La carga de los mamelucos pintado por Francisco de Goya en 1814, representa un episodio del levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid. Los pueblos europeos, convertidos en protagonistas de su propia historia y a los que se les había proclamado sujetos de la soberanía, no acogieron favorablemente la «imposición de la libertad» que suponía la extensión de los ideales revolucionarios franceses mediante la ocupación militar del ejército napoleónico. Más adelante, en toda la extensión de la Edad Contemporánea, la base popular de los movimientos sociales y políticos no implicaba su orientación progresista, sino que penduló de un extremo a otro del espectro político.
La Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa al periodo histórico comprendido entre la Revolución Francesa (1789) y la actualidad. Comprende, si se considera su inicio en la Revolución francesa, un total de 235 años, entre 1789 y el presente. En este período, la humanidad experimentó una transición demográfica, concluida para las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y los países recientemente industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los límites que le imponía históricamente la naturaleza, consiguiendo la generalización del consumo de todo tipo de productos, servicios y recursos naturales que han elevado para una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero que han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteadas para el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.(1)
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución Industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales (los privilegiados) y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo (el movimiento obrero), en nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.
La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras que el arte contemporáneo y la literatura contemporánea (liberados por el romanticismo de las sujeciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios) se han visto sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas (tanto los escritos como los audiovisuales), lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comenzó con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado.(2)
En cada uno de los planos principales del devenir histórico (económico, social y político),(3) puede cuestionarse si la Edad Contemporánea es una superación de las fuerzas rectoras de la modernidad o más bien significa el periodo en que triunfan y alcanzan todo su potencial de desarrollo las fuerzas económicas y sociales que durante la Edad Moderna se iban gestando lentamente: el capitalismo y la burguesía; y las entidades políticas que lo hacían de forma paralela: la nación y el Estado.
En el siglo XIX, estos elementos confluyeron para conformar la formación social histórica del estado liberal europeo clásico, surgido tras la crisis del Antiguo Régimen. (4) El Antiguo Régimen había sido socavado ideológicamente por el ataque intelectual de la Ilustración (L’Encyclopédie, 1751) a todo lo que no se justifique a las luces de la razón por mucho que se sustente en la tradición, como los privilegios contrarios a la igualdad (la de condiciones jurídicas, no la económico-social) o la economía moral5 contraria a la libertad (la de mercado, la propugnada por Adam Smith -La riqueza de las naciones, 1776). Pero, a pesar de lo espectacular de las revoluciones y de lo inspirador de sus ideales de libertad, igualdad y fraternidad (con la muy significativa adición del término propiedad), un observador perspicaz como Lampedusa pudo entenderlas como la necesidad de que algo cambie para que todo siga igual: el Nuevo Régimen fue regido por una clase dirigente (no homogénea, sino de composición muy variada) que, junto con la vieja aristocracia incluyó por primera vez a la pujante burguesía responsable de la acumulación de capital. Esta, tras su acceso al poder, pasó de revolucionaria a conservadora, (6) consciente de la precariedad de su situación en la cúspide de una pirámide cuya base era la gran masa de proletarios, compartimentada por las fronteras de unos estados nacionales de dimensiones compatibles con mercados nacionales que a su vez controlaban un espacio exterior disponible para su expansión colonial.
En el siglo XX este equilibrio inestable se fue descomponiendo, en ocasiones mediante violentos cataclismos (comenzando por los terribles años de la Primera Guerra Mundial, 1914-1918), y en otros planos mediante cambios paulatinos (por ejemplo, la promoción económica, social y política de la mujer). Por una parte, en los países más desarrollados, el surgimiento de una poderosa clase media, en buena parte gracias al desarrollo del estado del bienestar o estado social (se entienda este como concesión pactista al desafío de las expresiones más radicales del movimiento obrero, o como convicción propia del reformismo social) tendió a llenar el abismo predicho por Marx y que debería llevar al inevitable enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. Por la otra, el capitalismo fue duramente combatido, aunque con éxito bastante limitado, por sus enemigos de clase, enfrentados entre sí: el anarquismo y el socialismo (dividido a su vez entre el comunismo y la socialdemocracia). En el campo de la ciencia económica, los presupuestos del liberalismo clásico fueron superados (economía neoclásica, keynesianismo -incentivos al consumo e inversiones públicas para frente a la incapacidad del mercado libre para responder a la crisis de 1929- o teoría de juegos -estrategias de cooperación frente al individualismo de la mano invisible-). La democracia liberal fue sometida durante el período de entreguerras al doble desafío de los totalitarismos estalinista y fascista (sobre todo por el expansionismo de la Alemania nazi, que llevó a la Segunda Guerra Mundial).7
En cuanto a los estados nacionales, tras la primavera de los pueblos (denominación que se dio a la revolución de 1848) y el periodo presidido por la unificación alemana e italiana (1848-1871), pasaron a ser el actor predominante en las relaciones internacionales, en un proceso que se generalizó con la caída de los grandes imperios multinacionales (español desde 1808 hasta 1976, portugués desde 1821 hasta 1975; ruso, alemán, austrohúngaro y turco en 1918, tras su hundimiento en la Primera Guerra Mundial) y la de los imperios coloniales (británico, francés, neerlandés y belga tras la Segunda). Si bien numerosas naciones accedieron a la independencia durante los siglos XIX y XX, no siempre resultaron viables, y muchos se sumieron en terribles conflictos civiles, religiosos o tribales, a veces provocados por la arbitraria fijación de las fronteras, que reprodujeron las de los anteriores imperios coloniales. En cualquier caso, los estados nacionales, después de la Segunda Guerra Mundial, devinieron en actores cada vez menos relevantes en el mapa político, sustituidos por la política de bloques encabezados por los Estados Unidos y la Unión Soviética. La integración supranacional de Europa (Unión Europea) no se ha reproducido con éxito en otras zonas del mundo, mientras que las organizaciones internacionales, especialmente la ONU, dependen para su funcionamiento de la poco constante voluntad de sus componentes.
La desaparición del bloque comunista ha dado paso al mundo actual del siglo XXI, en que las fuerzas rectoras tradicionales presencian el doble desafío que suponen tanto la tendencia a la globalización como el surgimiento o resurgimiento de todo tipo de identidades, (8) personales o individuales, (9) colectivas o grupales, (10) muchas veces competitivas entre sí (religiosas, sexuales, de edad, nacionales, culturales, étnicas, estéticas, (11) educativas, deportivas, o generadas por una actitud -pacifismo, ecologismo, altermundialismo- o por cualquier tipo de condición, incluso las problemáticas -minusvalías, disfunciones, pautas de consumo-). Particularmente, el consumo define de una forma tan importante la imagen que de sí mismos se hacen individuos y grupos que el término sociedad de consumo ha pasado a ser sinónimo de sociedad contemporánea.
Referencias
- Úrsula Oswald (2009). «Seguridad ambiental: un reto a la supervivencia humana» (pdf). presentación. Consultado el 10 de marzo de 2018
- Poéticamente se explicita en la oposición entre el elitismo de la minoría, siempre de Juan Ramón Jiménez y la inmensa mayoría de Blas de Otero. La teoría del arte en el siglo XX ha producido toda clase de conceptos para expresar tal crisis, desde la deshumanización del arte de José Ortega y Gasset hasta el arte ensimismado o implicado en la producción de Xavier Rubert de Ventós. Para Mario Vargas Llosa la vanguardia se instituyó en la dictadura de la teoría que en nuestro tiempo pasó de justificar a reemplazar a la obra de arte (El puño invisible, El País, 18/12/2011, comentario al libro homónimo de Carlos Granés, Taurus, 2011).
- Concepción de Ernest Labrousse
- Albert Soboul (1970). La Civilisation de la Révolution française: La Crise de l’Ancien Régime (en francés) I. París: Arthaud. ISSN 0530-8488
- Concepto de E. P. Thompson.
- Oposición de términos explicitada por los historiadores Antonio Domínguez Ortiz (plan de la obra), Miguel Artola Gallego (tomo V) y Miguel Martínez Cuadrado (tomo VI), en Historia de España Alfaguara. Madrid: Alianza. 1981. ISBN 84-206-2049-1.
- La condición totalitaria del sistema soviético y de los fascismos (italiano, alemán, español y otros) es uno de los temas más debatidos de la historiografía y la teoría política contemporánea, desde el nacimiento de ese término (aplicado por los propios fascistas a sí mismos y extendido por analistas contemporáneos, como Hannah Arendt o posteriores como Juan José Linz). Eric Hobsbawm defiende la interpretación histórica de que la intervención soviética en la Segunda Guerra Mundial fue decisiva para la supervivencia de la democracia liberal en el denominado mundo libre; así como, en el periodo posterior, la emulación competitiva entre el bloque soviético y el occidental (que siempre fue dominante) fue decisiva para la propia auto-definición de los valores ideológicos, las estructuras políticas y las condiciones socio-económicas de este, y de su imposición global (Historia del siglo XX, op. cit.) El concepto identidad, de múltiple significado, es uno de los más fecundos en todo tipo de ciencias, incluidas las ciencias sociales (véase la página de desambiguación identidad).
- AS Waterman, Identity Formation: Discovery or Creation? The Journal of Early Adolescence, 1984; Carol Hanisch, “The Personal is Political”, in Shulamith Firestone, The Dialectic of Sex. New York: Farrar, Straus and Giroux, 2003 (first pub. 1970). ISBN 978-0-641-71168-8 y otras fuentes citadas en Identity formation (Formación de la identidad) y en Identity politics (Política de la identidad) de la Wikipedia en inglés.
- * The century of the self: Happiness Machines, Adam Curtis, BBC (documental), 2002.
- Vere Claiborne Chappell, The Cambridge Companion to Locke. Cambridge University Press, 1994. 343 pages. ISBN 0-521-38772-8 ; Harold W. Noonan, Personal Identity. Routledge, 2003. 296 pages. ISBN 0-415-27315-3 ; Daniel Dennett, Where am I? ; Derek Parfit, Reasons and Persons, part 3. ; Bernard Williams, The Self and the Future, Philosophical Review 79. ; John Locke, Of Ideas of Identity and Diversity (bibliografía del artículo Personal identity (philosophy) en la Wikipedia en inglés).
- * The century of the self: Happiness Machines, Adam Curtis, BBC (documental), 2002.
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- Globalization and Autonomy Glossary Entry; Collective Identity and Expressive Forms; What a Mighty Power We Can Be Archivado el 8 de abril de 2009 en Wayback Machine.; Perception of the minority’s collective identity and voting behavior: The case of the Palestinians in Israel; references in social pychology Archivado el 7 de junio de 2011 en Wayback Machine.; Former Concentration Camps and the Politics of Identity in West Germany, 1945-1995 (enlaces externos del artículo en:Collective identity de la Wikipedia en inglés).