constantin Uhde. Constantin Uhde – Constantin Uhde, Baudenkmäler in Spanien und Portugal. Aufnahmen einer Reise 1988-1989. Dominio público. Original file (3,090 × 4,121 pixels, file size: 5.26 MB).
Leyenda
Cuenta la leyenda que el arzobispo fue a visitar las obras cuando estaban próximas a terminar. Cuando el Maestro Mateo le estaba explicando el significado de las diferentes figuras, el arzobispo le preguntó por una que el maestro no había citado y que destacaba en el tímpano central.
Mateo reconoció que esa figura era él mismo, porque consideraba merecer la gloria después de la obra de arte que estaba haciendo con tanto éxito, pero el arzobispo le recriminó duramente su falta de humildad.
Pasado el tiempo, Mateo llamó al arzobispo para que viese el Pórtico ya terminado y, cuando este llegó, lo primero en lo que se fijó fue en que aquella figura había desaparecido del tímpano, pero ahora había otra nueva escultura en la parte de atrás, arrodillada y sin luz. Así se quería representar el maestro Mateo ahora, humilde y arrepentido por pretender retratarse junto a Dios.
Los apóstoles y profetas
En las columnas de la puerta central, así como en las dos puertas laterales, aparecen representados apóstoles, profetas y otras figuras. Todos ellos están coronados con su respectivo capitel en el que se representan diferentes animales (aves, casi siempre con cabezas humanas y otras cabezas de animales) y motivos de hojas.
Comenzando por la columna derecha y mirando de izquierda a derecha
En la columna de la izquierda, y comenzando por la que mira al apóstol Santiago, vemos las figuras de los profetas del Antiguo Testamento Moisés, con las Tablas de la Ley; Isaías, con el bastón; Daniel y Jeremías, con barba; todos ellos sujetan un cartel en el que está escrito su nombre. Debajo de la figura de Isaías, aparece un joven dispuesto a golpear a un monstruo; otras fuentes ven la representación del sacrificio de Isaac.
Daniel está ante una estatua de una mujer (según diferentes interpretaciones: Ester, la Reina de Saba, una emperatriz… ). También hay quien identifica esa figura con el ángel de Reims. Más ortodoxa es la teoría que lo explica en la alegría que tiene al anunciar la llegada del Señor.
Puerta derecha
El arco de la puerta derecha representa el Juicio Final. Carece de tímpano, como el de la izquierda, eliminado quizá por orden de un obispo en alguna restauración. La doble arquivolta está dividida en dos mitades por dos cabezas flanqueadas por cartelas. Unos identifican estas cabezas con las figuras de San Miguel y Cristo, para otros son Cristo-Juez y un ángel y, finalmente, otras fuentes indican que representan a Dios Padre, a superior, y Dios Hijo, a inferior.
A la derecha de estas cabezas aparece representado el infierno, con figuras de monstruos (demonios) que arrastran y torturan las almas de los condenados. A la izquierda, el cielo con los elegidos, con figuras de ángeles con niños que simbolizan las almas salvadas.
En la jamba de la derecha están representados, por orden, los apóstoles San Bartolomeo y Santo Tomás, seguidos por San Marcos, San Lucas y San Juan. Y en la de la izquierda, San Felipe y San Andrés, aunque las identificaciones están sujetas a discusión.
Puerta izquierda
En el arco de la puerta izquierda se representan escenas del Antiguo Testamento, con los justos que aguardan la llegada del Salvador. En el centro de la primera arquivolta, envueltos entre hojas, está Dios creador, que bendice al peregrino y sostiene el libro de la Verdad Eterna; y a su derecha Adán (desnudo), Abraham (con el índice levantado) y Jacob. Con estos hay dos figuras más que unas fuentes identifican con Noé (nuevo padre de la humanidad por salvarla del diluvio) y Esaú y otros con Isaac y Judá. A la izquierda de Dios vemos a Eva, Moisés, Aarón, David rey y Salomón (otras fuentes sitúan aquí a Judá y Benjamín, en lugar de Aarón y Salomón). Tanto Adán como Eva aparecen sin corona porque ya pecaron y perdieron su inocencia.
En la segunda arquivolta, la superior, diez pequeñas figuras representan a las diez tribus de Israel, faltando la tribu de Judá (a la que pertenecía Cristo) y la de Benjamín. Todas las figuras están medio ocultas por un bocel que parece tenerlas presas y que simboliza la esclavitud que las somete.
En la jamba de la derecha vemos a los profetas Oseas y Joel, y en la de la izquierda a Amós y Abdías, en los cuatro casos con una identificación dudosa. Sigue, a la izquierda, una figura con un bastón que puede ser el santo Job, y las figuras de Judith y la reina Esther. Debajo de la estatua del profeta Joel hay una columna con palomas picando en las uvas, dos centauros, cuatro guerreros y dos leones.
Basas
Los tres pilares del pórtico están sustentados sobre fuertes basamentos en los que se representan grupos de diversos animales: seis águilas, un oso, cuatro leones y dos animales indeterminados, así como tres cabezas humanas con barba. Hay quien quiere ver en estas figuras imágenes de demonios, y que simbolizan que el peso de la gloria (el pórtico en sí) aplasta al pecado. Otras fuentes le dan una interpretación apocalíptica, con guerras, hambre y muerte (representadas por las bestias), situaciones que solo se pueden salvar gracias a la inteligencia humana (las cabezas de los hombres ancianos)..
Modificaciones
Hay constancia de modificaciones sobre la obra original. En 2016 la rehabilitación de la Torre Sur del Obradoiro descubrió una figura decapitada, aparentemente de un profeta, que habría pertenecido al conjunto original.
Posteriormente, en 2017 el Ayuntamiento de Santiago emprendió acciones legales para la devolución de dos estatuas de la fachada románica que protegía el Pórtico, actualmente en posesión de los herederos de Franco.
El Pórtico en la literatura
Muchos autores han escrito y admirado la singularidad de esta obra. Entre ellos, destaca Rosalía de Castro cuando dice:
¡védeos!, parece
qu´os labios moven, que falan quedo
os uns cos outros, e aló n´altura
do ceu a música vai dar comenzó,
pois os gloriosos concertadores tempran risoños os instrumentos
“¡Ved! parece
que los labios se mueven, que hablan quedo
unos con otros, y allá en lo alto
del cielo la música va a dar comienzo,
pues los gloriosos concertadores afinan risueños los instrumentos.”
Notas
- http://artemagistral.blogspot.com/2016/09/portico-de-la-gloria-de-la-catedral-de.html
- Serafín Moralejo
- «archicompostela.com». Archivado desde el original el 15 de julio de 2007. Consultado el 2 de julio de 2008.
- «Rincones de santiago»
- Pontevedra, Silvia R. (21 de octubre de 2016). «Hallada una escultura de la fachada original del Pórtico de la Gloria». EL PAÍS. Consultado el 21 de septiembre de 2017.
- Pontevedra, Silvia R. (21 de septiembre de 2017). «Santiago da 15 días a los Franco para que devuelvan dos estatuas del Pórtico». EL PAÍS. Consultado el 21 de septiembre de 2017.
- Poema «N’a catredal», en la sección «Do íntimo» del poemario Follas novas (1880).
- ¡Vedlos!, parece / que los labios mueven, que hablan despacio / los unos con los otros, y allá en la altura / del cielo la música va a dar comienzo, / pues los gloriosos concertadores templan risueños los instrumentos..
Bibliografía
- La primera versión de este artículo fue una traducción del homónimo de la Wikipedia en gallego terminada el 3 de julio de 2008.
- Vázquez Varela, J.M; Yzquierdo Perrín, R; García Iglesias, J.M e Castro, Antón (1996). 100 obras mestras da arte galega, páx. 76-77. Nigra Arte. ISBN 84-87709-50-8.
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una galería multimedia sobre Pórtico de la Gloria.- El Pórtico de la Gloria, Misterio y sentido
(Entrada adaptada a partir del texto de Dulce Ocón Alonso, Universidad del País Vasco, difundido por la Biblioteca Gonzalo de Berceo en su página de Facebook. Publicado con permiso de su administrador-bibliotecario).
EL MAESTRO MATEO
El 11 de abril de 1188 se colocaban los dinteles del pórtico de la Gloria. El reino de León acababa de atravesar en esos momentos una difícil coyuntura. La muerte de Fernando II el 22 de enero había abierto una crisis sucesoria que había enfrentado a la poderosa familia de los López de Haro y a Alfonso IX, hijo del monarca fallecido y de Urraca, infanta de Portugal. Tal vez esa coyuntura y el consiguiente vacío de poder en los meses precedentes al asiento de los dinteles pueda explicar el protagonismo absoluto que el maestro Mateo asume en la inscripción que conmemora dicha ocasión (1): «En el año de la Encarnación del Señor de 1188, de la era 1226, en el día de las calendas de abril, los dinteles de los pórticos principales de la iglesia de Santiago fueron colocados por el maestro Mateo, que ejecutó las obras desde los fundamentos de estos mismos portales».
Las obras habían comenzado años atrás, tal y como se desprende de la concesión a Mateo de una importante renta vitalicia en 1168. Fernando II materializaba así su deseo de engrandecer el templo de Santiago mediante el apoyo a un ambicioso proyecto que viniera a rematar el extremo oeste del edificio en el que planeaba recibir sepultura junto a la tumba del apóstol. Su intención de convertir el templo en su propio panteón se vería satisfecha unos meses después; Alfonso IX participaría en el traslado del cadáver y en el sepelio. La empresa de dotar a la catedral de un nuevo y aparatoso acceso occidental se prolongaría al menos hasta el 21 de abril de 1211, fecha en la que el pórtico era consagrado solemnemente por el arzobispo Pedro Muñiz. Este prelado obtendría el honor de enterrarse a los pies de la estatua del apóstol que preside el parteluz del pórtico de la Gloria, junto a la figura arrodillada que la tradición ha identificado con Mateo.
El proyecto, dirigido por el maestro Mateo desde sus cimientos, incluía el remate de los últimos tramos de las naves y la erección de un bloque occidental con torres gemelas que viniera a superar el importante desnivel existente desde el interior del templo hasta la actual plaza del Obradoiro. Tal y como ha podido comprobarse en las excavaciones realizadas, una doble escalera facilitaba el acceso desde la plaza hasta la catedral. El espectacular nártex de entrada se cimentó en una falsa cripta y sobre el nártex se elevó un tercer piso que vino a enlazar con las tribunas situadas sobre las naves laterales.
Remodelación. La nueva obra, modificada en su aspecto externo a raíz de la remodelación barroca, permitía que el templo del apóstol rivalizara con los más modernos santuarios erigidos en la segunda mitad del siglo XII en Francia. Hacia ellos debe de haberse dirigido la atención de los promotores en busca de modelos que vinieran a actualizar la presentación occidental del edificio. Las fachadas con dos torres y los nártex edificados en la segunda mitad del siglo en las iglesias de Borgoña, así como las modernas realizaciones de las catedrales que se iban levantando rápidamente por las mismas fechas en la Isla de Francia, deben haber inspirado el diseño arquitectónico y la decoración escultórica. La solución adoptada, similar a la de los pórticos borgoñones de Vézelay, Saint Benigne de Dijon o Saint Lazare de Autun, resultaría la más aconsejable para salvar el desnivel topográfico con la ayuda de la cripta. Las connotaciones borgoñonas del proyecto hallan su lógico corolario en las similitudes estilísticas que muestran los primeros talleres escultóricos que trabajaron en la cripta con las realizaciones borgoñonas del entorno 1150-1160.
Los promotores de la obra no podían ignorar, sin embargo, la irrupción de un nuevo paradigma monumental. En la década de los años 40 había sido transformada la basílica de Saint Denis, templo del apóstol de Francia y panteón de la Monarquía francesa (3). La remodelación había tenido muy presente el modelo que entonces ofrecía la catedral de Santiago. En palabras de su promotor, el abad Suger, el nuevo templo se planificó a «semejanza de Santiago de Compostela». La intención del abad de Saint Denis era seguramente emular y, si era posible, superar la grandiosidad del templo de Santiago que gozaba de un enorme prestigio en la Europa contemporánea y que era visitado por millares de peregrinos procedentes de todos sus confines.
Mediado el siglo, en Saint Denis se había logrado, sin embargo, configurar un nuevo sistema arquitectónico que superaba en espectacularidad a todos los templos anteriores, con su cabecera diáfana coloreada por la luz que filtraban sus vidrieras, y un modo más escenográfico de entender la proyección monumental de las fachadas. La nueva iconografía desplegada en sus vidrieras y en la escultura de su portada convertía las realizaciones de Saint Denis en un prototipo adecuado para la actualización del santuario nacional del reino leonés y panteón de su dinastía. En la serie de nuevas catedrales levantadas durante la segunda mitad del siglo XII en torno a París, las propuestas formales y el nuevo lenguaje simbólico de Saint Denis habían encontrado pronto eco y se habían desarrollado. Un nuevo tipo de portadas derivadas de la de la abadía parisina, denominadas portadas reales, habían comenzado a transformar el panorama monumental de la Isla de Francia. En ellas reyes y reinas del Antiguo Testamento aparecían representados en las jambas y se acogían nuevas imágenes que insistían en la ascendencia regia de Cristo, proclamando la nueva armonía existente entre el poder político y el poder religioso.
Las propuestas emanadas de la Isla de Francia se adaptarían en Santiago. De hecho, el pórtico puede ser considerado con justicia el mejor reflejo hispano de las portadas reales francesas. A ello debe haber contribuido de un modo decisivo la orientación de los eclesiásticos para los que las escuelas catedralicias de París o de Chartres, consideradas, junto con la de Bolonia, las 9 principales escuelas de Teología y Derecho canónico, constituían un poderoso foco de atracción. Los estatutos de Compostela de 1169 revelan el hecho de que por esas fechas era ya un hecho frecuente que los clérigos recibieran su formación en las escuelas de la Isla de Francia. Estas relaciones sin duda estimularían el traslado de las novedades de las catedrales francesas a Santiago e incluso pueden haber facilitado el reclutamiento de artistas formados en sus talleres. Las influencias artísticas habrían seguido el mismo camino que las nuevas composiciones polifónicas importadas por los clérigos del centro musical de vanguardia que entonces constituía Notre Dame de París (4). Desde esta óptica, no resulta sorprendente la familiaridad de los artífices del pórtico con las realizaciones francesas.Fases iniciales. El influjo de la primera escultura gótica debe de haberse abierto camino hacia la Península en los años en los que la obra de Santiago se hallaba previsiblemente en sus fases iniciales. En junio de 1188, pocos meses después de la colocación de los dinteles del pórtico por el maestro Mateo, Alfonso IX se encontraba en Carrión, donde prestaba juramento a Alfonso VIII en pago al apoyo que le había prestado durante la crisis sucesoria. Allí tendría ocasión de contemplar la portada de la iglesia de Santiago, realizada probablemente en la década de 1160, en todo caso antes de 1172, en que puede datarse su reflejo en Piasca. La dignidad clásica del Cristo en Majestad que preside la galería alta de la portada, la corporeidad de los apóstoles que le flanquean o el naturalismo de los monederos de su arquivolta supondrían una radical novedad en la escultura hispana de esos años. En estas esculturas se encuentran los ecos más tempranos de las novedades visuales de la escultura francesa; en las fisonomías, en la ordenación de los pliegues de las vestiduras o en las recetas para la construcción de las figuras se mezclan con un cierto eclecticismo rasgos derivados de las distintas manos que debieron intervenir en Chartres. El diseño de las figuras de los monederos y sus extraordinarias cabezas, que evocan la plenitud plástica de las cabezas antiguas, hallan su precedente en los sabios de la Antigüedad de la portada de Chartres, atribuidos al denominado «maestro de los ángeles».
Personajes exquisitos. En las esculturas del pórtico se revela la influencia de las realizaciones francesas de los años 1160-1170. Dentro de ellas, las esculturas de la catedral de Senlis ofrecen el paralelo más ajustado para algunas figuras de Santiago. El diseño de los exquisitos personajes que se asoman al bocelón del arco izquierdo de la portada resulta tan próximo al de los personajes del Antiguo Testamento del árbol genealógico de Senlis que hace pensar que el maestro Mateo habría conocido las esculturas de la portada occidental de su catedral (5).
En una obra cercana a la estética mateana, en el relieve de la Anunciación-Coronación del claustro de Silos, el influjo de Senlis también se hace patente. Las similitudes estilísticas entre la Virgen de Silos y la del tímpano de Senlis ponen de manifiesto que la adopción por parte de los escultores hispanos de los temas de moda en las catedrales francesas -sometidos, si se quiere, a una libre interpretación- marchaba en paralelo con la asimilación de algunos rasgos de estilo.
También en la catedral de Santiago los modelos franceses se adaptaron a la idiosincrasia del monumento, produciendo una obra única y enteramente original. La serie estatuaria que puebla los derrames de las jambas y los ángulos del nártex se consagró a las figuras de apóstoles y profetas en sustitución de los reyes y reinas de Judá que polarizaban el esquema francés. Junto a ello se enfatizó la labor apostólica y pastoral de Santiago, cuya figura se duplica para aparecer en el colegio apostólico de las jambas y en la figura sedente del parteluz.
No estuvieron ausentes, sin embargo, las alusiones a la genealogía regia de Cristo, arquetipo ideal de la Monarquía evocado en las portadas y vidrieras de los edificios del dominio real francés. La introducción del árbol de Jesé, o árbol genealógico de Cristo, en el parteluz de Santiago -con la preferente ubicación de David y Salomón – o la reiteración de los regios ascendentes de Cristo en el acceso exterior del pórtico no dejan de evocar el ambiente ideológico creado en los edificios de la Isla de Francia en el que los reyes del Antiguo Testamento se convertían en ideal y justificación del carácter divino de la realeza. La escenográfica disposición de las imágenes -un espacio plástico habitado por las imágenes más que decorado por ellas, tal y como se ha definido (6)- situaba al espectador en el centro de una visión de la Gloria divina. Ante él se desarrollaba una imagen de la majestad de Dios inspirada en las visiones de Juan y de Mateo que resumía la historia de la Redención e invocaba el Juicio Final, la recompensa y el castigo, con una espectacularidad nunca vista.
Nuevo bizantinismo. Con ser importantes, las referencias francesas no agotan las fuentes formales del pórtico. En él se dan cita también las tendencias antiquizantes que invaden las artes figurativas europeas de fines del siglo XII (7). El pórtico participa así del ensimismamiento general del arte de su tiempo con las fórmulas de un renovado bizantinismo que ofrecía la posibilidad de acercarse al arte de la Antiguedad. La fascinación que ejercieron los mosaicos de Palermo, Cefalú o Monreale se revela en la avidez con la que los talleres cortesanos asimilaron sus recetas trasladadas muy pronto a libros de modelos por los artistas occidentales. La presencia de estas nuevas recetas se advierte con especial claridad en los ángeles incensarios que flanquean la Trinidad de tipo «Paternitas» -en la cual Dios Padre sostiene al Hijo en sus rodillas que corona el árbol de Jesé del parteluz. Su esquema remite a uno de los modelos más difundidos en el arte europeo de esos años que dejará su huella en toda la escultura hispana emparentada con el pórtico. Puede apreciarse en el ángel de Silos y en una serie de obras de su área de influencia.
La superioridad de los artífices del pórtico y su mayor familiaridad con las obras francesas se hace patente en la correcta interpretación del modelo, deformado en su traslación tridimensional en la mayoría de las obras derivadas de Silos.
Bajo el influjo de las nuevas fórmulas, los profetas y apóstoles del pórtico superan a sus probables modelos: las estatuas-columnas de Saint Benigne de Dijon (ca 11551160), Le Mans (ca 1160) o Bourges (ca. 1160). Las formas adquieren mayor corporeidad, los plegados de las telas, ordenados en nuevos esquemas, poseen mayor profundidad y dotan de naturalidad a las figuras que logran despegarse de la columna que sustituye su soporte.
La intensidad psicológica que alcanzan los rostros de algunos de ellos, es el caso de los profetas Moisés o Elías, manifiesta el conocimiento de prototipos humanos similares a los que aparecen en los frescos de Nerezi o en los conjuntos sicilianos. Ello aproxima las creaciones de Mateo y sus colaboradores a las de los maestros más emblemáticos del movimiento antiquizante de fines del siglo XII, como el orfebre Nicolás de Verdún que realiza el altar de Klosterneuburg (ca. 1180) o el maestro de la Hoja Morgan que participa en las últimas fases de ilustración de la monumental Biblia de Winchester. La utilización del lenguaje común europeo también acerca el estilo del pórtico al arte mediterráneo de su época, cuajado de referencias al arte antiguo. La obra de Mateo puede, de este modo, ponerse en relación con la ambición clásica de las obras atribuidas al escultor italiano Benedetto Antelami o con la de las esculturas de Saint Trophime de ArIes.
Artes suntuarias. El carácter suntuario concedido a este arte de raíces clásicas resulta difícilmente soslayable. Bajo la poderosa influencia ejercida por los Plantagenet que dominan el escenario político y cultural europeo de estos años las artes pictóricas que incorporan las recetas bizantinas se difunden en la miniatura, en la pintura mural y, en general, en todas las artes suntuarias.
Los reinos hispanos no fueron ajenos a esta moda. En los años en los que se finalizaban las obras del pórtico se decoraba en un estilo cercano al del maestro inglés de la Hoja Morgan la sala capitular del monasterio de Sigena en Aragón. El carácter regio de la fundación oscense y su destino como nuevo panteón regio de la dinastía aragonesa atestiguan el prestigio de que gozaban las tendencias visuales de inspiración bizantina en los círculos cortesanos. La imagen ecuestre de Alfonso IX del llamado Tumbo A de la catedral de Santiago confirma la adopción de las modas de ilustración difundidas por la Corte inglesa en el reino de León y es indicativa de los valores conectados con la dignidad regia que se les atribuían.
La policromía del pórtico colaboraría a que en él se lograra la mejor evocación monumental de los conjuntos pictóricos de inspiración bizantina. De este modo, en él se materializarían los dos paradigmas artísticos de su tiempo: los modelos monumentales franceses y las corrientes bizantinizantes del arte cortesano internacional.
Bibliografía
- A. López Ferreiro, El pórtico de la Gloria, Platerías y el primitivo altar mayor de la Catedral de Santiago. Santiago, 1893 (existe edición moderna, Santiago, 1975).
- E. H. Bushbeck, Der Pórtico de la Gloria von Sant Jago de Compostela. Berlín,1919.
J. M. Pita Andrade, «Un capítulo para el estudio de la formación artística del maestre Mateo. La huella de Saint Denis», Cuadernos de Estudios Gallegos, VII, 1952,371-383.- A. del Castillo, El Pórtico de la Gloria. Santiago, 1954.
- M. Stokstadt, The Pórtico de la Gloria of the Cathedral of Santiago de Compostela. Ph. D. Diss., University of Michígan, Ann Arbor, 1957.
- G. Gaillard, «Le Porche de la Gloire et ses origines espagnoles», Cahiers de Civilization Médiévale, I, 1958,465473 (recogido en Etudes d’art roman, París, 1972,320-334).
- M. Ward, Studies on the Portico de la Gloria of Santiago de Compostela. ph. D. Diss., University ofNew York, 1978.
- P. Otero y R. Izquierdo, El coro del Maestro Mateo. La Coruña, 1984.
- S. Moralejo, «Le Porche de la Gloire de la Cathédrale de Compostelle; problémes de sources et d’interprétation», Les Cahiers de Saint Michel de Cuxa, XVI, 1985,92-116.
- R. Moralejo, «El 1 de abril de 1188. Marco histórico y contexto litúrgico en la obra del Pórtico de la Gloria», Cuadernos de Música en Compostela, II, 1988, 19-36.
- VV. AA., Actas del simposio internacional O Portico da Gloria e a arte do seu tempo. Santiago de Compostela, 38 de octubre de 1988, Xunta de Galicia, 1991.
Notas
(1) Sobre dicha ocasión y sus cannotaciones histórico-artísticas: S. Moralejo, «Ell de Abril de 1188» (ver bibliografía).
(2) J. A. Puente Míguez, «La fachada exterior del Pórtico de la Gloria y el problema de sus accesos», en Actas del simposio internacional (ver bibliografía), 117-131.
(3) La influencia de Saint Denis fue apuntada por J. M. Pita Andrade, «Un capítulo … » (ver bibliografía).
(4) J. López Calo, «La música en la catedral de Santiago, A.D. 1188», en Cuadernos de Música en Compostela, II, 1988, 39-54.
(5) Éstas y otras relaciones en M. Ward, «studies on the Pórtico … » (ver bibliografía ).
(6) S. Moralejo, «Le porche de la gloire …. » (ver bibliografía).
(7) Las connotaciones con obras bizantinas fueron apuntadas primeramente por Bushbeck (ver bibliografía). Posteriormente fueron ampliadas por M. Ward y S. Moralejo (obras cit.). La relación del Pórtico con el movimiento bizantinizante internacional de fines del siglo fueron desarrolladas por W. Sauerlander con ocasión del Simposio Internacional celebrado en Santiago en 1988 (ver bibliografía) («1188. Les contemporains du Maestro Mareo», 7-22) y por M. Stokstad («Forma y fórmula; reconsideraciones del Pórtico de la Gloria», 181-191).
( D. Ocón, «Los ecos del último taller de Silos en el románico navarro-aragonés y la influencia bizantina en la escultura española en torno al año 1200», en El Románico en Silos. Abadía de Silos, 1990, 508. Idem, «El renacimiento bizantinizante de la segunda mitad del siglo XII y la escultura monumental en España», en Viajes y viajeros en la España medieval. Madrid. 1997. 265-290.Fuente: Dulce Ocón Alonso (Universidad del País Vasco), texto difundido en la página de Facebook de la Biblioteca Gonzalo de Berceo. Reproducido con permiso de su administrador-bibliotecario.
El Maestro Mateo es una de las personalidades capitales del arte europeo de fines del siglo XII e inicios del XIII, y el principal responsable de la culminación del brazo occidental de la catedral de Santiago de Compostela. Su figura, discreta en la documentación pero enorme en la obra, encarna el paso del último románico a un lenguaje monumental de ambición europea donde confluyen tradición hispánica, novedades francesas y una relectura clasicista de raíz bizantina. Sabemos con certeza que en 1168 el rey Fernando II de León le concede una renta vitalicia “pro opere Sancti Iacobi”, garantía excepcional de mecenazgo y de confianza en un proyecto a largo plazo; que el 1 de abril de 1188 (era hispánica 1226) se colocan los dinteles de los pórticos “per magistrum Matheum, qui opus ab ipsis fundamentis fecit”, y que el 21 de abril de 1211, ya bajo Alfonso IX y el arzobispo Pedro Muñiz, se consagra solemnemente el Pórtico de la Gloria. Entre esas fechas se despliega un programa arquitectónico y escultórico sin precedente en la Península: completar las últimas crujías de las naves, levantar una potente plataforma que venciera el gran desnivel hacia la actual plaza del Obradoiro mediante una “cripta” o cámara portante, edificar un nártex de tres portadas como ingreso catequético y, por encima, un tercer nivel que enlazara con las tribunas. Todo ello fue dirigido por Mateo “desde los cimientos”, lo que confirma su condición no solo de escultor eminente, sino de auténtico arquitecto‐maestro al frente de una gran compañía de canteros, tallistas y pintores.
El contexto político y espiritual explica la envergadura del encargo. Compostela era el mayor santuario de Occidente tras Roma y Jerusalén y, en clave regia, el panteón deseado por Fernando II y, después, por Alfonso IX. El Camino aportaba flujo de peregrinos, recursos y, sobre todo, circulación de ideas, técnicas y artistas. La obra occidental mateana se concibe como una “presentación” moderna del templo: un frente con torres gemelas (más tarde enmascarado por la fachada barroca) y, hacia el interior, un nártex que funcionaba a la vez como espacio de acogida, filtro litúrgico y compendio visual de la doctrina. En esa arquitectura de piedra se integró una escultura de programa unitario, concebida con la claridad de un gran director de obra que ordena equipos sucesivos, coordina estilos y corrige soluciones a la luz de modelos foráneos y de la tradición local.
El Pórtico de la Gloria es la gran síntesis. En su portal central, el Cristo en majestad preside un universo de piedra que canta el Apocalipsis de san Juan: tetramorfos, ángeles y los veinticuatro ancianos de las arquivoltas afinando instrumentos, inclinados unos hacia otros en una coreografía de miradas que, más que recitar, “hace oír” la promesa de la gloria. En las jambas se alinean apóstoles y profetas, con Santiago duplicado como apóstol y como patrón del santuario en el parteluz, donde el árbol de Jesé asciende hasta una Trinidad de tipo Paternitas. Las portadas laterales y los capiteles desarrollan, en clave figurativa, el arco completo de la historia de la salvación; no se trata de una mera acumulación de escenas, sino de un dispositivo espacial donde el fiel, entrando, es envuelto por un relato que enlaza la espera veterotestamentaria, el cumplimiento en Cristo y el juicio prometido, de manera que el umbral mismo se vuelve teología. La colocación y el gesto de cada estatua, la relación entre cuerpos y pliegues, la alternancia de superficies lisas y ritmos de talla, la distribución de masas y vacíos, obedecen a una voluntad de “escenografía de salvación”: el pórtico como sacramentum visibile de la gloria que abre la liturgia interior.
Estilísticamente, el lenguaje de Mateo y de su taller no es imitación servil de Francia ni simple evolución local. Comparte con los grandes centros de Borgoña y de la Isla de Francia el arco ojival incipiente, la articulación de nártex y portadas y la nueva dignidad del cuerpo humano, visible en cabezas individualizadas, bocas entreabiertas, párpados pesados, rizos modulados y pliegues que describen la anatomía bajo el manto. Hay resonancias de Vézelay, Autun, Dijon, Le Mans, Bourges o Senlis en fórmulas de columnas-estatua, en motivos de capiteles y en el modo de construir los rostros; pero el conjunto compostelano avanza hacia un naturalismo sereno, de respiración amplia, que libera a la figura de la columna y la acomoda a la curvatura del espacio. Junto a ello, emerge un decidido “antiquizantes” de sabor bizantino y mediterráneo: nobleza de perfiles, solemnidad frontal, acordes cromáticos y ciertos esquemas de ángeles y pliegues que recuerdan la corte siciliana de Monreale o Cefalú y conectan a Mateo con la corriente paneuropea de Nicolás de Verdún o la iluminación inglesa del entorno de Winchester. El resultado es una síntesis original: compostelana por su energía narrativa y su solidez granítica, europea por su ambición formal y su dominio técnico.
La policromía fue esencial y hoy, tras las restauraciones contemporáneas, podemos intuir la fuerza catequética del color, aplicado a base de encarnes, dorados y azules minerales que animaban ojos, labios, haloes y vestes. Lejos de “pintar” la piedra, la policromía completaba la escultura: definía jerarquías, guiaba la lectura y generaba un clima lumínico acorde con la liturgia y con la música polifónica que empezaba a irradiar desde París. No es casual que los ancianos músicos de las arquivoltas aparezcan tensando cuerdas o probando afinaciones: materia y símbolo convergen para sugerir que la gloria sonará, y el propio nártex se convierte en caja de resonancia.
El llamado “coro pétreo del Maestro Mateo”, hoy conocido por abundantes fragmentos conservados en el Museo de la Catedral y en dependencias del Pazo de Xelmírez, fue la otra gran empresa mateana dentro de la nave. Este coro esculpido, desmontado a inicios del siglo XVII, prolongaba en el interior el programa de imágenes del ingreso: relieves de profetas y apóstoles, repertorios vegetales y bestiarios, y una organización espacial que ordenaba circulación, visión y escucha. Establecía, además, una continuidad estilística entre el umbral y el espacio coral, sellando la unidad del conjunto que Mateo había proyectado: arquitectura, escultura y color al servicio de una experiencia integral del santuario.
Nada de esto se explicaría sin la capacidad de Mateo para dirigir un taller amplio y flexible. La obra del Pórtico revela varias manos, edades y “dialectos” de talla; es reconocible una primera generación muy marcada por el sustrato borgoñón, seguida por equipos que asimilan con soltura soluciones de Île-de-France y que, hacia 1200, dialogan con el gusto clasicista del Mediterráneo. Esa plasticidad explica la enorme irradiación del “estilo mateano”: en Galicia (catedrales de Ourense con su Pórtico do Paraíso, Mondoñedo y Tui), en el ámbito leonés y castellano, y en monasterios donde pervive un eco de sus fórmulas iconográficas, de su repertorio de capiteles y de su manera de construir cabezas, manos y plegados. Su escuela no es un catálogo de motivos, sino un modo de pensar la escultura en relación con el edificio y con el rito.
El significado histórico del Maestro Mateo rebasa el ámbito regional. En Santiago se ensaya una concepción moderna del frente occidental de una catedral de peregrinación: solución técnica al desnivel urbano mediante cripta, nártex como catequesis de piedra y portadas que no son simple fachada, sino dispositivo teológico y social. Al mismo tiempo, se consuma un giro estético: la figura humana abandona la rigidez románica para ganar volumen, peso y psicología; la arquitectura se aligera en los pasos de arranque del ojival; el conjunto se ilumina de color y de sonido. No es exagerado situar el Pórtico de la Gloria entre los grandes manifiestos europeos del tránsito al gótico, junto a Chartres o Saint-Denis, con la diferencia de que en Compostela ese tránsito se produce desde una tradición hispánica poderosa —el románico de peregrinación— y entrega una solución propia, no derivada.
La recepción posterior añadió capas de sentido. La tradición identificó la figurilla arrodillada tras el parteluz con el propio Maestro Mateo, el célebre “Santo dos Croques”, al que los estudiantes tocaban la cabeza pidiendo ingenio; leyenda piadosa, pero reveladora del prestigio del maestro como símbolo de saber y de oficio. Los desmontes barrocos del frente occidental ocultaron al exterior el proyecto de torres gemelas, pero el nártex se conservó y, con él, la posibilidad de medir a Mateo en su propio idioma. Los estudios modernos, la fotografía y la restauración reciente han devuelto lectura, color y matices a los rostros, instrumentos y telas, confirmando la precisión técnica del taller y la coherencia de su programa.
De la biografía personal de Mateo apenas tenemos más que esas tres anclas documentales y la elocuencia de su obra. Pero su “firma” está en decisiones que solo un gran director de conjunto puede adoptar: concebir el ingreso como un itinerario espiritual; escoger una iconografía que liga Escritura, liturgia y peregrinación; modular estilos foráneos hasta hacerlos propios; fundir estructura, escultura y policromía en un mismo argumento. A la pregunta por su formación probable —¿Borgoña?, ¿Île-de-France?, ¿itinerancia por talleres mediterráneos?— responde el propio Pórtico con un plural: Mateo es europeo sin dejar de ser compostelano.
Por todo ello, la figura del Maestro Mateo ocupa un lugar axial en la historia del arte. Su obra ofrece una de las respuestas más altas a los desafíos de su tiempo: articular un santuario que debía ser a la vez panteón regio, meta universal de peregrinos y centro cívico; traducir a imágenes una teología exigente con un lenguaje inteligible y conmovedor; y proyectar en piedra un “ordo” donde la comunidad se reconoce. La gloria que promete el gran arco central no es una huida del mundo, sino una relectura del mundo desde la esperanza. El Maestro Mateo fijó esa esperanza en un umbral que sigue actuando como programa: entrar es atravesar un relato, escuchar una música de piedra y descubrir, en la serenidad de los rostros y en la gravitación de los pliegues, una medida humana de lo sagrado.
En síntesis, Mateo no es únicamente el autor del Pórtico de la Gloria; es el artífice de una idea de catedral como organismo total, donde la técnica vence la topografía, la escultura ordena la teología y el color convoca a la comunidad. Su taller creó una lengua que otros hablaron después, y su nombre, escaso en la tinta de los pergaminos, quedó escrito con plenitud en la claridad del granito. Desde Santiago, su lección —unidad entre arquitectura, imagen y rito; apertura a Europa sin renunciar a lo propio; dignidad del cuerpo como soporte de sentido— sigue siendo una de las cimas del arte medieval y una de las claves para comprender cómo la Edad Media elevó la materia hasta convertirla en promesa de gloria.
Bibliografía
- MELLINI, G.L.: El Maestro Mateo en Santiago de Compostela. Granada, Albaicín, 1968.
- OTERO TUÑEZ, R. y IZQUIERDO PERRIN, R.: El coro del Maestro Mateo de la catedral de Santiago. La Coruña, 1990.
- Historia del Arte Salvat. Tomo 6: el Prerrománico y el Románico, Madrid, 2006. ISBN 84-471-0327-7.
