En efecto, la parte del texto original que conservamos en árabe corresponde a los capítulos que, en el libro alfonsí, tratan de lluvias y sequías, abundancia y hambres, bajas y alzas de precios, lo que, sin duda, debía constituir una preocupación dominante en el siglo VIII, caracterizado, al parecer, por una sequía prolongada. lgualmente, se explica el éxito de este libro en el siglo X, si tenemos en cuenta el recién publicado tomo V del Muqtabís, de Ibn Hayyán (crónica que corresponde a la primera mitad del siglo), en el que este autor hace especial hincapié en los años de sequía y hambre.
El Libro de las Cruces insiste también en que las técnicas de predicción astrológica utilizadas prescinden de las sutilezas empleadas por los astrólogos helenísticos y orientales. Una primera diferencia, meramente superficial, aparece si consideramos la manera de representar el horóscopo: la astrología helenística utilizaba horóscopos cuadrados en los que distribuía las doce casas (doce arcos desiguales en que se divide la eclíptica a partir del ascendente, casa I, que corresponde al grado de la eclíptica que corta el horizonte oriental en un momento dado). En cada una de las doce casillas del horóscopo cuadrado se hacía constar la posición de los planetas (Saturno, Júpiter, Marte, Sol, Venus, Mercurio, Luna, y Nodos Ascendente y Descendente de esta última) en un momento dado. En el sistema de las cruces se utiliza un horóscopo de forma circular dividido por tres diámetros que se intersectan formando tres cruces: los extremos de los diámetros («estacas») y los sectores circulares comprendidos («ángulos») se utilizan para situar en ellos las correspondientes doce casas. No obstante, esta distinción no justifica la alusión, en nuestro libro, a técnicas de predicción simplificadas. Téngase en cuenta, por otra parte, que levantar un horóscopo standard utilizando unas tablas astronómicas exige bastante trabajo y notables conocimientos de astronomía: Poulle y Gingerich han afirmado, por ejemplo, que el cálculo de la posición de un solo planeta utilizando las Tablas Alfonsíes ocupa una media hora a un matemático experimentado. Para levantar un horóscopo hay que calcular siete posiciones (los dos nodos lunares se encuentran, mutuamente, a 180° de distancia), lo que implica unas tres horas y media sin que tengamos en cuenta, ahora, el tiempo requerido para determinar la posición del ascendente y dividir las casas. La pregunta que se impone es, por consiguiente, ¿disponían los astrólogos de fines del período visigodo y principios del emirato de tablas astronómicas y, en caso afirmativo, sabían utilizarlas?
El Libro de las Cruces nos da la respuesta a esta pregunta: los capítulos que utilizan una técnica de predicción más rudimentaria (precisamente aquellos de los que conservamos el original árabe y que tratan de lluvias, precios y cuestiones similares) se limitan a establecer el pronóstico sobre la base, en general, de las posiciones de Saturno y Júpiter (sin tener en cuenta los restantes planetas) en las triplicidades de fuego (Aries, Leo, Sagitario), tierra (Tauro, Virgo, Capricornio), aire (Gemini, Libra, Acuario) y agua (Cáncer, Scorpio y Piscis). Incluso cuando, en los restantes capítulos, el horóscopo se complica algo más e incluye la referencia a otros planetas (Saturno, Júpiter, Marte y el Sol son los más utilizados), las reglas establecidas por el texto sólo exigen determinar en qué signo se sitúa el planeta y no en qué grado del mismo: el horóscopo, por tanto, podía establecerse con facilidad con una tolerancia de error, en las posiciones de los planetas, que podía llegar hasta 30°.
Todo ello hace sospechar que no se utilizaban tablas astronómicas convencionales, sino, posiblemente, reglas simples, como las que estableció Vettius Valens para determinar las posiciones medias (no las verdaderas) de los planetas superiores (Saturno, Júpiter y Marte), o bien tablas simplificadas -como las que conocemos a través de textos griegos y demóticos de la época imperial romana-, que permitían fijar a primera vista, en qué signo se encontraba un planeta en un momento dado.
La importancia del Líbro de las Cruces como primer manual hispánico de astrología queda, pues, clara. Debe tenerse en cuenta, no obstante, que el texto alfonsí -el más complejo que conservamos- no es una traducción de la redacción árabe original, ya que ésta fue objeto de una importante reelaboración -con correcciones y adiciones- en el siglo XI a manos de un tal «Oveydalla el Sabio», en quien posiblemente haya que ver a Ubayd Allah b. Jalaf al-Istidjí, un astrólogo que debió trabajar en Cuenca en la segunda mitad del siglo. Por otra parte, los traductores alfonsíes son, asimismo, responsables de ciertas adiciones y modificaciones que pueden detectarse con relativa facilidad en el texto. He aquí, pues, un breve resumen de la historia de este libro desde el siglo VIII hasta el XIII, representativo de una época y que debió ser ampliamente utilizado por los astrólogos palatinos si se confirma la sospecha de que Almanzor programa el momento de su salida de Córdoba para emprender una expedición militar en tierras cristianas eligiendo un día y una hora astrológicamente favorables para el éxito de su empresa de acuerdo con las reglas establecidas por el Líbro de las Cruces: algo similar haría Hitler nueve siglos después, lo que muestra que el mundo no ha cambiado tanto.
LA ASTROLOGÍA EN ESPAÑA DURANTE LA ALTA EDAD MEDIA
JULIO SAMSÓ
Catedrático de Árabe
Universidad Autónoma de Barcelona
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Título Libro de las cruzes . Inc.: Dixo Oueydalla esto es lo que falle en los libros antigos del Libro de las Cruzes (h. 4v)… Exp.: segund el nostro entendemento lo meior que pudiemos. Et Dios sea loado et gradeçido qui uiue et regna in secula seculorum amen (h. 201)
Autor Ubayd Allah B. Jalaf
Fecha 1258
Resumen
El Libro de las cruzes –cuyo nombre proviene de los diámetros que se cruzan en el centro de la representación de un círculo, dividiéndolo en seis sectores separados por seis radios, correspondientes a los horóscopos–, es uno de los códices que salieron de la Cámara Regia del rey Alfonso X y uno de los pocos en los que el rey Sabio se titula a sí mismo rey de España. En él queda patente su interés por la astrología. La coincidencia entre las largas estancias reales en Toledo y la fecha de terminación del códice, 1259, según consta en el explicit, hacen pensar en una supervisión personal de la traducción por parte del monarca. Los traductores fueron Juda ben Moses al-Cohen y Juan Daspa, colaboradores en varias obras alfonsíes, a partir de la obra del astrólogo árabe Oveidala (Ubayd Allah b. Jalaf al-Istiyi); sin embargo, algunos estudiosos consideran que la obra original podría ser un texto bajolatino conocido en época visigoda de la que Oveidala habría hecho una revisión posterior. En la versión alfonsí se añadió el capítulo LIX referente a España. El manuscrito está realizado en pergamino en letra gótica francesa, con iniciales y calderones en rojo y azul. Algunas capitales tienen decoración de rasgueo. Los círculos de las figuras se realizaron en rojo, con las divisiones del mismo color, mientras que las filigranas que los rodean están en azul, verde o violeta, y en ellas se han dibujado caras en dos ocasiones (h. 14r. y 36r.). Su tamaño, muy manejable, sugiere el uso frecuente que se pretendía de la obra.
Entrada publicada con permiso de Pedro Benito Somalo.