Con el nombre de Periodo predinástico de Egipto se conoce la época anterior a la unificación del valle del Nilo, como también se corresponde con el Calcolítico o Edad del Cobre y en él se establecieron las convenciones artísticas y se pusieron los fundamentos políticos que estructuraron posteriormente el Egipto faraónico. (1).

El período predinástico egipcio constituye la fase formativa de la civilización egipcia, anterior al surgimiento del Estado faraónico. Se extiende aproximadamente desde el 6000 a.C. hasta el 3100 a.C., y abarca un extenso proceso de transformación social, tecnológica y simbólica, en el que pequeñas comunidades agrícolas asentadas a orillas del Nilo evolucionan hacia formas cada vez más complejas de organización social, económica y política.
Este largo periodo, que se corresponde con el Neolítico final y el Calcolítico (o Edad del Cobre), no solo está marcado por la aparición de nuevas tecnologías —como la cerámica, la metalurgia y la irrigación rudimentaria—, sino también por la consolidación de tradiciones funerarias, artísticas y religiosas que anticipan los elementos culturales que definirán el Egipto dinástico. En estos milenios se gestan las bases de una cosmovisión profundamente vinculada al río, a la tierra y al más allá, elementos que vertebrarán toda la historia egipcia posterior.
Lejos de ser un tiempo oscuro o carente de historia, el predinástico es un periodo decisivo, donde la diversidad de culturas locales (como Badari, Naqada o Maadi) refleja un mosaico dinámico de identidades en formación. El proceso culminará en la progresiva concentración del poder y la unificación del Alto y Bajo Egipto bajo la figura de Narmer, hacia el 3100 a.C., momento en el que se inicia el período dinástico y con él, la historia escrita de Egipto.

El período predinástico egipcio se refiere a la fase de la historia de Egipto anterior al establecimiento de la primera dinastía alrededor del año 3100 a.C. Este período abarca aproximadamente desde el 6000 a.C. hasta el 3100 a.C. y se caracteriza por el desarrollo gradual de las comunidades agrícolas y el progreso hacia la formación de una civilización compleja.
Principales características del período predinástico:
Desarrollo Agrícola:
- Las primeras comunidades comenzaron a establecerse a lo largo del valle del Nilo, aprovechando sus fértiles tierras para la agricultura.
- Se cultivaban cereales como el trigo y la cebada, y se domesticaron animales como el ganado, las ovejas y las cabras.
Asentamientos y Cultura Material:
- Aparecieron diversos asentamientos, entre ellos Maadi en el Bajo Egipto y Badari, Naqada I, y Naqada II en el Alto Egipto.
- La cerámica es uno de los elementos más distintivos de esta época, con estilos y técnicas que varían entre las diferentes culturas.
Desarrollo de la Tecnología y el Comercio:
- Se mejoraron las técnicas de fabricación de herramientas y se comenzó a utilizar el cobre.
- El comercio se intensificó, tanto dentro de Egipto como con regiones vecinas, facilitando el intercambio de bienes y conocimientos.
Estructura Social y Política:
- Surgieron jerarquías sociales más complejas y se comenzaron a formar proto-ciudades.
- Las tumbas y los objetos funerarios sugieren la existencia de líderes o jefes con poder significativo.
Religión y Creencias:
- La religión comenzó a jugar un papel más importante, con evidencias de prácticas rituales y enterramientos sofisticados.
- Las primeras representaciones de deidades y símbolos religiosos aparecen en artefactos y tumbas.
Subdivisiones del Período Predinástico:
- Cultura de Badari (circa 4400–4000 a.C.): Conocida por su cerámica de alta calidad y sus prácticas funerarias avanzadas.
- Cultura de Naqada:
- Naqada I (circa 4000–3500 a.C.): Caracterizada por cerámica pintada y la aparición de objetos de marfil y cobre.
- Naqada II (circa 3500–3200 a.C.): Marcada por una mayor complejidad en el arte y la arquitectura, y un aumento en la organización social.
- Naqada III (circa 3200–3100 a.C.): También conocida como la fase «protodinástica», donde se consolidan los elementos que llevarán a la formación del estado faraónico.
Este período es crucial para entender el origen y el desarrollo de la civilización egipcia, que culminará en la unificación del Alto y Bajo Egipto bajo el primer faraón, Narmer, alrededor del 3100 a.C., marcando el inicio del período dinástico.


INDICE PREDINASTICO EGIPCIO
1. El final de las glaciaciones y el Neolítico (6500 — 4000 a. C.)
- Nabta Playa
- Merimdé (5000–4100 a. C.)
- Fayum A
2. El Predinástico Antiguo y Medio (ca. 4000 — 3500 a. C.)
- Maadi
- Naqada I, II, III
3. El Predinástico Reciente, Tardío o Protodinástico (ca. 3300 — 3050 a. C.)
1. El final de las glaciaciones y el Neolítico (6500 — 4000 a. C.)
El inicio del período predinástico egipcio debe comprenderse dentro de una transformación ambiental de enorme magnitud. Hacia el 8000 a.C., la región que hoy conocemos como el desierto del Sáhara era una vasta extensión fértil, salpicada de lagos, pastizales y bosques: el llamado “Sáhara verde”. Esta riqueza ecológica permitió el desarrollo de sociedades cazadoras-recolectoras que vivieron en relativa estabilidad durante milenios.
Sin embargo, alrededor del 6500 a.C., una lenta pero constante desertificación transformó radicalmente el entorno. La disminución de las lluvias monzónicas provocó el retroceso de la vegetación, secó los antiguos lagos y obligó a las poblaciones humanas a abandonar progresivamente el interior sahariano. Este proceso forzó una migración masiva hacia el valle del Nilo, una estrecha franja fértil rodeada por desierto que, gracias a las inundaciones anuales del río, se convirtió en un corredor vital para la vida.
Es en este contexto donde surgen los primeros asentamientos agrícolas del Neolítico egipcio, caracterizados por una vida sedentaria, la domesticación de plantas y animales, y la aparición de prácticas funerarias más elaboradas. Estos poblados se distribuyeron tanto en el Bajo como en el Alto Egipto, con importantes yacimientos arqueológicos como Nabta Playa, Merimdé Beni Salama y el Fayum A, que ofrecen las primeras evidencias de organización social y de prácticas culturales que luego se desarrollarán con mayor complejidad.
Nabta Playa, en el suroeste del actual Egipto, destaca por la posible existencia de estructuras con función astronómica y ritual, fechadas hacia el 6000–5000 a.C., lo que revela una incipiente cosmovisión ligada al cielo y al paso del tiempo.
En el norte, Merimdé Beni Salama (5000–4100 a.C.) es uno de los asentamientos más antiguos del Bajo Egipto, donde ya se practicaba una agricultura estable, se construían viviendas con materiales orgánicos y se desarrollaban herramientas de piedra pulida.
El Fayum A, por su parte, muestra un modelo de economía mixta entre caza, pesca, recolección y cultivo, con cestas, tejidos y silos que evidencian un conocimiento detallado del entorno y de sus ciclos.
Este primer periodo predinástico no solo marca el abandono definitivo de la vida nómada, sino que abre paso a una relación intensa entre el ser humano y el paisaje nilótico. La tierra, el agua y el cielo comienzan a formar parte de un universo simbólico que dará sentido a la vida, a la muerte y a la organización social. Egipto empieza aquí: en la adaptación al entorno, en la repetición cíclica de las estaciones y en la necesidad de prever, almacenar y construir colectivamente.
Al terminar la última glaciación entre los años 13.000 y 10.000 a. C. la temperatura empezó a subir gradualmente. El norte de África comenzó a recibir abundantes lluvias, que formaron pastizales, especialmente junto a los lagos que existían en las regiones que actualmente ocupan los desiertos del Sahara (al oeste del Nilo) y Arábigo (al este). El propio valle del Nilo era pantanoso y la humedad muy alta. La presencia de pastizales formados por una gran cantidad de gramíneas (cereales silvestres como el mijo, sorgo y arroz africano) permitió la existencia de una amplia variedad de animales (como los asnos salvajes) y estos atrajeron a los grupos humanos de cazadores-recolectores.
A causa de las lluvias producidas en el área del lago Victoria (fuente del Nilo Blanco), a finales de junio el nivel del río crece, tomando un color verdoso debido al arrastre de restos vegetales de los pantanos y lagos allí situados. Posteriormente se le suman las aguas producidas por el deshielo de las montañas que rodean el lago Tana (origen del Nilo Azul), que traen consigo arcilla rojiza, y el río se desbordaba (actualmente la presa de Asuán lo impide). Terminadas las inundaciones el nivel del río descendía y dejaba amplias áreas cubiertas de limo, compuesto por los sedimentos transportados. Este limo es muy fértil, por lo que los lugares abonados anualmente por él resultaban muy productivos.
Pre-Dynastic figurine of a woman made from the ivory of a hippopotamus
Predynastic Period (Naqada III)- Early Period,c. 3100 -2700 B.C
Musée du Louvre. E 11888
“Predynastic Egypt” is traditionally defined as the period from the final part of the Neolithic period beginning c. 6000 BC to the end of the Naqada III period c. 3000 B.C.
Therefore, this figurine of a woman which dates from somewhere between 3100 -2700 B.C., places her from somewhere in-between the Pre-Dynastic (Naqada III specifically) and Early Period (1st Dynasty-2nd Dynasty) of Egyptian history.
Read more: https://egypt-museum.com/predynastic-figure-of-a-woman/

Nabta Playa: astronomía, ritual y asentamiento en el desierto
Nabta Playa es uno de los yacimientos arqueológicos más enigmáticos e importantes del Neolítico egipcio temprano. Ubicado en pleno desierto del Sáhara, al suroeste de Egipto, cerca de la frontera con Sudán, este lugar estuvo habitado intermitentemente entre el 7500 y el 5000 a.C., cuando el clima aún permitía la existencia de lagunas estacionales y pastos suficientes para la ganadería.
Lo que hace excepcional a Nabta Playa no es solo su antigüedad, sino los indicios de actividad ritual y astronómica avanzada en un momento tan temprano de la historia. Se han encontrado alineamientos de piedras, estructuras circulares y megalitos dispuestos de forma que parecen señalar eventos astronómicos como el solsticio de verano, lo que ha llevado a algunos investigadores a considerar que Nabta Playa pudo haber sido uno de los primeros observatorios astronómicos de la humanidad.
Además de su función práctica en la orientación temporal —tan necesaria para sociedades pastoriles y agrícolas—, estos monumentos revelan una dimensión simbólica profunda: la observación del cielo como principio de orden, como reflejo de un cosmos cíclico y estructurado. Junto a ello, se han hallado restos de ofrendas, enterramientos y signos de diferenciación social, lo que sugiere una comunidad que no solo habitaba el espacio, sino que dotaba de sentido espiritual al entorno natural que la sustentaba.
Nabta Playa representa, en suma, una de las primeras manifestaciones conocidas de pensamiento abstracto en el norte de África: la unión de lo ritual, lo práctico y lo astronómico en una época donde la civilización aún no se había consolidado. Su legado anticipa, en forma embrionaria, muchas de las preocupaciones religiosas y cósmicas que dominarán más tarde el imaginario del Egipto faraónico.
Nabta Playa fue una vez una gran cuenca endorreica situada en el desierto de Nubia, unos ochocientos kilómetros al sur de El Cairo (ver ref. Instituto arqueológico de América), y unos cien kilómetros al oeste de Abu Simbel, en el sur de Egipto, (ref: «Late Neolithic megalithic structures at Nabta Playa (Sahara), southwestern Egypt». Comparative Archaeology Web. Situación:
22°32′N 30°42′E) .(NASA) La región se caracteriza por tener numerosos yacimientos arqueológicos.

Historia Nabta Playa
Aunque hoy el desierto occidental de Egipto está totalmente seco, no siempre fue así. Existe evidencia de que hubo varios períodos húmedos en el pasado, cuando caían hasta 500 mm de lluvia por año. El más reciente fue durante el último período interglacial y principios de la última glaciación que se extendió entre hace 130.000 y 70.000 años. Durante este tiempo, el área era una sabana y albergaba numerosos animales como los extintos búfalos y grandes jirafas, así como varias especies de antílopes y gacelas.
A partir del X milenio a. C., esta región del desierto de Nubia comenzó a recibir más lluvias, generándose una especie de lago temporal, denominado específicamente, playa, o área de agua estancada estacional. Es posible que los primeros grupos de pobladores del período Neolítico se sintieran atraídos por esta región debido a la fuente de agua y al pasto para el ganado vacuno. Los hallazgos arqueológicos indican la existencia de asentamientos en esta región en fechas comprendidas entre el décimo y el octavo milenio a. C.
Alrededor del X milenio a. C., esta región del desierto de Nubia poseía gran pluviosidad, generándose un lago. Los primeros grupos de personas debieron ser atraídos a la región por sus fuentes de agua y pasto para el ganado vacuno. Estas personas tuvieron una cultura de domesticación de ganado vacuno (tal vez fueron los primeros de toda África en practicar el pastoreo de ganado bovino), y usaban utensilios cerámicos adornados de complejas inscripciones, grabadas quizá usando peines.
Sobre el VII milenio a. C., debió existir un asentamiento muy grande y organizado en la región, contando con un profundo pozo de agua como fuente de recursos. Se han encontrado cabañas construidas con postes. (2) Su alimentación incluía frutas, legumbres, mijo, sorgo y tubérculos.
También, en el VII milenio, pero algo más tarde, se trajeron cabras y ovejas, aparentemente del noroeste. Aparecieron también muchas chimeneas.
Alto nivel de organización
Los descubrimientos arqueológicos revelan que estas personas prehistóricas organizaban su supervivencia, aparentemente, con un mayor nivel de organización que sus contemporáneos del Valle del Nilo:
- Estructuras de piedras hechas sobre y bajo tierra.
- Pueblos perfectamente diseñados con esquemas.
- Profundos pozos que mantenían agua todo el año.
Se encontraron también pruebas de que la región solo era ocupada según la estación, probablemente sólo en verano, cuando el lago se llenaba de agua y había pasto para el ganado vacuno. Los análisis de los restos humanos sugieren migraciones desde el África subsahariana5 del tipo humano que actualmente aun permanece en el África oriental (Eritrea, Somalia) anterior a la expansión bantú y más cercano a los pastores blemios, masais y oromo.
Vínculos religiosos con el Antiguo Egipto
Sobre el VI milenio a. C., aparecen evidencias de una religión o culto prehistórico, con varios sacrificios de piezas de ganado vacuno enterradas en cámaras de piedra con techos forrados de arcilla. Se ha sugerido que el culto asociado al ganado vacuno mostrado en Nabta Playa marca una temprana evolución del culto a Hator del Antiguo Egipto. Hator fue adorada como protectora en las regiones desérticas en Serabit el-Jadim. Los profesores Wendorf y Schild comentan:
… hay muchos aspectos de vida política y ceremonial en el predinástico e Imperio Antiguo que reflejan un gran impacto del pastoreo de ganado vacuno sahariano…
Sin embargo, si bien las prácticas religiosas referentes al ganado vacuno sugerían vínculos con el Antiguo Egipto, el egiptólogo Mark Lehner advierte:
Tiene sentido, pero no de un modo directo. No se puede ir directamente de estos megalitos a la pirámide de Dyeser.
También se han encontrado otros complejos subterráneos en Nabta Playa, uno de los cuales incluye los posibles restos de un temprano intento de escultura egipcia.
Agrupaciones líticas
El crómlech de Nabta Playa es de forma ovalada, siendo su mayor diámetro de unos cinco metros. Reproducción del crómlech en el Museo Nubio de Asuán.
Entre 6100 y 5800 a. C. este pueblo creó una de las más antiguas construcciones líticas conocidas, el pequeño «crómlech» de Nabta Playa, unos mil años anterior al de Stonehenge. Consta de treinta piedras dispuestas en círculo, en cuyo interior hay otras seis piedras. El yacimiento cuenta también con cinco alineamientos líticos que se extienden a partir de un conjunto de piedras centrales.
Arqueología
El astrofísico Thomas G. Brophy sugirió que los «megalitos» de Nabta Playa podían haber constituido una suerte de observatorio astronómico. El círculo de piedras sería un calendario con cuatro pares de piedras a modo de puertas, enfrentadas dos a dos: una pareja orientada en dirección norte-sur y la segunda en dirección nordeste-suroeste, señalando el solsticio.
Además, según Brophy, las seis piedras centrales y sus diferentes inclinaciones también formarían parte del observatorio. Propuso que tres de esas piedras están relacionadas con el cinturón de Orión y las otras tres con el hombro y la estrella principal de Orión, con mayor inclinación que las tres piedras anteriores. Su ciclo se repite aproximadamente cada 25 000 años, siguiendo la precesión de los equinoccios. El último mínimo del cinturón de Orión ocurrió entre el 6400 y el 4900 a. C., según dataciones de radio-carbono de los restos de hogueras hechas en el círculo.
Respecto a los cinco alineamientos radiales, la interpretación de Brophy le sugirió que las líneas trazadas desde estas piedras a la piedra radial se asociaba a los lugares celestes donde se encuentran varias estrellas representadas por las piedras centrales en el «círculo-calendario» en el momento del orto helíaco del equinoccio vernal. Imaginó que las diversas distancias representaban el brillo de las estrellas, y dedujo que los constructores asociaban la distancia de la Tierra a las estrellas con una escala de un metro = 0,799 años luz, dentro del margen de error para distancias astronómicas calculadas hoy.
El crómlech de Nabta Playa es de forma ovalada, siendo su mayor diámetro de unos cinco metros. Reproducción del crómlech en el Museo Nubio de Asuán.

Paleta cosmética con forma de hipopótamo (Nagada I). Foto: Jon Bodsworth. Este enlace. Copyrighted free use.

Durante la segunda mitad del milenio VI a. C. comenzaron a desarrollarse culturas de carácter neolítico, tanto en el Nilo sudanés (Jartum) (2) como en el Delta (El Fayum, Merimde), (3) con pequeñas aldeas dedicadas a actividades sedentarias de agricultura y ganadería, situadas en zonas elevadas para evitar las inundaciones del Nilo. La presencia de aldeas agrarias es relativamente tardía en Egipto, ya que desde el milenio IX a. C. habían comenzado a aparecer en algunas regiones del Próximo Oriente, tales como la región histórica de Palestina (Jericó), Anatolia oriental (actual Kurdistán turco), y los montes Zagros (actuales Irán e Irak).
En el Bajo Egipto se desarrollaron los complejos culturales de:
- Merimdé (5000–4100 a. C.), cuyo principal yacimiento está situado en la ribera occidental del delta del Nilo (El-Omari, 4600-4400 a. C.).
- Fayum A (5600-4000 a. C.), en el lado oriental y algo más hacia el suroeste, en El Fayum, junto al lago Birket Qarun. Aquí todavía continuaban siendo seminómadas, ya que, aunque sembraban y cultivaban, se trasladaban de un lugar a otro para buscar nuevas tierras de cultivo, así como de caza y pesca.
En el Alto Egipto la aldea de El-Badari se convirtió en el núcleo de los grupos conocidos como badarienses (4400-3800 a. C.), a los que sucedieron los amratienses o de Naqada I, los gerzeenses o Naqada II (3500-3200 a. C.) y los gerzeenses tardíos, llamados semanienses o Naqada III (3200-3000 a. C.). De todos ellos han quedado testimonios: cerámica y objetos ornamentales, así como herramientas para la caza, pesca y agricultura, aunque ésta estaba menos avanzada que en el Delta. (4).
Merimdé Beni-Salame: la primera cultura neolítica del Bajo Egipto
Merimdense (o Merimde Beni-Salame) es la denominación de la primera cultura que surge en el Bajo Egipto, en el periodo neolítico, a finales del VI milenio a. C. y perdura prácticamente durante todo el V milenio a. C., siendo contemporánea de las culturas Fayum A y Nabta Playa. Su nombre lo toma de los arcaicos asentamientos de Merimde, situados al sudeste del Delta en la margen occidental del Nilo.
Se trata de una cultura de costumbres totalmente sedentarias, en la que se practicaba muy activamente la ganadería y la agricultura. Sus habitantes cultivaron el grano, usaron alfarería y vivieron en chozas ovales. No han aparecido signos de organización social diferenciada.
Merimdé Beni-Salame representa el primer gran asentamiento agrícola del Bajo Egipto, y uno de los testimonios más antiguos de vida sedentaria organizada en la región del delta del Nilo. Esta cultura, conocida como merimdense, floreció a finales del VI milenio a. C. y se mantuvo activa durante buena parte del V milenio, coexistiendo con otras culturas neolíticas del Alto Egipto como Fayum A y Nabta Playa, aunque con características propias que anuncian una evolución cultural diferenciada en el norte.
Ubicada en la margen occidental del delta, a unos 45 km al noroeste de El Cairo, Merimdé destaca por su larga ocupación continua y por la progresiva complejidad de su organización. Las excavaciones han revelado una sociedad basada en la agricultura del cereal, la ganadería y la pesca, con una tecnología de herramientas líticas bien desarrollada y un dominio avanzado del tejido y el almacenamiento. Las viviendas eran estructuras ovaladas o rectangulares hechas con ramas y barro, agrupadas en un patrón que sugiere cierta planificación del espacio comunitario.
Uno de los aspectos más reveladores de esta cultura es el inicio de prácticas funerarias diferenciadas: se han encontrado enterramientos individuales y colectivos, a menudo acompañados por objetos sencillos, lo que permite entrever los primeros signos de jerarquización social o, al menos, de roles diferenciados dentro del grupo.
A diferencia de las culturas contemporáneas del Alto Egipto, Merimdé no muestra una iconografía simbólica tan desarrollada ni un arte ceremonial evidente, pero su importancia radica precisamente en su carácter formativo, en tanto que anticipa el modelo de vida sedentaria intensiva que más tarde se consolidará con las culturas predinásticas de Naqada.
Merimdé es, por tanto, un testimonio de los primeros pasos del hombre egipcio hacia una vida organizada en torno a la tierra, el agua y la comunidad. Su legado, aunque modesto en apariencia, forma parte esencial del lento despertar de la civilización en el valle del Nilo.
Actividad económica
Sus habitantes eran agricultores. Utilizaban grandes cestos o vasijas de arcilla enterrados para guardar grano, o silos de capacidad mucho mayor (de hasta 2,40 m de diámetro), con forma redonda y excavados en el suelo que se encuentran dispersos por toda la aldea. Junto a estos silos se han hallado eras de forma circular con el suelo revestido de arcilla.
Conocían la ganadería, criaban carneros, ovejas, bueyes, cabras y cerdos. También poseían perros. Practicaban la caza de hipopótamos y cocodrilos junto al Nilo. También pescaban y recogían moluscos.
Hay indicios de relaciones comerciales con las zonas centrales del Delta, basadas en el trueque de utensilios de piedra cuyos nódulos recogían a orillas del desierto.
UtensiliosTanto la cerámica como los utensilios son limitados y toscos en comparación con sus contemporáneos del Alto Egipto.
Disponían de toscas hachas de piedra, de variadas formas, de sierras (láminas denticuladas) y hoces de madera ligeramente curvada sobre los que se incrustraban lascas de sílex, también tallaban puntas de flecha y las puntas de lanzas, algunas de hermoso acabado.
Cerámica
La cerámica fue elaborada en barro y paja. La incipiente actividad artística se refleja en figurillas de terracota representando ganado vacuno, y en la célebre cabeza de ídolo del Museo Egipcio de El Cairo.
Asentamientos
Las viviendas fueron evolucionando paulatinamente de primitivas chozas hasta cabañas de adobe de estructura más sólida.
En las primeras fases (Fase I) vivían en endebles cabañas hechas de estera y caña, con soportes que las sustentaban en la tierra; estaban dispersas conformando pequeñas explotaciones agrícolas de carácter familiar, independientes las unas de las otras, según Trigger.
En la Fase II, el asentamiento creció y se levantaron viviendas más sólidas, de adobe, excavadas en el suelo a unos 25 cm, con planta oval o de herradura, de unos 5 o 6 metros de longitud, y tejado a dos aguas.
EnterramientosNo existía un área especial para los cementerios. Los muertos eran enterrados dentro del asentamiento, en fosas ovaladas y poco profundas. Los cadáveres estaban dispuestos en posición fetal, sobre su lado derecho (en el 85% de los casos), posiblemente de cara a su antiguo hogar, cubiertos con esteras o con pieles de animales, y sin ajuar funerario.
Cabeza de terracota. Prof. Mortel. Este enlace. CC BY 2.0.

Fayum A
Fayum A es el nombre que se da a una cultura neolítica surgida en el Egipto predinástico alrededor del V milenio a. C. Es llamada así porque se encontraron asentamientos en la depresión de Fayum, un oasis situado a 80 km al suroeste de El Cairo, junto al lago Birket Qarun, probablemente una sabana en aquella época. Es contemporánea de las culturas Fayum B (Nabta Playa) y Merimdense. Sus habitantes se dedicaban a la caza y pesca, ganadería, el cultivo esporádico y la fabricación de cerámica.
El primer asentamiento está situado en la parte norte de la depresión de Fayum, y está datado cerca 5200 a. C., durante una época seca que dura hasta el 4000 a. C. Al comienzo del IV milenio a. C., el clima del desierto conllevaba violentas precipitaciones. El final de la cultura del Fayum se puede fechar alrededor de 4000 a. C. Tras ella apareció la cultura Moerien.
Esquema de las actividades agrícolas del Neolítico y sus herramientas, según antiguas representaciones egipcias. José-Manuel Benito – Trabajo propio. Dominio público.

Es el más antiguo de los asentamientos egipcios neolíticos que se han encontrado. Entre sus restos hay graneros, que contuvieron trigo y cebada. Las viviendas eran de caña o paja trenzada, y es probable que tuvieran ovejas y cabras, como otros pueblos neolíticos.
Para la producción de sus utensilios, las gentes utilizaron fragmentos de sílex y de otras rocas que fueron recogiendo en la superficie del desierto. Con los fragmentos grandes fabricaron hachas. Su origen se cree que está, probablemente, al noreste de la depresión de Fayum. Los instrumentos más importantes se pueden dividir en cuatro tipos: herramientas talladas, dentadas, raspadores y hachas pulimentadas. Mucho más raros son los taladros, buriles o raspadores. Además de bifaces se han encontrado herramientas que apuntan a tareas concretas y definidas, como equipos agrícolas (hoces) y cuchillos, o bien de propósito general, como puntas de flecha. Por lo que se conoce acerca de esta cultura, parece que en los 1000 años de evolución la industria de herramientas de piedra no avanzaron mucho.
Se han descubierto vasijas de cerámica de formas esférica y semiesférica, jarrones con cuellos más o menos cilíndricos, tazas de diferentes tamaños y platos.
Entre el patrimonio cultural Merimdense y el de Fayum A hay relaciones familiares, especialmente con respecto a la fabricación de equipos de piedra (como las bifaces de sílex) y cerámica. Se da por hecho que Fayum A es anterior por la falta absoluta de metales entre sus restos. Posiblemente haya surgido de una emigración desde Oriente Medio, concretamente del valle del Jordán.
Hay grandes asentamientos de esta cultura, como los excavados en Kom W y Kom K, con más de 100 chimeneas. Están situados a 8,5 km y 8 km respectivamente de la actual orilla norte de Birket Qarun, aunque en la época en que se utilizaron la distancia era de 1 km. Tienen numerosas bodegas que parecen dedicadas a almacén, probablemente para granos. Se encontraban en un terreno alto, incluso lo suficiente para evitar las inundaciones periódicas, lo que apunta a un establecimiento permanente.
Se han encontrado restos de fogatas que se han asociado a ocupaciones estacionales relacionadas con la caza y pesca así como con los llamados «sitios de matanza». La mayoría de ellos están localizados cerca del lago, y entre sus restos se encuentran hipopótamos, vacas, ovejas, cabras, animales silvestres y numerosos peces. Se aprecia que el ganado jugaba un papel menor en el almacén de alimentos, donde predominan los restos de peces. La caza se llevaba a cabo en la zona costera del lago y pastoreaban en las praderas de los alrededores. También se han encontrado muelas para el grano junto a la laguna, que se llevarían allí durante los periodos secos.
En la época húmeda la población se reunía en los asentamientos mayores que se encuentran sobre el nivel del lago. Durante este tiempo se dedicaban a la agricultura, como indican las numerosas bodegas y los restos de equipos de cosecha y molienda de grano. Otro de los objetivos económicos era la cría y mantenimiento de animales de granja; aunque la caza no se descuidó, era de menor importancia.
La cultura Fayum A, también conocida como Fayum Neolítico o Fayumien, constituye uno de los testimonios más antiguos de vida sedentaria en Egipto y representa un estadio fundamental en el tránsito entre las sociedades de cazadores-recolectores y las primeras comunidades agrícolas del valle del Nilo. Esta cultura se desarrolló entre aproximadamente el 5200 y el 4000 a. C. en torno al lago Qarun, en la depresión del Fayum, una zona de humedales fértiles situada al suroeste del delta del Nilo. La riqueza ecológica de este entorno, alimentado por canales secundarios del Nilo, ofrecía un equilibrio ideal entre recursos lacustres, tierra cultivable y fauna silvestre, lo que permitió a sus habitantes desarrollar un modo de vida mixto que combinaba la agricultura, la pesca, la caza y la recolección.
Uno de los aspectos más destacados de la cultura Fayum A es su temprana adopción de la agricultura como actividad central. Se han hallado restos de granos cultivados, especialmente trigo y cebada, así como herramientas de molienda y silos excavados en el suelo para el almacenamiento del grano, lo que indica un conocimiento técnico y una planificación económica ya bastante avanzada para su época. Junto a esto, la presencia de anzuelos, redes y restos de peces muestra que la pesca en el lago Qarun seguía siendo una fuente fundamental de alimento, complementada con la recolección de plantas silvestres y la caza menor.
Aunque sus estructuras habitacionales eran relativamente simples —probablemente cabañas estacionales construidas con materiales vegetales perecederos—, la cultura Fayum A evidencia una organización social estable, capaz de mantener asentamientos duraderos y gestionar los recursos con eficiencia. Sus herramientas de piedra pulida, sus recipientes de cerámica tosca y su incipiente industria textil reflejan una sociedad que, sin alcanzar aún una gran complejidad jerárquica, comenzaba a desarrollar una identidad cultural propia.
En cuanto al ámbito simbólico y funerario, los hallazgos son escasos, lo que sugiere que sus prácticas rituales estaban aún en una fase primitiva o bien que los restos se han perdido debido al carácter perecedero de los materiales empleados. Aun así, el simple hecho de que esta cultura haya perdurado durante más de un milenio en una misma región demuestra una notable capacidad de adaptación ecológica y una coherencia en sus formas de vida, que la convierten en una precursora directa de las culturas predinásticas más avanzadas del Alto Egipto.
La importancia de Fayum A no radica en una iconografía desarrollada ni en grandes obras arquitectónicas, sino en su silenciosa constancia. Esta cultura demuestra que la civilización egipcia no surgió de improviso, sino que fue el resultado de una evolución paciente, nacida de la observación del entorno, del respeto por los ciclos naturales y de la sabiduría colectiva de generaciones que aprendieron a leer el paisaje como una fuente de vida. En este sentido, el Fayum es la imagen de un Egipto todavía arcaico, pero ya profundamente enraizado en la tierra, en el agua y en la necesidad de estabilidad que acompaña a toda comunidad naciente.
2. El Predinástico Antiguo y Medio (ca. 4000–3400 a. C.): el despertar de las culturas del Alto Egipto
El tramo comprendido entre el 4000 y el 3400 a. C. marca un punto de inflexión en la historia predinástica egipcia. En este periodo, las comunidades neolíticas que hasta entonces habían subsistido en equilibrio con su entorno natural comienzan a mostrar signos evidentes de transformación interna. La vida aldeana, basada en la agricultura, la ganadería y el aprovechamiento de los recursos locales, da paso a formas más complejas de organización social, a una especialización creciente del trabajo y al surgimiento de redes de intercambio que conectan distintas regiones del valle del Nilo. Es el inicio de un proceso que llevará, en apenas unos siglos, al nacimiento de la civilización faraónica.
Durante este periodo, el corazón de la evolución cultural se traslada del Bajo al Alto Egipto. Mientras que en el norte las comunidades permanecen más o menos estables, en el sur se produce un notable dinamismo cultural que se manifiesta en la aparición de culturas cada vez más desarrolladas desde el punto de vista artístico, tecnológico y simbólico. El Alto Egipto, con su geografía más estrecha y su cercanía al desierto, favorece la concentración poblacional y la intensificación de los lazos sociales y políticos. Las primeras jefaturas o clanes poderosos comienzan a ejercer control sobre pequeños territorios, a menudo situados cerca de rutas de intercambio o centros rituales.
En este contexto florece la cultura de Badari, considerada por muchos como la primera expresión predinástica plenamente desarrollada. Sus objetos funerarios, su cerámica refinada y sus prácticas rituales reflejan un pensamiento simbólico más elaborado que en las culturas anteriores, así como una incipiente estratificación social. Poco después, y como resultado de una evolución natural o de procesos de influencia mutua, surge la cultura de Naqada, que en sus primeras fases (Naqada I y Naqada II) evidencia una expansión territorial, una diversificación del arte material y una intensificación del contacto con otras regiones, como Nubia, el Sinaí o el Levante mediterráneo.
La cerámica decorada, el uso del marfil, la aparición de figuras humanas y animales, y la sofisticación de los ajuares funerarios revelan una sociedad cada vez más diferenciada, donde la acumulación de riqueza y prestigio se manifiesta tanto en la vida cotidiana como en el trato a los muertos. En los cementerios más importantes, algunas tumbas ya sobresalen por su tamaño y su contenido, anticipando las formas de culto funerario que caracterizarán al Egipto faraónico.
Este periodo, aunque aún carente de escritura formal, puede considerarse como la antesala inmediata del Estado egipcio. Los símbolos de poder —como los cetros, las mazas y ciertas iconografías animales— comienzan a consolidarse en el imaginario colectivo. Los líderes locales no solo acumulan bienes, sino también autoridad espiritual y política, elementos que más tarde confluirán en la figura del faraón. A lo largo del Alto Egipto, en lugares como Naqada, Abidos y Hieracómpolis, se vislumbran ya los embriones de lo que serán los futuros centros de poder dinástico.
En conjunto, el Predinástico Antiguo y Medio no es una época homogénea ni lineal, sino un tiempo de cambio acelerado y de creciente complejidad social. Las culturas no desaparecen unas para dar paso a otras, sino que coexisten, se influyen mutuamente y evolucionan dentro de un proceso orgánico y continuo. El río Nilo, como eje de vida y de comunicación, vertebra esta transformación silenciosa que convertirá un mundo de aldeas y clanes en un sistema político centralizado, preludio del esplendor faraónico. En estos siglos, Egipto comienza a pensarse a sí mismo no como un conjunto de comunidades aisladas, sino como una unidad potencial en proceso de formación.
Hacia el 4000 a. C., durante la fase final del Badariense, aparecieron en el Alto Egipto los primeros útiles de cobre nativo trabajados en frío. Pero la verdadera metalurgia no se desplegó hasta el final de la fase más antigua de Naqada (Naqada I o Amratiense), cuyo yacimiento epónimo está situada en el Alto Egipto, al sur de El-Badari y de cuyos momentos finales sería contemporánea. Los yacimientos relacionados con este grupo consisten en poblados hechos de barro, dedicados a la agricultura y la ganadería, con necrópolis de tumbas de inhumación colectivas y ajuares funerarios compuestos por paletas de pizarra, armas de sílex y figurillas antropomorfas de barro y marfil. (5).
Modelo realizado en arcilla de cuatro bueyes (El-Amra, 3500 a. C.). JMiall. CC BY-SA 3.0.

En el Bajo Egipto apareció la cultura de Maadi (4000-3200 a. C.), continuadora de Fayum A. Durante estos momentos apareció la metalurgia en el Delta, probablemente debido a la relativa proximidad del Oriente Próximo. También se produjo un mayor desarrollo y dependencia de la agricultura, comenzando a dominar las crecidas del río con diques y canales, lo que permitió un sedentarismo total y la fundación de pequeñas poblaciones, que desembocarían posteriormente en la creación de los nomos.
Este período se caracteriza por la amplia difusión de la cerámica (arcilla endurecida y cocida), muy pulida y de color opaco o pintada. Se han encontrado objetos decorativos realizados en cobre. Además de la cerámica las clases sociales superiores utilizaban vasijas de piedra pulimentada, ya que, a pesar del uso de metales, en Egipto se siguió utilizando siempre la piedra. En las tumbas de la época se encontró gran cantidad de estos objetos, además de lanzas y flechas, lo que hace suponer que existía la creencia de la vida después de la muerte, muy difundida más tarde. Aparte de los ritos funerarios había ritos agrarios, con el objetivo de obtener la fertilidad de los campos. Justamente en este período se elaboraron estatuillas similares a Hathor, la posterior diosa de la fertilidad y del matrimonio. Esta diosa está representada con cuerpo humano y cabeza y cuernos de vaca. Además del tradicional cultivo de comestibles, se introdujo el lino, con el que se confeccionaron vestimentas. Dentro de los periodos de la cultura egipcia se puede notar una gran uniformidad en el tratamiento diáfano de la arquitectura en cuanto al uso de la luz.
La cultura de Maadi: el Bajo Egipto y su apertura hacia el exterior
Maadi es una aldea con importantes restos arqueológicos de época predinástica, situada en Uadi el-Tih, a unos cinco kilómetros al sur de la ciudad de El Cairo (Egipto), en el Bajo Egipto; actualmente es un suburbio de la ciudad. Situación:
29°58′N 31°15′E Altitud: 26 metros.
De esta población recibe el nombre La cultura de Maadi, que se inició en el quinto milenio y perduró hasta bien avanzado el cuarto milenio.
La característica más destacada de la cultura de Maadi es el conocimiento de la metalurgia y el uso del cobre, pues sus habitantes controlaban el intenso comercio entre el Valle del Nilo y la península del Sinaí. Baumgartel sugiere: «La floreciente industria del cobre, originada por la primera explotación de las minas del Sinaí, bien podría haber sido la razón de la existencia de Maadi». Según Rizkana y Seeher: «fue una cultura de una marcada especialización artesanal enfocada a una actividad comercial». En Maadi se domestican los primeros burros, que pudieron ser los que transportaron las vasijas con aceite o grasa desde el sur de Canaán al Egipto prehistórico (Hoffman).
Se alimentaban de pescado, Lates Niloticus, del río Nilo; también cultivaban trigo, cebada, lentejas y guisantes.
La cultura de Maadi, también conocida como Maadi-Buto, representa una de las expresiones más notables del Predinástico Medio en el Bajo Egipto, desarrollándose entre aproximadamente el 4000 y el 3500 a. C. Su centro principal se localiza en las cercanías del actual El Cairo, en un emplazamiento estratégico situado en la margen oriental del delta del Nilo, lo que la convirtió en un punto clave para los intercambios entre el valle y las rutas hacia el Sinaí y el Levante mediterráneo. Esta cultura constituye un caso singular dentro del mosaico predinástico, al presentar rasgos materiales, sociales y económicos distintos de los desarrollados paralelamente en el Alto Egipto, lo que sugiere una evolución autónoma aunque no aislada.
A diferencia de las culturas meridionales como Badari o Naqada, que muestran una progresiva ritualización de la vida y una intensificación de la diferenciación social, Maadi se caracteriza por un modo de vida más sobrio, centrado en la funcionalidad económica y en el mantenimiento de redes de intercambio a larga distancia. Su economía se basaba en una agricultura avanzada, complementada por la ganadería, la caza y la pesca, aunque lo más relevante fue su temprana vinculación con el comercio. En Maadi se han hallado numerosos objetos de origen extranjero, como cerámicas del Levante, herramientas de cobre importadas y elementos exóticos que revelan un contacto fluido con otras culturas del Oriente Próximo. Esta apertura comercial anticipa el papel que el delta desempeñará más adelante como puerta de Egipto hacia Asia.
Desde el punto de vista material, la cultura de Maadi destaca por su cerámica lisa, de formas simples y colores oscuros, que contrasta con la decoración elaborada de las culturas de Naqada. Sus viviendas eran estructuras semisubterráneas u ovaladas construidas con materiales orgánicos, organizadas en asentamientos relativamente extensos que sugieren cierta estabilidad y una planificación rudimentaria. Las herramientas de piedra, las hojas de sílex y los objetos de cobre encontrados indican un nivel técnico avanzado, aunque sin alcanzar la riqueza simbólica que caracteriza al Alto Egipto predinástico.
En cuanto a lo funerario, los enterramientos de Maadi son sencillos, con cuerpos colocados en fosas poco profundas y apenas acompañados de ajuares. Esta sobriedad ha llevado a algunos investigadores a pensar que la cultura de Maadi carecía de una estructura jerárquica rígida o de una elite dominante claramente definida. Sin embargo, su importancia no debe medirse por la fastuosidad de sus tumbas, sino por su papel como puente cultural entre Egipto y Asia, y como testimonio de una forma distinta de gestionar la vida social y económica en el ámbito predinástico.
La cultura de Maadi ofrece así un contrapunto necesario para comprender la diversidad del Egipto anterior a la unificación. Mientras el sur avanza hacia la centralización del poder y la construcción de un imaginario simbólico que desembocará en el Estado faraónico, el norte desarrolla un modelo más comercial, más orientado al intercambio y a la adaptación pragmática a su entorno. Lejos de ser una cultura menor, Maadi encarna una forma distinta de civilización, una alternativa que convivió durante siglos con las culturas del Alto Egipto y que, aunque no prosperó en términos de continuidad política, dejó una huella profunda en el tejido económico y cultural del Egipto arcaico.
Viviendas
Habitaban en cabañas ovaladas, o abrigos con forma de herradura, construidos con postes clavados en la tierra, profundamente, para sustentar las paredes realizadas con entramado de cañas y ramas, recubiertas de barro. También habitaban en viviendas subterráneas oblongas, de tres por cinco metros y más de dos de profundidad, techo vegetal, y revestidas de esteras, conteniendo fogones y chimeneas. Tenían piedras de moler y vasijas para almacenamiento. Disponían de silos y graneros en las afueras del poblado. También tenían zonas para enterramientos. Esto es muestra de una sociedad avanzada, organizada y jerarquizada, cuya principal actividad fue el comercio.
Utensilios
La cerámica local es de color marrón-rojizo o negro, generalmente de forma globular, con fondo plano y cuello no muy estrecho, hecha a mano, sin ayuda de torno, aunque el borde pudo haber sido acabado con un torno lento (Midant-Reynes); es similar a la cerámica del Alto Egipto de la misma época.
Elaboraban vasijas de piedra, de caliza o basalto, con forma de copa semiesférica. Disponían de útiles líticos de sílex, láminas, buriles y raspadores; también útiles de láminas de bordes y nervios rectilíneos «láminas cananeas», procedentes de Palestina (Midant-Reynes); algunas sierras y mazas discoidales, y piezas bifaciales, como puntas de flecha y dagas.
Cronología
Se ha determinado una cronología con los datos estratigráficos de los cementerios de Maadi:
- Fase I: coetánea con la cultura Amratiense o Naqada I en el Alto Egipto, representada por el yacimiento de Maadi, la más antigua.
- Fase II: contemporánea del periodo Naqada IIab y Naqada IIcd.
- Fase III: coetánea de los últimos periodos Naqada II o Gerzeense, representada en el cementerio de Buto. La última fase.
En Buto se ha encontrado otro asentamiento similar (Th. Von der Way, 1980), y por los restos hallados se cree que hubo relaciones con la cultura de Uruk en Sumeria (Bower, 1992).
En Maadi se domestican los primeros burros. Pintura en una tumba egipcia. Ägyptischer Maler um 1430 v. Chr. – The Yorck Project (2002) 10.000 Meisterwerke der Malerei (DVD-ROM), distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH. Dominio público.

Naqada o Nagada es el nombre que recibe una cultura arqueológica de la época predinástica del Antiguo Egipto, que se data de ca. 4000 a 3000 a. C.
El nombre fue dado por Werner Kaiser y proviene de la ciudad de Naqada, situada en la ribera del Nilo, 25 kilómetros al norte de Tebas.
En Naqada, las primeras excavaciones fueron realizadas por Flinders Petrie, James Quibell del University College de Londres, y John Garstang de la Universidad de Liverpool. En éstas encontraron evidencias de una cultura que eclosionó hacia el 3800 a. C. y que tuvo una continuidad cultural durante prácticamente un milenio, llegando hasta Nubia (Hemamein).
Se divide en tres fases:
- Naqada I (Amratiense), 4000 – 3500 a. C.,
- Naqada II (Gerzeense), 3500 – 3200 a. C.,
- Naqada III (Semaniense), 3200 – 3000 a. C.
Inicialmente la cultura Naqada I fue denominada Amratiense por Flinders Petrie pero Werner Kaiser, en 1957, le dio el nombre de Naqada mientras Amratiense se aplicaba al periodo, para hacer más hincapié en el hecho de la continuidad cultural entre las tres fases de Naqada.
Naqada I (Amratiense): el primer impulso cultural del Alto Egipto
La cultura Naqada I, tradicionalmente conocida como cultura amratiense por el yacimiento de El-Amrah donde fue identificada por primera vez, representa un momento decisivo en la evolución del Egipto predinástico. Se desarrolla aproximadamente entre el 4000 y el 3500 a. C., y marca la transición desde las sociedades agrícolas locales de la cultura Badari hacia formas culturales más complejas y estructuradas. Su área de influencia principal se sitúa en el Alto Egipto, especialmente en torno a la ciudad de Naqada, al norte de Luxor, aunque sus rasgos materiales comienzan a difundirse paulatinamente hacia el sur y el norte del país.
Naqada I no surge de manera aislada, sino como resultado de un proceso de continuidad y desarrollo a partir de las experiencias previas de la cultura badariense. Sin embargo, introduce novedades significativas en todos los ámbitos: desde el arte y la cerámica hasta las prácticas funerarias y la organización territorial. La cerámica amratiense, de gran calidad técnica y estética, se caracteriza por formas elegantes de superficie roja pulida, con decoración pintada en tonos oscuros que representa motivos geométricos, vegetales y, en ocasiones, escenas de navegación fluvial. Esta producción artística revela no solo un dominio técnico avanzado, sino también una sensibilidad estética y simbólica en plena expansión.
En el ámbito funerario, la cultura Naqada I introduce tumbas más elaboradas, con ajuares que incluyen vasijas, herramientas de piedra y, en ocasiones, figuras humanas o animales modeladas en arcilla o marfil. Aunque no existe aún una jerarquía social plenamente definida, se observan diferencias en el tratamiento de los enterramientos, lo que sugiere un principio de diferenciación entre individuos o linajes. El cuerpo se deposita en posición fetal, a menudo orientado hacia el oeste, en una actitud que parece tener implicaciones rituales vinculadas con el renacimiento o el tránsito al más allá.
Desde el punto de vista económico, esta cultura mantiene una base agrícola sólida —centrada en el cultivo de cereales, la ganadería y la pesca—, pero amplía sus redes de intercambio a través del Nilo. Comienza a evidenciarse una mayor circulación de objetos y materias primas, como el cobre, el marfil y las piedras semipreciosas, que indican contactos tanto con regiones del Bajo Egipto como con Nubia y zonas exteriores como el Sinaí. Estas relaciones apuntan al surgimiento de una economía más dinámica, capaz de sostener el crecimiento de centros poblacionales y de alimentar una incipiente clase dirigente.
Naqada I inaugura, en definitiva, una nueva etapa en la historia del Alto Egipto: una fase de creatividad cultural, expansión territorial y consolidación de referentes simbólicos que no solo definen una identidad regional, sino que sientan las bases de lo que, en pocas generaciones, se convertirá en el imaginario del Egipto faraónico. Las comunidades amratienses ya no son simples aldeas agrícolas, sino núcleos sociales en transformación, donde el arte, la muerte, el comercio y el paisaje convergen en una experiencia cultural rica y en crecimiento continuo.
Naqada I, o Nagada I, fue la cultura del periodo predinástico de Egipto, llamada también Amratiense, que se extendió de Matmar, en el norte, hasta Uadi Kubbaniya al sur, teniendo su núcleo en el meandro de Qena. Está datada entre el 4000 y 3500 a. C.
En el Alto Egipto la aldea de El-Badari se convirtió en el núcleo de los grupos conocidos como badarienses (4400-3800 a. C.), a los que sucedieron los amratienses o de Naqada I, los gerzeenses o Naqada II (3500-3200 a. C.) y los gerzeenses tardíos, llamados semanienses o Naqada III (3200-3000 a. C.). De todos ellos han quedado testimonios: cerámica y objetos ornamentales, así como herramientas para la caza, pesca y agricultura, aunque ésta estaba menos avanzada que en el Delta.
El nombre de Naqada I, le fue asignado por Werner Kaiser en 1957, para reforzar la idea de continuidad con los periodos siguientes: Naqada II y Naqada III. Naqada era una pequeña población que se llamaba en egipcio antiguo Nubt (Dorada), aunque cada una de las culturas existentes conformó un núcleo independiente.
Hacia 4000 a. C. la cultura Badariense, se desarrolló por un tiempo en paralelo y luego dándole paso a la cultura Amratiense, después llamada Nagada I. El cambio se caracteriza por la estratificación social, artesanía mejorada y nuevas formas artísticas, y su expansión más al sur. Las tumbas se hicieron más grandes junto con otras pequeñas y sencillas; los asentamientos se hicieron permanentes.
Por sus características se divide en los estadios de Naqada Ia, Naqada Ib, Naqada Ic, y hasta un Naqada Id (más discutible), que algunos sitúan en realidad dentro del período Naqada IIa. Durante los periodos Ia, Ib, y Ic se incrementa progresivamente la estratificación social, pero desde Ic se detiene.
Primeras entidades políticas
La formación de entidades políticas comenzó en Nagada I. Nagada y otras ciudades evolucionaron hacia poderes locales que fueron los primeros organizados de Egipto. Quizás la necesidad de colaboración en la explotación agrícola y la importación de materiales, hizo necesaria la aparición de líderes. Se estima que acaeció una evolución similar, por la misma época, en la cultura Maadi-Buto, en la zona del delta del Nilo.
Cuenco de cerámica roja con decoración blanca. Museo Egipcio de la Universidad de Leipzig. Einsamer Schütze – Trabajo propio. CC BY-SA 3.0.

Actividad económica Naquada
La alimentación era fundamentalmente pescado y otros animales como gacelas; también comían cereales: cebada, guisantes y otras variedades.
Se han detectado importaciones de Siria, Canaán, Nubia y Mesopotamia; aparece incluso lapislázuli de Afganistán.
ArtesaníaLa piedra era mejor trabajada y eran frecuentes las bifaciales. Aparecieron también elementos decorativos; se han encontrado figurillas de cerámica, hueso y marfil. Su fósil director son los utensilios de cerámica roja con decoraciones blancas. A la cerámica le siguió la pintura en rojo pero con dibujos lineales o geométricos; es también de esta época la aparición de cucharas, peines y agujas, pero casi ningún indicio de metales.
De este periodo sólo se han encontrado objetos de metal en El-Hammamiya y Jattara. En Hieracómpolis se encontró un horno y una estructura rectangular, que parece indicar edificios permanentes y mejor construidos que una simple choza, para población sedentaria.
También se han encontrado paletas romboidales de pizarra y cabezas de maza de piedra.
Vasijas de cerámica de Nagada I. Einsamer Schütze – Trabajo propio. CC BY-SA 3.0.

Tumbas naqada
Las tumbas se conformaron como agujeros ovalados, con el difunto enterrado en posición contraída, la cabeza orientada al oeste (tal vez ya se creyese que donde el sol se ponía,se encontraba el reino de los muertos), y el cuerpo apoyado sobre su costado izquierdo. Bajo el cuerpo, a menudo, se extendía una estera, y bajo la cabeza un fragmento de tela o piel. Este tipo de prácticas funerarias, constatadas en otras necrópolis amratienses, nos indican una posible creencia en la resurrección asociada con el culto solar (Martí P. Coronado, en Revista Más Allá de la Ciencia, n.º 336, marzo de 2017).
Personas y animales aparecen enterrados juntos en Mahasna, Abadiya, Al-Amra, Gebelein e Hieracómpolis; en Al-Amra, algunas tumbas están acompañadas de cornamentas.
En las necrópolis se aprecia una diferencia social en los enterramientos. Se han encontrado muchos tipos de cementerios: en el N y el B hay más de 112 tumbas. Al final del periodo, la estratificación social se aprecia en el cementerio T, con pocas pero ricas tumbas que debieron corresponder a la élite. En Abadiya se encontró una tumba (B101) con mucha cerámica, la pintura de un antílope, seis esferas de arcilla blanqueada, una estatuilla de hipopótamo, pulseras y tres dientes de hipopótamo.
Estatuilla femenina en hueso, con ojos de lapislázuli. Jon Bodsworth. Fuente: este enlace. Copyrighted free use.

Yacimientos Naqada
Entre las aldeas excavadas está la de Hemmamiya, que es típica, con nueve estructuras circulares hundidas parcialmente bajo tierra, con restos de haber sido un hogar y otras zonas de almacén.
Hieracómpolis (Nejen) aparece también en el periodo de Naqada I, pero fue más importante en los periodos siguientes, y se estima que estaba bien situada para el comercio con Nubia y próxima al desierto oriental.
Abidos, que será importante en el período Naqada III y posteriormente por el culto al dios Osiris, conserva un cementerio del periodo Naqada I con signos de estratificación social. La tumba U-502, del final del período, es de un niño prematuro, con mucha cerámica, ocho figuras femeninas y tres masculinas, que se atribuyen al establecimiento del sistema hereditario.
Ägyptisches Museum (Egyptian Museum), Berlin. Einsamer Schütze – Own work. CC BY-SA 3.0.

Figurilla de la cultura Naqada, Museo del Louvre. Jastrow y un autor más. Dominio público.

Jarras de basalto de Egipto en forma de cerámica de Maadi, Naqada I y Naqada II, Museo Británico. Anthony Huan. Enlace flikr.


Perro del periodo Naqada I de piedra. Louvre. Aoineko y un autor más. CC BY-SA 1.0.

Naqada II
Naqada II, o Nagada II, es la cultura del periodo predinástico egipcio, conocida también como Gerzeense o Gerzense (nombre proveniente de la localidad de Gerza, o Al-Gerzeh, en la región de El Fayum) que se desarrolla de c. 3500 hasta c. 3400 a. C.
Naqada II (Gerzeense): la expansión del simbolismo y la consolidación del poder
La cultura Naqada II, también llamada Gerzeense por el yacimiento de Gerzeh, representa una fase de gran dinamismo dentro del proceso predinástico egipcio. Su desarrollo se sitúa entre aproximadamente el 3500 y el 3200 a. C., y marca un salto cualitativo en todos los aspectos fundamentales de la vida material, simbólica y política del Alto Egipto. Es la continuación directa del mundo amratiense, pero con una evidente aceleración hacia formas más complejas de organización social y una clara tendencia hacia la centralización del poder.
Durante este periodo, las comunidades del Alto Egipto no solo incrementan su densidad poblacional, sino que también comienzan a dominar territorialmente áreas cada vez más amplias. Se observan signos evidentes de jerarquización social, con cementerios en los que algunas tumbas sobresalen en tamaño, riqueza y sofisticación, reflejo de una elite emergente que ya ejerce autoridad sobre el resto del grupo. Los ajuares funerarios se enriquecen notablemente, incorporando objetos de cobre, marfil, piedras exóticas y cerámicas finamente decoradas, lo que indica una clara acumulación de prestigio y poder simbólico.
La cerámica gerzeense constituye uno de los logros artísticos más representativos del período. Aparecen motivos pintados de gran riqueza narrativa, como barcos con tripulación, figuras humanas y animales, escenas de caza, danza o procesiones rituales. Este repertorio revela una cosmovisión cada vez más estructurada, en la que la navegación fluvial, los símbolos animales y los elementos naturales desempeñan un papel central. El Nilo, no solo como vía de comunicación, sino como eje cósmico y espiritual, empieza a ocupar un lugar privilegiado en la imaginación colectiva.
Desde el punto de vista técnico y económico, Naqada II da muestras de un avance considerable. Se generaliza el uso del cobre, tanto en herramientas como en adornos, y se amplían las rutas comerciales con regiones lejanas: Nubia hacia el sur, el Sinaí hacia el este y el Levante mediterráneo hacia el norte. Egipto, todavía sin un Estado unificado, se muestra ya como un país con conciencia territorial, en el que ciertos centros —como Hieracómpolis, Abidos o Naqada— comienzan a destacarse como núcleos de poder político, militar y religioso.
Uno de los aspectos más notables de esta fase es el desarrollo de una iconografía del poder. Las figuras de animales dominantes como el halcón, el león o el hipopótamo, junto con emblemas humanos que portan mazas o cetros, anticipan la futura iconografía faraónica. Estos símbolos no son aún escritura formal, pero forman un sistema visual cargado de sentido, capaz de transmitir ideas de autoridad, protección, dominio y orden cósmico.
En definitiva, Naqada II es la antesala inmediata del Estado egipcio. A través de sus manifestaciones artísticas, su expansión comercial, su diferenciación social y su creciente simbolismo político, esta cultura prepara el terreno para la centralización que culminará con la unificación de Egipto pocas generaciones después. En ella se gesta la idea de un poder único, de un territorio sagrado y de una identidad común que muy pronto encontrará su expresión definitiva en la figura del faraón y en la institucionalización del Estado dinástico.
Fases
Se divide, siguiendo a Werner Kaiser, en los estadios Naqada IIa, Naqada IIb, Naqada IIc y Naqada IId. Deriva del Naqada I o Amratiense y se encuentran en la misma área, principalmente en el Alto Egipto.
En los estadios IIa y IIb se incrementa la población, aparecen nuevas técnicas, surge la especialización y se mejora la estructura social y la calidad de los elementos, sean de piedra, marfil o cerámica. El entierro todavía es parecido a los de Naqada I.
En los estadios IIc y IId la cultura se expande, sobre todo hacia el Bajo Egipto, donde provoca la desaparición de la cultura Maadi. Los asentamientos de Buto, Sedment, Harageh, Abusir el Maleq y Minshat Abu Omar dejan de tener elementos de esta cultura y, o bien desaparecen o son sustituidos por elementos de Naqada II. Las teorías modernas sugieren que la cultura Maadi, dentro de su propia evolución, podría haber llegado a un grado similar a la de Naqada, sin precisar una influencia directa, aunque los contactos están acreditados.
Vasija de terracota con forma de ave (Naqada II). Louvre. Guillaume Blanchard, July 2004, Fujifilm S6900. Vasija con forma de ave. Material: Terracota. Epoca: Naqada II.

Vasija cerámica: Naqada II. Museo del Louvre. Aoineko y un autor más – Trabajo propio. CC BY-SA 1.0.

Ciudades Estado en Naqada II
En este periodo se establecieron verdaderas ciudades Estado, si bien algunos lugares conservaron su independencia como entidades políticas menores. De las excavaciones, los expertos deducen que Nubt (Naqada) fue sobrepasada en poder por Hieracómpolis. El mito dinástico de la lucha entre los dioses Seth (que fue el dios de Naqada) y Horus (el dios de Hieracómpolis) podría indicar este hecho. El proceso parece que fue general y las comunidades más ricas y poderosas se impusieron, por voluntad o por conquista, a las pequeñas. Las causas más probables, a veces una mezcla de estas, podrían ser la actividad militar, las migraciones de población desde el desierto oriental, las nuevas rutas de intercambio comercial con Asia, el compartir recursos, los matrimonios entre familias dirigentes y otros. No se descarta que algunos estados menores de hecho continuaran existiendo pero dependientes de un estado mayor, y que fuesen el origen de los futuros nomos.
Vasija de andesita: Naqada II, ~30 cm, Field Museum. User:Madman2001 – Camera. CC BY-SA 3.0.

La sociedad en Naqada II
La sociedad se desarrolló con expresiones artísticas e ideas más complejas. Aparecen los signos precursores de los jeroglíficos. La tumba 100 en Hieracómpolis, de un jefe, muy rica en comparación con las anteriores, muestra la estratificación social. De este período es el primer templo, también en Hieracómpolis, que demuestra el establecimiento de ideas religiosas.
Actividad económicaLa economía continúa siendo agrícola y ganadera, con incremento del comercio. Algunos animales fueron domesticados como las ovejas, las cabras, los cerdos y los perros. Ya se irrigaba mediante medios naturales en este período, con las crecidas del Nilo de agosto y septiembre.
La expansión de Naqada II llegó también al Sinaí y al sur de Palestina (Ain Besor, Tell Erani, Azor). Las influencias externas vienen de Uruk, Jamdat Nasr, Tell Judeidayh, Biblos y Megiddo. El lapislázuli, procedente de Mesopotamia, aparece muy a menudo en Naqada II. Es en este periodo cuando se establecen las primeras relaciones comerciales con los pueblos de Nubia.
Vasija cerámica: Naqada II. British Museum. Aoineko y un autor más – Trabajo propio. CC BY-SA 1.0.

Artesanía Naqada II
La cerámica cambia de estilo con nuevas decoraciones figurativas y esquemáticas, definitorias de esta época, ornamento que no volverá a practicarse a lo largo de toda la historia del Antiguo Egipto.
El trabajo en piedra se mejora; surgen joyas de oro y plata; figuras femeninas, amuletos, más productos de importación (Canaán, Mesopotamia) y desaparecen los rasgos similares a la cultura de Maadi (en el estadio IIc).
Enterramientos
Se caracteriza por una evolución de las prácticas funerarias, con menos entierros, poca variación en sus tipos y formas de sepulcros, incremento de los ricos entierros en tamaño y diseño, prácticamente exclusivos para una sola persona, pero hay entierros múltiples más numerosos que en Naqada I; aparece el ataúd ajustado al cuerpo y a los elementos que lo acompañan; se encuentran algunos cuchillos con los difuntos. Los cementerios continúan siendo en el suelo, y los de los ricos separados de los otros.
Enterramiento: réplica del British Museum. CC BY-SA 2.5– Ismoon, Locutus Borg, Nina-no.

Yacimientos Naqada II
En el Bajo Egipto la principal excavación es Algara, en la región al este de El-Fayum, que corresponde al Naqada IIc y IId y que dio el nombre inicial a Naqada II en las exploraciones de Flinders Petrie. Contiene 288 tumbas de las cuales 249 están íntegras. También es importante Tell el Farain (Buto), que conserva rasgos de su identidad anterior a Naqada II que persistirán hasta el Naqada III.
El lugar de Harageh al sudeste de El Lahun, fue excavado antes de la Primera Guerra Mundial y se encontraron bastantes tumbas del IIc y IId. En Tura, que fue un pequeño establecimiento en la orilla este del río, a nueve km al sur de El Cairo y a dos kilómetros de Maadi, también se encontró un cementerio, con indicios de la cultura Naqada II pero la cerámica todavía es del tipo de Maadi. En el Delta, en el lugar de Kafr Hassan Dawood, recientemente excavado, se han encontrado tumbas del IIc y IId, cuarenta de ellas de personajes posiblemente importantes.
En todo el Bajo Egipto se percibe, más o menos claramente, la transformación de la cultura de Maadi por la cultura Naqadiana.
Principales lugares de la cultura Naqada II en el Alto Egipto:
- Mahansa
- Nubt (Naqada)
- Nejen (Hieracómpolis)
- Abedyu (Abidos)
- Abu (Elefantina)
Principales lugares de la cultura Naqada II en el Bajo Egipto:
Merimde
El Omari
Maadi
Per Uadyet (Buto) Tell el-Farain
Sau (Sais)
Minshat Abu Omar
Kafr Hassan Dawood
Tell el-Farkha
Gerzeh
Abusir el-Maleq
Harageh
Tura
Paleta ceremonial de época protodinástica. Louvre. Aoineko y un autor más – Trabajo propio. CC BY-SA 1.0. Ver mayor tamaño.

Referencias Naqada
- Midant-Reynes, 2000, p. 77.
- Petrie / Wainwright / Mackay: El Laberinto, Gerzeh y Mazghuneh , Escuela Británica de Arqueología en Egipto XXI. Londres 1912
Bibliografía
- Midant-Reynes, Béatrix (2000). «El período Nagada (c. 4000-3200 a. C.)». En Shaw, Ian, ed. Historia Oxford del Antiguo Egipto. La Esfera de los Libros, S.L. (publicado el 2007).
Naqada III
La cultura Naqada III, o Nagada III, antes conocida como Semaniense, es una cultura de la Edad de Cobre perteneciente al periodo predinástico de Egipto que sigue a la fase Naqada II y se data entre 3300 y 3050 a. C. Con él acaba la cultura Naqadiana.
- Shaw, Ian, ed. (2000). The Oxford History of Ancient Egypt. Oxford University Press. p. 479. ISBN 0-19-815034-2.
- Natale Barca, Prima delle Piramidi, pag. 91.
Paleta. Museo del Louvre. Rama y un autor más – Trabajo propio. CC BY-SA 3.0 fr.

La cultura Naqada surgió a principios del cuarto milenio a. C. en el Alto Egipto y se extendió hacia el norte hasta el Bajo Egipto en el transcurso de 1500 años. Se divide en tres periodos, que finalmente desembocan en el Periodo Dinástico Temprano de Egipto. Estas secciones ilustran el constante cambio social y tecnológico hacia una mayor complejidad que finalmente condujo a la fundación del Estado egipcio. La cultura Naqada suele contraponerse a la coexistente cultura subegipcia, que tradicionalmente se consideraba cultural y tecnológicamente inferior y acabó fusionándose con ella.
Nagada III es la fase final de la cultura Nagada, aproximadamente entre el 3200 a. C. y el 3000 a. C. El período se denomina cada vez más dinastía X, ya que en esta época ya existía una organización estatal similar al Egipto dinástico, pero la egiptología tradicional comienza la historia del estado egipcio con la era de la I dinastía. Nagada III cubre todo Egipto y bastantes elementos muestran el espíritu de innovación:
- primeros recuerdos escritos
- primeras narrativas pictográficas sobre paletas
- primer uso regular de serej
- primeros cementerios reales conocidos
primeros rastros de riegoEl periodo Naqada III se refiere a la cultura arqueológica del periodo protodinástico de la llamada Dinastía 0 y del Dinástico Temprano de la Primera y Segunda dinastías. Para entonces, ya existía un sistema de estado a gran escala y altamente centralizado, que abarcaba grandes partes del Alto y Bajo Egipto, aunque seguían surgiendo conflictos con las élites locales por la restauración de la anterior organización descentralizada o la asunción del poder en el estado central. El primitivo estado egipcio antiguo consolidó su poder internamente y se expandió más hacia el norte, hacia el Levante meridional hasta el río Yarkon. El desarrollo de una ideología real es evidente en la creciente monopolización de ciertos objetos simbólicos por parte de la élite gobernante, como las clavas con cabezas de piedra y las paletas de maquillaje, que anteriormente también se habían utilizado como símbolos comunitarios y para prácticas rituales domésticas. En el entorno de esta élite surgió la Alta Cultura egipcia antigua, mientras que la desigualdad social cada vez mayor se describe como una «evolución de la simplicidad» y un «vaciamiento simbólico» del resto de la población. En la tumba protodinástica U- de Abidos se encuentran por primera vez jeroglíficos.
Los objetos de la cultura Naqada III se encontraron especialmente en las tumbas ricamente decoradas de los alrededores de Abydos, mientras que las tumbas de otras partes de Egipto muestran una clara «simplificación» y disminución de la decoración. En el Bajo Egipto destaca un «centro cúltico-administrativo» en Tell el-Farcha. Numerosos objetos egipcios en la Baja Nubia y el Levante meridional apuntan a una expansión de la cultura Naqada más allá de las fronteras de Egipto; destaca una fortaleza egipcia de adobe excavada en Tell es-Sakan al sur de la actual Gaza. El período Naqada III mostró una homogeneidad cada vez mayor de la cerámica, con la cerámica de tapa negra finalmente desapareciendo y siendo reemplazada por otros estilos de cerámica hecha por especialistas. Los objetos asociados a la ideología real muestran primero criaturas sobrenaturales como leopardos con cuello de serpiente y grifos alados.,
- Shaw, Ian, ed. (2000). The Oxford History of Ancient Egypt. Oxford University Press. p. 479. ISBN 0-19-815034-2.
- Natale Barca, Prima delle Piramidi, pag. 91.
- Agnieszka Mączyńska (2015). Bajo y Alto Egipto en el cuarto milenio a.C.. El desarrollo de la especialización artesanal y la organización social de las culturas del Bajo Egipto y Naqada – Estudios de Arqueología Africana , vol 14. p. 66 f.
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- Agnieszka Mączyńska (2017). «¿Quiénes son los naqadanes? Algunas observaciones sobre el uso y significado del término Naqadans en la arqueología egipcia predinástica». Current Research in Egyptology 2016: 44.
- A. Stevenson, El Predinástico egipcio y la formación del Estado. 2016, pp. 443, 449.
- B. Anđelković: Models of State Formation in Predynastic Egypt. 2006, p. 29 y ss.
- A. Stevenson: El Predinástico egipcio y la formación del Estado. 2016, p. 444.
- Christiana Köhler: El surgimiento del Estado egipcio. En: Emily Teeter: Antes de las pirámides: los orígenes de la civilización egipcia (= Oriental Institute Museum publications. Volumen 33). Oriental Institute of the University of Chicago, Chicago 2011, ISBN 978-1-88592-382-0.
Naqada III (Semainiense): el umbral de la historia y la gestación del Estado faraónico
La cultura Naqada III, conocida también como fase Semainiense o protodinástica, se desarrolla entre aproximadamente el 3200 y el 3050 a. C., y constituye la culminación del proceso predinástico egipcio. Se trata de una etapa decisiva, en la que los elementos culturales, simbólicos, políticos y económicos que habían venido gestándose durante siglos alcanzan un grado de madurez tal que permiten la aparición del primer Estado centralizado del valle del Nilo. Con ella, Egipto entra en la historia propiamente dicha, al emerger no solo un sistema de poder unificado, sino también los primeros testimonios de escritura y una administración organizada.
A diferencia de las fases anteriores, donde predominaba la diversidad regional y una relativa autonomía entre culturas locales, en Naqada III se observa una clara tendencia hacia la concentración del poder en unos pocos centros dominantes, entre los cuales destacan Hieracómpolis, Abidos y Naqada. En estos lugares se encuentran tumbas monumentales, edificios ceremoniales y evidencias de una elite gobernante que no solo detenta el poder político, sino que empieza a asociarse con lo sagrado. Esta elite, cada vez más diferenciada del resto de la población, se apoya en el uso de símbolos, emblemas y prácticas rituales que anticipan con claridad el imaginario faraónico.
Uno de los avances más significativos de este periodo es la aparición de las primeras formas de escritura jeroglífica. Aunque en estado incipiente, los signos utilizados en sellos, etiquetas de cerámica y objetos rituales revelan una clara intención de registrar nombres, títulos y funciones administrativas. Este lenguaje visual, basado en signos convencionales, surge vinculado a la necesidad de gestionar bienes, personas y territorios, lo que indica un grado de centralización política y económica sin precedentes.
En Naqada III también se consolida una iconografía del poder real que será característica de los faraones: figuras humanas con corona, armas ceremoniales, animales dominantes como el halcón (símbolo del dios Horus) o escenas de sometimiento de enemigos, como se aprecia en la célebre Paleta de Narmer, una pieza clave de este periodo. Esta paleta, hallada en Hieracómpolis, muestra de forma simbólica la victoria del Alto Egipto sobre el Bajo Egipto, y representa uno de los primeros documentos históricos de la humanidad.
Los contactos exteriores también se intensifican. Egipto establece vínculos con Nubia, el Sinaí y las culturas del Levante mediterráneo, lo que se refleja en el comercio de materias primas como el oro, el incienso, el cobre y la obsidiana. Estos intercambios no solo enriquecen la economía local, sino que amplían el horizonte cultural del país, que comienza a percibirse a sí mismo como una entidad territorial y espiritual coherente.
Naqada III es, en resumen, una fase de consolidación y transición. Bajo una apariencia todavía arcaica, se ocultan ya los elementos estructurales del Egipto faraónico: la figura del monarca, el sistema de clases, la religión estatal, la administración centralizada y el lenguaje simbólico de la autoridad. Este periodo marca el fin del Egipto prehistórico y da paso al Egipto dinástico con la figura de Narmer, quien, según la tradición y los testimonios arqueológicos, logra la unificación del Alto y el Bajo Egipto hacia el 3100 a. C., abriendo así el camino al esplendor del Imperio.
Fases Naqada III
Se subdivide en cuatro estadios: Naqada IIIa 3300-3250 a. C, Naqada IIIb 3250-3200 a. C., Naqada IIIc 3200-3150 a. C. y Naqada IIId 3150-3050 a. C., estos últimos coetáneos con el periodo protodinástico de Egipto. En este último período comenzó el proceso de formación del estado unificado, puede que ya iniciado en el Naqada II. Los reyes de este período se han agrupado a efectos cronológicos en la denominada dinastía 0. De Nejen la hegemonía pasó a Tinis (Abidos) pero se mantuvieron los estados locales o regionales, posible origen de los futuros 42 nomos (16 nomos del Alto Egipto y 10 del Bajo Egipto son anteriores a la tercera dinastía).
Características generales
Las características de este período fueron: los primeros jeroglíficos, la invención de la navegación a vela (independiente de la que tuvo lugar en el Golfo Pérsico, 2000 años antes), las primeras narraciones gráficas en paletas, el uso continuado de serejs a modo de sellos distintivos de cada soberano, los primeros auténticos cementerios reales y seguramente las primeras obras de irrigación. Los primeros soberanos poderosos son de esta época. Usan los serejs que identifican al rey y a su territorio. La cultura egipcia se extiende hacia Nubia.
Hegemonía del Alto Egipto
La hegemonía regional en el Alto Egipto se desplaza de Nejen hacia Tinis (Abidos), con algún otro estado importante como El Kab. En cambio Nubt (Naqada) casi no tiene presencia y las tumbas encontradas en la ciudad son pobres, sea por falta de poder político o económico (los expertos consideran probable que hubiera sido absorbida por Nejen o por Abidos). Otros posibles estados de la época podrían situarse en Tinis y Abadiya (Alto Egipto), Maadi, Buto y Sais (Bajo Egipto), y Qustul en Nubia.
La influencia del Alto Egipto se extiende hacia a Maadi (que desaparecerá avanzado el Naqada III) y hacia Buto, en el Delta. Es durante este período que se fundó, o se hizo mayor Menfis, que se convirtió en capital. Hacia el 3050 a. C. en que podría situarse el reinado de Narmer, el primer faraón que se supone que gobernó sobre el Alto y Bajo Egipto, hasta el final del período, hacia el 3000 a. C. o un poco más tarde, se consolidó la unión de las dos tierras y se inició el llamado Periodo tinita, y la primera dinastía, en el estadio Naqada IIId.
- VerKinnaer, Jacques. «Early Dynastic Period». The Ancient Egypt Site. Consultado el 4 de abril de 2012.
La unificación
La unificación se hizo, según algunas evidencias como la paleta de Narmer y la Paleta de Tehenu, mediante actividad militar, aunque debía ser ínfima pues no hay evidencias arqueológicas; parecería entonces que los reyes de Abidos sólo recogieron una fruta madura, preparada ya para la unificación que se dio mediante un proceso económico, cultural y social prolongado en el tiempo (seguramente iniciado antes del 3300 a. C.), al que podrían no ser ajenas las alianzas (familiares o no) y la falta de poder y liderazgo de muchos pequeños estados frente a la fuerza política, económica y militar de un poder territorialmente extenso, numéricamente fuerte, socialmente cohesionado, culturalmente dominante y económicamente rico. Las resistencias podrían haber surgido en lugares puntuales o de pueblos culturalmente diferentes como el libio. Desde el establecimiento de Menfis como capital, fue el centro administrativo del estado.
Paleta de Narmer, reproducción del Museo Real de Ontario. Autor foto. Captmondo. Dominio público.

Actividad comercial Naqada III
La desaparición de Maadi, que fue despoblada, piensan los expertos que tendría causas económicas más que políticas: la capital se desplazó un poco al sur, hacia Menfis y el centro del comercio, con Canaán, se desplazó a otro sitio (el motivo podría ser la unificación y la nueva administración, que se debía establecer más cercana a Palestina y allí donde los intereses de los nuevos soberanos eran mejor satisfechos) y los ricos y comerciantes se resituaron llevando la ciudad a la decadencia y finalmente al abandono. En todo el Naqada III se aprecia un constante incremento del comercio y la presencia egipcia en Canaán, con una posible sede administrativa en Tell es-Sakan o en Besor. El comercio se expande hacia el sur, a Nubia, y hacia al nordeste, a Canaán y Mesopotamia, con productos como cobre, madera, obsidiana, plata, lapislázuli y otros.
Mango de cuchillo decorado. Naqada III. Museo del Louvre. Calame y un autor más. CC BY-SA 3.0.

Actividad cultural Naqada III
En los aspectos culturales, la cerámica decorada disminuye pero aparecen otras manifestaciones artísticas. Los jeroglíficos que ya habían aparecido en Naqada II en forma de signos, evolucionan durante el período. La influencia mesopotámica no está establecida.
Religión
Los dioses más importantes de la época fueron Horus (dios celeste y sanador, considerado iniciador de la civilización egipcia), Seth (deidad brutal, señor del mal y las tinieblas), Nejbet (diosa protectora, en los nacimientos y en las guerras), Min (dios lunar, de la fertilidad y la vegetación), Hathor (divinidad cósmica, diosa del amor, de la alegría) y Bat (diosa celeste, asociada a la fertilidad).
Relaciones políticas
El origen de los gobernantes de la Dinastía 0, cómo llegaron al poder y cómo se unió todo el bajo Nilo a la vuelta de las dinastías 0-I (la I.23 Es cierto que la cultura Maadi dejó de existir en torno a los subperíodos Nagada IIc-d, siendo reemplazadas todas las culturas localizadas del Bajo Egipto por la Nagada III alrededor del 3200 a. C.. Al final del período, entre Nagada III y la Dinastía I, la periódica desaparición y posterior repoblación de asentamientos en el norte de Egipto puede haber sido el resultado de las luchas que acompañaron a la unificación. Los gobernantes de la Dinastía 0 muestran muchos de los motivos familiares de Nubia, por lo que es posible que fueran de origen nubio o que conquistaran Nubia.
Los grafiti hallados en las canteras de Vadi l-Hammat, en el desierto al este de Tebas y los dibujos en las paredes rocosas de Gebel Sheikh Suleiman ya describen las batallas del primitivo reino del Alto Egipto. Esto se anticipó a las inscripciones nubias y palestinas de Jezer. El Estado ya era militarmente poderoso en esta época, y trataba de consolidar su influencia en todas las franjas posibles.
Statuette fragment, male possibly, CC0.

Enterramientos Naqada III
El cementerio real siguió en Abidos hoy conocido como Umm el-Kaab. Aquí, durante Nagada II, había un gran cementerio público, y al final del período, la U-j, cuyo propietario fue nombrado rey Escorpión debido a las numerosas representaciones de escorpiones (aunque a menudo se hace referencia a él como Uj por la pronunciación inglesa de U-j). Varios reyes que se puede demostrar que gobernaron realmente fueron enterrados en las inmediaciones de la tumba marcada como U-j. Les siguen sucesivamente los reyes de la I Dinastía, cuyas tumbas muestran un desarrollo ininterrumpido. El cementerio de Nagada está completamente empobrecido. El cementerio de Nehen también ha sido abandonado en su mayor parte, pero un poco más adelante, a dos kilómetros y medio de Nehen, se han descubierto grandes tumbas pertenecientes a Nagada III. Son considerablemente más pequeñas en superficie que las tumbas del cementerio de Abudos, pero más grandes que las de los plebeyos. Por lo tanto, podrían ser las tumbas de la élite gobernante local.
El cementerio de los altos funcionarios se estableció en Saqqara. El cementerio secundario debió ser Helwan. Tarjan debió ser un cementerio de dignatarios de segundo nivel. Dentro de los cementerios se incrementa el número de tumbas de personajes importantes y se establecen algunas sólo para la clase dirigente, entre ellos el cementerio real de Abidos con tumbas mucho más ricas y arquitectónicamente más complejas; esto pone en evidencia una diferenciación social muy notable.
La colocación de las tumbas de los gobernantes protodinásticos, con su perímetro separado del resto del círculo funerario, ilustra la característica de los cementerios de Nagada III, diferenciados por estatus social y de riqueza. No hay indicios de ello en los cementerios del Bajo Egipto del mismo periodo. En el ajuar funerario hay verdaderos símbolos de estatus.
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Naqada III.
- Nagada III, en dearqueologia.com
3. El Periodo Protodinástico de Egipto (situado generalmente entre los años 3300 y 3150 a. C.): : el tiempo de los reyes sin nombre
El denominado período protodinástico egipcio, también conocido como dinastía 0 o periodo arcaico inicial, abarca el tramo final del proceso predinástico y sirve de puente entre las jefaturas tribales y el Estado plenamente constituido del Egipto faraónico. Su cronología suele situarse entre aproximadamente el 3300 y el 3150 a. C., aunque las fronteras temporales son, como en todo periodo de transición, difusas y matizadas. En estos siglos finales antes de la Primera Dinastía, el Alto Egipto se organiza en torno a unos pocos centros de poder regional con una autoridad cada vez más centralizada, mientras que el Bajo Egipto comienza a ser asimilado progresivamente bajo la hegemonía del sur.
Durante esta etapa, figuras semilegendarias o parcialmente documentadas, conocidas a veces solo por su nombre o símbolo grabado en cerámica o marfil, ocupan el poder en regiones como Abidos y Hieracómpolis. Estos jefes o protofaraones —como Escorpión, Ka o Iry-Hor— no han dejado grandes relatos escritos, pero sus tumbas monumentales, sus sellos y sus inscripciones incipientes dan testimonio de un creciente aparato administrativo, de una economía dirigida y de una fuerte ideología de la autoridad. Aunque no existe aún una historia unificada de Egipto, se vislumbra con claridad el surgimiento de una identidad nacional germinal, sostenida por la simbología real, los rituales funerarios y el dominio progresivo del territorio.
En este periodo también se intensifica la evolución del sistema de escritura. Aún rudimentaria y limitada a usos administrativos o de propiedad, la protoescritura egipcia empieza a adquirir una función política: marcar la posesión, registrar nombres de soberanos, designar funciones, y proyectar la imagen del gobernante como figura ordenadora del mundo. Esta dimensión gráfica, que complementa la iconografía del poder —con escenas de victoria, caza o dominación—, refuerza la presencia simbólica del gobernante más allá de su vida física.
Desde el punto de vista material, el período protodinástico es testigo de una aceleración en la monumentalidad. Las tumbas reales de Abidos, especialmente en la necrópolis de Umm el-Qaab, muestran una arquitectura más compleja, con cámaras múltiples y disposición jerárquica del espacio funerario. Este auge funerario no se limita a la ostentación, sino que pone de manifiesto una visión profundamente religiosa del poder, donde la muerte del gobernante se convierte en tránsito hacia otra forma de existencia, preludio de la ideología faraónica de la eternidad.
El protodinástico no es aún el Egipto clásico, pero lo prefigura en cada uno de sus rasgos: en el uso del símbolo, en la administración del espacio, en el principio de legitimidad hereditaria y en la idea de un poder que no es simplemente terrenal, sino cosmológico. En este breve pero decisivo periodo, Egipto deja de ser un conjunto de culturas regionales para convertirse en un proyecto unificado, dirigido por una figura que ya no es solo un jefe tribal, sino un rey. En ese contexto aparece Narmer, el soberano que pondrá fin al periodo protodinástico y abrirá la Primera Dinastía, marcando el verdadero inicio del Egipto faraónico.
Es considerado la fase final del periodo predinástico. Es conocido también como Dinastía 0 o periodo predinástico tardío. Culturalmente, se corresponde con el periodo denominado Naqada III.
La Dinastía 0
La Dinastía 0 de gobernantes egipcios fue durante muchos años desestimada por los egiptólogos, siendo sólo reconocida a partir de las excavaciones de Émile Amélineau y Flinders Petrie en el cementerio de Umm el-Qaab (Abidos), entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, y también por las excavaciones de James Edward Quibell en Nejen (Hieracómpolis).
Está asociada al final de la época predinástica, también denominada periodo de Naqada III. En ella se incluyen varios gobernantes que reinaron en el Alto Egipto entre el 3300 y el 3200 a. C.: Horus Ro o Iry-Hor (c. 3300 – 3275 a. C.), Horus Ka o Ka-Sehen (c. 3275 – 3250 a. C.) y Horus Escorpión I o Serket (c. 3250 – 3200 a. C.)
Estos gobernantes oriundos del Alto Egipto son blanco continuo de debate, relativo a la extensión de sus reinos en época tan antigua de la historia de las civilizaciones humanas, aún después de las recientes excavaciones realizadas por el Instituto Arqueológico Alemán en Abidos y de las dirigidas hasta hace poco tiempo por Michael Hoffman y Barbara Adams en Hieracómpolis.
La identidad de estos primeros reyes figura en la Piedra de Palermo, casi 700 años posterior, y otras listas de faraones que se hicieron unos 2000 años después, como las de Abidos, Saqqara o el Canon Real de Turín. La más antigua representación de un posible gobernante se ha encontrado en una vasija de Abidos, y data de la época en que esta ciudad era un enclave funerario de la capital, Tinis. Se representa, junto a una mujer embarazada, a un hombre ataviado con el shenti (faldilla), y una pluma en la cabeza, sosteniendo una maza, en una postura que se repitió después en las representaciones reales.
En este periodo surgen las primeras auténticas ciudades, tales como Tinis en Abidos, Nubet en Ombos, Nejab en Eileithyaspolis, Nejen en Hieracómpolis, Per-Montu en Hermontis, Uetyeset-Heru en Edfu, y Ab en Elefantina.
Son típicos de esta época los magníficos vasos tallados en piedra, los cuchillos ceremoniales, como el de Guebel el-Arak, las paletas para cosméticos, o las cabezas de mazas votivas y de guerra.
Cuchillo ceremonial tallado en sílex y marfil. Guebel el-Arak. 3200 a. C. Rama y un autor más – Trabajo propio. CC BY-SA 3.0 fr.

Faraones conocidos
El soberano Iry-Hor de la Dinastía 0 está reconocido como gobernante de Tinis, pudiendo haber sido durante su reinado cuando la poderosa ciudad de Naqada (o Nagada) fue conquistada.
Ka-Sehen prosiguió las conquistas de su antecesor, en dirección al sur, posiblemente hasta la frontera con el reino de Nejen o Hieracómpolis.
En relación con Serket, parece probable el hecho de la unificación del Alto Egipto durante su reinado, debido a su representación en la maza del Depósito Principal de Hieracómpolis que lo muestra tocado con la Corona Blanca del Alto Egipto (hedyet). Queda, sin embargo, la duda sobre si conquistó también el Bajo Egipto, o si esa tarea habría sido desempeñada por su sucesor Narmer (c. 3200 – 3140 a. C.), que pudo ser el último gobernante de esta dinastía, o el primero de la dinastía I.

Referencias
- Jiménez González, José Juan (2011). «Sociedad y poder desde el Egipto predinástico». Revista de arqueología del siglo XXI (363): 14-18.
- Iniesta, Ferran (1998). «Kuma. Historia del África negra.». Barcelona (primera edición) (Edicions Bellaterra 2000). pp. 51-55. ISBN 84-7290-101-7.
- Padró Parcerisa, Josep (2003). «Historia del Egipto faraónico.». Madrid (quinta edición) (Alianza Editorial). pp. 27-29. ISBN 84-206-8190-3.
- Sancho, José Antonio (2006). «Dinastía 00». Proyecto Dinástico. Archivado desde el original el 15 de enero de 2013. Consultado el 6 de noviembre de 2011.
- Eiroa García, Jorge Juan (2010). «Prehistoria del mundo». Barcelona (primera edición) (Sello Editorial SL). pp. 564-565. ISBN 978-84-937381-5-0.
- Varios eruditos consideraban que Narmer era el último rey del Periodo Protodinástico de Egipto, diferente del faraón Menes, y otros lo asociaban con Aha, pero después del descubrimiento de Dreyer (1985-95) de varias marcas de sellos encontradas en las tumbas de Den y Qaa en Umm el-Qaab, Abidos, se puede determinar con seguridad que es exacta la sucesión dinástica: Narmer, Aha, Dyer, Dyet, Merneith, Den, Adjib, Semerhet, Qaa.
Para un análisis de las fuentes arqueológicas sobre la unificación misma de Egipto, ver «Egipto, El mundo de los faraones», editado por Regine Schulz y Matthias Seidel, Editorial Könemann, impreso en Alemania, ISBN 3-8331-1106-2, año 2004, páginas 25-30.
7. Ver la nota biográfica sobre el Rey Escorpión en Artehistoria.
8. Basado en: University College London. 2000; y B. Adams & K. Cialowicz, Protodynastic Egypt, Shire Publications, 1987.
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Periodo predinástico de Egipto.
- Las culturas prehistóricas de Egipto, en Liceus Archivado el 28 de mayo de 2013 en Wayback Machine.
- Genealogía, Reyes y Reinos, periodo predinástico de Egipto
- Período Predinástico en artehistoria.com
Narmer y la unificación de Egipto: del mito al poder real
En la figura de Narmer, el primer faraón históricamente documentado, convergen siglos de evolución cultural, simbólica y política del Egipto predinástico. Su reinado, situado hacia el 3100 a. C., marca el final del período protodinástico y el inicio de la Primera Dinastía, momento en el que Egipto deja de ser una constelación de culturas y jefaturas regionales para convertirse, por primera vez, en un Estado unificado bajo un solo soberano.
Narmer no es simplemente un nombre más en la cronología egipcia. Es el punto de llegada de un proceso de concentración territorial que se había gestado a lo largo de generaciones, y al mismo tiempo, el punto de partida de una civilización que se mantendría con notable continuidad durante más de tres mil años. A través de él, el poder político adquiere por primera vez una forma definida, duradera y hereditaria, vinculada ya no solo al control de la tierra y de los recursos, sino a la idea de una soberanía sagrada.
El símbolo más elocuente de esta transformación es la Paleta de Narmer, una pieza maestra de la escultura en relieve, encontrada en Hieracómpolis y conservada hoy en el Museo Egipcio de El Cairo. Tallada en esquisto verde y de gran tamaño, esta paleta ceremonial no era un objeto de uso cotidiano, sino un emblema ritual destinado a exponer, con claridad simbólica, la victoria del Alto Egipto sobre el Bajo Egipto y la consagración del rey como garante del orden cósmico, el maat.
En el anverso, Narmer aparece tocado con la corona blanca del Alto Egipto, alzando su maza sobre un enemigo vencido, en una clara escena de dominación y justicia. A su lado, el dios halcón Horus sostiene simbólicamente el Bajo Egipto, representado por un rostro humano y tallos de papiro. En el reverso, el rey marcha triunfante con la corona roja del delta, precedido por estandartes de clanes y seguido por víctimas decapitadas. La composición no representa solo una batalla: representa el nacimiento de una autoridad indivisible, que reúne bajo su figura los dos grandes territorios del país, el sur y el norte, el loto y el papiro, la piedra y el barro, el desierto y el limo.
La importancia de la Paleta de Narmer no reside únicamente en su valor artístico o histórico, sino en su carácter inaugural. Es uno de los primeros documentos egipcios donde la imagen se convierte en texto: no como una escritura alfabética, sino como una gramática de símbolos comprensibles para todos los iniciados. A través de la imagen, el poder se codifica, se transmite y se perpetúa. Este uso del arte como medio de legitimación será una constante a lo largo de toda la historia faraónica.
Junto con estos símbolos visuales, en la época de Narmer comienza a consolidarse la escritura jeroglífica, al principio como instrumento de control administrativo (en sellos, etiquetas y recipientes), pero muy pronto como medio de registro dinástico, religioso y monumental. Así, Egipto entra de lleno en la historia: no solo como cultura material, sino como cultura de la memoria, capaz de narrar su propio origen, de inscribir sus hechos y de articular su cosmovisión mediante el lenguaje.
La unificación de Egipto bajo Narmer no fue un simple acto militar, sino una revolución política, simbólica y espiritual. A partir de entonces, el faraón será no solo rey y guerrero, sino mediador entre los dioses y los hombres, figura axial de un sistema en el que todo, desde el curso del Nilo hasta el orden del universo, depende de su autoridad. En este sentido, Narmer no funda solo un país, sino una idea perdurable de lo que significa ser Egipto: un territorio unido, gobernado por un poder sagrado, expresado a través de la imagen, la escritura y el ritual.
Conclusión: el legado invisible del Egipto predinástico
El Egipto que asombró al mundo con sus pirámides, templos y dioses no nació de la nada. Fue el resultado de un largo y silencioso proceso de maduración cultural que comenzó miles de años antes de la escritura, en aldeas anónimas extendidas a lo largo del Nilo. El período predinástico egipcio, a menudo relegado a un rincón oscuro de la historia, es en realidad el verdadero nacimiento de la civilización egipcia, el lugar donde se forjan sus ideas fundamentales, sus formas de vida y su visión del mundo.
Durante estos milenios —desde los primeros asentamientos neolíticos del Fayum o Merimdé hasta la consolidación de reinos protodinásticos en Hieracómpolis y Abidos— se fue gestando una transformación profunda, no solo material, sino también simbólica. Las comunidades humanas aprendieron a relacionarse con el río, a construir calendarios cósmicos, a honrar a sus muertos, a imaginar el poder y a organizarse en torno a una autoridad creciente. Todo aquello que asociamos al Egipto faraónico —la centralización, la religión estatal, la monumentalidad, el arte, la escritura, el culto a la eternidad— tiene sus raíces en este pasado invisible pero esencial.
El gran mérito de este periodo no es haber construido imperios, sino haber preparado el terreno donde esos imperios podrían nacer. En la cerámica pintada de Naqada, en los silos del Fayum, en las tumbas de Badari, en las piedras de Nabta Playa y en la paleta de Narmer se encuentra la semilla de una civilización que supo unir el tiempo con la tierra, la vida con la muerte y el cielo con el poder.
El estudio del Egipto predinástico no es solo una mirada al pasado remoto, sino una lección de continuidad. Nos recuerda que toda civilización es una acumulación de gestos, de ideas, de intentos, de símbolos que lentamente encuentran su forma. En el murmullo de estas primeras culturas está el latido profundo de Egipto antes de Egipto. Un país aún sin escritura, pero ya con memoria.