El Palacio de Cnosos, corazón de la civilización minoica, se alza como testimonio del primer gran poder del Mediterráneo europeo. Centro político, religioso y económico de la Creta del segundo milenio antes de nuestra era, este laberinto de columnas rojas y frescos coloridos fue la sede del mítico rey Minos y cuna de leyendas como la del Minotauro. Entre el mito y la historia, sus ruinas nos hablan de un mundo refinado, marítimo y profundamente original, que floreció en la Edad del Bronce mucho antes de la Grecia clásica.
La figura de Minos, célebre rey de Creta en la mitología griega, está en el origen del propio término «minoico», acuñado por Arthur Evans para designar a esta civilización. Según la tradición, Minos era un soberano justo y poderoso, hijo de Zeus y Europa, que gobernaba desde el gran palacio de Cnosos. Fue él quien encargó al arquitecto Dédalo la construcción del famoso laberinto donde encerró al Minotauro, criatura híbrida nacida de la unión entre su esposa Pasífae y un toro divino. El mito simboliza probablemente antiguos rituales cretenses relacionados con el toro y con el poder real, además de reflejar una visión griega de una civilización arcaica, misteriosa y decadente. Tras su muerte, Minos se convirtió en juez del inframundo, lo que refuerza su carácter de figura de orden y justicia. Aunque Minos sea un personaje legendario, su presencia constante en los relatos griegos revela hasta qué punto la memoria de la civilización cretense sobrevivió transformada en mito. La historia que los griegos contaron sobre Creta nos ayuda a entender cómo se proyectaba el recuerdo de los minoicos siglos después de su desaparición.
-Introducción
-Ubicación: Creta
-Historia:
1.1 Minoico Antiguo o Prepalacial
1.2 Periodo de los Primeros Palacios
1.3 Periodo de los Segundos Palacios
1.4 Periodo Monopalacial
1.5 Periodo Postpalacial
-Organización política
-Sobre el palacio de Cnossos
-Arte minoico
-Lengua y escritura minoicas (Lineal B)
-Religión minoica
-Estudios genéticos
-Sociedad y vida cotidiana
-Economía y comercio
-Legado e influencia
La civilización minoica es la primera cultura de la Edad del Cobre y de la Edad del Bronce aparecida en la isla de Creta. A veces se usan como sinónimos de minoica los términos «cretense» o «minoana». (1) Forma parte de las civilizaciones egeas, un término que engloba a un grupo de civilizaciones prehelénicas que se desarrollaron en la protohistoria en el espacio en torno al mar Egeo.
No se tiene noticia del autónimo —gentilicio con el cual se denominaban a sí mismos—. La mayoría de los historiadores señalan que en fuentes egipcias, ugaríticas y bíblicas se designa como Kaftor o Kaptaru a la isla de Creta en el periodo minoico, y keftiu era el nombre de sus habitantes. (2)
En la Odisea, compuesta varios cientos de años después de la destrucción de la civilización minoica, Homero menciona entre los habitantes de Creta a los eteocretenses («verdaderos cretenses»), (3) quienes tal vez podrían ser los descendientes de los minoicos.
Uno de los elementos simbólicos de poder de la civilización minoica: la doble hacha. Foto: Jebulon. Creative Commons. Original file (2,800 × 2,946 pixels, file size: 5.15 MB).
La doble hacha, conocida como labrys, es uno de los símbolos más representativos de la civilización minoica y su significado ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Es un símbolo complejo que parece tener tanto un valor religioso como político o ceremonial. En el contexto minoico, suele asociarse con el culto a la diosa madre o a una divinidad femenina principal, lo que sugiere una conexión estrecha con prácticas religiosas. Su presencia en santuarios y palacios, como el de Cnosos, refuerza esta idea.
Además de su dimensión religiosa, el labrys también puede haber sido un emblema de autoridad o poder. Su forma imponente y su uso en contextos rituales sugieren que pudo haber sido un símbolo de legitimidad para ciertos líderes o sacerdotisas. En muchas culturas antiguas, los objetos rituales eran también signos de poder político, y es probable que en el mundo minoico no se hiciera una distinción clara entre religión y gobierno. El hecho de que aparezca en frescos, relieves y objetos votivos refuerza su importancia simbólica en la vida minoica, tanto en el plano espiritual como en el institucional.
La civilización minoica, considerada por muchos historiadores como la primera gran civilización de Europa, floreció en la isla de Creta durante la Edad del Bronce, aproximadamente entre el 3000 y el 1450 a. C. Su desarrollo coincide con el periodo conocido como Edad del Bronce Medio y Final en el Egeo, un tiempo en que diversas culturas del Mediterráneo oriental comenzaron a organizarse en sociedades complejas, con estructuras urbanas, comercio marítimo, escritura y religión organizada. Esta civilización debe su nombre a Minos, legendario rey de Creta, figura mitológica asociada al laberinto y al Minotauro, y fue identificada como tal a comienzos del siglo XX por el arqueólogo británico Arthur Evans, quien excavó el Palacio de Cnosos y estableció una cronología basada en restos arqueológicos y estilos cerámicos.
La Minoica se distingue de otras culturas prehelénicas del Egeo por su temprano desarrollo urbano, su arquitectura palaciega sin precedentes, su arte refinado y colorido, y su sistema económico basado en una red comercial marítima extendida por todo el Mediterráneo oriental. A diferencia de las posteriores civilizaciones micénica y griega, el mundo minoico presenta rasgos peculiares que lo convierten en una cultura diferenciada dentro del ámbito de las civilizaciones de la Edad de los Metales. Mientras en la península balcánica, en Anatolia o en la cuenca del Nilo predominaban estructuras políticas y militares jerarquizadas, la organización minoica parece haber sido menos centrada en la guerra y más orientada al comercio, la administración centralizada y la vida palaciega.
El marco cronológico de la civilización minoica se suele dividir en tres grandes periodos: el Minoico Antiguo (aprox. 3000–2000 a. C.), correspondiente a la fase inicial de la Edad del Bronce, cuando se establecen las primeras aldeas organizadas y se introducen el cobre y luego el bronce; el Minoico Medio (2000–1700 a. C.), momento de formación de los grandes palacios como el de Cnosos, Festos, Malia y Zakros, coincidiendo con una etapa de expansión económica y cultural; y el Minoico Reciente (1700–1450 a. C.), época de reconstrucción tras catástrofes naturales como terremotos y erupciones volcánicas (como la de Thera/Santorini), pero también de apogeo artístico y máxima influencia en el Egeo antes del colapso progresivo ante la civilización micénica, posiblemente por conquista o asimilación cultural.
Uno de los aspectos más notables de la civilización minoica es su arquitectura palaciega. Lejos de ser simples residencias reales, los palacios minoicos funcionaban como centros administrativos, religiosos y económicos. Su estructura laberíntica, con múltiples estancias, patios centrales, almacenes, talleres y santuarios, denota una sociedad muy organizada. A diferencia de las fortalezas micénicas, los palacios minoicos no estaban amurallados, lo que ha llevado a pensar en una relativa estabilidad interna y seguridad marítima durante buena parte de su existencia. Las pinturas murales encontradas en estos complejos son una fuente riquísima de información sobre la vida cotidiana, las creencias, las ceremonias religiosas y el entorno natural minoico. Frescos como los del salto del toro, las sacerdotisas, los delfines o los paisajes florales demuestran un arte vitalista, refinado y simbólico, que da cuenta del alto grado de sofisticación de esta cultura.
La religión minoica es otro aspecto distintivo. Aunque conocemos poco de su teología, las representaciones artísticas y los hallazgos arqueológicos apuntan a un sistema politeísta centrado en deidades femeninas vinculadas a la fertilidad, la naturaleza y la protección de los hogares. La figura de la Gran Diosa o Señora de los Animales parece ocupar un lugar prominente, muchas veces representada con serpientes, palomas o rodeada de símbolos sagrados como el doble hacha (labrys). La ausencia de templos al uso y la presencia de santuarios domésticos, grutas y cumbres sagradas refuerzan la idea de una religión más orgánica y próxima a la vida diaria.
En cuanto a la escritura, la civilización minoica desarrolló dos sistemas principales: el Lineal A, aún no descifrado, que parece haber sido utilizado para registrar actividades administrativas y económicas; y la escritura jeroglífica cretense, empleada en sellos y tablillas. Ambas escrituras reflejan un nivel avanzado de organización y gestión estatal, aunque sin poder aún reconstruir su lengua con certeza. Posteriormente, los micénicos adaptarán el Lineal A al Lineal B, ya descifrado, que registra una forma arcaica del griego, lo cual marca la transición cultural entre minoicos y micénicos.
En el contexto del mundo prehelénico, los minoicos pueden considerarse herederos de las primeras comunidades neolíticas de Creta y pioneros en el desarrollo de la civilización urbana en el Egeo. En paralelo a otras culturas de la Edad del Bronce como los hatti, hititas, egipcios del Imperio Medio o los pueblos cananeos, los minoicos se destacan por su papel de mediadores comerciales entre Asia Menor, Egipto, el Levante mediterráneo y el sur de Grecia. El mar fue su medio natural, y su dominio naval les permitió extender su influencia y productos –como cerámica, textiles, aceite y metales– por gran parte del Mediterráneo. Las relaciones con Egipto están documentadas tanto en hallazgos arqueológicos como en registros egipcios que mencionan a un país llamado «Keftiu», que muchos identifican con Creta.
La decadencia de la civilización minoica, hacia el 1450 a. C., está aún sujeta a debate. La teoría más aceptada combina factores naturales –como la erupción del volcán de Santorini hacia 1600 a. C., seguida de tsunamis y cambios climáticos– con causas humanas, como la invasión o progresiva influencia de los micénicos del continente, que acabarán ocupando los palacios y adoptando algunos rasgos de la cultura minoica. A partir de entonces, el mundo micénico será la cultura dominante en el Egeo hasta su propia desaparición hacia el 1200 a. C., al final de la Edad del Bronce.
En definitiva, la civilización minoica representa uno de los logros culturales más fascinantes de la antigüedad mediterránea. Su combinación de arte refinado, arquitectura monumental, escritura compleja, religiosidad simbólica y dominio marítimo la convierte en una civilización única y crucial para comprender los orígenes de la civilización occidental. Aun en la penumbra de los tiempos prehistóricos, su legado permanece en mitos, vestigios arqueológicos y la memoria colectiva de la cultura griega posterior. Estudiarla es adentrarse en un mundo que supo conjugar belleza, orden y misterio en una isla que fue el corazón palpitante del Egeo durante más de un milenio.
Localización: La isla de Creta
Creta (en griego clásico y moderno: Κρήτη [Kriti]; en latín: Creta) es la isla más grande de Grecia y la quinta en tamaño del mar Mediterráneo. El archipiélago cretense conforma una de las trece periferias y una de las siete administraciones descentralizadas de Grecia. Posee una superficie de 8300 km², una costa de 1040 kilómetros de longitud y una población de unos 620 000 habitantes. Su capital es Heraclión.
Creta fue antiguamente el centro de la civilización minoica (2700-1420 a. C.), considerada una de las más antiguas civilizaciones de las que se tiene registros en Europa. Hasta principios del siglo XX también se la conoció con el nombre de Candía.
Plano localizador de la isla de Creta, en el Mar Egeo. (Grecia). Gráfico: Pitichinaccio. Dominio Público.

Etimología
Las primeras referencias a la isla de Creta proceden de textos de la ciudad siria de Mari del siglo XVIII a. C. en los que se habla de ella como Kaptara, nombre que se repite posteriormente en los registros neoasirios y en la Biblia (Caphtor). En el antiguo Egipto se la conocía como Keftiu o kftı͗w, lo que sugiere una denominación minoica similar.
El nombre actual de Creta aparece por primera vez en el siglo XV a. C. en textos griegos micénicos, escritos en Lineal B, mediante las palabras ke-re-te (𐀐𐀩𐀳, *Krētes; griego posterior: Κρῆτες [krɛː. tes], plural de Κρής [krɛːs]) y ke-re-si-jo (𐀐𐀩𐀯𐀍, *Krēsijos; más tarde griego: Κρήσιος [krέːsios], ‘cretense’). En griego antiguo, el nombre Creta (Κρήτη) aparece por primera vez en la Odisea de Homero. Su etimología es desconocida. Una propuesta la deriva de una hipotética palabra luwiana *kursatta (compárese kursawar ‘isla’, kursattar ‘corte, astilla’) Otra propuesta sugiere que deriva de la antigua palabra griega «κραταιή» (krataie̅), que significa fuerte o poderosa, el razonamiento es que Creta fue el poder marítimo más fuerte durante la Antigüedad clásica.
En latín, el nombre de la isla pasó a ser Creta. El nombre árabe original de Creta era Iqrīṭiš (árabe: اقريطش < (τῆς) Κρήτης), pero tras el establecimiento del Emirato de Creta de su nueva capital en ربض الخندق Rabḍ al-Ḫandaq (moderna Heraklion; griego: Ηράκλειο, Irákleio), tanto la ciudad como la isla pasaron a ser conocidas como Χάνδαξ (Chandax) o Χάνδακας (Chandakas), que dieron el latín, el italiano y el veneciano Candia, de donde derivaron el francés Candie y el inglés Candy o Candia. Bajo el dominio otomano, en turco otomano, Creta se llamaba Girit (كريد). En la Biblia hebrea, Creta se denomina (כְּרֵתִים) «kretim».
A pesar de su situación geográfica y el favorable clima, los primeros pobladores de Creta no aparecieron hasta el Neolítico, llegando en dos grandes oleadas. El tipo étnico colonizador no está relacionado con ninguna de las grandes corrientes, clasificándose como «mediterráneo», al igual que la gente que poblaba las cercanas costas de Asia Menor o las vecinas islas Cícladas, cuyos pobladores progresaron durante mucho tiempo a un ritmo similar al de los cretenses. Sin embargo, a mediados del III milenio a. C., ya en la Edad del Cobre, se produjo en la isla una gran cantidad de avances, que acabaron conduciendo a la brillante civilización minoica.
Mapa topográfico de la isla de Creta, con algunos de los principales sitios arqueológicos de la civilización minoica. Grafico por Sting, Rowanwindwhistler. CC BY-SA 4.0. Original file (SVG file, nominally 3,370 × 1,600 pixels, file size: 3.06 MB)
Protohistoria y Edad antigua
Lo más destacable es la aparición de la civilización minoica, una de las primeras aparecidas en Europa y una de las civilizaciones prehelénicas junto a la posterior civilización micénica. Durante la civilización minoica, en la que se dieron varias fases y altibajos, Creta llegó a su máximo esplendor, con el mayor auge en los siglos siglo XVI y XV a. C. Durante ellos, Creta estableció una talasocracia que se extendía hasta la Grecia peninsular, el mar Egeo, las costas de Asia Menor y zonas adyacentes como Sicilia. Durante esta época los contactos con Egipto, ya existentes anteriormente, fueron muy importantes.
Sin embargo, hacia finales del siglo XV a. C., la isla sufrió la invasión de los aqueos, que habían desarrollado una civilización en la Grecia continental, fundamentalmente en el Peloponeso, no exenta de fuertes influencias cretenses. Con la expansión de los invasores, los cretenses abandonaron los palacios.
Se baraja también la posibilidad de que una colonización de emigrados cretenses en las costas del sur de Canaán fuese el origen de los filisteos (peleset), que aparecen en la Biblia y de cuyo nombre procede el topónimo Palestina. Estos filisteos fundaron varias ciudades en la costa meridional cananea: Gaza, Asdod, Ecrón, Ascalón y Gat.
La decadencia de Creta, iniciada con la hegemonía aquea, se acentuó en el siglo XI a. C. con la invasión de los dorios, portadores del hierro. La isla pasó a ser una parte más del mundo griego, sin originalidad y dividida en ciudades rivales. Incluso en la época clásica (siglo V a. C.) conservaba cierto arcaísmo, como lo demuestran las Leyes de Gortina, una de las ciudades que datan de tiempos minoicos. En ese periodo, Creta no tomó parte en los grandes conflictos bélicos, ni en las Guerras Médicas, ni en la Guerra del Peloponeso, donde únicamente algunos arqueros cretenses acudieron como mercenarios.
Conquistada por Alejandro Magno, a su muerte Creta gozó de cierta independencia respecto a otros reinos helenísticos cercanos, pero tras la decadencia helenística la isla quedó en manos de piratas de origen siciliano, lo que provocó que los romanos la conquistaran en 67 a. C., en una expedición comandada por Cecilio Metelo, y la agregasen como provincia romana. Tras la división del Imperio romano en 395, quedó en manos del Imperio romano de Oriente o Imperio bizantino, lo que devolvió a la isla cierta relevancia, dada su posición clave para el control del mar Egeo.
Fresco de los Delfines, en el megaron de la Reina. Palacio de Cnosos. 1500 a. C. Foto: Arne Nordmann (norro), Germany. CC BY-SA 3.0. Original file (1,024 × 768 pixels, file size: 209 KB).
Se han encontrado vestigios de la presencia humana en Creta desde el Paleolítico. (11)(12) En el Neolítico, llegaron grupos que se asentaron en Creta probablemente desde Anatolia en torno al 7000 a. C. Crearon diferentes asentamientos en la isla, uno de ellos en Cnosos. Estos primeros habitantes vivían en cuevas o chozas de madera, aunque con el paso del tiempo cambiarán de material a ladrillos de adobe y techumbres de madera. Fabricaban herramientas con diversos materiales como hueso y piedras duras e hicieron figuras de terracota de representaciones femeninas y masculinas, lo que indica que ya tenían cierto sentido religioso.
El arqueólogo británico Arthur Evans, que descubrió y excavó el Palacio de Cnosos, asignó a cada estrato de dicho palacio una duración temporal basada en el análisis comparativo de las cerámicas y los demás objetos que encontró en ellos. El estrato más profundo y antiguo que tenía seis metros de espesor era la base neolítica de aquella civilización. Este periodo abarcaría desde aproximadamente el 7000 hasta el 3400 a. C. A partir de ahí, Evans articuló una cronología de la civilización minoica en tres grandes periodos: Minoico Antiguo, al que asignó el periodo comprendido entre el 3400 y el 2100 a. C.; Minoico Medio, del 2100 al 1580 a. C.; y Minoico Reciente, del 1580 al 1200 a. C. Estas subdivisiones fueron inicialmente concebidas para los estratos del Palacio de Cnosos, pero se aplicaron a esta civilización. Estudios posteriores han modificado las fechas apuntadas por Evans. Los cambios más sustanciales fueron consecuencia, sobre todo, de hallazgos en las islas del Egeo, especialmente en Santorini, y en la Grecia continental. En la actualidad la cronología de las civilizaciones minoica, cicládica y heládica ofrece muchos puntos oscuros, por lo que las dataciones que se indican son aproximadas y susceptibles de revisión. Por otra parte, John Pendleburg, que trabajó varios años con Evans en Cnosos, observó que los distintos periodos no eran totalmente estancos, sino que con frecuencia se solapaban en parte. (13)
Se ofrece a continuación la cronología propuesta por Sturt Manning (2010), una de las más aceptadas por la comunidad científica en la actualidad: (14)

Por otra parte, para la división de esta civilización también suele usarse el modelo propuesto por Nikolaos Platón, basado en los «palacios» como ejes centrales de los diferentes periodos.
Minoico Antiguo o Prepalacial
La primera fase de la historia minoica se conoce como Minoico Antiguo o Prepalacial (MA). Tradicionalmente se sitúa su inicio hacia el 3000 a. C., aunque algunos autores lo han situado en torno al 3500 y otros prefieren rebajar la fecha hasta el 2600. (16)
Se conoce relativamente poco sobre el estado de la civilización antes del 2700 a. C. A partir de esa fecha Creta empieza a tener auge, producto de la introducción del torno en la alfarería y la metalurgia del bronce, a lo que se le suma un aumento demográfico, sobre todo en la zona centro-oriental. (17) Los principales yacimientos arqueológicos de la parte más antigua del periodo prepalacial son los de Cnosos, Mojlos, Melidoni, Debla, Festo y Palekastro, y cuando el periodo fue avanzando, destacan los de Jamezi, Vasilikí, Malia y Mirtos. (16).
Durante esta época la civilización minoica destacó por una organización comunal. Los asentamientos prepalaciales son poco conocidos. Del Minoico Antiguo I Se conservan escasos vestigios de casas, que eran estructuras rectangulares y dispuestas de forma irregular. A medida que avanza el Minoico Antiguo se aprecia una progresión en la estructura, técnica y tamaño de las casas. (18) Hay constancia de que las casas fueron construidas de piedra y adobe, con patios pavimentados con losas y, ocasionalmente, con las paredes estucadas. Las viviendas más características se han hallado en Vasilikí y en Mirtos. (19)
Sus recursos hídricos eran bastante limitados. El cultivo de trigo y la ganadería ya estaban presentes en el Neolítico y fue en el Minoico Antiguo cuando se introdujeron los cultivos de la vid y el olivo. Se practicaban actividades como la caza, la explotación forestal y de canteras. La artesanía también era importante. Se producía cerámica, figurillas de barro y piedra, tejidos, joyas y armas. La glíptica también está presente. Algunos sellos de esteatita, marfil y hueso hallados en Krasi, Lebén o la cueva de Trapeza pertenecen a la fase inicial del Minoico Antiguo y la glíptica continuó desarrollándose y diversificándose, con variedad de formas, materiales y representaciones.La cerámica, en concreto, presenta una amplia variedad de formas y se aprecia en la fase inicial una cierta similitud con la cerámica cicládica y en ocasiones con la Anatolia. Se diferencian estilos de cerámica como el de Agios Nikolaos y el estilo Kumasa, entre otros. A partir del Minoico Antiguo II es característica en la zona oriental el estilo Vasilikí. También abundan los vasos de piedra en algunos lugares. (21)
La actividad religiosa durante este periodo está presente en contextos funerarios. Se han encontrado figurillas, mesas de ofrendas y estancias destinadas a rituales en el exterior de algunas tumbas y también en su interior. En este periodo no se atestiguan santuarios en el interior de asentamientos, con excepción de uno que se halla en Mirtos.
Los asentamientos prepalaciales son todavía poco conocidos, pero los datos disponibles muestran una arquitectura en evolución. Del Minoico Antiguo I se conservan escasos vestigios de casas, generalmente estructuras rectangulares dispuestas de forma irregular. A medida que avanza el periodo, se aprecia una mejora en las técnicas de construcción, el tamaño y la organización de las viviendas. Estas eran edificadas con piedra y adobe, algunas con patios pavimentados con losas y paredes estucadas. Vasilikí y Mirtos han proporcionado ejemplos destacados de este tipo de viviendas, algunas de las cuales presentan múltiples habitaciones y funciones diferenciadas, lo que sugiere una creciente complejidad social.
Los recursos hídricos eran relativamente limitados, por lo que la agricultura dependía de lluvias estacionales. El trigo y la ganadería ya estaban presentes desde el Neolítico, pero durante el Minoico Antiguo se introdujeron el cultivo de la vid y el olivo, lo que tuvo gran importancia para la economía agrícola posterior. También se practicaban la caza, la explotación forestal y la extracción de piedra en canteras. La economía se sustentaba además en una actividad artesanal muy desarrollada. Se elaboraban cerámicas, figurillas de barro y piedra, tejidos, joyas, herramientas y armas. La glíptica, es decir, el arte del grabado de sellos, aparece ya en esta fase con ejemplares de esteatita, marfil y hueso hallados en lugares como Krasi, Lebén y la cueva de Trapeza. Esta práctica continuó expandiéndose y diversificándose, con una rica iconografía y variedad de materiales.
La cerámica de este periodo es muy diversa en formas y técnicas decorativas. Al comienzo del Minoico Antiguo se nota cierta influencia de la cerámica cicládica y anatolia. Se identifican estilos como el de Agios Nikolaos y el de Kumasa, mientras que en la zona oriental de la isla se hace característico el estilo Vasilikí, que se distingue por su acabado pulido, formas innovadoras y efectos decorativos que imitan manchas o vetas, a menudo conseguidos mediante técnicas de cocción irregulares. También se desarrollaron vasos de piedra, lo que sugiere habilidades técnicas avanzadas y acceso a materiales de prestigio.
La actividad religiosa durante este periodo se manifiesta especialmente en contextos funerarios. Se han hallado figurillas, mesas de ofrendas y espacios dedicados a rituales, tanto en el exterior como en el interior de tumbas. Aunque no se documentan santuarios propiamente dichos en los asentamientos, con la excepción del sitio de Mirtos, sí se observa una religiosidad vinculada a los ciclos vitales y a la naturaleza. El culto a la fertilidad, representado en ocasiones por figuras femeninas o por elementos como la serpiente y la paloma, ya podría estar en germen en esta etapa temprana. Las tumbas colectivas y los túmulos también sugieren prácticas rituales compartidas y una cierta cohesión comunitaria.
Este periodo representa el inicio del camino hacia la complejidad de la civilización minoica. Aunque aún no se han construido los grandes palacios que caracterizarán fases posteriores, ya se vislumbran muchos de los elementos que definirán su cultura: el arte refinado, una economía diversificada, la organización social emergente y una religión con un papel estructurador en la vida comunitaria.
Una de las jarras del «estilo Vasilikí». Foto: Olaf Tausch. CC BY 3.0. Original file (3,095 × 4,127 pixels, file size: 6.13 MB).
Los enterramientos se realizaban en cuevas, abrigos de roca —como en Mojlos— y en recintos funerarios, algunos simples y otros monumentales —como en Nea Rúmata. En la llanura de Mesará, al sur de la isla, se han hallado enterramientos de forma circular. (16) Una de las mayores necrópolis de este periodo es la de Agia Fotiá. Se han hallado otras necrópolis en Arjanes, Crisólakos y Palekastro. (19) Algunos enterramientos eran utilizados sucesivamente por varias generaciones, lo que puede ser indicativo de una estabilidad social. Al final del minoico antiguo aparecieron enterramientos en jarras y pequeños sarcófagos. Los ajuares se componían de figurillas de piedra, vasos y hojas de obsidiana y en ocasiones de una herramienta o un puñal. Las joyas y ornamentos de oro son escasos al inicio del periodo pero aumentan en la parte final (por ejemplo en Mojlos). En Agia Fotiá se observa una fuerte influencia cicládica. Además de Agia Fotiá, en lugares como Katalimata, la acrópolis de Gortina, Trapeza y Psira puede ser que la población sea de origen foráneo. (23)
Los intercambios comerciales con el exterior de la isla eran numerosos. Pasó de una economía puramente agrícola a una organización más evolucionada, fruto de ese comercio marítimo con las demás regiones del Egeo y del Mediterráneo Oriental. Los metales pudieron provenir de Egipto —según Evans— pero se considera más probable que procedieran de Anatolia y de las islas de Egeo. La presencia minoica en la isla de Citera se inició en torno al minoico antiguo II, aunque se discute si fue una ocupación permanente o solo durante algunas épocas del año. Especialmente abundantes fueron los intercambios con las islas Cícladas, de donde importaban obsidiana y metales. No obstante, se estima que, durante la mayor parte del periodo, los cicládicos tenían una tecnología más avanzada de construcción naval pero el mundo minoico fue paulatinamente adquiriendo mayor dinamismo en todos los aspectos y al final del periodo fue cuando Creta llegó a obtener la hegemonía comercial en el mar Egeo. (16)
Quizá por algún tipo de conflicto interno, a finales del Minoico Antiguo II se abandonaron y destruyeron algunos asentamientos pero en otros aumentó la población y además surgieron en algunos lugares nuevos asentamientos cerca de los antiguos. Así, el Minoico Antiguo III, al que se atribuye una duración relativamente corta, es un periodo de aislamiento en el que se redujeron los contactos con el exterior y se regionalizaron los estilos cerámicos. Este periodo convulso es coincidente con lo que se observa en otras zonas como Anatolia, Egipto y Siria. (24)

Periodo de los Primeros Palacios
La etapa denominada Protopalacial o de los Primeros Palacios abarca aproximadamente el periodo comprendido entre el 2000 y el 1700 a. C. Las tres principales características de ese periodo son: la construcción de los palacios, el desarrollo de la cerámica de Kamarés y la aparición de la escritura. (25)
Las mejoras tecnológicas y los avances internos en organización política, económica y social, así como los avances intelectuales y el auge del comercio marítimo son los detonantes del inicio del nuevo periodo cultural. (26) (17) Este desarrollo provocó la aparición de excedentes de producción, y una mayor jerarquización social, lo que, unido a otros aspectos relacionados con el entorno geográfico de Creta facilitó la consolidación de sistemas estatales en este periodo. (27)
Existieron ciertas influencias recíprocas ente Creta y Anatolia, y pudo haber infiltraciones de elementos anatolios en la isla, pero la revolución de la Creta palacial se explica por una evolución interna, sin que haya necesidad de recurrir a la hipótesis de una invasión masiva de nuevas poblaciones. (25)
En los inicios se constata un incremento demográfico a través de la aparición de nuevos asentamientos y del aumento del tamaño de los ya existentes. (28) En este periodo se construyen grandes edificios que se han denominado «palacios» en Festo, Malia, Petra, Monastiraki y, el más conocido e importante de todos, Cnosos. Una de las hipótesis es que los primeros palacios surgieron en cruces de caminos estratégicos que ya eran centros económicos y de población importantes antes de que se construyeran los palacios. (26)(29)
La aparición de los palacios contrasta con el aparente declive de la civilización cicládica y de la Grecia continental, y sorprende en una isla que no había tenido ni el desarrollo artístico de las Cícladas ni el nivel de organización económica de ciertos lugares del Peloponeso, como Lerna. (30)
Cada uno de los palacios excavados hasta la fecha tiene sus peculiaridades propias, pero también comparten algunas características entre ellos que los diferencian de otras estructuras arquitectónicas. Características comunes son su disposición alrededor de un patio central, cuyos pisos se comunicaban mediante pequeñas escaleras, las fachadas construidas con piedras porosas y con entradas monumentales, la abundancia de almacenes, la existencia de habitaciones destinadas al culto, (19) otras destinadas a vivienda y otras a talleres artesanales. Llama la atención que gran parte del espacio en ellos estuviera destinada al almacenamiento, lo que indica una función de redistribución de productos. (31) La mayoría de los asentamientos palaciales carecían de sistema defensivos pero hay algunas excepciones en las que sí se denota la presencia de murallas, como Petra y Malia —en esta última al menos en los periodos Minoico Antiguo III y Minoico Medio I. (32) Las destrucciones que se observan en este periodo se estima que son debidas a causas naturales. La flota, al parecer, era tan nutrida que podía controlar cualquier enemigo potencial, incluso ataques piratas.(26)
Se cree que el control de la mayor parte de las actividades productivas y comerciales correspondía a los palacios. Algunas de estas actividades eran metalurgia, construcción, orfebrería, glíptica, producción de madera, caza, producción textil, pesca y marinería. La agricultura y la ganadería siguieron desarrollándose, junto con las actividades comerciales. Todo ello daba como resultado una rica economía, que mantenía a esta sociedad a salvo de revueltas sociales.
Además, surgieron otras mansiones de gran lujo, que se podrían denominar palacetes; no son infrecuentes las construcciones de más de un piso e incluso las casas más humildes ostentan solidez arquitectónica. Probablemente la sociedad estuviera estratificada de manera que la realeza y una serie de familias aristocráticas estaban en la parte superior. Se observa también un desarrollo administrativo-económico a través de almacenes y factorías, entre otros aspectos.
Otra novedad es la aparición de los primeros sistemas de escritura: el jeroglífico cretense y, antes del fin del Minoico Medio, también el lineal A. (26)

El poder religioso era, al igual que en otras sociedades orientales, ejercido por la realeza. Además de los recintos para el culto que había dentro de los palacios, por toda la isla se observa un dinamismo religioso, mediante santuarios en cuevas, o en montañas. Es destacable el complejo de carácter palaciego de Zóminthos, a 1200 metros de altitud, al pie del monte Ida, del que se estima que no solo era de carácter religioso sino también un centro político y económico. (33) En todos los santuarios se han recuperado gran cantidad de exvotos, mesas de sacrificio y aparecen elementos simbólicos como la doble hacha. Entre los cultos practicados, probablemente algunos se relacionaban con el ámbito funerario. La posibilidad de que practicasen sacrificios humanos rituales es motivo de controversia.(26)
En este periodo se encuentran ricos enterramientos en tholos —por ejemplo, en la necrópolis de Plátanos— y recintos monumentales cuadrangulares, otros en sarcófagos y también enterramientos más pobres, en vasijas y con otros recubrimientos.[26]
En política exterior la hegemonía de Creta se impuso sobre las Cícladas. Se importaban metales, como los necesarios para la producción de bronce. Se exportaba cerámica de Kamarés y otros objetos manufacturados; posiblemente también algunos productos agrícolas y ganaderos, y madera a Egipto. Los intercambios se producían con las islas, con la zona continental griega, con Chipre, con Egipto y con Oriente Próximo. En Ialisos, en la isla de Rodas, se atestigua la existencia de un asentamiento minoico a partir de este periodo. (26)
El estilo decorativo de cerámica denominado de Kamarés, por el nombre de la población homónima, en cuyas cuevas se hallaron numerosos ejemplares, nació en los talleres reales. (19) Se trata de un estilo de cerámica simple pero polícroma —rojo y blanco sobre el gris de la arcilla.
Periodo de los Segundos Palacios
A esta fase, llamada también Neopalacial, que incluye las fases del Minoico Medio III y Minoico Tardío I y II, pertenecen casi exclusivamente las estructuras del Palacio de Cnosos que sacó a la luz Arthur Evans. (17) Es la fase en la que Creta llega a su máximo apogeo. (34) Hacia 1700 a. C. se produjeron grandes catástrofes en la isla que se han atribuido a movimientos sísmicos. Esta teoría está apoyada por el descubrimiento del templo de Anemospilia por el arqueólogo Sakelarakis, en el cual aparecen los cuerpos de tres personas que fueron sorprendidas por el derrumbamiento del templo.(35) Algunas teorías postulan que en ese momento pudieron llegar a la isla gentes procedentes de Anatolia.(36) Los palacios quedaron destruidos pero no tardaron en recuperarse y reconstruirse, incluso con mayor complejidad y ornamentación.
Se fundaron nuevas ciudades y se construyeron nuevos palacios más majestuosos sobre las ruinas de los antiguos. Los centros palaciales controlaban extensos territorios, fruto de la mejora y desarrollo de las comunicaciones terrestres y marítimas, mediante la construcción de caminos pavimentados y de puertos. En el entorno de Festo son importantes los restos del puerto de Kommós.
Los nuevos palacios, de forma laberíntica, constaban de varios pisos, con grandes patios y pórticos, con escaleras amplias y corredores, además de propileos monumentales. Se podía acceder por varias puertas a las dependencias reales, dotadas de habitaciones con tronos, baños y pozos de ventilación. En estos palacios había salas de recepción, de banquetes y rituales. También se dotaron de almacenes, criptas, instalaciones auxiliares y talleres de diversas clases. Se habilitaron sistemas hidráulicos y de drenaje. Los muros fueron decorados con frescos policromados y los pavimentos revestidos con losas brillantes de aljez.
Respecto al sistema social, probablemente teocrático, el rey de cada palacio era el jefe supremo oficial y religioso. Tal vez existió una jerarquía entre los reyes, con el de Cnosos a la cabeza. (34)
También creció la construcción de palacetes más pequeños y mansiones, sobre todo en el centro y el este de la isla. Algunos de los que han dado restos de este periodo son los palacetes de Arjanes, Plati y Gurniá; las mansiones de Tiliso, Palekastro, Sklavókampos, Hagia Triada y Amniso; las villas agrícolas de Vatípetro, Ano Zakro, Kania, Mirtos. La población de ciudades como Cnosos debía ser importante. Las ciudades del este, particularmente, muestran un urbanismo muy organizado y calles pavimentadas. Se han encontrado, además de casas, talleres, comercios, instalaciones portuarias en lugares como Palekastro o Gurniá, canalizaciones de agua, caminos y puentes.
El sistema de escritura que se generalizó en esta época es el lineal A, aunque coexistió por un tiempo con el jeroglífico cretense. Probablemente no fuera exclusivo de los palacios.
Un sector del palacio de Cnosos. Foto: Deror_avi. CC BY-SA 3.0. Original file (4,000 × 3,000 pixels, file size: 4.78 MB).
En este periodo la producción metalúrgica y artística alcanzó su desarrollo máximo, en particular la orfebrería, glíptica y escultura de pequeñas figuras, así como la cerámica. La pintura al fresco es también muy destacada y toca variedad de temas, tanto en Creta como en otros lugares como la isla de Tera. (35)
Se cree que la jerarquización social que se observa en la época de los primeros palacios se acentuó en este periodo. Se trataba también de una sociedad muy diversificada en función de los diferentes trabajos y funciones. Se encuentran casas ricas, normales y pobres. No se ha probado la presencia de esclavos en este periodo, pero hay autores que tampoco la descartan. Posiblemente se realizaran ritos de iniciación y de paso. Los enterramientos que se han hallado indican también diferentes niveles de jerarquización social.
Aumentó la representación de divinidades, en particular de una diosa acompañada de animales, un dios masculino que la acompañaba, y emblemas religiosos como cabezas de toro, doble hacha y cuernos de consagración. Los santuarios eran abundantes, incluso algunos en otras islas fuera de Creta, en particular los santuarios de montaña. Se realizaban rituales fijados por una serie de normas, con sacerdotes y sacerdotisas.
Fragmento de una pintura minoica de Tell el-Daba, en Egipto.
La actividad naval se desarrolló mucho en este periodo; creció el tamaño de los barcos y posibilitó la expansión comercial de los minoicos, que abarcó desde el Mediterráneo central hasta el Próximo Oriente, norte de África y llegó incluso a la parte septentrional del Egeo (como a la isla de Samotracia). Es posible que los minoicos tuvieran asentamientos estables en las Cícladas, particularmente en Tera. Las relaciones con Egipto fueron amplias, en particular con los faraones de la dinastía XVIII. En fuentes egipcias aparece la denominación «keftiu» en referencia a los cretenses y es notoria la influencia minoica en las pinturas de Tell el-Daba. La relación con Egipto cesó un poco antes de 1400 a. C. Chipre, Mari, Ugarit, Biblos y Anatolia fueron otros lugares que tuvieron relación con Creta.
Las exportaciones cretenses incluían productos agrícolas, madera y manufacturas (sobre todo cerámica). Se importaban manufacturas orientales, metales y marfil.
En este periodo se produjo la violenta erupción del volcán de Santorini, (34) conocida como erupción minoica, en el período entre el 1639 y el 1616 a. C., fechada por medio de la datación por radiocarbono; (37) en 1628 a. C. dendrocronológicamente; (38) y en 1530-1500 a. C. arqueológicamente. (39) Este evento ha sido considerado como una de la mayores erupciones del planeta, pero se discute cuál fue el impacto que tuvo a corto plazo en Creta. Algunos autores han estimado que no tuvo un efecto importante, pero otros han señalado que, además de la inevitable destrucción de buena parte de la flota, habría ocasionado una crisis de grandes dimensiones que habría desembocado, a largo plazo, en la desaparición de los palacios. (40)
Se relaciona esta época con el mito de Minos, a quien se atribuía la talasocracia sobre todo el Egeo y expediciones incluso a Sicilia. Pero es dudoso lo que se debe interpretar como histórico de estas tradiciones. De hecho la posición predominante es que las únicas relaciones entre los minoicos y los griegos continentales, antes de la llegada de los griegos a Creta, eran comerciales, y no que Creta tuviera el control político del continente, como creía Evans, aunque la cuestión dista de estar clara. Otro de los relatos del mito indicaba que cada 9 años Minos se retiraba desde Cnosos a la cueva sagrada de Zeus (o que se retiró allí durante 9 años) para recibir instrucciones del dios, lo que se ha relacionado con el complejo arqueológico de Zóminthos y la cueva del monte Ida.(41)
Al final de este periodo, en torno al 1450 a. C. se produjeron nuevas destrucciones que provocaron el ocaso de la civilización minoica. La causa de esas destrucciones es objeto de debate pero los datos arqueológicos apuntan claramente hacia causas humanas. Se ha observado que estas se centraron en los edificios más destacados que ejercían como centros de poder mientras que se respetaron otros edificios de carácter doméstico o artesanal y también se han encontrado algunos objetos de valor que fueron enterrados u ocultados deliberadamente, lo que sugiere que los cretenses eran conscientes de la presencia de un peligro inminente. Las hipótesis que se han sugerido son principalmente dos: que las destrucciones habrían sido causadas por una invasión procedente del área continental griega o que habrían sido provocadas por luchas internas en las que el centro de poder de Cnosos se habría impuesto sobre los otros centros palaciales de la isla.
Periodo Monopalacial
Tras la catástrofe sufrida al final del periodo anterior, solo el palacio de Cnosos fue reconstruido para ser la residencia de una dinastía aquea procedente del Peloponeso. Los palacios micénicos que construyeron los aqueos en otros lugares son desconocidos. (43)
El momento de la llegada de los griegos a Creta es motivo de controversia. Hay historiadores que creen que pudieron apoderarse de la isla aprovechando la destrucción generada poco antes. Otros autores sugieren que los que se produjo fue una unión dinástica. (44)
En todo caso, además del palacio de Cnosos, se reconoce la presencia micénica en muchos de los asentamientos que se desarrollaron en este periodo en Creta: Cidonia, Polirrenia, Gortina, Festo, Hagia Triada o Tiliso. Algunos de ellos perduraron en las épocas arcaica y clásica griegas. La nueva civilización de raigambre minoica, pero de espíritu micénico, tenía una marcada tendencia a la esquematización y la estilización. Se repiten los mismos motivos, aunque más simples, en la decoración de las pinturas murales, con la pérdida de la libertad y vitalidad anteriores. (43)
La administración y la política pasaron a ser micénicas, pero es posible que esta presencia micénica en Creta se limitara a Cidonia, Cnosos —en estos dos lugares se han hallado tablillas en lineal B, que fue su sistema de escritura— y tal vez a otros lugares del área central cretense, mientras el resto de la isla, especialmente el sector oriental, seguía las costumbres minoicas y seguía empleando el lineal A. (44) Otras costumbres micénicas visibles son las funerarias, pues aparecen tumbas micénicas tipo tholos y tumbas de cámara, con ajuares funerarios en los que los objetos son a menudo de temática guerrera, pero junto a ellas aparecen tipos de enterramiento en larnaques —en lugares como Armeni, Pigi y Mesi— o pitoi ya conocidos en Creta. Un nuevo estilo de cerámica que mezcla elementos micénicos y minoicos se extiende por toda la isla. Los objetos relacionados con la cocina y con la artesanía textil muestran continuidad con las costumbres minoicas. (45)
Se discute también la datación de las tablillas de lineal B que Evans encontró en Cnosos y que, dado que el lineal B es griego, significaría que los griegos ya dominaban la isla. Algunos autores, entre los que está Evans, las sitúan hacia 1400 a. C. y otros, como Leonard Robert Palmer, en torno al 1200 a. C. Por otra parte, un estudio de Jan Driessen identifica diferentes niveles de destrucción relacionados con las tablillas. (46)
Se cree que la transición entre los siglos XIV y XIII a. C. fue otro periodo de movimientos de población. Se construyeron nuevos edificios de importante tamaño en lugares como Sisi, Malia o Kato Guves; este último fue un centro productor de cerámica. Los contactos comerciales y culturales con los centros micénicos del continente se multiplicaron. Se atestigua una intensa exportación de jarras de estribo cretenses con aceite de oliva hacia el continente; por otra parte, el arte micénico se nutrió en buena parte de iconografía de origen minoico.
Periodo Postpalacial
A finales del siglo XIII y durante el XII a. C. se producen amplios movimientos de población en los que se abandonan repentinamente lugares costeros como Sisi que parecían prósperos y también otros lugares llanos, y se ocupan asentamientos situados en altura que dominaban lugares donde podían disponer de una agricultura fértil. Se desconoce la causa de estos movimientos de población, que quizá buscaban protegerse de amenazas procedentes del mar. Algunos autores los han relacionado con la tesis del clima de terror producido por los llamados Pueblos del mar, pero otros han señalado la ausencia de huellas de destrucciones violentas y estiman que los movimientos se debieron dar por una combinación de diversos factores. (45) Por otra parte, esta época se suele relacionar con la tradición de las migraciones dorias.
Influyendo a sus conquistadores de la Grecia continental, la tradición cultural minoica continuó aún en algunos lugares, sobre todo en los centros montañosos de la Creta oriental y en el centro de la isla, como Vrókastro, Praso, Karfí y otros lugares. (43)
En este periodo se generalizó el uso del hierro y la cremación de los muertos, atestiguada por el hallazgo de urnas cinerarias en Fortetsa, en el territorio de Cnosos.
Interior dependencias del palacio de Cnossos. CC BY-SA 3.0. foto: logopop. Original file (5,184 × 3,456 pixels, file size: 5.07 MB).

Organización política
Existen varias visiones predominantes acerca del modo de organización política de la Creta minoica. Una de ellas estima que la isla estaría unificada bajo un poder central ubicado en Cnosos. Esta idea está apoyada por el mayor tamaño de Cnosos, la ausencia de murallas defensivas y la difusión del estilo arquitectónico de Cnosos por toda la isla. Otra, en cambio, apoya la idea de que esta civilización estaba dividida en varias unidades políticas independientes cuyas sedes estarían ubicadas en los diversos asentamientos en los que se ha hallado un gran edificio monumental. A esta serie de edificios monumentales con patio se les ha dado el nombre de «palacios», pese a que no se ha demostrado de forma concluyente que sirvieran como residencia de reyes. (48) Los principales se encuentran en Cnosos, Festo, Malia, Zakros, Gurniá, Petra, Galatás, Monastiraki, Protoria, Arjanes y Makrí Gialós. (47)
La organización de los territorios pudo evolucionar en el transcurso de los siglos: la importancia de Cidonia, al oeste, como centro administrativo fue elevada en una fase más reciente (en los siglos XIV y XIII a. C.)(49) Por otra parte, en otros lugares se han hallado edificios de carácter palaciego más pequeños (Niru Jani) e importantes «villas» rurales (Hagia Triada), lo que ha originado la hipótesis de que existían gobiernos dependientes de otros de mayor tamaño.
La civilización minoica, desarrollada en la isla de Creta entre aproximadamente el 3000 y el 1450 a. C., fue una de las más destacadas del Egeo en la Edad del Bronce, y constituye la primera gran cultura compleja de Europa. Su organización política ha sido objeto de debate entre los especialistas, debido a la ausencia de fuentes escritas extensas que permitan conocer en profundidad sus instituciones. No obstante, la arqueología, los vestigios arquitectónicos, los sistemas de escritura y la comparación con otras culturas contemporáneas permiten trazar una visión clara y matizada de cómo pudo haberse estructurado su poder político a lo largo de sus distintas fases, sin perder un tono claro y accesible.
La civilización minoica se enmarca plenamente dentro de la Edad del Bronce, periodo caracterizado por el uso y desarrollo de este metal en herramientas, armas y objetos de prestigio, lo que supuso un enorme avance tecnológico y económico respecto a la Edad de Piedra. La aparición del bronce, producto de la aleación de cobre y estaño, no solo impulsó la producción artesanal, sino que generó nuevas formas de comercio, jerarquías sociales y formas de poder asociadas al control de materias primas y a la gestión de excedentes agrícolas. En este contexto, el sistema político minoico debe entenderse como una estructura en evolución, estrechamente vinculada a los cambios económicos y tecnológicos del Egeo.
Durante el periodo prepalacial o Minoico Antiguo (c. 3000–2000 a. C.), no existen evidencias de un poder centralizado fuerte. La organización social parece haber sido comunal, basada en clanes o linajes locales que gobernaban sus respectivos asentamientos. No se han hallado construcciones palaciegas ni monumentales que indiquen la presencia de una autoridad unificadora. Sin embargo, ya en esta etapa se observan diferencias en la arquitectura doméstica y en la riqueza de los ajuares funerarios, lo que sugiere la existencia de una élite emergente y de desigualdades incipientes.
Es en el periodo palacial antiguo o Minoico Medio (c. 2000–1700 a. C.) cuando aparece el rasgo más distintivo del sistema político minoico: la edificación de los grandes palacios. Los palacios de Cnosos, Festo, Malia y Zakros, entre otros, actuaban como centros neurálgicos del poder económico, religioso, administrativo y posiblemente también político. Estos complejos no eran simples residencias reales, sino verdaderos centros multifuncionales que concentraban el almacenamiento de bienes agrícolas, la redistribución de productos, la administración escrita a través del sistema Lineal A, y la organización de ceremonias y rituales. Su diseño laberíntico, con patios centrales, talleres, almacenes, salas de culto y salas de audiencia, sugiere la existencia de una burocracia especializada y de una clase dirigente con amplio control sobre la producción y la distribución de recursos.
La figura que probablemente encabezaba estos centros palaciegos ha sido objeto de muchas hipótesis. Aunque a menudo se habla de un “rey minoico”, no hay pruebas concluyentes de una monarquía en el sentido estricto. Algunos arqueólogos proponen la existencia de una figura central, posiblemente un gobernante-príncipe o una alta sacerdotisa, cuya autoridad se sustentaría tanto en el poder político como en el religioso. La ausencia de representaciones bélicas en los frescos y objetos minoicos ha llevado a pensar que el liderazgo se basaba más en el prestigio, la religión y el comercio que en la guerra. No obstante, esta idea debe matizarse, ya que la ausencia de armas en el arte no implica necesariamente una sociedad pacífica, sino que puede reflejar una ideología distinta sobre el poder.
En cualquier caso, el sistema minoico parece haber sido una teocracia palaciega, es decir, una forma de gobierno en la que el poder político y el poder religioso estaban íntimamente ligados. Los palacios, además de centros de poder material, funcionaban como espacios sagrados donde se celebraban rituales en honor a divinidades, probablemente relacionadas con la fertilidad, la naturaleza y el ciclo agrícola. La doble hacha (labrys), los cuernos de consagración y las figurillas femeninas en actitud ritual, refuerzan esta interpretación teocrática del poder. El gobernante, sea hombre o mujer, podía haber sido visto como un mediador entre los dioses y la comunidad, lo que fortalecía su autoridad.
Durante el periodo neopalacial (c. 1700–1450 a. C.), tras una serie de terremotos y posibles invasiones, los palacios fueron reconstruidos con mayor esplendor. Este periodo marcó el apogeo de la civilización minoica. Cnosos, en particular, alcanzó una preeminencia sobre los demás centros, lo que ha llevado a algunos investigadores a plantear la posibilidad de una cierta centralización política bajo su control. Sin embargo, no hay consenso sobre si existió un estado unificado o una red de centros palaciegos autónomos interconectados por relaciones económicas y culturales.
El sistema de escritura conocido como Lineal A, utilizado para la administración palaciega, aún no ha sido descifrado, lo que impide conocer con exactitud las estructuras del poder. Sin embargo, su existencia confirma la complejidad organizativa y la necesidad de un aparato burocrático capaz de llevar registros de bienes, impuestos y ofrendas. Esto sugiere una sociedad altamente jerarquizada, con funciones especializadas y una planificación centralizada de recursos y actividades.
El colapso de la civilización minoica hacia el 1450 a. C., probablemente a causa de catástrofes naturales (como la erupción volcánica de Santorini) y la invasión de los micénicos del continente, supuso el fin del modelo político minoico. Los micénicos adoptaron muchos elementos minoicos, incluidos los palacios y el sistema de administración, pero impusieron una cultura más claramente militarizada y jerárquica.
En resumen, la organización política de la civilización minoica evolucionó desde formas comunales descentralizadas en el periodo prepalacial hasta una compleja red de centros palaciegos con funciones tanto administrativas como religiosas en los periodos palaciales. El poder, aunque no necesariamente militar ni monárquico en el sentido tradicional, se articulaba en torno al control económico, el prestigio religioso y una burocracia eficiente. Esta teocracia palaciega, única en el mundo egeo, refleja una civilización refinada, profundamente religiosa y con un poder articulado desde el símbolo, el rito y la redistribución de bienes, más que desde la fuerza o la conquista.
El palacio de Cnoos
El Palacio de Cnosos es el más importante de los palacios minoicos de Creta (Grecia). Fue construido en torno a 2000-1900 a. C. y nuevamente reconstruido tras sufrir dos destrucciones hacia 1700 y 1450 a. C. Además de ser la residencia de los reyes, probablemente cumplía funciones religiosas y redistribuía recursos económicos. La complejidad de su estructura y abundancia de estancias y pasillos ha hecho que algunos lo identifiquen con el mítico laberinto de Creta.
El palacio de Cnosos es sin duda uno de los símbolos más emblemáticos de la civilización minoica y, por extensión, de todo el mundo prehelénico. Situado cerca de la actual ciudad de Heraclión, en la isla de Creta, representa el ejemplo más desarrollado de arquitectura palaciega del Egeo durante la Edad del Bronce, en un contexto donde las culturas del Mediterráneo oriental y del Egeo estaban experimentando importantes transformaciones políticas, económicas y culturales. Su historia se enmarca entre aproximadamente el 1900 y el 1375 a. C., durante lo que se conoce como los periodos palaciales antiguo y neopalacial de la civilización minoica, y coincide con el pleno desarrollo de la Edad del Bronce en la región.
Cnosos fue más que una residencia real. Constituyó un centro multifuncional que concentraba el poder económico, religioso y administrativo de la región. A diferencia de los palacios micénicos posteriores, más militarizados y cerrados, Cnosos tenía una disposición abierta, articulada en torno a un gran patio central que servía como espacio ceremonial y de encuentro. Su estructura laberíntica, con múltiples niveles, escaleras, corredores y salas interconectadas, ha fascinado desde la antigüedad y dio lugar al mito del laberinto del Minotauro. Lejos de ser un simple capricho arquitectónico, este diseño reflejaba una organización compleja de funciones: almacenes para grano, aceite, vino y otras riquezas agrícolas; talleres artesanales; salas de audiencias; apartamentos privados; y estancias rituales con frescos que representaban ceremonias religiosas, procesiones, figuras femeninas, toros y elementos naturalistas.
Uno de los emblemas del palacio de Cnosos: los llamados «cuernos de consagración». Foto: © Jose Mario Pires. CC BY-SA 4.0.

En términos cronológicos, Cnosos se desarrolla durante el Bronce Medio y el Bronce Reciente, en paralelo a otras grandes culturas del Mediterráneo oriental como la egipcia del Imperio Medio y el Imperio Nuevo, la civilización hitita en Anatolia central y la civilización mesopotámica del periodo paleobabilónico y casita. Todas estas culturas compartían ciertas características comunes: sistemas políticos centralizados, uso de la escritura, desarrollo urbano, comercio a larga distancia y una creciente complejidad administrativa. En ese contexto, Cnosos debe entenderse como parte de un mundo interconectado, donde las ideas, tecnologías y productos circulaban con fluidez entre civilizaciones.
Desde el punto de vista arquitectónico, Cnosos destaca por su refinamiento técnico y estético. El uso de columnas troncocónicas invertidas, la construcción en piedra con revestimientos de yeso, la existencia de sistemas de iluminación y ventilación mediante pozos de luz, e incluso elementos que podemos considerar como una forma temprana de fontanería, revelan un alto grado de desarrollo tecnológico. Estos avances no eran solo funcionales, sino también simbólicos: mostraban el poder, el orden y la sofisticación de la clase dirigente minoica, que organizaba la vida económica y religiosa desde este núcleo palaciego. El palacio estaba decorado con frescos de vivos colores que no solo embellecían el entorno, sino que comunicaban valores ideológicos y religiosos. Las imágenes de sacerdotisas, toros y rituales reflejan un sistema simbólico basado en la fertilidad, la naturaleza y el orden cósmico, con una fuerte presencia del principio femenino, lo que sugiere que las mujeres ocupaban un papel destacado en el culto.
En comparación con otras culturas prehelénicas del Egeo, como las Cícladas o la cultura heládica continental anterior a los micénicos, el palacio de Cnosos representa un grado de centralización y complejidad organizativa muy superior. Mientras las culturas cicládicas del tercer milenio a. C. estaban organizadas en pequeños núcleos dispersos con una producción artesanal notable pero sin centros monumentales, en Creta se desarrolló un modelo de estado palaciego con una burocracia alfabetizada (uso del Lineal A), una economía redistributiva y una planificación arquitectónica sin precedentes. Este modelo fue imitado por los micénicos, quienes tras la caída de los palacios minoicos hacia el 1450 a. C., adoptaron buena parte del legado cretense, incluidos sus estilos artísticos, técnicas constructivas y modelos administrativos, aunque adaptados a una sociedad más belicosa y jerárquica.
El contexto de la Edad del Bronce es crucial para entender la magnitud del palacio de Cnosos. El desarrollo de la metalurgia del bronce, junto con la agricultura intensiva del trigo, la vid y el olivo, permitió acumular excedentes que sustentaron una élite dirigente. A su vez, el control de rutas marítimas entre Egipto, el Levante y el mundo egeo situó a Creta en una posición estratégica para el comercio de metales, cerámicas, textiles, objetos de lujo y productos agrícolas. Cnosos actuaba como centro logístico de esta red, donde llegaban y desde donde se redistribuían bienes valiosos. Las tablillas en Lineal A, aunque aún no descifradas, atestiguan la existencia de un sistema contable que controlaba meticulosamente las entradas y salidas de bienes almacenados en el palacio.
La destrucción de Cnosos, probablemente hacia el 1375 a. C., marcó el fin del sistema palacial minoico. La causa exacta de su colapso sigue siendo debatida, aunque se suele vincular con terremotos, cambios climáticos, inestabilidad interna o la intervención de los micénicos continentales. Tras su desaparición, los micénicos ocuparon el palacio y lo adaptaron a sus propios fines, utilizando un nuevo sistema de escritura, el Lineal B, que sí ha sido descifrado y demuestra la continuidad del uso administrativo del complejo, aunque ya bajo una nueva lógica política.
En definitiva, el palacio de Cnosos fue mucho más que un edificio monumental. Representó la cúspide de una civilización sofisticada, pacífica en apariencia, profundamente religiosa y con una economía redistributiva organizada desde el centro. En su época, fue comparable en complejidad y función a los palacios de Mari o Ugarit en Siria, a las residencias reales del Imperio Medio egipcio o incluso a los grandes centros mesopotámicos. Su estudio no solo ilumina la historia minoica, sino que ayuda a entender el origen de los primeros sistemas estatales del mundo egeo y el legado que dejaron en las civilizaciones posteriores, especialmente en la Grecia micénica. Cnosos fue el corazón palpitante de una cultura única en su tiempo, en la que el poder, el arte, la religión y la economía se fundieron en una visión armoniosa del mundo que aún hoy nos sigue asombrando.
Reconstrucción extensa del «fresco de la procesión». Las partes originales antiguas son solo una pequeña fracción de la pintura. Hallado en el palacio de Cnosos, se expone en el Museo Arqueológico de Heraclión. Foto: ArchaiOptix. CC BY-SA 4.0. Original file (4,917 × 873 pixels, file size: 3.24 MB).
Características del palacio
Su superficie es de unos 17 000 m² pero debido a que en muchas partes constaba de varias plantas, se estima que su área total era de 22 000 m². Disponía de más de 1500 habitaciones. Al oeste y sur un muro lo delimita, pero no era una muralla defensiva. Tenía puertas de acceso al norte, oeste y sur. Estaba construido sobre una pequeña colina, con piedra caliza sobre un armazón de madera. Entre sus elementos característicos pueden destacarse la existencia de pórticos con columnas y pilares, grandes losas de piedra en la parte inferior de los muros, claraboyas, escaleras, patios para proporcionar luz y ventilación y sistemas de drenaje de agua.
Fuente: Marina Martos Fornieles (2015), El palacio de Cnosos, pp.374,378,379, en Thamyris, nova series: Revista de Didáctica de Cultura Clásica, Griego y Latín, (6), pp. 365-397.
Ala oeste
En un gran patio o plaza occidental pavimentada se encuentran tres pozos (kouloures) donde probablemente se depositaba grano. En esta zona se encontraba el acceso principal del palacio, conocido como «propileo occidental». Este conducía al «corredor de la procesión» —que tiene este nombre debido a la pintura en el muro que representaba portadores de ofrendas— que se puede ver en parte por una reproducción ya que el original está en el Museo Arqueológico de Heraclión. Un pasillo estrecho que va de norte a sur separa en dos partes el ala oeste del palacio. En la parte más occidental había 18 almacenes. Cuando se excavaron, algunos estaban casi vacíos y en otros se encontraron grandes vasijas y fragmentos de pinturas murales. Se sabe que había otra planta encima de estos almacenes. Al otro lado del pasillo se encontraban varias estancias con funciones de santuarios —«santuario de las tres columnas» y «santuario tripartito»— y también el denominado «salón del trono». El santuario tripartito parece haber sido el santuario principal del palacio. Constaba de una cripta de pilares, una estancia donde fue hallada una enorme jarra y la denominada «sala del tesoro», o «repositorio». En el repositorio se encontraron, entre otros objetos, unas figurillas de fayenza que son conocidas como «diosas de las serpientes».
Diosa de las serpientes, Museo Arqueológico de Heraclión, Creta, ejemplo del arte minoico hacia 1600 a. C. Chris 73 / Wikimedia Commons. CC BY-SA 3.0. Original file (802 × 1,216 pixels, file size: 245 KB).
Se llama Diosa de las serpientes a varias estatuas de loza vidriada encontradas en Cnosos. La más famosa de ellas mide 29,5 centímetros de altura y supuestamente representa una diosa de la civilización minoica, aunque también se ha señalado que en realidad podría representar a una sacerdotisa. Han sido datadas aproximadamente hacia 1600 a. C., Fueron encontradas por un equipo de arqueólogos dirigidos por Arthur Evans en 1903, en una estancia del ala oeste del palacio de Cnosos llamada tesorería sacra, y actualmente se hallan en el Museo Arqueológico de Heraclión (Creta).
La estatua más conocida es una figura femenina ataviada con un vestido largo, de estrecha cintura y con un corpiño que deja el pecho al descubierto. En ambas manos sostiene sendas serpientes y tiene encima de la cabeza un felino.
A la izquierda, la estatua que en principio fue llamada Diosa de las serpientes; en el centro, la antiguamente denominada Adoradora sin cabeza. Museo Arqueológico de Heraclión, Creta.Esta estatua en un principio era denominada Adoradora sin cabeza, por ser de menor tamaño que otra estatua también de loza vidriada, a la que denominaron Diosa de las serpientes. La estatua había sido hallada sin la cabeza y sin el brazo izquierdo y fue reconstruida por el equipo de Evans, tomando como referencia esta otra estatua mayor. La estatua mayor tiene tres serpientes enroscadas en la cintura y en las manos. A esta estatua le faltaba inicialmente la parte inferior de la falda y fue reconstruida tomando como referencia otras figurillas halladas en las excavaciones
El salón del trono
La sala del trono, al oeste del patio central, estaba precedida por una antecámara. Tanto la antecámara como el salón tenían bancos de piedra corridos que podrían haber ocupado en torno a treinta personas. Un fresco con dos grifos simétricos decora la pared, flanqueando el trono de piedra. Por otra parte, Evans reconstruyó en la antecámara otro trono, este de madera. Al fondo había un anexo que podría haber tenido una función de capilla. Ante el trono de piedra se encontraron algunos fragmentos de jarras que se supone que se utilizaban para ceremonias. Enfrente del trono, a un nivel inferior y separado por columnas y un banco, se halla un espacio conocido como baño lustral, que tal vez sirviera para algún ritual de purificación pero su función no está clara porque no tenía desagüe.
El salón del trono. Deror_avi. Minoean Pallace, Knossos, Crete, Greece. CC BY-SA 3.0. Original file (4,000 × 3,000 pixels, file size: 4.71 MB).

Área suroeste
l área suroeste del palacio de Cnosos es una de las zonas más significativas del complejo arquitectónico, tanto desde el punto de vista funcional como simbólico. Se trata de una de las principales áreas de acceso al palacio y presenta una serie de elementos clave que reflejan la sofisticación de la arquitectura minoica y su organización espacial. Esta zona está situada en una posición estratégica, ligeramente elevada, lo que la convierte en un punto de transición entre el exterior del palacio y su interior ceremonial y administrativo.
Uno de los elementos más destacados de esta área es la gran escalera monumental que conecta la terraza suroeste con niveles inferiores del palacio. Esta escalera no solo facilitaba la circulación, sino que también tenía una función escenográfica: servía para impresionar a quienes accedían al palacio, sugiriendo desde el primer momento el poder y la complejidad de la institución palaciega. La disposición escalonada, combinada con terrazas, plazas y corredores, creaba un efecto de profundidad visual que reforzaba la impresión de grandeza.
En las inmediaciones de esta zona también se encontraba la llamada “escalinata procesional”, flanqueada por muros decorados y que probablemente se utilizaba para ceremonias públicas o religiosas. Cerca de aquí se hallan depósitos de almacenamiento y restos de grandes pithoi, las enormes vasijas de barro utilizadas para guardar aceite, vino, grano u otros productos. Esto indica que, además de su función ceremonial, la zona tenía una dimensión económica vinculada al sistema redistributivo minoico.
Otro espacio importante en esta área es el conocido “teatro al aire libre” o graderío suroeste, una estructura que se asemeja a una pequeña plaza con gradas en varios niveles. Aunque no es un teatro en el sentido clásico griego, pudo haber sido utilizado para reuniones, actos rituales o incluso representaciones simbólicas. Su presencia refuerza la idea de que el palacio no solo era un centro de gobierno y religión, sino también un espacio de interacción social y visualización del poder.
En términos simbólicos, el acceso por el suroeste formaba parte de un recorrido ceremonial que posiblemente llevaba al visitante desde el mundo exterior hacia el corazón sagrado del palacio, atravesando patios, escalinatas, frescos y columnas. La orientación y disposición de los espacios sugiere una cuidadosa planificación que combinaba funcionalidad, estética y simbolismo religioso. Los juegos de luz y sombra, los espacios abiertos y cerrados, y el uso de elementos arquitectónicos como columnas pintadas y puertas dobles, contribuían a crear una experiencia visual y emocional compleja.
En conjunto, el área suroeste de Cnosos refleja tanto el refinamiento técnico de los arquitectos minoicos como su profunda comprensión del espacio como herramienta de poder y significado. Es una zona clave para entender la integración entre lo utilitario, lo ceremonial y lo simbólico en el diseño palaciego de esta civilización extraordinaria.
El área del sur del palacio se encuentra al borde del curso del río Vlyjiá. Al lado del «corredor de las procesiones», antes mencionado, está el «corredor del príncipe de los lirios», donde se encontraba el fresco conocido como «príncipe de los lirios», cuya reconstrucción ha sido polémica. Estos corredores terminaban en otro propileo, que se ha denominado «gran propileo» o «propileo del sur». Aquí se encuentra el fresco conocido como «Los ritóforos». Desde aquí una escalera lleva al «santuario de las tres columnas». A la derecha de la escalera hay una cámara rectangular que, debido al hallazgo de objetos pertenecientes a la época histórica griega, probablemente fue un santuario construido mucho después de la destrucción del palacio.
Grandes pithoi expuestas junto al propileo del sur. Foto: Zde. CC BY-SA 4.0. Original file (5,066 × 3,377 pixels, file size: 8.31 MB,).
Los grandes pithoi expuestos junto al propileo sur del palacio de Cnosos eran enormes recipientes de almacenamiento utilizados principalmente para guardar productos agrícolas como aceite de oliva, vino, cereales y otros alimentos esenciales. Su tamaño permitía conservar grandes cantidades de estos productos, lo cual era fundamental para la economía del palacio y para garantizar el abastecimiento durante todo el año. También podían usarse en contextos rituales o como depósitos de ofrendas, dado el carácter ceremonial y administrativo del complejo palaciego minoico.
Ala este
El ala este, que era el área residencial del palacio, probablemente constara de cuatro pisos, dos de ellos a nivel inferior al patio central, uno al mismo nivel del patio y otro piso superior. El ala estaba dividida por un pasillo que va de este a oeste; al norte había talleres de artesanos y, al sur, estancias residenciales. Una gran escalera —que se ha considerado como una obra maestra de la arquitectura minoica—, iluminada por una claraboya, llevaba a las cámaras reales. Un corredor llevaba a la «cámara de las hachas dobles» —cuyo nombre se debe al símbolo de la doble hacha grabado en las paredes—, que estaba dividida por un politiron. En esta sala, donde probablemente el rey ejercía sus funciones, se ha restaurado un trono. Una puerta al sur de la sala de las hachas dobles lleva al «megaron de la reina» donde se hallan el fresco de los delfines y el de la danzarina. Al oeste del megaron se halla la sala de baño de la reina que también tenía una claraboya y un sistema para la circulación del agua. Al lado de la sala de baño, una puerta permite el acceso a un pasillo, y enfrente hay una pequeña sala conocida como «habitación del sofá de yeso», donde además de una tarima de yeso también estaba lo que Evans creyó que era una letrina. Al lado hay un pequeño patio, llamado «patio de las ruecas» por su similitud con los símbolos que están grabados en el muro. En el área oriental del palacio también fueron hallados el fresco de la taurocatapsia y, entre los restos de una caja carbonizada, varios fragmentos de marfil, algunos de los cuales permitieron reconstruir la estatuilla conocida como el acróbata, que se ha interpretado como un saltador de toros. En la zona más al sur del megaron de la reina se encuentra el «santuario de las dobles hachas». Esta sala fue transformada para este uso tras la destrucción del palacio y funcionó aproximadamente entre 1380 y 1200 a. C. En una esquina de este santuario hay un pequeño baño lustral. En el área noreste se había espacios destinados a talleres, entre ellos el del marmolista, almacenes de grandes jarras y también el «corredor del zatrikion», así llamado porque en este lugar fue descubierto un objeto singular denominado zatrikion o tablero de juego de Cnoso.
Casa del Santuario Sagrado en Cnosos (Κνωσός), Creta, Grecia. Foto: Olaf Tausch. CC BY 3.0. Original file (4,485 × 3,362 pixels, file size: 10.88 MB).
La imagen muestra la conocida estructura llamada «Casa del Santuario Sagrado» o también denominada por algunos arqueólogos como la “Sala de la Tribuna Sagrada”, ubicada en el complejo del palacio de Cnosos en Creta. Esta estancia forma parte de una de las zonas mejor conservadas y restauradas por Arthur Evans, quien la identificó como un espacio de carácter ritual o simbólico dentro del contexto palaciego.
Se trata de una pequeña sala elevada, a la que se accede mediante una escalinata, lo que ya sugiere un cierto carácter ceremonial o de jerarquía espacial. El edificio está parcialmente reconstruido, con columnas troncocónicas típicamente minoicas pintadas de rojo con capiteles negros, y muros restaurados que combinan piedra y elementos modernos para recrear su aspecto original. El espacio interior, aunque reducido, está dispuesto como una especie de altar o tribuna desde la cual pudo haberse realizado alguna clase de ceremonia, declaración o presentación ritual, probablemente vinculada al culto palaciego.
La arquitectura y decoración de esta estancia evocan una función simbólica importante. Las columnas no solo cumplen una función estructural, sino que también transmiten un mensaje estético asociado al poder y la sacralidad. Este lugar ha sido interpretado como un punto de encuentro entre el mundo humano y lo divino, en línea con la dimensión religiosa del palacio minoico, donde se integraban la política, la economía y el culto.
Aunque no se conserva ningún elemento explícito que confirme su función exacta, la disposición, su ubicación elevada y su visibilidad dentro del conjunto palaciego apoyan la idea de que esta tribuna pudo haber servido para actos públicos de carácter ritual o para la exposición de símbolos sagrados, como la doble hacha o los cuernos de consagración. Algunos estudiosos también sugieren que pudo formar parte de un circuito ceremonial que conectaba distintos espacios sacros del palacio, en especial durante festividades o ritos vinculados a la fertilidad, las estaciones o el poder legítimo.
En resumen, esta estancia no era simplemente una sala más del palacio, sino un espacio cargado de simbolismo y con una función posiblemente religiosa o institucional, reflejo del carácter profundamente ceremonial de la arquitectura minoica.
Zona norte
En el norte se encontraba otra puerta de entrada con un propileo. Allí se encuentra una pintura de un toro furioso. Junto a esta entrada, en la parte exterior de los muros del palacio se construyó un santuario. En esta área se encontró el fresco del «recolector de azafrán» y otro fresco que probablemente representara un banquete ceremonial del que formaba parte la figura conocida como «la parisienne». La puerta norte conducía directamente hasta la «sala hipóstila», de la que se ha sugerido que podría ser un puesto de control de las mercancías que llegaban al palacio. En la esquina del noroeste se encontraba un recinto que se ha identificado como un baño lustral.
También en la zona norte está el área teatral, al aire libre, donde las gradas forman una L, y cuya función no está del todo clara, aunque podría ser albergar algún tipo de ceremonia, reunión o espectáculo.
Una «vía real», pavimentada, partía del propileo norte y llevaba a los dos puertos de Cnosos: Katsambás y Amnisos.
El pórtico del norte, en primer plano, con el fresco de un toro furioso. En segundo plano se halla un espacio conocido como piscina lustral. Foto: Bernard Gagnon., CC BY-SA 3.0. Original file (3,456 × 2,592 pixels, file size: 2.39 MB,).
Patio central
El patio central, en torno al que estaba estructurado todo el palacio, era un gran espacio rectangular de 53 x 28 m al aire libre, con una orientación norte-sur. Es posible que además de ser un lugar de reunión, fuera un lugar de celebración de espectáculos, entre ellos, de la taurocatapsia, aunque no hay acuerdo entre los especialistas sobre esta cuestión.
Camino sagrado
El área teatral del palacio estaba conectada por una vía pavimentada hasta el denominado «pequeño palacio de Cnosos», un edificio situado a unos 230 m del palacio principal que tenía un especial carácter religioso. Se ha sugerido que por este camino discurría una procesión en la que se trasladaban objetos sagrados desde un edificio al otro ante la multitud.
Las tablillas de lineal B
Entre los hallazgos más importantes del palacio de Cnosos se encuentran aproximadamente 3000 fragmentos de tablillas de arcilla con inscripciones en escritura lineal B, un sistema silábico que representa una forma temprana del griego micénico. Estas tablillas son esenciales para comprender la administración y la economía del palacio en su fase final, ya bajo control micénico. Las inscripciones se encontraron dispersas en cinco áreas distintas del complejo palaciego, lo que permite deducir la diversidad funcional de los espacios y la amplitud del aparato administrativo.
Una parte significativa de estas tablillas fue hallada cerca de la entrada norte del palacio, lo que sugiere que esta zona pudo tener funciones de control de acceso o de recepción de mercancías. Otro conjunto importante apareció en el sector occidental del palacio, particularmente en los grandes almacenes, aunque también se hallaron tablillas en otras habitaciones adyacentes. En algunos casos, las tablillas estaban fragmentadas o desplazadas, lo que ha llevado a los arqueólogos a pensar que pudieron caer desde pisos superiores durante el colapso estructural del edificio.
Una de las tablillas con inscripciones en lineal B (KN Fp 13) de Cnosos. vintagedept – Flickr: Clay Tablet inscribed with Linear B script. CC BY 2.0. Original file (2,511 × 1,026 pixels, file size: 1.98 MB).
Una tercera área clave es la conocida como “habitación de las tablillas de carros”, donde se conservan registros detallados relacionados con carros de guerra, ruedas, equipos y posiblemente personal vinculado a su fabricación o mantenimiento. Esto demuestra una administración meticulosa del equipo militar y refleja la importancia de este recurso en la etapa micénica. En el sector oriental del palacio, se encontró otra concentración de tablillas, en este caso centradas en la gestión de rebaños de ovejas, producción de lana y distribución de tejidos, lo que indica que esta parte del palacio estaba asociada a funciones ganaderas y artesanales. Finalmente, en un espacio denominado “el arsenal” aparecieron tablillas vinculadas al almacenamiento y control de armas y carros, lo que refuerza la idea de una estructura militarizada y jerárquica en la administración micénica del palacio.
Las tablillas se escribían cuando estaban aún húmedas y no estaban destinadas a durar mucho tiempo, ya que cumplían una función contable temporal. Sin embargo, gracias a los incendios que destruyeron el palacio, muchas de ellas se cocieron accidentalmente y se conservaron hasta nuestros días. La datación de estas tablillas ha sido motivo de debate. Arthur Evans, el primer excavador de Cnosos, propuso una cronología hacia 1400 a. C., mientras que otros investigadores, como Leonard Robert Palmer, han sugerido una fecha más tardía, alrededor del 1200 a. C., asociada con la caída definitiva del mundo micénico. Más recientemente, el arqueólogo Jan Driessen ha propuesto que las tablillas se asocian a distintos momentos de destrucción y reorganización dentro del propio palacio, lo que podría implicar una secuencia de eventos y no una única catástrofe.
Además de su valor como fuente directa para conocer el griego más antiguo conocido, estas tablillas revelan el alto grado de centralización administrativa y control que ejercían los micénicos sobre las actividades económicas y militares. Cnosos, en su etapa final, ya no era un centro del mundo minoico autónomo, sino una sede del poder micénico continental adaptada al modelo de palacio-fortaleza propio de Micenas, Pilos o Tebas. Las tablillas dan cuenta de un sistema altamente jerárquico, con escribas profesionales que registraban bienes, trabajadores, animales y manufacturas con gran precisión, lo que refleja una economía planificada y controlada desde el palacio. Estas inscripciones son, en definitiva, un testimonio excepcional del poder administrativo del mundo micénico y de la importancia de Cnosos dentro de esa red política y económica en los últimos siglos de la Edad del Bronce.
Referencias Palacio de Cnossos
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- Carmen Poyato Holgado (1989), Lugares de culto y santuarios de época postpalacial en la Creta Minoica: una revisión crítica, p.122.
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- Marina Martos Fornieles (2015), El palacio de Cnosos, p.389.
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Arte minoico
Arts. principales: Arte minoico y Cerámica minoica; arte, técnica y simbolismo en la Creta prehelénica.
El arte minoico constituye una de las manifestaciones más fascinantes y originales de la civilización cretense que floreció durante la Edad del Bronce en el mar Egeo, aproximadamente entre el 3000 y el 1450 a. C. Este arte, desarrollado principalmente en la isla de Creta, se enmarca dentro del periodo que conocemos como Edad de los Metales, específicamente en su fase del Bronce Medio y Final. La civilización minoica se considera una de las primeras culturas complejas de Europa y se caracterizó por un notable desarrollo urbano, económico y artístico. El arte minoico no se entiende como un simple ornamento estético, sino como una expresión profunda de su sociedad, religión y vida cotidiana.
Desde el punto de vista cronológico, el arte minoico se desarrolló en paralelo con otras culturas de la Edad del Bronce del Mediterráneo oriental, como las civilizaciones cicládica, micénica, egipcia y mesopotámica, con las cuales mantuvo contactos comerciales y culturales. A diferencia de estas últimas, sin embargo, el arte minoico se distingue por su carácter más naturalista, colorido y vivaz, alejado del simbolismo hierático y rígido típico del arte egipcio, por ejemplo. Esta diferencia refleja el talante aparentemente más pacífico, hedonista y abierto de la sociedad cretense, cuyo poder no se basaba tanto en la guerra como en el comercio marítimo y en una organización palaciega muy desarrollada.
Uno de los rasgos más sobresalientes del arte minoico es su íntima relación con la arquitectura palaciega. Los grandes palacios como los de Cnosos, Faistos, Malia y Zakros, que servían como centros administrativos, religiosos y económicos, estaban ricamente decorados con frescos, relieves, columnas pintadas, cerámicas y esculturas. Los frescos murales constituyen probablemente la manifestación más destacada del arte minoico. En ellos se representan escenas de la vida cotidiana, rituales religiosos, procesiones, paisajes naturales, animales marinos y figuras humanas estilizadas que se mueven con una elegancia y fluidez extraordinarias. El famoso fresco del salto del toro, por ejemplo, representa una ceremonia ritual que evidencia tanto la importancia simbólica del toro como la capacidad del arte minoico para capturar el movimiento y la vitalidad del cuerpo humano.
La técnica pictórica empleada en estos frescos es el buon fresco, es decir, se pintaban sobre el yeso húmedo, lo que permitía que los pigmentos se fijaran químicamente al muro, otorgándoles una gran resistencia al paso del tiempo. Los colores eran intensos y planos, y los contornos bien definidos, lo que permitía una gran expresividad con medios relativamente sencillos. No se buscaba la perspectiva ni el volumen, sino la representación dinámica y decorativa del sujeto.
El príncipe de los lirios, de Cnosos. Photo prise par Harrieta171. CC BY-SA 3.0.

La cerámica minoica también alcanzó niveles altísimos de perfección técnica y estética. Desde los vasos Kamares, caracterizados por sus formas finas y decoraciones geométricas y vegetales multicolores, hasta los recipientes de estilo naturalista del periodo neopalacial, decorados con pulpos, delfines, flores y espirales, la cerámica minoica revela un gusto por la armonía, la observación de la naturaleza y la ornamentación estilizada. Algunos de estos recipientes, como los pithoi de gran tamaño, cumplían funciones de almacenamiento en los palacios, mientras que otros se destinaban a usos rituales o domésticos.
La escultura, aunque menos abundante, presenta piezas de gran interés simbólico y técnico. Las más conocidas son las figuras de las diosas con serpientes, realizadas en loza vidriada (faenza), que muestran a mujeres en actitud frontal, con los pechos al descubierto y una serpiente en cada mano, lo que sugiere una conexión con cultos a la fertilidad o a divinidades ctónicas. Estas pequeñas estatuillas nos permiten vislumbrar aspectos de la religiosidad minoica, centrada probablemente en una gran diosa madre y en rituales relacionados con la naturaleza, la fecundidad y los ciclos vitales.
En el ámbito de los metales, aunque los minoicos dominaron la fundición del bronce, su arte metalúrgico se plasmó sobre todo en joyas y objetos votivos. La orfebrería minoica produjo piezas exquisitas de oro y plata, como collares, pendientes, diademas y sellos grabados con escenas mitológicas o naturalistas. También se han hallado pequeñas figuras de bronce que representan animales o humanos, a menudo con fines votivos.
El arte minoico no puede separarse de su contexto cultural y religioso. Todo indica que los palacios funcionaban como centros neurálgicos de culto y organización social, y el arte formaba parte integral de este entramado. Las decoraciones no eran arbitrarias, sino que reflejaban un mundo simbólico complejo en el que la naturaleza, los animales, el mar, la figura femenina y los ritos tenían un papel central. Este carácter simbólico, sin embargo, se expresaba con una libertad estilística y un sentido del ritmo visual que hace del arte minoico una de las cumbres de la estética preclásica.
El colapso de la civilización minoica hacia el 1450 a. C., probablemente por una combinación de desastres naturales y la invasión micénica, marcó también el fin del esplendor de su arte. A partir de entonces, los estilos micénicos, más sobrios y guerreros, se impusieron en la isla, aunque el legado artístico de Creta perduró como una influencia importante en el desarrollo posterior del arte griego.
En resumen, el arte minoico es una manifestación profundamente original y refinada dentro de las culturas de la Edad del Bronce, que destaca por su frescura, naturalismo y sentido decorativo. Nos ofrece una ventana privilegiada a una sociedad avanzada y aparentemente pacífica, donde el arte no era un lujo, sino una parte esencial de la vida cotidiana, del culto religioso y de la expresión del poder palaciego. Su estudio nos permite comprender no solo el arte por el arte, sino el modo en que una civilización se representa a sí misma en sus formas más bellas y perdurables.
Grifo, de Cnosos. photo by Paginazero. Ver archivo original. CC BY-SA 3.0.

La Cerámica minoica es más que una útil herramienta para datar la civilización minoica. Su rápida secuencia de estilos artísticos revela el placer en la novedad, y además ayuda a los arqueólogos a asignar las fechas relativas de los estratos arqueológicos. Vasos conteniendo aceites y ungüentos, exportados desde siglo XVIII a. C. de Creta, han sido encontrados en sitios de las islas egeas y el continente griego, en Chipre, a lo largo de la costa de Siria y en Egipto, mostrando los altos contactos comerciales con los minoicos. La excelente cerámica llamada de Kamarés y la del Minoico final estampada de «estilo marino» son los puntos álgidos de la cerámica minoica.
En el periodo minoico antiguo las cerámicas se caracterizan por dibujos lineales de espirales, triángulos, líneas curvas, cruces. En el periodo minoico medio los diseños naturalistas de peces, calamares, pájaros y lirios eran comunes. En el periodo minoico reciente, las flores y animales eran los más característicos, pero aumentó la variación. El estilo palacial de la región alrededor de Cnosos se caracterizó por una fuerte simplificación geométrica de los temas naturalistas y el monocromatismo. Son significativas las similitudes entre el minoico reciente y el arte micénico.

Lengua y escritura minoicas
El idioma minoico es una lengua aislada preindoeuropea que todavía no ha podido ser descifrada.
Su escritura fue, entre los años 1900 a. C. y 1700 a. C., de forma jeroglífica. Posteriormente este sistema de escritura evoluciona hacia una escritura fonética silábica, denominada Lineal A (1700 a. C. – 1450 a. C.), que será posteriormente adaptada por los griegos micénicos para escribir su lengua. Este sistema de escritura micénico adoptado desde el Lineal A se denomina Lineal B y se terminará imponiendo tanto en el continente como en la isla de Creta para llevar la contabilidad de los palacios, según muestran los vestigios encontrados.
Tablilla cerámica con escritura lineal A, Museo Arqueológico de Heraclión. Foto: Zde. CC BY-SA 4.0. Original file (2,921 × 1,555 pixels, file size: 2.72 MB).
La lengua minoica, hablada en la isla de Creta durante la Edad del Bronce, constituye uno de los grandes enigmas de la filología antigua. Se trata de una lengua preindoeuropea, es decir, anterior a la llegada de las lenguas indoeuropeas al Mediterráneo oriental, y hasta la fecha permanece sin descifrar. Este idioma, que no guarda relación directa conocida con ninguna lengua viva o muerta, solo puede ser estudiado a través de las inscripciones que nos han llegado en forma de escritura. La información sobre la lengua minoica es, por tanto, limitada y fragmentaria, lo que ha hecho de su desciframiento uno de los desafíos más fascinantes de la arqueología lingüística.
En cuanto a su sistema de escritura, los primeros testimonios se remontan a entre los años 1900 y 1700 a. C., cuando en los contextos palaciegos de Cnosos, Malia y otros asentamientos aparecen signos jeroglíficos de carácter pictográfico. Esta escritura jeroglífica cretense, distinta de la egipcia pese a la coincidencia en el nombre, se usaba probablemente con fines administrativos y rituales, aunque su contenido exacto aún no ha podido establecerse debido a la falta de textos largos y paralelos comparativos. Posteriormente, hacia el 1700 a. C., este sistema evoluciona hacia una forma más abstracta y simplificada: el Lineal A. Se trata de una escritura silábica, en la que cada signo representa una sílaba completa, posiblemente acompañada de signos ideográficos. El Lineal A se utilizó ampliamente hasta aproximadamente el 1450 a. C. en tablillas de arcilla, sellos y objetos cerámicos, y constituye la principal fuente escrita de la lengua minoica.
A pesar de los esfuerzos de muchos investigadores, el Lineal A sigue sin ser descifrado. Aunque algunos signos son compartidos con el posterior Lineal B, la lengua subyacente es diferente, lo que ha dificultado su interpretación. No obstante, su estudio ha permitido identificar patrones de uso, nombres de personas, medidas y fórmulas administrativas, lo que sugiere un empleo funcional, sobre todo en contextos económicos y religiosos vinculados a la administración palaciega.
Tras la crisis minoica y la expansión del poder micénico en la isla, el Lineal A fue sustituido por el Lineal B, una adaptación hecha por los griegos micénicos para escribir una forma arcaica del griego. Este sistema, que también es silábico, fue descifrado en 1952 por Michael Ventris y John Chadwick, lo que permitió revelar el contenido de centenares de tablillas micénicas centradas en registros contables, inventarios de bienes, ofrendas religiosas y distribución de tierras. El uso del Lineal B se extendió por el continente griego y Creta hasta el colapso del sistema palaciego hacia el 1200 a. C., marcando así el final de la escritura en la región durante varios siglos, hasta la introducción del alfabeto griego en época arcaica.
El estudio de la lengua y la escritura minoicas no solo nos acerca al mundo intelectual de una civilización compleja, sino que también pone de manifiesto el carácter avanzado y organizado de sus estructuras administrativas. Aunque su lengua aún permanece en silencio, los vestigios que nos ha dejado en forma de signos, símbolos y tablillas nos permiten vislumbrar una sociedad alfabetizada, con un uso funcional de la escritura en el ámbito del poder, el comercio y posiblemente la religión. La persistencia del misterio en torno al Lineal A y a la lengua minoica es uno de los elementos que contribuyen a la fascinación permanente que ejerce la civilización cretense sobre historiadores, lingüistas y amantes de la antigüedad.
Religión minoica
art. principal wikipedia: Religión minoica y Sarcófago de Hagia Triada.
La religión minoica se corresponde con los cultos practicados por la civilización minoica en Creta. Es una religión animista orientada al culto a la vegetación. Esto se percibe especialmente a través de los dioses y diosas que mueren y renacen cada año, y los usos simbólicos del toro o su cornamenta, serpientes y palomas. A pesar de que haya desaparecido con la llegada de los aqueos y los dorios de Grecia, dejó rasgos importantes en los mitos del panteón de la Grecia Clásica.
Los minoicos parecen haber dado siempre un papel preponderante a las diosas, por lo que a veces se ha descrito su religión como «matriarcal».(50) Aunque existen pruebas de la existencia de dioses masculinos, las representaciones de diosas son con mucho las más frecuentes. Mientras se especula que algunas de estas representaciones de mujeres corresponden a fieles y sacerdotisas oficiando ceremonias religiosas, otras veces parece que la imagen representa a la misma deidad en diferentes formas: como Diosa madre de la fertilidad, Señora de los Animales, protectora de las ciudades, del hogar, de la cosecha, del inframundo etc. Algunos (51) han afirmado que estos eran aspectos diferentes de una sola Gran Diosa. Destacan en este sentido las distintas figurillas de mujeres con los pechos descubiertos y con vestidos acampanados que suelen aparecer agarrando serpientes, lo que se ha interpretado junto con los pechos descubiertos como símbolo de fertilidad. Otra posibilidad que se ha sugerido es que las divinidades principales de los minoicos eran, al igual que en otros reinos del Mediterráneo Oriental, una diosa del Sol y un dios de la tormenta, que sería su hijo. (52) Muchos expertos apuntan que estas diosas podrían ser la evolución de las primitivas diosas-madres neolíticas e incluso los ancestros de las diosas griegas Deméter y Perséfone. Suelen aparecer todas ellas representadas acompañadas de serpientes, pájaros, amapolas y algún tipo de animal poco reconocible sobre la cabeza.
El ejemplo por excelencia de gran celebración festiva es la famosa competición atlética del salto del toro, representada multitud de veces en los frescos de Cnosos (53) e inscrita en sellos.(54) Arthur Evans opinaba que los cuernos del toro estaban además presentes en uno de los símbolos minoicos más recurrentes, que tiene forma de «u» y lo llamó «cuernos de consagración», aunque otros autores consideran que el símbolo es la representación de montañas. (55) Aparece en muchas manifestaciones de arte minoico, y también en templos de Chipre.(56). Otros símbolos sagrados de los minoicos eran las labrys (hachas de doble filo), las columnas, la serpiente, el disco solar y el árbol. Sin embargo, estudios recientes proponen una interpretación radicalmente diferente a la religiosa para estos símbolos, sugiriendo que se refieren a la apicultura.(57)
Sarcófago de Hagia Triada expuesto en el Museo Arqueológico de Heraclión. Foto: Jebulon. Creative Commons. Original file (4,257 × 2,910 pixels, file size: 9.38 MB).

Existen indicios de que los minoicos pudieron llevar a cabo sacrificios humanos en varios lugares: Anemospilia, en un edificio del MMII (periodo Protopalacial 1800-1700 a. C.) interpretado como un templo, en Cnosos, en un edificio conocido como la «Casa Norte», del LMIB (periodo Neopalacial 1480-1425 a. C.)(58) y en Cidonia, en un enterramiento fechado entre los siglos XIV y XII a. C. donde aparecieron mezclados huesos de animales con los de una mujer joven, (59) aunque los dos últimos casos probablemente pertenecen a la época micénica cretense.
Como es habitual en los yacimientos de la Edad de Bronce, son los enterramientos los que proporcionan la mayor parte del material arqueológico para este periodo. Hacia el fin del Periodo Neopalacial minoico, se practicaban dos modalidades de enterramiento: con tumbas circulares o Tholoi, ubicadas en el sur de Creta; y las tumbas en cista (cuatro losas laterales y una encima) localizadas en el norte y en el este. Por supuesto existen diferentes patrones dentro de las prácticas mortuorias minoicas que no se ajustan completamente a las dos descritas, aunque parece claro que era la inhumación, y no la cremación, la forma más popular de enterramiento en la Creta de la Edad de Bronce. (60) Aunque en este periodo se tiende hacia el enterramiento individual existen excepciones, como el controvertido complejo de Crisólakos, en Malia, un conjunto de edificaciones que se puede interpretar o bien como un centro de rituales de enterramiento, o como la cripta de una familia noble.
Se han descubierto cientos de exvotos en las cuevas de varios montes, destacando las del monte Ida, lo cual sugiere peticiones de ayuda hacia los dioses y que sean restos de ciertos rituales que podrían llevarse a cabo en estas cavernas.
La religión minoica, como manifestación espiritual y cultural de la civilización cretense durante la Edad del Bronce, nos ofrece una ventana privilegiada al mundo simbólico de una de las culturas más sofisticadas del Mediterráneo oriental. A pesar de la escasez de textos descifrables y de la dificultad para reconstruir en detalle sus creencias, el arte, la arquitectura, los restos arqueológicos y algunos objetos excepcionales como el sarcófago de Hagia Triada permiten trazar un perfil bastante coherente de su sistema religioso. Este sistema se caracteriza por un fuerte simbolismo naturalista, una presencia central de lo femenino en lo divino, y una íntima relación entre religión, poder político y organización palaciega. A su vez, sentó importantes precedentes que serían heredados y reelaborados en la posterior religión de la Grecia clásica, aunque con transformaciones sustanciales en su estructura teológica y en su cosmovisión.
La religión minoica se articula en torno al culto a una figura femenina central, comúnmente identificada por los estudiosos como la Gran Diosa o la Diosa Madre. Esta divinidad, representada con frecuencia en frescos, esculturas y objetos votivos, aparece en diversas formas: a veces como diosa de la fertilidad, otras como señora de los animales (potnia theron), o bien como diosa serpiente, vinculada a los poderes ctónicos y a la regeneración. Esta centralidad de lo femenino en el universo religioso minoico contrasta con otras religiones antiguas dominadas por panteones masculinos, y ha sido interpretada por algunos como signo de una sociedad más equitativa o incluso matriarcal, aunque esto último sigue siendo motivo de debate.
El toro, otro de los grandes símbolos minoicos, parece tener un valor ritual fundamental. Su presencia en frescos como el del salto del toro, en esculturas y en la iconografía de los palacios sugiere un culto relacionado con la fuerza vital, la fertilidad, los ciclos naturales y, quizás, con antiguos mitos relacionados con el sacrificio y la renovación. El laberinto del palacio de Cnosos y su vinculación posterior con el mito del Minotauro podrían tener un origen en antiguos ritos iniciáticos o de renovación ligados a la religión minoica. Del mismo modo, los cuernos de consagración, formas arquitectónicas con forma de media luna invertida, y el uso ritual de hachas dobles o labrys, refuerzan la idea de un sistema simbólico complejo que articula el poder divino con la naturaleza, los ciclos de la vida y la muerte, y la autoridad palaciega.
Los santuarios minoicos no seguían un modelo único. Se han identificado templos y capillas dentro de los palacios, santuarios de montaña y santuarios en cuevas, lo que sugiere una religiosidad diversa y profundamente arraigada en el paisaje natural de la isla. En los palacios, los espacios religiosos estaban integrados en el mismo edificio administrativo y económico, lo cual revela la estrecha relación entre el culto y el poder político. Las cuevas, por su parte, parecen haber tenido un carácter más sagrado, vinculado quizás con el inframundo, la fertilidad de la tierra y la iniciación. En estos espacios se han hallado estatuillas, ofrendas, restos animales y cerámicas rituales que confirman su uso ceremonial.
Uno de los objetos más significativos para el conocimiento de la religión minoica es el sarcófago de Hagia Triada, datado hacia el 1400 a. C. y realizado en piedra caliza pintada. Este sarcófago, uno de los pocos de época minoica decorado con escenas figurativas, proporciona información valiosísima sobre los rituales funerarios y las creencias en la vida después de la muerte. En él se representan procesiones rituales, ofrendas de animales, libaciones y escenas que sugieren una relación entre el difunto y el mundo divino. Aparecen personajes que portan vasijas, músicos, sacerdotisas y lo que podría interpretarse como la figura de un muerto o un dios recibiendo los dones. Las escenas evocan un elaborado ceremonial religioso vinculado al tránsito hacia el más allá, la protección de los dioses y la perpetuación de la vida espiritual tras la muerte. El hecho de que las figuras femeninas sean predominantes, y que algunas escenas impliquen la entrega de sangre animal en vasos rituales, refuerza la idea de una religión profundamente simbólica, en la que el sacrificio, la música, el canto y las libaciones tenían una función mediadora entre el mundo humano y lo sagrado.
El sarcófago de Hagia Triada no solo es una fuente excepcional sobre la escenografía ritual minoica, sino que permite intuir ciertos conceptos religiosos más estructurados que podrían anticipar, al menos en parte, aspectos del pensamiento teológico griego posterior. La idea de sacrificio, de procesión sagrada, de divinidades que protegen al difunto o reciben ofrendas, tiene paralelos en la religión griega, aunque con reinterpretaciones. Muchos investigadores han sostenido que algunos elementos de la religión olímpica, como las potnias arcaicas (por ejemplo, Deméter, Perséfone o Ártemis), tienen raíces en divinidades minoicas más antiguas, asimiladas tras la conquista micénica y adaptadas a un nuevo contexto social y cultural. También se ha sugerido que prácticas como los misterios religiosos, la importancia del culto a los muertos o ciertas representaciones rituales del ciclo agrícola tienen precedentes en el mundo minoico.
No obstante, es importante subrayar que la religión minoica no fue una teología sistematizada como la que elaborarán más tarde los filósofos griegos o los poetas como Hesíodo y Homero. Su religiosidad parece más cercana a una cosmología simbólica, centrada en la naturaleza, los ciclos vitales y las fuerzas invisibles del mundo, sin una clara jerarquía panteónica ni una narración mitológica fija. Aun así, la riqueza de sus representaciones visuales y la integración de lo sagrado en todos los ámbitos de la vida indican una visión del mundo profundamente religiosa, en la que el ser humano, los dioses y la naturaleza formaban un todo armónico.
En conclusión, la religión minoica representa una de las expresiones más originales y sugerentes del pensamiento espiritual de la Edad del Bronce en el Mediterráneo. Con sus ritos, símbolos y divinidades, refleja una cosmovisión profundamente integrada en la naturaleza y en la estructura social palaciega, donde lo sagrado y lo político se entrelazan. Aunque aún enigmática por la falta de textos legibles, su influencia se deja sentir en muchos aspectos de la religión griega arcaica, lo que convierte al mundo minoico en un verdadero antecedente espiritual de la cultura helénica posterior. El sarcófago de Hagia Triada, como testimonio tangible de sus ritos y creencias, nos recuerda la profundidad simbólica de una civilización que, aunque desaparecida, sigue hablándonos desde sus imágenes y monumentos.
Conferencia «Religión minoica y micénica» | Alberto Bernabé
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Estudios genéticos
Un estudio de arqueogenética de 2013 comparó el ADN mitocondrial de esqueletos minoicos antiguos enterrados en una cueva en la meseta de Lasithi entre 3.700 y 4.400 años atrás, con el de 135 muestras actuales de Grecia, Anatolia, Europa occidental y septentrional, África del Norte y Egipto. Los investigadores descubrieron que los esqueletos minoicos eran genéticamente muy similares a los europeos de hoy en día, y especialmente a los cretenses de hoy en día, en particular los de la meseta de Lasithi. También eran genéticamente similares a los europeos neolíticos, pero distintos de las poblaciones egipcia o libia. «Ahora sabemos que los fundadores de la primera civilización europea avanzada fueron europeos», dijo el coautor del estudio George Stamatoyannopoulos, genetista de la Universidad de Washington. «Eran muy similares a los europeos neolíticos y muy similares a los actuales cretenses».
Un estudio arqueogenético de 2017 sobre los polimorfismos de ADN mitocondrial de los restos minoicos publicado en la revista Nature concluyó que los griegos micénicos estaban genéticamente relacionados con los minoicos y que ambos están estrechamente relacionados, pero no son idénticos, a las poblaciones griegas modernas. El mismo estudio también indicó que al menos tres cuartas partes del ADN de los minoicos y micénicos procedían de los primeros agricultores de la época neolítica que vivían en Anatolia occidental y el mar Egeo.
Sin embargo los micénicos de Grecia, pero no los minoicos de Creta, tenían también una diferencia importante: poseían entre un 4% y un 16% de ADN de ancestros que llegaron del norte, desde el este de Europa o Siberia (indoeuropeos). (61)
Fresco Damas de azul, de Cnosos. Gleb Simonov y un autor más. Dominio Público. Original file (6,064 × 3,779 pixels, file size: 14.23 MB).
Sociedad y vida cotidiana
La sociedad minoica, tal como se refleja en los vestigios arqueológicos, ofrece una imagen rica y dinámica de una civilización avanzada y aparentemente próspera, en la que la vida cotidiana estaba profundamente imbricada con la naturaleza, el arte, la religión y las actividades palaciegas. Aunque gran parte de lo que sabemos procede de la interpretación de frescos, tumbas, objetos domésticos y estructuras arquitectónicas, estos elementos permiten reconstruir una visión bastante detallada de cómo vivían los antiguos cretenses durante la Edad del Bronce.
Las viviendas minoicas, especialmente en los centros urbanos como Cnosos, Faistos o Zakros, muestran una arquitectura sorprendentemente desarrollada. Existían casas de varios pisos con sistemas de ventilación, canalizaciones de agua corriente y retretes, lo cual sugiere un nivel de confort doméstico adelantado a su tiempo. Los interiores estaban decorados con frescos, suelos pavimentados y utensilios de cerámica finamente elaborados, lo que revela una sensibilidad estética presente incluso en los entornos privados. Las clases altas vivían probablemente cerca de los palacios o integradas en el entorno palaciego, mientras que el resto de la población habitaba en casas más modestas, aunque aún funcionales y bien construidas.
Uno de los aspectos más llamativos de la sociedad minoica es el papel aparentemente destacado de la mujer. A diferencia de otras culturas contemporáneas, en la iconografía minoica las figuras femeninas no solo son frecuentes, sino que a menudo se muestran en posiciones de autoridad o centralidad ritual. Sacerdotisas, danzantes, figuras femeninas en procesiones o en contextos religiosos dominan los frescos y sellos minoicos. Esto ha llevado a algunos investigadores a proponer que la mujer tenía un estatus social elevado, al menos en ciertos ámbitos religiosos o simbólicos. La moda femenina, tal como se representa en los frescos, era elaborada y distintiva: faldas acampanadas, corpiños ajustados y pechos al descubierto, lo que podría señalar no solo un gusto estético particular, sino también convenciones culturales bien establecidas.
La alimentación minoica se basaba en una dieta mediterránea variada y equilibrada. Cultivaban cereales como trigo y cebada, legumbres, olivos y vides, y criaban cabras, ovejas y cerdos. El mar jugaba un papel esencial en la dieta: los minoicos pescaban activamente y consumían moluscos y peces. Los hallazgos de huesos, semillas y restos de alimentos en los asentamientos y los frescos que representan escenas de pesca o de banquetes permiten deducir la importancia del alimento tanto en la vida diaria como en el contexto ceremonial. Además, la conservación del aceite y el vino en grandes pithoi, almacenados en los palacios, muestra una economía agrícola organizada y orientada también al comercio.
La vestimenta, tanto masculina como femenina, era elaborada y variada, lo que refleja una cultura sensible al detalle y al adorno. Los hombres vestían faldellines, cinturones y capas, y las mujeres, como ya se ha señalado, llevaban vestidos complejos y joyas de oro o piedras semipreciosas. Los peinados también eran estilizados, y tanto hombres como mujeres parecen haber cuidado mucho su aspecto personal, lo que puede relacionarse con el valor social del prestigio, la belleza y el estatus.
En cuanto a la infancia y la educación, los datos son más escasos, aunque se han encontrado figuras de niños y algunas escenas que podrían aludir a su participación en rituales o juegos. Es razonable suponer que los niños y jóvenes aprendían oficios, técnicas agrícolas o navales, y los secretos del culto a través de la imitación y la práctica dentro del ámbito familiar o palaciego. En una sociedad tan organizada y simbólicamente cargada como la minoica, es probable que la transmisión de conocimientos se realizara en parte a través de la educación ritual o iniciática, aunque sin textos escritos que lo confirmen, este punto permanece en el terreno de la hipótesis.
En conjunto, la vida cotidiana en la Creta minoica parece haber estado marcada por un elevado grado de refinamiento material, una organización social compleja y una fuerte integración entre lo doméstico, lo religioso y lo estético. Las evidencias apuntan a una cultura que valoraba el bienestar, la belleza, la armonía con el entorno y el equilibrio entre lo práctico y lo simbólico, lo que convierte a la sociedad minoica en un caso excepcional dentro de las civilizaciones del Bronce antiguo.
Economía y comercio
La economía minoica estuvo profundamente vinculada al mar, que actuó como arteria vital para el comercio, la expansión cultural y el abastecimiento de recursos. La posición estratégica de Creta en el Mediterráneo oriental, entre Europa, Asia y África, convirtió a la isla en un punto clave para las rutas comerciales de la Edad del Bronce. Esta ventaja geográfica fue aprovechada por los minoicos, quienes desarrollaron una economía marítima avanzada, sustentada en la producción agrícola, la artesanía especializada y el intercambio a larga distancia.
Los grandes palacios como los de Cnosos, Faistos, Malia o Zakros funcionaban no solo como centros administrativos y religiosos, sino también como núcleos económicos que centralizaban la producción, el almacenamiento y la distribución de bienes. En sus almacenes se han hallado gran cantidad de pithoi —vasijas de gran tamaño— que contenían productos como aceite de oliva, vino, cereales y legumbres. Estos productos no solo abastecían a la población local, sino que formaban parte de un activo comercio de exportación. Los minoicos también producían cerámica de gran calidad, famosa por su decoración naturalista y estilizada, que se ha encontrado en yacimientos tan alejados como Egipto, Siria o la Grecia continental, lo que demuestra su amplia red de contactos comerciales.
Además de productos agrícolas y cerámicos, los minoicos comerciaban con metales, especialmente cobre, estaño y oro. Dado que Creta no era rica en recursos minerales, estos materiales eran importados desde regiones como Chipre, Anatolia o el Levante a cambio de bienes manufacturados. La metalurgia minoica, aunque dependiente de la importación de materias primas, alcanzó un notable desarrollo técnico, visible en la orfebrería, las herramientas y las armas rituales.
Las relaciones comerciales de Creta no se limitaban al mundo egeo. Se han documentado vínculos estables con Egipto, como lo demuestra la presencia de objetos minoicos en tumbas egipcias y representaciones de tributos cretenses en relieves del Imperio Nuevo. También existían lazos con el Levante mediterráneo, donde las ciudades-estado como Ugarit o Biblos mantenían un activo intercambio con las islas del Egeo. Chipre desempeñó un papel esencial como intermediaria en el tráfico de metales, mientras que la relación con el mundo micénico fue más compleja, oscilando entre la cooperación comercial y la competencia, especialmente hacia el final del periodo minoico, cuando los micénicos acabaron por imponerse en la isla.
La navegación y el comercio no solo beneficiaron a la economía, sino que fomentaron la difusión de ideas, estilos artísticos, técnicas de escritura y formas religiosas. Este dinamismo comercial convirtió a los minoicos en verdaderos mediadores culturales en el Mediterráneo oriental, capaces de absorber influencias externas y transformarlas en expresiones propias. El modelo económico minoico, descentralizado pero interconectado a través de los palacios, permitió una notable prosperidad y una expansión de su influencia mucho más allá de las costas cretenses.
En conjunto, la economía minoica se caracterizó por su complejidad, su orientación al intercambio y su capacidad para integrar la producción local con redes internacionales. Este sistema económico, sustentado en la navegación y en la especialización artesanal, contribuyó decisivamente al florecimiento de la civilización cretense, consolidando a Creta como una auténtica potencia comercial del Egeo durante la Edad del Bronce.
Legado minoico
El legado de la civilización minoica perdura mucho más allá de su desaparición física hacia el 1450 a. C., tras la crisis que dio paso al dominio micénico en la isla de Creta. Aunque los micénicos impusieron su lengua, su organización social y su propio estilo artístico, no erradicaron por completo la herencia minoica. Al contrario, asimilaron buena parte de sus símbolos religiosos, su arquitectura palaciega, su sistema de escritura —adaptando el Lineal A al Lineal B— y sus formas rituales. Esta fusión cultural dio origen a una tradición egea más amplia, que sería una de las raíces fundamentales de la futura civilización griega.
En el plano mítico y literario, la huella minoica es especialmente visible. La poderosa imagen del palacio de Cnosos, con su arquitectura laberíntica y sus cultos taurinos, parece haber inspirado el mito del Minotauro, el monstruo encerrado en un laberinto construido por Dédalo bajo órdenes del rey Minos. La figura de Ariadna, con su ovillo salvador, y la presencia de Teseo como héroe que se enfrenta a la bestia, condensan simbólicamente el paso de una civilización antigua y enigmática a una nueva etapa heroica griega. Estos mitos no son reflejos literales de la historia minoica, pero sí ecos distorsionados de un pasado poderoso, que sobrevivió a través de la tradición oral hasta su reelaboración en la Grecia arcaica.
El redescubrimiento moderno de la civilización minoica se produjo en el siglo XX gracias a los trabajos del arqueólogo británico Arthur Evans, quien excavó extensamente el palacio de Cnosos a partir de 1900. Fue él quien bautizó a esta cultura con el nombre de «minoica», en honor al legendario rey Minos, y quien propuso por primera vez una interpretación estructurada de su arte, su religión y su sistema político. Aunque algunas de sus conclusiones iniciales han sido revisadas por la arqueología contemporánea, su labor fue fundamental para rescatar del olvido a una civilización que había permanecido oculta durante más de tres milenios.
Hoy, la civilización minoica ocupa un lugar destacado en el imaginario cultural europeo como una de las primeras grandes culturas del continente. Su arte refinado, su organización social avanzada, su religión original y su influencia sobre los pueblos vecinos la convierten en un puente entre la prehistoria y el mundo clásico. A través de sus mitos, sus restos arquitectónicos y sus misteriosos signos aún no descifrados, los minoicos siguen hablándonos desde el corazón del Mediterráneo antiguo.
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