Las siete artes: Trivium et Quadrivium
La enumeración de siete artes liberales ya aparece en una obra del escritor latino Martianus Capella (Satyricon o De Nuptiis Philologiae et Mercurii et de septem Artibus liberalibus libri novem, entre 410 y 429).1 En la segunda mitad del siglo VI, Casiodoro procuró cristianizarlas y sistematizarlas como un cuerpo enciclopédico de conocimientos en sus Institutiones saecularium litterarum. Su uso en las escuelas monásticas y catedralicias de la Alta Edad Media generalizaron el concepto, que se fijó particularmente a finales del siglo VIII, cuando Trivium et Quadrivium se adoptaron como currículum educativo por Alcuino de York para la Escuela Palatina de Aquisgrán. Así, se dividían los dos grupos de estudios:
Trivium significa en latín «tres vías o caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con la elocuencia, según la máxima Gram. loquitur, Dia. vera docet, Rhet. verba colorat («la gramática ayuda a hablar, la dialéctica ayuda a buscar la verdad, la retórica colorea las palabras). Así comprendían la gramática (lingua -«la lengua»-), dialéctica (ratio -«la razón»-) y retórica (tropus «las figuras»).
Quadrivium significa «cuatro caminos»; agrupaba las disciplinas relacionadas con las matemáticas, según la máxima Ar. numerat, Geo. ponderat, As. colit astra, Mus. canit. («la aritmética numera, la geometría pondera, la astronomía cultiva los astros, la música canta»); Arquitas (428 a. C. – 347 a. C.) sostuvo que la matemática estaba constituida por tales disciplinas también. Se estudiaba así la aritmética (numerus -«los números»-), geometría (angulus -«los ángulos»-), astronomía (astra -«los astros»-) y música (tonus «los cantos»).
Concepto en la Edad Media
El ámbito y alcance de las artes liberales evolucionó en el tiempo. Inicialmente se refería a la educación de las élites en los clásicos. Boecio («el último romano, el primer escolástico»), en un intento casi desesperado de transmitir a los nuevos dueños de Italia la civilización clásica, permanece en el reino de los ostrogodos para intentar enseñarles los rudimentos de trivium y quadrivium. Del siglo VI en adelante, el sistema medieval de estudios académicos se corresponderá con el esquema doble de los contenidos del trivium y el quadrivium. Debido a la opinión negativa que algunos Padres de la Iglesia manifestaron en relación con la cultura antigua, el cristianismo altomedieval no consideraba prioritaria la enseñanza de las artes liberales. Inicialmente, en las escuelas monásticas y episcopales se enseñaba los rudimentos imprescindibles para entender la Biblia y el canto, dejando de lado las «sutilezas» de la gramática y de la oratoria. No será hasta el diseño educativo de Alcuino cuando las artes liberales pasaron a conformar la parte central del currículo. En las universidades medievales, al trabajo preparatorio del trivium seguían las enseñanzas superiores del quadrivium, esquema que ha pasado a conocerse como «educación clásica», y que no sufrió innovaciones de importancia hasta una nueva época de transformaciones intelectuales, el denominado renacimiento del siglo XII.
El título de «bachiller en artes» era el grado universitario inicial, conferido en la facultad de artes; al que seguía, si se continuaban los estudios, el grado de magíster y el grado superior de doctor.
(redifusión)
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Harley MS 3469
1582, Content: The manuscript includes the alchemical treatise Splendor Solis.
British Library. (Difundido con permiso de la Biblioteca Gonzalo de Berceo).
La enumeración de las siete artes liberales aparece de forma sistemática en la obra de Martianus Capella, un escritor latino de la Antigüedad tardía cuya influencia se prolongó durante toda la Edad Media. Su tratado De nuptiis Philologiae et Mercurii, escrito probablemente a comienzos del siglo V, es una enciclopedia alegórica que tuvo una enorme difusión en el mundo medieval. En esta obra, Martianus Capella imagina el matrimonio simbólico de Mercurio, dios de la elocuencia y la inteligencia, con Filología, que representa el amor al saber. Como dote para las bodas, se enumeran y personifican las disciplinas que el hombre libre debía dominar, conocidas como artes liberales. Esta sistematización fue decisiva, pues consolidó un programa educativo que sirvió de modelo a los centros de enseñanza de los siglos posteriores.
Las siete artes liberales se dividían en dos grupos: el trivium y el quadrivium. El trivium comprendía la gramática, la dialéctica y la retórica, es decir, las disciplinas relacionadas con la palabra, el razonamiento y la argumentación. Se consideraban la base de la formación intelectual, ya que permitían al estudiante aprender a expresarse correctamente, pensar de manera lógica y persuadir a otros mediante el discurso. Una vez dominado el trivium, el estudiante estaba en condiciones de abordar el quadrivium, compuesto por la aritmética, la geometría, la música y la astronomía. Estas disciplinas numéricas y especulativas ofrecían una visión ordenada del cosmos y de las proporciones, formando un puente entre el conocimiento sensible y el conocimiento racional del orden universal.
La formulación de Martianus Capella no surgió en el vacío, sino que recogía una tradición anterior que se remonta al mundo helenístico y romano, en el que autores como Cicerón, Séneca y Quintiliano habían insistido en la importancia de una formación amplia para el orador y el ciudadano. Sin embargo, la genialidad de Martianus radicó en haber dado una estructura coherente y completa a este plan de estudios, presentándolo como una síntesis de todo el saber que podía alcanzar el hombre en libertad. Al hacerlo, no solo preservó estos conocimientos en una época de crisis cultural y desmembramiento del Imperio romano, sino que los transmitió a los siglos posteriores en una forma que resultaba pedagógicamente útil.
Durante la Alta Edad Media, las artes liberales se convirtieron en la columna vertebral de la enseñanza en los monasterios y las escuelas catedralicias. Los monjes y clérigos que preservaron el conocimiento antiguo vieron en esta enumeración un instrumento para ordenar la educación de los futuros eclesiásticos y administradores del poder. El trivium se enseñaba en un primer nivel y se asociaba a la formación elemental, mientras que el quadrivium, más abstracto, era considerado la preparación intelectual superior que conducía al conocimiento de la filosofía y la teología. El esquema servía no solo como un plan de estudios, sino también como un itinerario espiritual: las siete artes liberales eran vistas como escalones que conducían al entendimiento de la verdad última y al conocimiento de Dios.
En este contexto, las artes liberales se convirtieron en el núcleo de los primeros colegios y escuelas mayores que antecedieron a las universidades. En las catedrales y abadías de Europa se formaron generaciones de estudiantes que recibían estas enseñanzas de manera sistemática, creando una élite culta capaz de leer, interpretar y copiar manuscritos, gestionar la administración eclesiástica y sostener la vida intelectual de su tiempo. El ideal de una educación completa, que abarcara tanto la palabra como el número, fue esencial para la cultura medieval y preparó el terreno para el surgimiento de las universidades en los siglos XII y XIII.
Cuando las universidades nacieron en Bolonia, París, Oxford y otras ciudades, heredaron directamente este programa de estudios. Las artes liberales se convirtieron en la facultad preparatoria, llamada Facultad de Artes, donde los estudiantes cursaban el trivium y el quadrivium antes de acceder a estudios superiores en derecho, medicina o teología. Así, Martianus Capella puede considerarse, en cierto modo, uno de los padres intelectuales de la universidad europea, pues su esquema siguió vigente durante siglos como fundamento de la educación general.
Más allá de su función práctica, las artes liberales representaban un ideal de formación integral. El hombre educado en ellas no solo poseía conocimientos técnicos, sino que adquiría un modo de pensar, una disciplina intelectual y una sensibilidad hacia el orden del lenguaje y del cosmos. En este sentido, la enumeración de Martianus Capella no fue simplemente un catálogo de materias, sino la formulación de una pedagogía que buscaba cultivar el alma humana y conducirla hacia la sabiduría. Este ideal humanista, gestado en los últimos siglos del mundo romano, se mantuvo vivo durante la Edad Media y resurgió con renovado vigor en el Renacimiento, cuando el redescubrimiento de los clásicos devolvió a las artes liberales su prestigio como fundamento de la cultura.
La influencia de esta tradición llega hasta nuestros días. Aunque la especialización científica ha transformado la enseñanza moderna, la idea de una formación general previa, que enseñe a razonar, expresarse y comprender las grandes estructuras del conocimiento, sigue inspirando muchas concepciones de la educación. Las siete artes liberales de Martianus Capella son, en este sentido, un recordatorio de que el saber no es un conjunto fragmentado de técnicas, sino un camino unificado hacia la comprensión de la realidad y hacia la libertad del espíritu.