Desde tiempos antiguos, Yehováh ha mostrado un gran deseo de estar cerca de su pueblo, Israel. Cuando los israelitas anduvieron por el desierto, después de haber sido liberados de Egipto, el Altísimo les dio instrucciones detalladas para construir un lugar especial donde Él pudiera habitar entre ellos. Este lugar era el tabernáculo, una especie de santuario portátil, que simbolizaba la presencia continua de Dios en medio de su pueblo. La idea era que, a pesar de estar en un viaje largo y difícil, los hijos de Israel siempre tendrían al Todopoderoso cerca, guiándolos, protegiéndolos y bendiciéndolos.
El Tabernáculo era más que una estructura; era un signo palpable del deseo de nuestro Padre de vivir en medio de su pueblo, de estar accesible para ellos. Este deseo se extendía más allá de simplemente ser adorado desde lejos; implicaba una relación cercana y constante con Israel.
Incluso, siglos más tarde, este deseo divino de cercanía se reiteró a través de las palabras del profeta Ezequiel. En el capítulo 37, Yehováh promete que establecerá su santuario entre su pueblo para siempre, diciendo: “
»Mi santuario estará en medio de ellos; Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo”.
Lea el artículo completo aquí: