A partir de cierta distancia del Sol, los planetas son capaces de atraer gases de nubes compuestas de hidrógeno y helio hasta colapsar sobre sí mismos, dando lugar a los gigantes gaseosos que tan bien conocemos: Júpiter y Saturno. Como Urano y Neptuno son más pequeños, no retienen los gases, sino sólo su núcleo de roca y hielo. Los planetas que se forman más cerca del Sol se conocen como planetas telúricos, y están compuestos de roca y metales. Chocan violentamente cuando sus órbitas se cruzan hasta tal punto que sólo quedan cuatro: Marte, Venus, Mercurio y la Tierra. Todos estos planetas tardaron 100 millones de años en formarse. Theia, un protoplaneta, deambula en una zona estable del cosmos, a la misma distancia del Sol que la Tierra. Cuando alcanza el tamaño de Marte, Theia se desestabiliza por la influencia gravitatoria de los demás planetas. Su órbita se volvió caótica y colisionó violentamente con la joven Tierra que se formó hace 4.520 millones de años. El impacto fue tan violento que el núcleo de hierro de Theia se hundió en el de la Tierra. El resto del planeta y parte del manto terrestre fueron expulsados al cosmos. Todos estos materiales que orbitaban alrededor de la Tierra acabaron uniéndose para formar el satélite que es la Luna, de 22.500 kilómetros de longitud.
La Luna estabilizó el eje de rotación de la Tierra y lo ralentizó mediante el fenómeno de la fricción de marea, lo que explica por qué en aquella época un día duraba sólo 6 horas y un año 1.434 días. Cuando la Tierra empezó a enfriarse, se formó una corteza sólida que marcó el comienzo del Eón Arcaico, hace unos 4.000 millones de años. Fue entonces cuando aparecieron los primeros océanos de la Tierra, creados por la condensación del vapor de agua procedente de la desgasificación volcánica y posiblemente complementados por el agua traída por los cometas. Estos primeros océanos fueron la cuna de las primeras formas de vida. Organismos unicelulares simples, como bacterias y arqueas, empezaron a desarrollarse en la sopa primordial, preparando el terreno para la evolución biológica que vendría después. La era Proterozoica, que comenzó hace unos 2.500 millones de años, estuvo marcada por importantes cambios en la atmósfera y la biosfera de la Tierra. Los niveles de oxígeno empezaron a aumentar gracias a la fotosíntesis de las cianobacterias, lo que dio lugar a la gran oxidación. Este espectacular aumento del oxígeno atmosférico transformó el medio ambiente terrestre y permitió la evolución de formas de vida aeróbicas más complejas. Fue en esta época cuando aparecieron las primeras células eucariotas, dando lugar a los organismos pluricelulares. La era Paleozoica, que comenzó hace unos 541 millones de años, marcó un periodo de profunda diversificación de las formas de vida. La explosión del Cámbrico, un periodo relativamente corto, fue testigo de la rápida aparición de la mayoría de los principales grupos animales. La vida marina floreció, con el desarrollo de trilobites, braquiópodos y los primeros peces. En el Ordovícico, la vida empezó a colonizar la tierra, con la aparición de las primeras plantas y hongos.
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