Monasterio de Ripoll
El Monasterio de Ripoll es uno de los monasterios más importantes de la Cataluña medieval, situado en la localidad de Ripoll, en la provincia de Girona, España. Fundado en el siglo IX, es conocido como un centro de gran influencia cultural, religiosa y política durante la Edad Media.Monasterio de Santa María. Construido a petición del conde Wifredo el Velloso en el año 888. Es un notable exponente del románico de la zona, si bien ha sufrido diversas ampliaciones a lo largo de los siglos. Llegó a disponer de un gran conjunto arquitectónico, del cual se conserva sólo el pórtico, del siglo XI, en el cual se ven pasajes de la Biblia y el claustro, y uno de los pocos claustros románicos de doble planta. El edificio actual es el resultado de la restauración realizada a finales del siglo XIX, debido a la destrucción parcial a causa de un terremoto tras las guerras carlistas, que desolaron toda la ciudad. El gran patio consta de una fuente que se localiza justo en medio del patio, rodeada por pequeños arbustos tallados y de una especie de galería que rodea la fuente, un lugar muy tranquilo donde los monjes hablaban y leían.
La literatura francesa comienza en el siglo XI con relatos religiosos en verso; la perla de estos relatos, la Vie de Saint Alexis (hacia 1050), es la bien meditada composición de un culto poeta artístico, que conocía todos los recursos retóricos y había leído su Virgilio. Aparece luego, como nuevo género, la epopeya heroica nacional, iniciada gloriosamente con la Canción de Roldán (hacia 1100). Hay en ella elementos estilísticos que muestran un conocimiento de Virgilio, de los comentarios virgilianos de la Antigüedad tardía y de la cultura clerical de la Edad Media. A partir de 1150 se compone gran número de epopeyas sobre Guillermo [de Aquitania]. Por esa época surge un nuevo género, el roman cortesano en verso, que se vuelve a los temas antiguos -tomados de Virgilio, de Estacio, de Dares y Dictis- y a los temas célticos [o ‘artúricos’ que constituyen la «materia de Bretaña»]. Su refinada técnica retórica y su sutil casuística amorosa están inspiradas en Ovidio. El roman cortesano revela la influencia del renacimiento latino del siglo XII en la poesía francesa. También la poesía alegórico-didáctica se inspira en la ciencia latina; una de las fuentes principales de la segunda parte del Roman de la Rose (hacia 1275) es el Planctus Naturae de Alain de Lille.
El rico despliegue de la poesía francesa en los siglos XI, XII y XIII está, pues, en estrecha relación con la poesía y la poética latinas que florecían en la Francia y en la Inglaterra francesa de esa época. La cultura y la poesía latinas van a la vanguardia, y siguiendo sus huellas, la cultura y la poesía francesas. Al francés se le soltó la lengua gracias al latín. Como Francia era la representante del Studium, y como las artes, con la gramática y la retórica a la cabeza, tenían su cuartel general en Francia, fue aquí donde brotó por vez primera la flor de la poesía en lengua vulgar.
A Edmond Faral corresponde el mérito de haber reconocido antes que nadie [en 1913] la influencia de la poética y retórica latinas medievales sobre la antigua poesía francesa. La mayor parte de los poetas que escribían en lengua vulgar eran hombres de cultura; habían aprendido las artes y leído a los auctores en las escuelas catedralicias del siglo XII. Era tal el número de los que concurrían a esas escuelas, que no había suficientes puestos eclesiásticos para los clérigos que habían terminado la carrera. Hubo así una oferta excesiva de intelectuales, que fueron absorbidos, en su mayoría, por las cortes feudales de Francia e Inglaterra. Los señores feudales, como dice Alfred Weber, habían sustituido desde hacía mucho la economía propia por un sistema de impuestos. «Del caballero para arriba, hasta llegar al más alto príncipe feudal, la pirámide del feudalismo fue perdiendo su dimensión económica. La estructura feudal se transforma así en una estratificación de castas, que tienen ahora libertad para entregarse a intereses extraeconómicos, esto es, espirituales. Los cabaIleros, sobre todo, vienen a constituir una extensa capa, que en las épocas en que no anda enredada en guerras y querellas, tiene que buscar una actividad espiritual.» La sociedad cortesana de Francia, como la Jonia de la época de Homero, busca esparcimiento. Las epopeyas heroicas y los romans caballerescos vienen a satisfacer esta necesidad. Sus autores son clérigos sin empleo, que refieren a su público las historias de Troya, de Tebas y Roma, además de aprovechar las obras de Ovidio; engalanan sus composiciones con todos los ornamentos de la retórica, que emplean también para temas modernos, como los célticos. [ … ]

España apenas tuvo un papel en el renacimiento latino del siglo XII. La cultura islámica del Sur era muy superior a la cristiana del Norte. Sólo en el Noroeste -en Navarra, y sobre todo en Cataluña- hay desde el siglo XI centros en que se cultiva la literatura latina, tal como irradia desde Francia. El más importante de estos centros es el monasterio de Santa María de Ripoll, cuna de la reforma cluniacense; florece aquí una escuela de poetas latinos, a la cual debemos canciones amorosas y también lamentaciones fúnebres panegíricas. Entre éstas hay un poema sobre el Cid, [el Carmen Campidoctoris,] del que desgraciadamente sólo se conservan las primeras estrofas, de modo que no es posible saber si se escribió antes o después de su muerte; en todo caso, es el primer poema que se compuso sobre el Cid. El más antiguo relato en prosa acerca de este héroe es la Historia Roderici (de hacia 1110). El Cantar de mio Cid adopta, pues, un tema ya tratado en latín; se ajusta formalmente al modelo de la epopeya francesa y emplea clichés estilísticos que en Francia no aparecen sino entre 1150 y 1170; de ahí que no pueda haberse escrito antes de 1180. Vemos, así, que la literatura española comienza más de un siglo después de la francesa. La razón es clara: en España faltaba el estímulo del florecimiento espiritual latino.
Apenas en el siglo XIII llega la cultura de los letrados al otro lado de los Pirineos. Los poetas de ese tiempo llaman a la rítmica y retórica latinas «mester de clerecía» «técnica culta’) o «nueva maestría», en contraposición al «mester de juglaría». Berceo se jacta de su saber libresco («ál [´otra cosa’] no escribimos si non lo que leemos»). Los temas son en su mayor parte de origen eclesiástico (Berceo) o antiguo (leyenda de Alejandro, novela de Apolonio). Hacia 1330, en su Libro de buen amor, Juan Ruiz importa a España, con gran desenfado, la erótica de Ovidio y de sus refundiciones medievales. A una libre versión del Ars amandi (que leyó en el original) añadió una adaptación de la popularísima comedia medieval Pamphilus de amore, la cual, a su vez, se remonta a una elegía de Ovidio (Amores, I, VIII) que pinta a una alcahueta en el elocuente desempeño de su oficio. El Arcipreste siguió los lances del Pamphilus casi al pie de la letra, sin más alteración que la de hacer españoles los nombres de lugar y de persona, para dar a su obra sabor local y colorido temporal. [ … ]
La poesía latina de la Edad Media penetró en España por etapas. Una oleada llegó hacia 1230, con Berceo; otra hacia 1330, con el Arcipreste de Hita; la tercera con Alfonso de la Torre. Todavía hacia 1440 pudo este último escribir una enciclopedia con ropaje alegórico sobre las siete artes liberales, la Visión delectable, inspirada en Marciano Capela y en Alain de Lille.
Como los españoles incluyen a los autores ibéricos del Imperio dentro de su literatura nacional, el tardío comienzo de la poesía en lengua vulgar no los desazona mayormente. El Poema de mio Cid constituye la espléndida iniciación de la poesía romance en España. Italia no tiene nada que se pueda comparar con él; se puede decir que hasta 1200 carece de literatura en volgare. Sólo hacia 1200 se inicia la poesía italiana. ¿Por qué tan tarde? Hace varias décadas que se viene discutiendo esta cuestión. Puede responderse a ella con sorprendente facilidad; basta considerar a la Romania en su conjunto. En la Italia del siglo XII florecen la jurisprudencia, la medicina y el arte de escribir epístolas; pero el estudio de los auctores está en decadencia, lo mismo que la poesía y la poética latinas; no hay humanismo, ni tampoco filosofía. La lírica romance del siglo XIII es un trasplante de la poesía artística provenzal. Sólo Dante dará vuelta al timón y hará que su poesía vaya a nutrirse en el legado de la Edad Media latina. La pregunta de por qué comienza tan tarde la literatura italiana está mal formulada; lo que hay que preguntar es más bien por qué comienza tan pronto la literatura francesa. Creemos haber dado ya la solución. Pero hay que ir más adelante y preguntar: ¿Por qué el renacimiento latino (1066-1230) sólo se dio en Francia y en la Inglaterra francesa? La respuesta es: porque la reforma de los estudios en tiempo de Carlomagno construyó cimientos que pudieron sobrevivir a las conmociones de los siglos IX y X.
Ernst Robert Curtius, Europäische Literatur und lateinisches Mittelalter, Francke, Berna, 1948; trad. cast. de M. Frenk y A. Alatorre, Literatura europea y Edad Media latina, Fondo de Cultura Económica, México, 1955, páginas 549-550, 552-555.
ERNST ROBERT CURTIUS
LA CULTURA LATINA Y LOS COMIENZOS DE LAS LITERATURAS EN LENGUA VULGAR
La transición del latín a las lenguas vulgares en Europa es un proceso complejo que abarca varios siglos, marcado por diversas circunstancias históricas, sociales y culturales. Como experto lingüista, puedo abordar este fenómeno desde una perspectiva histórica y lingüística, analizando las razones de la decadencia del latín y el progresivo ascenso de las lenguas vulgares como el francés, el inglés o el español.
El latín, lengua de la alta cultura y la administración del Imperio Romano, fue durante siglos la lengua franca de la Iglesia, de la literatura, la filosofía y de los asuntos gubernamentales en Europa. Sin embargo, con la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, se produjo una serie de cambios políticos, sociales y culturales que dieron lugar a la evolución y diversificación de las lenguas europeas. A medida que el Imperio se fragmentaba, las lenguas locales comenzaron a desarrollarse de manera más autónoma, dando lugar a lo que hoy conocemos como las lenguas romances.
Una de las causas fundamentales de la desaparición del latín como lengua de uso cotidiano fue la fragmentación del Imperio Romano y la consiguiente descentralización del poder. Con la disolución de las estructuras imperiales, las poblaciones locales comenzaron a adoptar las lenguas de sus regiones en lugar de seguir utilizando el latín clásico, que se mantenía en los círculos educativos, eclesiásticos y administrativos. A medida que las regiones eran invadidas y colonizadas por pueblos germánicos, como los visigodos, ostrogodos, francos o vikingos, las lenguas germánicas también influyeron en las lenguas locales, promoviendo la evolución de las lenguas romances.
El latín continuó siendo la lengua de la Iglesia y de la erudición hasta bien entrado el Renacimiento y la Edad Moderna, pero su uso en la vida cotidiana comenzó a decrecer a partir del siglo VII. En el ámbito religioso, el latín era utilizado en los ritos eclesiásticos, pero las congregaciones no hablaban latín como lengua materna. A partir del siglo VIII y la consolidación de los reinos germánicos en Europa, se produjo un alejamiento progresivo entre el latín hablado y el latín escrito, que comenzó a fragmentarse en diversas formas regionales.
En la Alta Edad Media, el latín vulgar se utilizaba de manera coloquial, pero carecía de una norma establecida y variaba considerablemente según las regiones. Es a partir de este latín vulgar que surgen las lenguas romances, como el francés, el italiano, el español o el portugués. A partir del siglo IX, las lenguas que se hablaban en la península ibérica, la Galia o Italia empezaron a diferenciarse de manera más notable del latín clásico, adoptando características fonológicas, morfológicas y sintácticas propias.
La Iglesia jugó un papel crucial en la preservación del latín como lengua escrita en textos religiosos, filosóficos y científicos. No obstante, a medida que la población general dejó de entender el latín, comenzó a haber un desajuste entre el latín eclesiástico y el latín vulgar hablado por el pueblo. Este desajuste se hizo más evidente en la Edad Media y fue una de las razones que impulsaron la creación de traducciones de textos bíblicos y litúrgicos a las lenguas locales. En la España medieval, por ejemplo, durante los siglos XI y XII, se tradujeron partes de la Biblia al romance para que la gente pudiera comprender los textos sagrados sin depender del latín.
A lo largo de la Edad Media, el renacimiento cultural que surgió en el siglo XII y se consolidó en el siglo XIII dio lugar a un nuevo interés por las lenguas vernáculas. Durante este periodo, la corte literaria francesa jugó un papel destacado en el desarrollo de la lengua francesa como lengua literaria, mientras que en la península ibérica se consolidaron las lenguas vernáculas, como el castellano, el catalán y el gallego, como lenguas literarias. A medida que la burguesía y las cortes empezaron a utilizar las lenguas locales en lugar del latín, estas lenguas adquirieron prestigio y se consolidaron como instrumentos de comunicación política y administrativa.
El proceso de consolidación de las lenguas vulgares fue especialmente significativo en la Edad Media tardía y el Renacimiento. La invención de la imprenta en el siglo XV fue una de las claves para la expansión de las lenguas vulgares. Las primeras impresiones de libros en lenguas vernáculas, como la Divina Comedia de Dante Alighieri o el Cantar de mio Cid en castellano, marcaron un hito importante en la historia de las lenguas. La Reforma protestante en el siglo XVI, con figuras como Martín Lutero que tradujeron la Biblia al alemán, también impulsó el uso de las lenguas locales.
Al mismo tiempo, la creación de las primeras gramáticas de lenguas vernáculas y la normalización ortográfica contribuyeron al desarrollo de las lenguas vulgares como instrumentos de comunicación escrita en lugar del latín. En este proceso, el latín fue progresivamente desplazado, ya que su utilidad se redujo a los círculos eclesiásticos y académicos, mientras que el francés, el castellano, el inglés y otras lenguas romances ganaron terreno en las cortes, el comercio, la literatura y la vida cotidiana.
A finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, el latín ya no era la lengua de uso común en la mayoría de los ámbitos, y las lenguas vernáculas se habían consolidado como las principales lenguas habladas y escritas en Europa. En el caso del latín medieval, comenzó a perder su preeminencia no solo por el ascenso de las lenguas vulgares, sino también porque los cambios sociales y políticos exigían nuevas formas de comunicación que fueran accesibles para un público más amplio.
En resumen, el paso del latín a las lenguas vulgares fue un proceso gradual que se desarrolló durante varios siglos. Comenzó con la fragmentación del Imperio Romano, seguida por la evolución del latín vulgar en las regiones más apartadas del imperio, hasta que las lenguas romances se fueron estableciendo como lenguas autónomas en la Edad Media y el Renacimiento. El latín, que seguía siendo la lengua de la Iglesia y de la erudición, perdió su papel como lengua franca en la vida cotidiana, siendo reemplazado por lenguas como el francés, el español y el inglés, que adquirieron un creciente prestigio social, político y cultural.