El siguiente texto es un extracto del libro «Europa y sus bárbaros», de Sánchez Cámara, I. (2012). Que he compartido aquí: https://tinyurl.com/5n8daf86.
Y relata muy bien la relación entre el cristianismo y el paso de la Antigüedad a la Edad Media.
Sánchez nos dice que no existe una ruptura clara entre la antigüedad y el surgimiento de los nuevos reinos, pues hay una trasmisión de valores, costumbres e ideas que tienen origen en la cultura mediterránea (Grecia, Roma) que conviven junto a las costumbres «barbaras» de los nuevos reinos. Y es el cristianismo el que logra esta amalgama.También actúan factores externos, como la invasión del Islam, que hacen que la llamada «cristiandad» se una a pesar de sus diferencias. No solamente tienen una misma religión e ideales compartidos, sino también un enemigo en común.
A leer!:
La Edad Media y la Cristiandad
«La denominación de «Edad Media» entraña la idea de un período intermedio entre otros dos: la Edad Antigua y la Edad Moderna. Es un término claramente despectivo, ya que se refiere a unos tiempos anteriores a los modernos, es decir, a unos tiempos de plenitud o definitivos, que, por lo demás, enlazan con el clasicismo antiguo.Al parecer, la denominación se debe al historiador Cristóbal Kellner, fallecido en 1707 y que publicó un curso de Historia dividido en tres partes, con los siguientes títulos respectivos: Historia Antiqua (1685); Historia Medii Aevi (1688); e Historia Nova (1689).
Suele adoptarse como fecha de su inicio el año 476, cuando es depuesto Rómulo Augústulo por Odoacro, convirtiéndose en el último Emperador de Occidente. No obstante, el Emperador era desde años atrás poco más que una figura decorativa, y su desaparición, pese a su relevancia, no pudo tener para sus contemporáneos la trascendencia que ha llegado a tener para nosotros. Después del golpe de estado de Odoacro, no sucedió nada que no encontrara precedentes en los anales de los siglos anteriores, pues ni siquiera su condición de bárbaro era muy relevante, pues estos, los bárbaros, asentados en las fronteras del Imperio, habían vivido en simbiosis y frecuentes conflictos con los romanos.
De hecho, el Imperio continuó sobreviviendo espiritualmente. Lo decisivo fue más bien su posterior desmembración como consecuencia de las acciones militares de los pueblos bárbaros. «Estas consideraciones demuestran que no existe un punto determinado, no hay un momento en que cese la vida antigua política y comience la Edad Media; pero nos enseña también que muy poco a poco fue formándose un tipo de Estado medieval completamente distinto del antiguo.
A iguales conclusiones llegamos en la esfera de la cultura espiritual. Tampoco en esta puede señalarse un momento en el cual el último escritor antiguo deja caer la pluma y el primer escritor medieval la empuña para comenzar su obra.
Las formas de la retórica y de la poética, preferidas por la antigüedad decadente, subsisten largo tiempo aún en la Edad Media. Pero en medida creciente han de ir asumiendo un contenido que les es más o menos extraño: van poniéndose rígidas, van reduciéndose a mezquinos compendios, a materia de enseñanza que en las Escuelas de los conventos aprenden penosamente los escolares dirigidos por maestros, quienes a su vez han de mantener una lucha penosa para asimilarse algo cuya fuente viva se ha secado hace mucho tiempo».
Lo decisivo resulta la aparición de las nuevas nacionalidades que aspiran a alcanzar el renacimiento del espíritu greco-romano, reconocido desde la primera hora como superior y modélico. Estos hechos, y otros que podrían aducirse, confirman la tesis de que la idea misma de Edad Media y su denominación obedecen a una intención ideológica y denigratoria debida a algunos pensadores ilustrados.
Circunstancia a la que no es probablemente ajeno el hecho de que el mundo medieval está impregnado de cultura cristiana, hasta el punto de que Europa bien puede denominarse «la Cristiandad» (Novalis). Por lo demás, el Renacimiento y el humanismo son frutos cristianos. «El humanismo fue, es cierto, una vuelta hacia la naturaleza, un redescubrimiento del hombre y del mundo natural. Pero el autor del descubrimiento, el principio activo del cambio no fue el hombre natural: fue el hombre cristiano, el tipo humano producido por diez siglos de disciplina espiritual e intenso cultivo de la vida interior».Europa nació del antagonismo entre dos culturas, tradiciones y mundos espirituales distintos. «El nacimiento de la nueva cultura occidental europea estuvo dominado por este agudo antagonismo entre dos culturas, entre dos tradiciones sociales y dos mundos espirituales: la sociedad guerrera del reino bárbaro con su culto del heroísmo y de la agresión, y la sociedad pacífica de la Iglesia cristiana con sus ideales de ascetismo y renunciamiento y su alta cultura teológica». Sobre la Edad Media pesa una falsa e injusta “leyenda negra”. Para demolerla, es muy útil la lectura del ensayo de Régine Pernoud, ¿Qué es la Edad Media?
Por más testimonios de grandeza cultural que se exhiban, el dictamen parece irrevocable: la Edad Media es la época de la oscuridad y la barbarie, siglos groseros y tiempos oscuros. El mismo término utilizado para denominarla resulta ya tendencioso. Podríamos acumular ejemplos, pero sería casi inútil: el románico y el gótico, la teología y la filosofía, el canto gregoriano, la proscripción de la esclavitud, la lírica provenzal, la épica, la sabiduría cristiana de la vida, la mística, Dante, el nacimiento del libro… Y, sin embargo, el dictamen pervive: los medievales son zafios e ignorantes. Sólo permanecen la Inquisición y las guerras de religión.Por lo que se ve, ausentes del mundo moderno. Régine Pernoud derriba los tópicos y las falacias de manera definitiva. Acaso bastaría recordar la pervivencia de la cultura y de la filosofía clásica en el pensamiento medieval, tal y como se refleja en la admiración que Bernardo de Chartres sentía hacia los filósofos antiguos: «Somos enanos encaramados a hombros de gigantes».
Pero, añadía, que de esa forma, podía ver más lejos que ellos. Como afirma Pernoud, esta actitud cambia por completo en el Renacimiento, cuando se considera a los antiguos como modelo de belleza pasada, presente y futura. La unidad esencial de la cultura común y la conciencia de una conciencia colectiva básica de los pueblos europeos, que se forma en la Alta Edad Media, se asienta sobre la idea de la Cristiandad. En este sentido, es el cristianismo el sustrato que forja la realidad europea.Es una religión, pero, a la vez y por ello, una forma compartida de interpretación de la existencia. Todos los pueblos, que ya bien pueden llamarse con propiedad europeos, se encuentran vinculados a la Iglesia de Roma, que representa institucionalmente la organización supranacional de los pueblos europeos.
Aunque en la Edad Media no opere aún la idea de Europa como referente común, se configura ya la realidad europea como conjunto de pueblos dotados de elementos culturales comunes y que se adhieren a una misma forma de interpretación de la existencia. La idea de cristiandad, que constituye el principal aglutinante, se abre paso mediante la incorporación de los pueblos germánicos a la Iglesia de Roma. La aparición del Islam y su expansión refuerza la cohesión de la idea de cristiandad. Después del cisma bizantino (1054), la Iglesia de Roma se convierte en la fuerza aglutinante de los pueblos europeos y en la suprema expresión de la cultura occidental.El Imperio Carolingio ya tuvo esa pretensión, al configurarse sobre la combinación de los elementos romano y germánico, uniendo el cristianismo y la idea imperial romana. Su destrucción tras la muerte de Carlomagno (814), revela su debilidad interna y la fuerza de dispersión de sus componentes nacionales y sociales. Otón I instaura un Imperio alemán (962), frente al que se sitúan las nuevas naciones que van surgiendo: Francia, Inglaterra y España.
A partir de Federico I (1152-1189), el Sacro Imperio Romano-Germánico intenta liberarse del poder mediatizador del Papado, frente a la doctrina que confería al Pontífice el derecho a deponer al emperador, que recibía de sus manos la corona imperial.Henri Perenne defendió la estrecha relación existente entre la expansión del Islam y la formación de la Edad Media occidental. En su clásico Mahoma y Carlomagno, establece dos conclusiones fundamentales. La primera es que las invasiones germánicas no pusieron fin ni a la unidad mediterránea del mundo antiguo ni a la cultura romana. No aparecen principios nuevos. La segunda es que la ruptura de la tradición antigua tuvo como instrumento el avance rápido e imprevisto del Islam. Después de Carlomagno, Europa, dominada por la Iglesia y el feudalismo, adquiere una fisonomía nueva. «La Edad Media, por conservar la locución tradicional, comienza. La transición ha sido larga. Puede decirse que cubre todo un siglo, que va desde 650 a 750. Durante este período de anarquía se pierde la tradición antigua y los nuevos elementos toman la delantera»
El origen de la cultura occidental es ininteligible sin la institución del monacato. Los monasterios fueron la institución cultural más típica durante el período que transcurre desde la decadencia de la civilización clásica hasta el surgimiento de las universidades europeas en el siglo XII. A través del monacato, la religión ejerció una influencia formativa directa en la historia cultural de estos siglos14. Cuando fueron barridas por la invasión bárbara o declinaron las instituciones educativas del Imperio romano, la tradición de la cultura clásica y los escritos de los autores clásicos se conservaron sólo por la acción de la Iglesia y, particularmente, de los monjes. Ya con Casiodoro (496- 575), la antigua tradición del saber se refugió en el monasterio. Sin embargo, no fue esa su misión constitutiva. Nació en el desierto africano de la congregación de eremitas o solitarios que se habían retirado de las ciudades como protesta contra la tradición y las costumbres del mundo griego y romano. Se trataba de preservar la forma de vida cristiana ante una sociedad que la amenazaba. Los primeros ascetas eran considerados como los centinelas que guardaban los muros de la ciudad cristiana y repelían los ataques de sus enemigos espirituales. »
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Sánchez Cámara, I. (2012). Europa y sus bárbaros: I. El espíritu de la cultura europea
Pintura: El bautismo de Clodoveo en Reims el 25 de diciembre de 496. Pintura de François Louis Dejuinne (1786-1844).