Tesis: Sin libertad de expresión no hay democracia: una defensa urgente para América Latina y el mundo
Introducción
La libertad de expresión y de prensa constituye uno de los pilares fundamentales de toda sociedad democrática. Su garantía efectiva no es un privilegio, sino un derecho humano universal, consagrado en tratados internacionales, constituciones nacionales y normas éticas que han sido forjadas con sangre, lucha y pensamiento crítico. Sin embargo, en muchas regiones del mundo —y particularmente en América Latina— estos derechos se ven sistemáticamente vulnerados. Ya sea por la censura estatal, la autocensura por miedo a represalias, el control económico de los medios o la violencia directa contra periodistas, lo cierto es que la libertad de expresión está bajo amenaza constante.
En este contexto, defenderla no es solo una cuestión legal o política, sino una necesidad vital para preservar la dignidad humana, la rendición de cuentas, la participación ciudadana y la posibilidad de construir futuros justos y libres. Esta tesis busca subrayar la importancia histórica, ética y práctica de este derecho, señalar sus enemigos contemporáneos y llamar a una conciencia activa sobre su defensa, particularmente en aquellas latitudes donde su ejercicio implica riesgo o persecución.
I. La libertad de expresión como fundamento de todos los demás derechos
Sin libertad para hablar, disentir y comunicar, ningún otro derecho puede ejercerse plenamente. El derecho a la protesta, al voto informado, a la participación política, al pensamiento crítico e incluso a la justicia social dependen, en última instancia, de la posibilidad de expresarse sin miedo. En palabras de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la libertad de expresión es una “piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrática”.
En América Latina, donde los procesos democráticos han sido marcados por dictaduras, populismos, autoritarismos y crisis institucionales, esta libertad ha sido históricamente frágil. En países como Nicaragua, Venezuela, Cuba y, más recientemente, El Salvador, las voces críticas han sido acalladas mediante represión, leyes mordaza, bloqueos informativos y criminalización del periodismo independiente. Pero incluso en democracias más estables como Colombia, México o Brasil, la violencia contra periodistas es alarmante, y muchos medios están cooptados por intereses políticos o económicos.
II. La libertad de prensa como garante de transparencia, control del poder y pluralismo
La prensa libre cumple una función esencial: vigilar al poder. Sin medios independientes, los abusos del Estado, la corrupción institucional y las violaciones de derechos humanos quedan ocultos o impunes. Un periodismo libre e investigativo es incómodo por naturaleza, pero es precisamente esa incomodidad la que permite que las democracias respiren.
América Latina ha sido escenario de grandes gestas periodísticas que han desvelado crímenes de Estado, mafias políticas, redes de trata y escándalos de corrupción, como el caso Lava Jato en Brasil o los “Panama Papers”. Sin embargo, cada avance ha sido respondido con amenazas, asesinatos o campañas de desprestigio. Según Reporteros Sin Fronteras, México sigue siendo uno de los países más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo, incluso más que muchas zonas de guerra.
En este escenario, defender la libertad de prensa no es solo proteger a periodistas, sino proteger el derecho del pueblo a estar informado. Cuando la información está controlada, la ciudadanía se convierte en rebaño. Cuando es libre, se convierte en pueblo soberano.
III. Censura, autocensura y desinformación: enemigos de la libertad
No toda restricción a la expresión es explícita. Existen formas más sutiles, pero igualmente dañinas, de coartar la libertad: la autocensura por miedo a represalias, la concentración de medios en manos de grupos afines al poder, la judicialización del discurso crítico, y en tiempos recientes, la desinformación sistemática mediante campañas orquestadas en redes sociales.
La autocensura, en particular, es una forma de represión invisible pero devastadora. Muchos periodistas latinoamericanos saben que hay temas que “no se tocan”: el narcotráfico, los intereses empresariales, los crímenes de Estado. La consecuencia es un silencio pactado que impide a la ciudadanía conocer la verdad.
Por otro lado, la proliferación de noticias falsas y la manipulación mediática representan nuevos desafíos. Si bien las plataformas digitales han ampliado el acceso a la información, también han abierto la puerta al caos informativo, donde la verdad y la mentira circulan sin distinción. Por eso, más que nunca, se necesita periodismo de calidad, independiente y comprometido con la verdad.
IV. La libertad de expresión como derecho colectivo y deber cívico
No basta con reconocer la libertad de expresión como un derecho individual. Es también un derecho colectivo que garantiza la circulación de ideas, la construcción del diálogo social y el ejercicio del disenso. Una sociedad que no escucha todas las voces —especialmente las disidentes— está condenada al estancamiento.
Y, más aún, es también un deber cívico. Todos somos responsables de defender este derecho: desde los ciudadanos que comparten información con criterio, hasta los legisladores que deben garantizar marcos legales justos, pasando por docentes, comunicadores y artistas. En contextos represivos, leer, hablar y escribir con libertad se convierte en un acto de resistencia.
V. La lucha continúa: de la Constitución a la calle, de lo legal a lo real
Muchos países latinoamericanos reconocen constitucionalmente la libertad de expresión. Pero existe una brecha profunda entre lo legal y lo real. Tener un derecho no garantiza su ejercicio. Es necesario fortalecer instituciones independientes, garantizar la seguridad de los periodistas, democratizar los medios y promover una ciudadanía crítica e informada.
En esta lucha, la educación juega un papel esencial. Educar en derechos humanos, en pensamiento crítico, en alfabetización mediática, es sembrar libertad. También lo es leer, reflexionar, debatir, informarse. Por eso es vital la difusión de libros, ensayos y materiales comprometidos con esta causa.
Conclusión
La libertad de expresión y de prensa no es una concesión del poder, sino un derecho conquistado y siempre en disputa. Donde se acalla la crítica, crece el autoritarismo. Donde se criminaliza al periodista, muere la democracia. Donde se censura la palabra, se mutila el pensamiento.
Por eso, la lectura, la información libre y el compromiso con la verdad son actos profundamente políticos y emancipadores. Defender la libertad de expresión en América Latina es defender el derecho a existir con dignidad, a imaginar otros futuros posibles, y a que todas las voces, incluso las incómodas, tengan un lugar en el espacio público.
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