Desde el punto de vista literario, el siglo XV español fue de una calidad extraordinaria; en su primera mitad, innumerables poetas cortesanos escriben poemas líricos, satíricos y morales, que son recitados en fiestas aristocráticas o en reuniones selectas de hombres y mujeres cultos pertenecientes al círculo de la nobleza. El «hacer versos» y la afición por la poesía llegó a ser una condición indispensable para todo caballero que quisiera figurar y triunfar en la vida de la corte; muchos hasta pagaban a poetas pobres para que les escribiesen composiciones que luego ellos pregonaban por suyas propias. Reyes y grandes señores encargaban la recopilación de todo poema, canción o estrofa que se escribiera en su corte. De esa intención nacieron los Cancioneros, que eran colecciones antológicas de poesías de diversos autores, en las que se mezclaban, sin orden ni concierto, lo mismo obras de un poeta exquisito que otras de un zafio versificador, canciones líricas que exaltaban el amor más puro con otras chocarreras y de impresionante obscenidad. Los dos Cancioneros más famosos de la primera mitad del siglo XV son el Cancionero de Stúñiga, que mandó recopilar Alfonso V de Aragón, y el Cancionero de Baena, hecho por encargo de Juan II de Castilla.
En la corte de Juan II, en un ambiente cultural en donde la poesía, como se ha indicado más arriba, era profesada por multitud de cortesanos, y entre ellos el propio rey y su favorito don Alvaro de Luna, sobresalieron dos grandes poetas: Juan de Mena e lñigo López de Mendoza, marqués de Santillana.
Juan de Mena (1411-1456l. Natural de Córdoba, estudiante en Salamanca y viajero por Italia, debió de ser uno de esos hombres a quienes el estudio y la continua lectura llenan la existencia y les hacen sabios, moderados y prudentes. Esas cualidades le serían muy necesarias para convivir, sin mayores riesgos, en el ambiente enrarecido de envidias y pasiones de la corte castellana. Su función en ella fue la de secretario de cartas latinas, es decir, no solamente traductor oficial de documentos y redactor de ellos, sino cargo delicado y de cierta responsabilidad. Sin embargo, no consta que llegase a alcanzar ninguna influencia política, y sus amistades con nobles influyentes de la corte parece que se limitaron al ámbito de lo estrictamente personal y afectivo. Así, Juan de Mena, discreto, ensimismado en sus libros, dedica la mayor parte de su vida a escribir, en verso y prosa, obras muy esmeradamente trabajadas. De ellas destaca un gran poema alegórico de intención política y moral titulado El Laberinto de Fortuna o Las trescientas (este sobretítulo le fue adjudicado por alusión al número de estrofas de que está compuesta la obra … , aunque a la postre resulte que su número exacto es de 297). En el famoso poema se describen tres enormes ruedas que están en el palacio de la diosa Fortuna y que representan el pasado, el presente y el ‘futuro, ilustradas con escenas alusivas a la vida de personajes míticos o históricos del pasado y del presente contemporáneo de Mena. El Laberinto es un poema culto, escrito para un círculo de personas que estaban preparadas intelectualmente para comprender las alusiones mitológicas y las referencias históricas que en él se contienen; con esa intención selecta, Mena se propuso asimismo la creación de un estilo literario que se distinguiera del lenguaje hablado comúnmente, empleando una serie de palabras cultas, derivadas del latín, o inventando otras nuevas y ordenando las frases según la sintaxis latina (hipérbaton). En El Laberinto se pone de manifiesto también, un anhelo que difusamente aún se albergaba en los espíritus de los mejores hombres de la época: la idea de la unidad nacional entre todas las regiones de España. En otro gran poema titulado La coronación, exalta la personalidad de su amigo el marqués de Santillana, el mejor poeta de la corte de Juan II de Castilla.
El marqués de Santillana (1398-1458l. Don lñigo López de Mendoza nació en Carrión de los Condes; huérfano de padre a los siete años, fue educado por su madre y su aouela, extraordinarias mujeres que hicieron de él un hombre culto, valiente y de suma prudencia y habilidad. En los sesenta años que alcanzó su existencia luchó contra los moros, intervino activamente en la política de Castilla y dejó al morir una. obra señera, tanto en calidad como en cantidad. Fue un gran poeta que dedicó su inspiración a dos tipos de poemas: las canciones y los decires; las primeras estaban hechas para el canto, los decires para ser leídos o recitados. Entre los poemas más notables salidos de su pluma son inolvidables el de Bías contra Fortuna, escrito para confortar a amigos y parientes en situación apurada, poema el de Bias en que por boca de este filósofo griego aconseja valor y entereza en la adversidad; el titulado Doctrinal de privados, cuyo protagonista es don Alvaro de Luna, primer ministro y hombre de confianza del rey Don Juan II. Acosado por el odio de los nobles, entre los que se hallaba el marqués de Santillana, don Alvaro fue decapitado en Valladolid por orden del rey. En el poema que comentamos, la ejecución del favorito se considera como una lección ejemplar para los gobernantes. Son estremecedoras las invocaciones que pone en boca del desgraciado favorito al pie del cadalso:
¿ Que se fizo la moneda
que guardé para mis daños
tantos tiempos, tantos años,
plata, joyas, oro y seda?
Ca [‘pórque’] de todo non me queda
si non este cadahalso …
¡Mundo malo, mundo falso,
non es quien contigo pueda! …
Cierto sentimiento trágico de la vida, fortalecido por la fe cristiana y la fuerza altiva de la dignidad en el ser humano, se ponen de manifiesto en otro poema, La comedieta de Ponza, en el cual se describe la batalla naval de Ponza con la derrota del rey Alfonso V de Aragón, su prisión y la patética lamentación de la reina madre. En otro orden de temas, el marqués de Santillana dedicará un buen número de sus obras a las cuestiones amorosas: el Triunfete de Amor, el Sueño y el Infierno de los enamorados, y muchos cantares y decires testimonian cumplidamente de la preocupación e interés por el sentimiento amoroso en un hombre sensible y apasionado como don lñigo López de Mendoza. Las más atractivas de todas esas obras, y por supuesto las que aún impresionan gratamente, son las conocidas con el airoso nombre de Serranillas; en ellas se ofrecen diez encuentros con otras tantas mujeres – ésas son las serranillas – , en las cuales el marqués unas veces consigue disfrutar del encuentro y otras es rechazado con picardía o con rudeza. Finalmente, se impone recordar que escribió dos trataditos en prosa muy curiosos: la Carta-prohemio al Condestable de Portugal, en la que resume para su ilustre amigo la historia de la literatura española, le cuenta sus impresiones de lector y su concepto de la poesía y del arte literario en general; en los Refranes que dicen las viejas tras el fuego se encuentra la primera colección de esas sentencias populares que representan mucha de la sabiduría popular, práctica y utilitaria.
En esta primera mitad del siglo, de la que vamos espigando los autores más relevantes, no sería justo olvidar a Fernán Pérez de Guzmán autor de Generaciones y semblanzas, colección de biografías de personajes importantes en las cortes reales de Enrique III y Juan II; la idea hizo fortuna y sirvió de inspiración para que años más tarde Hernando del Pulgar, que murió a finales del siglo, escribiera otra colección de biografías con el sonoro título de Claros varones de Castilla.
Fuera del ámbito cortesano, un clérigo llamado Alfonso Martínez de Toledo, nacido en 1398 (es decir, el mismo año que el marqués de Santillana) y arcipreste de Talavera, escribió una obra que se conoce con el nombre de Corbacho y el expresivo subtítulo de «Reprobación del loco amor». El motivo principal del libro es un ataque a las mujeres, contando sus malas cualidades, sus vicios y sus trapacerías para dominar al varón; es, por tanto, una obra antifeminista. Dejando a un lado el partidismo del autor, para quien la mujer es una de las mayores calamidades humanas, el estilo con que cuenta los desastrados casos en que intervienen las mujeres es enormemente sugestivo, lleno de gracia y de picante mala intención. En las antologías literarias de este período no falta la inclusión de un pasaje del Corbacho en el que se transcribe con toda fidelidad el torrente de exclamaciones, juramentos, reniegos y consideraciones que lanza una mujer a quien se le ha perdido una gallina. Es un texto prodigioso sobre el lenguaje hablado del siglo XV. Otras historias del Corbacho parecen extraídas de las actas de procesos criminales, así de realistas y estremecedoras son todas ellas. Pero, sin duda alguna, y por encima de su enconado antifeminismo, lo más impresionante es que el arcipreste de Talavera llegue a la conclusión de que la mujer es el obstáculo más grande que se le presenta al hombre para alcanzar a Dios.
Una serie de acontecimientos que se producen en el último tercio del siglo influirán decisivamente en la sociedad española y, como reflejo de ella, en las obras literarias. En 1474 se introduce la imprenta en Valencia, de cuyas prensas saldrá el primer libro impreso español: una antología en castellano, valenciano y catalán, titulada Troves en lahors de la Verge Maria, que son ni más ni menos que las poesías presentadas a un certamen convocado por el Cabildo de la ciudad del Turia en honor de la Concepción de la Virgen María. En el año 1492 coinciden dos eventos de categoría extrema: la terminación de la Reconquista, con la conquista del reino moro de Granada, y el Descubrimiento’ de América. En el mismo año maravilloso se publica la primera Gramática castellana, escrita por un andaluz, Elio Antonio de Nebrija, catedrático de la Universidad de Salamanca. También en la misma fecha se consuma la expulsión de los judíos que no quisieron convertirse al cristianismo. Esta expulsión, que afectó a miles de españoles de raza hebrea, tuvo como inmediato resultado la creación del Tribunal de la Santa Inquisición, encargado, en principio, de inquirir, o sea, de investigar, sobre la autenticidad de la conversión de los judíos que acababan de ingresar en la comunidad de fieles cristianos, pero que con el paso del tiempo se convirtió en una institución poderosísima que durante los siglos siguientes pesaría sobre la vida intelectual, social y hasta política de todo el país.
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INICIACIÓN A LA HISTORIA DE LA LITERATURA ESPAÑOLA.
LITERATURA MEDIEVAL ESPAÑOLA