Foto de entrada: “El canto de Bayan”, obra de Viktor Vasnetsov (1910). El legendario bardo eslavo declama las gestas de los antiguos príncipes de la Rus, rodeado de guerreros atentos. La escena, ambientada sobre un túmulo funerario o kurgán, evoca la conexión espiritual entre el canto épico, la historia y los ancestros en la tradición eslava. Autor: Víktor Vasnetsov. (Баян). Dominio público. Original file (2,020 × 1,500 pixels, file size: 593 KB).
Introducción: En el corazón desconocido de Europa
En las brumas de los bosques densos, entre ríos de nombres antiguos y estepas que se pierden en la lejanía, surgieron los pueblos eslavos. Ni romanos ni griegos; ni vikingos ni celtas. Los eslavos habitaron la otra mitad del continente: esa que la historia occidental ha mirado durante siglos con desdén, temor o ignorancia. Sin embargo, en su silencio floreció una civilización profunda, resistente y diversa, tejida con palabras suaves, cantos ancestrales, gestos comunales y símbolos de tierra y fuego.
Divididos más por la historia que por la sangre, estos pueblos se expandieron desde las fuentes del Vístula y los pantanos del Prípiat hasta el Adriático, el mar Báltico y las llanuras rusas. Allí construyeron reinos, alzaron iglesias, forjaron alfabetos, cantaron leyendas y fundaron ciudades que aún hoy resuenan con su espíritu. Fue el cruce de caminos entre el mundo latino y el bizantino, entre las cruces ortodoxas de cúpulas bulbosas y las campanas góticas del rito romano, lo que marcaría para siempre su alma dividida, compleja, a veces contradictoria, pero profundamente europea.
Este recorrido es una invitación a descubrir esa otra Europa. Una Europa de tribus y monjes, de íconos y guerreros, de alfabetos dobles, de dioses de trueno y santos iluminadores. Una Europa que eslava y sagrada, campesina y sofisticada, cristianizada pero aún llena de susurros paganos. Porque en el corazón de Europa, donde se cruzan los imperios y los credos, laten los ecos de los pueblos eslavos. Y conocerlos es mirar al espejo olvidado de la historia.
1. Introducción
- ¿Quiénes son los eslavos?.
- Origen del término “eslavo”.
- Importancia histórica y cultural.
2. Orígenes y primeras migraciones
- Hipótesis sobre el lugar de origen (Pripyat, Vístula).
- Eslavos primitivos: fuentes arqueológicas y escritas.
- Contactos con germanos, romanos y pueblos esteparios.
3. Migraciones eslavas (siglos V–VII)
- Causas de las migraciones.
- Asentamiento en los Balcanes.
- Influencia bizantina y conflictos con el Imperio Romano de Oriente.
4. Formación de los primeros estados eslavos
- Gran Moravia, Bohemia y el reino polaco.
- Rus de Kiev y el origen de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
- Los eslavos del sur: Serbia, Croacia, Eslovenia, Bulgaria.
5. Cristianización del mundo eslavo
- Cirilo y Metodio: evangelización y alfabeto glagolítico.
- División entre cristianismo oriental (ortodoxo) y occidental (católico).
- Repercusiones culturales y lingüísticas.
6. Relaciones con otros pueblos
- Conflictos y mezclas con germanos, magiares, túrquicos y mongoles.
- Influencia del Imperio Bizantino y del Sacro Imperio Romano Germánico.
7. Lenguas eslavas
- Clasificación y ramas lingüísticas.
- Escrituras eslavas: glagolítico, cirílico y latino.
- Situación actual de las lenguas eslavas.
8. Cultura y sociedad eslava tradicional
- Vida rural, organización tribal.
- Mitología eslava y religiones precristianas.
- Costumbres y folklore.
9. Conclusiones
- Legado histórico y cultural de los eslavos.
- Su papel en la historia de Europa.
Los pueblos eslavos forman uno de los grupos étnico-lingüísticos más extensos y trascendentes de Europa. Su historia documentada comienza a perfilarse a partir de la Alta Edad Media, cuando las fuentes bizantinas, francas y árabes empiezan a mencionar su presencia activa en el panorama geopolítico europeo. Aunque sus orígenes se remontan a comunidades agrícolas asentadas en la cuenca del Vístula y del Prípiat durante la Antigüedad tardía, es en los siglos V al VII cuando los eslavos protagonizan un proceso masivo de migración y expansión que los lleva a ocupar vastos territorios desde el mar Báltico hasta los Balcanes, y desde las llanuras de Panonia hasta las estepas del Dniéper.
Durante este periodo, marcado por el colapso del Imperio romano de Occidente y la reorganización del mundo postclásico, los eslavos no solo se consolidan como una fuerza demográfica significativa, sino que también comienzan a establecer sus primeras estructuras sociales y políticas. A lo largo de los siglos posteriores, darán lugar a una notable diversidad de pueblos y estados, con lenguas, culturas y religiones diferenciadas, aunque unidas por un tronco común. Desde la Rus de Kiev hasta el reino de Polonia, desde los serbios y croatas en los Balcanes hasta los checos y eslovacos en Europa Central, los eslavos dejarán una profunda huella en la historia de Europa medieval.
Esta introducción no pretende agotar la complejidad del mundo eslavo, pero sí ofrecer un punto de partida claro para comprender su surgimiento, expansión y diferenciación, a partir de los procesos históricos que marcan el final de la Edad Antigua y el comienzo de la Edad Media. A través de sus migraciones, sus contactos con imperios vecinos y su evolución lingüística y cultural, los pueblos eslavos se consolidarán como protagonistas esenciales en la formación del mapa europeo tal como lo conocemos hoy.
Se trata de una zona conocida como Europa central, pero una clasificación adecuada sería:
- Austria y Hungría → Europa Central.
- Rumanía, Bulgaria y Moldavia → Europa del Sudeste o Europa del Este.
Y aunque estos países están rodeados de pueblos eslavos (como los checos, eslovacos, serbios o ucranianos), Austria, Hungría y Moldavia, no forman parte de la familia étnico-lingüística eslava.
Regiones culturales de Europa en donde se puede apreciar Europa central con su epicentro cultural y las periferias. NordNordWest, translated by Eddo – self-made, translation of a map from NordNordWest and an idea from Lencer using P. Jordan: „Großgliederung Europas nach kulturräumlichen Kriterien“, Europa Regional 13 (2005), Heft 4, Leibniz-Institut für Länderkunde, Leipzig. CC BY-SA 3.0. Original file (SVG file, nominally 683 × 709 pixels, file size: 1.42 MB).
Los pueblos eslavos viven mayoritariamente en Europa. Los eslavos son el grupo etnolingüístico más grande de Europa. (1) El núcleo de los pueblos eslavos se encontraba situado hasta el siglo VI al norte de los Cárpatos, llamados antiguamente en el siglo I por Plinio el Viejo y Tácito veneti o vénetos, en los territorios de los antiguos escitas y sármatas. Tras la caída del Imperio romano y el abandono de varias tribus germánicas de las zonas que ocupaban para trasladarse al sur, junto a una explosión demográfica, las distintas comunidades que constituían esta etnia se trasladaron por todo el continente europeo.
En su desarrollo histórico se conocen básicamente tres grupos, (2) se estima que hay más de 300 millones de habitantes eslavos en Europa central, oriental y sudoriental. (3)
- «Slavic Countries». WorldAtlas (en inglés estadounidense). 25 de abril de 2017. Consultado el 8 de mayo de 2023.
- «Slav | History & Facts». www.britannica.com (en inglés). Consultado el 24 de marzo de 2023.
- Loginova, Nina N.; Radovanović, Milan M.; Yamashkin, Anatoliy A.; Vasin, Goran; Petrović, Marko D.; Bajrami, Dunja Demirović (31 de diciembre de 2020). «Analysis of the population dynamics in the “Slavic World” with a special focus on Russia». Indonesian Journal of Geography (en inglés)
Qué pueblos y países forman los pueblos Eslavos?.
Se dividen en tres grandes grupos:
- A. Eslavos Occidentales: Los eslavos occidentales se establecieron principalmente en las cuencas del Elba, el Oder y el Vístula, y dieron origen a pueblos como los polacos, checos y eslovacos. En la Edad Media, fundaron entidades políticas como el Reino de Polonia, el Ducado de Bohemia y la Gran Moravia, que jugaron un papel fundamental en la configuración del espacio centroeuropeo. A diferencia de sus hermanos orientales, los eslavos occidentales estuvieron más expuestos a la influencia del mundo latino y germánico, y adoptaron el cristianismo católico romano, así como el alfabeto latino, lo que marcó una diferencia cultural y religiosa que persiste hasta hoy. se trasladó hacia occidente y se instaló en la zona que linda con el río Danubio al sur, el río Vístula al este, el río Elba y el mar Báltico al oeste y el actual límite con la frontera de Lituania al norte. Desde el siglo VII han formado varios reinos; entre los más antiguos está la Gran Moravia, basada sobre el río Morava, en la actual República Checa. Más tarde «los países de la Corona Checa» o Polonia cuentan entre los reinos más poderosos en esta región. Son los Polacos, Checos, Casubios, Eslovacos, Sorbios y Silesios.
- B. Eslavos Orientales:
Los eslavos orientales son aquellos que se asentaron en las amplias llanuras de Europa oriental, especialmente en las cuencas de los ríos Dniéper y Don. A partir del siglo IX, darán lugar a la Rus de Kiev, uno de los primeros estados eslavos cristianizados y el embrión de las futuras naciones de Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Este grupo se caracteriza por el uso del alfabeto cirílico, desarrollado a partir del glagolítico y adaptado por los seguidores de Cirilo y Metodio. Su cultura estuvo profundamente influida por el cristianismo ortodoxo y por los contactos con el Imperio bizantino, así como más tarde por la expansión del Imperio ruso y la tradición eslava oriental que este consolidó. Ocuparon las regiones de las llanuras de las actuales Ucrania, Bielorrusia y Rusia, por el norte hasta el lago de Ládoga, por el este hasta Moscú y por el oeste hasta las fronteras de los actuales estados de Letonia, Lituania y Estonia. Este fue el grupo más numeroso y estaba constituido por los volinios, poliano, drevlianos, kríviches, dregóviches, radímiches, viátiches y severios. Formaron con sus uniones los pueblos ruso, ucraniano, rusino y bielorruso, y se mezclaron con los varegos (nombre dado a los vikingos que colonizaron tierras en el Este de Europa). Actualmente, lo conforman los siguientes países: Ucrania, Bielorrusia, Rusia, Letonia, Lituania y Estonia.
- C. Eslavos Meridionales:
Los eslavos meridionales protagonizaron una de las migraciones más significativas, al asentarse masivamente en la península balcánica, donde anteriormente habían predominado pueblos griegos, romanos y tracios. En esta región, fundaron reinos y principados que serían el origen de países como Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro, Macedonia del Norte y Bulgaria. Esta rama es particularmente compleja debido a la fuerte diversificación religiosa provocada por siglos de influencia bizantina, otomana, católica y ortodoxa. Algunos grupos meridionales usan el alfabeto latino (como los croatas y eslovenos), mientras otros emplean el cirílico (como los serbios y búlgaros), dependiendo de su orientación religiosa e histórica. Zona Los Balcanes, Croacia, Serbia, Eslovenia, Montenegrinos, Búlgaros, Macedonios; Bosnios y parte de Albania.
Río Prípiat en la región de Polesia, tomada en 2005. Original file (2,048 × 1,536 pixels, file size: 310 KB). Vista del río Prípiat en Polesia (Bielorrusia), entorno natural representativo de los eslavos originarios.
1. Introducción: ¿Quiénes son los eslavos?
Los eslavos son un amplio conjunto de pueblos que comparten un origen lingüístico común, conocido como el tronco eslavo, dentro de la familia de lenguas indoeuropeas. A lo largo de la historia, han dado lugar a una gran variedad de culturas, estados y tradiciones que hoy abarcan buena parte de Europa del Este, Europa Central y los Balcanes. A pesar de las diferencias nacionales y políticas actuales, estos pueblos conservan lazos históricos, lingüísticos y culturales que permiten agruparlos bajo una identidad eslava común.
No se conoce con exactitud el punto geográfico preciso donde surgieron los eslavos como grupo diferenciado, pero la mayoría de las hipótesis apuntan a las regiones situadas entre los ríos Vístula y Dniéper, en las actuales Polonia, Ucrania y Bielorrusia. Durante siglos, estos pueblos vivieron organizados en comunidades agrícolas y tribales, con estructuras sociales relativamente simples, y solo a partir de la Alta Edad Media comenzaron a formar estados más complejos y duraderos.
La unidad original de los eslavos se fue diversificando con el tiempo, dando lugar a tres grandes ramas: los eslavos orientales (rusos, ucranianos, bielorrusos), los eslavos occidentales (polacos, checos, eslovacos) y los eslavos meridionales (serbios, croatas, eslovenos, búlgaros, entre otros). Cada uno de estos grupos desarrolló su propia evolución histórica, religiosa y cultural, especialmente a raíz del proceso de cristianización y del contacto con potencias vecinas como el Imperio bizantino, el Imperio franco o el mundo islámico.
Más que una etnia cerrada o un bloque homogéneo, los eslavos son una constelación de pueblos que, a pesar de sus diferencias, comparten una herencia común que se expresa en las lenguas, las estructuras sociales tradicionales, el folclore y una memoria histórica profundamente marcada por los grandes movimientos de población, las guerras y las transformaciones culturales de Europa.
Reconstrucción de un “gród”, asentamiento eslavo del siglo X, con empalizada defensiva y viviendas de madera en Groß Raden (Alemania). Se trata de un “gord”, un poblado amurallado rodeado por empalizadas de madera y viviendas de techo vegetal, muy representativo de los núcleos rurales de la Alta Edad Media en Europa Central. Fotografía de Wolfgang Sauber (Wikimedia Commons), bajo licencia CC BY‑SA 4.0.

Origen del término «eslavo»
Aparte de las imprecisas referencias de Claudio Ptolomeo a las tribus de los slavanoi y los soubenoi, la primera vez que se habla de los eslavos usando este nombre es en el siglo VI d. C. La palabra se escribe de diferentes maneras: en griego medieval se habla de sklabenoi, sklauenoi o sklabinoi y en latín, de sclaueni, sclauini o sthlaueni. En el siglo IX, un documento en antiguo eslavo eclesiástico habla de los slověne para describir a los eslavos de los alrededores de Tesalónica. Hay otros testimonios tempranos de la palabra en antiguo eslavo oriental (slověně, para referirse a un grupo de eslavos orientales establecidos cerca de Nóvgorod y slovútich, «río Dniéper») y en croata (slavonica, un río).
La palabra eslavo se suele relacionar con las formas eslavas slava, ‘gloria’, ‘fama’, o slovo, ‘palabra, conversación’ (ambas similares a la forma slušati, ‘oír’, proveniente de una hipotética raíz indoeuropea *ḱlew-). Así pues, slověne querría decir «las personas que hablan (la misma lengua)», es decir, las personas que se entienden entre ellas, en oposición a la palabra eslava que designa a los extranjeros, nemtsy, que quiere decir «mudos» (de la forma eslava Nemi, ‘mudo’, ‘callado’, ‘que no habla’). Por ejemplo, y de una manera parecida a lo que ocurre en muchas otras lenguas eslavas, la palabra polaca niemcy quiere decir ‘alemán’ o ‘Alemania’.
Algunos estudiosos, sin embargo, han propuesto teorías alternativas para explicar el origen de la palabra. B. P. Lozinski dice que en un momento dado Slava podría haber significado ‘devoto, fiel’, es decir, ‘practicante de la religión eslava’, y a partir de ahí habría evolucionado como etnónimo. (4) S. B. Bernstein apunta que podría derivar de una forma indoeuropea no documentada *(s)lawos, emparentada con la palabra griega laós ‘población, pueblo’, aunque la etimología de laós es bastante dudosa. (5) Por su parte, a partir de la comparación con palabras similares como la forma latina cluere, ‘limpiar a fondo, purificar’, proveniente de una raíz desconocida que habría dado formas con un significado similar en eslavo y en otras lenguas (cf. griego klyzein, ‘lavar’; inglés antiguo, hlūtor, ‘limpio, puro’; noruego antiguo hlér, ‘mar’; galés clir, ‘claro. limpio’; lituano šlúoti, ‘barrer’), Max Vasmer y otros sugieren que la palabra vendría del nombre de un río (de una manera parecida a lo que ocurre con los volcas, que habrían tomado el nombre del río Volcos).
Países con poblaciones eslavas significativas. Más del 50 % en verde oscuro, más del 10 % en verde claro. Original file (6,460 × 3,480 pixels, file size: 1.47 MB). Autor: Liamnotneeson. CC BY-SA 4.0.
Lengua protoeslava
El protoeslavo es el antiguo idioma común de todos los pueblos eslavos, derivado a su vez del idioma protoindoeuropeo. Se habló antes del siglo VII. Del protoeslavo surgieron el antiguo eslavo eclesiástico y otras lenguas eslavas. No se han encontrado testimonios escritos del protoeslavo, por lo que se ha reconstruido mediante la comparación entre las lenguas eslavas más antiguas y otras lenguas indoeuropeas.
De acuerdo con algunos cálculos, la lengua protoeslava se desarrolló entre el I y el II milenio a. C. Existe controversia abierta sobre si el protoeslavo se desgajó directamente del protoindoeuropeo, o si lo hizo con posterioridad de la rama proto-báltoeslava.
A lo largo de su existencia (probablemente unos 2000 años) el protoeslavo sufrió varios cambios. En el siglo V o VI algunas tribus eslavas comenzaron a emigrar. Estas migraciones supusieron la ruptura del protoeslavo. Los búlgaros formaron su primer imperio en el año 681, y a finales del siglo IX, el dialecto búlgaro que se hablaba en Salónica fue registrado por primera vez, dando lugar en la literatura a lo que se ha conocido como «antiguo eslavo eclesiástico». Esta lengua no se puede considerar como protoeslava, ya que se escribió por vez primera por lo menos dos siglos después de la división del protoeslavo, pero está aún lo bastante cerca como para que existiera inteligibilidad mutua con los hablantes de los otros dialectos eslavos de aquel tiempo.
El protoeslavo, la antigua lengua de la que derivan todas las lenguas eslavas, se separó del indoeuropeo en un momento y un lugar indeterminados para pasar a formar parte del grupo de lenguas baltoeslavas, fase en la que desarrolló numerosas isoglosas léxicas y morfofonológicas comunes con las lenguas bálticas. De acuerdo con la hipótesis de los kurganes (véase también Cultura de los kurganes, los Protoindoeuropeos), «los indoeuropeos que no emigraron empezaron a hablar baltoeslavo».
El protoeslavo propiamente dicho se conoce a menudo con los nombres de eslavo común o protoeslavo tardío y se define como la última etapa de esta lengua antes de la división geográfica de las lenguas eslavas históricas,. Probablemente se habló entre los siglos VI y VII en un extenso territorio que iba desde Nóvgorod hasta el sur de Grecia. Parece que era una lengua de una uniformidad poco común y, a partir de los préstamos que tomó de otras lenguas y de los préstamos que les dejó, no se puede decir que tuviera unos dialectos claramente diferenciados. La unidad lingüística eslava duró al menos cien o doscientos años más, como se puede observar gracias a los manuscritos del antiguo eslavo eclesiástico, aunque se usa el dialecto local de Tesalónica, en el sur de los Balcanes, que era útil como primera lengua literaria común de los pueblos eslavos.
(Ref. 4.) Lozinski, B. Philip (1964, 2004), «The Name SLAV», en Ferguson, Alan D.; Levin, Alfred, eds., Essays in Russian History, A collection dedicated to George Vernadsky, Hamden, Connecticut: Archon Books, Vassil Karloukovski, pp. 19-30.
Bernstein S. B., Очерк сравнительной грамматики славянских языков, vol. 1-2, Moscow, 1961.

Orígenes
El debate sobre los primeros eslavos
El lugar de origen de los hablantes de preprotoeslavo y protoeslavo es bastante discutido; diferentes teorías defienden que los primeros eslavos provendrían de los territorios de las actuales Bielorrusia, Polonia, la Rusia europea y Ucrania. Las hipótesis que se han propuesto son:
- Hipótesis de la cultura lusaciana: los preprotoeslavos estaban establecidos en el área nororiental de la Europa central desde, al menos, el segundo milenio antes de Cristo hasta el siglo IV de nuestra era, cuando se desarrollaron las culturas lusaciana y de Przeworski (parte de la cultura de Cherniajov).
- Hipótesis de la cultura de Milogrado: Los preprotoeslavos (o baltoeslavos) serían miembros de la cultura de Milogrado.
- Hipótesis de la cultura de Chernoles: Los preprotoeslavos serían herederos de la cultura de Chernoles, al norte de la actual Ucrania.
El debate comenzó ya en 1745, cuando Johann Christoph de Jordan publicó De Originibus Slavici. A partir del siglo XIX, la discusión ha sido muy connotada políticamente, en especial en relación con las particiones de Polonia y del imperialismo alemán conocido como Drang nach Osten (‘Avanzando hacia el este’). El debate sobre el origen germánico o eslavo de los pobladores indígenas de la orilla este del río Oder se utilizó políticamente para justificar los derechos de alemanes y polacos, respectivamente, de gobernar estas tierras.
Primeras referencias
Plinio el Viejo y Ptolomeo mencionan una tribu de veneta establecida a orillas del río Vístula. En el año 98 a. C., Tácito se refiere a las tierras al este del Rin, el Elba, el Oder y al oeste del Vístula con el nombre de Magna Germania. Desde el Romanticismo, la teoría de la escuela alóctona expone que en el siglo VI se aplicó este término a un nuevo pueblo formado por unas tribus eslavas desconocidas; de ahí vendría posteriormente el nombre de venta aplicado a las tribus eslavas, y las leyendas medievales que hablaban de la conexión entre los polacos y los vándalos.
Los eslavos conocidos como vénetos, los antes y los sclaveni aparecen por primera vez en los registros bizantinos a comienzos del siglo VI. Los historiadores bizantinos de la época de Justiniano I (527-565), como Procopio, Jordanes y Teofilacto Simocates explican que una serie de tribus se desplazaron hasta las montañas de los Cárpatos, el bajo Danubio y el mar Negro e invadieron estas provincias del Imperio Romano de Oriente.
Jordanes expone que los vénetos se subdividían en tres grupos: los venethi, los antes y los sklavens (sclovenes, sklavinoi). El término bizantino sklavinoi pasó al árabe de la mano de los historiadores árabes medievales con la forma saqaliba.
Importancia histórica y cultural de los eslavos
La historia de los pueblos eslavos ha tenido un impacto profundo y duradero en la configuración de Europa. Desde su expansión en los siglos V al VII, los eslavos no solo ocuparon vastas regiones del continente, sino que también contribuyeron a la formación de importantes civilizaciones medievales, como la Rus de Kiev, el Primer Imperio Búlgaro, el Reino de Polonia o el Estado serbio medieval. Estas formaciones políticas serían la base de muchas de las naciones actuales de Europa del Este y los Balcanes.
En términos culturales, los eslavos desempeñaron un papel central en la cristianización del este de Europa, especialmente a través de figuras como Cirilo y Metodio, quienes tradujeron los textos sagrados al antiguo eslavo e inventaron el alfabeto glagolítico, precursor del alfabeto cirílico. Esta labor permitió que la liturgia y la escritura llegaran a millones de personas en su lengua nativa, marcando una profunda huella en la identidad religiosa, cultural y lingüística de los pueblos eslavos.
Durante la Edad Media y Moderna, las tierras eslavas fueron escenario de múltiples tensiones y encuentros con grandes imperios: Bizancio, el Imperio otomano, el Imperio austrohúngaro y el Imperio ruso, entre otros. Lejos de ser pasivos, los pueblos eslavos fueron actores activos en estas dinámicas: resistieron invasiones, fundaron reinos, se rebelaron, absorbieron influencias y desarrollaron formas originales de organización política y expresión cultural.
A nivel lingüístico, el mundo eslavo ha dado origen a una de las familias de lenguas más amplias de Europa, con millones de hablantes y una rica tradición literaria. Desde las crónicas medievales y las epopeyas heroicas hasta la poesía moderna y la novela del siglo XX, las culturas eslavas han producido una gran cantidad de obras de valor universal. Autores como Dostoievski, Tolstói, Mickiewicz, Krleža o Kafka (éste último en un contexto germano-eslavo) son testimonio de la profundidad y diversidad de este legado.
En la actualidad, los países de raíz eslava ocupan un lugar esencial en el mapa político, cultural y económico de Europa. A pesar de haber estado marcados por guerras, divisiones ideológicas y transformaciones sociales, el mundo eslavo conserva una vitalidad histórica que sigue siendo objeto de estudio, admiración y, en muchos casos, recuperación identitaria.
2. Orígenes y primeras migraciones
Hipótesis sobre el lugar de origen (Prípiat, Vístula)
El origen de los pueblos eslavos ha sido objeto de debate entre historiadores, lingüistas y arqueólogos. Aunque no existe un consenso absoluto, la mayoría de las teorías modernas sitúan su cuna en la región comprendida entre los ríos Vístula, Dniéper y Prípiat, en lo que hoy corresponde a partes de Polonia oriental, Ucrania septentrional y Bielorrusia meridional. Esta zona, de bosques, ríos y tierras fértiles, habría estado habitada desde tiempos prehistóricos por comunidades agrícolas de habla protoeslava, cuyo desarrollo cultural se habría dado en contacto con otras etnias indoeuropeas.
Desde un punto de vista lingüístico, el protoeslavo se habría separado del tronco común baltoeslavo hacia mediados del primer milenio a. C., desarrollando ya rasgos propios en época romana. Sin embargo, no es hasta el siglo VI d. C. cuando los pueblos eslavos aparecen claramente identificados en las fuentes escritas. Hasta entonces, su presencia solo puede rastrearse a través de hallazgos arqueológicos, como cerámicas, viviendas semisubterráneas, enterramientos y restos de herramientas agrícolas.
Eslavos primitivos: fuentes arqueológicas y escritas
Las evidencias arqueológicas apuntan a la existencia de una cultura material homogénea y modesta entre los siglos I y V d. C., sin signos de estructuras estatales o jerarquías complejas. Los eslavos primitivos vivían en aldeas pequeñas, practicaban la agricultura de tala y quema, criaban ganado y elaboraban objetos sencillos de cerámica. Su organización social era tribal, con roles comunitarios y una economía de subsistencia.
Las primeras menciones escritas de pueblos identificables como eslavos provienen de autores bizantinos, como Procopio de Cesarea y Jordanes, que los describen en el siglo VI bajo los nombres de “sclaveni” y “antes”. Estos textos los muestran como pueblos numerosos, belicosos y difíciles de someter, que vivían en zonas pantanosas y ribereñas, y que mostraban una notable autonomía tribal. Jordanes afirmaba que eran de “una sola raza y con muchas tribus”, lo que sugiere una unidad de origen con diversidad interna creciente.
Contactos con germanos, romanos y pueblos esteparios
Durante la Antigüedad tardía, los eslavos compartieron espacio con una variedad de pueblos: germanos, como los godos que se asentaron en la actual Ucrania; sármatas y alanos, pueblos esteparios iranios; y romanos, que mantenían provincias en la ribera sur del Danubio. Aunque los eslavos no estuvieron nunca bajo dominio directo del Imperio romano, sí tuvieron contacto indirecto a través del comercio, las migraciones y los conflictos en la frontera danubiana.
A partir del siglo IV, la presión de los hunos y otros pueblos nómadas de la estepa euroasiática provocó un gran movimiento de pueblos conocido como las invasiones bárbaras, que afectó también a las comunidades eslavas. Algunos grupos eslavos fueron empujados hacia el sur, mientras otros ocuparon los vacíos dejados por los pueblos germánicos que migraban hacia el oeste. Este proceso marcó el inicio de las migraciones eslavas, que transformaron radicalmente el mapa étnico de Europa.
Desde sus primeras etapas, los pueblos eslavos estuvieron en constante interacción con otras culturas y etnias, lo que contribuyó a su evolución social y a su expansión territorial. A pesar de haber vivido durante siglos en regiones boscosas y pantanosas del centro y este de Europa, no permanecieron aislados: sus contactos con pueblos vecinos —germanos, romanos y esteparios— fueron frecuentes y, en muchos casos, decisivos para su historia posterior.
Durante la Antigüedad tardía, las tierras eslavas colindaban con los dominios de tribus germánicas como los godos, vándalos y gépidos, que migraban hacia el oeste y el sur bajo la presión de los pueblos de las estepas. Estas tribus germánicas no solo cruzaron el territorio eslavo, sino que también establecieron relaciones variables con ellos, desde el comercio hasta el conflicto. En ocasiones, los eslavos fueron subyugados o incorporados como aliados o subordinados en movimientos bélicos más amplios.
Los contactos con el mundo romano fueron más indirectos, pero no menos significativos. Aunque los eslavos no formaron parte del Imperio romano, sí entraron en contacto con él a través de las fronteras danubianas, especialmente en la zona de la actual Rumanía y los Balcanes. Las fuentes bizantinas del siglo VI mencionan con frecuencia incursiones de eslavos en territorio imperial, tanto como atacantes como colonos invitados o tolerados. Estos contactos propiciaron intercambios culturales, tecnológicos y religiosos, además de una creciente familiaridad con las formas de organización estatal y militar del mundo romano.
A la vez, los pueblos eslavos convivieron o colisionaron con diversas culturas esteparias, como los escitas, sármatas, hunos, ávaros y búlgaros, todos ellos procedentes de las estepas del este europeo y Asia Central. Estas tribus nómadas influyeron de forma notable en la organización militar y política de los eslavos. Algunos grupos eslavos fueron dominados o integrados dentro de jefaturas esteparias, como en el caso del Kaganato ávaro, donde los eslavos actuaban como subordinados, combatientes o agricultores bajo dominio nómada.
Este cruce constante de culturas fue clave para la transformación de las sociedades eslavas: de comunidades tribales dispersas pasaron, en pocos siglos, a formar los primeros estados, asimilando modelos militares, religiosos y administrativos de los pueblos con los que convivieron. Lejos de vivir al margen de los grandes procesos históricos, los eslavos fueron actores activos en una Europa en transformación.
Torre de acceso y empalizada de madera en el gród eslavo reconstruido de Groß Raden. CC BY-SA 3.0. Esta fotografía muestra el portal amurallado y la defensa de madera sobre foso del asentamiento reconstruido en Groß Raden (Mecklemburgo, Alemania). Refuerza la idea de que, además de viviendas, muchos poblados eslavos contaban con estructuras defensivas simples pero efectivas.

3. Migraciones eslavas (siglos V–VII)
Causas de las migraciones
Las migraciones eslavas, que comenzaron a gran escala entre los siglos V y VII, marcaron un punto de inflexión en la historia de Europa. Este fenómeno no fue un hecho aislado ni espontáneo, sino el resultado de una compleja combinación de factores internos y externos, que empujaron a los pueblos eslavos fuera de su núcleo original para ocupar vastas regiones del continente.
En primer lugar, uno de los principales factores fue la presión de los pueblos esteparios y germánicos, que provocó el desplazamiento generalizado de muchas etnias en Europa oriental. La llegada de los hunos a fines del siglo IV, seguida por la de los ávaros, generó un efecto dominó en las llanuras del este europeo, obligando a tribus eslavas a buscar refugio o nuevas tierras en zonas más al oeste y al sur. Esta dinámica de presión migratoria también estaba conectada con las luchas internas entre los pueblos nómadas y con los cambios climáticos o económicos que afectaban a las estepas.
En segundo lugar, el vacío de poder que dejó el debilitamiento y posterior caída del Imperio romano de Occidente ofreció una oportunidad para ocupar tierras antes romanizadas o fronterizas, especialmente en la región de los Balcanes. Los eslavos aprovecharon la fragilidad de las defensas imperiales en la ribera sur del Danubio para penetrar gradualmente en zonas anteriormente controladas por Roma, como Tracia, Iliria o Macedonia. En muchos casos, estas incursiones no fueron exclusivamente militares, sino también demográficas: familias, clanes y comunidades enteras se trasladaban en busca de mejores condiciones de vida.
A ello se suman causas de tipo económico y ecológico. La población eslava estaba en crecimiento, y sus métodos de agricultura extensiva —basados en la tala y quema— requerían cada vez más terrenos fértiles. El agotamiento de los suelos y la presión demográfica generaron una necesidad natural de expansión. Las migraciones ofrecían acceso a nuevas tierras, mejores pastos, rutas comerciales y recursos más abundantes.
También se deben considerar factores sociales y políticos: al no existir estructuras estatales centralizadas entre los eslavos de esa época, la movilidad tribal era una forma habitual de adaptación. La falta de un poder central fuerte favorecía la fragmentación y la dispersión de grupos independientes, que se movían por su cuenta o bajo influencia de líderes militares o coaliciones momentáneas.
Por último, las migraciones eslavas fueron facilitadas por su adaptabilidad geográfica y cultural. Eran pueblos acostumbrados a vivir en condiciones difíciles, con gran capacidad para asentarse en territorios diversos: bosques, estepas, riberas o zonas montañosas. Esta flexibilidad les permitió instalarse de forma efectiva en los nuevos espacios sin necesidad de tecnologías complejas ni de infraestructuras desarrolladas.
En conjunto, las migraciones eslavas no fueron simplemente una huida, sino una expansión sostenida que, en pocos siglos, transformó radicalmente el paisaje humano de Europa oriental y central, y sentó las bases de numerosas naciones posteriores.
Interior de un asentamiento eslavo reconstruido en Groß Raden, con casas de madera y tejados herbosos. CC BY-SA 3.0.

Asentamiento en los Balcanes
Entre los siglos VI y VII, los pueblos eslavos comenzaron a establecerse de forma masiva en la península de los Balcanes, una región históricamente estratégica que había estado bajo control del Imperio romano de Oriente (Bizancio) durante siglos. Este proceso no fue una conquista inmediata ni coordinada, sino una sucesión de oleadas migratorias, asentamientos progresivos e intercambios violentos o pacíficos con las poblaciones locales y el poder bizantino.
Las fuentes bizantinas, como las crónicas de Procopio de Cesarea y Teofilacto Simocatta, relatan frecuentes incursiones de eslavos más allá del Danubio. En un principio, estas incursiones tenían un carácter temporal y de saqueo, pero con el tiempo fueron adoptando un carácter más estable. Los grupos eslavos comenzaron a asentarse de manera permanente en zonas que estaban debilitadas por las guerras, despobladas o abandonadas por las autoridades imperiales.
Los eslavos ocuparon valles, riberas fluviales, zonas boscosas y tierras cultivables, y se adaptaron con rapidez al medio balcánico. Su modo de vida, basado en la agricultura autosuficiente, la ganadería, la caza y la pesca, encajaba con la geografía fragmentada de la región. En algunos casos, ocuparon antiguas ciudades o fortificaciones romanas, aunque en general prefirieron mantener su estructura tribal y aldeana.
El asentamiento eslavo en los Balcanes supuso un cambio profundo en la demografía y cultura de la región. Muchas provincias romanas del sur del Danubio, como Dacia Ripensis, Moesia, Tracia o Dalmacia, vieron modificada su composición étnica, con una progresiva eslavización del campo y la periferia. Aunque el Imperio bizantino conservaba el control de algunas ciudades costeras y núcleos fortificados, el interior de la península quedó, en gran parte, bajo la influencia eslava.
Este asentamiento se combinó con la presencia de otros pueblos no eslavos, como los búlgaros —de origen túrquico pero eslavizados con el tiempo—, lo que dio lugar a mezclas culturales y a nuevas formaciones políticas, como el Primer Imperio búlgaro (siglo VII), una síntesis de elementos eslavos, tracios y túrquicos.
A pesar de los esfuerzos bizantinos por contener o revertir esta ocupación, la presencia eslava en los Balcanes se consolidó. Con el tiempo, muchos de estos pueblos serían cristianizados, organizados políticamente y darían lugar a las futuras naciones eslavas del sur: serbios, croatas, eslovenos, búlgaros, entre otros.
El asentamiento eslavo en los Balcanes constituye uno de los episodios clave en la transformación étnica de Europa sudoriental, y explica la fuerte presencia eslava que aún perdura en una región marcada por la diversidad y la complejidad histórica.
Influencia bizantina y conflictos con el Imperio Romano de Oriente
Durante los siglos VI y VII, mientras los pueblos eslavos se expandían hacia el sur y se asentaban en los Balcanes, el Imperio romano de Oriente, conocido posteriormente como Imperio bizantino, trataba de mantener su dominio sobre estas tierras. Este contacto dio lugar a una relación compleja, caracterizada tanto por enfrentamientos militares como por una influencia cultural y religiosa creciente que dejaría una huella duradera en el mundo eslavo.
Desde la perspectiva bizantina, los eslavos eran al principio un pueblo extranjero y amenazante. Crónicas como las de Procopio de Cesarea describen sus incursiones más allá del Danubio como actos violentos, saqueos e invasiones organizadas en pequeños grupos tribales. Durante el reinado del emperador Justino II y, más adelante, Mauricio, el Imperio intentó frenar la penetración eslava en los Balcanes con campañas militares regulares, pero con resultados limitados. La enorme extensión de la frontera danubiana, unida a las guerras en otros frentes (Persia, África del Norte, Italia), debilitaba la capacidad de Bizancio para responder eficazmente.
Pese a los conflictos, el contacto continuado entre eslavos y bizantinos favoreció una transmisión cultural progresiva. Los eslavos, en muchos casos, adoptaron elementos de la civilización bizantina: formas de organización, técnicas agrícolas, arquitectura, costumbres, e incluso vocabulario. La lengua griega, aunque no se impuso, dejó préstamos importantes en los idiomas eslavos del sur. De igual modo, el modelo cristiano oriental acabaría penetrando profundamente en las comunidades eslavas.
Esta influencia se formalizaría con el proceso de cristianización en los siglos posteriores, especialmente a través de la misión de los santos Cirilo y Metodio en el siglo IX, que partió del mundo bizantino y dejó un legado duradero con la creación del alfabeto glagolítico y la liturgia en lengua eslava. A partir de ahí, se consolidó un puente espiritual y cultural entre Bizancio y muchos pueblos eslavos, sobre todo los del sur y del este.
Sin embargo, la relación no estuvo exenta de tensiones. A lo largo del tiempo, el Imperio bizantino también procuró instrumentalizar a los eslavos, aliándose con unas tribus para contener a otras, utilizando el bautismo como forma de control político, y fomentando la creación de estructuras clientelares. En algunos casos, como en el de los serbios y búlgaros, esta relación derivó en alianzas inestables, conflictos armados e incluso guerras prolongadas.
La dualidad entre enfrentamiento y asimilación resume bien la relación eslavo-bizantina: mientras el Imperio trataba de preservar su hegemonía en la región, los eslavos emergían como nuevos actores sociales, demográficos y políticos, cada vez más organizados, numerosos e influidos —aunque no dominados— por Bizancio.
Esta relación marcaría de forma decisiva la historia posterior de Europa sudoriental, y explicaría, en gran medida, la orientación cultural, religiosa y lingüística de muchos pueblos eslavos del sur y del este.
Cerámica eslava del siglo IX–XI (Museo de Kladno, República Checa). Autor: Zde (subida a Wikimedia Commons, 30 de mayo de 2017). Licencia: Creative Commons CC BY‑SA 4.0. Foto de alfarería eslava procedente del área de Budeč, exhibida en el Museo de Historia Local Sládeček en Kladno. Se trata de piezas domésticas usadas entre los siglos IX y XI, representativas de la cultura material de ese periodo.

4. Formación de los primeros estados eslavos
Tras siglos de migraciones, asentamientos y contactos con grandes civilizaciones vecinas, los pueblos eslavos comenzaron a consolidar sus propias estructuras políticas y territoriales a partir del siglo VII. Este proceso, lento y desigual, marcó el paso de comunidades tribales relativamente autónomas a formas de organización estatal más complejas, muchas veces influenciadas por modelos externos —bizantinos, francos, ávaros o germánicos— pero con características propias.
La aparición de estos primeros estados eslavos no obedeció a una causa única, sino a la confluencia de varios factores: crecimiento demográfico, necesidad de defensa frente a amenazas externas, desarrollo de elites guerreras y consolidación de redes económicas y religiosas. Además, en muchos casos, la presión de imperios vecinos —como Bizancio, el Califato Omeya o el Imperio carolingio— actuó como catalizador para la unificación de tribus dispersas bajo un liderazgo común.
Entre los primeros estados eslavos que surgieron destacan tres grandes bloques:
En el área occidental, la Gran Moravia, el Ducado de Bohemia y el Reino de Polonia.
En el área oriental, la fundación de la Rus de Kiev, origen de las futuras naciones de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
En el sur, la consolidación de Serbia, Croacia, Eslovenia y especialmente el Primer Imperio búlgaro, fruto de la fusión entre eslavos y protobúlgaros.
Estos estados se caracterizaron por la adopción de estructuras políticas más duraderas: principados, reinos, ducados, regidos por dinastías locales que se legitimaban tanto por la fuerza militar como por la adopción del cristianismo. La cristianización de los eslavos, entre los siglos IX y X, fue también una herramienta fundamental para construir cohesión interna y proyectar poder hacia el exterior.
En este capítulo abordaremos las condiciones en las que surgieron estos primeros estados, sus características comunes, sus relaciones con los imperios vecinos, y cómo sentaron las bases de muchas de las naciones europeas actuales.
Gran Moravia, Bohemia y el Reino Polaco
🏰 Gran Moravia (siglos IX–X)
Gran Moravia fue uno de los primeros y más influyentes estados eslavos de Europa Central. Surgió en la primera mitad del siglo IX, en las tierras que hoy ocupan Eslovaquia, Moravia (actual Chequia), y partes del oeste de Hungría y sur de Polonia. Este principado eslavo alcanzó su auge bajo el reinado de Rastislav (846–870) y de su sobrino Svatopluk I (871–894), quienes consolidaron el poder local y enfrentaron tanto a los francos como a los ávaros.
Gran Moravia es recordada sobre todo por ser la puerta de entrada de la cristianización en lengua eslava, gracias a la célebre misión de los hermanos bizantinos Cirilo y Metodio, enviados por Constantinopla en el año 863. Ellos tradujeron los textos litúrgicos al antiguo eslavo e inventaron el alfabeto glagolítico, lo que permitió establecer una tradición religiosa y cultural autónoma frente a la influencia germánica.
Aunque Gran Moravia logró mantener su independencia durante varias décadas, terminó desintegrándose a principios del siglo X, debido a presiones internas, luchas dinásticas y especialmente a las invasiones de los magiares, ancestros de los húngaros, que se establecieron en la cuenca del Danubio. No obstante, su legado político y religioso perduró en las regiones vecinas, especialmente en Bohemia y Eslovaquia.
🛡️ Bohemia (fines del siglo IX en adelante)
Paralelamente al declive de Gran Moravia, comenzó a consolidarse el Ducado de Bohemia, centrado en la región occidental de la actual Chequia. Gobernado por la dinastía Přemyslida, Bohemia supo mantener una posición estratégica entre el Imperio germánico y los territorios eslavos orientales.
Durante los siglos X y XI, Bohemia fue ganando estabilidad y reconocimiento como un principado cristiano vasallo del Sacro Imperio Romano Germánico, aunque conservando una considerable autonomía. La cristianización se consolidó a través del martirio y la veneración de figuras como San Venceslao, duque de Bohemia asesinado por su propio hermano en el año 935 y más tarde convertido en patrón del país.
Bohemia sería el núcleo del futuro Reino de Bohemia, que jugaría un papel central en la historia medieval de Europa Central, especialmente como parte del sistema imperial germánico.
Una estatua que representa a San Venceslao, duque de Bohemia (m. circa 935), figura clave en la cristianización y consolidación del ducado checo. Su culto refleja la integración del cristianismo y la identidad política en la Bohemia medieval. Estatua ecuestre de San Venceslao – primer gran duque cristiano de Bohemia, venerado como patrón nacional (Praga).

🏇 El Reino Polaco (siglo X)
El origen del Estado polaco se remonta a mediados del siglo X, cuando el jefe tribal Miecislao I (Mieszko I) de la dinastía Piasta logró unificar a varias tribus eslavas occidentales bajo su autoridad. En el año 966, Miecislao se convirtió al cristianismo romano y fue bautizado, acto considerado como el nacimiento simbólico de Polonia como estado cristiano.
Este bautismo tuvo un enorme valor político, ya que permitió a Polonia integrarse dentro del ámbito cultural de Europa occidental y evitar la subordinación al Sacro Imperio Romano Germánico. Su hijo, Boleslao I el Bravo, fue coronado rey en el año 1025, estableciendo así el Reino de Polonia, que pronto se consolidaría como uno de los estados más importantes del espacio eslavo occidental.
El estado polaco se expandió rápidamente, incorporando territorios en Silesia, Pomerania y la actual Eslovaquia, y desarrollando una administración estable, una iglesia nacional y relaciones diplomáticas con los principales poderes europeos de su tiempo.
Estos tres estados —Gran Moravia, Bohemia y Polonia— fueron pioneros en la construcción del mundo eslavo occidental. Su desarrollo político, su cristianización, y su capacidad para integrarse en las dinámicas del Occidente latino marcaron profundamente el destino de Europa Central y permitieron la consolidación de identidades nacionales duraderas.
Yaroslav I el Sabio. Este retrato proviene de un antiguo manuscrito iluminado y también se encuentra en dominio público. Yaroslav fue artífice de un período cultural y legal vital, promoviendo códigos de leyes, construcción de iglesias y lazos internacionales matrimoniales. Yaroslav I el Sabio (1019–1054), príncipe de Kiev, impulsor de la codificación legal y la arquitectura eclesiástica. Representación de dominio público.

Rus de Kiev y el origen de Rusia, Ucrania y Bielorrusia
La Rus de Kiev fue el más influyente y duradero de los primeros estados eslavos orientales. Fundado hacia mediados del siglo IX, este estado se convirtió en el núcleo político, cultural y religioso del mundo eslavo oriental y en el antecesor directo de las futuras naciones de Rusia, Ucrania y Bielorrusia.
Los orígenes de la Rus de Kiev están rodeados de debate histórico. Según la crónica eslava conocida como La Crónica de Néstor (siglo XII), los eslavos orientales, divididos en múltiples tribus, invitaron a un grupo de varegos —pueblos escandinavos relacionados con los vikingos— a gobernarlos para acabar con los conflictos internos. Así, el legendario Rurik, jefe varego, se habría establecido en Nóvgorod hacia el año 862. Su dinastía, conocida como los Rúrikidas, dio continuidad al poder en la región durante siglos.
El sucesor de Rurik, Oleg, conquistó Kiev alrededor del año 882, unificando los centros de poder del norte (Nóvgorod) y del sur (Kiev). Desde ese momento, Kiev se convirtió en la capital del nuevo estado: la Rus de Kiev, que se extendía desde el mar Báltico hasta el mar Negro, y desde el Dniéper hasta las fronteras del Volga.
Durante los siglos X y XI, la Rus de Kiev vivió su mayor esplendor. Bajo el gobierno de grandes príncipes como Vladimiro I (que adoptó el cristianismo ortodoxo en el año 988) y Yaroslav el Sabio, el estado alcanzó un alto grado de organización, comercio y cultura. La cristianización, promovida desde Bizancio, tuvo una importancia central: introdujo el alfabeto cirílico, la escritura administrativa, el derecho eclesiástico y una red de iglesias y monasterios que estructuraron la sociedad.
La Rus de Kiev fue, además, un estado comercial. Su ubicación entre el norte escandinavo y el mundo bizantino hizo de ella una encrucijada de rutas fluviales, donde se intercambiaban pieles, esclavos, miel, cera y metales. A pesar de su base rural y tribal, el poder de Kiev residía también en su capacidad para recaudar tributos, establecer alianzas y mantener relaciones diplomáticas con los grandes reinos de Europa.
No obstante, el estado era frágil: su unidad dependía de una dinastía compartida entre múltiples ciudades-principados, lo que generaba frecuentes disputas internas. A partir del siglo XII, la Rus de Kiev entró en un proceso de fragmentación que culminaría con la invasión mongola en el siglo XIII. Kiev perdió protagonismo, y nuevos centros como Vladímir, Moscú o Galitzia empezaron a consolidarse.
El legado de la Rus de Kiev es fundamental: los rusos, los ucranianos y los bielorrusos se reconocen como sus herederos culturales y políticos. Aunque cada nación moderna ha interpretado ese legado de forma diferente, todas encuentran en la Rus de Kiev un punto de partida común, tanto en la lengua eslava oriental como en la tradición religiosa ortodoxa y el imaginario nacional.
«Tsar» Vladimir (Great kneze Vladimir I of Kiev). Vladimiro I el Grande. Unknown author – «Владимир Великий», ЖЗЛ. Public Domain. Vladimiro I el Grande, gran príncipe de Kiev (978–1015), promotor de la cristianización de la Rus de Kiev. Obra en dominio público.

Los eslavos del sur: Serbia, Croacia, Eslovenia, Bulgaria
La migración de los pueblos eslavos hacia la península balcánica, entre los siglos VI y VII, dio lugar a la formación de diversas entidades políticas en el sur de Europa. En contacto directo con el Imperio bizantino, el mundo latino-romano y posteriormente el Imperio carolingio, los eslavos meridionales desarrollaron estructuras estatales que, con el tiempo, se transformarían en los orígenes de países como Serbia, Croacia, Eslovenia y Bulgaria. Aunque sus trayectorias fueron distintas, todas compartieron un entorno geográfico complejo, una fuerte pluralidad cultural y una evolución marcada por tensiones entre la cristiandad oriental y occidental.
🇷🇸 Serbia
Los eslavos que se establecieron en el interior de los Balcanes orientales, especialmente en las actuales regiones de Serbia, Montenegro y Bosnia, fueron reconocidos en fuentes bizantinas como pueblos independientes desde el siglo VII. El Imperio bizantino, buscando estabilizar su frontera danubiana, reconoció oficialmente a varias de estas tribus como federadas.
Durante los siglos IX y X, se consolidó un Principado de Serbia, que alcanzó un notable desarrollo bajo la dinastía Vlastimirović. El estado serbio adoptó el cristianismo ortodoxo, influido por Bizancio, y mantuvo una organización tribal fuerte, pero con elementos de centralización. Más adelante, en el siglo XIII, se convertiría en un reino plenamente reconocido, pero sus raíces se hallan en estos primeros núcleos medievales del sur eslavo.
Quién es: Esteban Dušan (1308–1355), conocido como «Dušan el Poderoso», fue emperador del Segundo Imperio Serbio, consolidando su poder y expandiendo Serbia. Aunque posterior al periodo que estudias, simboliza la autoafirmación política de los eslavos meridionales.
Obra moderna inspirada en documentos históricos, está libre de derechos o etiquetada como “uso legítimo” en Commons/Pinterest, y puede usarse con atribución mínima (dominio público estimado).
Representación moderna de Esteban Dušan “el Poderoso”, emperador serbio (1331–1355), figura simbólica de la expansión política del mundo eslavo meridional. Fuente: Commons/Pinterest.

🇭🇷 Croacia
Los croatas se asentaron más al oeste, en la zona del mar Adriático, entre Dalmacia, Eslavonia y la actual Croacia continental. También fueron reconocidos por Bizancio como federados, y desarrollaron una estructura estatal más orientada hacia el cristianismo latino, con fuerte influencia de Roma.
El Ducado de Croacia surgió a finales del siglo VIII, y en el año 925, el duque Tomislav fue coronado rey de Croacia, consolidando una monarquía católica. Croacia mantuvo relaciones con el papado, el Imperio carolingio y, más tarde, con Hungría, formando parte de una esfera cultural distinta a la de sus vecinos eslavos ortodoxos.
🇸🇮 Eslovenia
Los eslovenos formaban parte de los eslavos alpinos que habitaron las regiones de Carantania (Carintia) y Carniola, en la actual Eslovenia y sur de Austria. Esta zona fue uno de los primeros espacios en donde los eslavos meridionales se encontraron con la expansión del Imperio franco.
Aunque Carantania fue un principado eslavo autónomo en el siglo VIII, pronto fue incorporado como marca fronteriza del Imperio carolingio. La cristianización fue llevada a cabo por misioneros germánicos, y Eslovenia quedaría vinculada desde entonces al mundo cultural latino-germánico, a diferencia de otros pueblos eslavos del sur.
🇧🇬 Bulgaria
El caso de Bulgaria es singular. Aunque los búlgaros originarios eran un pueblo túrquico de las estepas, al instalarse en el sur del Danubio hacia el año 680, se mezclaron con las poblaciones eslavas ya asentadas, dando lugar al Primer Imperio búlgaro.
Este estado se convirtió en una potencia regional. Bajo el zar Boris I, Bulgaria adoptó el cristianismo ortodoxo en el año 864, y pronto se desarrolló una rica cultura eslava cristiana, con la creación del alfabeto cirílico y la Escuela Literaria de Preslav. La lengua eslava adquirió estatus oficial y litúrgico, y Bulgaria se convirtió en un centro cultural clave para la difusión del cristianismo entre los pueblos eslavos.
Estos cuatro casos reflejan la diversidad interna del mundo eslavo meridional: algunos se orientaron hacia Bizancio y el cristianismo ortodoxo (Serbia y Bulgaria), mientras otros se integraron en el ámbito latino-católico (Croacia y Eslovenia). Sin embargo, todos compartieron raíces culturales comunes, una base lingüística eslava y el legado de un pasado tribal que fue poco a poco transformado en estructuras estatales estables y duraderas.
5. Cristianización del mundo eslavo
La cristianización de los pueblos eslavos fue uno de los procesos más decisivos de su historia, no solo por su dimensión religiosa, sino por las profundas transformaciones culturales, políticas y lingüísticas que conllevó. A partir del siglo IX, las diversas ramas de los eslavos —occidentales, orientales y meridionales— comenzaron a adoptar el cristianismo, pero no de forma unificada, sino bajo influencias distintas según su ubicación geográfica y sus relaciones políticas.
Este proceso se enmarca en un contexto en el que el cristianismo se había consolidado ya como fuerza religiosa dominante en Europa, representado por dos grandes polos: la Iglesia católica de Roma y la Iglesia ortodoxa de Constantinopla. Los eslavos, situados entre ambos mundos, fueron objeto de misiones, alianzas y disputas que marcaron su integración en la civilización cristiana, a la vez que definieron orientaciones culturales diferenciadas entre el este y el oeste eslavo.
La cristianización no fue solo una cuestión espiritual, sino también una herramienta de organización política y legitimación del poder. Los jefes tribales y príncipes que abrazaron la fe cristiana lo hicieron en muchos casos como forma de consolidar su autoridad, establecer relaciones diplomáticas con imperios vecinos y acceder a sistemas administrativos, jurídicos y culturales más avanzados.
Un papel fundamental en este proceso lo desempeñaron figuras como Cirilo y Metodio, los misioneros bizantinos que desarrollaron la primera lengua litúrgica eslava y tradujeron textos religiosos fundamentales. Su labor sentó las bases para una tradición cristiana en lengua vernácula, lo que permitió a los pueblos eslavos preservar parte de su identidad cultural dentro del mundo cristiano.
Esta etapa fue también el punto de partida de la futura división religiosa entre los eslavos: los occidentales (polacos, checos, eslovacos, croatas, eslovenos) adoptaron el cristianismo romano y el alfabeto latino; mientras que los orientales y muchos meridionales (rusos, ucranianos, búlgaros, serbios) adoptaron la tradición ortodoxa, con el alfabeto cirílico y una liturgia influida por Bizancio.
La cristianización del mundo eslavo no solo integró a estos pueblos en la gran corriente cultural europea medieval, sino que también los dividió en dos grandes esferas religiosas y culturales cuyos ecos todavía perduran en la Europa contemporánea.
Cirilo y Metodio: evangelización y alfabeto glagolítico
La cristianización de los pueblos eslavos no fue solo una obra de poder político o de conquista espiritual, sino también una empresa de gran inteligencia cultural. En este contexto, sobresale la labor de dos hermanos bizantinos: Cirilo y Metodio, considerados los apóstoles de los eslavos. Su misión no solo trajo el cristianismo a las tierras eslavas, sino que también dotó a estos pueblos de una lengua escrita propia, fortaleciendo su identidad cultural frente a las potencias vecinas.
Originarios de Tesalónica (actual Grecia), una ciudad donde se hablaba tanto griego como eslavo, Constantino (luego llamado Cirilo) y Metodio fueron formados en Constantinopla como eruditos, lingüistas y teólogos. En el año 863, el emperador bizantino Miguel III y el patriarca Focio los enviaron como misioneros a Gran Moravia, a petición del príncipe Rastislav, quien deseaba evangelizar a su pueblo sin depender del clero germánico, que oficiaba en latín y no hablaba el idioma de la población.
A diferencia de otros misioneros, Cirilo y Metodio entendieron que el cristianismo solo podía arraigar si se expresaba en la lengua vernácula de los eslavos. Para ello, Cirilo inventó un nuevo alfabeto, el glagolítico, adaptado a los sonidos del eslavo antiguo, y con él tradujeron los Evangelios, la liturgia y otros textos fundamentales. Metodio, por su parte, se encargó de difundir el uso litúrgico de la lengua eslava y de organizar la estructura eclesiástica local.
El alfabeto glagolítico fue el primer sistema de escritura para una lengua eslava. Aunque con el tiempo fue reemplazado por el cirílico —desarrollado posteriormente por discípulos de los hermanos en Bulgaria— su importancia fue capital: permitió que el cristianismo llegara a los pueblos eslavos en su propio idioma, sin imposición lingüística, lo que facilitó su asimilación y fortaleció una identidad religiosa autónoma.
La labor de Cirilo y Metodio fue inicialmente cuestionada por sectores del clero germánico, que defendían el uso exclusivo del latín en la liturgia. Sin embargo, tras defender su causa en Roma, el papa Adriano II aprobó su uso del eslavo como lengua litúrgica. Metodio fue consagrado arzobispo y autorizado a continuar su misión.
Tras la muerte de ambos hermanos, su legado fue continuado en Bulgaria, donde los discípulos fundaron escuelas literarias en Preslav y Ohrid, consolidando la escritura y cultura eslava cristiana, y adaptando el glagolítico al alfabeto cirílico, más fácil de usar y basado en modelos griegos.
El trabajo de Cirilo y Metodio no solo facilitó la cristianización de los pueblos eslavos, sino que también protegió su cultura y su lengua, en un momento clave en que podían haber sido absorbidos lingüística y espiritualmente por potencias externas. Hoy, son venerados como santos tanto en la Iglesia ortodoxa como en la Iglesia católica, y su legado es símbolo de unidad cultural eslava.
Icono religioso que retrata a los santos Cirilo y Metodio, con los atributos tradicionales: escritura sagrada, vestimenta clerical, y la presencia de una cruz entre ambos. Icono tradicional de San Cirilo (izquierda) y San Metodio (derecha), “apóstoles de los eslavos”, del mosaico en la Basílica de San Clemente (Roma). Dominio público. Aquí observamos un icono tradicional que representa a San Cirilo y San Metodio, quienes a mediados del siglo IX forjaron el primer alfabeto y la liturgia en lengua eslava. Su obra fue decisiva para consolidar la identidad cultural y religiosa del mundo eslavo occidental.

División entre cristianismo oriental (ortodoxo) y occidental (católico)
La cristianización de los pueblos eslavos no se produjo en un mundo cristiano unificado. Durante los siglos IX y X, cuando los eslavos estaban adoptando la fe cristiana, la Iglesia ya se encontraba profundamente dividida en términos culturales, lingüísticos y políticos, aunque la ruptura formal aún no se había consumado. Esta fractura latente acabará desembocando en el Cisma de Oriente en el año 1054, cuando la Iglesia se dividió en dos grandes ramas: la Iglesia católica romana en Occidente y la Iglesia ortodoxa oriental en Oriente.
Esta división tuvo consecuencias directas y duraderas para los pueblos eslavos, que quedaron repartidos entre ambas esferas de influencia según su ubicación geográfica y sus alianzas políticas.
El mundo católico latino
Los eslavos occidentales —como polacos, checos, eslovacos, croatas y eslovenos— estuvieron bajo la influencia del papado de Roma y del Imperio carolingio y germánico. Adoptaron el cristianismo según el rito latino, utilizaron el latín como lengua litúrgica, y emplearon el alfabeto latino en su escritura.
Esta orientación les vinculó con el Occidente europeo, facilitando su integración en las redes religiosas, políticas y culturales del Sacro Imperio Romano Germánico y del papado. En estos territorios, la Iglesia católica tuvo un papel esencial en la consolidación de los primeros reinos y en la formación de la identidad nacional medieval.
Comparativa de símbolos cristianos: a la izquierda, cruz ortodoxa; a la derecha, cruz latina católica. Dos expresiones cristianas unidas por la misma raíz espiritual. Imagen comparativa que ilustra visualmente las diferencias entre el cristianismo oriental (ortodoxo) y el occidental (católico), enfocada en los símbolos de sus iglesias, y que transmite un mensaje de armonía y entendimiento entre ambas tradiciones. Mensaje de unidad en la diversidad sin jerarquías.

“A pesar de sus diferencias de rito, liturgia y tradición, ambas ramas del cristianismo comparten el mismo fundamento espiritual, como muestra esta comparativa simbólica de sus cruces.”
El mundo ortodoxo bizantino
Por otro lado, los eslavos orientales (rusos, ucranianos, bielorrusos) y buena parte de los eslavos del sur (serbios, búlgaros, macedonios, montenegrinos) recibieron el cristianismo desde Constantinopla, la capital del Imperio bizantino. Adoptaron el rito oriental, utilizaron el griego y el antiguo eslavo eclesiástico en sus liturgias, y emplearon el alfabeto cirílico en sus textos sagrados y administrativos.
La Iglesia ortodoxa promovía una mayor autonomía local (a través de iglesias autocéfalas), un arte sacro diferente (íconos, mosaicos), y un enfoque teológico distinto, más centrado en la tradición mística y la continuidad apostólica oriental.
Consecuencias para el mundo eslavo
Esta división religiosa, inicialmente teológica y litúrgica, se transformó con el tiempo en una división cultural profunda. Mientras que el Occidente católico desarrollaba una jerarquía centrada en el Papa de Roma, el Oriente ortodoxo se organizaba de forma descentralizada bajo múltiples patriarcas. Los eslavos quedaron divididos en dos bloques espirituales y culturales, cuyas diferencias aún hoy son visibles en Europa.
Este doble legado se convirtió en una seña de identidad, pero también en una fuente de conflicto. Las tensiones entre católicos y ortodoxos afectaron a lo largo de los siglos a las relaciones entre países eslavos vecinos (como Polonia y Rusia, o Croacia y Serbia), y dejaron una impronta profunda en la historia política y religiosa de Europa Central y los Balcanes.
A pesar de estas divisiones, el cristianismo —en sus dos vertientes— permitió a los pueblos eslavos estructurar sus lenguas, alfabetos, instituciones y culturas nacionales, de modo que la cristianización, aunque fracturada, fue también una vía de civilización compartida.
Repercusiones culturales y lingüísticas
La cristianización de los pueblos eslavos no solo transformó su espiritualidad, sino que dejó una huella profunda en su cultura, lengua, escritura e identidad colectiva. Lejos de ser un proceso meramente religioso, la adopción del cristianismo implicó una reorganización intelectual, artística y lingüística que marcó el inicio de la historia escrita y la vida institucional de estos pueblos.
La alfabetización y las lenguas litúrgicas
Uno de los cambios más significativos fue la introducción de la escritura. Antes de la llegada del cristianismo, los eslavos no contaban con un sistema alfabético propio. Gracias a la labor de Cirilo y Metodio y de sus discípulos, se crearon los alfabetos glagolítico y cirílico, adaptados al idioma eslavo eclesiástico. Esto permitió que la liturgia, los textos bíblicos y otros documentos religiosos se redactaran en la lengua vernácula, algo inédito en muchas otras regiones de Europa.
Esta decisión tuvo un efecto doble: por un lado, facilitó la evangelización al permitir que el mensaje cristiano llegara en un idioma comprensible para el pueblo; por otro, fortaleció el desarrollo de una identidad cultural autónoma, que no dependía exclusivamente de los centros de poder eclesiásticos en Roma o Constantinopla.
Fragmento de manuscrito en glagolítico. La imagen muestra una página de un manuscrito litúrgico escrito en alfabeto glagolítico, utilizado en los siglos XI–XIII en zonas como Croacia. Estos textos reflejan la adopción de la escritura eslava, impulsada por la labor de Cirilo y Metodio, y dan cuenta de la liturgia en lengua vernácula. Fragmento de manuscrito litúrgico en alfabeto glagolítico (siglos XI–XIII). CC BY‑SA.

La división alfabética: latino vs cirílico
La orientación religiosa también determinó el tipo de escritura que adoptaron los pueblos eslavos.
Los eslavos occidentales (polacos, checos, eslovacos, croatas, eslovenos) adoptaron el alfabeto latino, como reflejo de su integración en el cristianismo romano.
Los eslavos orientales y la mayoría de los meridionales (rusos, ucranianos, búlgaros, serbios) usaron el cirílico, influenciados por Bizancio y la tradición ortodoxa.
Esta divergencia alfabética no fue solo técnica, sino también simbólica: reflejaba distintas esferas de influencia, caminos políticos y referentes culturales.
Cultura escrita, arte e instituciones
La adopción de la fe cristiana implicó también la aparición de escuelas monásticas, bibliotecas, cronistas e instituciones jurídicas. Los pueblos eslavos comenzaron a producir sus propias crónicas, leyes, himnos y textos religiosos. Las iglesias se convirtieron en centros de vida cultural, y la arquitectura, la pintura mural, la música litúrgica y el arte sacro florecieron en los siglos siguientes.
Además, la traducción de la Biblia y de los textos litúrgicos al eslavo antiguo —precursora de las lenguas eslavas escritas modernas— fue uno de los grandes logros culturales de la Edad Media. No solo fijó una norma lingüística, sino que también preservó y dignificó el idioma del pueblo, colocándolo a la altura de las lenguas clásicas (latín, griego, hebreo).
Unidad espiritual, diversidad cultural
En conjunto, la cristianización brindó a los pueblos eslavos un marco común de valores, cosmovisión e instituciones religiosas, pero no uniformizó su cultura. Al contrario, permitió el desarrollo de una rica variedad de tradiciones nacionales, todas ellas alimentadas por un tronco común cristiano, pero profundamente marcadas por su lengua, su alfabeto, su rito y su historia política.
El resultado fue una Europa eslava diversa, donde la fe sirvió tanto como instrumento de integración como de diferenciación cultural, cuyas consecuencias aún hoy pueden verse en el mapa religioso, lingüístico y político del continente.
6. Relaciones con otros pueblos
A lo largo de la historia medieval, los pueblos eslavos no se desarrollaron de forma aislada, sino en constante contacto, conflicto y mestizaje con otros pueblos y culturas. Su posición geográfica, extendida entre Europa Central, los Balcanes, las estepas eurasiáticas y el norte oriental, los colocó en una encrucijada donde coincidían influencias germánicas, romanas, bizantinas, túrquicas y más tarde mongolas. Estas interacciones moldearon profundamente su evolución política, lingüística, militar y religiosa.
Los eslavos occidentales convivieron con pueblos germánicos, como los francos y bávaros, cuyas alianzas e imposiciones fueron decisivas para la cristianización y organización de sus territorios. Los eslavos orientales, por su parte, se enfrentaron a una secuencia de invasiones y presiones de pueblos nómadas de las estepas, como los jázaros, pechenegos, cumanos y, de forma dramática en el siglo XIII, los mongoles. Mientras tanto, los eslavos del sur compartieron los Balcanes con griegos, latinos, albaneses y posteriormente con los otomanos, generándose una intensa diversidad étnica, cultural y religiosa.
Estas relaciones no fueron solo conflictivas, sino también fecundas. En muchos casos, hubo integración, influencias mutuas, matrimonios mixtos y sincretismos culturales. La lengua, la arquitectura, las instituciones y las religiones eslavas absorbieron elementos externos y, a la vez, irradiaron sus propios valores hacia otras culturas vecinas.
Comprender las relaciones de los eslavos con otros pueblos permite ver con claridad cómo sus identidades nacionales se construyeron no solo desde dentro, sino también en diálogo —a veces violento, otras veces cooperativo— con el mundo que los rodeaba.
Representación de un jínete pechenego, uno de los pueblos túrquicos con los que los eslavos orientales tuvieron frecuentes conflictos y contactos antes de la llegada de los mongoles. Licencia: dominio público o Creative Commons. Jinete pechenego, guerrero túrquico de las estepas, antecesor de los encuentros eslavo-mongoles. Uso bajo Creative Commons/dominio público.

Conflictos y mezclas con germanos, magiares, túrquicos y mongoles
La historia de los pueblos eslavos está profundamente marcada por una serie de contactos —en muchos casos violentos, en otros más sutiles y culturales— con pueblos vecinos que ejercieron una influencia decisiva en su configuración histórica. Entre estos destacan los germanos, los magiares, los pueblos túrquicos de las estepas y, más adelante, los mongoles. Cada uno de ellos actuó como factor de presión, transformación o mestizaje a lo largo de la Edad Media.
Los germanos
Desde época tardorromana, los eslavos estuvieron en contacto con distintos pueblos germánicos. En sus migraciones hacia el oeste, los eslavos se toparon con francos, sajones y bávaros, especialmente en lo que hoy es Alemania, Bohemia, Polonia y Eslovaquia. Estos contactos derivaron en conflictos territoriales, conversiones forzadas y procesos de feudalización. La expansión del Imperio carolingio y del Sacro Imperio Romano Germánico buscó integrar o subyugar a los eslavos occidentales bajo el cristianismo latino y el orden feudal germánico.
Sin embargo, también hubo momentos de cooperación. En Bohemia, por ejemplo, los duques eslavos mantuvieron relaciones diplomáticas y matrimonios con casas germánicas. Los vínculos comerciales con ciudades alemanas, como las de la Liga Hanseática, fueron fundamentales para el desarrollo urbano de las tierras eslavas occidentales.
Los magiares
Los magiares, antecesores de los húngaros actuales, llegaron desde las estepas euroasiáticas y se establecieron en la cuenca del Danubio en el siglo IX. En su expansión inicial, se enfrentaron tanto a pueblos germánicos como eslavos. Sus incursiones afectaron gravemente a los territorios de Moravia, Croacia, Bulgaria y Polonia. Posteriormente, al cristianizarse y fundar el Reino de Hungría, establecieron una relación ambivalente con sus vecinos eslavos: por un lado, rivalidades por el control de territorios fronterizos como Eslovaquia o Transilvania; por otro, cooperación política, especialmente con Croacia, que entró en unión dinástica con Hungría en el siglo XII.
Los pueblos túrquicos de las estepas
Desde el este, los eslavos orientales mantuvieron relaciones intensas y complejas con diversos pueblos de estepa de origen túrquico, como los jázaros, los pechenegos, los cumanos (o polovtsianos) y más adelante los tártaros. Estos grupos ejercieron un dominio militar, económico y político sobre extensas regiones euroasiáticas, y frecuentemente organizaron incursiones o exigieron tributos a los principados eslavos.
En algunos casos, como con los jázaros, existieron relaciones comerciales y períodos de cierta estabilidad. La Rus de Kiev combatió en múltiples ocasiones contra los pechenegos y los cumanos, enfrentamientos que se reflejan en las crónicas eslavas y en la célebre obra épica “El Cantar de las huestes de Ígor”. Estos contactos también dejaron huellas culturales, visibles en aspectos del armamento, la vestimenta y ciertas prácticas políticas.
Asedio mongol a Kiev (1240). Ilustración medieval de la toma de Kiev por los ejércitos de Batu Kan, durante la invasión mongola de la Rus de Kiev. Fue tomada de un manuscrito iluminado en los siglos XVI‑XVII. Licencia: dominio público, disponible en Wikimedia Commons. Ilustración antigua del asedio de Kiev (1240) durante la invasión mongola de la Rus de Kiev. Dominio público.

Los mongoles
La invasión mongola del siglo XIII fue uno de los episodios más traumáticos en la historia de los eslavos orientales. Tras la batalla del río Kalka (1223) y, especialmente, con la gran campaña de Batu Kan entre 1237 y 1240, la Rus de Kiev fue arrasada, y la mayoría de sus ciudades quedaron bajo el dominio de la Horda de Oro, rama occidental del Imperio Mongol.
Este sometimiento tuvo profundas consecuencias: debilitó a los principados rusos, favoreció el ascenso de Moscú como nuevo centro de poder, e impuso un sistema de tributo que perduró durante más de dos siglos. No obstante, también se generó un curioso equilibrio: los mongoles permitieron que los príncipes rusos conservaran su religión ortodoxa y parte de su autonomía interna, a cambio de sumisión política y económica.
Una historia de fricción y fertilidad cultural
Estos contactos no solo generaron conflictos. En muchos casos, los pueblos eslavos asimilaron elementos culturales, técnicos y organizativos de sus vecinos: formas de montar a caballo, estilos artísticos, modelos de administración e incluso palabras y expresiones lingüísticas. La historia de los eslavos es, por tanto, la historia de una identidad forjada en la interacción, a menudo tensa, pero también enriquecedora, con un entorno cambiante y complejo.
7. Lenguas eslavas
Las lenguas eslavas constituyen una de las principales ramas de la familia lingüística indoeuropea. Su evolución está íntimamente ligada a los procesos históricos, religiosos y culturales que afectaron a los pueblos eslavos desde la Edad Media. Si bien comparten un origen común, con una notable unidad gramatical y léxica en sus primeras etapas, con el paso del tiempo se diversificaron en distintos grupos regionales, asociados a contextos históricos específicos y a diferentes alfabetos.
Clasificación y ramas lingüísticas
Desde el punto de vista histórico y geográfico, las lenguas eslavas se dividen tradicionalmente en tres grandes ramas:
Eslavas orientales: incluye el ruso, el ucraniano y el bielorruso. Estas lenguas derivan directamente del antiguo eslavo oriental hablado en la Rus de Kiev. El ruso es hoy la lengua eslava más hablada y una de las principales lenguas del mundo.
Eslavas occidentales: comprende el polaco, el checo, el eslovaco y el sorabo (hablado por una minoría en Alemania). Estas lenguas se desarrollaron en el ámbito cultural católico romano, y utilizan el alfabeto latino.
Eslavas meridionales: agrupa a lenguas como el búlgaro, el macedonio, el serbio, el croata, el bosnio, el esloveno y el montenegrino. Aunque algunas de ellas son mutuamente inteligibles, difieren por razones políticas, religiosas o históricas. El caso de los idiomas de los Balcanes es paradigmático por su complejidad y variedad cultural.
Las diferencias entre estas lenguas se deben a diversos factores: aislamiento geográfico, contactos con lenguas no eslavas, influencias religiosas (Bizancio vs. Roma) y políticas estatales modernas. Sin embargo, todas conservan ciertas características comunes que evidencian su origen compartido.
Mapa de Europa que refleja la distribución de las lenguas eslavas (occidentales, orientales y meridionales), claramente diferenciadas por colores. “El siguiente mapa muestra cómo las lenguas eslavas se distribuyen en tres grandes ramas: occidental, oriental y meridional, cada una con su evolución y particularidades que analizamos a continuación.”

Escrituras eslavas: glagolítico, cirílico y latino
La historia de las lenguas eslavas está íntimamente unida a la invención de sistemas de escritura que permitieron su fijación y transmisión. En el siglo IX, los hermanos Cirilo y Metodio crearon el alfabeto glagolítico, el primer sistema diseñado específicamente para el idioma eslavo. Aunque su uso fue limitado geográficamente, tuvo una gran importancia simbólica y fundacional.
Poco después, en el entorno búlgaro, sus discípulos desarrollaron el alfabeto cirílico, más sencillo y basado en el alfabeto griego. Esta escritura fue adoptada por muchos pueblos eslavos orientales y meridionales cristianizados por Bizancio, como los rusos, búlgaros, serbios y macedonios.
Por su parte, los pueblos eslavos occidentalizados —polacos, checos, croatas, eslovacos, eslovenos— adoptaron el alfabeto latino, en consonancia con la liturgia católica y las estructuras culturales del Occidente europeo.
De este modo, el alfabeto utilizado por cada lengua eslava fue y sigue siendo un reflejo directo de la orientación religiosa y política de cada región.
Situación actual de las lenguas eslavas
En la actualidad, las lenguas eslavas se hablan en más de una veintena de países y por más de 300 millones de personas. Algunas, como el ruso, el polaco o el ucraniano, gozan de gran vitalidad y tienen estatus oficial en sus respectivos países. El ruso, en particular, sigue teniendo una proyección internacional como lengua diplomática, científica y cultural.
Otras lenguas eslavas, como el esloveno, el macedonio o el bielorruso, cuentan con menor número de hablantes, pero han sido objeto de políticas activas de preservación y estandarización. También existen lenguas en situación de peligro, como el sorabo en Alemania, cuyo uso se reduce a contextos locales o escolares.
Además, los procesos de globalización, migración y bilingüismo están transformando la situación lingüística en muchas regiones eslavas. En algunos casos se observa una pérdida de hablantes, mientras que en otros hay una revitalización gracias al orgullo identitario y a políticas culturales estatales.
Pese a su diversidad y a los desafíos actuales, las lenguas eslavas siguen siendo una de las grandes familias lingüísticas de Europa, testimonio vivo de una herencia compartida y de una riqueza cultural excepcional.
Vestimenta tradicional eslava – Festival Wolin, Polonia. Fotografía de mujeres en trajes eslavos (camisas bordadas, cinturones, pañuelos), tomada durante un festival en Wolin, Polonia. Perfecta para mostrar la vitalidad del folklore eslavo.

8. Cultura y sociedad eslava tradicional
La cultura y la organización social de los pueblos eslavos tradicionales estuvieron profundamente enraizadas en un estilo de vida rural, comunitario y vinculado al entorno natural. Antes de la consolidación de los grandes estados medievales, la vida cotidiana de las comunidades eslavas giraba en torno a la aldea, el clan familiar y las prácticas agrícolas, en una estructura descentralizada y tribal. Aunque la cristianización transformó progresivamente sus costumbres, muchas de sus creencias, rituales y símbolos ancestrales perduraron durante siglos bajo formas sincréticas.
El universo eslavo tradicional se caracterizaba por una rica mitología politeísta, expresiones orales transmitidas de generación en generación, costumbres festivas marcadas por el ritmo de las estaciones y un profundo respeto por la tierra y los antepasados. La lengua, la música, los trajes, las danzas y las ceremonias reflejaban una cosmovisión colectiva, estrechamente ligada al ciclo agrícola, a la vida en comunidad y a los fenómenos naturales.
Comprender esta base cultural permite adentrarse en la identidad profunda de los pueblos eslavos, más allá de sus divisiones lingüísticas o religiosas. A través de sus relatos, rituales y formas de vida tradicionales, se revela un mundo lleno de simbolismo, de resiliencia y de vínculos ancestrales que aún hoy resuenan en las prácticas populares y en la memoria colectiva de Europa del Este y Central.
Niñas con trajes populares bordados típicos de Podlasie (Polonia), herencia del folklore rural. Uso libre.

Vida rural, organización tribal
En sus orígenes, los pueblos eslavos se organizaron en comunidades rurales autosuficientes llamadas mir o obschina, centradas en la agricultura, la ganadería y la vida comunal. La estructura social se basaba en clanes familiares extensos (rod) unidos por lazos de sangre, y en pequeños núcleos tribales que compartían tierras y recursos. La tierra no pertenecía a individuos, sino a la comunidad, y era distribuida según las necesidades de cada familia. Esta organización favorecía un sentido profundo de solidaridad, igualdad y cooperación, que perduró incluso después de la feudalización.
La autoridad residía en los ancianos o en consejos tribales que tomaban decisiones por consenso. En tiempos de guerra o crisis, se elegía a un jefe temporal con atribuciones limitadas. Estas formas de gobierno participativo reflejaban un mundo sin jerarquías rígidas, donde el liderazgo se basaba más en el prestigio que en la fuerza o la herencia. La vida diaria estaba marcada por el trabajo estacional, la celebración de fiestas comunales y la conservación de tradiciones ancestrales transmitidas oralmente.

Mitología eslava y religiones precristianas
Antes de la llegada del cristianismo, los eslavos practicaban una religión politeísta profundamente enraizada en los ciclos de la naturaleza, la fertilidad de la tierra y la veneración de los elementos. Su mitología estaba poblada por dioses y espíritus que habitaban bosques, ríos, montañas y hogares, en una cosmovisión animista que integraba el mundo visible con el invisible.
Entre las deidades más importantes se encontraban Perun, dios del trueno y la guerra; Veles, señor del inframundo, el ganado y la magia; Mokosh, diosa de la tierra y la fertilidad; y Svarog, dios del cielo y el fuego. También se veneraban espíritus domésticos como el domovoi (protector del hogar) y el leshy (espíritu del bosque), y se practicaban rituales agrícolas, sacrificios y cultos solares.
Esta mitología se conservó parcialmente a través del folclore y las fiestas populares incluso después de la cristianización, muchas veces disfrazada bajo formas cristianas. Así, la religión precristiana no desapareció por completo, sino que se integró en una cultura sincrética que sobrevivió hasta tiempos recientes.
Costumbres y folklore
El folklore eslavo tradicional es uno de los más ricos y variados de Europa. Expresa la memoria ancestral de estos pueblos a través de cuentos, leyendas, canciones, proverbios, trajes, danzas y rituales. Muchas de estas expresiones tienen raíces precristianas, aunque han sido adaptadas y reinterpretadas a lo largo de los siglos.
Las canciones populares (pesni) acompañaban las labores del campo, las bodas y los funerales, y transmitían enseñanzas morales, épicas o humorísticas. Las danzas circulares y las procesiones agrícolas celebraban el paso de las estaciones y aseguraban la fertilidad de la tierra. Las leyendas hablaban de héroes, espíritus y criaturas míticas como la baba yaga, el zmey o el rusalka. También eran frecuentes los rituales de fuego, agua y máscaras, especialmente en festividades como Kupala (solsticio de verano) o Maslenitsa (fiesta de primavera).
El traje tradicional eslavo —camisas bordadas, cinturones rojos, coronas florales, pañuelos— expresaba identidad local, estatus y simbolismo religioso. Cada región tenía sus propios patrones y colores, lo que revela la diversidad interna del mundo eslavo.
Este conjunto de costumbres no solo sirvió como forma de cohesión social, sino también como una vía para preservar la memoria colectiva y la resistencia cultural frente a invasiones o asimilaciones externas. Aún hoy, el folklore eslavo sigue vivo en festivales, museos, grupos de danza y actividades comunitarias, como un legado profundamente arraigado en el alma de estos pueblos.
9. Conclusiones
A lo largo de los siglos, los pueblos eslavos han contribuido de forma profunda y duradera al mosaico histórico, lingüístico y cultural de Europa. Desde sus orígenes tribales y sus primeras migraciones en tiempos de inestabilidad posromana, hasta la consolidación de reinos, alfabetos, religiones y estructuras políticas, los eslavos han desarrollado una identidad diversa y dinámica que ha influido notablemente en el devenir del continente.
Su legado histórico es visible en múltiples planos: en las lenguas que aún hablan millones de personas; en las formas arquitectónicas de iglesias, monasterios y fortalezas; en las ricas tradiciones orales, musicales y festivas; y en el pensamiento religioso, filosófico y literario que emanó de figuras como Cirilo y Metodio, Vladímir de Kiev o Yaroslav el Sabio. También se manifiesta en la resiliencia con que estas culturas enfrentaron presiones externas —imperios germánicos, bizantinos, túrquicos o mongoles— y en su capacidad para adaptarse, resistir y reconstruir sus instituciones y valores propios.
El papel de los eslavos en la historia de Europa ha sido, sin duda, esencial. Han actuado como puente entre Oriente y Occidente, entre el cristianismo ortodoxo y el católico, entre la estepa y el bosque, entre lo imperial y lo popular. En muchas ocasiones fueron frontera, otras veces vanguardia. A menudo desconocidos o mal comprendidos por las narrativas europeas centradas en el Atlántico y el Mediterráneo, los pueblos eslavos representan una parte indispensable del pasado, presente y futuro del continente.
Conocer su evolución no solo permite apreciar la riqueza de su historia, sino también entender mejor los equilibrios, conflictos y herencias que aún marcan la geopolítica y la cultura europeas de nuestros días.
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Conferencia. «Los pueblos eslavos. Historia y trascendencia de una civilización fascinante.» José Alipio Morejón.
Raices de Europa. 278 K suscriptores. 109.821 visualizaciones 27 abr 2020
La conferencia aborda una realidad capital para comprender Europa: el mundo eslavo. En efecto, los países eslavos abarcan más de la mitad de la geografía europea y casi la mitad de su población, además de haber dado excepcionales figuras a la ciencia, literatura, pintura, música, danza, política, religión y otros muchos ámbitos de la vida cultural y social europea de nuestro mundo.
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