LA ENFERMEDAD
En la Alta Edad Media, por influencia del cristianismo primitivo, la enfermedad se consideraba como una prueba que Dios enviaba al individuo (como las que sufrió Job) y sus padecimientos acercaban al enfermo a los de Jesucristo. Pero esta actitud se fue modificando con el transcurso de los siglos, hasta ver la enfermedad como un castigo divino, una penitencia por los pecados cometidos, llegando a identificarse al enfermo con el pecador.
LA MARGINACIÓN
La marginación de ciertos colectivos e individuos dentro de una comunidad es tan antigua como la propia agrupación de seres humanos. A lo largo del milenio que enmarca la Edad Media la mentalidad colectiva experimentó una serie de evoluciones que se plasmaron en la marginación hacia determinados sectores de la sociedad. Por supuesto esta segregación no fue idéntica en todas las zonas de Europa ni alcanzó siempre la misma intensidad.
MEDICINA Y SUPERSTICIÓN
La cultura altomedieval es autóctona de la Europa occidental, con reminiscencias del mundo latino (sobre todo en Italia, Hispania y la Galia), más el aporte germano, pero en la primitiva Edad Media los conocimientos que de Galeno conservaba Roma, se perdieron para los laicos, quedando relegados a los monasterios. Las leyes bárbaras eran muy duras con el ejercicio médico. La visigoda, por ejemplo, establecía la firma de un contrato entre éste y el paciente o sus familiares, pactando los honorarios, la fianza económica que debía depositar el galeno e incluso la multa en caso de fracasar, que podía llegar a consistir en la pérdida de la libertad del médico si el enfermo era noble y moría, ya que aquél pasaba a ser esclavo de los herederos, que podían disponer libremente de su vida. La prohibición de la Iglesia altomedieval del desmembramiento de los cadáveres paralizó el avance de los escasos conocimientos sobre anatomía. A finales del siglo XIII la disección comenzó a practicarse, pero hacia 1300 un edicto papal prohibió «despedazar cadáveres y hervirlos», fórmula utilizada por los cruzados para repatriar a los camaradas muertos en tierra de infieles y darles sepultura en lugar cristiano. Paradójicamente, el ámbito católico, incluso en la actualidad, está plagado de reliquias de santos que nos ha legado aquella época (la mano de S. Juan Bautista, el brazo de Sta. Teresa, la sangre de S. Pantaleón, el cráneo de S. Valentín, astillas de huesos, etc.). El culto a las reliquias creció junto a las peregrinaciones y las cruzadas y generó un considerable comercio de la picaresca a lo largo de toda esta época. En este tipo de culto confluyen la afición a lo mágico y lo simbólico, típico de la época, unido a la práctica religiosa. A comienzos del siglo XIV comienza a sistematizarse la disección de cadáveres, pese a la oposición de la Iglesia y a las supersticiones de la época.
Tanto la enfermedad como el ejercicio de la medicina estuvieron muy ligados a supersticiones, y siguieron practicándose ceremonias precristianas y utilizándose amuletos lo amuletos mismo para prevenir que para combatir determinadas enfermedades. En muchas ocasiones, impotente para erradicar estos ritos paganos, la Iglesia optó por cristianizarlos. Otra forma de superstición fueron los «toques reales». El ques reales hombre medieval creía que algunas enfermedades podían ser curadas por la imposición de manos del rey (creencia muy arraigada en Francia), que motivó la costumbre de acudir al soberano para recobrar la salud a través de su contacto, uso que se prolongaría hasta el siglo XVII. Igualmente los ingleses creyeron que algunos de sus monarcas eran capaces de obrar el prodigio, como Eduardo el Confesor. También a la Astrología se Astrología la consideró causante de enfermedades y curaciones en una sociedad que todavía arrastraba restos de paganismo. Se recomendaba recoger las hierbas y raíces curativas en una noche determinada o cuando la luna presentaba una fase considerada favorable, creencias sostenidas también por los médicos árabes (por influencia oriental), quienes fabricaban amuletos con los signos del Zodíaco grabados, que colocaban sobre la zona afectada para curar algunas dolencias tales como lumbagos, reumatismos, cólicos nefríticos… La Astrología estuvo tan extendida que llegó a enseñarse en las Universidades bajomedievales y los reyes tenían astrólogos a los que consultaban antes de tomar decisiones importantes. Los hechiceros y brujos también jugaron un papel dentro de la «medicina» medieval, eran más bien curanderos entendidos en hierbas medicinales. Solían ser personas humildes, generalmente ancianas y solitarias que vendían sus recetas y servicios para poder subsistir. La comunidad recurría a ellos cuando los consideraban necesarios, pero también servían como chivos expiatorios si una calamidad incomprensible para el campesino se cernía sobre la aldea. El pueblo les temía y respetaba, considerándoles dotados de poderes extraordinarios, como matar a distancia, volar (creencia que aparece en los siglos X-XI), fabricar ungüentos sanadores y filtros amorosos… así mismo se les culpaba de las malas cosechas, de las enfermedades del ganado, etc. El vulgo les buscaba tanto para alcanzar la fertilidad como para conseguir un remedio que les impidiera concebir más. Estas creencias son reminiscencias de religiones antropológicas que, con escasas variaciones, se han encontrado en la base de todas las sociedades tribales.
[…]
Autora: Margarita del Valle García.
Supervisora de Neurología. Hospital de Cabueñes. Gijón
Número 26.- Segundo Semestre 2007.- Publicación Oficial SEDENE.
_______________
(Sloane 1977,f.7v The Chirurgia: Joseph of Arimethea asking for Christ’s body, Joseph and a woman with funeral linens, and the Deposition, and below, two women presenting an diseased breast to a physician, and four men with various genital diseases.)
French School