Imagen Front: Retablo de san Andrés de Añastro. Vida de san Andrés (detalle): San Andrés predica contra la idolatría y destruye al ídolo. Nueva York, Metropolitan Museum (The Cloisters), nº inv. 25.120.257 (Añastro, Condado de Treviño,. Burgos, finales del siglo XIV)
A partir del siglo XIII, las historias de apóstoles y mártires que actúan como destructores de ídolos adquieren gran popularidad. El relato típico de la santidad medieval se basó en gran medida en la construcción de la imagen de los santos como misioneros de la fe, herederos de unos apóstoles que, después de Pentecostés, vagaron por el mundo realizando actos maravillosos que evocaban los milagros de su maestro, Jesucristo. Los apóstoles Bartolomé, Felipe, Mateo, Tomás, Simón o Judas, en su lucha contra el paganismo, aparecen de forma recurrente como destructores de ídolos: el poder de la palabra y de la Cruz les hace expulsar a los demonios “bajo la autoridad de Jesucristo”.Estos episodios se considerarán como los más propicios para compendiar la victoria de los cristianos sobre los antiguos gentiles y sus epígonos medievales, los musulmanes (por ejemplo, el citado rey pagano de la Estoire del saint graal es considerado de forma anacrónica como un sarrazin).Esta lucha contra los presuntos poderes de “la otra religión”, personificados en ídolos y demonios, desempeñaron un importante papel en los escritos litúrgicos. Las ilustraciones en las que el apóstol o el santo en cuestión aparecen representados simplemente derribando a los ídolos, que caen derrotados por el poder de la oración o el signo de la cruz, sin referencia figurativa a los demonios, son innumerables, pero aquí nos referiremos en especial a las imágenes que muestran la relación entre ídolos y demonios.El combate con los ídolos y los demonios constituye un proceso emblemático en el ámbito de la Cristiandad medieval, tanto en lo que se refiere al esfuerzo de la comunidad cristiana por defender sus fronteras ideológicas contra las amenazas externas e internas, el paganismo y la herejía, como por el esfuerzo continuo del fiel en su lucha individual contra el pecado46. En diversas ocasiones esta doble lucha contra los demonios y la idolatría adquiere un tratamiento conjunto, cuya sinergia acentúa el carácter sinóptico de la escena como resumen de la lucha del cristianismo contra el paganismo. Los relatos apócrifos y las compilaciones hagiográficas difundieron ampliamente este topos. Por ejemplo, el apóstol Tomás dice, según la Leyenda dorada: “Te mando a ti, demonio, escondido en el interior de esta efigie, que ahora mismo la destruyas”.Ya sabemos que en la Edad Media se atribuyó a los escritos herméticos la defensa de la idolatría pagana, a partir de que Agustín criticara en La Ciudad de Dios el pasaje del Asclepio sobre el arte de fabricar dioses. Compendiando esta tradición medieval, en un manuscrito del siglo XV de la versión francesa de la obra del obispo de Hipona aparece representado el llanto de Hermes por la caída de los ídolos. Pero ¿de dónde proviene la concepción, según la cual los ídolos son ellos mismos demonios o están habitados no por los dioses a los que pretenden representar, sino por demonios?
El fundamento de la identificación de los ídolos como demonios se halla en los salmos: “todos los dioses de los gentiles son demonios” (salmo 95,5). También en el Nuevo Testamento se le atribuye a san Pablo la frase “los sacrificios de los paganos son ofrecidos a los demonios”, y los santos padres siguieron este punto de vista a pies juntillas: los demonios, no los dioses, eran los responsables de los prodigios obrados por las estatuas paganas. Ya en el siglo XIII Tomás de Aquino observa en su De sortibus (cap. 4) que los demonios reclamaban para sí mismos que los hombres les presten los honores debidos a la divinidad, y para ello se infundieron (indiderunt) en las imágenes, y estando en ellas dan respuesta a las peticiones de los hombres para que estos les rindan culto. Si los dioses paganos eran ellos mismos demonios, no es de extrañar que los cristianos los representaran como tales para desvelar su naturaleza falaz. Aunque los paganos quisieran identificarlos como los héroes de sus fantasías mitológicas, los cristianos los veían con su verdadera apariencia monstruosa.Ya Eusebio de Cesarea decía:“En lo que concierne al aspecto físico de los demonios, parece que se puede imaginar según las representaciones de las estatuas consagradas en las ciudades; en cuanto a sus almas y a sus poderes divinos e incorpóreos, los malos demonios dan una falsa idea de ellos gracias a su poder de efectuar prodigios variados”.
imagen 2.-Oxford, Bodleian Library, Bod. 270b, fol. 165v
Así que no es extraño que las estatuas paganas se presenten con rasgos demoníacos. En la Biblia de Esteban Harding (Cîteaux, 1109-1111; Fig. 5) se representa la historia de Matatías degollando al judío idólatra, y el personaje que hay en el altar es inequívocamente un demonio que o bien representa al mismo ídolo o al demonio glotón que espera los sacrificios. Dos siglos y medio después, un retablo burgalés de la vida de san Andrés conservado en Nueva York (The Cloisters) muestra a un demonio apeándose de su columna por el poder de la bendición del santo (Fig. 6).En ese lapso, las imágenes de ídolos como demonios se han hecho cotidianas. Los ejemplos se podrían multiplicar: uno de los repertorios más amplios de estatuas representadas como imágenes demoníacas se halla en el Legendario Anjou, un códice disperso hoy en día en varias bibliotecas y realizado hacia 1330 por artistas italianos por encargo de la dinastía húngara de los Anjou. Entre otros santos que hacen huir a ídolos con forma de demonios, el citado apóstol Andrés aparece allí ante una estatua pagana de caracteres inequívocamente demoníacos: alada, cornuda y de grandes orejas.Para recibir los sacrificios paganos, los demonios utilizaban como reclamo a las estatuas que los propios gentiles, dejándose engañar por una bella apariencia, veían como dioses, no como lo que son: repugnantes demonios que con sus triquiñuelas confunden a los crédulos fieles para que les ofrezcan sacrificios. La idea de que en el entorno de las estatuas merodeaban los demonios, esperando los sacrificios ofrecidos por los incautos paganos, había sido expresada ya por los primeros padres de la Iglesia. Atenágoras dice en el siglo II que los hombres son arrastrados hacia los ídolos por los demonios, que andan en torno a las víctimas y lamen su sangre.Orígenes afirmará en el siglo III que, escondidos cerca de las estatuas, los demonios reciben con glotonería los tributos de las víctimas que se ofrecen a los dioses y saborean la sangre de tales sacrificios. El salterio de Stuttgart da cuenta de esta concepción en diversas ocasiones. En una ilustración aparecen a la derecha un grupo de adoradores del sol tendidos bajo sus rayos a los pies de una montaña (fol. 94r). Al otro lado de la escena, un hombre sube una escalera llevando un sacrificio a las columnas sobre las que están los ídolos, que son una estatua femenina y otra que representa a Hércules con su porra. En un espacio reducido, el ilustrador ha renunciado a colocar al más célebre de los héroes sobre una columna (como sí ha hecho por el contrario con la estatua de mujer) para dejar cabida bajo él a la figura de un oscuro demonio alado, que con sus brazos abiertos espera ansioso recibir la carne del sacrificio ofrecido a las estatuas. En otra imagen del mismo salterio (fol. 45v) se acentúa el carácter del ídolo como realidad ficticia.A ambos lados del ídolo desnudo, dos personajes de tez oscura, uno de los cuales muestra unas grandes alas, son fácilmente identificables como demonios. En el tercer caso (fol. 122r) los demonios se hallan en torno a las estatuas de dioses y reyes –ambas igualmente reprobables en la tradición patrística y medieval–, y revolotean celebrando la recepción de las víctimas. La obscenidad del ritual pagano se multiplica aquí, porque el sacrificio no tiene por objeto las consabidas reses o los carneros, sino que se trata de niños indefensos. Mientras los impasibles paganos clavan sus cuchillos en la carne desnuda de los infantes, sin que el iluminador nos ahorre el detalle de la sangre manando de sus cuerpos, unos demonios alados sobrevuelan la escena con jolgorio, mostrando su alegría al son de unas panderetas que agitan en sus manos. El discurso visual del salterio de Stuttgart le recuerda al espectador que alrededor de los ídolos paganos acechan los demonios; que el sacrificio ritual tiene como motivo su insaciable sed de sangre; y, finalmente, que sus demandas serán tales que terminarán obligando a sus fieles a cometer los más horrendos de los crímenes.Pero no siempre los demonios que merodean alrededor de las estatuas se limitan a esperar con impaciencia los sacrificios que les ofrecen los ilusos paganos, que creen entregarlos a sus dioses, o simplemente a inducir a los crédulos a adorar a los ídolos, como se ve en una Bible moralisée del siglo XIII (Oxford, Bodleian Library, Bod. 270b, fol. 165v, Fig. 7), sino que a veces, como principales beneficiarios que son, se muestran también como el sostén último del culto de los dioses paganos, esforzándose en mantener las estatuas en pie, luchando in extremis para que no se extinga la cultura pagana que les da sustento. Unos mosaicos de San Marcos de Venecia de hacia 1200 ilustran la historia de la misión de san Simón y san Judas en Persia (Fig. 8)59. El apóstol Mateo había expulsado a los magos Zaroes y Arfaxat de las tierras de Etiopía, y más tarde, estando estos sacerdotes paganos en tierras persas, se encontraron con los apóstoles Judas y Simón. Los apóstoles entraron en el templo pagano, donde se daba culto a las estatuas que representaban al Sol y la Luna, y en la escena de la iglesia de san Marcos se muestra cómo bendicen a los ídolos, que caen derrotados en virtud del signo de la cruz. Sobre las columnas donde se erigen las estatuas paganas, sendos demonios hacen un último esfuerzo por sujetar a los ídolos antes de que caigan definitivamente. Del mismo modo, en la ilustración de la historia de Tomás en una vidriera de Bourges, un demonio trata de sostener al ídolo, que cae derrotado por el apóstol (Fig. 9).Se trata de una exaltación del martirio como vía para la victoria sobre el paganismo: Tomás aparece victorioso en el momento del martirio, cuya consecuencia es que caiga el ídolo del templo, a pesar de que, como en la iglesia de san Marcos, un demonio hace un último intento por sujetarlo. En diversas ilustraciones más tardías los demonios tratan de sostener a las estatuas sobre sus pedestales, como es el caso de varias imágenes de manuscritos franceses del siglo XV de la versión vernácula de la Ciudad de Dios. Por ejemplo, en una ilustración de la Cité de Dieu realizada en París entre 1469 y 1473 aparece el obispo de Hipona disputando con los paganos en el interior de un templo romano donde hay una hilera de demonios que sostienen a sendos ídolos, que vacilan sobre sus columnas ante la amenaza de la predicación del santo (Fig. 10).¿Qué significado tienen estas representaciones en el contexto de la inflexión de la teoría y la práctica de la imagen de culto que se produce en el Cristianismo en la Baja Edad Media? Sería aventurado dar una respuesta simple a una cuestión compleja. Se podría pensar que una consideración tan negativa de las imágenes paganas conllevaría una vuelta al rechazo de la imagen de culto en consonancia con las esencias primigenias de la religión cristiana. Sin embargo, la insistencia en el origen demoníaco de los poderes de la imagen pagana no niega tales poderes, sino que incide en lo ilícito de la fuente de la que proceden. En una época en la que las colecciones de milagros reiteran una y otra vez la realidad del poder de las imágenes sagradas, que se insista en que los simulacros paganos estén habitados por demonios pretende separar netamente el presunto poder de los ídolos de la auténtica virtus de las imágenes cristianas. Un proceso similar, llevando al extremo esta argumentación hasta los confines de lo lícito, llevaría a algunos a pensar que el poder de cualquier imagen es permisible siempre que no se fundamente en el engaño de los demonios. Incluso si el poder de las imágenes proviene no directamente de los seres sagrados, sino de los poderes del cosmos, esto es, si se toma poder de Dios a través de las fuerzas de la naturaleza.[…]
Estatuas poseídas: ídolos demoníacos en el arte de la Edad MediaALEJANDRO GARCÍA AVILÉSUniversidad de MurciaCodex Aquilarensis 28/2012, pp. 231-254, ISSN 0214-896X