Introducción al Periodo Arcaico de Grecia
El periodo arcaico de Grecia, comprendido aproximadamente entre el siglo VIII a.C. y el año 499 a.C., marca una etapa decisiva en la historia de la civilización helénica. Este periodo se sitúa entre la llamada Edad Oscura de Grecia (siglos XII-IX a.C.) y la brillante Grecia Clásica (siglos V-IV a.C.), destacándose como una época de transformación y consolidación que sentó las bases para el florecimiento cultural, político y militar del mundo griego.
Contexto previo: La Edad Oscura de Grecia
Antes del periodo arcaico, la civilización micénica, caracterizada por sus poderosos palacios fortificados y su intrincada cultura material, colapsó hacia el siglo XII a.C., dando paso a una Edad Oscura marcada por la desaparición de la escritura, el retroceso de las estructuras palaciegas y una fragmentación política y social. Este periodo fue testigo de un retorno a comunidades agrícolas pequeñas y dispersas, con una economía más simple y un relativo aislamiento cultural. Sin embargo, a finales del siglo IX a.C., los indicios de un renacimiento comenzaron a emerger: el aumento de la población, el resurgir del comercio y la reaparición de contactos con Oriente Próximo.
Amphoreús (αμφορεύς —’portada en ambos lados’ haciendo referencia a las dos asas—, de donde proviene la palabra española «ánfora») de cerámica de figuras negras que representa una carrera de los Juegos Panatenaicos. Hacia el 530 a. C. Autor: MatthiasKabel. CC BY 2.5. Original file (3,115 × 2,282 pixels, file size: 1.62 MB).
El periodo arcaico se define por su dinamismo y expansión en múltiples frentes. Entre los hechos más destacados de esta etapa se incluyen:
1. El surgimiento de las polis: Durante el siglo VIII a.C., emergieron las polis, ciudades-estado independientes que se convirtieron en la base de la organización política, social y cultural griega. Atenas, Esparta, Corinto y Delfos son ejemplos de estas comunidades que articularon la vida en torno a instituciones propias y valores colectivos.
2. La colonización griega: La presión demográfica, junto con la búsqueda de nuevas tierras agrícolas y rutas comerciales, impulsó a los griegos a colonizar extensas regiones del Mediterráneo y el Mar Negro. Esta expansión no solo facilitó el intercambio cultural, sino que también permitió la difusión del modelo de polis.
3. El desarrollo de la escritura: Tras siglos de olvido, la escritura resurgió gracias a la adopción del alfabeto fenicio, adaptado a las necesidades del griego. Esto dio lugar a la aparición de las primeras inscripciones y a la transmisión escrita de los poemas épicos de Homero, como la Ilíada y la Odisea, que se convirtieron en pilares de la identidad cultural helénica.
4. Reformas políticas y sociales: El crecimiento económico y el aumento de las tensiones sociales llevaron a reformas fundamentales en muchas polis. Destacan las de Solón en Atenas, que establecieron principios de igualdad política, y la construcción de la constitución espartana bajo Licurgo, que moldeó el rígido sistema militar y social de Esparta.
5. Innovaciones culturales y artísticas: El arte arcaico vio el nacimiento de estilos característicos como el orden arquitectónico dórico y jónico, la escultura de los kuroi y korai (estatuas de jóvenes), y la cerámica decorada con figuras negras y rojas. También se desarrollaron los Juegos Olímpicos en el 776 a.C., reflejo de la creciente cohesión cultural panhelénica.
6. El conflicto con Persia y el fin del periodo arcaico: El periodo arcaico concluye con las guerras contra Persia, que comenzaron en el 499 a.C. con la revuelta jónica, cuando las ciudades griegas de Asia Menor, con apoyo de algunas polis continentales, se enfrentaron al vasto imperio persa. Este conflicto marcó el inicio de la transición hacia la Grecia Clásica, época de grandes enfrentamientos como las Guerras Médicas.
El periodo arcaico griego fue una época de renacimiento y creatividad, en la que los griegos superaron las limitaciones de su pasado para establecer los cimientos de una civilización que influiría profundamente en la historia de la humanidad. A través de sus avances políticos, artísticos y culturales, este periodo no solo definió la identidad helénica, sino que también preparó el terreno para los logros de la Grecia Clásica y el impacto duradero de su legado.
Contexto posterior: La Grecia Clásica
La Grecia Clásica surge como la era de mayor esplendor de la civilización griega. Esta etapa estuvo marcada por la victoria sobre Persia, la hegemonía cultural y militar de Atenas, y el desarrollo del pensamiento filosófico y artístico que definió a Occidente. Sin embargo, el legado del periodo arcaico, con sus instituciones, valores y logros, fue la base sobre la que se erigió esta etapa gloriosa.
Índice de contenidos:
-Introducción al Periodo Arcaico de Grecia. Contexto previo: La edad oscura. Hechos más destacados. Contexto posterior, la Grecia Clásica.
Términos políticos:
- -Synoikismos o Sinecismo.
- -El héroe Teseo.
- -Anfictionía
- -Simaquía
- -Koinón
- -Hegemonía
- -Equilibrio de poder
-Colonización griega en la ÉPOCA ARCAICA. Antecedentes.
-Conflictos militares en la Grecia arcaica. Sistema hoplítico. Evolución del armamento. La batalla. Las campañas. Los oficiales. El valor. El choque. Agrupaciones espartanas. El significado de la guerra para los griegos.
-Motivaciones de la expansión territorial. Los conflictos internos. Las motivaciones comerciales. Condiciones y momentos de la partida. Ubicaciones: Asia Menor, Macedonia y Tracia; Magna Grecia y Sicilia; Mar Jónico y IIiria; Mar Negro y Propóntide; Resto del Mediterráneo.
-Análisis contemporáneo del proceso de colonización.
-El simbolismo del caballo en la cultura griega. Algunos ejemplos artísticos del caballo y su jinete como protagonistas.
-Conflictos Sociales y políticos
-Pensamiento, cultura y arte:
- -Estilo arcaico. Arquitectura
- -Escultura en la Grecia Arcaica. Antecedentes.
- -Cerámica y pintura. Cerámica de figuras negras y cerámica de figuras rojas. Ejemplos destacados.
- -Pintura griega.
- -Literatura Arcaica
- -Retórica
- -Poesía
- -Épica
- -Lírica
- -Gnómica
- -Fábula
- -Dramática
- -Prosa
- -Filosofía Presocrática
- -Religión antigua griega
Introducción:
Época arcaica es una periodización de la historia de la antigua Grecia con la que la historiografía distingue la etapa en la que la Hélade (Ἑλλάδα) salió del periodo anterior (la Edad Oscura, caracterizada por la distribución del espacio helénico entre tribus (1) indoeuropeas que hablaban distintas variantes de la futura lengua griega –aqueos, jonios, (2) dorios, eolios, arcadios, superpuestos sobre los prehelénicos pelasgos–, que introdujeron la Edad del Hierro en medio de una total ausencia de fuentes escritas y una drástica ruptura cultural frente a la civilización micénica, cuyo fin sigue siendo objeto de debate, y se conformaron los rasgos de la civilización griega, que quedará plenamente cristalizada en la posterior Época Clásica. Entre los siglos VIII y VI a. C. se desarrollaron las ciudades-estado griegas o polis (plural invariable en castellano, en griego: singular polis, πόλις, y plural poleis, πόλεις), que incluso se expandieron por todo el Mediterráneo mediante la colonización. A pesar de su gran fragmentación política, los griegos fueron construyendo una identidad común frente a otros pueblos de la Antigüedad, de la que adquirieron una conciencia vigorosa, evidenciada en sus manifestaciones culturales y artísticas y en una peculiar cosmovisión que se ha interpretado como tensión entre lo apolíneo y lo dionisíaco.
Procesión dionisiaca. British Museum. Foto: Yair Haklai. CC BY-SA 3.0. Original file (3,264 × 2,448 pixels, file size: 2 MB).
Nota: La tensión entre lo apolíneo y lo dionisíaco es un concepto filosófico desarrollado por Friedrich Nietzsche en su obra El nacimiento de la tragedia. Representa dos impulsos fundamentales del espíritu humano, inspirados en las figuras mitológicas de Apolo y Dioniso. Lo apolíneo simboliza el orden, la claridad, la racionalidad y la belleza serena; está asociado con la creación artística que busca la forma perfecta y la armonía, como la escultura clásica griega o la poesía épica. Por otro lado, lo dionisíaco encarna el caos, la pasión, el éxtasis y la embriaguez; es la fuerza vital desbordante que se manifiesta en el desorden, en las emociones intensas y en la música o la danza que rompen las barreras individuales para fundir al ser humano con la naturaleza y el cosmos.
Estos conceptos no son opuestos absolutos, sino fuerzas complementarias en constante interacción. Según Nietzsche, la grandeza del arte trágico griego radica en la integración de ambas energías: la forma apolínea da estructura al contenido dionisíaco, logrando una síntesis que expresa tanto la belleza como las profundidades caóticas de la existencia. En términos más amplios, esta dicotomía también se puede entender como una metáfora de la lucha entre el deseo humano de imponer orden y el reconocimiento de las fuerzas caóticas y vitales que escapan a nuestro control.
Guerreros griegos en un fragmento de cerámica de figuras negras atribuido al Maestro del Dípilon. Hacia el 760 a. C. Foto: Jastrow. CC BY 3.0. Original file (2,415 × 2,841 pixels, file size: 3.48 MB).
Convencionalmente el inicio de la época arcaica se establece en la primera Olimpiada (Ὀλυμπιάς, cómputo del tiempo en periodos de cuatro años que comienza con la celebración los primeros Juegos Olímpicos, 776 a. C.); mientras que el final lo marca la Revuelta de Jonia (499 a. C.), cuando los griegos de la costa de Asia Menor pidieron la ayuda de las ciudades de Grecia continental para frenar la expansión del Imperio aqueménida, lo que desembocó en las guerras médicas (492-490 y 480-479 a. C.).
La revuelta de Jonia, ocurrida entre 499 y 493 a. C., fue un levantamiento de las ciudades jonias de Asia Menor contra el dominio del Imperio Persa. Este conflicto comenzó en Mileto, liderado por Aristágoras, y se extendió a otras ciudades griegas de la región. Las polis jonias, apoyadas por Atenas y Eretria, intentaron liberarse de los persas debido a descontentos políticos y económicos.
Inicialmente, los rebeldes lograron éxitos, como la quema de Sardes, pero fueron derrotados en la decisiva batalla de Lade en 494 a. C. La revuelta terminó con la reconquista persa de las ciudades jonias y la destrucción de Mileto. Este episodio es significativo porque marcó el inicio de las Guerras Médicas, al provocar la ira de los persas contra Atenas y Eretria, preludio de las invasiones de Darío y Jerjes.
Ver: «Imperio Aqueménida: desde la expansión Persa hasta las guerras Médicas.»
Crátera (κρατήρ -«mezclador»- palabra de la que vienen «crátera» y «cráter») de bronce realizada por un artesano laconio, hallada en Vix (noroeste de la actual Francia), una zona muy alejada del Mediterráneo, prueba de la extensa difusión de las manufacturas griegas. Hacia 530 a. C.(7) Las cráteras eran recipientes de gran capacidad (1100 litros en este caso) donde se mezclaba el vino con agua y especias (era considerado propio de bárbaros el beber el vino sin mezclar). Las libaciones colectivas formaban parte esencial de la vida social (simposion συμπóσιον -«beber juntos»-). Muchos otros tipos de recipientes, habitualmente de cerámica, eran necesarios para la sofisticada cultura griega del vino (οἶνος, oinos). Las ánforas servían para el transporte y la conservación del aceite de oliva, otra de las bases agrícolas de la cultura griega. La base de la alimentación en la Antigua Grecia, el pan, muy a menudo no era el artos (ἄρτος, de trigo, reservado por las leyes de Solón para las festividades), sino el maza (μᾶζα, de cebada). Con el nombre de opson (ὄψον) se referían al resto de los alimentos. (8). Autor foto: Desconocido. CC BY-SA 2.5.

Antes de la Época Arcaica los griegos habitaban en pequeñas comunidades agropecuarias aisladas por lo accidentado de su medio físico: cuajado de valles en el interior, y con un litoral recortado, atestado de cabos, golfos e islas. A pesar de la pobreza del suelo y de la aridez, se dieron crecimientos demográficos y progresos socioeconómicos que impulsaron a las pequeñas aldeas originarias a unirse en entidades de mayor tamaño. Este proceso, llamado synoikismos (συνοικισμóς —’cohabitación’, ‘compartir el oikos ‘, la «casa»—), dio lugar al nacimiento de las polis. Al mismo tiempo, se establecían lugares de culto religioso, compartidos por comunidades mucho más alejadas entre sí, mediante anfictionía (αμφικτιονία —’construir juntos’—); lo que fue conformando prácticas políticas para todo tipo de relaciones, pacíficas y hostiles, como la simmachia (συμμαχια —’luchar juntos’—), la koinón (κοινόν —’común’—, traducido habitualmente como «liga»), (3) la hegemonía (ἡγεμονία), el equilibrio de potencias, la política de bloques, etc.
Paralelamente, la presión demográfica y la prosperidad económica mal repartida provocaron una conflictividad social que tuvo, básicamente, dos válvulas de escape: la colonización del Mediterráneo y las reformas sociopolíticas internas protagonizadas por legisladores y tiranos.
Tras siglos de olvido de la escritura lineal micénica, los griegos volvieron a ser un pueblo histórico al adoptar el alfabeto fenicio y adaptarlo a su idioma con el alfabeto griego, cuyos primeros testimonios aparecen hacia el 740 a. C. (Copa de Néstor, Inscripción del Dipylon). (4) A partir de poesía oral que tiene sus raíces en siglos anteriores, en esta época se compusieron por escrito las principales creaciones de la literatura griega: los dos poemas homéricos, la Ilíada y la Odisea (cuya autoría y ubicación temporal fueron objeto de debate desde la Antigüedad, y aun lo siguen siendo), que fijaron los mitos ancestrales de los héroes de la Edad del Bronce, en textos que no se terminaron de canonizar hasta el siglo VI a. C. (probablemente por iniciativa de Pisístrato) (5) (6) y cuya difusión fue crucial para la conformación de la civilización griega en su conjunto, y para la pervivencia de esta en la civilización occidental.
Términos y alianzas. Conceptos políticos
Synoikismos o Sinecismo (συνοικισμóς —’cohabitación’, ‘compartir el oikos ‘, la «casa»—).
El término sinecismo o sinoicismo (en griego antiguo: συνοικισμóς, synoikismós, literalmente «cohabitación») alude en la Antigua Grecia a un proceso histórico de unión de dos o más núcleos de población, tanto desde el punto de vista físico como jurídico, formando una polis ya existente o bien creando una nueva. Los motivos que daban lugar a un sinecismo podían ser: la dominación de un territorio por una ciudad más poderosa (caso del Ática por Atenas), el fortalecimiento de la situación económica y financiera de una ciudad, las necesidades urbanísticas o las necesidades militares.
Esparta nació mediante el sinecismo de cinco aldeas en el siglo VIII a. C. Siguiendo la historiografía griega, el sinecismo es un proceso gradual continuo, en tanto que para las fuentes clásicas helenas se trata de actos fundacionales llevados a cabo por una única persona, como Teseo en el caso ateniense.
En los albores de Roma el sinecismo de las aldeas cercanas al río Tíber se produjo por diversos motivos. Los romanos lo practicaron igualmente en los ámbitos provinciales, en este caso avecindando en una misma ciudad a los pobladores autóctonos y a nuevos grupos de colonos latinos o romanos. Siguiendo la historiografía griega, el sinecismo es un proceso gradual continuo, en tanto que para las fuentes clásicas helenas se trata de actos fundacionales llevados a cabo por un héroe mítico, como Teseo en el caso ateniense. Otros casos típicos de sinecismo fueron la unificación de Rodas (411-407 a. C.) y la creación de Megalópolis (368-367 a. C.).

El sinecismo ateniense
Desde los tiempos de Cécrope y de los primeros reyes hasta la época de Teseo, los habitantes del Ática vivieron siempre repartidos en pequeñas ciudades (polis), cada una con sus pritaneos y sus magistrados, y cuando no tenían nada que temer no se reunían con el rey para deliberar, sino que deliberaban y decidían su política por separado. Hubo incluso algunos que hicieron la guerra, como fue el caso de los eleusinos y Eumolpo contra Erecteo.Pero cuando subió al trono Teseo y unió el poder a la inteligencia, entre otras medidas que tomó para organizar el país, suprimió los consejos (bouleuteria) y las magistraturas de las otras ciudades y unificó a todo el mundo en la ciudad actual, estableciendo un consejo y un pritaneo únicos; y, aunque siguieron ocupando sus tierras separadamente igual que antes, les obligó a limitarse a esta única ciudad, que, cuando fue dejada por Teseo a sus sucesores, se había convertido en una gran ciudad gracias a que todos le aportaban ya sus tributos. Y en memoria de esto los atenienses todavía hoy celebran, a expensas públicas, las fiestas Sinecias en honor de la diosa.
Después de la muerte de Egeo, (Teseo) se propuso una ingente y admirable empresa: reunió a los habitantes del Ática en una sola ciudad (asty) y proclamó un solo pueblo (polis) de un solo Estado, mientras que antes estaban dispersos y era difícil reunirlos para el bien común de todos, e, incluso, a veces tenían diferencias y guerras entre ellos. Yendo, por tanto, en su busca, trataba de persuadirlos por pueblos y familias [génoi]; y los particulares y pobres acogieron al punto su llamamiento, mientras que a los poderosos les prometió un Estado sin rey y una democracia que dispondría de él solamente como caudillo en la guerra y guardián de las leyes, en tanto que en las demás competencias proporcionaría a todos una participación igualitaria. Algunos parecieron aceptar estas razones, pero otros, temerosos de su poder, que ya era grande, y de su decisión, les parecía preferible aceptarlas por la persuasión mejor que por la fuerza.Derribó, por consiguiente, los pritaneos y consistorios (bouleuteria) y abolió las magistraturas de cada lugar y, construyendo un pritaneo y consistorio (bouleuterion) común para todos allí donde ahora se asienta la ciudad, al Estado le dio el nombre de Atenas e instituyó las Panateneas como fiesta común.Celebró también las Metekías (Metoikia) el día dieciséis del mes de Hecatombeón, fiestas que todavía hoy celebran.
Referencias
- Valdés Guía, Miriam (2011). «La formación del Estado en Atenas. El sinecismo ático, entre mito y realidad». El estado en el Mediterráneo antiguo. Egipto, Grecia y Roma. Universidad Complutense (Madrid). pp. 157-179. Consultado el 15 de abril de 2023.
- Fornis, César. Esparta, ciudad de la virtud y de la guerra. Universidad de Sevilla. p. 1.
- Casinos Mora, Francisco Javier (1999). «El dualismo autoridad-potestad como fundamento de la organización y del pensamiento políticos de Roma» (pdf). POLIS. Revista de ideas y formas políticas de la Antigüedad Clásica II: 85.
- Cobo del Rosal Pérez, Gabriela C. (2021). Modelos para la construcción política de Europa. Dykinson. p. 35. ISBN 978-84-1122-029-3. .
- «El proceso de sinecismo del Atica: cultos, mitos y rituales en la ‘primera polis’ de Atenas».
- «Sinoicismo y stolati en Emerita, Caesaraugusta y Pax: Una relectura de Estrabón III, 2, 15″.
En la mitología griega, Teseo (en griego antiguo, Θησεύς Theseús ‘el que funda’) es un héroe y rey de Atenas, hijo de Etra y Egeo, aunque según otra tradición su padre fue Poseidón, el dios del mar.
Teseo fue el héroe fundador de Atenas, como Perseo o Cadmo lo fueron para otras ciudades estado de la Antigüedad. Sus peripecias se narran en la Vida de Teseo, de Plutarco, basada en otros escritos más antiguos. Su mito se recrea también en obras posteriores. Por ejemplo, es uno de los personajes principales de El sueño de una noche de verano y Los dos nobles caballeros, de William Shakespeare.
Copa de Aisón, del s. V a. C., conservada en el M.A.N., de Madrid: Teseo vence al Minotauro en presencia de Atenea. Foto: Esón – Marie-Lan Nguyen (User:Jastrow). CC BY 2.5,. Original file (2,025 × 2,025 pixels, file size: 2.98 MB).
Teseo es uno de los héroes más destacados de la mitología griega, conocido por sus hazañas épicas y su papel fundamental en la historia mítica y cultural de Atenas. Su importancia radica en varios aspectos que trascienden lo meramente legendario para convertirse en un símbolo de valores y principios asociados con la civilización griega. Según la tradición, Teseo era hijo de Egeo, rey de Atenas, y de Etra, una princesa de Trecén. Sin embargo, algunos mitos también lo presentan como hijo del dios Poseidón, lo que resalta su naturaleza dual como mortal y semidivino, característica común en los héroes griegos.
Una de las hazañas más conocidas de Teseo es su enfrentamiento con el Minotauro en el laberinto de Creta. Este mito simboliza no solo la valentía y la inteligencia del héroe, quien logró derrotar a una criatura temible gracias a su ingenio y la ayuda de Ariadna, sino también la liberación de Atenas del tributo impuesto por el rey Minos, lo que marcó una victoria crucial para la autonomía de la ciudad. El uso del hilo de Ariadna para encontrar la salida del laberinto ha sido interpretado como una metáfora de la racionalidad y el pensamiento estratégico, cualidades asociadas con el espíritu ateniense.
Más allá de esta hazaña, Teseo también desempeña un papel central en el proceso de consolidación de Atenas como una polis unificada. Según la mitología, fue él quien llevó a cabo el synoikismos o sinecismo, uniendo las aldeas del Ática bajo un gobierno centralizado en Atenas. Este acto político lo convierte en un héroe civilizador y fundador, equiparable en importancia a figuras como Rómulo para Roma. Además, se le atribuyen reformas sociales como la creación de instituciones que promovían la igualdad entre los ciudadanos y la introducción de festividades religiosas como las Panateneas, que fortalecían la identidad cultural ateniense.
Teseo también es conocido por una serie de hazañas adicionales que consolidaron su reputación como protector de los débiles y enemigo de la injusticia. Entre ellas se cuentan sus enfrentamientos con diversos bandidos y monstruos en su camino hacia Atenas, como Perifetes, Escirón y Procusto, cuyos métodos brutales de matar a los viajeros fueron castigados con su propia justicia. Estas historias refuerzan la imagen de Teseo como un héroe que establece el orden en un mundo caótico, enfrentándose a figuras que encarnan el despotismo y el abuso de poder.
En el plano mitológico, Teseo también aparece en episodios relacionados con otros héroes y figuras importantes de la mitología griega. Participó en la expedición de los Argonautas, ayudó a Hércules en su lucha contra las Amazonas y descendió al Hades junto con Pirítoo en un intento fallido de secuestrar a Perséfone, un episodio que muestra su arrojo pero también sus límites como héroe. Estos relatos lo sitúan dentro de una red de mitos que conectan las principales tradiciones heroicas de la Grecia antigua.
En términos históricos y culturales, Teseo simboliza los valores fundamentales de Atenas, como la valentía, la astucia y el compromiso con la justicia y la libertad. Durante el periodo clásico, su figura fue idealizada como un modelo de ciudadano y líder, y su culto se integró en las prácticas religiosas y cívicas de la ciudad. Además, su mito sirvió como una narrativa fundacional que legitimaba la hegemonía de Atenas en el mundo griego y su papel como defensora de la civilización frente a las fuerzas del caos.
En resumen, la importancia de Teseo trasciende sus hazañas individuales. Representa un ideal de heroísmo que combina fuerza física, ingenio y un profundo sentido de responsabilidad hacia su comunidad. A través de sus mitos, Atenas articuló una visión de sí misma como una ciudad marcada por la racionalidad, el orden y la capacidad de superar los desafíos más formidables, valores que definieron su lugar en la historia de la civilización griega.
La mitología griega está profundamente impregnada de relatos sobre las hazañas de héroes, cuyas acciones heroicas, enfrentamientos épicos y logros extraordinarios han fascinado a generaciones. Estas historias, como los famosos doce trabajos de Hércules, no solo representan narrativas de aventuras y pruebas de valentía, sino que también funcionan como una lente a través de la cual los griegos antiguos exploraron valores culturales, ideales sociales y preguntas existenciales. Sin embargo, el carácter de estas narrativas plantea interrogantes sobre su veracidad histórica y el grado en que reflejan una realidad concreta o una construcción simbólica.
Los héroes míticos como Hércules encarnan virtudes ideales para los griegos antiguos, como el coraje, la fuerza física y la resiliencia frente a desafíos aparentemente insuperables. Los doce trabajos de Hércules, por ejemplo, incluyen tareas como matar al león de Nemea, capturar al toro de Creta o limpiar los establos de Augías, todas empresas que requieren no solo habilidad, sino también astucia y determinación. Estas hazañas no solo glorifican al héroe individual, sino que también simbolizan la lucha del ser humano contra fuerzas de la naturaleza y el caos, reflejando una visión del mundo en la que el orden se establece mediante actos heroicos.
Sin embargo, al analizar estas historias desde una perspectiva histórica, es evidente que no pueden interpretarse literalmente como relatos de hechos reales. En lugar de ello, la mayoría de los mitos se originan como tradiciones orales que mezclan eventos históricos, memoria colectiva y elementos ficticios o fantásticos. Por ejemplo, si bien es posible que algunos héroes míticos estén basados en figuras históricas reales, sus hazañas han sido transformadas y magnificadas con el tiempo, adaptándose a las necesidades narrativas y a los valores de las comunidades que las transmitieron. Hércules, por ejemplo, podría haberse inspirado en guerreros o figuras destacadas de la antigüedad cuyo legado fue moldeado para ajustarse a un arquetipo heroico universal.
Por otra parte, las hazañas de los héroes también tienen una dimensión simbólica que va más allá de cualquier posible base histórica. Cada uno de los trabajos de Hércules, por ejemplo, puede interpretarse como una alegoría que representa desafíos universales en la vida humana, como la lucha contra el mal, la superación de obstáculos o el cumplimiento del deber. Además, muchos de estos mitos tienen una función pedagógica, ofreciendo modelos de conducta y enseñanzas sobre la relación entre los humanos, los dioses y el mundo natural. En este sentido, los mitos no deben evaluarse en términos de veracidad histórica, sino como expresiones de una rica tradición cultural y espiritual.
En conclusión, las hazañas bélicas y heroicas en la mitología griega representan una amalgama de memoria histórica, simbolismo y narración creativa. Si bien es poco probable que estas historias sean descripciones literales de eventos reales, su importancia radica en su capacidad para transmitir valores, responder a las inquietudes humanas y fortalecer la identidad cultural de las comunidades griegas. A través de figuras como Hércules y sus extraordinarias hazañas, la mitología griega logra trascender el tiempo y el espacio, ofreciendo relatos que, aunque ficticios en esencia, continúan resonando profundamente en la psique humana.
Anfictionía (αμφικτιονία —’construir juntos’—).
La anfictionía (en griego antiguo: ἀμφικτυονία), o liga anfictiónica era una liga, originalmente religiosa, de tribus griegas. La anfictionía délfica era la más conocida y agrupaba doce tribus (no ciudades), casi todas de la Grecia central.
Inicialmente celebraba sus reuniones en el santuario de Deméter en Antela, cerca de las Termópilas. La asamblea celebrada aquí se llamaba Pilea y cada tribu enviaba un «pilágoras». Cuando el oráculo de Delfos adquirió un renombre mayor que el de Deméter trasladaron allí la sede de esta confederación, sin abandonar por ello el otro santuario. Se reunían dos veces al año, alternando Delfos con Antela.
Cuando se fundó, tenía un carácter puramente religioso, pero poco a poco fue cambiando para terminar siendo verdaderamente político, con grandes influencias en decisiones de esta índole.
Entre las funciones de la anfictionía estaban la administración del templo de Apolo de Delfos y la organización de los Juegos Píticos. Además, un juramento acordaba castigar a quien participara en la apropiación de algún objeto sagrado y prohibía que entre los miembros de la anfictionía se bloqueasen las corrientes de agua y que entrasen en guerra.
Por otra parte, para conservar la hegemonía en la administración del templo de Delfos, la Liga luchó en tres de las guerras sagradas que tuvieron lugar, y que en cierto modo fueron desencadenadas por los miembros de la anfictionía.
La anfictionía, o liga anfictiónica, era una organización de tribus o comunidades griegas unidas principalmente por razones religiosas y ceremoniales, aunque también tenía fines políticos y sociales. El término proviene del griego «ἀμφικτυονία», que se puede traducir como «una unión de aquellos que habitan alrededor», y reflejaba su naturaleza de una alianza entre pueblos cercanos, generalmente con un centro común de culto. Estas ligas se formaban para gestionar y proteger los templos y santuarios importantes, como el de Delfos, y para coordinar festivales religiosos y ceremonias.
El propósito principal de una anfictionía era asegurar el buen funcionamiento de los cultos y mantener el orden en torno a los lugares sagrados. Uno de los ejemplos más conocidos es la Liga Anfictionica de Delfos, que agrupaba a varias tribus y ciudades, no solo de Grecia central, sino también de regiones cercanas, para cuidar del santuario de Apolo en Delfos, considerado el centro del mundo según la mitología griega. Además, la liga tenía un consejo, llamado «el consejo anfictiónico», que se encargaba de la administración y la resolución de disputas entre las tribus miembros.
Aunque inicialmente de carácter religioso, las anfictionías también servían como plataformas para las relaciones políticas y la defensa común. A través de estas ligas, las ciudades y tribus podían formar alianzas, coordinar esfuerzos militares y establecer acuerdos de paz, lo que las convertía en importantes agentes de cohesión en el mundo griego. Sin embargo, las anfictionías no tenían un poder centralizado fuerte; eran más bien federaciones descentralizadas, donde cada miembro mantenía su autonomía pero se comprometía a colaborar en cuestiones comunes.
Statér (στατήρ -«peso»-, «estatero») de 9,31 g de plata de Thasos, de la primera mitad del siglo V a. C.
La numismática griega es una disciplina que ofrece una rica perspectiva sobre la economía, la política y la cultura del mundo antiguo. Las monedas griegas no solo eran medios de intercambio, sino también vehículos de propaganda que reflejaban la identidad de las polis y las regiones que las emitían. Las primeras monedas griegas surgieron en el siglo VII a. C., probablemente en Lidia, y su uso se extendió rápidamente a las ciudades-estado del mundo helénico. Estas monedas eran principalmente de oro, plata y, en menor medida, bronce, y se distinguían por su intrincada iconografía, que incluía deidades, animales, héroes y símbolos locales. Su peso y pureza estaban regulados cuidadosamente, lo que las convertía en un estándar confiable para el comercio interno y externo.
El estáter, cuyo nombre deriva de la palabra griega «peso», fue una de las monedas más comunes y prestigiosas de la Antigüedad. En particular, el estáter de Thasos, acuñado en la primera mitad del siglo V a. C., es un ejemplo destacado de la numismática griega. Esta moneda, hecha de plata y con un peso aproximado de 9,31 gramos, fue emitida por la isla de Thasos, un importante centro comercial y cultural en el norte del mar Egeo. Su diseño típico incluía representaciones simbólicas relacionadas con el culto dionisíaco, como la imagen de un sátiro y una ninfa, lo que sugiere una conexión con las prácticas religiosas y la identidad local de la isla.
El estáter de Thasos no solo facilitó las transacciones comerciales, sino que también reflejó el poder económico y la influencia de la polis que lo emitía. Las minas de oro y plata cercanas, particularmente en la región de Tracia, proporcionaron los recursos necesarios para su producción, consolidando a Thasos como un actor clave en las redes comerciales del Mediterráneo y el mar Egeo. Además, estas monedas circularon ampliamente, siendo aceptadas en mercados lejanos, lo que evidencia la confianza en su calidad y estandarización.
En términos más amplios, la numismática griega revela cómo las monedas no solo cumplían funciones prácticas, sino también simbólicas. Representaban la autonomía de las polis, su riqueza y su capacidad para interactuar en un mundo cada vez más interconectado. En el caso del estáter de Thasos, su circulación y aceptación subrayan el dinamismo comercial y cultural de la región en un periodo de gran expansión y desarrollo para la civilización griega.
Simaquía
La simaquía (συμμαχια -«luchar juntos», en idioma griego-) es una institución de la Antigua Grecia que, en el sentido original del término, funciona como una «colaboración para el combate». Es una alianza militar concluida entre dos o más polis (ciudades-estado independientes) con el objetivo de ir a la guerra contra un enemigo común o proporcionarse socorro mutuo en caso de ataque contra uno de los aliados.
El mando de las fuerzas y la dirección de las operaciones eran confiadas a uno de los Estados miembros, generalmente el más poderoso, que era denominado el hegemón («jefe» o «conductor») de la simaquía.
Las decisiones teóricamente eran tomadas por un Consejo común (synedrion) formado por los representantes de los diferentes Estados.
No era raro que esta alianza, concebida en su origen con fines militares, se extendiera a una organización cuyos miembros se reunieran regularmente para adoptar una posición común en política exterior o para cualquier otro asunto de interés para los socios de la alianza.
Llegó el momento en que las necesidades de la guerra y la posición preeminente del hegemón tuvieron por efecto desviar la simaquía de su orientación primera y transformar la colaboración en dominación del miembro más fuerte.
Las dudas de la terminología moderna traducen las dificultades que los historiadores han reflejado para un único término los matices que cubrían la realidad de las diferentes simaquías conocidas y su identificación con asociaciones políticas de más amplio alcance, que se designaban con el nombre de koinón («común», habitualmente traducido como «liga»).
Los historiadores franceses también usan el término «confederación» para remarcar que se trataba de Estados teóricamente soberanos que consentían en la dejación de su soberanía para llevar a cabo acciones comunes. Los historiadores anglosajones utilizan generalmente el término de «liga». Otros términos apropiados, con más o menos flexibilidad, son los de «pacto», «eje» o «bloque militar».
Las ciudades griegas tuvieron en diferentes épocas, distintas agrupaciones llamadas simaquías o koina con una existencia más o menos breve:
- La Liga del Peloponeso, formada en la segunda mitad del siglo VI a. C., en torno a Esparta y que duró hasta el año 362 a. C.
- La Liga delo-ática, Liga de Delos o Confederación de Delos, creada en torno a Atenas tras la segunda guerra médica y que se hundió a finales del siglo V a. C.
- La Segunda Liga ateniense o Segunda Confederación de Atenas (la de Delos sería la primera), organizada por Atenas en 378 a. C. y que no sobrevivió a la revuelta de los aliados de 357/356 a. C., la denominada Guerra Social.
- La Liga de Corinto, creada por Filipo II de Macedonia en 337 a. C. y que desapareció durante la Guerra Lamiaca en 323/322 a. C.
- La Nueva Liga de Corinto, creada en 302 a. C. a instigación de Antígono I Monóftalmos y de su hijo Demetrio Poliorcetes, breve máquina de guerra contra el macedonio Casandro, que no sobrevivió a la derrota de sus promotores en 301 a. C.
Hubo otras ligas en la época helenística, pero ya no serían sobre la base de ciudades sino, signo de los tiempos, sobre federaciones, como la Liga helénica fundada por el rey de Macedonia Antígono II en 223 a. C., que se prolongó hasta el año 191 a. C., pero con eclipses merced a los caprichos de los políticos macedonios.
Entre las más importantes estuvieron:
- Liga Jónica (Koinon Ionon), formada el siglo VII a. C.
Liga de los Aeinautas (Koinon de los aeinautai), una peculiar institución que intervino en el derrocamiento del tirano de Mileto, cuyos componentes estaban continuamente embarcados.- Liga Acarnania (Koinon ton Akarnanon), existente desde el siglo V a. C. hasta c. 30 a. C., con interrupciones.
- Liga Calcídica (Koinon ton Chalkideon), existente c. 430 a 348 AC.
- Liga Fócida (Koinon ton Phokeon), existente desde el siglo VI a. C. hasta el siglo III d. C., con interrupciones
- Liga Beocia.
- Liga Tesalia (Koinon ton Thessalon), existente desde el 363 a. C. hasta el siglo III d. C., con interrupciones.
- Liga de los Magnesios (Koinon ton Magneton), existente desde 197 a. C. hasta el siglo III d. C., con interrupciones.
- Liga del Peloponeso, desde el siglo VI a. C.
- Liga Aeniana (Κοινὸν τῶν Αἰνάνων, Koinon ton Ainianon)
- Liga Arcadia (Koinon ton Arkadon)
- Liga de los Oteanos (Κοινὸν τῶν Οἰταίων, Koinon ton Oitaion)
- Liga Eubea (Κοινὸν τῶν Εὐβοιέων, Koinon ton Euboieon)
- Liga Epirota (Κοινὸν τῶν Ἠπειρωτῶν Koinon Epiroton), existente desde c. 320 hasta c. 170 a. C.
- Liga de los Isleños (Κοινὸν τῶν Νησιωτῶν, Koinon ton Nesioton), existente desde c. 314 a c. 220 AC y 200 a 168 AC.
- Liga de Delos, liderada por Atenas y enfrentada con la del Peloponeso en la guerra del Peloponeso (siglo V a. C.).
- Liga Calcídica (Koinon Chalkideon), de ca. 430 a. C. al 348 a. C.
- Liga Epirota (Koinon Epiroton), de ca. 320 a. C. al ca. 170 a. C.
- Liga de Corinto, de la época de Filipo y Alejandro (finales del siglo IV a. C.)
- Liga Macedónica (Koinon Makedonion), del siglo III a. C. a la época romana.
- Liga Licia, fundada el año 168 a. C.
- Liga de los Laconios Libres, creada bajo el emperador Augusto, el año 21 a. C.
- Liga Cretense (Koinon Kritiki), creada bajo el emperador romano Antonino Pío.
- Liga de los Zagorisianos, bajo el Imperio Otomano, entre los años 1670 y 1868.
El cristianismo desarrolló el concepto koinonía, κοινωνία (comunión eclesial, diferenciable de la comunión como sacramento, o eucharistía -εuχαριστία-).
El término «koinón» (del griego: Κοινόν, plural: Κοινά, Koina), que significa «común» o «público», tiene varias interpretaciones dentro del contexto de la administración de los estados griegos, especialmente en las ciudades-estado o polis. Este concepto se utilizaba para referirse a una serie de instituciones y estructuras que abarcaban aspectos tanto sociales como gubernamentales. En su sentido más básico, «koinón» designaba aquello que era compartido por la comunidad en general, ya sea en términos de recursos, tierras, poder o responsabilidades.
En el ámbito gubernamental, «koinón» se utilizaba para describir a la administración pública o a las instituciones comunes que gestionaban los asuntos colectivos de una ciudad-estado. Esto podría incluir el consejo de ciudadanos o la asamblea popular, encargados de tomar decisiones políticas y administrativas en nombre de la comunidad. También se aplicaba al concepto de «koinonía» o «comunidad», como un sentido de participación cívica en los asuntos públicos, donde los ciudadanos compartían un destino común y trabajaban juntos por el bienestar colectivo.
En un sentido más social, el «koinón» también hacía referencia a las alianzas o confederaciones entre varias polis, unidas por intereses comunes, como la defensa o la cooperación económica. Este tipo de «koinón» implicaba la organización de un sistema en el que las diferentes ciudades colaboraban en un marco de respeto mutuo y cooperación, sin perder su autonomía individual.
Tetrádrakmon (τετράδραχμα -«cuatro dracmas»-, «tetradracma») de 16,85 g de plata de Atenas, del siglo V a. C. (diseños similares, con la efigie de Atenea y sus símbolos iconográficos -hojas de olivo y lechuza-, se utilizaban desde el siglo anterior). Fuente: Classical Numismatic Group, Inc. http://www.cngcoins.com. CC BY-SA 3.0.
Por otro lado, el término también se aplicaba a las propiedades y recursos que eran de propiedad común, como las tierras agrícolas, los tesoros públicos o los fondos destinados a la defensa. Estos recursos eran gestionados por el estado o por una autoridad central que velaba por su distribución justa y su uso para el beneficio de toda la comunidad.
El concepto de «koinón» reflejaba, por tanto, una visión de la polis como una entidad colectiva en la que se compartían responsabilidades y derechos, y donde la administración de los asuntos públicos no recaía en una sola persona, sino en un sistema que involucraba a toda la comunidad. Este enfoque promovía la idea de una cooperación activa entre los ciudadanos y el Estado para mantener el orden y la prosperidad en la ciudad-estado.
Hegemonía
Se denomina hegemonía al dominio de una entidad sobre otras de cualquier tipo. En el mismo significado: un bloque de naciones puede tener hegemonía gracias a su mayor potencial económico, militar o político, y ejerce esa hegemonía sobre otras poblaciones, aunque estas no la deseen. Por «hegemonía mundial» se entendió el dominio del mundo por parte de una sola nación o un grupo de naciones. En la antigua Grecia (siglo VIII a. C.-VI d. C.), la hegemonía denotaba el dominio político-militar de una ciudad-estado sobre otras ciudades-estado, en las que el estado dominante es el hegémono. cYa en el siglo XX y desde una perspectiva marxista, Antonio Gramsci definió la hegemonía cultural como la manipulación por parte de la clase dominante del sistema de valores y las costumbres de una sociedad, de modo que la perspectiva de la clase dominante es la cosmovisión de la sociedad. En contraste con el autoritarismo, la hegemonía cultural «es hegemónica sólo si los afectados por ella también consienten y luchan por su sentido común».
En el imperialismo cultural, el estado líder dicta la política interna y el carácter societario de los estados subordinados que constituyen la esfera de influencia hegemónica, ya sea por un gobierno interno patrocinado o por un gobierno externo instalado. En el campo de la teoría de las relaciones internacionales, la hegemonía denota una situación de (i) gran asimetría material a favor de un estado, que tiene (ii) suficiente poder militar para derrotar sistemáticamente a cualquier competidor potencial en el sistema, (iii) controla el acceso a materias primas, recursos naturales, capital y mercados, (iv) tiene ventajas competitivas en la producción de bienes de valor agregado, (v) genera una ideología aceptada que refleja este estatus que; y (vi) se diferencia funcionalmente de otros estados del sistema, y se espera que proporcione ciertos bienes públicos como seguridad o estabilidad comercial y financiera.
El término hegemonismo denota el predominio geopolítico y cultural de un país sobre otros países, p. ej.: la hegemonía de las grandes potencias establecida con el colonialismo europeo en África, Asia y América Latina.
La antigua Grecia bajo la hegemonía de Tebas, 371-362 a. C. Mapa; Amitchell125 y Rowanwindwhistler. CC BY-SA 4.0
El término hegemonía deriva del griego ἡγεμονία hēgemonía (‘dirección, primer puesto, preferencia, mando, jefatura’) del verbo ἡγεμονεύειν hēgemoneúein que significa ‘guiar, preceder, conducir’ y de la cual derivan los significados «estar al frente», «comandar» y «Gobernar».
Por ἡγεμονία se entendía en griego antiguo la dirección suprema del ejército. Se trata, pues, de un término militar. El hēgemṓn era el conductor, el guía y también el comandante del ejército. En el tiempo de la guerra del Peloponeso, se habló de la ciudad hegemónica a propósito de cada una de las ciudades que dirigían la alianzas de las facciones contendientes: Atenas y Esparta.
El término «hegemonía» en el contexto de la Grecia arcaica se refiere a la supremacía o liderazgo de una ciudad-estado sobre otras, no necesariamente mediante la fuerza, sino a través de la influencia política, militar y económica. En esta época, las ciudades-estado o polis griegas eran independientes y competían entre sí, pero también podían formar alianzas para enfrentar amenazas comunes, como las invasiones extranjeras o los conflictos internos. La hegemonía implicaba que una polis asumiera el rol de liderazgo dentro de una liga o coalición, a menudo imponiendo su voluntad sobre las demás.
En la Grecia arcaica, la hegemonía no se entendía como un dominio totalitario o absoluto, sino más bien como una relación de liderazgo y supremacía que dependía de la capacidad de una polis para ejercer influencia sobre otras. A veces, esta supremacía se lograba mediante la fuerza militar, como ocurrió con la hegemonía de Esparta durante las Guerras del Peloponeso, o mediante la persuasión política y la diplomacia, como sucedió con Atenas durante la Liga de Delos, donde la ciudad desempeñaba el papel de líder frente a las demás polis aliadas.
La hegemonía también se vinculaba a la capacidad de una polis para influir en el resto de las ciudades griegas en términos de decisiones políticas, el control de rutas comerciales o la creación de políticas militares conjuntas. Aunque las polis seguían siendo en su mayoría autónomas, la hegemonía de una ciudad podía traer consigo beneficios para las demás, como la protección contra invasiones o la mejora de las condiciones económicas. Sin embargo, en muchos casos, las relaciones hegemónicas también conllevaban tensiones y conflictos, ya que las polis subordinadas a menudo sentían que su independencia estaba siendo limitada por el liderazgo de una ciudad dominante.
En resumen, en la Grecia arcaica, la hegemonía representaba el liderazgo o supremacía de una polis sobre otras, alcanzado mediante una combinación de fuerza, influencia política y alianzas estratégicas.
Equilibrio de poder en el contexto de la Grecia Arcaica
El equilibrio de poder en las relaciones internacionales, o equilibrio de potencias, es una situación política internacional en la que cada Estado (cada potencia) intenta mantener el denominado statu quo o al menos una situación aproximada al equilibrio en sus relaciones con otros estados, a efectos de prevenir el ejercicio en exclusiva del poder por alguno de ellos en particular. La ruptura del equilibrio en favor de uno de esos estados, daría a este una situación de predominio, dominación, o hegemonía.
A través de la historia el equilibrio de poder ha sido un tema importante en la formulación y ejecución de la política exterior en las relaciones internacionales. La comparación de las relaciones entabladas entre las polis griegas del siglo V a. C. descritas por Tucídides (La historia de la guerra del Peloponeso), con las que se dieron entre las potencias europeas desde el siglo XVII al XX (Tratado de Westfalia, Tratado de Utrecht, Congreso de Viena, Sistema Metternich, Sistema Bismarck, Tratado de Versalles), o las que se establecieron a nivel global durante el siglo XIX con motivo de la disputa por las colonias (colonialismo o imperialismo); ejemplifican intentos pasados de establecer equilibrios de poder.
En la teoría política más reciente (a partir de la segunda mitad del siglo XX), el equilibrio de poder es un concepto clave para el denominado realismo, formulado a partir del comienzo de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. (3) Según el realismo político (realpolitik), el objetivo principal de cada estado es maximizar su acumulación de poder, de modo que si todos los estados actuaran de la misma manera se lograría un equilibrio de poder entre ellos, de un modo semejante a como la teoría del liberalismo económico predice la consecución de un equilibrio económico si se deja actuar libremente a los agentes económicos siguiendo su propio interés en un mercado libre presidido por la ley de la oferta y la demanda.
El equilibrio de poder en el contexto de la Grecia arcaica se refiere a la situación en la que las ciudades-estado o polis griegas mantenían un balance entre sí para evitar que una sola polis alcanzara una hegemonía absoluta sobre las demás. Dado que las polis eran independientes y competían constantemente entre sí, el equilibrio de poder era crucial para prevenir el dominio de una ciudad que pudiera amenazar la autonomía de las demás.
En la Grecia arcaica, las alianzas, acuerdos diplomáticos y la construcción de redes de poder eran elementos clave para mantener este equilibrio. Las ciudades formaban ligas o confederaciones, ya sea por motivos militares, comerciales o religiosos, y se unían temporalmente para enfrentarse a enemigos comunes o para evitar que un rival se hiciera demasiado fuerte. A lo largo de este periodo, muchas ciudades, como Atenas, Esparta, Corinto y Tebas, se destacaron por su influencia, pero ninguna llegó a dominar por completo a todas las demás, lo que contribuyó a un estado de competencia constante.
El concepto de equilibrio de poder en la Grecia arcaica también se basaba en la idea de disuasión mutua. Las polis más poderosas debían tener cuidado de no exceder los límites de su influencia, ya que sus rivales podrían unirse en contra de ellas para restablecer el balance. Esta dinámica fomentaba una serie de conflictos locales, pero también mantenía un orden que impedía el surgimiento de un imperio dominante. De este modo, las rivalidades entre ciudades como Atenas y Esparta o las tensiones dentro de las ligas griegas ayudaban a que no existiera un único poder que pudiera imponer su voluntad sin oposición.
En resumen, el equilibrio de poder en la Grecia arcaica era una estrategia implícita para evitar que una polis lograra el dominio total, manteniendo la competencia entre las ciudades y asegurando que ninguna de ellas pudiera superar a las demás en términos de influencia o poder militar de forma definitiva.
Colonización griega. Antecedentes
Al principio de la Época Arcaica las áreas ocupadas por griegos presentaban una serie de variantes dialectales en su lengua. La distribución de estos dialectos ha sugerido que en siglos anteriores (en la Época Oscura) y a lo largo de fechas no bien precisadas se había producido una serie de migraciones de dorios, jonios y eolios, en algunos casos a zonas ya habitadas por griegos en época micénica. (9)
Los dorios habían ocupado parte del Peloponeso, las islas del sur de las Cícladas, Creta, el Dodecaneso y varias ciudades del sur de Asia Menor (Halicarnaso, Cnido).
Los jonios, desde el Ática (según la tradición, dirigidos por los descendientes del rey Codro de Atenas), se habían desplazado a las Cícladas (exceptuando las de más al sur) y al centro de la costa asiática del Egeo que pasó a llamarse Jonia (la dodecápolis -‘doce ciudades’-: Focea, Clazomene, Teos, Lebedos, Colofón, Éfeso, Eritrea, Priene, Miunte y Miletos, junto con las islas de Quíos y Samos).
Los eolios, por su parte, se habían dirigido desde Beocia y Tesalia a la parte norte de Asia Menor (desde Esmirna hasta Tenedos -Pitane, Mirina, Larisa, Temnos, Notion-), así como a la isla de Lesbos. Se da la circunstancia de que en la mayoría de los lugares de fuera de Grecia continental ocupados por los jonios y los eolios no había asentamientos griegos preexistentes. (10)
Por su parte, la isla de Chipre, que presentaba una variante dialectal diferente, llamada arcado-chipriota, había sido ya helenizada hacia el siglo XII a. C.
Mapa de los territorios y colonias de Grecia durante la Época Arcaica. Autor: Dipa1965. CC BY-SA 4.0.

Se pueden distinguir dos sociedades en la colonización griega.
- «Colonización protohistórica»: la que se produjo en los primeros siglos del primer milenio a. C. Ante la presión ejercida desde Grecia continental por el avance migratorio desde el norte de la península balcánica de pueblos indoeuropeos, elementos griegos de la península helénica se establecieron en las costas de Anatolia. Testimonios indirectos de este periodo se encuentran en la repartición dialectal y en la tradición mitográfica y mitológica.
- «Colonización histórica» o «segunda colonización» o simplemente «colonización»: la expansión de los griegos por todo el Mediterráneo entre los siglos VIII y VI a. C., y, con menor frecuencia, durante el V.
La colonización de Época Arcaica
A partir del siglo VIII a. C. (el de la primera Olimpiada), estaban bien establecidas las rutas comerciales entre la Hélade y el Levante mediterráneo, dominadas por los «fenicios», «púnicos» o phoínikes (Φοίνικες -«rojos» o «púrpuras»-, por el tinte que producían y que constituía buena parte de sus exportaciones-), que estaban imponiendo su impronta cultural entre los griegos (como testimonia el propio alfabeto). Desde entonces se dio un fuerte proceso colonizador, que fue protagonizado tanto por polis de Grecia continental como por las insulares y las asiáticas. En la fase que puede delimitarse entre el siglo VIII y la primera mitad del VII a. C., destacó la ausencia de protagonismo de ciudades importantes: ni áticos ni beocios fundaron colonias en esta ocasión. Los espartanos solo una. Fueron sobre todo polis dinámicas, enfrentadas físicamente al mar y sin posibilidades de expansión territorial (Corinto, Calcis, Eretria, Mileto, Focea, Rodas).(12)
Ante la presión demográfica y la difícil vida en un entorno físico limitado, la salida natural de los griegos con menos posibilidades económicas fue la emigración, en expediciones navales organizadas por un oikistés (οἰκιστής), de colectivos más o menos numerosos, a los que incluso se impedía por la fuerza volver a la polis de origen si fracasaban en su intento. Cuando los expedicionarios tenían éxito, encontrando un lugar propicio para su asentamiento, fundaban colonias de diferentes características (ἀποικία, apoikía -«habitar lejos», colonias urbanas, especialmente las más antiguas-, ἐμπόριον empórion -«mercado», pequeñas factorías y lugares de intercambio-, κληρουχία kleroukhía -«repartido en suertes», las más recientes, especialmente las creadas con propósitos militares-(13) que mantenían vínculos de dependencia religiosa, comercial (incluso monetaria tras la difusión de la moneda -se estima que, de los dos millares de polis, la mitad emitieron moneda en algún momento-) y muy habitualmente lazos políticos de alianza con su región de origen: la «ciudad-madre» o metrópolis (μητρόπολις).
Kílix (κύλιξ -«copa», «cáliz»-) de figuras negras que representa barcos griegos. Hacia 520 a. C. User: Bibi Saint-Pol. Dominio Público. Original file (3,039 × 1,642 pixels, file size: 2.66 MB).
La expansión se llevó a cabo en varias fases y distintas direcciones. Una de ellas fue hacia el noreste, por la península Calcídica (llamada así por Calcis, lugar de procedencia de sus colonos), Tasos, Tracia, el Euxeinos Pontos (Εὔξεινος Πόντος -«mar hospitalario»-, el mar Negro) y sus accesos (Bizancio, Calcedón, Sinope, Quersoneso).(14)
La expansión hacia el Mediterráneo occidental llevó a la formación de una próspera región, llamada Megálē Hellás (Μεγάλη Ἑλλάς –»Gran Grecia» o «Magna Grecia»-), completamente helenizada, en el sur de la península itálica (Cumas, Taras -Tarento-, Reghion -Reggio-, Sibaris -Síbari-, o Parténope -Nápoles-) y Sicilia (Naxos, Siracusa, Katane -Catania- o Leontino -Lentini-).
Los griegos llegaron hasta la península ibérica donde entraron en contacto con el mítico rey Argantonio de Tartessos (quien hacia el año 600 a. C. recibió cordialmente a una expedición focea); y chocaron con los intereses de otro pueblo en plena expansión comercial: los fenicios, especialmente los de la principal colonia de estos (Cartago), llegando al enfrentamiento militar (batalla de Alalia, 537 a. C.) Importantes colonias griegas fueron fundadas en el sur de la actual Francia (Massalia -Marsella-) y en la costa mediterránea de la actual España (Emporion -Ampurias- y Hemeroscopeion -Denia-).
La navegación de época arcaica (15) incluyó el mítico periplo (περίπλους) de un grupo de griegos de Massalia por el Ōkeanós (Ώκεανός -«Océano»), las costas atlánticas del norte de Europa que, recogido en fuentes romanas, se conoce con el nombre de periplo massaliota.
Hacia el sur, en el antiguo Egipto la presencia de griegos era inmemorial, especialmente en la zona del delta del Nilo, aunque la reivindicación de haber fundado Heliopolis o Sais es más bien legendaria, ligada al mito de la Atlántida; siendo más evidente el origen de Naucratis como una concesión a los mercenarios griegos por parte del faraón.[16] También hubo una amplia zona de colonización griega en la costa de la actual Libia (Cirene).
El creciente comercio griego consistió en el intercambio de manufacturas de alta calidad provenientes de Grecia (cerámicas, bronces, tejidos, perfumes, joyas, aceite, vino) por materias primas de las colonias (cereales y metales).
Yelmo de bronce. Creta, siglo VII a. C. Foto: Ad Meskens. CC BY-SA 3.0. Original file (1,896 × 2,700 pixels, file size: 1.51 MB).
Conflictos militares
Artículo principal: Guerra en la Antigua Grecia
Guerra en la Grecia Antigua es el término usado para describir los enfrentamientos entre las polis griegas (las ciudades estado de la Antigua Grecia), entre la revolución hoplítica del siglo VIII a. C. y la emergencia del imperio macedonio en el siglo IV a. C.
Pocas civilizaciones fueron tan belicosas como las polis griegas, a pesar de que fueron sociedades poco militarizadas hasta el siglo IV a. C. Los templos tienen representaciones en sus frontones y sus frisos con dioses con indumentaria de hoplita. Los vasos cerámicos glorifican las filas de la falange. Las estelas funerarias representan las muertes de los soldados de infantería. Platón utiliza a menudo el modelo de la guerra para ilustrar sus teorías de la virtud y del conocimiento y extrae frecuentemente sus ejemplos de la experiencia militar personal de Sócrates. Para Heródoto, Tucídides o Jenofonte, era aparentemente inconcebible relatar otras cosas. Para Sócrates, matar hombres guerreando por Atenas no se oponía a la práctica de la dialéctica o de la reflexión abstracta.
El soldado-ciudadano
Un ciudadano era, por definición, un soldado. Y el grado de cualificación política del ciudadano era el que determinaba su grado de cualificación militar. A las clases sociales más altas les correspondían los cargos superiores.
En la Atenas del siglo V a. C., los pentacosiomedimnos, los miembros de la primera clase tenían el privilegio de la trierarquía, la liturgia principal, que les encargaba armar la flota. Los caballeros se elegían entre los hippeis, los miembros de la segunda clase. Y para pertenecer a la falange de los hoplitas debían formar parte de los zeugitas, la tercera clase.
El buen soldado era el propietario de tierras. No solo porque no se podía ocultar a la codicia de los enemigos, sino principalmente porque trabajar la tierra, según Jenofonte, era una escuela de virtud para el ciudadano, en la que adquiría las cualidades de vigilancia, fuerza y justicia que forman la base del espíritu militar.
El buen soldado era también padre de familia, porque la preocupación por conservar la libertad de sus hijos era otro buen motivo para combatir.

Sistema hoplítico
La organización de la guerra en la Antigua Grecia derivada del nuevo sistema hoplítico se basaba en el combate cerrado y la formación compacta.
Tirteo describe así el combate de una formación cerrada de hoplitas:
Los que se atreven en fila cerrada a luchar cuerpo a cuerpo y a avanzar en vanguardia, en menor número mueren y salvan a quienes les siguen. Los que tiemblan se quedan sin nada de honra. Nadie acabaría de relatar uno a uno los daños que a un hombre le asaltan si sufre la infamia. Pues es agradable herir por detrás de un lanzazo al enemigo que escapa a la fiera refriega; y es despreciable el cadáver que yace en el polvo, atravesado en la espalda por punta de lanza trasera. Así que todo el mundo se afiance en sus pies, y se hinque en el suelo, mordiendo con los dientes el labio, cubriéndose los muslos, el pecho y los hombros con el vientre anchuroso del escudo redondo. Y en la mano derecha agite su lanza tremenda, y mueva su fiero penacho en lo alto del casco. Adiéstrese en combates cumpliendo feroces hazañas, y no se quede, pues tiene su escudo, remoto a las flechas. Id todos cuerpo a cuerpo, con la larga lanza o la espada herid y acabad con el fiero enemigo. Poniendo pie junto a pie, apretando escudo contra escudo, penacho junto a penacho y casco contra casco, acercad pecho a pecho y luchad contra el contrario, manejando el puño de la espada o la larga lanza.
Frag. 11
La protección del hoplita estaba asegurada por un tipo de grebas (conocidas como cnémidas), un casco y una coraza de bronce, así como por un escudo circular de unos 90 cm de diámetro (el aspis), hecho también de bronce o de un armazón de madera o mimbre y recubierto de piel.
La principal originalidad de este hoplon, que constituirá el arma emblemática de los hoplitas, consistía, sin embargo, en no colgarse del cuello por una correa, sino por llevarse en el antebrazo izquierdo, embrazado por una abrazadera central y una correa periférica como asidero. De esto se derivaban dos consecuencias esenciales. Por un lado, el hoplita solo disponía del brazo derecho para manejar sus armas ofensivas: una lanza de madera (dory), de una longitud aproximada de 2,50 m, provista de una punta y de un contrapeso de hierro o de bronce, así como una espada corta (xifos) para la lucha cuerpo a cuerpo.
Por otro lado, la protección de su flanco derecho, relativamente descubierto, tenía que asegurarse por un compañero de fila dentro de una falange suficientemente compacta (habida cuenta asimismo de la limitación de visibilidad y agilidad de los combatientes impuesta por el casco y la coraza). Hay que admitir que esta doble innovación técnica y táctica coincide con una extensión del reclutamiento a todos aquellos que estaban en condiciones de dotarse de ese armamento (los zeugitas en Atenas) y, por tanto, con una relativa ampliación del cuerpo cívico más allá de los límites de la aristocracia tradicional.
La protohistoria de esta falange de hoplitas sigue siendo muy controvertida. ¿En qué fecha aparece, a mediados del siglo VII a. C.? ¿De repente o después de un periodo de tanteos? ¿Representa una revolución completa en relación con las modalidades de combate precedentes? ¿Fue causa o consecuencia de las mutaciones sociopolíticas contemporáneas y, en concreto, del surgimiento de la tiranía? ¿Qué ocurrió con la caballería que, según Aristóteles, había sido el arma favorita de las primeras ciudades aristocráticas?
Armadura de hoplita hallada en Argos. Foto: AlMare. CC BY-SA 3.0. Original file (2,632 × 3,400 pixels, file size: 1.28 MB).
El guerrero hoplita fue una de las figuras más emblemáticas de la Grecia arcaica, representando el modelo del ciudadano-soldado que defendía activamente su polis en el campo de batalla. Equipado con una armadura pesada, el hoplita portaba un casco de bronce, una coraza y grebas que protegían sus extremidades, además de un gran escudo circular llamado hoplón, del cual deriva su nombre. Su armamento ofensivo consistía principalmente en una lanza larga, usada para el combate cuerpo a cuerpo, y una espada corta como arma secundaria.
La formación típica de los hoplitas en batalla era la falange, una disposición cerrada y disciplinada de soldados que avanzaban como una unidad compacta, con los escudos formando una barrera casi impenetrable y las lanzas proyectadas hacia el enemigo. Esta estrategia requería una coordinación extrema y fomentaba un sentido de unidad y camaradería entre los guerreros. La falange no solo maximizaba la eficacia militar, sino que también simbolizaba la igualdad y la interdependencia entre los ciudadanos que la conformaban, ya que cada hombre debía confiar en sus compañeros para mantener la cohesión de la línea.
En términos sociales, el hoplita no era un soldado profesional, sino un ciudadano que se armaba y entrenaba para cumplir su deber cívico. Generalmente, pertenecía a las clases medias y altas que podían permitirse el costoso equipo, lo que vinculaba el servicio militar con la participación política en muchas polis. La institución del hoplitismo reflejaba la importancia del compromiso individual con la defensa de la comunidad y el surgimiento de valores como el honor, el deber y la lealtad colectiva.
El surgimiento de los hoplitas y la falange tuvo un impacto significativo en la organización militar de la Grecia arcaica, desplazando gradualmente los estilos de combate más individualistas de épocas anteriores. También influyó en la evolución política, contribuyendo a la consolidación de las polis como entidades cohesionadas y autónomas. A medida que las batallas se libraban con mayor frecuencia entre ejércitos de ciudadanos, los conflictos se convirtieron en una extensión directa de la rivalidad y la competencia entre las ciudades-estado griegas.
Evolución del armamento
El armamento del hoplita se simplificó y aligeró con el tiempo. Por lo general, desaparecieron los brazales, las musleras o quijotes, el tonelete o faldellín antiflechas, así como la segunda lanza utilizada como jabalina, elementos que a veces figuraban en las representaciones arcaicas.
La coraza modelada de bronce se sustituye por una casaca de lino o cuero reforzada con piezas metálicas. El conjunto seguía requiriendo una inversión importante, de al menos 100 dracmas áticas, lo que representaba aproximadamente el salario trimestral de un obrero medianamente cualificado. En la Atenas del siglo V a. C., un esfuerzo económico así solo podía exigirse a los ciudadanos que pertenecieran a una de las tres primeras clases censitarias, entre las cuales, la segunda, la de los zeugitas, constituía el grueso de los efectivos.
Los guerreros se muestran en dos posiciones de ataque. Fuente: EDSITEment personnell. Dominio Público.

La batalla
La prueba decisiva que los aguardaba en una batalla con un plan preconcebido, que solía llamarse agón, igual que el certamen atlético y que globalmente estaba organizada de la misma manera con sacrificios preliminares, enfrentamiento en un campo delimitado y acciones de gracias acompañadas de ofrendas con frecuencia análogas (coronas, trípodes). El combate se desarrollaba lealmente, conforme a prácticas muy ritualizadas, sin buscar ningún efecto sorpresa.
Una vez que se había convenido con el enemigo un punto de encuentro, muy igualado, como por ejemplo una llanura labrantía, se formaba la falange con varias filas (ocho por regla general) para poder ejercer una presión colectiva y asegurar que se cubrían automáticamente los vacíos. Los intervalos entre los combatientes eran menores de un metro, de manera que un ejército de dimensiones medianas, por ejemplo 10 000 hombres, se extendía unos 2,5 km.
En las alas tomaban posición algunos contingentes de tropas ligeras y de caballería que se encargaban de oponerse a cualquier intento de desbordamiento y de contribuir, al principio y al final de la batalla, a crear confusión en las líneas enemigas. Después de asegurarse con un último sacrificio el favor divino, se iniciaba, en dirección al enemigo, distante unos centenares de metros, una marcha ordenada que solía terminar a paso ligero: los espartanos la realizaban en medio de un silencio impresionante, solo al son de la flauta, mientras que otros la acompañaban con fanfarrias a base de trompetas, gritos y peanes de ataque en honor de Ares Enialio.
El choque se producía frontalmente y solo daba lugar a unas pocas maniobras laterales, además de que la falange tenía una tendencia natural a avanzar oblicuamente hacia la derecha, por la sencilla razón de que cada uno de sus componentes tendía a desviarse imperceptiblemente por el lado opuesto al escudo en la dirección de su compañero de fila.
Salvo por rotura accidental del frente, era en las alas donde se decidía el resultado de la batalla: la primera ala derecha que conseguía mantenerse provocaba poco a poco la dislocación de la falange contraria. Los jefes no podían modificar realmente el curso de los acontecimientos, por falta sobre todo de tropas de reserva, con lo que seguían el pánico, el desconcierto y una breve caza de los fugitivos.
La batalla concluía por parte del vencedor, con un peán de victoria en honor de Dioniso y Apolo, con la erección de un trofeo en el campo de batalla (un simple armazón de madera decorado con armas arrebatadas al enemigo), con el permiso para retirar a sus muertos y, de regreso a casa, con las preces acompañadas de sacrificios y banquetes.
Hoplitas y carro de guerra en el friso del pedestal de un kuros. Hacia 510 a. C. Foto: Sharon Mollerus – originally posted to Flickr as Chariot and Hoplites. CC BY 4.0. Original file (2,813 × 967 pixels, file size: 2.42 MB).
Las campañas
La batalla de hoplitas se resolvía a menudo en una mañana y solo mantenía momentáneamente a los ciudadanos alejados de sus ocupaciones cotidianas, dado que sobrevenía al término de una breve campaña, de unos días, como mucho, de unas semanas. Las hostilidades solían ser en una temporada en que estuvieran garantizadas las cosechas y se pudiera apropiarse de las del enemigo, así la intendencia se reducía al mínimo. Bastaba con que los movilizados se presentaran con algunas provisiones para el camino, y contar con el producto del pillaje o con la presencia de comerciantes.
Tampoco se requería mucha preocupación por la impedimenta, ya que cada uno se presentaba con sus armas, trajes de campaña —que ni siquiera tenían el aspecto de uniformes, salvo las túnicas escarlatas de los espartanos— y efectos personales cargados en una mula o llevados por un esclavo. La ruptura con la vida civil era mínima.
La atmósfera que reinaba en el ejército tampoco distaba mucho de la vida habitual. El arte de la persuasión se ejercía como en la asamblea, en forma de exhortaciones muy claras dirigidas frente de las tropas inmediatamente antes del ataque.
Guerreros griegos. User: Bibi Saint-Pol. Warriors. Side B from an Attic black-figure amphora, ca. 570–565 BC. Dominio público. Original file (2,025 × 1,476 pixels, file size: 1.77 MB.).
Los oficiales
El mando supremo recalaba sobre magistrados elegidos por todo el pueblo, como los diez estrategos atenienses, que a menudo actuaban colegiadamente, y sus principales ayudantes, los taxiarcos, puestos a la cabeza de los contingentes de las diferentes tribus, salvo en Esparta, donde el mando recaía en los reyes o en algunos de sus parientes, rodeados por los compañeros de tienda que comprendían, entre otros, a los polemarcos elegidos y puestos al mando de los diferentes regimientos.
Una vez más la excepción es Esparta, cuyo ejército, según dice Tucídides (v, 66, 4) «está compuesto poco más o menos por mandos jerarquizados». Los oficiales subalternos en principio eran pocos, se mantenían durante el combate en la primera línea de sus unidades, llevaban solo unas pocas insignias distintivas (penachos o plumas en el casco) y sus funciones se prorrogaban automáticamente de una campaña a otra, no formando por tanto ninguna casta profesional.
Los hombres de la formación, dotados de armas idénticas, integraban unidades intercambiables, con excepción de los más jóvenes, que eran colocados en las primeras filas, y los más motivados, por ser los más interesados en el éxito de la operación, que ocupaban el ala derecha. En estas condiciones, la obediencia se basaba esencialmente en el consenso: los castigos, sobre todo de tipo corporal, estaban condicionados a un juicio en la debida forma ante un tribunal del ejército, a ser posible, ante los tribunales ordinarios de la ciudad.
El valor
El valor de los hoplitas no era así fruto de una disciplina militar y, mucho menos, de una pasión guerrera que no deja sitio para el miedo (como lo prueba la prontitud en admitir la derrota). Con vistas sobre todo a garantizar la cohesión de la falange, el valor se basaba en una solidaridad bien entendida; consistía en no abandonar a los compañeros de combate y, por tanto, en permanecer firmes en su puesto. Este sentimiento se inculcaba permanentemente a los homoioi espartanos a través de toda la organización comunitaria de su vida cotidiana. En Atenas se reforzaba igualmente mediante el reagrupamiento de los combatientes en tribus, es decir, en tritías (la tercera parte de una tribu). Podían así actuar en el seno de la falange relaciones de ayuda fundadas en el parentesco, la amistad y la vecindad.
El choque
La violencia de los choques individuales daba lugar a pérdidas relativamente importantes, estimadas en un 14% por parte de los vencidos y en un 5% por parte de los vencedores. Para contener o repeler a la fila del adversario, los hoplitas tenían que luchar cuerpo a cuerpo con su enemigo inmediato con la lanza y luego con la espada. En el momento más agudo de la batalla, el choque colectivo se descomponía en una serie de combates singulares.
La diferencia con la edad heroica es que los hoplitas no tenían que ir ellos autónomamente en pos de la hazaña, como en el caso de aquel espartano que quiso redimirse en Platea por haber sobrevivido en las Termópilas acusado por sus compatriotas de haber «abandonado la fila como un loco» porque «buscaba abiertamente la muerte para escapar a la vergüenza que pesaba sobre él», se encontró privado de honores (Heródoto, ix, 71). Como buen ciudadano, tendría que haber sometido su acción a cierta disciplina moral (sōphrosýnē) y tenido en cuenta los intereses de su colectividad.
Desde finales del siglo V a. C. se comienza a hacer extensivo el reclutamiento, de hecho si no de derecho: en Esparta, a alguno de la clase de los inferiores; en Atenas, a los tetes, que constituían la cuarta y última categoría censitaria.
Por otra parte, en el plano militar, la falange hoplita tuvo que contar cada vez más con la infantería ligera y sobre todo con el cuerpo semiligero de los peltastas, antes de tener que admitir su inferioridad ante la falange macedonia.
Simultáneamente crecía en el arte militar la importancia de la sorpresa, la astucia, la traición, la habilidad técnica. Los contemporáneos fueron muy conscientes de ello, como Demóstenes que, en el 341 a. C., en su Tercera Filípica (47-50), reconocía amargamente esta evolución. La infantería de hoplitas continuará siendo, hasta en las ciudades helenísticas, un arma noble por excelencia, y durante un tiempo seguirá desempeñando un papel esencial en las batallas llevadas según un plan previo que decidieron el curso de la historia.
Agrupaciones espartanas
Artículo principal: Ejército espartano
Las unidades variaron a lo largo del tiempo, pero un sistema representativo era el espartano. La agrupación básica era la enomotia formada por 34 hombres divididos en dos grupos de 17 soldados cada uno, con su respectivo jefe o enomotarca.
Dos enomotias constituían un pentekostys, integrado por 72 hombres mandado por un pentekonter elegido entre los enomotarcas, teniendo como auxiliar al restante.
Dos pentekostys formaban un lochos, unidad fundamental en el sistema hoplítico integrado por 144 hombres bajo la dirección de un lochagos.
Por último cuatro lochos formaban una mora dirigida por un polemarca, constituyendo la reunión de seis moras el ejército del estado espartano puesto bajo el mando de los dos reyes de Esparta.
La especial configuración de Esparta propició que el número total de ciudadanos que constituían el ejército, condicionado por los lotes de tierra asignados (kleros), no superara los 9000 hombres en el siglo VII a. C., descendiendo hasta los 3600 en el siglo IV a. C.
La dificultad y el tiempo necesarios para formar un hoplita propiciaría que Esparta intentara preservar al máximo sus efectivos hasta su ocaso en el siglo IV a. C.
El sistema de división propio de los ejércitos ciudadanos se mantendrá entre los contingentes mercenarios como en el caso de los hombres reclutados por Clearco, que permanecerán siempre bajo el mando directo del jefe militar o strategós que los ha reclutado, dividiéndose en lochos de 100 hombres subdivididos en dos grupos de 50 y diferentes enomotias. Los peltastas y las otras tropas ligeras se dividirán en taxis bajo el mando de taxiarcas.
Las civilizaciones de la Edad Antigua consideraban la guerra como una actividad no solo inevitable, sino honrosa, e incluso bella; y la que estaban construyendo los griegos de la época arcaica no fue una excepción: la Iliada, su texto más prestigioso, glorificaba valores castrenses como el valor, el sacrificio o el compañerismo, sin olvidar mostrar a su lado todo tipo de miserias y crueldades. La mayor parte de los enfrentamientos bélicos fueron guerras civiles dentro de cada polis y guerras entre dos o más polis griegas, que superaban su enorme atomización política con todo tipo de alianzas (anfiktionía, simmachia, koinón). La conciencia del riesgo de aniquilación mutua llevó al establecimiento de todo tipo de limitaciones rituales de la guerra y su capacidad destructiva.
La vulnerabilidad del espacio griego frente a las invasiones produjo un generalizado amurallamiento de las ciudades (excepto Esparta, que se vanagloriaba de no necesitarlas),(19) y la opción de Atenas por un poderío naval (thalassokratia θαλασσοκρατία -«gobierno del mar»-) que demostró ser eficaz.
Véanse también: Marina de guerra en la Antigua Grecia, Asedio en la Antigua Grecia, Ejército ateniense y Ejército de Esparta.
La guerra terrestre comenzó siendo la descrita en la Ilíada: un enfrentamiento individual de campeones que eran transportados al campo de batalla en carros de guerra (ἅρμα, hárma), portando un carísimo equipo de armas (20) y caballos (que no se montaban, sino que se usaban como tiro, dirigidos por un auriga), solo accesible a los más poderosos (la aristocracia). La democratización de las polis también significó la democratización de la guerra, formándose una unidad militar excepcional: la falange (φάλαγξ, phálanx), basada en un soldado de a pie con equipo más accesible, el hoplita (ὁπλίτης hoplites), que combatía en formación cerrada, junto a sus conciudadanos. La instrucción militar era una parte esencial en la educación de la juventud (ἔφηβεια ephebeia, ἀγωγή agogé).
Conquistados ya los griegos del continente del Asia y obligados a pagarle tributo, [Creso] formó de nuevo el proyecto de construir una escuadra y atacar a los isleños, sus vecinos. Tenía ya todos los materiales a punto para dar principio a la construcción, cuando llegó a Sardes Biante el de Priena, según dicen algunos, o según dicen otros, Pitaco el de Mitilene. Preguntado por Creso si en la Grecia había algo de nuevo, respondió que los isleños reclutaban hasta diez mil caballos, resueltos a emprender una expedición contra Sardes. Creyendo Creso que se le decía la verdad sin disfraz alguno: —«¡Ojalá, exclamó, que los dioses inspirasen a los isleños el pensamiento de hacer una correría contra mis lidios, superiores por su genio y destreza a cuantos manejan caballos! —Bien se echa de ver, señor, replicó el sabio, el vivo deseo que os anima de pelear a caballo contra los isleños en tierra firme, y en eso tenéis mucha razón. Pues ¿qué otra cosa pensáis vos que desean los isleños, oyendo que vais a construir esas naves, sino poder atrapar a los lidios en alta mar, y vengar así los agravios que estáis haciendo a los griegos del continente, tratándolos como vasallos y aun como esclavos?» Dicen que el apólogo de aquel sabio pareció a Creso muy ingenioso y cayéndole mucho en gracia la ficción, tomó el consejo de suspender la fábrica de sus naves y de concluir con los jonios de las islas un tratado de amistad.
Herodoto, Los nueve libros de la Historia, Libro I, XXVII. (21)
El texto fue escrito en la segunda mitad del siglo V a. C.
El episodio narrado se localiza a mediados del siglo VI a. C.
Ánfora de cerámica de figuras negras, del Pintor de Antimenes, representando una escena de la guerra de Troya. Hacia 510 a. C. Autor: Bibi Saint-Pol. Dominio público.
La guerra en la Grecia de la época arcaica no solo representaba un medio para la defensa y la conquista territorial, sino también un mecanismo esencial para estructurar la identidad y la cohesión social de las polis. En un contexto de constantes rivalidades entre ciudades-estado y desafíos externos, la guerra era una herramienta política, económica y cultural que definía las dinámicas internas y externas de los griegos. Las conquistas y colonizaciones, fundamentales durante este periodo, estuvieron profundamente vinculadas a las estrategias militares, destacando el papel crucial de los hoplitas y las flotas marítimas en la expansión helénica por el Mediterráneo.
En el campo de batalla terrestre, los hoplitas encarnaron la innovación táctica y la disciplina colectiva que caracterizaron la guerra griega. Equipados con armaduras pesadas, lanzas y escudos, los hoplitas combatían en la formación cerrada de la falange, donde cada guerrero dependía del escudo del compañero para mantener la integridad de la línea. Este sistema de lucha reflejaba valores esenciales de la polis, como la igualdad entre los ciudadanos-soldados y el compromiso mutuo por la defensa de la comunidad. Además, la falange fomentó una identidad marcial colectiva que no solo reforzaba el poder militar, sino que también fortalecía el sentido de pertenencia y lealtad hacia la ciudad-estado. En este contexto, los hoplitas no eran soldados profesionales, sino ciudadanos que ejercían su deber cívico, lo que vinculaba la participación militar con los derechos y responsabilidades políticas.
Por otro lado, la marina desempeñó un papel fundamental en las colonizaciones griegas y las campañas de expansión. Las polis con acceso al mar, como Corinto, Atenas y Mileto, desarrollaron flotas de barcos de guerra que garantizaban el dominio sobre las rutas marítimas y facilitaban la fundación de colonias en regiones estratégicas del Mediterráneo. Estas embarcaciones, principalmente trirremes, estaban diseñadas tanto para el combate como para el transporte, permitiendo a los griegos proyectar su poder y establecer enclaves en zonas como el sur de Italia, Sicilia, el Mar Negro y el norte de África. La supremacía naval no solo protegía las rutas comerciales y las nuevas colonias, sino que también permitía a las polis mantener su influencia en territorios lejanos y responder a amenazas externas.
En conjunto, la guerra en la época arcaica fue una manifestación del dinamismo político y social de las polis griegas. Las conquistas y colonizaciones, impulsadas por una combinación de ambición territorial, necesidad económica y espíritu aventurero, ampliaron los horizontes del mundo griego y dejaron una huella duradera en la historia del Mediterráneo. Tanto los hoplitas como las flotas marítimas fueron instrumentos clave en este proceso, destacándose como símbolos del ingenio estratégico y la capacidad organizativa de los griegos. Este equilibrio entre la guerra terrestre y naval no solo garantizó el éxito militar, sino que también contribuyó al desarrollo de una cultura que integraba la competencia, la cooperación y la expansión como pilares de su identidad colectiva.
(2ª parte. Continuación «Colonización griega en la época arcaica»)
Motivaciones. Los conflictos internos
Stasis se llama a toda crisis interior que conduce a la guerra civil. La colonización es una manera de evitar este tipo de guerra, del grupo que se halla en minoría fundando una nueva polis (ciudad). No se trata forzosamente de un conflicto entre la aristocracia y el pueblo, sino sobre todo de las luchas por el poder entre grupos aristocráticos, o de una posición en el interior del grupo dirigente, como es por ejemplo en Corinto.
Los colonos tienen el deseo de fundar una ciudad ideal. Esta decisión no se toma más que en una situación de extrema gravedad.
Las motivaciones comerciales
El aprovisionamiento de la ciudad es una necesidad vital para la metrópoli, sin embargo, la realidad sobre las motivaciones comerciales es bastante compleja.
Las motivaciones no son siempre seguras, puesto que no se conoce siempre la situación de la metrópolis. Además, el volumen de intercambios entre la colonia y la métropoli era a menudo insuficiente para hacer vivir a la colonia. Las colonias griegas fundadas por razones comerciales son bastante raras: se puede citar las cleruquías de Atenas o Naucratis.
Condiciones y momentos de la partida
La partida de los colonos es siempre un momento de desgarro social. La colonia que era fundada para evitar a la ciudad una hambruna, no es entendida más que, a partir del momento en el que los colonos abandonaban la ciudad, ellos perdían el derecho a regresar. La metrópolis no les aportaba ninguna asistencia. El cuerpo cívico sufría una verdadera amputación entre una décima y una cuarta parte de la población partía, sin esperanza de regresar.
La decisión y los actores
Una colonia no se fundaba a título privado (salvo raras excepciones), sino que resulta de una decisión tomada por la ciudad,
Para la fundación de una colonia, se presenta primeramente un proyecto a la asamblea. En caso de acuerdo el consejo aristocrático toma a su cargo la elección de las modalidades y las medidas concretas para designar quien va a partir. Hay que designar, entonces, un jefe de la expedición, llamado oikistes, lo más a menudo elegido entre la aristocracia. El oikistes elegía el nombre y el lugar preciso del nuevo establecimiento. una vez han llegado, establece y dota a la colonia de un sistema defensivo.
En el marco del pensamiento mítico donde se otorga una parte importante a los dioses, las ciudades tienen necesidad de una sanción divina que sirva para confortar las decisiones humanas; la fundación de una colonia era arriesgada, y suscitaba el dolor entre los que debían partir, sin esperanza de regresar, y los que se quedaban. Se tiene la costumbre de ir a consultar el oráculo de Apolo de Delfos. El oráculo da una orientación geográfica general y da su consejo sobre un proyecto elaborado por la ciudad.
El proceso de colonización es un fenómeno complejo. Se puede argüir que comenzó como una secuela del colapso de la civilización micénica, como sugiere C. G. Thomas. Según dicho autor, esta civilización se caracterizó por su desunión política: muchos reinos en estado de guerra y elevada competición comercial entre ellos. Opina que la «uniformidad cultural» era consecuencia del boyante comercio. Tras el declive generalizado únicamente unos pocos centros conservaron su población, como Lefkandi y Atenas, en otros por el contrario hubo movimientos migratorios: poblaciones aqueas que se trasladaron a Cilicia y Chipre,que antecedieron al establecimiento de asentamientos griegos en la fértiles llanuras de Asia Menor.
La ciudad de Pompeya, Italia aunque nunca fue una polis griega, cuando los etruscos suponían una amenaza, se alió con los griegos, quienes dominaban la bahía de Nápoles, volviéndose su aliada comercial hasta la dominación romana
Ubicaciones. Asia Menor
Artículo principal: Grecia asiática
Parte de la península de Anatolia donde los griegos estuvieron establecidos en la Antigüedad. Principalmente se trataba del litoral occidental de esa península y las islas adyacentes.
De norte a sur se divide en Eólida, Jonia, Dórida y Caria de acuerdo con los dialectos hablados en ellas. El norte de Eolia es la Tróade, la comarca donde estaba Troya. Son eolias las islas de Lesbos (capital, Mitilene) y Ténedos.
La costa central o Jonia albergó verdaderas potencias griegas como Focea, Éfeso y Mileto. Están allí Clazómenas, Teos, Magnesia del Sipilos y Colofón. Entre Éfeso y Mileto corre el río Meandro. Son jonias las grandes islas de Quíos, Samos e Icaria. Al sur, los dorios ocuparon una gran parte de la región de Caria donde destacaron ciudades como Halicarnaso y Cnido, y la isla de Rodas.
Desde estos lugares partieron numerosas expediciones a otras zonas donde fundaron nuevas colonias, principalmente a lo largo de la costa del mar Negro.
Regiones de Anatolia en la antigüedad. Rowanwindwhistler y Roke~commonswiki. CC BY-SA 4.0.

Macedonia y Tracia
Se fundaron numerosas colonias en el norte de Grecia, principalmente en la región de Calcídica pero también en la región de Tracia.
Calcídica fue colonizada por eubeos, principalmente de Calcis, quienes prestaron su nombre a estas colonias. Los asentamientos más importantes de los eubeos en Calcídica fueron Olinto (que se estableció en colaboración con los atenienses), Torone, Mende, Sermile, Afitis y Cleonae en la península de Athos. Otras colonias importantes en Calcídica fueron Acanto, fundada por colonos de Andros y Potidea, una colonia de Corinto. Los tasianos con la ayuda del ateniense Calístrato de Afidnas fundaron la ciudad de Dato. Durante la guerra del Peloponeso, los atenienses con Hagnon, hijo de Nikias, fundaron la ciudad de Ennea Hodoi (Ἐννέα ὁδοὶ), es decir, nueve caminos, en la ubicación actual de la «colina 133» al norte de Anfípolis en Serres.
Los jonios de la costa de Asia Menor fundaron muchas otras colonias en la región de Tracia. Las colonias importantes fueron Maroneia y Abdera. Los milesios también fundaron Abido y Cardia en el Helesponto y Redesto en Propontis. Los samios colonizaron la isla de Samotracia, de donde proviene su nombre. Finalmente, los parianos colonizaron Tasos.
Magna Grecia y Sicilia
Durante la época arcaica de Grecia (aproximadamente entre el siglo VIII y el siglo VI a.C.), las polis griegas se expandieron por el Mediterráneo y el Mar Negro en un proceso de colonización que fue fundamental para el desarrollo de la cultura griega. Este fenómeno no solo tuvo implicaciones económicas y políticas, sino también culturales, pues permitió la propagación de la lengua, las costumbres y las instituciones griegas por vastas regiones. Un ejemplo destacado de esta expansión fue la colonización de Sicilia y la Magna Grecia, que se convirtieron en centros de gran importancia para la civilización griega en el Mediterráneo.
La colonización griega en Sicilia y Magna Grecia no fue un proceso homogéneo ni controlado por una única polis. Al contrario, fue un fenómeno descentralizado, donde diversas ciudades-estado griegas enviaron colonos a estas regiones, ya sea para buscar nuevas tierras, comerciar, o por motivos de superpoblación. Sicilia, en particular, jugó un papel fundamental en la expansión griega hacia el oeste, mientras que Magna Grecia, que se extendía a lo largo de las costas del sur de Italia, se convirtió en un territorio donde florecieron muchas ciudades griegas.
Sicilia, la isla más grande del Mediterráneo, fue uno de los primeros y más importantes destinos de la colonización griega en Occidente. La llegada de los griegos a Sicilia comenzó alrededor del siglo VIII a.C., y las primeras colonias se establecieron en el sureste de la isla. Colonias como Catania, Siracusa y Naxos fueron fundadas por los colonos de las polis griegas, particularmente de la región de Calcídica y, en menor medida, de otras áreas como Creta y la zona del Peloponeso. La fundación de estas colonias fue motivada por varios factores, entre ellos la búsqueda de tierras fértiles para la agricultura, la expansión de las rutas comerciales, y la necesidad de establecer puestos de comercio en el Mediterráneo central.
Siracusa, fundada en 733 a.C. por colonos de la ciudad de Corinto, es uno de los ejemplos más conocidos de la colonización griega en Sicilia. Esta ciudad creció rápidamente hasta convertirse en una de las polis más importantes del mundo griego, tanto en términos de poder militar como de influencia cultural. La ubicación estratégica de Siracusa en la costa este de Sicilia, cercana a las rutas comerciales entre Grecia y África, permitió que la ciudad prosperara rápidamente, tanto en la agricultura como en el comercio. A lo largo de los siglos, Siracusa se convertiría en un centro importante para la cultura griega, y su influencia se expandiría por toda Sicilia.
A medida que la colonización griega avanzaba, las ciudades de Sicilia comenzaron a interactuar con otras culturas. Por ejemplo, las ciudades griegas en Sicilia tuvieron relaciones con los fenicios, que también habían establecido colonias en la isla, y con los pueblos indígenas sicilianos, como los sicanos y los sículos. Estas interacciones contribuyeron a la formación de una cultura híbrida que combinaba elementos griegos con influencias locales y fenicias.
La Magna Grecia, por su parte, se refería a la región del sur de Italia que fue colonizada por los griegos. Este territorio recibió su nombre debido a la gran cantidad de colonias griegas que se establecieron en la zona, convirtiéndose en una «segunda Grecia» en términos de cultura y población. La colonización en Magna Grecia comenzó en el siglo VIII a.C., y las primeras colonias fueron fundadas por los habitantes de las polis griegas de la costa del Peloponeso y la región de Calcídica.
El asentamiento griego más importante en Magna Grecia fue Tarento (actual Tarento, en la región de Apulia), fundada por colonos de la polis de Sparta en torno al 706 a.C. Tarento se convirtió en una de las principales ciudades de la región, famosa por su riqueza y por ser un centro comercial y cultural. Otras ciudades importantes de Magna Grecia incluyeron Crotone, fundada por los griegos de Achaia, y Locri, fundada por colonos de la región de Locri en Italia.
La Magna Grecia y Sicilia. Mapa: Rowanwindwhistler.

La colonización griega en Magna Grecia tuvo un impacto profundo en las culturas locales. Las ciudades griegas establecidas en la región no solo trajeron consigo sus costumbres, leyes y religiones, sino que también introdujeron nuevas formas de organización social y política. En particular, la polis, como forma de organización política, se expandió por el sur de Italia, y muchas de las ciudades de Magna Grecia adoptaron el modelo democrático de gobierno que surgió en ciudades como Atenas. Este modelo fue crucial para el desarrollo posterior de la región, que experimentó un auge cultural y económico durante los siglos VI y V a.C.
Sin embargo, la colonización griega en Sicilia y Magna Grecia no estuvo exenta de conflictos. A menudo, las colonias griegas luchaban entre sí por el control de los recursos y el poder político. En Sicilia, por ejemplo, las ciudades griegas como Siracusa y Selinunte competían por el dominio de la isla, lo que llevó a varias guerras internas. Además, las tensiones entre las colonias griegas y las poblaciones indígenas locales también fueron frecuentes, ya que los pueblos autóctonos a menudo se resistían a la expansión griega.
En el contexto de la colonización, la difusión de la cultura griega tuvo un impacto duradero en las regiones de Sicilia y Magna Grecia. Las colonias griegas trajeron consigo el arte, la filosofía, la religión y la arquitectura griegos, lo que permitió que estos elementos se integraran en las culturas locales. En particular, la arquitectura griega dejó una huella indeleble en la región, con la construcción de templos, teatros y otras estructuras emblemáticas que todavía se pueden ver en sitios como Paestum y Selinunte. La influencia griega en Sicilia y Magna Grecia también se reflejó en la producción literaria, con poetas y filósofos que surgieron en estas regiones y que contribuyeron al pensamiento y la cultura griegos.
En conclusión, la colonización griega en Sicilia y Magna Grecia fue un proceso fundamental en la expansión de la civilización griega por el Mediterráneo. No solo permitió el establecimiento de nuevas ciudades y rutas comerciales, sino que también facilitó la difusión de la cultura griega, que se mezcló con las tradiciones locales para crear una rica herencia cultural. Las colonias griegas en estas regiones jugaron un papel clave en el desarrollo de la cultura griega y en la expansión de su influencia en el mundo antiguo. Aunque la colonización estuvo marcada por conflictos y tensiones, también fue un motor de crecimiento económico, social y cultural para las polis griegas y las regiones que habitaron.
Mar Jónico y IIiria
La región del mar Jónico y la de Iliria fueron colonizadas estrictamente por Corinto. Los corintios fundaron importantes colonias de ultramar en las rutas marítimas hacia el sur de Italia y el oeste, que lograron convertirlas en los principales emporios del lado occidental del Mediterráneo. Las colonias importantes de Corinto incluyeron Leucade, Astaco, Anaktorio, Accio, Ambracia y Corfú.
La colonización griega en la región del mar Jónico y la costa de Iliria, liderada principalmente por la polis de Corinto, fue un proceso estratégico que consolidó la influencia griega en las rutas marítimas hacia el sur de Italia y el Mediterráneo occidental durante la época arcaica. Corinto, gracias a su ubicación privilegiada en el istmo que conecta el Peloponeso con el resto de Grecia, poseía un dominio significativo sobre las rutas marítimas y desarrolló una poderosa flota mercantil y militar. Este poder naval permitió a los corintios emprender la fundación de colonias en lugares clave para el comercio y la expansión cultural.
Leucade, una isla en el mar Jónico, fue una de las colonias corintias más destacadas. Fundada alrededor del siglo VII a.C., Leucade se convirtió en un punto importante para el control de las rutas marítimas en el Jónico, conectando Grecia con las costas del sur de Italia y las islas cercanas. Astaco, en la costa de Acarnania, también fue fundada por los corintios para asegurar el control de los territorios costeros en la región occidental de Grecia. Estas colonias, junto con otras como Anaktorio y Accio, no solo fortalecieron la presencia griega en la zona, sino que también permitieron el desarrollo de un comercio próspero y una expansión cultural que incluía la difusión de la lengua y las costumbres griegas.
Corfú, conocida en la antigüedad como Córcira, fue otra de las colonias más importantes fundadas por Corinto. Establecida a mediados del siglo VIII a.C., Corfú desempeñó un papel central en la red comercial de Corinto hacia el oeste. Aunque la relación entre Corfú y su metrópolis fue tensa en algunos periodos, incluyendo conflictos militares, la isla se desarrolló como un emporio clave y un puente hacia las rutas occidentales. Su ubicación estratégica en el mar Jónico la convirtió en un punto de conexión vital para el comercio entre Grecia, el sur de Italia y el resto del Mediterráneo occidental.
Ambracia, situada en el interior, cerca de la costa occidental de Grecia, fue otra colonia destacada de Corinto. Fundada en el siglo VII a.C., Ambracia se convirtió en un centro de influencia política y comercial en la región, desempeñando un papel importante en las interacciones entre los griegos y los pueblos ilirios vecinos. La presencia griega en Iliria fue, en general, limitada a los asentamientos costeros y no llegó a dominar completamente el interior, pero las colonias sirvieron como enclaves desde los cuales se llevaban a cabo intercambios económicos y culturales con las tribus ilirias.
La estrategia de Corinto en estas fundaciones coloniales estaba claramente orientada hacia el control de las rutas marítimas y la protección de sus intereses comerciales. Las colonias no solo aseguraban el abastecimiento de bienes y recursos, sino que también proporcionaban puertos seguros para las flotas corintias y puntos de intercambio cultural con los pueblos locales. Además, Corinto empleó estas colonias como herramientas para proyectar su influencia política y militar en la región, consolidando su papel como una de las potencias más importantes de la época arcaica.
En resumen, la colonización corintia en el mar Jónico y las costas de Iliria durante la época arcaica fue un proceso estratégico que fortaleció la posición de Corinto como una polis comercial y marítima líder. A través de la fundación de colonias como Leucade, Astaco, Anaktorio, Accio, Ambracia y Corfú, los corintios aseguraron rutas comerciales esenciales, fomentaron el intercambio cultural y consolidaron su influencia en el Mediterráneo occidental, contribuyendo significativamente a la expansión y el desarrollo de la civilización griega en esta fase histórica.
Mar Negro y Propóntide
Aunque los griegos en un momento dado calificaron la costa del mar Negro de «inhóspita», según fuentes antiguas acabaron creando entre 70 y 90 colonias. La colonización del mar Negro estuvo liderada por los megaranos y algunas ciudades jónicas como Mileto, Focea y Teos. La mayoría de las colonias de la región del mar Negro y Propontis se fundaron en el siglo VII a. C.
La colonización griega en la región del mar Negro y la Propóntide fue un esfuerzo significativo que transformó un área percibida inicialmente como inhóspita en un espacio vital para el comercio, la interacción cultural y la expansión de la civilización helénica. A pesar de los desafíos geográficos y climáticos, las polis griegas vieron en estas costas una oportunidad estratégica para acceder a recursos naturales como granos, pescado, madera, metales y esclavos, esenciales para sus economías en expansión.
El liderazgo en la colonización de esta región fue compartido entre varias ciudades griegas, destacando los megarenses y las ciudades jónicas como Mileto, Focea y Teos. Mileto, en particular, desempeñó un papel crucial, siendo responsable de la fundación de un gran número de colonias en el mar Negro, conocidas colectivamente como el «cinturón de Mileto». Estas colonias incluyeron asentamientos importantes como Sinope, Amisos, Trapezunte y Olbia, cada uno de ellos situado estratégicamente para facilitar el comercio y la navegación por las aguas del mar Negro.
Sinope, fundada por los colonos de Mileto en el siglo VII a.C., se convirtió en una de las ciudades más prósperas de la región. Gracias a su ubicación en una península, Sinope controlaba rutas comerciales clave y actuaba como un puerto seguro para los barcos griegos que navegaban hacia el interior del mar Negro. Amisos, otro asentamiento importante, también destacó por su papel en la exportación de recursos locales hacia Grecia y otras regiones del Mediterráneo. Trapezunte, ubicada en la costa sureste del mar Negro, sirvió como un punto de enlace crucial para las rutas comerciales que conectaban el mundo griego con las regiones más profundas de Asia Menor y el Cáucaso.
La Propóntide, conocida como el mar de Mármara en la actualidad, fue otra área estratégica colonizada principalmente por los megarenses. Bizancio, fundada en el siglo VII a.C. en el estrecho del Bósforo, fue quizás la más emblemática de estas colonias. Su ubicación en la intersección entre el mar Negro y el mar Egeo le permitió controlar el comercio entre las dos regiones y ejercer una influencia duradera en la historia, convirtiéndose siglos más tarde en Constantinopla. Calcedonia, situada en la costa asiática del Bósforo, fue otro importante asentamiento megarense que complementaba la influencia de Bizancio.
El proceso de colonización en estas áreas no solo fue una empresa económica, sino también cultural y política. Los griegos llevaron consigo su lengua, religión y sistemas políticos, integrándose en algunos casos con las poblaciones locales y creando una mezcla cultural única en la región. Los santuarios, templos y centros cívicos construidos en estas colonias reflejaron la continuidad de la tradición helénica y ayudaron a establecer el mar Negro y la Propóntide como una extensión del mundo griego.
En resumen, la colonización del mar Negro y la Propóntide en el siglo VII a.C. representó una de las expansiones más importantes de la civilización griega durante la época arcaica. Liderada por ciudades como Mileto, Megara, Focea y Teos, esta empresa transformó costas inhóspitas en prósperos centros de comercio y cultura, consolidando la presencia griega en un territorio clave para su desarrollo económico y su proyección como potencia marítima en el Mediterráneo oriental.
Resto del Mediterraneo
En el norte de África, en la península de Cirenaica, los colonos de Thera fundaron Cirene, que evolucionó hasta convertirse en una ciudad muy poderosa en la región. En el lado norte del Mediterráneo, los focaianos fundaron Massalia en la costa de la Galia.
En el resto del Mediterráneo, la colonización griega también dejó una huella profunda con la fundación de asentamientos que se convirtieron en centros de influencia económica, política y cultural. En el norte de África, específicamente en la península de Cirenaica, los colonos provenientes de la isla de Thera fundaron la ciudad de Cirene en el siglo VII a.C. Este asentamiento, ubicado en un área fértil y estratégica, prosperó rápidamente gracias a su agricultura, en especial la producción de silfio, una planta muy valorada en la antigüedad por sus usos medicinales y culinarios. Cirene llegó a ser una de las ciudades más importantes de la región, estableciendo una relación simbiótica con las tribus locales y consolidando su papel como un nodo vital en las rutas comerciales que conectaban África con el mundo griego.
En el norte del Mediterráneo, los focenses, una subcultura de los jonios conocida por su espíritu aventurero y su experiencia naval, se aventuraron más allá de las costas del Egeo para fundar colonias en tierras lejanas. Una de sus fundaciones más significativas fue Massalia, la actual Marsella, establecida en la costa de la Galia en el siglo VI a.C. Massalia se desarrolló como un importante puerto comercial, facilitando el intercambio entre los griegos y los pueblos celtas de la región. La ciudad se convirtió en un puente cultural y económico entre el mundo mediterráneo y el interior europeo, influyendo en las costumbres y la organización social de las comunidades locales. Además, los focenses establecieron otros asentamientos en la región, como Emporion, en la costa de la península ibérica, que también desempeñaron un papel crucial en las interacciones entre las culturas mediterráneas y las occidentales.
En la isla de Córcega, los griegos fundaron Alalia, otra colonia focense, que sirvió como un importante punto de apoyo en las rutas marítimas hacia el oeste. Sin embargo, la presencia griega en Córcega generó tensiones con las potencias locales y los etruscos, lo que eventualmente resultó en enfrentamientos navales. A pesar de estos desafíos, Alalia desempeñó un papel clave en la expansión de la influencia griega en el Mediterráneo occidental, fortaleciendo los lazos comerciales con las regiones vecinas.
En el sur de Italia y Sicilia, los griegos también continuaron su expansión con asentamientos adicionales que complementaban las ciudades ya establecidas en Magna Grecia. Estas colonias no solo funcionaban como centros comerciales, sino también como transmisoras de la cultura griega, incluyendo el arte, la filosofía y las instituciones políticas, que dejaron un legado duradero en las sociedades locales.
En resumen, el resto del Mediterráneo se convirtió en un escenario fundamental para la expansión griega durante la época arcaica. Desde Cirene en el norte de África hasta Massalia en la Galia, pasando por Alalia en Córcega y otros asentamientos en la península ibérica, los griegos lograron establecer una red de colonias que consolidaron su presencia en el Mediterráneo y facilitaron un intercambio continuo de bienes, ideas y tradiciones con las culturas locales. Este proceso no solo fortaleció el comercio y la economía griega, sino que también contribuyó a la difusión de la civilización helénica más allá de sus fronteras originales.
Las colonias griegas (en rojo) frente a las colonias feno-púnicas (en amarillo). Uploaded by: Maksim. CC BY-SA 3.0. Original file (2,836 × 1,616 pixels, file size: 1.96 MB).
Análisis contemporáneo del proceso de colonización
El proceso de colonización es un fenómeno complejo. Se puede argüir que comenzó como una secuela del colapso de la civilización micénica, como sugiere C. G. Thomas. Según dicho autor, esta civilización se caracterizó por su desunión política: muchos reinos en estado de guerra y elevada competición comercial entre ellos. Opina que la «uniformidad cultural» era consecuencia del boyante comercio. Tras el declive generalizado únicamente unos pocos centros conservaron su población, como Lefkandi y Atenas, en otros por el contrario hubo movimientos migratorios: poblaciones aqueas que se trasladaron a Cilicia y Chipre, que antecedieron al establecimiento de asentamientos griegos en la fértiles llanuras de Asia Menor.
La ciudad de Pompeya, Italia aunque nunca fue una polis griega, cuando los etruscos suponían una amenaza, se alió con los griegos, quienes dominaban la bahía de Nápoles, volviéndose su aliada comercial hasta la dominación romana.
El proceso de colonización griega es un fenómeno multifacético que refleja tanto la adaptación como la expansión de las comunidades helénicas tras el colapso de la civilización micénica. Según el análisis de C. G. Thomas, la colonización fue en parte una respuesta al vacío dejado por la desaparición de los reinos micénicos, caracterizados por su fragmentación política y una intensa competencia comercial. Aunque estos reinos compartían una notable uniformidad cultural gracias a un comercio floreciente, su colapso provocó una dispersión de la población y el surgimiento de nuevas dinámicas de asentamiento.
En este contexto, algunas regiones, como Lefkandi y Atenas, lograron preservar sus estructuras poblacionales y culturales, lo que las posicionó como focos de estabilidad en medio del declive generalizado. Por otro lado, hubo importantes movimientos migratorios, con poblaciones aqueas trasladándose a lugares como Cilicia y Chipre. Estos movimientos precedieron el establecimiento de asentamientos más organizados en las fértiles llanuras de Asia Menor, donde los griegos fundaron ciudades prósperas que consolidaron su presencia en la región.
La colonización no solo fue un acto de supervivencia, sino también un proceso de expansión cultural, económica y política. Las ciudades-estado griegas, buscando nuevas tierras cultivables, recursos y rutas comerciales, establecieron colonias que se convirtieron en nodos importantes en una red marítima que conectaba el Mediterráneo y el Mar Negro. Estos asentamientos, aunque políticamente independientes de las polis madre, mantenían vínculos culturales y religiosos que reforzaban la identidad griega.
Un caso particular que ilustra la interacción de los griegos con otras culturas es el de Pompeya. Aunque no fue una polis griega, Pompeya estableció una alianza estratégica y comercial con los griegos que dominaban la bahía de Nápoles, especialmente cuando los etruscos representaban una amenaza para su seguridad. Este vínculo benefició a ambas partes, permitiendo el intercambio de bienes, ideas y tecnologías hasta que la región cayó bajo el dominio romano.
En términos contemporáneos, el proceso de colonización griega puede entenderse como un ejemplo temprano de globalización en el mundo antiguo. Aunque impulsado por necesidades económicas y demográficas, también reflejó una capacidad notable para adaptarse y coexistir con culturas locales, a menudo asimilándolas o influyéndolas de manera significativa. Este proceso no solo expandió la influencia griega, sino que también facilitó la creación de un espacio cultural común que dejó un legado duradero en la historia del Mediterráneo.
El simbolismo del caballo en la cultura griega
El caballo ocupaba un lugar significativo en la cultura griega, tanto en términos prácticos como simbólicos, y su relevancia trascendía los usos puramente bélicos. Representaba un símbolo de poder, estatus social, y, en muchos casos, tenía connotaciones religiosas y mitológicas que reflejaban su profundo arraigo en la mentalidad y las creencias de los antiguos griegos. A través de diversas manifestaciones culturales, los griegos expresaron su fascinación y respeto hacia este animal, considerándolo tanto un compañero en la guerra como un emblema de fuerza, nobleza y conexión con lo divino.
En el ámbito militar, el caballo desempeñaba un papel crucial, especialmente en la formación de caballería, que se convirtió en una de las fuerzas más prestigiosas de los ejércitos griegos. Los jinetes, a menudo pertenecientes a la aristocracia, eran figuras destacadas en las guerras, y su capacidad para emplear caballos en el combate les otorgaba una ventaja estratégica en el campo de batalla. Además, la posesión de caballos era una señal de riqueza y prestigio, ya que solo las familias acomodadas podían permitirse criarlos y mantenerlos. En este sentido, los caballos simbolizaban el poder y la élite social dentro de la estructura política y económica de las poleis griegas.
Más allá de su uso práctico, los caballos también tenían una profunda carga simbólica en la mitología y la religión griega. Figuras como Pegaso, el caballo alado nacido de la sangre de la Gorgona Medusa, encarnaban el vínculo entre los dioses y los mortales, además de representar la libertad y la inspiración divina. Asimismo, los caballos aparecían frecuentemente en los relatos épicos, como en la Ilíada, donde los carros tirados por caballos desempeñan un papel central en las batallas, enfatizando tanto su utilidad militar como su aura heroica.
En términos religiosos, los caballos tenían asociaciones con diversas deidades, especialmente Poseidón, el dios del mar y los terremotos, quien también era considerado el creador de los caballos. En su aspecto de Poseidón Hipio, el dios era venerado como protector de los caballos y las carreras ecuestres. Las competiciones de carros en los Juegos Olímpicos y otras festividades panhelénicas eran eventos de gran prestigio que no solo celebraban la habilidad humana y la fortaleza equina, sino que también honraban a los dioses, subrayando la conexión sagrada entre los griegos y sus caballos.
El simbolismo del caballo también se extendía al ámbito funerario y heroico. En las tumbas de los aristócratas, se encontraban a menudo imágenes de caballos o incluso restos de estos animales, lo que subrayaba su estatus como compañeros esenciales en la vida y la muerte. En este contexto, los caballos podían representar el paso al más allá o la continuidad de la fuerza y la dignidad del difunto en el mundo de los muertos.
En conclusión, el caballo tenía un significado multifacético en la cultura griega antigua, combinando aspectos prácticos, sociales, religiosos y mitológicos. No solo era una herramienta de guerra o un símbolo de riqueza, sino también un puente entre lo humano y lo divino, un emblema de nobleza y un vehículo de conexión espiritual. Su importancia en la vida cotidiana y en las representaciones culturales de los griegos demuestra su papel como un símbolo integral y poderoso en su civilización.
El denominado Jinete Rampin, una insólita representación de un kuros montado, de interpretación discutida, obra de un escultor ático, hacia el 550 a. C. (24) La corona de hojas de esta escultura, identificadas como de apio, puede indicar su condición de vencedor de los Juegos Nemeos o los Ístmicos; (25) aunque su posible condición de pareja de otra escultura semejante podría indicar que representaban a una pareja de jinetes; que podrían ser los Dióscuroi (Διόσκουροι -«los chicos de Zeus»-, Cástor y Pólux, cuya iconografía incluye a los caballos) o incluso los dos hijos del tirano Pisístrato, tiranos ambos a su vez (Hipias e Hiparco, cuyos nombres les asocian con los caballos -hyppos Ίππος-). Autor: Ricardo André Frantz (Tetraktys). CC BY-SA 3.0.

Ánfora de cerámica de figuras negras que representa a un hippeus (ἱππεύς -«jinete» o «caballero»-) totalmente armado (coraza, lanza, espada y escudo a la espalda), que monta un caballo mientras lleva emparejado otro (la superposición de ambos da la apariencia de ocho patas y dos cabezas, como en la plástica egipcia). Frente a él, un hoplita con su krános (κράνος -«casco»-), aspis (ἀσπίς -«escudo»-) y knêmis (-«grebas»-, la protección de las pantorrillas), portando dos doru (δόρυ -«lanza»-). Tras el caballo, un anciano arenga al jinete. Ánfora ática de cerámica de figuras negras atribuida al llamado Pintor de Princeton. Hacia 550 a. C. Foto: Marie-Lan Nguyen y un autor más. Dominio Público. Original file (2,260 × 1,700 pixels, file size: 2.46 MB).
El llamado auriga de Delfos es la representación del tirano Polizalos de Gela, vencedor en la carrera de cuádrigas de los Juegos Píticos del año 474 a. C. Los aurigas (palabra latina para los conductores de los carros o «cocheros» -en griego heniochus, ηνίοχος-) se identifican con Automedonte, el que dirigía el carro de Aquiles. Otro entre los griegos era Eurimedonte (el de Agamenón). Entre los troyanos estaban Cebriones (el de Héctor) y Pándaro (el de Eneas). La presencia de aurigas es muy abundante en otros episodios mitológicos, como es el caso de Mirtilo. Copyright © 2004 David Monniaux – Photo taken by myself. CC BY-SA 1.0. Original file (1,307 × 2,571 pixels, file size: 393 KB).
A pesar de que las leyes de Solón formaron la clase de los hippeis (ἱππεῖς, el plural de hippeus) compuesta por los ciudadanos que podían suministrar un caballo de guerra, la utilización de la caballería no tuvo importancia hasta la época de Alejandro Magno (finales del siglo IV a. C.) Aunque la cría de caballos (hippotrophia ἱπποτροφια) era considerada un rasgo aristocrático, el uso de los mismos para la monta era considerada en la Grecia arcaica una habilidad fuera de lo común, propia de acróbatas o de domadores, y combatir a caballo era considerado menos digno que hacerlo a pie. (27) En cambio, los tracios, aliados de los troyanos son presentados en la Ilíada como expertos jinetes: un epíteto homérico asociado a los tracios es hippopólon (ἱπποπόλων -«pastores de caballos», traducido también como «diestros jinetes»-). A los troyanos, y especialmente a Héctor, se les caracteriza como hippodámoio (ἱπποδάμοιο -«domador de caballos»-), mientras que para algunos de los griegos se utiliza el epíteto de hippokéleuthe (ἱπποκέλευθε -«conductor de caballos», traducido también como «caballero»-). (28)
Ὣς οἵ γ’ ἀμφίεπον τάφον Ἕκτορος ἱπποδάμοιο.Así celebraron las honras de Héctor, domador de caballos.Último verso de la Ilíada.
Conflictos sociales y políticos
Originariamente, cada una de las polis era gobernada por un rey (basileos, βασιλεύς), aunque el poder efectivo estaba en una poderosa clase dirigente de familias nobles, que mantenían una altísima opinión de sí mismas (aristoi, ἄριστοι -«los mejores»-, de areté, αρετή -«excelencia», «perfección» o «virtud»-, eupatrídai, εὐπατρίδαι -«los bien nacidos»-, kaloi kagathoi, (29) καλοι κἀγαθοι -«los bellos y los buenos»-) y ejercían una verdadera oligarquía (ὀλιγαρχία -«gobierno de unos pocos»-) o aristocracia (ἀριστοκρατία, aristokratía -«gobierno de los aristoi»-) sobre una base popular de campesinos y artesanos (demos, δeμος -«pueblo»-), a los que se consideraban destinados a dirigir. Las alteraciones de ese orden sociopolítico tradicional, especialmente las que pretendían equiparar a hoi polloi (οἱ πολλοί -«los muchos»-) frente a hoi oligoi (οἱ ὀλιγοί -«los pocos»-) eran vistas como una subversión del propio orden moral, que solo podría provenir de hoi kakoi (οἱ κακοί -«los malos»-). (30)
Los reyes fueron desapareciendo, sustituidos por magistrados elegidos (arcontes ἄρχοντες -de ἀρχε, «gobierno»-), en todas las polis, excepto Esparta y Argos. (31) Los aristoi mantenían sus privilegios gracias a la posesión de grandes propiedades territoriales y a su función militar (prestigiada por su identificación con los héroes míticos -ἥρως- y la posesión de un caro equipo de armas, carros y caballos, inaccesible a los demás), que les permitía enriquecerse y consolidar su poder mediante las continuas guerras entre polis y familias rivales, que les proporcionaban botín de guerra y esclavos (doulos, δοῦλος). La presión de la aristocracia sobre los campesinos era tan grande que muchos se endeudaban, perdiendo sus terruños y arruinándose hasta el punto de verse obligados a emigrar o convertirse en esclavos. Paulatinamente se fue conformando un modo de producción esclavista. La navegación no era una novedad, pero se intensificó de forma notable junto con los intercambios comerciales, que incorporaron la reciente innovación de la moneda, cada vez eran más dinámicos y se realizaban a mayor distancia. Una nueva clase media de comerciantes y navieros enriquecidos (no pocos de ellos aristócratas) cada vez tenía más peso en la vida socioeconómica de los principales centros portuarios. (1)
Leyes de Gortina, de época arcaica (siglo VI a. C.), inscritas en piedra en estilo bustrofedon a mediados del siglo V a. C. Autor foto: PRA. CC BY-SA 3.0. Original file (2,012 × 1,852 pixels, file size: 1,017 KB).
Las Leyes de Gortina representan uno de los códigos legales más importantes y mejor preservados de la antigua Grecia. Inscritas en piedra en la ciudad de Gortina, en la isla de Creta, a mediados del siglo V a. C., constituyen un testimonio excepcional de las prácticas legales y sociales de la época arcaica. Este código, grabado en estilo bustrofedon, donde las líneas alternan su dirección de lectura de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, refleja la complejidad de las estructuras jurídicas en una sociedad que intentaba regular de manera sistemática diversos aspectos de la vida comunitaria.
El código aborda una amplia gama de temas legales, incluyendo el matrimonio, el divorcio, la herencia, la esclavitud, y los derechos de propiedad, entre otros. Una característica destacable es su énfasis en proporcionar procedimientos legales claros y específicos para resolver disputas, lo que sugiere un intento de institucionalizar la justicia y garantizar cierto grado de equidad en la resolución de conflictos. Por ejemplo, las Leyes de Gortina contienen disposiciones detalladas sobre los derechos de las mujeres, tanto libres como esclavas, en cuestiones de matrimonio y divorcio, lo que es notable en una época en que las sociedades griegas generalmente otorgaban un papel más subordinado a las mujeres.
El contexto social y político en el que se elaboraron las Leyes de Gortina es crucial para comprender su significado. Durante el periodo arcaico, Grecia estaba marcada por tensiones sociales y políticas derivadas del crecimiento demográfico, la colonización y las transformaciones económicas. Estas tensiones a menudo generaban conflictos internos entre diferentes grupos sociales, como la aristocracia, los campesinos y los esclavos. El establecimiento de un código legal como el de Gortina puede interpretarse como un esfuerzo por estabilizar la sociedad y legitimar el poder de las élites al proporcionar un marco jurídico que regulase la convivencia y limitase los abusos.
Además, el código refleja el carácter único de las ciudades-estado griegas, donde cada polis desarrollaba sus propias leyes y normas, adaptadas a sus necesidades particulares. Las Leyes de Gortina son un ejemplo de cómo una comunidad buscaba equilibrar las diferencias sociales y prevenir el caos mediante el establecimiento de un conjunto de reglas ampliamente aceptadas. Su inscripción en piedra y en un lugar público no solo simbolizaba la permanencia y la autoridad de la ley, sino que también garantizaba su accesibilidad para los ciudadanos, promoviendo una cultura de transparencia legal.
En términos históricos, las Leyes de Gortina son fundamentales para entender las raíces del derecho en la civilización occidental. Aunque no forman parte de un sistema jurídico unificado como el que desarrollaron los romanos más tarde, este código proporciona información invaluable sobre la evolución del pensamiento legal y las prácticas sociales en la Grecia arcaica. Su enfoque en cuestiones concretas y prácticas, junto con su énfasis en los procedimientos, demuestra un nivel avanzado de organización legal que influyó en las tradiciones jurídicas posteriores.
En resumen, las Leyes de Gortina son un testimonio de los esfuerzos de las comunidades griegas arcaicas por establecer un orden social y legal en un contexto de cambios y conflictos. Su importancia radica no solo en su contenido legal, sino también en lo que revelan sobre las dinámicas sociales, las tensiones políticas y el pensamiento jurídico de la época. Representan un puente entre las tradiciones orales y las formas más sistemáticas de codificación legal que se desarrollarían en los siglos posteriores.
ὠς γὰρ δήποτ’ Ἀριστόδαμον φαῖσ’ οὐκ ἀπάλαμνον ἐν Σπάρται λόγονεἴπην, χρήματ’ ἄνηρ, πένιχρος δ’ οὐδ’ εἲς πέλετ’ ἔσλος οὐδὲ τίμιος
Aristodemo de Cumas no habló neciamente una vez en Esparta cuando dijo
«El dinero hace al hombre», y ningún pobre es noble ni tenido en honor»
Alceo de Lesbos, fragmento 360.
Los cambios sociales iban tensionando las antiguas estructuras políticas, produciéndose continuos enfrentamientos internos dentro de cada polis y entre unas polis y otras, en lo que se ha denominado stasis (στάσις). (33) Desde mediados del siglo VII a. C. fueron apareciendo aristócratas conscientes de la necesidad de aplicar ideas diferentes a la organización sociopolítica tradicional. Los más prestigiosos han pasado a la historia como legisladores (νομοθετης -nomothetos-), (34) muchos de ellos mitificados, como Licurgo de Esparta. Las sucesivas reformas legislativas de los atenienses Dracón, Solón y Clístenes institucionalizaron un complejo sistema político conocido como isonomía (ἰσονομία -«igualdad ante la ley»-) o democracia (δημοκρατία -el «gobierno del demos»-). Los más denostados han pasado a la historia como tiranos (τυραννος), término hoy cargado de carga peyorativa, pero que en la época designaba a los líderes populares de origen aristocrático que no alcanzaban el poder mediante la ley (nomos, νόμος), por los procedimientos tradicionales ni por derecho de nacimiento, sino mediante revueltas populares, golpes de estado, intervenciones extranjeras o intrigas palaciegas; y se mantenían en él, bien por la legitimidad de ejercicio que les daba su prestigio e influencia en las capas populares, cuyos intereses defendían (o al menos decían defender, con posturas demagógicas -δημαγωγία, demagogia: «guiar al demos»-, que se oponían a los abusos oligárquicos emprendiendo reformas de contenido igualitarista), o bien por la continuidad en la imposición por la fuerza, la represión y la intimidación.
Tyrannoktónoi (Τυραννοκτόνοι -«los matadores del tirano» o «los tiranicidas»-). Harmodio y Aristogitón asesinaron al tirano Hiparco de Atenas (hijo de Pisístrato) el año 514 a. C., y fueron muertos por ello (en el acto Harmodio, y Aristogiton tras ser torturado). Las estatuas en su honor, encargadas a Antenor por Clístenes, fueron erigidas el 509 a. C., tras la deposición de Hipias (hermano de Hiparco). Destruidas en la invasión persa (480 a. C.), se realizaron de nuevo, por Critio y Nesiotes, hacia el año 477 a. C. Autor: Kritios. Statue of Harmodius and Aristogeiton, Roman copy of Greek bronze, Naples National Archaeological Museum. CC BY-SA 3.0.

Tiranos famosos por sus logros sociales y políticos fueron Fidón de Argos (el más antiguo de los tiranos, que introdujo en Argos, por primera vez en Grecia, la formación militar clave de la antigüedad: la falange hoplítica, que «democratizó» la defensa de la polis -hacia el 720 a. C.-), (35) Cípselo de Corinto, Polícrates de Samos y Pisístrato de Atenas. Los tiranos favorecieron el comercio a larga distancia y eximieron a los pequeños campesinos de pesadas cargas impositivas. Al mismo tiempo reorganizaron las instituciones políticas, impulsando la participación ciudadana, sin que ello significara ningún tipo de derechos a grandes capas de la población, a los que no se concedía ningún tipo de derechos políticos: las mujeres, los metoikos (μετοίκος, metecos -«extranjeros»-, muy abundantes en muchas ciudades) y los esclavos. El sistema social espartano era muchísimo más rígido, regulado por la Megale Retra (Μεγάλη Ῥήτρα -«gran dicho» o «gran proclamación», pues se suponía pronunciado por el oráculo de Delfos a petición de Licurgo-) con los homoioi (ὅμοιοι -«iguales»- o espartiotas -ςπαρτιάται-) en la cúspide (pero sujetos a fortísimas restricciones socioeconómicas), los periokoi (περίοικοι -«alrededor de la casa»-, periecos) como clase media sin derechos y los ilotas o eilotes (εἵλωτες -«provenientes de Helos» o bien «los que han sido capturados»-) como campesinos reducidos a una fuerte servidumbre, aunque no esclavos.
Véanse también: Economía en la Antigua Grecia, Esclavitud en la antigua Grecia, Historia de las instituciones en la Antigua Grecia, Liturgia (Antigua Grecia) y Derecho de la Antigua Grecia.
La Grecia arcaica fue un periodo de transformación política y social que sentó las bases de las instituciones que caracterizarían a las polis en la época clásica. Durante este tiempo, las ciudades-estado griegas desarrollaron sistemas políticos diversificados para abordar los crecientes conflictos sociales y económicos derivados de la expansión territorial, la colonización y los cambios económicos. El sistema político jugó un papel crucial en la resolución de los conflictos sociales, especialmente mediante la creación de instituciones que buscaban equilibrar los intereses de las distintas clases sociales y mitigar las tensiones internas.
En este contexto, los magistrados ocuparon un lugar central en la administración de la justicia y la impartición de la ley. Estas figuras, conocidas bajo diversos nombres según la polis, como los arcontes en Atenas o los éforos en Esparta, eran responsables de interpretar y hacer cumplir las leyes, supervisar la administración del estado y, en muchos casos, liderar ejércitos en tiempos de guerra. Su autoridad estaba limitada por la necesidad de responder a las demandas de los ciudadanos más poderosos, generalmente la aristocracia, pero también por las crecientes presiones de las clases medias y bajas, que buscaban mayor representación y justicia.
En términos de poder político, las decisiones más importantes en la mayoría de las polis recaían en la élite aristocrática, especialmente durante las primeras etapas del periodo arcaico. Estas élites controlaban las tierras más fértiles, el comercio y las posiciones clave en el gobierno. Sin embargo, las dinámicas de poder comenzaron a cambiar con el crecimiento del comercio, la colonización y la aparición de una clase media más acomodada que exigía acceso a las instituciones políticas. Esto condujo a la implementación de reformas que limitaban el poder aristocrático, como las de Dracón y Solón en Atenas, que buscaban reducir los conflictos mediante la codificación de leyes y la creación de nuevos organismos para la participación ciudadana.
El surgimiento de los tiranos es una de las características más destacadas de esta época. En muchas polis, las tensiones sociales permitieron a líderes carismáticos, generalmente provenientes de la aristocracia, asumir el poder absoluto con el apoyo de las clases bajas y medias, descontentas con las políticas tradicionales. Aunque los tiranos a menudo son vistos negativamente, en muchos casos su gobierno facilitó reformas significativas, como la redistribución de tierras, el apoyo a la colonización y el patrocinio de obras públicas. Estas acciones no solo mejoraron las condiciones de vida de las clases populares, sino que también consolidaron la polis como unidad política.
La relación entre la democracia y la tiranía es compleja y evolutiva. En algunas ciudades, la caída de los tiranos creó el espacio para el desarrollo de sistemas democráticos, como ocurrió en Atenas tras la expulsión de los Pisistrátidas. Sin embargo, el concepto de democracia en esta etapa estaba lejos de lo que entendemos hoy en día. Se limitaba principalmente a los ciudadanos varones libres, excluyendo a mujeres, esclavos y metecos. Aun así, la democratización marcó un cambio significativo hacia una mayor participación en las decisiones políticas, con instituciones como la asamblea popular y los tribunales de justicia.
En última instancia, el sistema político en la Grecia arcaica estaba profundamente interconectado con la resolución de conflictos sociales y políticos. La creación de leyes escritas, la mediación de los magistrados, la instauración de reformas y la aparición de sistemas más inclusivos reflejan el esfuerzo continuo por mantener la estabilidad en un periodo de cambios significativos. Estas dinámicas también subrayan cómo los griegos experimentaron con diversas formas de gobierno para encontrar soluciones a los desafíos de su tiempo, dejando un legado que influiría profundamente en el pensamiento político occidental.
Pensamiento, cultura y arte
El desarrollo económico, social y político tuvo su reflejo en el mundo de la cultura y del arte, hasta tal punto que las manifestaciones intelectuales que caracterizan al periodo han permitido a la historiografía calificarlo con denominaciones espectaculares, como «renacimiento del siglo VIII», «renacimiento arcaico» o «revolución arcaica». (37).
El periodo arcaico de Grecia, que abarca aproximadamente desde el siglo VIII al VI a. C., es considerado por muchos historiadores y estudiosos un auténtico renacimiento cultural y artístico. Este calificativo de «renacimiento» se justifica por el profundo cambio y florecimiento que se dio en múltiples aspectos de la vida intelectual, artística y social de los griegos tras el llamado «período oscuro», una época de declive tras la caída de la civilización micénica. Este resurgimiento cultural no solo supuso una revitalización de las tradiciones anteriores, sino que marcó el inicio de nuevas formas de expresión que sentaron las bases de la cultura griega clásica y, por ende, de la civilización occidental.
El renacimiento arcaico se manifestó en diversos campos. En primer lugar, en el pensamiento y la literatura se produjo la creación de las primeras epopeyas de la tradición griega: la Ilíada y la Odisea atribuidas a Homero. Estas obras no solo sirvieron para preservar relatos míticos y heroicos, sino que establecieron un marco ético y cultural compartido entre las distintas polis griegas, proporcionando una identidad común. Asimismo, Hesíodo, con obras como Los trabajos y los días y La Teogonía, ofreció visiones sobre la estructura del cosmos y la vida cotidiana, además de reflexionar sobre el orden social y la justicia.
En el ámbito del arte, el periodo arcaico fue testigo de innovaciones significativas que lo diferencian del periodo anterior. La escultura evolucionó de las formas rudimentarias de los siglos oscuros hacia las figuras monumentales conocidas como kouroi y korai, representaciones idealizadas de jóvenes masculinos y femeninos que servían para honrar a los dioses, adornar santuarios o conmemorar a los muertos.
Estas esculturas muestran un creciente interés por la anatomía humana y un avance técnico en la representación de proporciones y movimiento, aunque aún mantienen cierta rigidez y frontalidad.
En la arquitectura, se consolidaron las bases de los órdenes dórico e jónico, estilos que marcaron la construcción de templos dedicados a los dioses. Estos templos, como el de Hera en Olimpia o el de Apolo en Corinto, reflejan no solo avances técnicos en la construcción con piedra, sino también una creciente religiosidad y un sentido de cohesión comunitaria. Los templos eran el epicentro de la vida religiosa y cultural de las polis, y su diseño monumental buscaba impresionar tanto a los mortales como a los dioses.
El desarrollo de la cerámica fue otro ámbito destacado. Los griegos perfeccionaron las técnicas de decoración geométrica heredadas del periodo oscuro, pero pronto introdujeron estilos más complejos, como el de figuras negras y, posteriormente, el de figuras rojas. Estas innovaciones permitieron narrar mitos y escenas de la vida cotidiana con un detalle y una vivacidad que no tenían precedentes, convirtiendo los vasos en auténticos testimonios visuales de la cultura griega.
Este renacimiento arcaico también estuvo influido por el contacto con otras culturas del Mediterráneo. A través del comercio y la colonización, los griegos intercambiaron ideas y técnicas con fenicios, egipcios y pueblos del Cercano Oriente. De estas interacciones surgieron influencias palpables, como el uso del alfabeto fenicio adaptado al griego, que revolucionó la escritura y facilitó la difusión del conocimiento y la literatura.
En términos políticos y sociales, el renacimiento arcaico fue también un periodo de consolidación. Las polis no solo se afirmaron como unidades políticas, sino que también se convirtieron en centros culturales donde las competiciones atléticas, los festivales religiosos y las asambleas cívicas reforzaban el sentido de comunidad. El desarrollo de instituciones políticas más complejas y la creciente especialización económica impulsaron una mayor inversión en actividades culturales y artísticas.
En conclusión, el periodo arcaico griego puede considerarse un auténtico renacimiento, ya que marcó un punto de inflexión tras un tiempo de declive. Las innovaciones en el pensamiento, la literatura, el arte, la arquitectura y la política reflejan un profundo cambio en la forma en que los griegos concebían el mundo, su lugar en él y sus relaciones con los demás. Este periodo sentó las bases para la edad clásica, una época que llevaría estas ideas y formas a su máxima expresión y consolidaría el legado cultural griego para la posteridad.
Estilo arcaico. Arquitectura
La arquitectura del periodo arcaico en Grecia, que se desarrolló entre los siglos VIII y VI a. C., marca un momento crucial en la historia del arte y la construcción, pues sentó las bases de las formas arquitectónicas que posteriormente se perfeccionaron durante la época clásica. Este periodo se caracteriza por la consolidación de los órdenes arquitectónicos dórico y jónico, que se convertirían en los pilares fundamentales de la arquitectura griega y una referencia cultural para la posteridad. Además de su importancia técnica y estilística, la arquitectura arcaica refleja las transformaciones políticas, sociales y religiosas de las polis griegas, evidenciando la transición de una estructura social basada en la aristocracia hacia modelos más participativos y cívicos.
Una de las características más sobresalientes de la arquitectura arcaica es el desarrollo de los templos monumentales. Estos edificios, dedicados a los dioses, no solo eran centros religiosos, sino también símbolos del poder y la cohesión de las polis. Los templos estaban construidos generalmente en piedra, marcando una evolución respecto al uso anterior de materiales más perecederos como la madera y el adobe. Este cambio hacia la piedra permitió una mayor durabilidad y complejidad en los diseños, así como la creación de elementos decorativos esculpidos, como frisos y metopas, que relataban escenas mitológicas o heroicas.
El orden dórico, que se desarrolló principalmente en el Peloponeso y las colonias occidentales, es característico por su austeridad y robustez. Las columnas dóricas, que no tienen base y se alzan directamente sobre el estilóbato, poseen fustes estriados y un capitel simple compuesto por un equino y un ábaco. Este orden transmitía una sensación de solidez y severidad que reflejaba los valores tradicionales de las comunidades griegas. Los templos dóricos más destacados incluyen el templo de Hera en Olimpia y el templo de Apolo en Corinto.
Por otro lado, el orden jónico, que floreció en las islas del Egeo y Asia Menor, es reconocido por su mayor esbeltez y refinamiento decorativo. Las columnas jónicas, más altas y delgadas, se caracterizan por su base decorada y un capitel ornamentado con volutas. Este estilo reflejaba una sensibilidad estética más detallista y una influencia oriental más marcada, debido al contacto de las ciudades jónicas con las culturas del Cercano Oriente. Un ejemplo emblemático de la arquitectura jónica arcaica es el templo de Artemisa en Éfeso, considerado una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.
Además de los templos, otros elementos arquitectónicos relevantes del periodo arcaico incluyen los altares, los tesoros votivos y las estructuras destinadas a actividades cívicas, como los stoas. Estas últimas, galerías porticadas abiertas, comenzaron a aparecer en esta época y jugarían un papel importante en la vida pública y comercial de las polis en etapas posteriores. Aunque la mayoría de los esfuerzos arquitectónicos se concentraron en las construcciones religiosas, también se observa el inicio de una planificación urbana más consciente, especialmente en las colonias, donde los asentamientos seguían patrones organizados que reflejaban las necesidades tanto religiosas como prácticas.
La decoración arquitectónica durante el periodo arcaico fue un elemento central para enfatizar la monumentalidad de los edificios. Los frontones y frisos de los templos a menudo estaban adornados con esculturas que representaban escenas mitológicas, episodios históricos o temas simbólicos relacionados con la polis. Estas representaciones no solo embellecían las estructuras, sino que también servían para educar e inspirar a la comunidad, reforzando su identidad cultural y religiosa.
En conclusión, la arquitectura arcaica griega es un reflejo del desarrollo cultural y social de las polis durante este periodo de transformación. Sus templos monumentales, con los órdenes dórico y jónico como principales innovaciones, sentaron las bases de una tradición arquitectónica que influiría profundamente en la historia del arte occidental. La transición hacia el uso de la piedra, la complejidad de los diseños y el valor simbólico y funcional de los edificios destacan como características esenciales de esta época, marcando el inicio de una era en la que la arquitectura no solo cumplía un propósito práctico, sino que también se convertía en un medio para expresar las aspiraciones y valores de una sociedad en pleno auge.
Elementos arquitectónicos del Heraion de Samos, un santuario cuyas construcciones iniciales datan del siglo VIII. El edificio principal, de Reco y Teodoro de Samos (mediados del VI a. C.), se considera el primer gran templo de orden jónico; fue destruido por un terremoto diez años después de su construcción. Autor: Ori~-. CC BY-SA 3.0.
El Hereo de Samos fue un santuario dedicado a la diosa Hera en el sur de la isla de Samos. El templo está enfrente del altar de Hera en su santuario. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco junto al cercano Pitagoreo y el Túnel de Eupalino en 1992.
Estaba situado en la cuenca baja y pantanosa del río Ímbraso, cerca de su desembocadura en el mar. El templo arcaico tardío del santuario fue el primero de los gigantescos templos jónicos exentos, pero sus predecesores en este lugar se remontan al periodo geométrico del siglo VIII a. C., o antes. El emplazamiento de las ruinas del templo, con su única columna en pie, fue designado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, junto con el cercano Pitagoreo en 1992.
Ver en wikipedia: Hereo de Samos

Frontón del templo de Artemisa en Córcira (Corfú), con Gorgona flanqueada por leones. Hacia 580 a. C. (38). Autor: I, Dr.K. Una versión arcaica de Medusa en el frontón de un templo de Corfú. Museo arqueológico de Corfú. C BY-SA 3.0.
El Templo de Artemisa es un templo griego del período arcaico en Corfú, Grecia, construido alrededor del año 580 a. C. en la antigua ciudad de Corquira, en lo que hoy se conoce como el suburbio de Garitsa. El templo fue dedicado a Artemisa. Es conocido como el primer templo dórico construido exclusivamente con piedra. También se considera el primer edificio que incorpora todos los elementos del estilo arquitectónico dórico. Muy pocos relieves de templos griegos del período arcaico han sobrevivido, y los grandes fragmentos del grupo del frontón son las primeras supervivencias significativas.
El templo era un edificio períptero con una configuración seudodipteral. Su perímetro era rectangular, con un ancho de 23,46 m y una longitud de 49 m, con orientación hacia el este para que la luz pudiera entrar en el interior del templo al amanecer. Fue uno de los templos más grandes de su época.
La metopa del templo probablemente estaba decorada, ya que en las antiguas ruinas se encontraron restos de relieves que mostraban a Aquiles y Memnon. El templo ha sido descrito como un hito de la arquitectura griega antigua y una de las 150 obras maestras de la arquitectura occidental. La arquitectura del templo de Corfú puede haber influido en el diseño de una estructura de santuario arcaico que se encuentra en St. Omobono en Italia, cerca del Tíber en la Antigua Roma, en la época de los etruscos, que incorpora elementos de diseño similares. Si todavía hubiese estado en uso en el siglo IV, el templo habría sido cerrado durante la persecución de los paganos en el Imperio Romano, cuando los emperadores cristianos emitieron edictos que prohibían el culto no cristiano. Guillermo II de Alemania participó en las excavaciones en el sitio del antiguo templo mientras estaba de vacaciones en su palacio de verano de Achilleion en Corfú y mientras Europa se preparaba para la guerra. (…)
- Cruickshank, Dan (2000). Architecture: 150 Masterpieces of Western Architecture. New York, NY: Watson-Guptill Publications. ISBN 0-8230-0289-6.
- Darling, Janina K. (2004). Architecture of Greece. Westport, CT: Greenwood Publishing Group. ISBN 0-313-32152-3.
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La arquitectura griega fijó las formas del templo, que se fue desarrollando en las acrópolis (ακρόπολις) o ciudadelas elevadas de cada ciudad; así como en los santuarios panhelénicos. Los propiamente panhellénikós (πανελληνικός -«de todos los griegos»-), celebraban juegos (agónes αγώνες -«contienda», «desafío», «disputa»-), donde competían atletas y aurigas en representación de sus polis, en una sublimación de la violencia en lo sagrado que convertía a los vencedores en héroes o semidioses, por lo que adquirían el derecho a ser representados en estatuas; y acumulaban riquísimas ofrendas, guardadas en lujosos edificios, levantados a costa de cada polis (los thesaurós θησαυρός). Aunque había muchos otros juegos en honor de otras divinidades o en otras polis (como los Panatenaicos de Atenas), se destacaban cuatro, no por el premio ofrecido (unas olivas, o una corona de hojas de laurel), sino por el prestigio que daba la concurrencia periódica (cada dos o cuatro años) de gentes de toda la Hélade: el de Apolo en Delfos (donde se celebraban los Juegos Píticos y se hallaba el manteio -μαντείο, el oráculo de la Pitia-, que en la época arcaica superó en prestigio al mucho más antiguo oráculo de Dodona), el de Zeus en Olimpia (del que solo quedan ruinas, donde se celebraban los Juegos Olímpicos), el de Poseidón (39) en Istmia (del que solo quedan los cimientos, donde se celebraban los Juegos Ístmicos) y el de Zeus (40) en Nemea (del que quedan unos restos de época helenística, donde se celebraban los Juegos Nemeos). Sin ser estrictamente panhelénicos, también alcanzaron un enorme prestigio en toda la Hélade otros santuarios: el de Hera en Samos (Ἥραιον, Heraion, el primer gran ejemplo de orden jónico -Reco y Teodoro de Samos-, donde se celebraba la enigmática hierogamia ἱερός γάμος) o el de Artemisa en Éfeso (Ἀρτεμίσιον, Artemision, el segundo gran ejemplo del orden jónico, que entró en el catálogo de las siete maravillas del mundo). (41)
Templo de Hera (Paestum)
El Heraion de Posidonia, un templo griego de orden dórico, en una ciudad de la Magna Grecia conocida posteriormente por el nombre romano de Paestum. Hacia 550 a. C. Original file (1,200 × 1,600 pixels, file size: 830 KB).
El templo de Hera I o Hereo de Paestum (en italiano: Basilica de Paestum), la antigua Posidonia griega, construido alrededor de 530 a. C. por colonos griegos, es el templo más antiguo que sobrevive en la antigua ciudad grecorromana. Edificio robusto, sobrio, las columnas gruesas con grandes ábacos y equinos. Los arqueólogos del siglo XVIII, lo llamaron «la Basílica», porque creyeron erróneamente que era un edificio romano. Una basílica en la época romana era un edificio civil, no religioso. El estudio de sus inscripciones reveló que allí se adoraba a la diosa Hera. Más tarde, se descubrió un altar al aire libre, en la parte delantera del templo, lugar usual donde situaban los antiguos griegos los altares para que los fieles pudiesen asistir a los ritos y sacrificios, sin entrar en la cella.
Los templos de Hera en Paestum, por Y. Gianni, 1893.
Justo al sur de las murallas de la ciudad, en un sitio todavía llamado Santa Venera, se encontró en el santuario, una serie de pequeñas estatuillas de ofrendas de desnudos femeninos en terracota que llevan el polos, el tocado de las diosas de Anatolia y Siria, que datan de la primera mitad del VI a. C.; otras similares han sido encontrados en otros santuarios de Paestum durante las excavaciones de la década de 1980, aunque estas figuras son muy poco habituales en el Mediterráneo occidental. El témenos al aire libre se estableció al principio de la ocupación griega: y no se construyó ningún templo hasta principios del siglo V a. C.
Una diosa desnuda es una figura extraña a la cultura griega antes de la famosa Afrodita Cnidia de Praxíteles en el siglo IV a. C. Las analogías iconográficas pueden buscarse en el culto a la fenicia Astarté y la chipriota Afrodita. «En lugares donde los griegos y fenicios entraron en contacto, a menudo existe una superposición de personas entre las dos deidades». En la época romana, las inscripciones encontradas dejan claro que el culto se reservó a la diosa Venus.
La lista de los templos importantes sería inacabable (templo de las Musas en Helicón -de hecho, todo el monte Helicón estaba dedicado a ellas, al igual que el monte Parnaso, pero de un modo más tangible a la forma en que el monte Olimpo lo estaba a los principales dioses-, templo de Démeter en Eleusis, templo de Apolo en Dídima, templos de Poseidón -en Halicarnaso, en Ege, en Calauria, en Atenas-, templo de Artemisa -en Carje, en Esparta-, templos de Afrodita -en Cnido, en Lindos, en Citerea-, templos de Hermes -en Imbros, en Samotracia, en Lemnos-, templos de Hera -en Micenas, en Argos, en Figalia, en Esparta-, templo de Ares en Esparta, templos de Dionisos -en Naxos, en Chios, en Atenas-, templos de Asclepio -en Cos, en Epidauro, que alcanzarían mucho mayor prestigio en épocas posteriores-),(43) algunos de ellos formando una relación espacial definida, como el «Triángulo Sagrado» entre el Parthenón (Παρθενών -templo «de la virgen», es decir, de Atenea-, en la Acrópolis de Atenas), el Soúnion (Σούνιονy, en el promontorio desde el que Egeo se arrojó al mar) y el templo de Afaia en Egina. (44)
La forma del templo griego derivaba del megaron (μέγαρον) micénico: esencialmente una planta rectangular cubierta con tejado a dos aguas, con los elementos estructurales de madera. Con la misma estructura se han encontrado restos de un templo de la Época Oscura en Lefkandi (Eubea), y los primeros restos encontrados del Heraion de Samos (mediados del siglo VIII a. C.) son similares. La «petrificación» de los elementos del templo se fue produciendo paulatinamente (columnas -cuyo fuste mantiene el recuerdo vegetal con las estrías o el acanalamiento-, vigas -que producen los remates exteriores de triglifos y metopas-, arquitrabes, cornisas, etc.), siendo el ejemplo más evidente el Heraion de Olimpia (hacia el Una de las razones que impulsaron el cambio fue la generalización de las tejas de cerámica en sustitución de la cubierta de paja y ramas, y que se produjo en Corinto en el siglo VII a. C. Uno de los primeros fue el Thermón (Θερμον, templo de Apolo en Thermos, Etolia, hacia el 630 a. C.). El peso, muy superior, obligaba a disminuir la pendiente del tejado, y terminó por definir las proporciones definitivas del frontón que resultan tan armónicas. En las distintas zonas de la Hélade se definieron los estilos dórico (más sobrio y macizo) y jónico (más esbelto y decorativo). (46)
Triglifos y metopas del friso del Templo C de Selinunte, dedicado a Poseidón. Hacia 580 a. C. Las esculturas representan el carro de Helios, la decapitación de Medusa por Perseo (que lleva las sandalias aladas -talaria en latín, arbulóptera άρβυλόπτερα en griego- y el pétasos πέτασος de Hermes) y a Heracles capturando a los Cercopes. (42) Foto: Bjs – CC0. Original file (1,840 × 1,232 pixels, file size: 1.74 MB).
Nota: Triglifos y metopas.
Los triglifos y metopas son elementos característicos del friso del orden dórico, uno de los estilos arquitectónicos fundamentales desarrollado durante la época arcaica en Grecia. Estos componentes decorativos desempeñaron un papel esencial en la estética y la estructura visual de los templos y otros edificios de este periodo. El friso dórico, situado entre el arquitrabe y la cornisa, está dividido en una secuencia alternada de triglifos y metopas, creando un ritmo visual que es distintivo de este orden arquitectónico.
Un triglifo es un bloque rectangular decorado con tres bandas verticales, dos en relieve y una central más profunda, que simula la apariencia de vigas de madera talladas. Estas bandas recuerdan la tradición constructiva anterior en madera, cuando las vigas expuestas cumplían una función estructural. En la arquitectura de piedra, los triglifos adquirieron un papel meramente decorativo, pero conservaron su ubicación en los extremos de cada intercolumnio, es decir, entre cada par de columnas, así como al inicio y al final del friso. Este elemento simbolizaba la herencia constructiva griega, vinculando las innovaciones de la arquitectura arcaica con sus raíces más antiguas.
Por otro lado, las metopas son paneles rectangulares situados entre los triglifos. A menudo estaban decoradas con relieves escultóricos que representaban escenas mitológicas, episodios históricos o temas simbólicos, aunque en algunos casos eran lisas. Estas representaciones visuales servían tanto para embellecer el edificio como para narrar historias relacionadas con los dioses, héroes o hazañas de la polis, reforzando la identidad cultural y religiosa de la comunidad. Las metopas también ofrecían una oportunidad para que los artistas griegos experimentaran con la escultura en relieve, logrando un equilibrio entre los elementos arquitectónicos y decorativos.
En conjunto, los triglifos y las metopas creaban un patrón rítmico en el friso que contribuía a la armonía y proporción del diseño arquitectónico. Este sistema decorativo no solo enfatizaba la horizontalidad del edificio, sino que también ofrecía una conexión visual y conceptual con las tradiciones constructivas y los valores estéticos griegos. Ejemplos destacados de templos que incorporan triglifos y metopas en sus frisos incluyen el templo de Hera en Olimpia y el Partenón en la Acrópolis de Atenas, aunque este último pertenece a una etapa posterior que perfeccionó las innovaciones iniciadas en la época arcaica. Estos elementos siguen siendo un símbolo icónico de la arquitectura griega clásica y su legado cultural.
Templo de Hera en Olimpia
El templo de Hera o Hereo es un templo griego arcaico construido alrededor del año 590 a .C. Situado en la zona norte, la más sagrada, del Altis (la «arboleda sagrada» rodeada por una pérgola), este pequeño templo está junto al Metroo (templo de Cibeles), mientras que el templo de Zeus está situado al sur. Los templos de Hera y Zeus se contentan con enmarcar el antiguo altar de ceniza, que siempre ha seguido siendo el fundamento del culto en el santuario de Olimpia.
Historia
El Templo de Hera en Olimpia, originalmente utilizado también para el culto a Zeus, es probablemente el primer edificio dórico conocido en el Peloponeso y uno de los primeros del mundo griego. Se construyó hacia el año 590 a .C por iniciativa de los habitantes de Escilunte, ciudad vecina y aliada de Pisa. Probablemente sustituyó a un templo de Zeus erigido unas décadas antes, aunque esta hipótesis es discutida por algunos arqueólogos, y pudo haber sido financiado por el botín recaudado por los eleos en sus guerras contra Pisa y la región de Trifilia que había pasado bajo su control.
Fue destruido a principios del siglo IV por un terremoto, pero el altar dedicado a la diosa frente al templo se sigló utilizando para el encendido de la llama olímpica.
En 1874, Ernst Curtius obtuvo del gobierno griego los derechos exclusivos de excavación para el Instituto Arqueológico Alemán en el yacimiento de Olimpia. Tres años más tarde, descubrió la estatua griega de Hermes con el niño Dioniso en las ruinas del templo de Hera. En 1878, se encargó a su colega Wilhelm Dörpfeld el estudio del templo de Hera y de Zeus, y exhumó los cimientos, las columnas y otros restos de los muros.
Restauración de las ruinas del templo de Hera en Olimpia. Se destruyó en un terremoto en el siglo IV a. C., y no se reconstruyó. Foto: Matěj Baťha. Olympia, Greek. CC BY-SA 2.5.- Original file (1,996 × 996 pixels, file size: 711 KB).

Mapa del yacimiento arqueológico de Olimpia: #4 Templo de Hera marcado en morado (en la parte superior del centro). User:Bibi Saint-Pol. Dominio público. Original file (SVG file, nominally 2,500 × 1,580 pixels, file size: 774 KB).
El edificio es un templo dorico períptero (6 columnas en las fachadas, 16 en los lados largos, 5,40 m de altura) de tamaño medio y aspecto alargado (18,76 m de ancho y 50,01 m de largo para un naos tripartito de 8,34 m por 27,82 m). Para darle cierta solemnidad, el arquitecto la vistió con un opistodomos dístilo in antis, simétrico al pronaos. Al igual que el vecino templo de Zeus, el sekos (espacio interior del templo) es, pues, dístilo in antis doble (tanto al este con el pronaos como al oeste con el opistodomos), aunque el opistodomos no está abierto en el naos.
Los rasgos fundamentalmente arcaicos del edificio (pequeñas yeserías de dos niveles, naos con columnas muy próximas a los muros y conectadas alternativamente a ellos con paredes divisorias para formar una serie de «capillas» laterales) vinculan este templo a la tradición tegea.
Las columnas originales de encina fueron sustituidas gradualmente por columnas de piedra a medida que se deterioraban; la base y los ortostatos que formaban la parte inferior de los muros son de piedra caliza de concha local, la parte superior de los muros era de ladrillos de barro; la mayor parte del entablamento era de madera; el tejado de tejas está sostenido por frontones esculpidos (se conservan fragmentos de su decoración, en particular de una gran esfinge) sobre un acroterio discoidal. En la historia de la arquitectura, el primer frontón esculpido conocido es el de este templo.
La hipótesis de que las columnas originales de madera fueron sustituidas con el tiempo por elementos de piedra caliza sigue siendo objeto de debate en la comunidad científica. Según Wilhelm Dörpfeld, el aspecto arquitectónico especialmente dispar de las columnas, que se puede observar fácilmente desde la anastilosis realizada en la década de 1900, tiende a apoyar la tesis de una sustitución gradual de la estructura de madera. Sin embargo, las investigaciones realizadas en la década de 2010 sugieren que esta falta de armonía debe considerarse en el contexto de una arquitectura dórica de piedra que todavía estaba en su infancia y que no estaba imbuida del ideal de simetría que caracteriza a los edificios de la época clásica.
Anexo: Términos arquitectónicos
Estos términos describen diferentes partes de un templo en la arquitectura griega clásica, particularmente durante la época arcaica, y se refieren a elementos que definían tanto la funcionalidad como la estructura estética del edificio sagrado. Cada uno tiene un propósito específico en el diseño del templo, y juntos reflejan la organización y la simbología religiosa inherente a estas construcciones.
El peristilo es el pórtico que rodea completamente el templo, formado por una serie de columnas dispuestas en filas continuas. Este elemento crea un espacio cubierto que permite a los fieles circular alrededor del templo, un acto que tenía significado ritual en muchas ceremonias religiosas. Además, el peristilo no solo proporcionaba acceso visual a la estructura central del templo, sino que también realzaba la monumentalidad del edificio al enmarcarlo dentro de una geometría de columnas, reflejando equilibrio y proporción.
El pronaos es el vestíbulo o espacio anterior al naos, situado justo detrás del pórtico frontal y delimitado por columnas y muros laterales. Este espacio funciona como un acceso intermedio entre el exterior y el interior del templo, marcando la transición hacia el espacio más sagrado. En términos simbólicos y funcionales, el pronaos servía como lugar de preparación para quienes iban a realizar rituales, además de ser un punto de conexión arquitectónica entre el exterior y el naos.
El naos, también conocido como cella, es el espacio interior más importante del templo, donde se encontraba la estatua de la deidad a la que estaba dedicado el templo. Este espacio cerrado y solemne era considerado el corazón del templo y el lugar más sagrado. En muchos casos, el naos estaba diseñado para albergar no solo la estatua de culto, sino también otros elementos sagrados relacionados con la deidad, como ofrendas y objetos rituales. Los fieles solían permanecer fuera de este espacio, que estaba reservado para los sacerdotes o eventos especiales.
El opistodomos es el espacio posterior al naos, generalmente simétrico al pronaos, aunque separado de este por una pared. Este área no tenía una función de culto directa, pero servía como cámara de almacenamiento para los tesoros del templo, incluyendo ofrendas valiosas y objetos rituales. Además, en algunos templos, el opistodomos podía desempeñar un papel simbólico o decorativo, contribuyendo al equilibrio arquitectónico del edificio.
Estos elementos, combinados, formaban un diseño que no solo tenía fines funcionales y ceremoniales, sino que también reflejaba los ideales de orden, simetría y proporción que definían la estética arquitectónica griega. Cada término denota una parte integral del templo, cuya disposición enfatizaba la conexión entre lo humano y lo divino en el contexto religioso griego.
Hermes con el niño Dioniso
Hermes con el niño Dioniso es una escultura griega de mármol con una altura de 2,13 metros que se encuentra en el Museo Arqueológico de Olimpia. Su autoría se atribuye al escultor Praxíteles del período clásico final o bien, según otros autores, se trataría de una copia del siglo I de un original del mismo artista del 350-330 a. C. Se encontró en el año 1877 entre las ruinas del templo dedicado a Hera a donde había sido ofrecido. Se trata de una obra escultórica exenta, inspirada en la mitología griega.
Los conceptos de perfil griego, nariz griega y curva praxiteliana han pasado a ser un modelo de belleza clásica dentro del arte de la escultura.
Hermes con el niño Dioniso, escultura de mármol en el museo arqueológico de Olimpia. Roccuz [1] – Trabajo propio. CC BY-SA 2.5 it. Original file (1,075 × 1,838 pixels, file size: 683 KB).

Descripción de Pausanias
El templo de Hera en Olimpia. Se destruyó en un terremoto en el siglo IV a. C., y no se reconstruyó.
En su Descripción de Grecia, Pausanias dedicó un amplio pasaje a este templo y a relatar las tradiciones relacionadas con él.
Dice que su construcción se creía realizada por los esciluncios ocho años después de que Óxilo se apoderara del reino de Elis.
Cada cinco años, las denominadas «dieciséis mujeres» tejían un peplo dedicado a Hera y organizaban unos Juegos Hereos en los que se disputaban varias carreras de muchachas de diferentes edades. Las vencedoras recibían coronas de olivo y parte de una vaca que era sacrificada a la diosa.
En la descripción que hace del interior del templo destaca la imagen de Hera sentada en un trono. A su lado estaba una estatua de Zeus de pie. Había también imágenes de las Horas, de Temis, de las Hespérides, Atenea, Coré, Deméter, Apolo, Ártemis, Leto, Tique, Dioniso y Niké, todas ellas criselefantinas.
Entre los numerosos exvotos que se hallaban en el templo, había una estatua de mármol de Hermes con el niño Dioniso, atribuida a Praxíteles. En el siglo XIX se encontró entre los restos del templo esta célebre estatua. También había otra estatua de bronce de Afrodita realizada por Cleón de Sición y otra de un niño desnudo atribuida a Boeto de Cartago. Otros exvotos que se hallaban en el templo eran el cofre de Cípselo, un lecho adornado en marfil, el llamado disco de Ífito, donde se hallaba inscrita la tregua que se realizaba por los juegos olímpicos y una mesa de marfil y oro realizada por Colotes, donde se ponían las coronas para los vencedores.
Antefija (remate del tejado) de un templo griego de Campania, con la figura de una ménade. Siglo VI a. C. Foto: I, Sailko. CC BY-SA 3.0. Original file (1,927 × 2,031 pixels, file size: 2.5 MB).
Una antefija es un elemento arquitectónico decorativo utilizado en los templos griegos y otras construcciones de la antigüedad. Se colocaba en el borde del tejado, rematando las tejas y cubriendo los extremos visibles de las mismas. Su función no era únicamente estética, ya que también servía para proteger el tejado de la acción de la lluvia y del viento, al tiempo que disimulaba las uniones entre las tejas.
En el caso específico mencionado, la antefija con la figura de una ménade de Campania, que data del siglo VI a. C., es un ejemplo destacado del arte decorativo asociado a la arquitectura griega de la época. Las ménades, seguidoras del dios Dioniso, representaban figuras femeninas en éxtasis o en trance ritual, vinculadas a los cultos báquicos. Su presencia en un elemento arquitectónico como una antefija no solo añadía un aspecto ornamental al templo, sino que también evocaba simbolismos religiosos y culturales relacionados con la deidad que presidía el lugar.
Las antefijas de esta época solían estar elaboradas en terracota, un material que permitía ser moldeado y decorado con gran detalle. Además, eran pintadas con vivos colores que realzaban sus formas y las hacían visibles desde la distancia. La inclusión de una ménade en una antefija podría interpretarse como una forma de invocar la protección de las fuerzas divinas asociadas a Dioniso, o bien como una referencia a los rituales que podrían celebrarse en el entorno del templo. Este tipo de decoración no solo embellecía la estructura, sino que también reflejaba los valores y creencias del periodo arcaico, un momento en el que la religión y la arquitectura estaban profundamente interconectadas.
Templo de Afaia en Egina
El templo de Afaya o de Afea (en griego Ἀφαία, a veces transcrito erróneamente como Afaia), de orden dórico, es uno de los tres templos del triángulo sagrado del Partenón, Sunio y Afaya. Está situado en la isla argosarónica de Egina. Fue durante mucho tiempo considerado como el templo de Zeus Panhelénico, después de Atenea (aún a veces se le llama «Atenea Afaya»). Data del final del siglo VI a. C. o del principio del siglo V a. C. Se considera que se halla entre el período arcaico y el clásico del arte griego. Sus célebres frontones se conservan en la Gliptoteca de Múnich.
El templo de Afaia en Egina es una de las construcciones más destacadas del periodo arcaico de la arquitectura griega y está dedicado a la diosa Afaia, una deidad local de la isla que fue posteriormente identificada con Atenea en el marco de la expansión del panteón olímpico. Este templo, situado en un entorno elevado con vistas al mar, forma parte del llamado «triángulo sagrado», junto con el Partenón en Atenas y el templo de Poseidón en Sunión, todos conectados simbólicamente y estratégicamente por su orientación y emplazamiento.
Maqueta del templo de Afaya en la Gliptoteca de Múnich. MatthiasKabel, own work, 2005. CC BY-SA 3.0. Original file (2,617 × 1,627 pixels, file size: 889 KB).
Desde el punto de vista mitológico, Afaia es una figura interesante y única, vinculada al culto autóctono de Egina. Según la tradición, Afaia era una ninfa cretense conocida como Britomartis que, al ser perseguida por el dios Minos, saltó al mar para escapar de él y fue rescatada por unos pescadores en la isla de Egina. Allí se le rindió culto como una diosa protectora de la isla, relacionada con la fertilidad y los bosques. Con el tiempo, su culto se sincretizó con el de Atenea, especialmente cuando Atenas consolidó su influencia sobre Egina.
El templo de Afaia, construido hacia el 500 a. C., es un ejemplo destacado del orden dórico. Su diseño combina características arcaicas y clásicas, marcando una transición en la arquitectura griega. Posee un pórtico hexástilo (seis columnas en la fachada) y un períptero que rodea el templo con columnas en todos sus lados. Las esculturas del frontón, que representan escenas de la guerra de Troya, son de gran interés mitológico y artístico. Estas esculturas destacan por mostrar a héroes locales como Áyax y Telamón, vinculando así la narrativa heroica griega con la identidad de Egina.
El templo también tenía un papel religioso y político importante. Su construcción y mantenimiento eran una demostración del poder y la riqueza de Egina, una ciudad-estado que en su época rivalizó con Atenas en términos de comercio y dominio marítimo. En resumen, el templo de Afaia no solo es una joya arquitectónica, sino también un símbolo del sincretismo religioso y de la afirmación cultural de Egina en el mundo griego. Su posición dentro del triángulo sagrado refuerza su importancia como un nodo tanto espiritual como geográfico en la red de templos de la antigüedad clásica.
Reconstrucción de la decoración policroma de algunas estatuas del frontón occidental del templo (Exposición «Bunte Götter», Múnich, 2004). Marsyas – Trabajo propio. CC BY-SA 2.5.

Escultura en la Grecia Arcaica
La escultura griega arcaica representa los primeros estadios de formación de una de las tradiciones escultóricas más importantes del arte occidental. Si bien es cierto su período no está bien definido —existiendo una gran controversia entre investigadores—, en general se considera que se inicia entre el 700 y 650 a. C., y finaliza entre el 500 y 480 a. C.; sin embargo, algunos datan su inicio al año 776 a. C., fecha de los primeros Juegos Olímpicos. En esta etapa se asientan las bases para el surgimiento de la escultura de grandes proporciones y la de carácter monumental destinada a la decoración de edificios, evolucionando desde el influjo asiático y egipcio hacia un estilo único y peculiar.
Durante mucho tiempo, el período homónimo donde se enmarcó este período artístico fue considerado una mera etapa de transición hacia el clasicismo, sin embargo, actualmente se la ve como una época de intensa actividad intelectual, política y artística, durante la cual se realizaron diversos progresos decisivos en torno a la consolidación de la cultura griega como un todo; en este contexto, la escultura representó en sí misma un vehículo de significados específicos y fundamentales para la naciente sociedad.
Iniciada con representaciones muy simplificadas del cuerpo humano —adaptadas a la forma cilíndrica del tronco de un árbol—, la escultura del periodo arcaico, en sus etapas finales, alcanzó altos niveles de calidad estética y complejidad formal, lo que indica una transición desde una cultura prácticamente anicónica a otra donde lo visual y la figuración predominaba, dejando un amplio y seminal repertorio de tipos y modos de representación, con la figura humana en una posición privilegiada.
Dama de Auxerre
La Dama de Auxerre, también conocida como Kore de Auxerre es una escultura griega realizada en piedra caliza, de pequeño tamaño (75 cm de altura), que originalmente estaba pintada, perteneciente al periodo arcaico. Se encuentra en el Museo del Louvre, en París.
La obra data del siglo VII a. C., cuando Grecia estaba saliendo de la que se ha venido en llamar Edad Oscura. Se ha establecido que se trata de una estatua cretense que pertenece al denominado estilo dedálico.
La identidad de la representada es dudosa: se ha propuesto que se trataría de una divinidad, por cierta analogía con figuras de terracota que representan diosas orientales, pero también se ha sugerido que se trataría de la mujer que habría sido oferente en actitud de oración o de una sirvienta de un culto de fecundidad.
Las circunstancias de la presencia de la estatua en Francia son oscuras: es muy probable que la estatua hubiera sido hallada en Eleuterna en el siglo XIX, debido a la similitud con diverso material arqueológico hallado en una necrópolis de esa antigua ciudad. Se conoce el dato de que la estatua fue adquirida en 1895 por el conserje del teatro de Auxerre y, tras haber servido como decoración de opereta, pasó al museo de Auxerre, donde fue hallada en 1907 por un empleado del Museo del Louvre. En 1909 pasó al Museo del Louvre tras ser intercambiada por una pintura de Henri Harpignies.
Dama de Auxerre. Hacia 640 a. C. Original file (2,200 × 3,333 pixels, file size: 3.29 MB). Desconocido – Jastrow (2007). CC BY 2.5

Antecedentes
Existen evidencias de presencia humana en la región actualmente conocida como Grecia -incluyendo tanto la parte continental como las islas- desde el Paleolítico, época en la que sus artefactos se limitaban principalmente a simples herramientas y armas hechas de piedra y hueso, además de la cerámica. En la Edad del Bronce se observaban diversas culturas con un considerable florecimiento artístico y cultural, y que llamadas civilizaciones egeas, comprendían a las culturas minoica, cicládica y micénica. De la civilización del archipiélago de las Cícladas aún sobreviven estatuas de mármol y alabastro, algunas de las cuales alcanzan grandes dimensiones, y aunque en su mayoría representan a diversas deidades femeninas de brazos cruzados sobre su pecho, también hay ejemplares masculinos y de otro tipo en distintas posiciones, muchas de las cuales han alcanzado gran fama siendo coleccionadas ávidamente por sus formas altamente estilizadas que de alguna manera se asemejan a la escultura moderna. Gran parte de este interés ha causado graves problemas para la investigación arqueológica; en particular, solo alrededor del 10 % de las esculturas cicládicas que son conocidas en la actualidad tienen una procedencia comprobada, sospechándose que el resto podrían ser falsificaciones recientes, situación que complica de sobremanera la descripción y el estudio de sus funciones y significados. Algunas piezas muestran vestigios de pigmento, lo que indica que en la antigüedad ya se había establecido la práctica de pintar la superficie de las esculturas, y que sería continuada a lo largo de la historia escultórica de la antigua Grecia.
«Diosa de las serpientes», c. 1600 a.C., Creta. Estatuilla que representa a una diosa-serpiente. Chris 73 / Wikimedia Commons. CC BY-SA 3.0. Original file (802 × 1,216 pixels, file size: 245 KB).
«Portal de los Leones», c. 1300 a.C., Micenas. Olecorre – Trabajo propio,. CC BY-SA 3.0. Original file (4,608 × 3,072 pixels, file size: 2.67 MB).
Caballo del período Geométrico, c. 775-600 a.C., Olímpia. Marie-Lan Nguyen (User:Jastrow). CC BY 2.5. Original file (2,250 × 2,250 pixels, file size: 2.81 MB).
Ídolo del período Geométrico tardío, Tebas. Jastrow, 2005,.. Dominio público. Original file (1,100 × 2,000 pixels, file size: 178 KB).
Más o menos contemporánea a la cultura cicládica, la cultura minoica floreció en Creta entre los siglos XXX y XV a. C.. De su escultura, se han encontrado pequeñas figuras entre las que se encuentran a la «Diosa de las serpientes», la cual es una escultura hecha en fayenza que fue encontrada con su policromía intacta en el palacio real de Cnosos. y al «joven de Palaikastro», la cual es una escultura de marfil, oro, piedra y cristal roca. aunque también es posible que hayan realizado grandes piezas de madera. Sus formas son bastante más elaboradas y naturalistas que las cicládicas, pero presentan la misma tendencia hacia la frontalidad. En la escultura en bronce, los minoicos mostraron una gran habilidad a través del desarrollo de la técnica de moldeo a la cera perdida,período que fue particularmente importante debido a la consolidación de toda una mítica en torno al proceso creativo escultórico, personificado en figuras como la del dios Hefesto, el maestro artesano, y Dédalo, un personaje semilegendario a quien se le atribuye la invención del arte de la escultura y poderes mágicos de animación de estatuas, y cuyo origen parece haber sido oriental. La ubicación de Dédalo en esta época sin embargo, parece haber sido una elaboración posterior de la tradición, y es más plausible que él haya sido un escultor del siglo VII a. C.. Investigaciones recientes han señalado la posibilidad de que hayan existido dos Dédalos; un arquitecto-constructor minoico, y un escultor del período Arcaico inicial u oriental, también llamado a veces Dedálico en su honor.
Más tarde, aparece la civilización micénica en el continente, que dejó testimonios físicos de gran importancia en imponentes edificaciones de piedra y artefactos sofisticados de oro, encontrados sobre todo en Tirinto, Argos, Troya y Micenas. La arquitectura palaciana encontrada en estos sitios arqueológicos demuestra un grado avanzado de destreza en el manejo de la piedra, y su esquema constructivo más tarde daría a luz al proyecto de templo griego. En Micenas existen algunos de los primeros ejemplos de la escultura arquitectónica de Grecia, particularmente bien lograda en la Puerta de los Leones, donde dos figuras homónimas estilizadas, de líneas limpias y vigorosas, se posan simétricamente sobre el dintel a la entrada de un palacio; esta obra sin embargo, en gran medida es una excepción, así como también la cabeza de una mujer en terracota policromada que puede ser parte de uno de los más antiguos ejemplos de estatuas de culto en tamaño natural encontradas en Grecia. Otros hallazgos micénicos en general suelen ser pequeñas piezas en terracota. Dada la escasez de evidencias más contundentes, resulta difícil generalizar respecto a la práctica de la escultura entre ellos, y a pesar de su habilidad con los metales, especialmente los preciosos, sobre todo —elogiado por Homero en vívidas descripciones—, no hay ninguna reliquia escultórica en bronce de este período que haya sobrevivido.
Al final del segundo milenio antes de Cristo, todas estas culturas habían sucumbido, a partir de lo que se ha denominado como la Edad Oscura. Por razones aún no dilucidadas, la población local disminuyó dramáticamente, la economía colapsó, la escritura dejó de practicarse, las artes retrocedieron y el repertorio de la representación figurativa desapareció casi por completo. Solo después de mediados del siglo VIII a. C. se produjo un progresivo reordenamiento social, incorporando invasores de los Balcanes y los restantes pueblos autóctonos, lo que permitió un renacimiento cultural que no sería interrumpido sino hasta la conquista de Grecia por parte de los romanos en el siglo II a. C..
Luego, antes de la aparición de la etapa arcaica, lo precedió el denominado Periodo geométrico, en el que gradualmente se restablece la representación figurativa, instaurando un lenguaje visual prácticamente nuevo. Su escultura fue probablemente influenciada por el arte de los invasores, quienes trajeron consigo una tendencia analítico-conceptual de realizar las obras en diferentes secciones y formas esenciales, siendo casi exclusivamente siluetas -un triángulo para el torso, un círculo para la cabeza, y así sucesivamente. Los bronces geométricos más antiguos son muy planos, y parecen haber sido creados como recortes de placas de metal, mostrando rasgos rústicos. En el caso de las piezas de terracota, se observa una volumetría más completa; cabe indicar que en el caso de los bronces más recientes, se encuentran formas similares a las de terracota, acompañando el desarrollo de la técnica de fundición, y el espacio comienza a ser explorado a través de piezas que representan carruajes y composiciones grupales. En el caso de las figuras humanas, las distinciones de género son esquemáticas: los hombres se encuentran desnudos y las mujeres vestidas; en casos excepcionales, estas últimas pueden estar semi-desnudas mostrando el torso y no los genitales.
El período arcaico
La Grecia del período Arcaico experimentó una rápida recuperación después del período oscuro y del primer renacimiento cultural del siglo VIII a. C. Se desarrolló entonces una nueva forma de gobierno, organizada bajo la forma de una ciudad-estado, la polis, la economía se fortaleció y se inició un gran movimiento de expansión colonial, incrementando el comercio con los pueblos localizados en una vasta región que bordeaba el Mediterráneo y el Mar Negro, creando un sentido de unidad y fuerza cultural que diseminaba la cultura helénica en todo este territorio, y que confraternizaba y se consagraba en los Juegos Panhelénicos, que se celebraban en la metrópoli. La literatura comenzó a resurgir encontrando a sus primeros grandes exponentes en Hesíodo y Homero, mientras que la filosofía investigaba nuevas formas de entender el mundo y el hombre bajo una perspectiva racionalista, en la que las explicaciones sobrenaturales para los fenómenos naturales fueron cambiadas por la búsqueda de causas más científicas.
El proceso de formación de la ciudad-estado exigió una organización social más consistente que la que se mantenía en las viejas ciudades, pueblos y demos, que funcionaban bajo la dirección de un líder, rey o magistrado principal, el basileus, y para que se consolidase esta nueva unión política era necesario que el poder centralizado se dividiera entre un grupo de aristócratas con la ayuda de los burócratas, una responsabilidad compartida que asentó los primeros cimientos de la futura democracia. El modelo de la polis no se adoptó de manera uniforme en toda Grecia, en efecto, se podrían encontrar variaciones, y en ciertas regiones aún se mantenían los regímenes antiguos; sin embargo, la polis representa en última instancia el sistema más avanzado y eficiente de esta época, generando un rápido y mejor crecimiento poblacional, una expansión comercial y colonial, recursos productivos y relaciones político-militares entre los diversos Estados. Adicionalmente, durante este período se observan los progresos artísticos más importantes. La transferencia de poder entre aristócratas era hereditaria, quienes además de tener la mayoría de la riqueza, poseían la mayor parte de la tierra; ello eventualmente transformó a este grupo en la clase dominante, estando preocupados de mantener el status quo a través de varios métodos de explotación despótica de las clases más bajas. En el siglo VI a. C. el poder de esta oligarquía comenzó a ser disuelta con el surgimiento de los tiranos, como una asimilación del gobierno de familias de pequeños agricultores fuera del círculo de aristócratas terratenientes, y como el surgimiento de una clase media autosuficiente que sobrevivía y comenzaba a enriquecerse a través del comercio, estratos sociales que se justificaban moralmente defendiendo los valores del trabajo, considerada una forma válida de obtener los premios que Homero consideraba reservados para los héroes: riqueza, gloria y favor los dioses.
Escena de sympósion, c. 575-500 a. C., Templo de Atenea en Assos. Desconocido – Jastrow (2007). Dominio público. Original file (3,450 × 970 pixels, file size: 2.85 MB).
El sympósion, una práctica social característica de la antigua Grecia, era una reunión masculina de carácter privado, organizada para beber, conversar, y disfrutar de la música, la poesía y otros entretenimientos. Esta tradición refleja importantes aspectos de la cultura griega, como la socialización, el intercambio de ideas y el fortalecimiento de los lazos entre los participantes, generalmente aristócratas o ciudadanos prominentes.
La representación de una escena de sympósion en el contexto del Templo de Atenea en Assos, datada entre c. 575-500 a. C., es significativa porque conecta este tipo de prácticas sociales con el ámbito religioso y arquitectónico. Assos, una polis situada en Asia Menor, fue conocida por su destacada arquitectura arcaica y por la influencia cultural que ejercieron las ciudades jónicas en la región. El templo de Atenea en Assos es un ejemplo único de arquitectura dórica influida por estilos locales y orientales.
El arte relacionado con el sympósion, especialmente en frisos o cerámicas, solía mostrar a los participantes reclinados en klinai (camas), bebiendo vino mezclado con agua, tocando instrumentos musicales como la lira o el aulós, y participando en discusiones o juegos. Estas escenas no solo eran decorativas, sino que también transmitían valores y comportamientos ideales, como el autocontrol, la educación y la camaradería, que eran apreciados en la sociedad griega.
En el caso del Templo de Atenea en Assos, incluir una escena de sympósion podría tener varias interpretaciones. Podría reflejar el papel central de Atenea como diosa de la sabiduría y de las actividades cívicas, conectando el ámbito social del sympósion con el religioso. Además, podría enfatizar la importancia de la cohesión entre los ciudadanos en el marco de la vida pública y privada de la polis.
El período arcaico, cuando se realizó esta escena, marcó el auge de la experimentación artística y la representación de la vida cotidiana en el arte monumental y cerámico. Las imágenes de sympósion no solo celebraban un aspecto esencial de la vida social griega, sino que también funcionaban como un vehículo para la reflexión sobre los ideales de convivencia, orden y disfrute dentro de los valores culturales griegos.
Referencias
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Esta obra contiene una traducción parcial derivada de «Escultura da Grécia arcaica» de Wikipedia en portugués, publicada por sus editores bajo la Licencia de documentación libre de GNU y la Licencia Creative Commons Atribución-Compartir Igual 4.0 Internacional.
Escultura en la Grecia Arcaica
La escultura griega de época arcaica, influenciada notablemente por la egipcia, se caracterizó por rasgos originales, como la sonrisa eginética o arcaica (llamada así por exhibirse en la figura de un famoso guerrero moribundo del Templo de Afaia en Egina); que se fueron transformando, al final del periodo (últimas décadas del siglo VI y primeras del V a. C.), en un estilo de transición al clasicismo denominado estilo severo, estimulado finalmente por la necesidad de renovar la decoración escultórica de los templos destruida durante la invasión persa.
Las figuras masculinas (kuroi, en singular kuros κοῦρος) y femeninas (korai, en singular kore κόρη) podían representar tanto a seres humanos como a dioses, muestra de la antropomorfización de estos y de la elevación al rango semidivino o heroico de aquellos (particularmente, del prestigio que alcanzaban los vencedores en los juegos panhelénicos).
Las primeras esculturas eran las xoana (ξόανα, en singular xoanon ξόανον), de madera, representaciones muy simplificadas del cuerpo humano adaptadas a la forma cilíndrica del tronco de un árbol. Fueron sustituyéndose por figuras talladas en mármol (especialmente prestigiosa fue la cantera del Pentélico) y las fundiciones de bronce. Dada la posibilidad de reutilizar este material tan caro, han sido muy pocas las que se han conservado. De mucho menor coste eran las figurillas de terracota, que se producían a escala industrial, mediante moldes.
Además de las posibilidades texturales que ofrecen los distintos materiales y técnicas de acabado, aprovechadas de forma limitada en la época arcaica, fue la policromía aplicada sobre las esculturas la que las dotó de luminosidad y sensación de vida. Los antiguos griegos no hubieran concebido que una escultura se dejase sin pintar, la considerarían imperfecta o inconclusa. Incluso la inevitable pérdida de los colores por el paso del tiempo, que el gusto romántico considera un incremento del interés estético, era considerada como un deterioro esencial. (48)
Placa votiva de terracota hecha a molde. Creta, hacia 640 a. C. Marie-Lan Nguyen (User:Jastrow). Votive plaque: Goddess wearing the polos (tall headdress). Terracotta with stamped decoration, made in Crete, ca. 640 BC. From Crete. CC BY 2.5. Original file (1,200 × 3,450 pixels, file size: 2.82 MB).
Figura de terracota de Atenea, tipo Palládion (Παλλάδιον). Gortina, siglo VII a. C. Foto: Wolfgang Sauber. CC BY-SA 3.0. Original file (1,487 × 2,560 pixels, file size: 994 KB.)
La figura de terracota de Atenea, conocida como tipo Palládion, encontrada en Gortina y datada en el siglo VII a. C., es un ejemplo significativo del arte y la religiosidad de la Grecia arcaica. El término Palládion (Παλλάδιον) hace referencia a estatuas sagradas de la diosa Atenea, consideradas símbolos protectores de ciudades o comunidades. Estas figuras, que podían ser de terracota, madera o metal, estaban estrechamente vinculadas a la mitología y la identidad cívica de las polis griegas.
El Palládion está relacionado con la leyenda según la cual una imagen de Atenea cayó del cielo y fue entregada a Ilión (Troya), otorgándole a la ciudad su protección divina. Según el mito, mientras el Palládion permaneciera en Troya, esta sería invencible. Por ello, su robo por parte de Ulises y Diomedes fue crucial para la caída de la ciudad en la guerra de Troya.
La figura encontrada en Gortina, una ciudad de Creta, muestra cómo estas imágenes simbólicas no solo tenían un carácter mitológico, sino que también se integraban en el culto local. La Atenea tipo Palládion suele representarse en una pose frontal rígida, portando un casco, una lanza y un escudo, símbolos de su rol como diosa guerrera y protectora. Este estilo arcaico es sencillo y geométrico, reflejando las técnicas artísticas de la época y el enfoque en la función sagrada más que en el realismo detallado.
En el contexto de Gortina, esta figura puede haber sido central en ritos religiosos que invocaban la protección y guía de Atenea para la comunidad. Gortina, una de las ciudades más importantes de Creta, tuvo una rica tradición cultural que integraba influencias tanto del continente griego como del Mediterráneo oriental. La presencia de un Palládion en esta región subraya la importancia de Atenea como figura de cohesión cívica y como símbolo de la continuidad cultural y religiosa.
El siglo VII a. C. fue un período de intensa actividad artística y religiosa en Grecia, donde las comunidades buscaron expresiones tangibles de su identidad a través de la creación de figuras votivas y objetos de culto. La figura de terracota de Atenea tipo Palládion no solo representa un artefacto religioso, sino también un testimonio del papel central de la mitología y la religión en la construcción de la identidad de las polis arcaicas.
Cleobis y Bitón, del escultor Polimedes de Argos. Hacia 600 a. C. Foto: Ricardo André Frantz (User:Tetraktys) – taken by Ricardo André Frantz. CC BY-SA 3.0.
Cleobis y Bitón son dos célebres esculturas arcaicas creadas hacia el año 600 a. C. por Polimedes de Argos, un escultor destacado de la época. Estas estatuas representan dos jóvenes desnudos y musculosos en posición rígida y frontal, características típicas del estilo arcaico temprano. Fueron dedicadas como ofrenda en el santuario de Apolo en Delfos, lo que subraya su relevancia religiosa y simbólica.
Cleobis y Bitón son figuras de la mitología griega asociadas con un ejemplo de piedad filial y heroísmo. Según el relato de Heródoto, estos jóvenes eran hijos de una sacerdotisa de Hera en la ciudad de Argos. En un acto de devoción, llevaron a su madre en un carro tirado por ellos mismos al santuario de Hera, ya que los bueyes no estaban disponibles. Al llegar, su madre oró a la diosa para que les concediera la mejor recompensa posible. Hera respondió permitiéndoles morir en el momento culminante de su virtud y honor, lo que simbolizaba un destino deseable según la mentalidad griega arcaica.
Las esculturas se inscriben en el contexto del arte cúbico y geométrico característico del periodo arcaico, pero ya muestran una incipiente atención al detalle anatómico y al volumen corporal. Representan a los jóvenes como kuroi (singular, kuros), un tipo de escultura que solía emplearse para honrar a figuras heroicas o para representar ideales de belleza masculina y virtud. Las posturas rígidas, las proporciones esquematizadas y la enigmática sonrisa arcaica reflejan la transición del arte griego desde formas más abstractas hacia un mayor naturalismo.
Cleobis y Bitón son más que esculturas votivas; simbolizan ideales culturales fundamentales de la Grecia arcaica, como el respeto a los dioses, la excelencia física (areté) y la devoción familiar. Además, las estatuas expresan el vínculo entre mitología y arte, actuando como narradoras visuales de historias que reforzaban los valores de la época.
El hecho de que las esculturas fueran colocadas en Delfos, uno de los centros religiosos más importantes del mundo griego, amplifica su importancia. Delfos no solo era el lugar del famoso oráculo de Apolo, sino también un punto clave para la confluencia cultural y religiosa del Mediterráneo griego, lo que aseguraba que ofrendas como estas tuvieran un impacto duradero en la memoria colectiva. Las figuras de Cleobis y Bitón, por tanto, son un testimonio material de la intersección entre mito, religión y arte en la Grecia arcaica.
Terraza de los leones de Delos. Hacia el 600 a. C. Ggia – Trabajo propio. Terrace of the Lions, Delos island, Cyclades, Greece. CC BY-SA 3.0. Original file (4,256 × 2,832 pixels, file size: 6.45 MB).
Monstruo de tres cabezas y cola enroscada que se ajusta al extremo derecho de un frontón (en el Hecatompedón o en algún otro templo destruido de la Acrópolis de Atenas). Ricardo André Frantz (User:Tetraktys). Monstruo de cuerpo triple del friso oeste del Antiguo templo de Atenea. Se trata de una criatura compuesta por tres figuras masculinas unidas por la cintura. La primera figura lleva agua en su mano izquierda, la segunda fuego, y la tercera un pájaro (simbolizando el aire). El monstruo termina en un cuerpo serpentiforme. Friso oeste del Antiguo templo de Atenea o tal vez del Hecatompedón. Fragmento Lenormant. Antiguo Museo de la Acrópolis, Atenas. CC BY-SA 3.0.
El monstruo de tres cabezas y cola enroscada, encontrado como parte de un conjunto escultórico asociado al frontón de un templo en la Acrópolis de Atenas, posiblemente el Hecatompedón, es un ejemplo fascinante del arte arcaico griego. Este monstruo, cuya forma exacta ha sido objeto de interpretación, refleja la rica imaginación mitológica y el simbolismo religioso de la época. Representa probablemente una quimera, una hidra u otra criatura fantástica que encarna las fuerzas caóticas que los dioses y los héroes griegos estaban destinados a dominar.
El Hecatompedón, un templo que precedió al Partenón, fue construido en el siglo VI a. C. y estaba dedicado a Atenea. Sus decoraciones arquitectónicas, incluidos los frontones, mostraban escenas que narraban mitos y conflictos divinos. La elección de un monstruo de tres cabezas enroscado con una cola sugiere un intento de dramatizar el enfrentamiento entre el orden cósmico representado por los dioses y el caos simbolizado por las criaturas míticas.
Esculpido en el característico estilo arcaico, este monstruo tiene un aspecto estilizado, con un énfasis en la simetría y la ornamentación. Los cuerpos de las criaturas enroscadas eran diseñados para encajar perfectamente en los extremos angulares del frontón, aprovechando al máximo el espacio triangular. La presencia de múltiples cabezas añade dinamismo y complejidad visual, mientras que la cola enroscada contribuye a un efecto decorativo que guía la mirada del espectador.
La colocación de figuras míticas como este monstruo en los frontones de los templos tenía un propósito tanto estético como simbólico. No solo embellecían la estructura, sino que también servían como recordatorio de las historias y valores compartidos por la comunidad. En el contexto del Hecatompedón, este monstruo podría haber representado las fuerzas a las que Atenea, como protectora de la ciudad y la civilización, debía enfrentarse y superar.
La destrucción del Hecatompedón y otros templos arcaicos durante la invasión persa en el 480 a. C. marcó el fin de una era en la Acrópolis, pero los restos de esculturas como este monstruo de tres cabezas ofrecen un vistazo a la transición entre el estilo arcaico y el clasicismo, reflejando la evolución artística y cultural de la Grecia antigua.
Kuros hallado en Merenda. Hacia 540-530 a. C. Al fondo, una figura de esfinge (sphinx) similar, pero a escala reducida, a la que como ofrenda de Naxos se levantaba sobre una monumental columna jónica en el santuario de Delfos (Esfinge de Naxos). Francesco Bini – Trabajo propio. Ancient Greek sculptures in the National Archaeological Museum of Athens. CC BY-SA 4.0. Original file (2,784 × 6,112 pixels, file size: 6.22 MB.).
El Kuros de Merenda, datado hacia 540-530 a. C., es una de las estatuas más representativas del arte arcaico griego. Este tipo de figura, conocida como kuros (plural: kouroi), simboliza a un joven desnudo, idealizado y en pie, que cumplía funciones votivas o funerarias. En el caso específico de este kuros, su hallazgo en Merenda, cerca de Atenas, sugiere que fue utilizado como marcador de una tumba.
Los kuroi representan el ideal de la juventud masculina en la Grecia arcaica, destacando la fortaleza física, la belleza y la armonía del cuerpo humano. Están profundamente influenciados por las interacciones culturales entre los griegos y civilizaciones como la egipcia, de donde adoptaron la postura rígida y frontal, con un pie adelantado y los brazos pegados al cuerpo. Esta pose transmite una sensación de estabilidad y permanencia, adecuada para su función simbólica.
El Kuros de Merenda presenta las características típicas de los kuroi de finales del periodo arcaico: la musculatura está trabajada con mayor detalle y naturalismo, aunque sigue manteniendo la simetría idealizada. El rostro, como es habitual, luce la sonrisa arcaica, un elemento estilístico que buscaba dotar de vida a la estatua. El cabello está labrado en rizos estilizados que caen sobre los hombros, y el cuerpo refleja un avance en la comprensión anatómica por parte de los escultores de la época.
En cuanto a la esfinge mencionada, se trata de una figura mitológica compuesta de un cuerpo de león, alas de ave y cabeza humana. La Esfinge de Naxos, una monumental escultura votiva del santuario de Delfos, es un ejemplo sobresaliente de este tipo de representación. En el contexto del Kuros de Merenda, la presencia de una esfinge a menor escala puede estar vinculada al simbolismo funerario y protector que estas criaturas tenían en la cultura griega. Las esfinges solían asociarse con la vigilancia y la conexión entre el mundo de los vivos y el de los muertos, sirviendo como guardianes en tumbas y santuarios.
La coexistencia del kuros y la esfinge subraya la interacción entre la representación idealizada de los seres humanos y los elementos mitológicos en la escultura arcaica. Este diálogo entre lo humano y lo divino refleja la cosmovisión de la Grecia arcaica, en la que la juventud, la belleza y el poder eran atributos que conectaban a los mortales con el mundo de los dioses y los mitos.
Kore llamada peplófora, hallada en la Acrópolis de Atenas. Hacia 530 a. C. Foto: Desconocido – Marsyas, 06.04.2007. CC BY-SA 2.5. Original file (2,448 × 3,264 pixels, file size: 2.53 MB).
La Kore peplófora, hallada en la Acrópolis de Atenas y datada alrededor del año 530 a. C., es una escultura representativa del periodo arcaico griego, especialmente del estilo dedicado a las figuras femeninas conocidas como «korai» (plural de kore). Estas estatuas eran comúnmente ofrendas votivas a las deidades, en este caso, probablemente a Atenea, la patrona de la ciudad.
El término «peplófora» alude a la vestimenta que porta la figura, el peplo, una prenda femenina sencilla, pero elegante, que caía en pliegues rectos desde los hombros hasta los pies, anudada en la cintura. Este peplo es un elemento clave en la representación escultórica, ya que permitía a los artistas mostrar su maestría en la representación de los pliegues del tejido y dotar a la figura de un sentido de movimiento y vida.
La Kore peplófora sigue el canon arcaico, con las características típicas del estilo de la época: un rostro sereno y sonriente, conocido como la «sonrisa arcaica», que no necesariamente indica felicidad, sino que era un recurso estilístico utilizado para dar vitalidad a las figuras. El cabello está trabajado en tiras simétricas que caen en rizos detallados, añadiendo un toque decorativo que contrasta con la simplicidad del vestido.
La escultura está realizada en mármol y, como muchas otras korai, originalmente estuvo policromada, con colores vivos que hoy han desaparecido casi por completo. Los detalles pintados habrían incluido los rasgos faciales, el peplo y quizás adornos adicionales como joyas o patrones decorativos en la ropa.
La posición de la Kore es también típica del periodo arcaico: de pie, con el peso distribuido equitativamente entre ambos pies, en una postura estática y frontal. Una mano probablemente estaba extendida hacia adelante, sosteniendo una ofrenda o algún objeto simbólico, mientras que la otra descansaba junto al cuerpo o sujetaba parte del peplo. Esta posición enfatiza su carácter ceremonial y su función como intermediaria entre los mortales y los dioses.
La Kore peplófora, como otras figuras similares, refleja tanto la devoción religiosa de la época como el avance técnico en la escultura arcaica, que comenzaba a explorar formas más naturales sin abandonar la rigidez característica. Su hallazgo en la Acrópolis subraya la importancia de este espacio como centro religioso y artístico de Atenas, donde la conexión entre arte, fe y política estaba profundamente entrelazada.
Εἴθ’ ἐξαλειφθεῖσ’ ὡς ἄγαλμ’ αὖθις πάλιν αἴσχιον εἶδος ἔλαβον ἀντὶ τοῦ καλοῦ¡Ójala pudiera, borrada como en una estatua, desaparecer mi belleza y tener un desagradable aspecto!Helena, de Eurípides.
Tesoro de los Sifnios en Delfos
El Tesoro de los Sifnios en Delfos es una de las obras más notables de la arquitectura y escultura de la Grecia arcaica, datada alrededor del 525 a. C. Este tesoro es un pequeño edificio dedicado por los habitantes de la isla de Sifnos al santuario de Apolo en Delfos. Los tesoros eran estructuras utilizadas por diferentes polis griegas para depositar ofrendas votivas y demostrar su devoción religiosa, pero también servían como una muestra de riqueza y prestigio frente a otras ciudades-estado.
Lo que distingue al Tesoro de los Sifnios es la riqueza de sus relieves escultóricos, que decoran tanto el friso continuo como los frontones del edificio. Estas esculturas representan episodios de la mitología griega y reflejan los valores, creencias y narrativas que estructuraban la cultura de la época. En el friso se encuentran escenas de la guerra de Troya, un tema recurrente que simbolizaba el heroísmo y las luchas épicas, así como la Gigantomaquia, que narra la batalla entre los dioses olímpicos y los gigantes. La Gigantomaquia, en particular, tiene un fuerte significado alegórico, ya que representa el triunfo del orden divino y la civilización sobre las fuerzas del caos y la barbarie.
En el frontón se representó el juicio de Paris, el episodio mítico en el que el príncipe troyano debe decidir quién es la más bella entre las diosas Hera, Atenea y Afrodita. Esta escena no solo celebra la importancia de la belleza y la competencia, sino que también actúa como un preámbulo a la guerra de Troya, subrayando cómo las decisiones humanas, influenciadas por los dioses, pueden desencadenar grandes acontecimientos.
Otro elemento llamativo del tesoro es que las cariátides, esculturas de figuras femeninas, sustituyen a las columnas tradicionales. Este uso de cariátides no solo refleja una innovación arquitectónica, sino que también añade una dimensión antropomórfica al edificio, como si el mismo templo estuviera habitado por seres divinos.
El significado del Tesoro de los Sifnios es múltiple. Por un lado, es una expresión de piedad religiosa y agradecimiento a Apolo, el dios protector del santuario de Delfos. Por otro lado, refleja el poder y la prosperidad de Sifnos, una isla que en aquel tiempo era rica gracias a sus minas de oro y plata. Además, las escenas mitológicas que adornan el tesoro transmiten los valores de la época: el heroísmo, el orden cósmico, la intervención divina en los asuntos humanos y la relevancia de la belleza y la competencia.
El tesoro, en su conjunto, es un manifiesto cultural que combina religión, política y arte, mostrando cómo estas esferas estaban interconectadas en la Grecia arcaica. Al mirar las esculturas y su detallado trabajo, los peregrinos que visitaban Delfos podían reflexionar sobre la grandeza de los dioses, las hazañas de los héroes y el lugar de los mortales en el cosmos. El Tesoro de los Sifnios es, por tanto, un testimonio de cómo el arte griego arcaico no solo era una expresión estética, sino también una herramienta narrativa cargada de significado simbólico y cultural.
Frontón oriental, con la figura de Zeus en el centro (donde el espacio permite la representación de una figura de mayor tamaño) y la disputa entre Apolo y Heracles por la posesión del trípode de Delfos. Debajo, en la parte correspondiente del friso, se representa la guerra de Troya. A la izquierda, una asamblea de los dioses olímpicos (sentados de perfil, como en la plástica egipcia,[50] pero con mucha más movilidad y realismo) deciden el destino de los hombres: los filo-troyanos son Ares, Afrodita, Artemisa y Apolo; los filo-aqueos son Atenea, Hera y otra diosa (quizá Deméter). Los bandos se determinaron por la decisión del troyano Paris en el juicio por la posesión de la manzana de Discordia, que se representa bajo el frontón occidental. La posición decisiva de Zeus tendrá que responder, más que a sus simpatías personales, a su condición arbitral y al mantenimiento de la paz doméstica (su esposa e hija están inclinadas hacia Grecia, mientras que una de sus múltiples amadas, la ninfa Tetis, con la que tiene una importante deuda de gratitud, le ruega a sus pies por su hijo Aquiles -que en ese momento está resentido con Agamenón-). Es una perfecta metáfora de la política en las polis arcaicas.
Foto: Nanosanchez – Trabajo propio
Tesoro de los Sifnios. Museo arqueológico de Delfos. Dominio Público. Original file (1,400 × 788 pixels, file size: 153 KB.).
Friso norte, con la Gigantomaquia, uno de los temas principales del arte griego, que da forma a un aspecto esencial de la forma griega de entender el mundo: la victoria del orden (κόσμος, kosmos-) sobre el desorden (χάος, khaos), de la cultura (τέχνη, techne) sobre la naturaleza (φύσις, physis) o de la civilización sobre la barbarie. Las fuerzas del orden, a la izquierda (los dioses olímpicos, ayudados por Heracles), vencen a las del caos, a la derecha (representados aquí como hoplitas: los gigantes, hijos de Gea -la tierra- y de la sangre de Uranos -el cielo, muerto por su hijo Cronos, el tiempo, padre de Zeus y los demás olímpicos-). Hay un evidente paralelismo formal entre la escena del ataque del león y motivos similares en los relieves de la Apadana de Persépolis (hacia 515 a. C.),(51) que tienen una lectura religiosa en el zoroastrismo (Noruz o «año nuevo»), además de tener como precedentes lejanos los relieves animalísticos asirios.(52) El Tesoro de los Sifnios del santuario de Delfos es uno de los mejor datados de este periodo: año 525 a. C.
Foto: Nanosanchez – Trabajo propio
Tesoro de los Sifnios. Museo arqueológico de Olimpia. Dominio Público.
Frontones de transición del estilo arcaico al clásico
Guerrero del frontón occidental del Templo de Afaia en Egina, entre 510 a. C. y 470 a. C. (Gliptoteca de Múnich). Foto: Desconocido. User:Bibi Saint-Pol. Dominio Público. Original file (2,828 × 1,052 pixels, file size: 1.7 MB).
El guerrero del frontón occidental del Templo de Afaia en Egina es una de las esculturas más destacadas del periodo de transición entre el estilo arcaico y el clásico en la escultura griega. Este templo, situado en la isla de Egina y dedicado a la diosa Afaia, presenta dos frontones con representaciones de batallas mitológicas que involucran a héroes y dioses. La figura del guerrero pertenece al programa decorativo del frontón occidental, que representa una escena de combate vinculada a la guerra de Troya, un tema central en el imaginario griego.
El guerrero está esculpido en mármol y muestra un alto nivel de detalle en su anatomía, vestimenta y armamento. Lleva un casco, probablemente corintio, y su postura sugiere que está en un momento de lucha o agonía, posiblemente representando a un combatiente herido o caído. Esta escultura refleja una tensión emocional y física característica del periodo arcaico tardío, aunque también anticipa las innovaciones del estilo clásico, como un mayor realismo en la representación del cuerpo humano y una búsqueda de expresividad.
En términos estilísticos, el guerrero combina elementos del arcaísmo, como la rigidez y la simetría general, con indicios de movimiento y dinamismo que apuntan hacia una estética más naturalista. Su rostro mantiene la característica «sonrisa arcaica», un rasgo convencional de las esculturas de este periodo, que dota a la figura de un aire sereno incluso en situaciones de conflicto. Sin embargo, el tratamiento del cuerpo, especialmente en los músculos y la postura, demuestra un interés creciente por captar las tensiones y movimientos propios de la acción humana.
La importancia de esta figura radica en su función narrativa dentro del frontón, donde forma parte de una composición más amplia que relata un episodio heroico. Los frontones del Templo de Afaia son particularmente valiosos para el estudio de la escultura griega, ya que documentan la transición estilística crucial entre dos grandes etapas del arte helénico.
Además, las esculturas de este templo, incluido el guerrero, estaban originalmente policromadas, lo que significa que los griegos no concebían estas obras como simples piezas de mármol blanco, sino como representaciones vibrantes y llenas de color, destinadas a captar la atención de los fieles y narrar historias cargadas de simbolismo.
El guerrero del frontón occidental es un testimonio de cómo el arte griego evolucionó para reflejar una comprensión más profunda de la anatomía humana y las emociones, mientras seguía sirviendo a su propósito ritual y narrativo. Como parte del conjunto escultórico del Templo de Afaia, ilustra la conexión entre religión, mitología y la glorificación de la valentía y el sacrificio en la cultura griega.
Frontón occidental del templo de Zeus en Olimpia, que representa la centauromaquia (lucha entre lápitas y centauros). La figura central es Apolo. Estilísticamente representa el final del estilo severo y el comienzo del clasicismo. Entre 470 y 456 a. C.(54).
Original picture by Angela Monika Arnold, Berlin. Sculptures of the west pediment of the Temple of Zeus at Olympia. Olympia Archaeological Museum. CC BY 3.0. Original file (2,982 × 1,341 pixels, file size: 2.9 MB).
Templo de Zeus Olímpico (Olimpia)
El Templo de Zeus Olímpico en Olimpia, construido entre los años 470 y 456 a. C., fue el modelo de los templos clásicos griegos de orden dórico. El templo se alzó sobre el santuario más famoso de toda Grecia, que había sido dedicado a las deidades panhelénicas locales y probablemente se había establecido hacia fines del período micénico. Era, en su momento, el templo griego más importante de la Grecia antigua.
El Altis, anexo con su arboleda sagrada, los altares al aire libre y el túmulo de Pélope, datan de los siglos X y IX a. C., cuando el culto a Zeus se unió al ya establecido culto a Hera.
El templo albergaba la estatua de Zeus que fue una de las siete maravillas del mundo antiguo. La estatua criselefantina tenía aproximadamente 13 metros de alto y había sido esculpida por Fidias en su taller de Olimpia.
Zeus es el dios supremo en el panteón de la mitología griega, considerado el padre de los dioses y los hombres. Es el gobernante del monte Olimpo y el soberano absoluto del universo, encargado de mantener el orden, la justicia y la autoridad divina. Según la tradición mitológica, Zeus es hijo de Crono y Rea, dos titanes que pertenecen a la generación divina anterior. Para evitar ser devorado al nacer, como sus hermanos mayores, fue salvado por su madre y criado en secreto en la isla de Creta.
Tras alcanzar la madurez, Zeus lideró una rebelión contra su padre Crono y los titanes, un conflicto conocido como la Titanomaquia. Con la ayuda de sus hermanos Hades y Poseidón, así como de otros aliados, logró derrotar a los titanes y establecer un nuevo orden en el cosmos. Como resultado, Zeus se convirtió en el rey de los dioses y dividió el dominio del mundo con sus hermanos, quedando Hades como gobernante del inframundo, Poseidón del mar y Zeus del cielo y la tierra.En el panteón griego, Zeus es el dios del cielo y del trueno, conocido por su capacidad para lanzar rayos como arma. Su imagen es la de un patriarca poderoso, generalmente representado con una barba imponente y un aire majestuoso, a menudo acompañado por un águila, símbolo de su soberanía. También es considerado el protector de las leyes y los juramentos, así como el garante de la hospitalidad y las relaciones humanas.
Zeus tiene un papel central en numerosos mitos griegos y es el padre de muchos héroes y dioses importantes. Su carácter, sin embargo, es complejo; aunque es reverenciado como una figura de justicia y orden, también es conocido por sus numerosas aventuras amorosas, tanto con diosas como con mortales, lo que dio lugar a una amplia descendencia divina y heroica. Estas relaciones, aunque a menudo conflictivas, son fundamentales para explicar la genealogía de muchos personajes y deidades de la mitología griega.
Zeus es el símbolo de la autoridad suprema y el orden cósmico, pero también refleja las contradicciones humanas, al ser un dios justo y protector, pero a la vez impulsivo y caprichoso. Su figura encarna tanto el poder como las tensiones inherentes a la convivencia entre lo divino y lo humano en la cosmovisión de la antigua Grecia.
Ilustración efectuada en 1908 de la posible apariencia del templo en el siglo V a. C. Dibujo: Philologus~commonswiki. Dominio Público.

Representación de Apolo en el frontón occidental del templo de Zeus de Olimpia. Roccuz [1]. Estatua de Apolo, que estaba ubicada en el frontón occidental del templo de Zeus. Se conserva en el Museo Arqueológico de Olimpia. CC BY-SA 2.5 it. Original file (2,048 × 1,536 pixels, file size: 1.07 MB).
Apolo es uno de los dioses más polifacéticos y venerados del panteón griego, representando una amplia gama de aspectos relacionados con la armonía, la luz, la razón y las artes. Es hijo de Zeus y Leto, y hermano gemelo de Artemisa. Desde su nacimiento, que según la tradición tuvo lugar en la isla de Delos, Apolo fue asociado con el equilibrio y la belleza. Su carácter dual refleja tanto la serenidad de la inspiración artística como la fuerza destructiva de la enfermedad y el castigo divino.
Apolo es el dios de la luz, a menudo vinculado con el Sol, aunque en la mitología clásica esta asociación era más bien simbólica y tardía, ya que originalmente Helios era el dios del astro solar. Como dios de la luz, Apolo representa la claridad de la razón y la verdad, actuando como mediador entre los dioses y los hombres al transmitir las voluntades divinas a través de su oráculo en Delfos, uno de los centros religiosos más importantes de la antigüedad griega.
En su dimensión artística, Apolo es el patrón de la música, la poesía y las artes en general. Porta la lira, un instrumento que simboliza la armonía y el equilibrio, cualidades que también caracterizan su personalidad. Es el líder de las Musas, las divinidades inspiradoras de las artes, y su presencia en la cultura griega era central para la idea de la civilización y el refinamiento espiritual.
Apolo también desempeña un papel importante en la medicina y la curación, a menudo invocado como protector contra las plagas y enfermedades, aunque también es conocido por desatar epidemias como forma de castigo divino. Su hijo Asclepio heredó este aspecto como el dios de la medicina.
En el ámbito de la justicia y la profecía, Apolo se muestra como un defensor del orden cósmico y moral. Su oráculo en Delfos era consultado por individuos y ciudades en busca de guía y resolución de conflictos, lo que lo convierte en una figura clave en la interpretación del destino y la voluntad divina.
Apolo encarna el ideal griego de la perfección física e intelectual, simbolizando la juventud, la belleza y la armonía. Sus mitos y atributos reflejan una visión de la vida centrada en la búsqueda del equilibrio entre lo humano y lo divino, entre la fuerza y la delicadeza, entre la razón y la pasión. Su figura es fundamental para entender la concepción griega del cosmos y la interacción entre las fuerzas creativas y destructivas de la existencia.
Hércules y el Toro de Creta en metopas del templo de Zeus de Olimpia. Made by Numbers. CC BY-SA 2.0. Original file (2,560 × 1,696 pixels, file size: 3.34 MB).-
La representación de Hércules y el Toro de Creta en las metopas del templo de Zeus en Olimpia es una de las escenas de los doce trabajos que el héroe mitológico realizó como penitencia. Este episodio en particular narra el enfrentamiento de Hércules con el toro cretense, una bestia descomunal enviada por el dios Poseidón como un desafío para Minos, el rey de Creta. Según la leyenda, el toro debía ser sacrificado en honor al dios, pero Minos lo conservó para sí mismo, desatando la ira de Poseidón, quien hizo que el toro se volviera feroz y causara estragos en la isla.
El trabajo de Hércules consistió en capturar al toro y llevarlo vivo a Micenas, una tarea que puso a prueba su fuerza y habilidad. La escena en las metopas del templo de Zeus refleja el momento del enfrentamiento entre el héroe y la criatura, un episodio que simboliza no solo el triunfo del esfuerzo humano sobre lo salvaje y caótico, sino también la capacidad de imponerse ante los retos impuestos por los dioses.
Las metopas del templo de Zeus en Olimpia, en general, son una muestra de la transición artística entre el arcaísmo y el clasicismo, con figuras que buscan transmitir movimiento, dinamismo y un sentido narrativo. La escena de Hércules y el Toro de Creta enfatiza la fuerza física y la valentía del héroe, características que encarnan los ideales de la cultura griega.
En un plano más simbólico, esta representación puede interpretarse como una lección sobre el dominio del caos, la importancia de cumplir con las obligaciones y la conexión entre los mortales y los dioses a través de los desafíos impuestos por los últimos. Como parte del conjunto escultórico del templo, este relieve subraya la glorificación de Hércules como el prototipo del héroe, un modelo de virtud, resistencia y obediencia a la voluntad divina.
Cerámica y pintura
Tras un inicial periodo geométrico (siglos IX y VIII a. C.), al que siguió un período orientalizante (siglos VII y primera mitad del VI a. C.) en el que se detecta la influencia asiria y de otras civilizaciones del Antiguo Oriente (por la importancia y difusión que alcanzaron en esta época los talleres de Corinto se habla de estilo protocorintio); la cerámica griega fue evolucionando sus formas, que hacia el final del siglo VI a. C. alcanzaron un alto grado de refinamiento expresivo, respondiendo a un amplio conjunto de necesidades refinadas de la vida cotidiana de las clases altas, y a la demanda de productos de lujo fácilmente exportables a todo el espacio mediterráneo, e incluso a lejanos lugares en el centro de Europa.
La producción en muchas de las colonias fundadas en esos siglos fue tan importante como la de las metrópolis. Además, la influencia de la cerámica griega se dejó notar en la producción local de los pueblos indígenas, especialmente en la cerámica etrusca (que tiene tipologías verdaderamente sincréticas, como es el caso de la hidria caeretana o hidria de Caere) (55) o en la cerámica ibérica.
Se aprovecharon extensamente las posibilidades que las distintas tipologías de vasos daban en ciertas partes de su superficie (fondos de las copas, vientres y cuellos de las ánforas, etc.) para ejercer como soporte para la pintura griega, que se expresó sucesivamente en dos estilos principales, denominados «cerámica de figuras negras» y «cerámica de figuras rojas».
Véanse también: Cerámica bilingüe y Técnica de fondo blanco. (56)
Cada escuela local de ceramistas se distinguió por un estilo local característico, aunque se influyeron mutuamente.
Véase también: cerámica ática
Dinos (δινος) rodio pintado al estilo de la cabra salvaje. Hacia 625 a. C. Desconocido – Jastrow (2006). Dominio Público. Original file (2,400 × 1,850 pixels, file size: 2.62 MB).
El dinos es una forma de vasija griega característica utilizada en banquetes para mezclar vino con agua, de gran importancia en los rituales del symposion. Este ejemplar rodio, datado hacia el 625 a. C., destaca por estar decorado en el llamado estilo de la cabra salvaje, una técnica cerámica desarrollada en el Egeo oriental, especialmente en la isla de Rodas, que alcanzó su auge durante el periodo orientalizante.
El estilo de la cabra salvaje se caracteriza por la representación de animales, como cabras, ciervos y aves, organizados en frisos regulares y rodeados de motivos geométricos y vegetales. Este tipo de decoración muestra la influencia de los contactos culturales entre las civilizaciones griegas y las culturas del Cercano Oriente, que introdujeron nuevas formas y estilos en el arte griego.
El dinos rodio es un ejemplo temprano de la transición hacia una mayor sofisticación en la decoración cerámica. La representación estilizada de las cabras y otros motivos naturales no solo tiene un valor estético, sino que también refleja la importancia de los animales en el simbolismo religioso y social de la época. Este tipo de cerámica, con su minucioso detalle y equilibrio compositivo, se convirtió en un referente de la habilidad artística de los talleres griegos del periodo orientalizante.
Comenzó a ser común que los ceramistas y, menos frecuentemente, los pintores (59) firmaran sus obras (Clitias, Exequias, Psiax, Eufronio), lo que se interpreta como una valoración social de su trabajo, implicando un concepto muy moderno de la función del arte y del artista, en un momento en que el trabajo manual estaba degradándose en su consideración, vinculada a la de los esclavos. Es habitual que solo se conozca el nombre del ceramista, con lo que el pintor se denomina por este (Pintor de Andócides, Pintor de Amasis, Pintor de Antimenes, (60) Pintor de Taleides (61). En otras ocasiones solo se ha podido establecer la identidad común de un maestro por sus obras (Pintor de Príamo, (62) Pintor de Neso, (63) Pintor de las cabezas de caballo, (64) Pintor de Aqueloo (65) o por los lugares donde se han encontrado (Maestro del Dípylon) o los museos y colecciones particulares donde se conservan (Maestro o Pintor de Madrid, (66) Maestro o Pintor de Princeton, (67) Maestro o Pintor de Edimburgo, (68) Maestro o Pintor de Rycroft, (69) Maestro o Pintor de Castellani (70). A algunos se les agrupa por sus características comunes (71) (Pequeños maestros, (72) Grupo Leagros, (73]) Grupo Perizoma, (74) Grupo de las tres líneas, (75) Grupo pionero -este último ya a comienzos del siglo V a. C.-).
Cerámica de figuras negras
La técnica de la cerámica de figuras negras (en griego: μελανόμορφα, romanizado: melanomorpha) es un estilo de pintura de la antigua cerámica griega en la que la decoración aparece silueteada en negro sobre fondo rojo.
La técnica decorativa que se designa con la expresión de figuras negras debe su nombre a que, con anterioridad a la cocción del vaso, el ceramógrafo pintaba en negro las siluetas de las figuras, indicando los detalles externos con un hábil y rico juego de finísimas incisiones –mediante una punta de metal o de hueso- que descubrían el color natural de la arcilla, y añadiendo en caso necesario algunos toques de blanco y rojo oscuro.
Este sistema de decoración para la pintura de vasos se introdujo en la cerámica corintia hacia el año 700 a. C., y allí fue objeto de sucesivos perfeccionamientos durante todo el siglo VII a. C.
Los artistas áticos adoptaron la nueva técnica en el período orientalizante, y obtuvieron con ella resultados de gran originalidad en la última fase de la producción de los vasos llamados por los estudiosos «protoáticos» (630–620 a. C.).
Atenea vistiendo la égida, hidria ática de figuras negras del alfarero Panfeo (firmado) y el pintor Eufileto, circa 540 a. C. Cabinet des Médailles, BNF (París), De Ridder n°254. Autor: Marie-Lan Nguyen y un autor más – Trabajo propio. Dominio Público. Original file (2,300 × 2,300 pixels, file size: 3.37 MB).
Con esta producción se inicia la gran serie de la cerámica de figuras negras, que tiene su principal centro en Atenas y que se prolonga hasta comienzos del siglo V a. C., comprendiendo la fase intermedia de los llamados vasos bilingües es decir, realizados con una técnica mixta de figuras negras y rojas, a partir del 530 a. C. Desde el punto de vista estilístico, se distingue de la cerámica orientalizante precedente y del posterior estilo de cerámica de figuras rojas. Otro centro principal de este estilo fue inicialmente Corinto. Se sabe que otros lugares importantes de producción fueron Laconia, Beocia, Grecia oriental e Italia. Sobre todo en Italia se desarrollaron estilos individuales destinados, al menos en parte, al mercado etrusco. Los vasos griegos con figuras negras eran muy populares entre los etruscos, como demuestran las frecuentes importaciones. Los artistas griegos crearon productos personalizados para el mercado etrusco que diferían en forma y decoración de sus productos normales. Los etruscos también desarrollaron su propia industria de cerámica negra orientada a los modelos griegos (véase, cerámica etrusca).
La cerámica de figuras negras fue el primer estilo artístico que dio lugar a un número significativo de artistas identificables. Algunos son conocidos por sus verdaderos nombres, otros solo por los nombres convenidos que se les dio en la literatura científica. La mayoría de artistas conocidos proviene del Ática. Algunos alfareros introdujeron diversas innovaciones que con frecuencia influyeron en el trabajo de los pintores; a veces, fueron los pintores quienes inspiraron la originalidad de los alfareros. Los vasos de figuras rojas y negras son una de las fuentes más importantes de la mitología y la iconografía, y a veces también para investigar la vida cotidiana de la Antigua Grecia. Desde el siglo XIX, estos vasos han sido objeto de una intensa investigación.
La llamada Taza de los pájaros es un skýphos (σκύφος) producido en Tebas hacia el 550 a. C. Su pintura es de estilo orientalizante. Autor: Desconocido – Loïc Evanno, own work, 2006-08-3. CC BY 2.5. Original file (3,456 × 2,304 pixels, file size: 5.39 MB).
La llamada Taza de los Pájaros, un skýphos producido en Tebas hacia el 550 a. C., es un ejemplo destacado de la cerámica griega de estilo orientalizante, una corriente artística que dominó la producción de la época arcaica en diversas regiones de Grecia. Este estilo se caracteriza por la incorporación de motivos decorativos y técnicas que los griegos adoptaron de las culturas del Próximo Oriente, Egipto y Asia Menor, fruto de contactos comerciales y culturales intensos.
El skýphos, un tipo de copa utilizada para beber vino, muestra decoraciones que combinan motivos geométricos con figuras animales y elementos vegetales estilizados. En el caso de la Taza de los Pájaros, la representación de aves es central, probablemente por su simbolismo relacionado con la naturaleza, la fertilidad o incluso lo divino en el imaginario griego. Las aves, que suelen aparecer en pares, reflejan la influencia de patrones decorativos orientales, en los que los animales frecuentemente simbolizan armonía, equilibrio o el vínculo entre lo terrenal y lo espiritual.
Este tipo de cerámica no solo tenía una función práctica en los banquetes y las reuniones sociales, sino que también era un medio para expresar ideas estéticas y valores culturales. La elección de las aves como motivo decorativo podría interpretarse como un reflejo de la conexión entre los griegos y la naturaleza, así como una expresión del interés por lo exótico y lo ornamental que caracterizó el periodo orientalizante.
La Taza de los Pájaros es, por tanto, un objeto que trasciende su función utilitaria, actuando como un testimonio del intercambio cultural y la transformación artística que marcaron la Grecia arcaica. Combina influencias extranjeras con innovaciones locales, sirviendo como una pieza representativa de la identidad visual y simbólica de su tiempo.
Cerámica de figuras rojas
El estilo de cerámica de figuras rojas, que surgió en Atenas a finales del siglo VI a. C. durante el periodo de transición de la Grecia arcaica al clásico, representa un hito en la evolución del arte griego. Este estilo reemplazó progresivamente al anterior de figuras negras, marcando una innovación técnica y estética que revolucionó la decoración cerámica. Su aparición se atribuye a talleres como el del pintor Andócides y constituye una respuesta a las limitaciones expresivas del estilo de figuras negras, permitiendo un mayor detalle y naturalismo en las representaciones.
En este estilo, las figuras se representaban en el color natural de la arcilla, mientras que el fondo se cubría con un engobe negro brillante. Esta técnica permitía una representación más precisa de los detalles anatómicos, gestos y expresiones, gracias a la posibilidad de trabajar con pinceles para delinear y sombrear. Como resultado, los artistas lograron plasmar escenas de una gran complejidad narrativa y dinamismo. Los temas de las cerámicas de figuras rojas abarcaban una amplia variedad de escenas mitológicas, rituales religiosos, actividades cotidianas y acontecimientos sociales, reflejando los intereses culturales y la vida de la Grecia arcaica y clásica.
Desde el punto de vista técnico, el desarrollo de este estilo requería un control excepcional sobre el proceso de cocción. Las piezas se cocían en tres fases: oxidación, reducción y reoxidación, lo que permitía obtener los contrastes característicos entre las figuras y el fondo. Este dominio técnico se combinaba con un virtuosismo artístico que posicionó a los ceramistas y pintores atenienses, como Euphronios y Euthymides, en la cúspide del arte cerámico.
El estilo de figuras rojas no solo representó una mejora técnica, sino también un cambio en la percepción artística. Reflejó una mayor preocupación por la anatomía humana, el espacio y la narración visual, anticipándose a los logros del periodo clásico. La atención al detalle y el movimiento en las figuras ofrecieron a los artistas una herramienta para explorar temas como la emoción, el drama y la interacción entre los personajes.
En términos culturales, la cerámica de figuras rojas fue un medio de expresión ideológica y estética que transcendió las fronteras de Atenas, siendo exportada a gran parte del Mediterráneo. Las piezas actuaban como portadoras de la cultura griega, difundiendo sus mitos, costumbres y valores. Este estilo se convirtió en una manifestación tangible de la creatividad y la innovación de los artesanos griegos, consolidando su legado en la historia del arte y marcando una transición crucial hacia el naturalismo que caracterizaría el arte occidental en siglos posteriores.
Boda de Tetis y Peleo. Píxide ática de figuras rojas del Pintor de la boda. C. 470-460 a. C. Autora: Marie-Lan Nguyen y un autor más. Dominio público. Original file (1,532 × 1,709 pixels, file size: 559 KB).
La boda de Tetis y Peleo, representada en una píxide ática de figuras rojas atribuida al Pintor de la Boda y datada entre 470 y 460 a. C., es un magnífico ejemplo de la habilidad narrativa y artística que caracterizó a la cerámica de figuras rojas del periodo clásico temprano en Atenas. Esta pieza, destinada probablemente a un contexto nupcial, no solo es una obra de arte decorativa, sino también un vehículo para contar una de las historias más significativas de la mitología griega, profundamente conectada con los orígenes de la Guerra de Troya.
El tema central de esta pieza es la boda entre Tetis, una nereida o ninfa marina, y Peleo, un mortal y rey de Ftía. Este evento mitológico es célebre porque marcó el inicio de una cadena de acontecimientos que culminarían en el conflicto troiano, ya que durante la boda tuvo lugar la disputa entre Hera, Atenea y Afrodita por la manzana de oro de Eris, la diosa de la discordia. El juicio posterior de París, influido por Afrodita, conduciría al rapto de Helena y, en última instancia, al estallido de la guerra.
En términos artísticos, la píxide utiliza el estilo de figuras rojas para capturar con delicadeza y detalle la procesión de dioses, héroes y musas que asisten a la boda. Se representa un ambiente festivo y solemne, donde las figuras divinas están elegantemente vestidas y organizadas de manera armoniosa alrededor de la composición. Este tipo de narrativa visual permite una lectura lineal de la escena, con un enfoque en la interacción entre los personajes y su papel en el mito.
El Pintor de la Boda, conocido por su capacidad para representar escenas complejas con claridad y equilibrio, destaca en esta obra por su atención al detalle, como la vestimenta y los gestos de los participantes. Los dioses y diosas se muestran en actitud solemne y majestuosa, mientras que los adornos de los bordes del recipiente y las líneas fluidas contribuyen a un diseño elegante y dinámico.
La píxide en sí, un recipiente con tapa utilizado para guardar objetos pequeños, como joyas o cosméticos, probablemente estuvo destinada a ser un regalo para una boda, lo que subraya la relevancia temática de la pieza. El relato de la boda de Tetis y Peleo habría tenido un significado simbólico especial para los novios, representando la unión entre lo humano y lo divino, así como las complejidades y desafíos de las relaciones matrimoniales.
Esta obra es un claro testimonio de cómo el arte cerámico griego no solo servía fines funcionales, sino que también actuaba como medio para preservar, celebrar y reflexionar sobre los mitos y valores de la sociedad de la época. La boda de Tetis y Peleo, como tema decorativo, simboliza la riqueza de la tradición mitológica griega y su profunda conexión con los aspectos cotidianos y ceremoniales de la vida en la Grecia clásica.
Vaso Mikonos, un pithos (πίθος -para almacenar grano y, en su caso, fermentarlo-) decorado al relieve, que presenta la primera representación conocida del caballo de Troya. Mikonos, hacia 670 a. C. (57). Autor foto: Travelling Runes. (Flickr.com). CC BY-SA 2.0. Original file (3,113 × 2,448 pixels, file size: 3.37 MB).
El Vaso de Míkonos, un pithos decorado en relieve, es una de las piezas más significativas de la cerámica griega arcaica debido a su temática narrativa y su vínculo con el mito del caballo de Troya. Datado hacia el 670 a. C., este recipiente monumental, destinado originalmente al almacenamiento de grano o líquidos, incorpora una de las primeras representaciones visuales conocidas del famoso caballo utilizado por los griegos para tomar la ciudad de Troya. Este hallazgo, procedente de la isla de Míkonos, no solo tiene valor artístico, sino también histórico y cultural, al vincularse con una de las tradiciones mitológicas más emblemáticas de la Grecia antigua.
El pithos está decorado con escenas en relieve que detallan la historia del caballo de Troya, una estrategia ideada por Odiseo para introducir a los guerreros griegos en la ciudad amurallada y concluir la larga y devastadora Guerra de Troya. En el friso del vaso, se observa el caballo con figuras humanas claramente visibles en su interior, lo que indica el intento de los artistas de narrar el mito de manera directa y comprensible. Este enfoque no solo destaca el simbolismo del caballo como instrumento de astucia y engaño, sino que también subraya la importancia de la narrativa mitológica en la cultura visual de la época.
Además de la figura del caballo, el vaso muestra detalles asociados al saqueo de Troya, como soldados armados y escenas de violencia, lo que refuerza el dramatismo y el impacto emocional de la historia. Las representaciones de guerreros y figuras humanas reflejan un estilo geométrico tardío en transición hacia el orientalizante, caracterizado por la incorporación de influencias del arte de Oriente Próximo, visibles en los motivos decorativos y en la composición narrativa.
Desde el punto de vista técnico, los relieves del vaso de Míkonos son rudimentarios pero efectivos, sugiriendo una intención clara de comunicar historias complejas de manera accesible para el espectador. Este uso narrativo de la cerámica como medio de expresión y transmisión de mitos es un ejemplo temprano de cómo el arte griego comenzó a incorporar elementos narrativos más sofisticados, que serían plenamente desarrollados en periodos posteriores.
El vaso no solo es un testimonio del interés de los griegos por sus mitos fundacionales, sino también de cómo estos relatos se integraban en objetos de uso cotidiano, conectando la vida diaria con las tradiciones culturales y religiosas. En el contexto de su época, el Vaso de Míkonos puede interpretarse como un símbolo de identidad y cohesión cultural, evocando el poder de los mitos compartidos para unir a una comunidad en torno a sus valores y creencias comunes.
Vaso Chigi, un olpe (ολπη -jarra, más pequeña que el oinokhoe-) estilo protocorintio (hacia 650 a. C.) hallado en una tumba etrusca. (58). Desconocido «Chigi Painter» – Knud Friis Johansen, Les Vases Sicyoniens. Étude archéologique, 2a ed., Paris : Copenhague, Edouard Champion : V. Pio – Povl Branner, 1923, pl. XXXIX. Dominio Público.
El Vaso Chigi es una de las piezas más destacadas del estilo protocorintio, datada hacia el 650 a. C. Esta olpe, una jarra utilizada para verter líquidos, es una obra maestra de la cerámica griega arcaica debido a su riqueza narrativa y su sofisticado estilo pictórico. Aunque fue hallado en una tumba etrusca, lo que demuestra el alcance del comercio griego en la época, el vaso fue producido en Corinto, uno de los centros más importantes de producción cerámica en la Grecia arcaica.
El vaso se distingue por su decoración meticulosa en frisos superpuestos que narran diversas escenas de la vida y la mitología griegas. Entre las más significativas se encuentra una representación de una batalla hoplítica, considerada una de las primeras representaciones de esta forma de guerra organizada, que caracterizó a las polis griegas de la época arcaica. Los hoplitas, armados con lanzas y escudos redondos (hoplones), están alineados en formación cerrada, reflejando la importancia de la disciplina colectiva en el combate. Este detalle no solo ilustra un cambio en la práctica militar, sino que también subraya valores sociales clave de la época, como la cooperación y la cohesión comunitaria.
Otro friso del Vaso Chigi muestra una escena de cacería de leones, que enfatiza la destreza y valentía de los participantes, mientras que una tercera banda decorativa incluye danzas y procesiones, posiblemente vinculadas a rituales religiosos o celebraciones cívicas. La diversidad temática del vaso sugiere un interés por capturar la amplitud de la experiencia griega, desde el ámbito militar y la vida cotidiana hasta el ritual y la mitología.
Desde el punto de vista estilístico, el Vaso Chigi es un ejemplo excepcional del estilo protocorintio, caracterizado por su atención al detalle, el uso de figuras pequeñas y precisas, y la introducción de técnicas innovadoras como el uso del estilo miniaturista. Los colores, obtenidos mediante la técnica de engobe, crean contrastes vívidos entre el fondo y las figuras, lo que da una impresión de dinamismo y profundidad.
El hallazgo del Vaso Chigi en una tumba etrusca también revela la alta estima en que se tenía la cerámica griega fuera de Grecia, así como la influencia cultural que los griegos ejercieron en el Mediterráneo. Para los etruscos, estos objetos no solo eran mercancías valiosas, sino también símbolos de prestigio cultural y social. El Vaso Chigi, por tanto, no solo es una obra de arte excepcional, sino también un testimonio de las conexiones interculturales de la Grecia arcaica y de la importancia de la cerámica como vehículo de expresión artística y narrativa.
Ánfora epónima del Pintor de Neso (el primer ático en adoptar el estilo corintio, en el que introduce innovaciones). Hacia 620 a. C. En el vientre se representa a Perseo y las Gorgonas y en el cuello a Heracles con el centauro Neso. Autor foto;: Pintor de Neso – Marcus Cyron Trabajo propio, abril de 2008. Attic black-figure eponymous (amphora) vase of the Nessos Painter; Perseus already departed while the beheaded Medusa collapses on the ground, her Sisters Sthele and Euryale fly above the sea in pursuit of Perseus. For head image see detail image; found at a tomb in Pireaos Str. in Athens; about 620/610 BC. CC BY-SA 3.0. Original file (1,256 × 2,276 pixels, file size: 1.4 MB).
La Ánfora epónima del Pintor de Neso es una obra destacada de la cerámica griega arcaica, producida en Atenas hacia el 620 a. C. Este vaso debe su nombre al pintor que lo decoró, conocido como el Pintor de Neso, quien es reconocido como uno de los primeros artistas áticos en adoptar y transformar el estilo corintio. La ánfora no solo es un ejemplo temprano del arte cerámico ático, sino también una pieza que introduce innovaciones estilísticas y narrativas que influirían en el desarrollo de la cerámica griega.
La decoración de la ánfora se divide en dos escenas principales. En el vientre del vaso, se representa el mito de Perseo y las Gorgonas. Perseo, uno de los héroes más célebres de la mitología griega, es mostrado en el momento de su huida tras decapitar a Medusa, la más temida de las Gorgonas. La escena captura la tensión del momento, con las figuras de las Gorgonas persiguiéndolo, llenas de movimiento y dinamismo. Las Gorgonas son representadas con características arcaicas, como rostros estilizados, alas extendidas y un patrón decorativo que subraya su naturaleza sobrenatural. Este relato mítico resalta temas de valentía y astucia, cualidades ideales para la sociedad griega.
En el cuello del vaso, aparece otra escena mítica: Heracles enfrentándose al centauro Neso. Según el mito, Neso intentó secuestrar a Deyanira, la esposa de Heracles, mientras la ayudaba a cruzar un río. Heracles lo mató disparándole una flecha envenenada con la sangre de la Hidra de Lerna. Esta representación destaca la fuerza y la justicia del héroe, elementos centrales en las historias de Heracles. La elección de esta narrativa también podría tener connotaciones simbólicas, asociadas a la lucha contra fuerzas caóticas o amenazantes.
Desde el punto de vista estilístico, la ánfora refleja la influencia del estilo corintio, especialmente en el uso de figuras pequeñas y ornamentadas, y en la inclusión de frisos decorativos con motivos vegetales o animales fantásticos. Sin embargo, el Pintor de Neso introduce innovaciones significativas. Las figuras humanas y mitológicas muestran una mayor atención al detalle anatómico y una narrativa más elaborada, lo que señala un avance hacia el realismo y la complejidad que caracterizarían el arte ático posterior. Además, el uso del espacio en el vaso muestra una transición hacia composiciones más organizadas y menos saturadas que las típicas del estilo corintio.
La Ánfora del Pintor de Neso no solo es una obra de arte, sino también un testimonio del desarrollo cultural y artístico de Atenas en la época arcaica. Representa un punto de inflexión en la cerámica griega, en el que los artistas áticos comenzaron a superar las influencias corintias y a establecer un estilo propio que florecería en siglos posteriores. Al mismo tiempo, las escenas mitológicas que decoran el vaso reflejan los valores, creencias y aspiraciones de la sociedad griega, haciendo de esta ánfora una obra clave tanto en términos artísticos como culturales.
Vaso François, una crátera ática (del ceramista Ergótimos, pintada por Clitias, hacia 570 a. C.) con distintas escenas mitológicas y decoración orientalizante. Hallada en una tumba etrusca. Vaso François. Museo Arqueológico de Florencia, n.º inv.4209. Clitias – User:Sailko Trabajo propio, 15 de diciembre de 2006. CC BY 2.5.
El Vaso François es una crátera, esto es, un tipo cerámico destinado a la mezcla del vino y del agua (tres partes de agua y una de vino). Fue realizado por el alfarero Ergótimos y decorada por el pintor Clitias alrededor del año 580 a. C. en Ática, está considerado la obra cumbre de la cerámica ática. Recibe el nombre en honor a su descubridor, Alessandro François (1796 – 1857), que lo halló en una tumba etrusca en la localidad de Chiusi. La pieza se conserva en el Museo Arqueológico de Florencia (Italia).
Es una pieza que reviste gran tamaño, de 66 centímetros de altura, con la boca y cuerpo anchos, a fin de que los comensales que acudían al simposium (beber vino junto con frutos secos o cualquier tipo de fruta) pudiesen introducir sus propios vasos para servirse ellos mismos. Concretamente es una crátera de volutas fechada en torno al año 570 a. C. que tiene seis frisos decorados con figuras.
Vaso François, una crátera ática (del ceramista Ergótimos, pintada por Clitias, hacia 570 a. C.) con distintas escenas mitológicas y decoración orientalizante. Hallada en una tumba etrusca. Foto: I, Sailko. Athenian volute-krater. CC BY 2.5.
Estamos ante el exponente de la plena maduración en la técnica y el estilo miniaturista en la decoración. Lleva cerca de 270 figuras que forman escenas de diferente índole. Las carreras de carros en honor de Patroclo, la caza del jabalí de Calidón, el desembarco de los atenienses en el Ática después de haber sido salvados por Teseo del Minotauro, la persecución de Aquiles a Troilo, la procesión de los dioses ante la casa de Peleo a causa de su boda con Tetis, Áyax recogiendo el cadáver de Aquiles, el regreso de Hefesto al Olimpo, una Gorgona volando, Artemisa como Potnia Theron, la guerra de los pigmeos contra las grullas, así como la representación de animales orientalizantes o escenas de centauromaquia son algunos de los temas que figuran en dicha crátera.
Aquiles y Áyax jugando a los dados, en un ánfora de cerámica de figuras negras de Exequias. Hacia 540 a. C. (76). Exequias – Jakob Bådagård (Trabajo propio). Attic amphora by Exekias depicting Achilles and Ajax playing a game during the Trojan War. Dominio Público. Original file (4,288 × 2,848 pixels, file size: 5.45 MB).
La escena de Aquiles y Áyax jugando a los dados es una de las representaciones más icónicas de la cerámica griega de figuras negras, atribuida al maestro ceramista y pintor Exequias. Este famoso vaso, fechado hacia el 540 a. C., es un ejemplo excepcional de la maestría técnica y artística alcanzada en Atenas durante el periodo arcaico. El tema y la ejecución de esta obra destacan tanto por su calidad artística como por su profundidad narrativa.
La escena principal, pintada en un ánfora de cuello, muestra a los héroes Aquiles y Áyax, personajes centrales de la mitología griega y de la Ilíada de Homero, sentados frente a frente en un momento de relajación durante la Guerra de Troya. Los dos héroes están armados, con cascos, lanzas y escudos, lo que subraya su papel de guerreros, pero en lugar de participar en combate, están inmersos en un juego de dados. Este contraste entre la guerra y el juego refleja tanto la humanidad de los personajes como su destino trágico.
El diseño de la composición es meticulosamente simétrico. Ambos héroes están inclinados hacia el centro de la escena, creando una sensación de equilibrio y tensión. Los cascos puntiagudos y las lanzas en diagonal contribuyen a dirigir la mirada del espectador hacia el tablero de juego entre ellos. Exequias logra una expresividad notable en los detalles de las figuras, utilizando la técnica de figuras negras con grabado y añadidos de pintura blanca y púrpura para resaltar los elementos decorativos.
La inscripción en la cerámica añade una dimensión narrativa adicional. Los nombres de los héroes están grabados junto a sus figuras, y el resultado del juego aparece indicado: «cuatro» para Áyax y «tres» para Aquiles. Este detalle sugiere que Aquiles, aunque momentáneamente por detrás en el juego, es el héroe superior, alineándose con su papel como el más grande de los guerreros griegos.
Desde un punto de vista simbólico, la escena puede interpretarse como una pausa en la épica lucha de los héroes, humanizándolos y recordando la dualidad de sus vidas como guerreros y como individuos con momentos de camaradería. También puede aludir a la noción de destino en la mitología griega, ya que tanto Aquiles como Áyax encontrarán un final trágico en la guerra, subrayando la fugacidad de la calma y la inevitabilidad del conflicto.
La elección de este tema por parte de Exequias, un artista reconocido por su habilidad tanto como alfarero como pintor, muestra su interés en capturar no solo la grandeza épica de la mitología griega, sino también los momentos íntimos y cotidianos que enriquecen la narrativa. Este ánfora es un testimonio de su genio artístico y de la capacidad de la cerámica de figuras negras para combinar belleza formal con significado profundo.
Lekythos (λήκυθος, envase para aceite perfumado usado como cosmético y en rituales funerarios) del Pintor de Aqueloo. Hacia 525 a. C. Entre las figuras representadas hay un atleta en el momento de darse impulso con los halteres (ἁλτῆρες -pesas-), y un tañedor de aulós (αὐλός -doble flauta-). Acheloos Painter – MatthiasKabel, own work, 2006. CC BY 2.5. Original file (1,324 × 2,826 pixels, file size: 457 KB).
El lekythos es un tipo de cerámica griega especialmente conocido por su uso en la conservación de aceites perfumados, utilizados tanto en el ámbito cotidiano, como en cosméticos, y en rituales funerarios. Esta vasija solía estar decorada con escenas que reflejaban aspectos de la vida cotidiana, prácticas atléticas, o ceremonias religiosas, siendo un testimonio artístico de la cultura griega antigua.
En este caso, el Lekythos del Pintor de Aqueloo (circa 525 a. C.) presenta una composición figurativa típica del estilo de los primeros pintores de cerámica de figuras negras. En la decoración se destacan dos elementos representativos de la vida griega:
El atleta con halteres: Los halteres eran pesas que los atletas usaban en sus entrenamientos y competiciones, particularmente en el salto de longitud, para ganar impulso y equilibrio. La escena muestra el momento en que el atleta se prepara para ejecutar un salto, lo que subraya la importancia de los juegos y el entrenamiento físico en la sociedad griega antigua.
El tañedor de aulós: Este músico toca un aulós, una flauta doble común en ceremonias religiosas, competiciones deportivas, y eventos sociales. Su inclusión junto al atleta sugiere el contexto ritual o celebrativo que acompañaba a las competiciones deportivas.
Contexto artístico y cultural. El Pintor de Aqueloo es conocido por su habilidad para capturar escenas dinámicas y vívidas, a menudo relacionadas con la vida cotidiana y los rituales. La técnica de figuras negras, en la que los detalles se inciden o pintan sobre una superficie de arcilla negra, era predominante en este período, justo antes de la transición a la técnica de figuras rojas.
La elección de estos motivos resalta el profundo vínculo entre la vida atlética, la música y la espiritualidad en el mundo griego clásico. Estos objetos no solo eran funcionales, sino que también transmitían valores y aspectos esenciales de la cultura helénica.
Crátera de Eufronio (cerámica de figuras rojas de Eufronio, hacia 515 a. C.). La escena representa al cuerpo de Sarpedón sostenido por Eros y Tánatos, ante Hermes. (77). Jaime Ardiles-Arce (photographer). Krater by Euphronios (painter) and Euxitheos (potter). Dominio Público. Original file (1,152 × 768 pixels, file size: 687 KB).
La crátera de Eufronio, una obra maestra de la cerámica de figuras rojas realizada hacia el 515 a. C., representa una escena mitológica cargada de simbolismo. El cuerpo de Sarpedón, héroe y aliado de los troyanos en la Ilíada, es sostenido por Eros y Tánatos, las personificaciones del amor y la muerte, bajo la atenta mirada de Hermes, quien actúa como psicopompo, el guía de las almas hacia el más allá. Este episodio alude al momento en que Zeus, tras la muerte de su hijo Sarpedón en la guerra de Troya, ordena que su cuerpo sea transportado para recibir los rituales funerarios adecuados. La composición de Eufronio combina un profundo sentido narrativo con un notable virtuosismo técnico, característico de la cerámica de figuras rojas, técnica que permitía un mayor detalle en las expresiones y anatomías humanas, marcando un hito en el arte griego antiguo.
Ánfora de cerámica de figuras negras, que representa la disputa entre Apolo y Heracles por el trípode de Delfos. Relacionada con el denominado Grupo de Toronto 305. Hacia 510 a. C. (78). Near the Group of Toronto 305 – User:Bibi Saint-Pol, own work, 2007-06-06. Dominio Público. Original file (2,181 × 1,719 pixels, file size: 1.51 MB).
La disputa entre Apolo y Heracles por el trípode de Delfos es un episodio mitológico que involucra a dos grandes héroes de la mitología griega, Apolo, el dios de la música, la profecía y las artes, y Heracles, el héroe conocido por sus doce trabajos. El trípode de Delfos, en este contexto, era un objeto sagrado, relacionado con el oráculo de Delfos, considerado uno de los centros más importantes de la antigua Grecia para recibir consejos divinos.
El conflicto surge cuando Heracles, al llegar a Delfos en busca del trípode, lo reclama como parte de su botín tras una serie de victorias. Apolo, celoso de que alguien se atreviera a tomar algo tan sagrado, se enfrenta a Heracles para impedirlo. En algunos relatos, se describe que Apolo intenta utilizar su poder para rechazar a Heracles, mientras que éste, con su gran fuerza, lucha por hacerse con el trípode. El conflicto se resuelve cuando Zeus interviene, ordenando que ambos cesen en su lucha y que Heracles, por ser un héroe, tenga derecho a recibir el trípode como premio por sus hazañas.
La escena, representada en la cerámica de figuras negras en torno al 510 a. C., muestra el momento de la confrontación entre los dos personajes, un tema que refleja la tensión entre lo divino y lo heroico. La obra es parte del denominado Grupo de Toronto 305, que hace referencia a un grupo de vasos pintados por el mismo taller, especializado en este tipo de escenas mitológicas. El estilo de figuras negras, que caracteriza a la cerámica de la época, permite ver la lucha entre los personajes con detalles meticulosos y expresiones dramáticas, capturando la tensión y el conflicto que define esta historia.
También hubo pintura sobre paneles y muros, que no se ha conservado a excepción de muy pocos restos, como los Paneles de Pitsa (descubiertos en una cueva de Sición, la localidad al norte del Peloponeso, cerca del Golfo de Corinto, donde la tradición consideraba que se había inventado la pintura sobre paneles -pinax πίναξ, plural pinakes πίνακες; de donde viene la palabra «pinacoteca»-). (79) o los frescos de la Tumba del nadador, en Posidonia (Magna Grecia). La influencia etrusca de esta tumba es evidente; aunque a su vez la pintura etrusca había recibido una notable influencia griega durante los siglos VII y VI a. C.
Véase también: Pintura de la Antigua Grecia
Fresco que representa un simpósion, en la Tumba del nadador. Hacia 480 a. C. Los concurrentes, sin abandonar su posición reclinada, se dedican al juego del kótabos (κότταβος, consistente en acertar a un blanco lanzando vino con el kílix) o a los placeres de la paiderastía (παιδεραστία, entre un imberbe erómenos ἐρώμενος y su erastés ἐραστής). Foto: Amandajm. Dominio público.
Pintura de la Antigua Grecia
La pintura de la Antigua Grecia es el conjunto de obras artísticas producida por artistas del mundo helénico.
Precedentes
Con anterioridad la formación del llamado Arte Griego en territorios de la antigua Grecia se cataloga el llamado arte prehelénico, conservado en ruinas de edificios de la época y sobre estuco, representando paisajes, acciones guerreras y ceremonias cortesanas o religiosas cuyas figuras aunque imperfectas revelan notable expresión y vida. En el ámbito de la cerámica, se anotan asimismo las primitivas decoraciones de vasijas, en las que raras veces se representa la figura humana, muy estilizada y con escasos detalles.
El conocimiento de la pintura griega y sus artistas se debe casi por completo a los historiadores de la antigüedad clásica, pues no se conservan cuadros de Zeuxis, Parrasio y Apeles, considerados sus mayores representantes. Las únicas obras pictóricas conocidas son las conservadas en las decoraciones de los diversos periodos de la cerámica decorada helénica (con abundante producción de vasijas de todo tipo). También podrían incluirse algunos mosaicos y placas de arcilla pintadas. Ya posteriores al periodo griego clásico, pueden citarse las obras de pintura romana en que intervino mano griega. Se ha sugerido la posibilidad de que algunas decoraciones de las grandes ánforas o cráteras, pudieran ser copias de pinturas murales originalmente realizadas al fresco, al encausto, al temple y con menor probabilidad, incluso al óleo. En general, los temas y asuntos representados en las muestras de pintura conservada en las cerámicas son escenas de la vida humana y tradiciones o leyendas mitológicas y heroicas.
Pintura sobre vasija, hacia 500 a. C. User:Bibi Saint-Pol, 2008. Pintura atribuida al Pintor de Sosias (pieza principal para Beazley, atribución predominante) o al Pintor de Kleophrades (según Robertson) o a Euthymides (según Ohly-Dumm). Aquiles cuidando de Patroclo, herido por una flecha, identificado por inscripciones en la parte superior de la vasija. Tondo de una copa ático de figuras rojas (kylix), ca. 500 a. C. Procedente de Vulci. Dominio público. Original file (1,674 × 1,653 pixels, file size: 2.5 Mb).
Periodos
La pintura griega está dividida en tres periodos (después de los periodos llamados protohistoricos o anteriores al arte griego, como el cretense y micénico ya nombrados que pueden considerarse como protohistóricos).
- El de formación y arcaico que dura hasta el siglo V a. C., el cual se distingue por los resabios de influencias asirias y egipcias que revela en sus dibujos. La pintura de las vasijas correspondientes al primero de dichos periodos suele ofrecer desde mediados del siglo VIII a. C. las figuras de color negro sobre fondo amarillo o rojo (pues antes de dicha fecha consistía en dibujos de estilo geométrico y figuras estilizadas)
- El de elegancia nacional, durante el siglo V a. C. y parte del IV a. C. en que se emancipó la pintura con Polignoto, seguido de Apolodoro, Zeuxis y Parrasio, muy correctos en el dibujo, atribuyéndose al primero la invención del claroscuro. Las vasijas de este periodo tienen las figuras rojas sobre fondo negro, siendo excepción los célebres lecitos blancos de tenas que sobre fondo blanquecino ostentan figuras polícromas.
- El alejandrino o de difusión desde mediados del siglo IV a. C. hasta dos siglos más tarde en que fue Grecia conquistada por los romanos. Las vasijas de este periodo que es la época de las grande ánforas decorativas o de lujo continúa casi en lo mismo que en el precedente pero con menor corrección y con cierto barroquismo en el dibujo hasta principios del siglo II a. C. en que cesan las figuras pintadas y se usan de relieve con uniforme color negro o rojo.
A principios de este último periodo rayó con el famoso Apeles el arte pictórico en lo más alto a que pudo llegar ocupándose su pincel en representar hazañas y gentilezas de la persona de Alejandro. Pero muy pronto decayó el arte, parando en una especie de barroquismo debida esta decadencia a la voluptuosidad y vulgaridad de los asuntos y a la misma difusión y éxodo fuera de Grecia que realizaron los talleres o escuelas principales e influyentes y que propiamente forman el periodo helenístico.
De todo ello hay abundantes muestras en los principales museos del mundo. No obstante, este legado pictórico queda restringido al género decorativo, al carecer de perspectiva y claroscuro. También son determinantes de su primitivismo recursos como la representación de los pliegues de la vestimenta y demás líneas con rayas negras o de color rojo oscuro más o menos gruesas, según lo exige las figura, o la carnación de las figuras –sobre todo las femeninas– con pasta de color blanco.
Chatos, negros: así ven los etíopes a sus dioses.De ojos azules y rubios: así ven a sus dioses los tracios.
Pero si los bueyes y los caballos y leones tuvieran manos,
manos como las personas, para dibujar, para pintar, para crear una obra de arte,
entonces los caballos pintarían a los dioses semejantes a los caballos, los bueyes
semejantes a bueyes, y a partir de sus figuras crearían
las formas de los cuerpos divinos según su propia imagen: cada uno según la suya.
Jenófanes, Fragmentos 15 y 16. (80)
Literatura
Sobre una potentísima literatura oral proveniente de la Época Oscura (los aedos o aoidos ἀοιδός -«cantores»-), que pasó a incluir certámenes poéticos, la utilización del alfabeto griego en la escritura de obras literarias se ha detectado al menos desde el 700 a. C., tras haberse consolidado su uso en inscripciones en cerámica, en listas de vencedores olímpicos y de magistrados atenienses y en los registros de la fundación de colonias sicilianas. La alfabetización de los ciudadanos de Atenas estaba ya muy extendida en tiempos de Solón (finales del siglo VII y comienzos del siglo VI a. C.); y lo mismo ocurría en otras polis, haciendo cada vez más común la puesta por escrito de la legislación que había comenzado con Zaleuko de Locris, hacia 675, y Dracón de Atenas, hacia 625). (80)
La literatura del período arcaico griego (aproximadamente del siglo VIII al VI a. C.) es una etapa fundacional en la historia literaria de Grecia y de la cultura occidental. Aunque, como mencionas, la literatura de este período tiene una raíz eminentemente oral, es precisamente durante este tiempo cuando comienza la transición hacia la escritura, un hito que marcará la fijación del conocimiento en el idioma griego.
La literatura arcaica se caracteriza por la transmisión oral de historias, mitos, poemas épicos y líricos. Obras como las atribuidas a Homero, La Ilíada y La Odisea, son los ejemplos más emblemáticos de esta tradición. Estos poemas épicos fueron compuestos y transmitidos oralmente por rapsodas antes de ser fijados por escrito, un proceso que se estima ocurrió hacia finales del siglo VIII o principios del VII a. C., gracias a la introducción del alfabeto griego, derivado del fenicio.
El alfabeto griego fue un avance crucial, ya que permitió la transcripción de sonidos vocálicos específicos, lo que lo hizo particularmente adecuado para registrar la riqueza de la lengua griega y facilitó la fijación escrita de tradiciones orales. Este proceso coincidió con un período de expansión cultural, comercial y colonial, que condujo al intercambio de ideas y técnicas con otras culturas del Mediterráneo.
Ejemplos Arqueológicos y Literarios del Período Arcaico
La Oinokhóe hallada en el cementerio Dípilon (ca. 740 a. C.) es un ejemplo importante de las primeras inscripciones griegas, conocida por portar una inscripción en verso que se considera uno de los textos griegos más antiguos. Refleja cómo la escritura comenzaba a ser utilizada para registrar elementos poéticos y ceremoniales, a menudo ligados a la función social de los objetos.
La llamada Copa de Néstor, una kotýle hallada en Pithekousai (hacia 725 a. C.), también contiene una inscripción poética, en la que se menciona a Néstor, el legendario rey de Pilos mencionado en La Ilíada. Este hallazgo evidencia la temprana relación entre el lenguaje escrito y la épica homérica, además de la expansión griega hacia Occidente.
La transición de la oralidad a la escritura
El paso de la literatura oral a la escrita no fue un evento inmediato, sino un proceso gradual que ocurrió a lo largo de los siglos. Los poetas del período arcaico, como Hesíodo, en su Teogonía y Los trabajos y los días, representan uno de los primeros intentos de crear literatura que no solo se memorizara y recitara, sino que también pudiera ser registrada para la posteridad.
Fijación del conocimiento en idioma griego
La fijación del conocimiento en griego comenzó formalmente con la adopción del alfabeto, pero tomó siglos consolidarse. Durante el período arcaico, la escritura era utilizada principalmente para inscripciones ceremoniales, legales y poéticas. No fue hasta el período clásico (siglo V a. C.) cuando la escritura se convirtió en una herramienta ampliamente adoptada para registrar historia, filosofía, teatro y ciencias, marcando el inicio de una tradición literaria escrita que sobrevivió al paso del tiempo.
En conclusión, aunque la literatura del período arcaico se basó en la oralidad, este tiempo sentó las bases para la fijación escrita del conocimiento en griego. La introducción del alfabeto y los primeros textos inscritos, como los ejemplos de la Oinokhóe del Dípilon y la Copa de Néstor, son testimonios de un cambio trascendental en la manera en que los griegos comenzaron a preservar su legado cultural y literario.
Primeras inscripciones con alfabeto griego
Oinokhóe (οἰνοχόη -«para escanciar vino»-) hallado en el cementerio Dípilon (Δίπυλον) del Kerameikós (Κεραμεικός, el barrio -demo- de los alfareros de Atenas, de donde viene la palabra castellana «cerámica»). Se ha datado hacia el 740 a. C. Contiene la llamada Inscripción Dípylon. El recipiente dice (de sí mismo):
ΗΟΣΝΥΝΟΡΧΕΣΤΟΝΠΑΝΤΟΝΑΤΑΛΟΤΑΤΑΠΑΙΖΕΙΤΟΤΟΔΕΚΛΜΙΝ-
«Seré para aquél de los danzantes que baile más ligero»
Foto: Durutomo. CC BY-SA 4.0. Original file (3,872 × 2,592 pixels, file size: 4.34 MB).
La llamada Copa de Néstor es un kotýle (κοτύλη -taza con dos asas-) hallada en Pithekousai (Πιθηκοῦσαι, una isla del golfo de Nápoles llamada actualmente Isquia). Se ha datado hacia el 725 a. C. Su relación con el texto de la Ilíada es objeto de debate. Dice (de sí misma):
ΝΕΣΤΟΡΟΣ:…:ΕΥΠΟΤΟΝ:ΠΟΤΕΡΙΟΝΗΟΣΔΑΤΟΔΕΠΙΕΣΙ:ΠΟΤΕΡΙ..:ΑΥΤΙΚΑΚΕΝΟΝΗΙΜΕΡΟΣΗΑΙΡΕΣΕΙ:ΚΑΛΛΙΣΤΕΦΑΝΟ:ΑΦΡΟΔΙΤΕΣ«Soy la copa de Néstor, agradable para beber.Quien beba de esta copa quedará al punto dominado por el deseo de Afrodita, la de la hermosa corona»Original uploader was Fidio at it.wikipedia – Dominio Público. Autor: Filippo Di Iorio.

La llamada Copa de Néstor de Pithekoussai: una copa para beber (skyphos/kotýle) que fue encontrada en 1954 en una tumba del antiguo asentamiento griego de Pithekoussai, en la isla de Isquia, en Italia (la colonia griega más antigua en Occidente). Datada en el período Geométrico (ca. 750-700 a. C.), se cree que fue fabricada originalmente en Rodas. Actualmente se conserva en el museo Villa Arbusto, en el pueblo de Lacco Ameno, en la isla de Isquia. Lleva una de las inscripciones en alfabeto griego más antiguas que se conocen, siendo la más antigua encontrada en Gabii (cerca de Roma).
Retórica en la época arcaica
Los inicios de la retórica en la época arcaica griega están estrechamente vinculados al desarrollo de las formas orales de comunicación y a la necesidad de persuasión en contextos sociales, políticos y judiciales. Durante este periodo, que abarca aproximadamente del siglo VIII al VI a. C., la retórica no existía como una disciplina estructurada, pero comenzaba a tomar forma a través de prácticas orales que se convirtieron en la base de la tradición retórica posterior.
La retórica arcaica estaba fuertemente influida por los contextos culturales de la época, en particular por la épica y la poesía lírica, que eran los principales vehículos de expresión artística y comunicación. En los poemas homéricos, como La Ilíada y La Odisea, los héroes a menudo recurren a discursos persuasivos, tanto en asambleas como en encuentros personales, para influir en las decisiones de sus pares. Estos discursos muestran una temprana comprensión de los principios básicos de la retórica, como el uso de la lógica, la emoción y el ethos (credibilidad) del orador.
La poesía lírica, desarrollada por autores como Alceo, Safo y Tirteo, también desempeñó un papel importante en los inicios de la retórica. Los poemas líricos eran a menudo composiciones destinadas a ser cantadas o recitadas, y su estructura rítmica y el uso de imágenes vívidas ayudaban a transmitir mensajes persuasivos en contextos políticos, sociales o militares.
Un aspecto fundamental del surgimiento de la retórica en la época arcaica fue la consolidación de las polis griegas, que dieron lugar a nuevas formas de interacción social y política. En las asambleas ciudadanas, los líderes y ciudadanos libres participaban en debates públicos donde la capacidad de argumentar de manera convincente era crucial. Este entorno democrático primitivo favoreció el desarrollo de habilidades retóricas, aunque todavía sin una formalización teórica.
Hacia finales del periodo arcaico, filósofos presocráticos como Parménides y Heráclito comenzaron a explorar la relación entre el lenguaje, el pensamiento y la persuasión, sentando las bases para una reflexión más sistemática sobre la retórica en el periodo clásico. Asimismo, los sofistas del siglo V a. C., como Protágoras y Gorgias, tomaron inspiración de estas prácticas arcaicas para desarrollar una teoría más estructurada de la retórica, marcando el inicio de su institucionalización como disciplina.
En resumen, aunque la retórica en la época arcaica carecía de la sistematización que alcanzaría en el periodo clásico, su desarrollo inicial estuvo profundamente arraigado en las prácticas orales de la poesía épica y lírica, así como en la necesidad de persuasión en los contextos políticos y sociales de las primeras polis. Estos antecedentes proporcionaron las bases culturales e intelectuales sobre las que se construiría la tradición retórica de Grecia.
Enócoe (οἰνοχόη -«para verter el vino»-) de cerámica de figuras negras del Pintor de Taleides. Hacia 520 a. C. Representa la disputa entre Odiseo y Áyax el Grande por la armadura de Aquiles. Sometido el litigio al juicio de Agamenón y Menelao, en la argumentación venció el astuto Odiseo. (83) Autor foto: Taleides Painter – Marie-Lan Nguyen (User:Jastrow), own work, 2008-06-07. CC BY 2.5. Original file (2,100 × 3,150 pixels, file size: 3.58 MB).
La enócoe es un tipo de recipiente griego de cerámica utilizado principalmente para verter vino, y este ejemplo en particular, datado hacia el 520 a. C., pertenece al estilo de figuras negras y se atribuye al Pintor de Taleides. Este pintor fue conocido por sus detalladas representaciones mitológicas en cerámica, que eran muy valoradas tanto por su función práctica como por su capacidad de narrar historias a través de imágenes.
El tema representado en esta enócoe es la disputa entre Odiseo y Áyax el Grande por la armadura de Aquiles, un episodio emblemático de la mitología griega que refleja la tensión entre la fuerza bruta y la astucia. Según la tradición, tras la muerte de Aquiles en la guerra de Troya, su armadura, fabricada por el dios Hefesto, se convirtió en objeto de una controversia entre los dos héroes más destacados del ejército griego. Áyax, conocido por su fuerza y valor, consideraba que la armadura debía ser suya debido a su papel crucial en el campo de batalla. Por otro lado, Odiseo, célebre por su inteligencia y habilidad para la estrategia, argumentó que su contribución a la guerra, incluyendo el diseño del Caballo de Troya, lo hacía merecedor del premio.
El conflicto fue sometido al juicio de Agamenón y Menelao, líderes de la coalición griega en Troya. En el debate, la elocuencia y astucia de Odiseo prevalecieron, y se le otorgó la armadura. Este veredicto fue un duro golpe para Áyax, quien, según los relatos, cayó en un estado de ira y desolación que lo llevó a su trágico final. En algunas versiones, Áyax intentó vengarse matando a sus compañeros griegos, pero en su delirio terminó matando ganado, lo que agravó su humillación y lo llevó al suicidio.
La enócoe del Pintor de Taleides capta este momento de disputa y juicio, reflejando tanto los valores de la sociedad griega como el impacto emocional de los mitos en la cultura de la época. Estas escenas no solo servían como decoración, sino también como una forma de comunicación visual que recordaba a los comensales las historias heroicas y los dilemas éticos del pasado. Este tipo de representación mitológica en cerámica era especialmente común en banquetes y contextos sociales donde el vino y el relato oral se entrelazaban para reforzar la identidad cultural griega.
Ostraka (ὄστρακα -fragmentos de cerámica usados para escribir el voto-) utilizados en la ekklesía (ἐκκλησία -«asamblea»-) de Atenas durante la votación que debía decidir entre el ostracismo (ὀστρακισμός) de Arístides o el de Temístocles (482 a. C.) En esa ocasión, fue Arístides el que fue forzado a exiliarse, y la posición de Temístocles quedó reforzada. Diez años más tarde fue Temístocles a quien le tocó recibir ese castigo. Foto por: G.dallorto. Attribution. Original file (1,844 × 1,939 pixels, file size: 689 KB).
La retórica griega se fue desarrollando a partir de los discursos forenses, que el derecho griego obligaba a realizar a los pleiteantes por sí mismos, con un tiempo limitado, delante del tribunal, en el ágora (ἀγορά -«lugar de reunión»-, la plaza pública de cada polis), las distintas configuraciones de la heliaía (Ήλιαία -tribunal superior en Atenas-), o el Areópago (Ἄρειος πάγος -«la colina de Ares»-, también en Atenas); y en los debates políticos, que se realizaban ante auditorios cada vez más numerosos y participativos (boulé βουλή -«consejo»-, ekklesía ἐκκλησία -«asamblea»-). Los recursos y capacidad de convicción de los oradores eran cada vez más importantes, a medida que las polis democratizaban sus sistemas políticos. El rhetor (ῥητορ -«orador»-) era el ciudadano que regularmente se dirigía a jurados y asambleas políticas; y que ante tales auditorios había ganado prestigio por su facilidad con el lenguaje y su habilidad argumentativa (logôn techne -«destreza verbal»-).(84)
Véase también: Tribunales de Atenas
Aunque en toda la Época Arcaica se habían desarrollado extensamente tales prácticas, y que incluso en la Ilíada hay ejemplos del uso de la oratoria (arengas militares e intervenciones ante distintos foros de Aquiles, Héctor u Odiseo), la tratadística romana, que deriva de la aristotélica Téchnē rhētorikḗ (Τέχνη ῥητορική -traducido como «La Retórica»-), (85) atribuye la invención de la retórica al siracusano Córax y su discípulo Tisias (comienzos del siglo V a. C.), en el contexto de los pleitos por propiedades tras la expulsión del tirano Trasíbulo de Siracusa, en los que desarrollaron la técnica de argumentación judicial que no buscaba la verdad, sino la verosimilitud y la persuasión del jurado, apoyando la elocuencia natural del orador en ciertas técnicas, como la teoría del doble discurso (Δισσοὶ λόγοι dissoi logoi) (86) en la defensa judicial. Simultáneamente, también en Sicilia, los pitagóricos y Empédocles desarrollaron una retórica «psicagógica» («conductora de almas») basada en «la magia matemática del ritmo del decurso fónico», que permite manipular las emociones del auditorio, independientemente de la racionalidad. Con este fin se investiga la politropía (cada auditorio debe ser enfrentado de forma diferente) y el kairós (καιρός «lo oportuno»), definido como relación matemática entre los elementos discursivos. Posteriormente, los sofistas (como Protágoras de Abdera y Gorgias de Leontino), sincretizando esas dos escuelas sicilianas, extendieron la retórica por toda Grecia, instrumentalizándola como un recurso político que permitía a cualquiera (con suficiente capacidad o con suficiente dinero para pagar a quien la tuviera) vencer en cualquier disputa, independientemente de la razón de su posición. Tomaron conciencia del valor simbólico del lenguaje y de la arbitrariedad de la adjudicación de significantes, es decir: la no identidad entre el signo lingüístico y el objeto al que designa.(87).
Musa tocando dos cítaras en una copa ática de fondo blanco. Hacia 470 a. C. Hesiod Painter – User:Bibi Saint-Pol, own work, 2007-06-01. Dominio Público. Original file (1,791 × 1,863 pixels, file size: 1.74 MB).
Poesía
El término poiesis (ποιεσισ -«creación» o «producción»- de poiéo ποιέω -«hacer»-) se aplicaba a cualquier producción artística o trabajo artesanal, y su sistematización como preceptiva literaria no se produjo hasta el siglo IV a. C., con los tratados de Platón (88) y Aristóteles; (89) que centraron su calificación sobre la poesía como expresión literaria en su condición «no imitativa» o «imitativa» según se expresara el poietés (ποιητής -«poeta»-) por sí mismo o por sus personajes, dando origen a la denominación de los géneros literarios.
Lo que historiográficamente denominamos «poesía griega» se entendía como un acto de comunicación presencial con el público, en el que un coro o un recitador individual cantaba versos, habitualmente con acompañamiento musical (que da incluso nombre a una de los géneros: la lírica). Los recursos de la versificación (ritmo y rima) permitían la memorización (atribuida a Mnemósine -Μνημοσύνη-, madre de las musas -μοῦσαι-, o a Mneme -Μνήμη-, una de estas) y eran de conveniente aplicación no solo para lo que hoy llamaríamos literatura artística, sino para toda clase de textos, especialmente aquellos cuya conservación era más importante, como son las leyes, que inicialmente eran en verso y solo cuando pudieron confiarse a los registros escritos se redactaron en prosa.
Hidria (υδρία) de cerámica de figuras negras del Pintor de Antimenes, que representa a Apolo tocando la kíthara (κíφαρα) o lira (λύρα) ante otros dioses. Hacia 520 a. C. Foto: Marcus Cyron. Hidria de figuras negras áticas atribuida al Pintor de Antímenes. Friso principal: Apolo toca la cítara, frente a él están Artemisa y Hermes, detrás de él una diosa y Poseidón. Debajo del friso principal, un friso animal con leones y jabalíes. Friso del hombro: Aquiles persigue a Troilo y a dos mujeres troyanas; a la izquierda, Atenea frente a una fuente. Original file (2,153 × 2,420 pixels, file size: 2.52 MB). CC BY-SA 3.0.
La poesía de la Grecia arcaica representa uno de los pilares fundamentales del desarrollo cultural y literario de Occidente, caracterizándose por su función tanto estética como social en un contexto en el que la escritura aún no se había consolidado plenamente como medio principal de preservación del conocimiento. Este periodo, que abarca aproximadamente desde el siglo VIII hasta el VI a. C., estuvo marcado por el florecimiento de formas poéticas que, aunque incipientes en términos de desarrollo técnico y estilístico, sentaron las bases para la tradición literaria griega posterior.
La poesía épica, encabezada por las obras atribuidas a Homero, como La Ilíada y La Odisea, es la manifestación más destacada de este periodo. Estas epopeyas no solo son registros literarios de un pasado heroico, sino también vehículos de transmisión cultural que integraban narrativas míticas, valores éticos y creencias religiosas. La métrica del hexámetro dactílico, empleada en estas composiciones, ofrecía un recurso mnemotécnico que facilitaba su preservación y transmisión oral antes de ser fijadas por escrito en algún momento del periodo arcaico tardío. La épica homérica logró sintetizar un vasto corpus de tradiciones orales en una narrativa coherente que sirvió como modelo para generaciones posteriores.
Además de la épica, la poesía lírica emergió como una forma expresiva más personal y subjetiva, destinada a ser acompañada por música y frecuentemente asociada a festividades y rituales sociales. Poetas como Safo y Alceo en Lesbos, y Arquíloco en Paros, exploraron temas como el amor, la política, el vino y la naturaleza humana con un estilo que combinaba una rica sensibilidad emocional y un agudo sentido de la observación. La lírica estaba marcada por su métrica variada y flexible, adaptada a contextos específicos, desde banquetes hasta ceremonias religiosas. La poesía lírica también reflejaba las tensiones sociales y políticas de las polis griegas en proceso de consolidación, ofreciendo un espacio para la reflexión crítica y el comentario social.
Otro género significativo de la época arcaica fue la poesía gnómica, que contenía máximas y sentencias de sabiduría práctica destinadas a educar y guiar a los oyentes. Este género estaba estrechamente relacionado con los valores de la aristocracia griega, que promovía ideales como la moderación (sophrosyne) y la excelencia (areté). Poetas como Teognis de Megara capturaron estas preocupaciones en versos que combinaban reflexiones morales con observaciones sobre la vida cotidiana y los desafíos políticos.
La poesía de la Grecia arcaica estuvo profundamente influida por su contexto oral y comunitario, donde la palabra hablada era el medio dominante de comunicación y educación. Sin embargo, la introducción del alfabeto griego alrededor del siglo VIII a. C. marcó un punto de inflexión que permitió la gradual fijación escrita de estas composiciones, garantizando su preservación para las generaciones futuras. Este proceso de transición de la oralidad a la escritura no fue inmediato ni uniforme, y las primeras inscripciones poéticas, como la de la Copa de Néstor, reflejan la coexistencia de ambas tradiciones.
En síntesis, la poesía de la Grecia arcaica es testimonio de una sociedad en transformación, donde los mitos, las emociones y los ideales eran moldeados y transmitidos a través de formas poéticas que, aunque incipientes, ya mostraban una notable complejidad y profundidad. Estas formas poéticas no solo respondían a las necesidades culturales y sociales de su tiempo, sino que también prepararon el terreno para el desarrollo de la literatura griega clásica, consolidando un legado que sigue siendo fuente de inspiración y estudio.
Kílix de cerámica de figuras rojas que representa una escena galante, propia de un simposion (συμπόσιον -«beber juntos»-). La lira y el vino están presentes. Hacia 510 a. C. Autor: Marie-Lan Nguyen (User:Jastrow). Músico sosteniendo a un comensal ebrio. Interior de una copa ática de figuras rojas, c. 510 a. C. Dominio público. Original file (2,450 × 2,415 pixels, file size: 3.72 MB).
Épica en la Grecia arcaica
La épica es un género literario caracterizado por narrar hazañas heroicas, generalmente vinculadas a una tradición cultural o histórica de gran importancia para una comunidad. Estas composiciones suelen desarrollarse en verso, empleando un lenguaje elevado y recursos estilísticos que resaltan el carácter sublime de los eventos narrados. En la épica, los héroes protagonizan aventuras que simbolizan valores y desafíos universales, mientras interactúan con dioses y enfrentan fuerzas trascendentes que reflejan las creencias y tensiones del grupo cultural al que pertenecen.
La épica en la fase arcaica griega se configura como el género literario primordial, desempeñando un papel crucial en la consolidación de una identidad cultural común entre las polis griegas. Las epopeyas atribuidas a Homero, La Ilíada y La Odisea, son las máximas representantes de este periodo y constituyen no solo obras literarias de incalculable valor, sino también verdaderos compendios de las tradiciones orales que se habían desarrollado durante siglos. Estas epopeyas, estructuradas en hexámetros dactílicos, integraban relatos mitológicos, creencias religiosas y códigos éticos, funcionando como vehículos de transmisión cultural en una sociedad predominantemente oral.
La Ilíada, que se centra en la cólera de Aquiles durante la Guerra de Troya, no solo narra las hazañas de los héroes sino que también aborda temas universales como la gloria, el honor, la mortalidad y el sufrimiento humano. Por su parte, La Odisea combina elementos heroicos y aventureros con una introspección más profunda sobre la astucia, la resiliencia y la nostalgia del hogar, ejemplificados en las peripecias de Odiseo. Ambas obras reflejan un profundo conocimiento de las dinámicas humanas y una capacidad para captar los matices de las emociones y relaciones sociales, convirtiéndose en textos que trascienden su contexto histórico para adquirir una dimensión atemporal.
Durante esta etapa arcaica, también surgieron epopeyas cíclicas, como los poemas del Ciclo Troyano y del Ciclo Tebano, que ampliaban el universo narrativo homérico. Aunque fragmentarias, estas obras completaban las historias de héroes y eventos de relevancia mítica, sirviendo de complemento a las narrativas principales. Otro ejemplo destacado es la Teogonía de Hesíodo, que aunque no es una épica heroica en el sentido homérico, emplea recursos épicos para narrar los orígenes de los dioses y el cosmos, estableciendo un marco teológico que influiría profundamente en la cultura griega.
La épica arcaica griega no solo consolidó el uso del alfabeto griego para la fijación escrita de las tradiciones orales, sino que también marcó el inicio de una tradición literaria que evolucionaría hacia nuevas formas y géneros. Las epopeyas arcaicas no solo documentaron un pasado mítico compartido, sino que también contribuyeron a la formación de una identidad panhelénica al establecer un repertorio de valores, héroes y relatos que trascendían las divisiones políticas y geográficas entre las polis.
En síntesis, la épica griega en la fase arcaica no solo fue un género literario de singular importancia, sino también un instrumento cultural que articuló y preservó las bases de la civilización griega. Su capacidad para captar las tensiones entre lo humano y lo divino, lo individual y lo colectivo, lo heroico y lo trágico, garantizó su relevancia no solo en su tiempo, sino también como un legado perdurable en la literatura universal.
Ritón (ῥυτόν) de cerámica de figuras rojas, que representa a una mujer seguida por un hombre. Pintor de la Villa Giulia. Hacia 460 a. C. Autor foto: Μαρσύας. Hombre persiguiendo a una mujer. Rhyton de carnero de figuras rojas del Pintor de la Villa Giulia, ca. 460-450 a. C. Procedente de Anavyssos, en Ática. Museo Arqueológico Nacional de Atenas, 15880. CC BY 2.5. Original file (1,000 × 887 pixels, file size: 282 KB).
Μῆνιν ἄειδε, θεά, Πηληιάδεω ἈχιλῆοςCanta, oh musa, la cólera del pelida AquilesPrimer verso de la Ilíada, Homero.
Ἐκ γάρ τοι Μουσέων καὶ ἑκηβόλου Ἀπόλλωνοςἄνδρες ἀοιδοὶ ἔασιν ἐπὶ χθόνα καὶ κιθαρισταί,
ἐκ δὲ Διὸς βασιλῆες• ὃ δ᾽ ὄλβιος, ὅν τινα Μοῦσαι
φίλωνται• γλυκερή οἱ ἀπὸ στόματος ῥέει αὐδή.
De las Musas y del flechador Apolo
descienden los aedos y citaristas que hay sobre la tierra;
y de Zeus, los reyes. ¡Dichoso aquel de quién se prendan las Musas!
Dulce le brota la voz en la boca.
Hesiodo, Teogonía II, 94-97.
Véanse también: Épica, Los dos poetas épicos, Homero, Cuestión homérica y Poemas homéricos, Ilíada, Odisea, Hesíodo, Teogonía y Trabajos y días.
Lírica
Creada legendariamente por los míticos Orfeo, Anfión, Lino o Museo, (93) la poesía lírica debe su nombre a la lira (λύρα), el instrumento de cuerda con el que Apolo venció a Marsias. Las composiciones líricas se convirtieron en un género literario dotado de convenciones propias durante la época arcaica. Destacaron «nueve poetas líricos»: Alcmán de Esparta, Safo de Lesbos, Alceo de Mitilene, Anacreonte, Estesícoro, Íbico, Simónides de Ceos, Píndaro y Baquílides. La expresión de los sentimientos más íntimos se realizó principalmente a través de temas eróticos (hetero y homosexuales de ambos sexos -el peculiar «eros» griego-) (94) ambientados en entornos naturales que han pasado a convertirse en tópicos (idílicos o pastoriles), o junto a otros placeres como el del vino y los usos sociales en su torno, tan propios de la cultura griega.
La lírica griega en la etapa arcaica representó un cambio significativo respecto a la épica, no solo en términos formales sino también en cuanto a su contenido y propósito. Mientras que la épica se centraba en narrativas heroicas y colectivas, la lírica se desarrolló como una forma de expresión más personal, subjetiva y centrada en las emociones humanas, las experiencias individuales y las relaciones sociales. Aunque en un principio la lírica también se enmarcaba dentro de un contexto oral, el auge de la escritura permitió la fijación de estos poemas, asegurando su transmisión y preservación a lo largo del tiempo.
La lírica arcaica se diversificó en distintas formas según su uso y contenido. Por un lado, estaban los poemas destinados a ser cantados acompañados por instrumentos como la lira, de ahí el término «lírica». Por otro lado, también existieron composiciones recitadas, muchas veces en contextos públicos o ceremoniales. Esta poesía abarcó una amplia variedad de temas, desde lo político y lo religioso hasta lo amoroso y lo filosófico, reflejando la complejidad de la vida en las polis griegas de la época.
Entre los poetas más destacados se encuentran Alceo y Safo, ambos originarios de la isla de Lesbos, cuyas obras se caracterizan por su enfoque en la experiencia personal y las relaciones humanas. Alceo abordó temas políticos y bélicos, reflejando los conflictos de su tiempo, pero también escribió sobre el vino y la camaradería. Safo, en cambio, es célebre por su poesía íntima y emocional, a menudo centrada en el amor y las relaciones personales, con una sensibilidad que la ha convertido en una de las figuras literarias más influyentes de la antigüedad.
Heracles, coronado de hojas de vid, reclinado confortablemente frente a una mesa con alimentos, y con un kántharos (κάνθαρος) en la mano, mira a una sonriente Atenea, que le ofrece una flor. La escena se refiere al fallido intento de Heracles de beberse todo el vino que llena perpetuamente el kántharos de Dioniso, inventor de ese modelo de copa para vino, y que nunca podía vaciarse. Una sola gota de ese vino emborrachaba a cualquier hombre. (91) Esta ánfora (Pintor de Andókides, hacia 520 a. C.) es una pieza particularmente importante, de las denominadas «bilingües», que representa la misma escena, con alguna variación, pero con el cromatismo invertido (en técnica de figuras negras y en técnica de figuras rojas). (92) Andócides – User:Bibi Saint-Pol, own work, 2007-02-10. Dominio Público. Original file (2,913 × 2,014 pixels, file size: 4.61 MB).
Otro poeta importante fue Anacreonte, conocido por su poesía dedicada al placer, el amor y el vino, temas que abordaba con un estilo ligero y elegante. En un registro diferente, Píndaro y Baquílides destacaron en la composición de poesía coral, especialmente los epinicios, cantos dedicados a celebrar las victorias en los juegos panhelénicos. Estas composiciones no solo alababan a los vencedores, sino que también exploraban temas éticos, religiosos y míticos, conectando las hazañas humanas con el orden divino.
La lírica arcaica también tuvo una dimensión política y social, especialmente en los poemas de poetas como Tirteo y Solón. Tirteo, originario de Esparta, escribió elegías marciales que exaltaban el valor militar y la cohesión social, mientras que Solón, un legislador ateniense, utilizó la poesía como medio para promover sus reformas y reflexionar sobre la justicia y la gobernanza.
En términos formales, la lírica arcaica se caracterizó por la variedad métrica, que se ajustaba a las necesidades específicas de cada poema y su contexto de interpretación. Este período marcó la experimentación con ritmos y estructuras que enriquecieron el lenguaje poético griego, permitiendo una mayor versatilidad en la expresión de las emociones y las ideas.
En síntesis, la lírica en la etapa arcaica griega fue un género literario profundamente innovador que reflejó la diversidad de experiencias humanas y los cambios sociales de la época. Su énfasis en lo personal y lo subjetivo, junto con su capacidad para adaptarse a diferentes contextos y públicos, garantizó su relevancia no solo en su tiempo, sino también como parte fundamental del legado cultural griego. Esta poesía, que abarcaba desde lo íntimo hasta lo universal, marcó un contrapunto esencial a la épica y allanó el camino para futuras exploraciones literarias.
ηριστησα μέν ιτριου-Αεπτοΰ μικρόν αποκΧάςοίνου δ’ εξεπιον χάδδον • νυν δ’ άβρώς ε’ρόεαααν
ψάλλω πηκτιδα τήι φίληι κωμάζων παιδί αβρήι
He comido un pedazo que de una torta fina he cortado
y un cuenco de vino he apurado. Y ahora dulcemente mi amable
lira repico, mientras rondo a mi querida, dulce mocita
Anacreonte, PMG 373 (95)
Gnómica
La gnómica en la fase arcaica griega es un género literario que se centra en la expresión de máximas, sentencias o reflexiones breves que condensan sabiduría práctica, ética y filosófica. Deriva de la palabra griega «gnome» (γνώμη), que significa juicio, opinión o máxima. Este tipo de literatura busca ofrecer principios generales aplicables a la vida cotidiana, a menudo relacionados con valores universales como la justicia, la moderación, la prudencia y la valentía. En la Grecia arcaica, la gnómica ocupó un lugar importante dentro de la tradición oral, ya que transmitía enseñanzas morales y éticas de una manera accesible y memorable.
La poesía gnómica fue desarrollada por autores como Hesíodo, Teognis y Solón, quienes utilizaron este estilo para reflexionar sobre la condición humana, las relaciones sociales y el orden del cosmos. Hesíodo, en obras como Los trabajos y los días, presenta una colección de consejos prácticos y preceptos morales dirigidos a su hermano, mezclando observaciones sobre la vida campesina con admoniciones éticas que reflejan su visión del mundo. Por ejemplo, sus enseñanzas sobre la importancia del trabajo duro, la justicia y la moderación resuenan como principios fundamentales de la vida griega arcaica.
Otro ejemplo notable es Teognis de Megara, un poeta que recopiló máximas dirigidas a un joven llamado Cirno. Su poesía refleja las preocupaciones de la aristocracia en una época de cambios sociales y políticos. En sus versos se pueden encontrar reflexiones sobre la amistad, la lealtad, la riqueza, el honor y las virtudes necesarias para mantener la cohesión social en una polis en transformación. A través de estas máximas, Teognis busca transmitir valores que aseguren el mantenimiento de la jerarquía social y el equilibrio político.
Solón, legislador y poeta ateniense, también contribuyó al desarrollo de la gnómica al utilizarla como herramienta para promover sus reformas políticas y sociales. En sus poemas, se encuentran sentencias que abordan temas como la justicia, la igualdad y el papel del ciudadano en la polis. Sus máximas no solo contenían consejos prácticos, sino que también servían para legitimar y explicar sus acciones como reformador.
La gnómica en la Grecia arcaica fue más que un simple conjunto de máximas; fue una forma de construir y transmitir una cosmovisión compartida por la comunidad. Estas sentencias breves y memorables se incorporaban en la educación, la política y la vida cotidiana, ayudando a moldear las actitudes y valores de las personas. Al ser fácilmente recordables, funcionaban como vehículos eficaces para preservar y perpetuar el conocimiento práctico y ético en una época en la que la escritura aún no era el medio principal de transmisión cultural.
En términos formales, la poesía gnómica se caracterizó por su brevedad, claridad y estilo directo. Las máximas solían emplear paralelismos, metáforas y estructuras repetitivas que facilitaban su memorización. Esta simplicidad no solo garantizaba su eficacia comunicativa, sino que también les confería un carácter universal que ha permitido que muchas de estas máximas sobrevivan y sigan siendo relevantes incluso en la actualidad.
En resumen, la gnómica en la fase arcaica griega es una manifestación literaria que encapsula la sabiduría práctica y ética de su tiempo en forma de máximas breves y accesibles. Este género no solo reflejaba las preocupaciones y valores de la sociedad griega arcaica, sino que también contribuía a su cohesión y continuidad cultural. A través de figuras como Hesíodo, Teognis y Solón, la poesía gnómica dejó un legado duradero que subraya la importancia del pensamiento reflexivo y ético en la vida humana.
Véanse también: Teognis, Solón, Simónides de Amorgos, Demódoco y Jenófanes.
Esfinges, jabalíes, liebres, perros y otros animales, en una cerámica de estilo orientalizante. Hacia 620 a. C. Desconocido – User:Bibi Saint-Pol, own work, 2007-02-09. Dominio Público. Original file (1,696 × 2,848 pixels, file size: 2.08 MB).
Se prudente y no busques honores, éxitos ni riquezas medianteacciones deshonrosas ni injustas.
Convéncete de ello; y no trates con hombres viles,
sino está siempre unido con los buenos;
bebe y come con aquellos, reúnete con aquellos
y sé grato a aquéllos cuyo poderío es grande.
(…). Ninguna ciudad, oh Cirno, han arruinado aún los hombres de bien;
mientras que cuando los malvados se deciden a mostrar su insolencia,
corrompen al pueblo y dan las sentencias a favor de los injustos
para buscar ganancias y poderío propio, no esperes que esa ciudad,
aunque ahora esté en la mayor calma, permanezca tranquila
por mucho tiempo una vez que los malvados
se aficionen a las ganancias con público perjuicio.
De esto nacen las luchas civiles, las matanzas de ciudadanos
y los tiranos: ¡Ojalá no dé su voto a nada de ello esta ciudad!
(…). Un hombre leal es digno de ser pesado con oro y con plata,
oh Cirno, en las terribles luchas civiles.
Teognis, Elegías (Ἐλεγεῖα), Libro I, versos 31-78 (96)
Fresco romano del atrio de la Casa del Menandro (90) en Pompeya. Representa la escena del saqueo final de Troya por los aqueos; Casandra se agarra con fuerza a un xoanon (ξόανον -«estatua de madera»-) con la imagen de Atenea, mientras Áyax el Menor tira de ella en sentido opuesto. Foto: WolfgangRieger – Marisa Ranieri Panetta (ed.): Pompeji. Geschichte, Kunst und Leben in der versunkenen Stadt. Belser, Stuttgart 2005, ISBN 3-7630-2266-X, p. 349. Dominio Público. Original file (2,360 × 2,804 pixels, file size: 3.02 MB).
La escena representada en el fresco romano del atrio de la Casa del Menandro en Pompeya ilustra un episodio dramático del saqueo final de Troya por los aqueos, tal como se describe en las tradiciones míticas griegas. En este momento crítico, Casandra, hija del rey Príamo y sacerdotisa de Apolo, busca refugio en el templo de Atenea mientras los aqueos toman la ciudad. La escena la muestra aferrándose desesperadamente a un xoanon, una estatua de madera que representa a Atenea, diosa de la sabiduría, la guerra y la protección de la polis.
Casandra, conocida por su don profético otorgado por Apolo y la maldición que la condenaba a no ser creída, simboliza la tragedia de Troya y la impotencia frente al destino inevitable. En este fresco, Áyax el Menor, un guerrero griego destacado por su fuerza y temeridad, tira de ella en un acto violento, tratando de arrancarla del refugio sagrado que representa la estatua de la diosa. Este acto es una transgresión religiosa y moral significativa, ya que viola el asilo ofrecido por el templo y la figura de Atenea, lo cual es visto en las tradiciones mitológicas como una profanación que tendrá consecuencias fatales para los aqueos.
La violación de Casandra por parte de Áyax el Menor, que este fresco insinúa, es uno de los episodios más controvertidos y trágicos del mito troyano. En la narrativa posterior, se dice que este sacrilegio provoca la ira de Atenea, quien exige justicia. Como resultado, los aqueos enfrentan terribles tormentas en su viaje de regreso a casa, y Áyax mismo muere en el mar, castigado por su impiedad.
Este fresco, al capturar este momento, refleja tanto el dramatismo de la mitología griega como las preocupaciones éticas y religiosas de la época romana. La escena resalta temas como la fragilidad humana frente a la divinidad, la violencia inherente a la guerra y las consecuencias de la hybris (desmesura) y la irreverencia hacia los dioses. Además, su ubicación en la Casa del Menandro, un espacio doméstico romano, sugiere cómo estas narrativas míticas se integraban en el arte y la vida cotidiana, sirviendo como recordatorio visual de valores, advertencias morales y la omnipresencia del legado cultural griego en la sociedad romana.
Fábulas
De historicidad discutida, aunque localizable entre finales del siglo VII y comienzos del VI a. C., Esopo sería el autor de un gran número de fábulas, breves relatos, bien en prosa o bien versificados para facilitar su memorización, muchos de ellos protagonizados por animales antropomorfizados (hablan y se comportan como seres humanos), como recurso literario muy efectivo para la sátira de costumbres, al convertirse en un ejemplo o contraejemplo moral. Platón cita su popularidad. (97)
Las fábulas, asociadas tradicionalmente a Esopo, representan una de las formas literarias más antiguas y duraderas de la tradición griega. Aunque la figura de Esopo es de historicidad discutida y rodeada de leyendas, su nombre se ha convertido en sinónimo de este género literario que combina simplicidad narrativa con profundidad moral. Las fábulas son relatos breves, a menudo protagonizados por animales antropomorfizados que actúan y hablan como humanos, lo que permite al autor abordar cuestiones éticas, sociales y políticas de forma indirecta y universal.
Estas historias suelen contener una moraleja explícita o implícita, funcionando como herramientas pedagógicas para enseñar virtudes, advertir sobre defectos o criticar comportamientos inapropiados. Al emplear animales como protagonistas, las fábulas consiguen un distanciamiento que facilita la crítica social, pues el lector o el oyente no se siente aludido directamente. Este recurso es particularmente efectivo para transmitir sátiras de costumbres y cuestionar las estructuras de poder sin enfrentarse abiertamente a las autoridades o tradiciones.
La versificación de muchas de estas fábulas cumplía una doble función: facilitaba su memorización y reforzaba su carácter didáctico, ya que los versos rimados eran más fáciles de recordar y de transmitir oralmente. Esto fue crucial en una época donde la oralidad predominaba y la alfabetización estaba limitada a un sector reducido de la población.
La popularidad de las fábulas en la Grecia arcaica y clásica es atestiguada por autores como Platón, quien menciona cómo estas historias se utilizaban ampliamente como medio de educación y entretenimiento. La sencillez de las narraciones contrastaba con la profundidad de sus lecciones, lo que les permitió trascender barreras culturales y geográficas, convirtiéndose en una forma literaria universal que sigue vigente hasta hoy.
Más allá de su contenido moral, las fábulas reflejan también una visión del mundo profundamente enraizada en la experiencia cotidiana. Los animales elegidos como personajes suelen encarnar atributos simbólicos reconocibles: el zorro es astuto, el león es fuerte, el cuervo es vanidoso. Esto no solo facilita la identificación del público con las situaciones narradas, sino que también crea un vínculo entre la literatura y el entorno natural y social de la época.
En un contexto histórico, las fábulas de Esopo pueden interpretarse como una respuesta a las tensiones sociales de su tiempo, proporcionando lecciones prácticas sobre cómo navegar en un mundo marcado por las desigualdades, la competencia y la búsqueda de poder. Su simplicidad aparente oculta una complejidad que permite múltiples interpretaciones, lo que explica su permanencia a lo largo de los siglos y su adaptación a diferentes culturas y épocas.
Un león y una liebre, en una cerámica de estilo orientalizante. Hacia 660 a. C. Desconocido – User: Bibi Saint-Pol, own work, 2007-02-09. Dominio Público,. Original file (2,643 × 2,014 pixels, file size: 2.65 MB).
ἔγωγε δίκαια πέπονθα, ὃς θαλάττιος ὢν χερσαῖος ἐβουλήθην γενέσθαι.
El cangrejo, cuando estaba a punto de ser engullido, dijo:
«En mi caso, sufro justamente, que siendo de mar quise ser de tierra».
Esopo, El cangrejo y la zorra. (89)
Dramática
La tragedia provenía de un ritual religioso, un cántico en el sacrificio del trágos (τράγος -«macho cabrío»-). En las dionisias, especialmente en Atenas, el cántico se fue sofisticando, transformado en el dithyrambos (διθύραμϐος -«ditirambo»-): un verdadero espectáculo interpretado como una recitación por un coro cuyos componentes se vestían con pieles de cabra; y se organizaron certámenes (como se hacían de música o de otras modalidades de poesía). (99)
Antiguamente en la tragedia había sólamente el coro, después Tespis introdujo un actor, a fin de que el coro descansase; luego Esquilo le dio dos actores, Sófocles tres, y de esta forma se fue perfeccionando la tragedia
Diógenes Laercio, Βίοι καὶ γνῶμαι τῶν ἐν φιλοσοφίᾳ εὐδοκιμησάντων («Vida y opiniones de eminentes filósofos»), III, 56. (100).
Tespis, de quien no se conserva ningún texto, ganó el certamen de las fiestas dionisíacas de Atenas en los años 535 y 533 a. C., y por sus innovaciones, que además de la alternancia actor-coro incluyeron el uso del prosopon (προσωπον -«máscara»-, en latín persona -«lo que resuena»-), (101) se le considera el inventor del teatro. A pesar de su popularidad, o más bien a causa de ella, obtuvo la oposición del mismísimo Solón, que le prohibió la representación y enseñanzas de tragedias, calificándolas de falsedades (και θεσπιν εκωλυσε τραγωδιας διδασκειν, ωσ ανφεληω τνη ψευδολογιαν). (102)
Véanse también: Dramática y Teatro de la Antigua Grecia.
Máscaras teatrales en un mosaico romano. Desconocido – antmoose, 4June 2005; English Wikipedia, original upload 25 June 2005 by Wetman, same filename. Mosaico que muestra máscaras teatrales de tragedia y comedia. Roman artwork, 2nd century CE.. Dominio Público. Original file (1,024 × 768 pixels, file size: 251 KB.).
El teatro griego tuvo sus orígenes en la etapa arcaica de Grecia como una expresión cultural profundamente arraigada en los rituales religiosos y en la vida social de las comunidades. Su surgimiento está intrínsecamente ligado a las festividades en honor a Dioniso, el dios del vino, la fertilidad y el éxtasis. Estas celebraciones, conocidas como las Dionisias, incluían procesiones, cánticos y danzas que evolucionaron con el tiempo hacia formas más estructuradas de representación dramática.
El drama griego tiene sus raíces en el ditirambo, un tipo de canto coral que narraba historias relacionadas con los mitos y las hazañas de los dioses. Los coros de hombres jóvenes participaban en estas representaciones colectivas, adoptando disfraces y máscaras mientras entonaban himnos que podían incluir elementos narrativos y diálogos rudimentarios. Esta práctica marcó el punto de partida hacia el desarrollo del teatro como un arte escénico independiente.
El paso del ritual al teatro como una forma artística autónoma se atribuye a la introducción del actor individual, una innovación que se asocia tradicionalmente con Tespis en el siglo VI a. C. Tespis, considerado el primer dramaturgo y actor de la historia del teatro, separó a un individuo del coro para que interactuara con él mediante diálogos. Esta innovación permitió una mayor complejidad narrativa y abrió el camino para la creación de personajes individuales dentro de una historia.
La tragedia fue el primer género dramático que se desarrolló en Grecia. Su nombre deriva de las palabras griegas «tragos» (macho cabrío) y «ode» (canto), posiblemente en referencia a los sacrificios rituales realizados durante las festividades dionisíacas. Las tragedias abordaban temas serios y universales, como el destino, el sufrimiento humano y las relaciones entre los mortales y los dioses. Las obras eran profundamente influenciadas por los mitos y la tradición oral, lo que las convertía en un medio de exploración filosófica y ética para la sociedad griega.
El género de la comedia se desarrolló más tarde, en un contexto menos religioso y más secular. Las comedias iniciales, conocidas como comedias antiguas, solían ser sátiras mordaces que criticaban la política, las instituciones y las figuras públicas de la época. Este género reflejaba el carácter participativo y a menudo irreverente de las fiestas dionisíacas, donde la libertad de expresión y el humor eran celebrados como una forma de catarsis colectiva. A diferencia de la tragedia, la comedia incorporaba elementos de la vida cotidiana y utilizaba el humor como herramienta para abordar problemas sociales y culturales.
El espacio físico del teatro también evolucionó durante este periodo. Los primeros teatros eran espacios abiertos en colinas naturales, donde los coros y los actores se presentaban frente a una audiencia que se ubicaba en gradas dispuestas en forma de semicírculo. Con el tiempo, estos espacios se convirtieron en estructuras arquitectónicas más sofisticadas, como el teatro de Dioniso en Atenas, que incluía un escenario elevado y un área designada para el coro, conocida como la orquesta.
En cuanto a la estructura de las obras, tanto la tragedia como la comedia comenzaron a seguir patrones formales que incluían un prólogo, episodios, interludios corales y un desenlace. Los poetas-dramaturgos no solo escribían los textos, sino que también dirigían las representaciones y, en ocasiones, actuaban en ellas. Esto reflejaba el carácter integral y multifacético de los primeros teatros griegos.
El inicio del teatro griego en la fase arcaica no solo marcó el nacimiento de una nueva forma artística, sino que también reflejó y reforzó los valores y las preocupaciones de la sociedad griega. A través de sus temas, personajes y escenarios, el teatro se convirtió en un espacio de reflexión, entretenimiento y cohesión social, preparando el terreno para la rica tradición dramática que alcanzaría su apogeo en la Grecia clásica. Este legado perdura hasta hoy, subrayando la importancia del teatro como una de las contribuciones culturales más significativas de la antigua Grecia.
Prosa
Mientras que las composiciones poéticas se diferenciaban del habla normal en el uso de recursos literarios como el ritmo y la rima, los logógrafos utilizaban el lenguaje en sus escritos o en sus intervenciones orales (por ejemplo, en los discursos jurídicos o en las lecturas públicas de historias, que incluían crónicas de acontecimientos y digresiones etnográficas sobre países lejanos). La efectividad o la estética del lenguaje usado no tenía por qué ser menor al de la poesía épica, lo que cambiaba era el estilo (que se define como imperiódico). Heródoto identificó a todos sus precursores en la formación de la ciencia histórica con la denominación logográphos (λογογράφος), que tanto puede querer decir «el que escribe la historia» como «el que escribe como se habla».
Véanse también: Acusilao, Cadmo de Mileto, Hecateo de Mileto, Caronte de Lampsaco y Helánico de Lesbos.
Tras el grupo de legisladores y sabios prestigiosos recordados por sus sentencias o aforismos de naturaleza sapiencial (los «Siete Sabios de Grecia«); los posteriormente llamados filósofos presocráticos utilizaron alternativamente para sus textos especulativos la prosa (Anaximandro -de quien se dice que fue el primero en hacerlo así-, Anaxímenes, Heráclito) o el verso (Jenófanes, Parménides, Empédocles).Véase también: Sofistas
Inscripción en el Templo de Apolo (Delfos). Era costumbre inscribir las sentencias de sabiduría de esta manera. La más famosa fue gnóthi seautón (γνωθι σεαυτόν -«conócete a ti mismo»-). Kufoleto. Antonio De Lorenzo and Marina Ventayol. CC BY 3.0. Original file (2,048 × 1,536 pixels, file size: 817 KB).
La prosa en la época arcaica griega representa una etapa crucial en el desarrollo de la literatura y el pensamiento griego, marcando la transición desde las formas literarias predominantemente orales y poéticas hacia modos más estructurados y analíticos de expresión escrita. Aunque la prosa como género no alcanzó la sofisticación que se observaría en el periodo clásico, sus primeros pasos durante la época arcaica sentaron las bases para una variedad de disciplinas, incluyendo la historia, la filosofía y las ciencias naturales.
El desarrollo de la prosa estuvo profundamente influido por la necesidad de registrar información de manera sistemática y accesible. En una cultura que hasta entonces había dependido de la memoria y la oralidad, la escritura proporcionó un medio para preservar relatos históricos, reflexiones filosóficas y datos prácticos de forma más permanente. La invención del alfabeto griego, adaptado del sistema fenicio durante el siglo VIII a. C., facilitó esta transición, permitiendo una mayor precisión y claridad en la comunicación escrita.
Uno de los primeros usos de la prosa en la Grecia arcaica se encuentra en la genealogía y la mitografía. Autores como Hesíodo, aunque mayormente asociados con la poesía, también introdujeron elementos de prosa en sus obras al organizar narrativas sobre los dioses y la creación del mundo en un formato que buscaba ser sistemático y explicativo. De manera similar, los logógrafos, un grupo de escritores que florecieron en los siglos VI y V a. C., adoptaron la prosa para registrar tradiciones orales, genealogías y relatos históricos. Entre ellos se destaca Hecateo de Mileto, quien utilizó la prosa para racionalizar mitos y ofrecer explicaciones geográficas e históricas basadas en la observación y la lógica.
La filosofía también encontró en la prosa un medio adecuado para la exposición de ideas complejas. Los primeros filósofos presocráticos, como Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes, comenzaron a emplear la prosa para formular teorías sobre el origen y la naturaleza del cosmos. Este estilo de escritura permitió a los pensadores presentar argumentos coherentes y detallar conceptos abstractos de una manera que no era posible en la poesía. La prosa se convirtió así en un vehículo fundamental para el pensamiento racional y la exploración del conocimiento.
En el ámbito de la historiografía, la prosa permitió un registro más detallado y objetivo de los eventos. Aunque Heródoto y Tucídides, considerados los padres de la historia griega, pertenecen al periodo clásico, sus precursores en la época arcaica sentaron las bases para este género. Los primeros cronistas utilizaron la prosa para documentar eventos locales, prácticas religiosas y tradiciones culturales, creando una narrativa que aspiraba a la veracidad y la precisión, aunque a menudo seguía estando impregnada de elementos míticos.
Además, la prosa fue empleada en la codificación de leyes y la administración política. Las polis griegas, especialmente en contextos como el de Atenas y Esparta, comenzaron a usar la escritura para registrar leyes y decretos. Este uso práctico de la prosa marcó un avance significativo en la organización social, permitiendo un acceso más amplio y una mayor transparencia en la gobernanza.
A pesar de su incipiente desarrollo, la prosa en la Grecia arcaica se caracterizó por una clara funcionalidad. Su propósito principal era informar, explicar y registrar, más que entretener o deleitar, como era el caso de la poesía. Sin embargo, este enfoque pragmático no le restó importancia como un medio artístico. La claridad, la precisión y la estructura que caracterizaron las primeras obras en prosa reflejan un compromiso con la búsqueda del conocimiento y la verdad, valores fundamentales en la cultura griega.
En conclusión, la prosa de la época arcaica griega fue un fenómeno literario emergente que respondió a las necesidades intelectuales y prácticas de una sociedad en transformación. Aunque todavía estaba en sus primeras etapas de desarrollo, este género proporcionó una base sólida para los logros literarios e intelectuales del periodo clásico. Al registrar y organizar el conocimiento, la prosa se convirtió en una herramienta esencial para la preservación de la memoria cultural y el progreso del pensamiento racional en la antigua Grecia.
Filosofía: presocráticos
Artículo principal: Filosofía presocrática
La interpretación habitual del pensamiento griego de la época arcaica es el paso del mythos (μῦθος -«mito»-), al lôgos (λóγος -«palabra», «razón», «discurso»-). Tales de Mileto, el primer filósofo de la escuela jónica, inaugura una nueva forma de reflexionar sobre el mundo y el hombre, caracterizada por la secularización y el espíritu crítico, adecuada a las originales características de la formación social histórica de su entorno, que permitía la independencia personal del pensador, y le ofrecía toda clase de estímulos intelectuales, gracias a la excepcional fluidez de las relaciones con otras civilizaciones del mundo antiguo, y a la utilización de la escritura. La escuela pitagórica emprendió otra trayectoria, la que enlaza la racionalidad más abstracta con el misticismo.
Buena parte de las reflexiones filosóficas en época arcaica se centraron en la definición del arché (ἀρχή, «fuente», «principio» u «origen»), la cosmogonía (κοσμογονία -«origen del universo»-) o el elemento (104) original de todas las cosas, su esencia o sustancia (términos que se fueron precisando con las sucesivas definiciones en épocas posteriores), el que, sin necesidad de ninguna otra cosa, existe por sí mismo. La existencia fue en sí misma un problema filosófico fundamental, que Heráclito y Parménides iniciaron con sus teorías acerca del ser o ente (ontos οντος).
Ποταμοῖς τοῖς αὐτοῖς ἐμβαίνομέν τε καὶ οὐκ ἐμβαίνομεν, εἶμέν τε καὶ οὐκ εἶμεν
En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]
Heráclito, fragmento 22 B12
τὸ γὰρ αὐτὸ νοεῖν ἐστίν τε καὶ εἴναι.
(…)
ἔστι γὰρ εἶναι͵
μηδὲν δ΄ οὐκ ἔστιν
La lectura de estos fragmentos cruciales del texto de Parménides (3, 1 y 6, 1-2) es discutidísima:
La primera parte puede entenderse como «lo mismo es pensar y ser» o «lo mismo es ser pensado y ser».
La segunda parte, que contiene el tradicional y rotundo «el ser es y el no ser no es», puede matizarse como «pues hay ser, nada no hay» (105)
Posible aspecto de los mapas de Anaximandro y de Hecateo, que será la base de los modelos geográficos posteriores (Heródoto, Eratóstenes -ya con la consideración de la esfericidad de la Tierra- y Claudio Ptolomeo). Los mapas medievales «T en O» se realizaron a partir de un modelo simplificado por Isidoro de Sevilla difundido por Beato de Liébana. User:Bibi Saint-Pol – Dominio Público.

De la problemática condición de esa nueva forma de conocimiento que se estaba conformando (por ejemplo, si sería puramente teórica o tendría una sustancial relevancia práctica en el mundo real), es buena muestra el mapa de Anaximandro (mediados del siglo VI a. C.). Su proyecto no era el de un mapa geográfico, sino el de un modelo visual que situara cosmológicamente a la Tierra. La presentaba plana, rodeada por el Océano, con la Hélade (concretamente Delfos -el onphalos-) en el centro y con los continentes (Europa, Asia y Libia -África-) separados por mares y ríos (Mediterráneo, Negro, Nilo y Fasis), dando una característica forma de «T en O» que se repetirá hasta los mapas medievales. Aristófanes se burlará de él en la comedia Nefélai (Νεφέλαι -«las nubes»- 423 a. C.), (106) donde tal mapa aparece junto a otros «juguetes» geométricos y geográficos, todos ellos inútiles para la polis, por su naturaleza especulativa y abstracta. (107) La utilización política del conocimiento es asimismo ambivalente: En el 499 a. C. Hecateo de Mileto había prevenido a sus conciudadanos de la imprudencia de rebelarse contra el Imperio persa, para lo que podía apoyarse visualmente con su propia versión de ese mapa (que mostraba la descomunal superioridad geográfica de tal enemigo); pero fue el propio dirigente de Mileto, Aristágoras, el que utilizará el mismo mapa (una tablilla de bronce donde están grabados todo el contorno de la Tierra, todo el mar y todos los ríos) (108) para buscar el apoyo de las polis griegas del continente. Un temprano caso de tecnología política que busca la justificación no en voluntades sobrehumanas, sino en la ciencia y la filosofía; y una temprana evidencia de la posibilidad de interpretar tan flexiblemente estos saberes como siempre se había hecho con textos sagrados, oráculos o augurios. La respuesta de Atenas y Esparta fue divergente: los lacedemonios, por los que decidía el rey Cleómenes, se negaron a intervenir; la mayoría de los treinta mil ciudadanos de la ekklesia ateniense se mostraron dispuestos a mandar veinte naves. (109)
Pinax corintio, hacia 575 a. C. Representa a un ceramista frente a su horno. Principios elementales (fuego, tierra, agua, aire) y materia que cambia de forma. Los filósofos observaban los fenómenos naturales y las actividades humanas, reflexionaban a partir de todo ello para la construcción de su discurso racional, y también recurrían a alguno de sus aspectos, utilizándolos como imágenes ejemplificadoras (analogía ἀναλογία) de sus ideas. Desconocido – Jastrow (2006). Dominio Público. Original file (1,540 × 1,090 pixels, file size: 1.22 MB).
Heráclito (…) estaba calentándose ante un horno. Viéndolos vacilar [a unos visitantes] les dio valor y los invitó a entrar con estas palabras:
«Aquí también hay dioses»
εκελεuσε γαρ αuτοuσ εισιεναι θαρροuντασ’ ειναι γαρ και ενταuθα θεοuσ. (103)
La filosofía presocrática, desarrollada entre los siglos VII y V a. C., representa el nacimiento del pensamiento racional en Occidente. Este periodo, que precede al esplendor filosófico clásico encabezado por Sócrates, Platón y Aristóteles, se caracteriza por un esfuerzo por comprender el mundo desde una perspectiva naturalista, dejando de lado las explicaciones mitológicas tradicionales. Los presocráticos, distribuidos principalmente en las colonias jonias, en Magna Grecia y en Elea, plantearon preguntas fundamentales sobre la naturaleza, el origen del cosmos, la sustancia primordial, el cambio y la permanencia, sentando las bases para la ciencia, la metafísica y la ética.
El rasgo distintivo de la filosofía presocrática es su intento de explicar el mundo mediante principios racionales y universales. Frente a las explicaciones mitológicas dominantes, estos pensadores buscaron causas naturales y sistemáticas para los fenómenos observados. Tales de Mileto, considerado el primer filósofo, propuso que el agua era el principio fundamental (arjé) de todas las cosas, señalando que la vida parecía depender de este elemento. Su discípulo Anaximandro introdujo el concepto del ápeiron, un principio ilimitado e indefinido, como origen de todo, mientras que Anaxímenes sugirió que el aire, a través de procesos de rarefacción y condensación, constituía la base de la realidad.
La diversidad de enfoques entre los presocráticos refleja un desarrollo intelectual vibrante. En Heráclito de Éfeso, por ejemplo, se encuentra una visión dinámica del cosmos basada en el cambio constante, simbolizado por el fuego como el principio transformador. En contraposición, Parménides de Elea argumentó que el cambio era una ilusión y que la realidad última era inmutable y eterna, una perspectiva que marcó un punto de inflexión en la metafísica al distinguir entre apariencia y realidad.
Otro campo destacado fue el estudio de la cosmología y la astronomía. Los pitagóricos, liderados por Pitágoras, combinaron la filosofía con las matemáticas, afirmando que los números eran la esencia de todas las cosas. Esta escuela desarrolló ideas que influirían en la música, la geometría y la estructura del universo, sentando precedentes para la ciencia moderna. En este mismo espíritu, Empédocles de Agrigento ofreció una teoría de los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) como constituyentes fundamentales del mundo, unidos y separados por fuerzas opuestas de amor y odio. Por su parte, Anaxágoras introdujo el concepto de nous (mente) como principio organizador, y Demócrito, junto con Leucipo, desarrolló la teoría atomista, según la cual todo estaba compuesto por partículas indivisibles llamadas átomos.
La filosofía presocrática no solo abordó cuestiones cosmológicas, sino que también sentó las bases para el pensamiento ético y político. Aunque este aspecto es menos desarrollado en comparación con el periodo clásico, los presocráticos exploraron temas como la armonía, el equilibrio y la justicia en el orden natural, conceptos que más tarde serían fundamentales en la filosofía griega.
En cuanto al método, los presocráticos inauguraron una forma de pensamiento basada en la observación, la argumentación y el debate crítico. Aunque sus ideas eran a menudo especulativas, representaron un alejamiento de la tradición poética y religiosa hacia una filosofía discursiva y analítica. Este cambio no significó el abandono total de las narrativas míticas, sino su reinterpretación bajo una lente racional.
La influencia de la filosofía presocrática es profunda y duradera. Aunque gran parte de sus escritos se ha perdido, sus fragmentos y testimonios, preservados por autores posteriores como Aristóteles, Diógenes Laercio y Simplicio, han permitido comprender su impacto en el desarrollo de la filosofía occidental. Sus ideas sobre la naturaleza, la existencia y el conocimiento allanaron el camino para los sistemas filosóficos más complejos de los siglos siguientes.
En conclusión, la filosofía presocrática representa el esfuerzo inaugural por comprender el mundo desde una perspectiva racional y sistemática. Sus contribuciones abarcan desde el estudio de la naturaleza hasta las primeras exploraciones metafísicas, marcando el inicio de una tradición intelectual que perdura hasta nuestros días. Aunque sus teorías han sido superadas en muchos aspectos, su legado reside en la actitud inquisitiva y crítica que impulsó el pensamiento filosófico y científico de la civilización occidental.
Religión y Mitología
Artículo principal: Religión de la Antigua Grecia
Las manifestaciones religiosas en la Grecia arcaica están íntimamente ligadas a la vida política y la conformación de la identidad griega, tanto dentro de cada polis (los cultos cívicos en torno al espacio privilegiado de las acrópolis -Panathénaia Παναθήναια en Atenas, Gumnopaidía Γυμνοπαιδία en Esparta-), como las anfictionías, que solidarizaban a amplios territorios (Micenas —dedicada a Hera—, Panionion —dedicada a Poseidón—, Dodona y Olimpia —dedicadas a Zeus—, Antela —dedicada a Deméter—, (110) Alalcómenas —dedicada a Atenea—(111) Delos, Delfos y Triopion —dedicadas a Apolo—); como a escala de toda la Hélade (los llamados santuarios panhelénicos y otros igualmente prestigiosos —ya citados—). Los Juegos Panhelénicos se celebraban en honor a los dioses (en Olimpia y Nemea en honor de Zeus, en Delfos los Píticos en honor de Apolo, en Istmia —junto a Corinto— los Ístmicos en honor de Poseidón), y había muchos otros de importancia local. Incluso el teatro tuvo un origen y una función religiosa, vinculada a Dionisos que, por otro lado, personificaba la ancestral cultura griega del vino (convirtiendo sus animadas festividades -Leneas, Dionisias y Antesterias- en las más populares) y trastocaba las jerarquías aristocráticas de los dioses olímpicos. (112)
Esa hierarchía (ἱεραρχία -«gobierno sagrado»-), de origen micénico, había quedado sistematizada al comienzo de la época arcaica en los textos de Homero y Hesíodo. Zeus, Hera, Deméter, Poseidón, Hefesto, Ares, Apolo, Artemisa, Hermes, Atenea, Afrodita, Hestia, Hades y Dioniso-véase la localización ya citada de sus principales templos- son los dioses que solían formar parte de los olímpicos, cuyas listas eran formadas a menudo por un número de doce (Δωδεκάθεον -«doce dioses»-) (113) aunque existían muchos otros dioses prestigiosos que podían incluirse o no en el cómputo (Perséfone, Heracles, Asclepio, Hebe, Eros), además de entidades primordiales (Cronos y Rea -el tiempo y la maternidad-, Uranos y Gea -el cielo y la tierra-, Helios y Selene -el sol y la luna-, los sátiros, las ninfas y toda clase de divinizaciones de las fuerzas naturales presentes en el mundo -vientos, aguas marinas y terrestres, etc.- o de los enigmas de la psique humana -los sueños, las cárites, las musas, las erinias, las gorgonas, las moiras, etc.-).
Pínax, tabla votiva de madera pintada, que representa una procesión, al son de la lira y el aulós (αὐλός -doble flauta-), previa al sacrificio de un cordero a las Cárites (Χάριτες -«Gracias»-). Hallada en una gruta de Sición, cerca de Corinto. Datada hacia el 540 a. C. Desconocido – Μαρσύας (December 2005). CC BY-SA 2.5.
La procesión representada en el pínax, tabla votiva pintada, tiene un profundo significado ritual y religioso dentro del contexto cultural griego arcaico. En esta escena, donde al son de la lira y el aulós se precede al sacrificio de un cordero en honor a las Cárites, se evidencia la íntima conexión entre la música, la religiosidad y el ceremonial colectivo en la vida griega. Las Cárites, conocidas también como las Gracias, eran divinidades asociadas con la belleza, la alegría y la generosidad, representando el equilibrio armónico entre lo humano y lo divino. Estas figuras eran veneradas en distintos momentos y contextos, pero siempre con una carga simbólica de fertilidad, prosperidad y agradecimiento.
La procesión previa al sacrificio simboliza el tránsito ritual desde lo profano hacia lo sagrado. Este tipo de actos era una preparación emocional y espiritual que marcaba la importancia de la devoción comunitaria en la religión griega. La música, en este caso proporcionada por la lira y el aulós, no solo acompañaba la marcha, sino que creaba un ambiente propicio para el contacto con lo divino. El sonido tenía una función catártica, ayudando a los participantes a alcanzar un estado de comunión con las deidades, mientras establecía un ritmo y una estructura para el desarrollo de la ceremonia.
El sacrificio del cordero era la culminación de esta procesión y representaba un acto de ofrenda y reciprocidad con las Cárites. En la concepción religiosa griega, las deidades eran honradas a través de ofrendas que reforzaban el vínculo entre los humanos y los inmortales, asegurando así su favor y bendiciones. El cordero, como símbolo de pureza y mansedumbre, era un animal especialmente adecuado para esta finalidad.
La elección de las Cárites como destinatarias de este ritual sugiere que la comunidad buscaba armonía, prosperidad y belleza, valores centrales para el equilibrio social y espiritual. Este tipo de rituales no solo tenía un carácter religioso, sino también un papel cohesionador dentro de la polis, fortaleciendo la identidad colectiva a través de la participación en actos que conectaban a los individuos con su entorno cultural y con las fuerzas que consideraban esenciales para la vida.
En suma, la procesión representada en este pínax es un ejemplo elocuente de cómo los griegos integraban sus creencias religiosas con las prácticas sociales y artísticas. La ceremonia en honor a las Cárites no solo era una expresión de veneración, sino también una afirmación de los valores compartidos y de la relación profunda entre lo humano y lo divino, entre lo terrenal y lo trascendente. Este tipo de representaciones votivas perpetuaban y conmemoraban estos momentos de conexión, subrayando la importancia de las prácticas rituales en la construcción del tejido cultural griego.
Τρὶς γὰρ χίλιαί εἰσι τανύσφυροι Ὠκεανῖναι,
αἵ ῥα πολυσπερέες γαῖαν καὶ βένθεα λίμνης
πάντη ὁμῶς ἐφέπουσι, θεάων ἀγλαὰ τέκνα.
Τόσσοι δ᾽ αὖθ᾽ ἕτεροι ποταμοὶ καναχηδὰ ῥέοντες,
υἱέες Ὠκεανοῦ, τοὺς γείνατο πότνια Τηθύς•
τῶν ὄνομ᾽ ἀργαλέον πάντων βροτὸν ἀνέρ᾽ ἐνισπεῖν,
Οἳ δὲ ἕκαστοι ἴσασιν, ὅσοι περιναιετάωσιν.
Son tres mil las Oceánides de finos tobillos que,
muy repartidas, por igual guardan por todas partes la tierra
y las profundidades de las lagunas, resplandecientes hijas de diosas.
Y otros tantos los ríos que corren estrepitosamente,
hijos del Océano, a los que alumbró la augusta Tetis.
¡Arduo intento decir un mortal el nombre de todos ellos!
Mas conocen cada uno en particular a aquellos que habitan sus riberas.
Hesiodo, Teogonía, II, 369.
No existía ni dogma ni un estamento religioso separado como tal del resto de la población. Las funciones de sacerdocio y las obligaciones rituales del culto eran desempeñadas por ciertos magistrados (como el basileus) y por otros hombres y mujeres que, solo en algunos casos, estaban consagrados a tales tareas en exclusividad o con ciertas limitaciones, como la virginidad (es el caso, por ejemplo de la pitia del Oráculo de Delfos). En otras ocasiones, la función sagrada implicaba obligaciones opuestas (prostitución ritual, hieros gamos ἱερός γάμος). Muy extendidos estaban los rituales de sacrificio animal (hecatombe ἑκατόμβη -«cien bueyes»-). Minoritarios, pero prestigiosos, eran los cultos mistéricos (mysteria μυστήρια) eleusinos y dionisíacos (que incluían el orgion ὄργιον, en plural orgía).(114).
A pesar de la secularización del pensamiento y de la ausencia o poca importancia de la magia o de las supersticiones, tan llamativas en otras religiones,(115) la gravitación de lo religioso era omnipresente en la vida cotidiana e incluso en la política: los enigmáticos mensajes del Oráculo de Delfos eran objeto de cuidada interpretación (y también de negociaciones previas y manipulaciones posteriores); mientras que las transgresiones de las prohibiciones religiosas eran castigadas, bajo la grave acusación de asebeia (ασεβεια -«impiedad»-). Uno de los hechos con más trascendencia ocurrió en 632 a. C., cuando Cilón y sus partidarios fueron ejecutados por orden de Megacles, a pesar de haberse acogido al sagrado de la Acrópolis de Atenas; una condena eterna cayó, no solo sobre el impío, sino sobre toda su familia y descendencia (los Alcmeónidas), lo que fue aducido en contra de varios personajes destacados de la historia griega posterior.
Véanse también: Mitología griega, Dioses olímpicos, Dioses olímpicos y Dioses de la mitología griega. Anexo:Genealogías de la mitología griega y Antigua religión griega Teoro, Témenos, Herma, Adivinación en la Antigua Grecia y Culto heroico griego. Libaciones en la Antigua Grecia, Fiestas de la Antigua Grecia y Templos griegos.
(…)
Pínax de Locri que representa a la pareja entronizada de Hades y Perséfone. Primera mitad del siglo V a. C. Ella porta su símbolo iconográfico: el trigo, mientras él sostiene un cuenco y una rama de perejil; el gallo (un ave ctónica, es decir, terrestre) es otro elemento identificativo del culto a Perséfone, vinculada a la agricultura, como su madre Démeter (misterios eleusinos). AlMare. CC BY-SA 4.0.

El pínax de Locri que representa a Hades y Perséfone entronizados es una pieza artística y religiosa cargada de simbolismo, profundamente conectada con las creencias y prácticas de culto de la antigua Grecia, especialmente en el ámbito de la religión mistérica y la relación entre los vivos y los muertos. Este pínax, datado en la primera mitad del siglo V a. C., ofrece una representación icónica de una de las parejas más significativas de la mitología griega, con atributos que subrayan sus roles en el cosmos y su influencia en los cultos asociados a la vida, la muerte y la regeneración.
Perséfone, sentada junto a Hades, porta un haz de trigo, un elemento que la identifica como una deidad vinculada a la agricultura y a los ciclos de fertilidad y renovación de la tierra. Como hija de Démeter, la diosa de la agricultura y los cereales, Perséfone desempeña un papel crucial en los Misterios Eleusinos, un culto iniciático centrado en el ciclo de vida, muerte y renacimiento, simbolizado por el crecimiento y la cosecha del grano. Su presencia en el inframundo junto a Hades no solo enfatiza su papel como reina del mundo de los muertos, sino que también la vincula con el retorno de la vida, al ser liberada anualmente para volver al mundo de los vivos durante la primavera.
Hades, por su parte, sostiene un cuenco y una rama de perejil, objetos que refuerzan su asociación con el reino de los muertos. El cuenco puede interpretarse como un símbolo de la recepción de las ofrendas realizadas por los vivos a las deidades del inframundo, mientras que la rama de perejil, una planta frecuentemente utilizada en contextos funerarios y rituales, conecta a Hades con las prácticas religiosas relacionadas con la muerte y la purificación. En esta representación, Hades no aparece como una figura temible, sino como un soberano justo y sereno del inframundo, en armonía con su esposa.
El gallo, un elemento añadido a la escena, es un símbolo ctónico, es decir, relacionado con la tierra y los misterios subterráneos. Esta ave, además de su conexión con Perséfone, tiene connotaciones de renacimiento y transición entre la oscuridad y la luz, ya que su canto marca el inicio del día. En el contexto de los Misterios Eleusinos y otras prácticas religiosas, el gallo actúa como un puente simbólico entre los mundos de los vivos y los muertos.
La pareja entronizada de Hades y Perséfone no solo representa la dualidad entre la vida y la muerte, sino también la continuidad del ciclo natural que gobierna la existencia. Este pínax puede haber sido utilizado en un contexto ritual o votivo, con el objetivo de invocar la protección de estas deidades o de buscar su favor en la agricultura, la vida familiar o el tránsito hacia el más allá. La elección de Locri como lugar de hallazgo subraya la importancia de este culto en las colonias griegas del sur de Italia, donde se desarrollaron formas únicas de devoción que combinaban tradiciones locales y panhelénicas.
En conjunto, esta obra refleja una visión compleja y profundamente espiritual de la vida y la muerte, enfatizando la interconexión entre los aspectos naturales y sobrenaturales del mundo griego antiguo. Es un recordatorio visual de las creencias fundamentales que sustentaban no solo los rituales agrícolas y funerarios, sino también la esperanza en la regeneración y la continuidad de la vida.
La religión de la antigua Grecia fue una compleja y rica amalgama de creencias, prácticas rituales y narrativas mitológicas que constituyó uno de los pilares fundamentales de su civilización. Esta religión politeísta giraba en torno a la veneración de un amplio panteón de dioses y diosas, cada uno con atributos, poderes y dominios específicos, que no solo gobernaban aspectos de la naturaleza y la vida humana, sino que también personificaban conceptos abstractos como la justicia, el amor, la guerra y la sabiduría. Los griegos concebían a sus deidades como figuras antropomórficas, dotadas de virtudes y defectos humanos, lo que las hacía accesibles y profundamente entrelazadas con la experiencia cotidiana. Este enfoque permitió la creación de un universo religioso dinámico que influía en todas las esferas de la vida griega, desde los rituales domésticos hasta los eventos cívicos y las festividades panhelénicas.
La mitología desempeñaba un papel central en la religión griega, sirviendo como vehículo narrativo para transmitir las historias de los dioses, los héroes y los orígenes del mundo. Los mitos no solo explicaban fenómenos naturales y culturales, sino que también ofrecían modelos de conducta y reflexiones sobre el destino, el honor y las relaciones humanas. Obras como las Teogonía de Hesíodo y los poemas homéricos codificaron y difundieron estas narrativas, que a su vez se integraron en el arte, la literatura y los rituales. Los templos y santuarios, como los dedicados a Zeus en Olimpia o a Atenea en la Acrópolis de Atenas, no solo eran centros de culto, sino también expresiones arquitectónicas de la devoción y el esplendor asociados a las deidades.
La relación entre religión y mitología en Grecia fue intrínseca y bidireccional. Mientras que los mitos proporcionaban una narrativa estructurada para los rituales religiosos, estos últimos reafirmaban y perpetuaban los mitos a través de ceremonias, sacrificios y festivales. Sin embargo, la religión griega carecía de un dogma fijo o de una escritura sagrada, lo que permitió una notable flexibilidad y adaptación de sus prácticas y creencias a lo largo del tiempo. Esta característica facilitó la incorporación de influencias externas, como las provenientes de Egipto y el Oriente Próximo, que enriquecieron su cosmovisión y diversificaron su panteón.
El paso del mito al logos marca un cambio paradigmático en la forma en que los griegos comenzaron a interpretar y explicar el mundo. Este proceso, que tuvo su auge en la filosofía presocrática, no implicó un rechazo absoluto de los mitos, sino una transformación en su función y significación. Mientras que los mitos seguían siendo una fuente valiosa de significado simbólico y cultural, el logos introdujo un enfoque racional y sistemático para comprender la naturaleza, el cosmos y la existencia humana. Filósofos como Tales, Anaximandro y Heráclito buscaron principios universales y causales que explicaran los fenómenos naturales sin recurrir a intervenciones divinas directas. Por ejemplo, Tales postuló que el agua era el arkhé o principio fundamental del universo, una afirmación que, aunque simple, representaba un giro hacia el pensamiento abstracto y la observación empírica.
Este cambio no significó la desaparición de la religión o la mitología, sino más bien su recontextualización. La religión siguió siendo central en la vida pública y privada de los griegos, mientras que la mitología se convirtió en un recurso literario, artístico y filosófico. Los mitos comenzaron a ser reinterpretados por los trágicos como Sófocles y Eurípides, quienes los usaron para explorar dilemas éticos y psicológicos, y por filósofos como Platón, que veía en ellos alegorías que podían iluminar verdades profundas sobre la condición humana.
En síntesis, la religión antigua de Grecia, con su rica mitología, proporcionó un marco simbólico y ritual que articuló la relación de los griegos con lo divino, lo natural y lo social. El paso del mito al logos no eliminó esta dimensión religiosa, sino que coexistió y dialogó con ella, abriendo nuevas vías para la reflexión sobre el mundo y la humanidad. Este proceso, característico de la fase arcaica y sus transiciones hacia la época clásica, sentó las bases para la complejidad cultural, intelectual y espiritual que definiría a la civilización griega y su legado.
Kílix de cerámica de figuras negras firmado por Exequias, que representa a Dionisos en un barco rodeado de delfines. Hacia el 530 a. C. Exequias – MatthiasKabel, Trabajo propio, 28 de enero de 2006. CC BY 2.5. Original file (1,542 × 1,725 pixels, file size: 267 KB).
El kílix de figuras negras firmado por Exequias, que muestra a Dionisos en un barco rodeado de delfines, es una de las obras maestras más icónicas del arte cerámico griego y está cargada de simbolismo mitológico y cultural. Esta copa para beber, datada hacia el 530 a. C., no solo representa una escena narrativa, sino que también encapsula la esencia de Dionisos, el dios del vino, la fertilidad, el teatro y el éxtasis.
La escena en el kílix representa un episodio del mito conocido como la «aventura de Dionisos y los piratas». Según el relato, un grupo de piratas secuestró al dios creyendo que era un noble mortal al que podrían pedir rescate. Sin embargo, mientras navegaban, Dionisos reveló su divinidad de manera espectacular. Hizo brotar vides de uva desde el mástil del barco, llenando el aire con una fragancia divina, y convirtió a los piratas en delfines como castigo, mientras ellos saltaban al mar en un estado de confusión y terror. En la representación del kílix, Dionisos se muestra sereno, reclinado en el barco, rodeado de delfines que simbolizan la transformación de los piratas. Este mito no solo exalta el poder de Dionisos, sino que también resalta su capacidad de castigar y redimir.
Dionisos, en la mitología griega, es una figura compleja y polifacética. Es el dios del vino y el cultivo de la vid, asociado con la embriaguez, el placer y la liberación emocional, pero también con la inspiración divina y el descontrol. Su culto estaba vinculado a rituales que celebraban la fertilidad, la renovación de la naturaleza y el teatro, especialmente en las fiestas dionisíacas que dieron origen al drama griego. Dionisos era visto como un dios extranjero, hijo de Zeus y Sémele, cuya llegada al panteón olímpico simbolizaba tanto la integración como el desafío a las normas establecidas.
El barco en la escena del kílix subraya el papel de Dionisos como un dios viajero, cuya influencia se extendía más allá de Grecia, llevando el conocimiento del vino y sus misterios a otros pueblos. Los delfines, animales marinos de gran simbolismo en la cultura griega, son aquí una metáfora de la transformación y la conexión entre lo humano y lo divino, lo terrestre y lo acuático.
La obra de Exequias, un maestro ceramista y pintor de figuras negras, destaca no solo por la precisión técnica, sino también por su capacidad de contar historias a través de imágenes. La elección de esta escena mitológica para decorar un kílix no es casual: al beber de esta copa, los participantes en un banquete podrían reflexionar sobre la dualidad de Dionisos, quien trae tanto alegría como caos, tanto la indulgencia del vino como la advertencia contra el exceso.
En resumen, este kílix no solo representa un momento mítico cargado de simbolismo, sino que también celebra la esencia de Dionisos como un dios que trasciende las barreras entre lo mortal y lo divino, entre la civilización y la naturaleza, y entre el orden y el desorden. Es una pieza que une la narrativa mitológica con la función práctica del objeto, enriqueciendo la experiencia del banquete con una conexión con lo sagrado y lo artístico.
Epílogo Época Arcaica
La fase arcaica de la civilización griega, comprendida aproximadamente entre los siglos VIII y VI a. C., representa un periodo de extraordinaria vitalidad y transformación que sentó las bases para el esplendor de la Grecia clásica. Este periodo se distingue por una progresiva consolidación de las estructuras políticas, sociales y culturales que definieron el mundo griego. Surgió tras la llamada «Edad Oscura», un tiempo de fragmentación y declive posterior al colapso de la civilización micénica, y supuso una etapa de renacimiento caracterizada por la expansión geográfica, la innovación artística, la formación de las poleis y el establecimiento de una tradición intelectual que comenzaría a articularse con mayor claridad.
En el ámbito político y social, la fase arcaica vio el surgimiento de las poleis como unidades fundamentales de organización política y cultural. Estas ciudades-estado, con su autonomía y rivalidades, fueron el núcleo de la identidad griega y proporcionaron un marco institucional para la participación cívica y el desarrollo de las primeras formas de gobierno, desde las monarquías y oligarquías hasta las tiranías y, eventualmente, las democracias. Paralelamente, la colonización griega, impulsada por la búsqueda de tierras y recursos, extendió la influencia helénica por el Mediterráneo y el Mar Negro, llevando consigo un espíritu de intercambios culturales y comerciales que enriquecieron las comunidades de origen.
La cultura griega arcaica se caracterizó por un vigoroso desarrollo en las artes y las letras. La épica homérica, con sus monumentales poemas La Ilíada y La Odisea, no solo preservó las tradiciones heroicas de una época anterior, sino que también proporcionó una narrativa compartida que cimentó la identidad cultural de los griegos. En paralelo, la lírica floreció como un género más personal e íntimo, expresando emociones y reflexiones individuales. La poesía de autores como Safo, Alceo, Píndaro y Anacreonte introdujo nuevas formas de exploración artística y emocional, reflejando las complejidades de una sociedad en evolución.
El pensamiento racional emergió con fuerza en la filosofía presocrática, que inició una búsqueda sistemática de explicaciones sobre el cosmos, la naturaleza y el lugar del ser humano en el universo. Los primeros filósofos, como Tales, Anaximandro, Heráclito y Parménides, sentaron las bases para la filosofía occidental al reemplazar los mitos tradicionales con principios racionales y universales. Sus ideas sobre la materia, el cambio y el ser tuvieron un impacto duradero en el pensamiento griego y en el desarrollo posterior de la ciencia y la metafísica.
En el arte, la transición de los estilos geométrico a orientalizante y luego al arcaico propiamente dicho refleja una evolución hacia formas más naturalistas y complejas. Las esculturas kouros y kore, los frisos arquitectónicos y la cerámica pintada no solo evidencian avances técnicos, sino también un creciente interés por la representación humana y la narración visual. Esta transformación artística fue impulsada por un contacto renovado con las culturas del Oriente Próximo y Egipto, cuyas influencias enriquecieron y diversificaron la expresión artística griega.
El periodo arcaico también supuso el inicio del teatro como una forma de expresión colectiva. Los rituales en honor a Dionisio, que combinaban elementos religiosos y performativos, evolucionaron hasta convertirse en tragedias y comedias, sentando las bases de un género que alcanzaría su apogeo en el periodo clásico con autores como Esquilo, Sófocles y Aristófanes.
Si bien la fase arcaica culminó con la llegada de la época clásica, marcó el inicio de un proceso continuo de autodefinición cultural que unificó a los griegos a través de su lengua, religión y tradiciones comunes. Este periodo legó un marco político, intelectual y artístico que sería perfeccionado y llevado a nuevas alturas en el siglo V a. C., bajo la hegemonía de Atenas. Así, la fase arcaica no solo constituyó un puente entre el pasado micénico y el futuro clásico, sino que se consolidó como un tiempo de experimentación y creatividad, cuyas contribuciones definieron el espíritu de la civilización griega y sentaron los cimientos de la cultura occidental.
Referencias
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Notas
1- «Tribu» es un término latino, utilizado para la organización sociopolítica romana; que se aproxima al uso que tenía la institución y la palabra griega phylé, fylé o phulē (φυλή —’raza’, ‘pueblo’—), del verbo fyeszai o phuesthai (φύεσθαι, ‘descender de’, ‘tener origen en’). «Clan» suele ser la traducción de la palabra griega genos (γένος —’especie’, ‘raza’, ‘familia’, ‘nacimiento’—), que denominaba a una institución política clave en las polis aristocráticas. También existía una institución intermedia entre el genos y la phyle: la fratría (φρατρία —’hermandad’—). Las reformas de Clístenes desvirtuaron su condición de agrupaciones basadas en el parentesco sustituyéndolas por las agrupaciones basadas en la vecindad: tritías trittyes (τριττύες, plural de tritís trittys, τριττύς —’trigésima’—) y demoi (δeμοι, plural de demos, δeμος —’pueblo’—). La antropología reutilizó el término «tribu» para la categorización de un tipo de sociedad en que la relación de parentesco estricto, propia de una sociedad más primitiva (sociedad clánica), se amplía al parentesco teórico, o descendencia de un presunto antepasado común, propia de las sociedades más evolucionadas (sociedad tribal o patriarcal); aunque menos sofisticada que las sociedades urbanas, sociedades complejas o civilizaciones, frente a las que serían aún un estadio cultural primitivo denominado «barbarie». Estos términos han quedado obsoletos en la antropología actual, pero siguen siendo explicativos de la imagen que los griegos, desde finales de la época arcaica, tenían de sí mismos como sociedad que estaba construyéndose como civilización, frente a otras sociedades percibidas como «el otro» (barbaroi βάρβαροι —’extranjero’, ‘el que no habla griego’, ‘el que balbucea’—), en otros estadios de evolución cultural. La oposición civilización / barbarie, paralela a la de techne / physis (τέχνη / φύσις —’técnica’, ‘arte’ o ‘cultura’ / ‘naturaleza’—) y a la de cosmos / caos (κόσμος / χάος —’orden’ / ‘desorden’—), es de hecho un tópico cultural en la Antigua Grecia, visible en numerosos mitos, frecuentemente representados en el arte (como la Centauromaquia). Similar interpretación tienen las figuras de los héroes civilizadores (Prometeo, Dédalo, Heracles, Jasón, Teseo, Ulises y Edipo, entre otros —dotan a la humanidad de recursos, abren caminos o los despejan de obstáculos o monstruos—) y los héroes epónimos (los fundadores míticos de las tribus o las polis —en el Ágora de Atenas, frente al buleuterio se levantaba el monumento de los héroes epónimos—). La oposición entre lo natural (physikón φυσικών) y lo artificial (technitón τεχνητών) es también la de lo natural y lo convencional (nomos νόμος -«ley»-, en cuanto este concepto, antes sagrado -Nomos como daimon o aspecto de Zeus- se seculariza y relativiza), y se constituirá en uno de los temas principales de la filosofía griega, por ejemplo, en la leyenda del Anillo de Gyges (Platón, La República), o en la misión que se autoimpuso Diógenes de Sinope (parajáraxis —palabra que significa tanto «falsificar la moneda» como «cambiar la constitución»—[1]); pero ya en la época clásica (siglos V y IV a. C.). El orgullo cívico que se forjó durante la época arcaica implicaba para los griegos, o al menos para un porcentaje considerablemente significativo de ellos (los varones libres que gozaban de la ciudadanía en ciertas polis), la conciencia de ser protagonistas por sí mismos y por su polis (y no tanto por su origen familiar) de su destino personal y social (un destino que la interpretación literaria de los mitos representaba como una tensión entre la voluntad del héroe y su ananké – ανάγκη, el fatum latino-). Dependiendo menos de su fortuna (tyche τύχη) que de su esfuerzo, habilidad o virtud (areté αρετή), y especialmente del mantenimiento de la solidaridad con sus conciudadanos (la que manifestaba el hoplita, sin romper las filas, guardando con su propio escudo el flanco del hoplita de su izquierda, confiando en que el propio era guardado por el hoplita de su derecha); ese destino podía sobreponerse frente a la naturaleza, los dioses, los hombres poderosos o las entidades políticas exteriores al espacio griego. Su condición puede calificarse de libertad, una situación que nunca se había dado con anterioridad (Anderson, op. cit., pg.). Para expresar ese ideal no utilizaban tanto la palabra eleutheria ἐλευθερία («libertad») como las palabras autárkeia (αὐτάρκεια -«gobernarse a sí mismo»-, que suele traducirse por «autarquía» o «autosuficiencia») o autonomía (αὐτονομία -«regirse por sus propias leyes»), y expresiones como Nomos Basileus (Νόμος βασιλεύς -«la ley es el rey»-, frase de Píndaro divulgada por Platón en Gorgias).
2- J.A.R Munro. «Pelasgians and Ionians». The Journal of Hellenic Studies, 1934 (JSTOR). Fuente citada en Ionians
3- Término que designaba a muy distintas alianzas: Liga Jónica (siglo VII a. C.), Liga Beocia, Liga del Peloponeso (siglo VI a. C.), Liga de Delos (ya en época clásica, 477 a. C.) o la peculiar koinón de los aeinautai de Mileto -Ἀειναῦται (hacia el 600 a. C.).
4- Powell, B. (1988), «The Dipylon Oinochoe Inscription and the Spread of Literacy in 8th Century Athens», Kadmos 27: 65–86. Fuente citada en Dipylon inscription
5- García Iglesias, op. cit. p. 238.
6- Signes, op. cit., pg. 363 y ss.
7- René Joffroy, La Tombe princière de Vix Côte d’or, Boudrot, 1961. Fuente citada en Cratère de Vix
8- Davidson, James (1997). Courtesans and Fishcakes: The Consuming Passions of Classical Athens. Great Britain: Harper Collins. Fuente citada en Opson
9- Adolfo J. Domínguez y José Pascual, Atlas histórico del mundo griego antiguo, pp. 48-52. Madrid 2006, ISBN 84-9756-249-6.
10- Luis García Iglesias, op. cit. pp. 202-207.
11- Carlos Moreu, La guerra de Troya, p.245. Madrid:Oberon, 2005, ISBN 84-96052-91-5.
12- Starr, op. cit., pg. 241 y ss.
13- En la época clásica se reservaba el término apoikía para las más antiguas, y el de kleruquía para las más recientes. En época helenística se usaba el término κατοικα katoika. Montenegro, op, cit,, pg. 124.
14- Adolfo J. Domínguez Monedero, La polis y la expansión colonial griega. Siglos VIII-VI, pp. 124-126. Madrid: Síntesis, 2001, ISBN 84-7738-108.9.
15- John Hattendorf, Oxford Encyclopedia of Maritime History, 2007. Fuente citada en Ancient maritime history. Véase también Historia de la navegación.
16- El mito incluye una inundación cataclísmica que, además de hacer desaparecer la Atlántida, habría arrasado todas las ciudades griegas excepto esas. Suele interpretarse (Spyridon Marinatos, «The volcanic destruction of Minoan Crete», Antiquity, 1939) como una reminiscencia de la explosión de Thera, hacia 1628 a. C. La leyenda del origen griego de Heliópolis y Sais aparece en Diodoro Sículo, V-57. Fuente citada en Greeks in Egypt. La fuente griega para el asentamiento en naucratis es Herodoto 2,152
17- Es uno de los objetos más representativos de la época. De Argos proviene la más antigua armadura hoplítica hallada en Grecia, en la tumba de un guerrero que se fecha en 720. Sin embargo, las representaciones más antiguas de esta panoplia se encuentran sobre vasos protocorintios datados entre el 675 y el 650 a. C. Hacia esta misma época aparecen en el Meneleon de Esparta y en el santuario de Artemis Ortia del mismo lugar las primeras figurillas de plomo que representaban unos hoplitas (Gómez Espelosín, op. cit., pg. 89). Otro muy significativo (lamentablemente no hay imagen disponible en Commons) es una estatuilla en bronce de 15 centímetros, en el Wadsworth Atheneum desde 1917, descrita como draped warrior (guerrero embozado), fechable entre el 510 y el 500 a. C. A pesar de que el penacho tiene una dirección inusual (se le ha identificado genéricamente como peloponésico más que como lacedemonio), su larga cabellera y su aspecto coincide con las descripciones literarias de los homoioi (véanse imágenes y comentarios –[2], [3] (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el historial, la primera versión y la última)., [4], [5]-). Véase también una galería de imágenes.18- Texto en griego. Traducción castellana de Carlos García Gual, Antología de la Lírica Griega Arcaica, Madrid, Alianza, 1986 (recogido en Lírica griega).
19- Cartledge, op. cit., pg. 49.
20- La sociedad que reflejan los poemas homéricos es, en expresión de O. Murray, “una sociedad competitiva de rango”.
Los personajes que dominan la escena son una especie de ‘señores de la guerra’, con una red de obligaciones mutuas, con un equipo militar propio, que no les sometía a ningún poder centralizado superior a ellos. La aristocracia guerrera era un grupo de iguales, y el juramento de philotes que prestaban con motivo de una expedición conjunta no implicaba sometimiento o dependencia incondicional a un dirigente supremo.
Es importante destacar este aspecto porque, como escribe J. P. Vernant: “Para que la función guerrera se integre en la polis y desaparezca, ha sido necesario primero que se afirme en su autonomía, que se libere de su sumisión a un tipo de estado centralizado, que implica un orden jerárquico de la sociedad, una forma ‘mística’. Entonces podían elaborarse, en el seno mismo de los grupos guerreros, las prácticas institucionales y los modos de pensamiento que debían conducir a una forma nueva de estado, siendo la polis simplemente ta; koinav, los asuntos comunes del grupo, regulados entre iguales por un debate público (…). La aparición, con la ciudad, de un plano propiamente político superponiéndose a los lazos de parentesco, a las solidaridades familiares, a las relaciones jerárquicas de dependencia, aparece así como la extensión al conjunto de la comunidad de un modelo de relaciones igualitarias, simétricas, reversibles, que se ha desarrollado en una larga medida en los círculos guerreros”
Citado en Antropología de la guerra en la antigua Grecia, 2007, gipuzkoakultura.net.
21- ὡς δὲ ἄρα οἱ ἐν τῇ Ἀσίῃ Ἕλληνες κατεστράφατο ἐς φόρου ἀπαγωγήν, τὸ ἐνθεῦτεν ἐπενόεε νέας ποιησάμενος ἐπιχειρέειν τοῖσι νησιώτῃσι. ἐόντων δέ οἱ πάντων ἑτοίμων ἐς τὴν ναυπηγίην, οἳ μὲν Βίαντα λέγουσι τὸν Πριηνέα ἀπικόμενον ἐς Σάρδις, οἳ δὲ Πιττακὸν τὸν Μυτιληναῖον, εἰρομένου Κροίσου εἴ τι εἴη νεώτερον περὶ τὴν Ἑλλάδα, εἰπόντα τάδε καταπαῦσαι τὴν ναυπηγίην• «ὦ βασιλεῦ, νησιῶται ἵππον συνωνέονται μυρίην, ἐς Σάρδις τε καὶ ἐπὶ σὲ ἐν νόῳ ἔχοντες στρατεύεσθαι.» Κροῖσον δὲ ἐλπίσαντα λέγειν ἐκεῖνον ἀληθέα εἰπεῖν «αἲ γὰρ τοῦτο θεοὶ ποιήσειαν ἐπὶ νόον νησιώτῃσι, ἐλθεῖν ἐπὶ Λυδῶν παῖδας σὺν ἵπποισι. τὸν δὲ ὑπολαβόντα φάναι «ὦ βασιλεῦ, προθύμως μοι φαίνεαι εὔξασθαι νησιώτας ἱππευομένους λαβεῖν ἐν ἠπείρῳ, οἰκότα ἐλπίζων. νησιώτας δὲ τί δοκέεις εὔχεσθαι ἄλλο ἤ, ἐπείτε τάχιστα ἐπύθοντό σε μέλλοντα ἐπὶ σφίσι ναυπηγέεσθαι νέας, λαβεῖν ἀρώμενοι Λυδούς ἐν θαλάσσῃ, ἵνα ὓπερ τῶν ἐν τῇ ἠπείρῳ οἰκημένων Ἑλλήνων τίσωνταί σε, τοὺς σὺ δουλώσας ἔχεις;» κάρτα τε ἡσθῆναι Κροῖσον τῷ ἐπιλόγῳ καί οἱ, προσφυέως γὰρ δόξαι λέγειν, πειθόμενον παύσασθαι τῆς ναυπηγίης. καὶ οὕτω τοῖσι τὰς νήσους οἰκημένοισι Ἴωσι ξεινίην συνεθήκατο.
Este pasaje describe un episodio de la Historia de Heródoto, donde se relata cómo el rey Creso de Lidia planeaba construir una flota para someter a los griegos de las islas del Egeo, pero fue disuadido de llevar a cabo su plan por un consejo estratégico. Aquí está la traducción al español:
«Cuando los griegos de Asia habían sido reducidos al pago de tributo, Creso pensó en construir naves para atacar a los habitantes de las islas. Mientras tenía todo preparado para la construcción naval, algunos dicen que fue Bías de Priene quien llegó a Sardes, y otros que fue Pítaco de Mitilene, y que, al ser preguntado por Creso si había alguna noticia reciente sobre Grecia, respondió con estas palabras, disuadiéndolo de la construcción: ‘Oh rey, los isleños están comprando un caballo magnífico, con la intención de marchar contra Sardes y contra ti.’
Creso, creyendo que decía la verdad, respondió: ‘Ojalá los dioses inspiraran esta idea a los isleños, que vinieran contra los lidios con caballos.’ Entonces aquel replicó: ‘Oh rey, pareces estar rezando con entusiasmo para capturar a los isleños montados a caballo en tierra firme, lo cual sería razonable. Pero ¿qué crees que desean los isleños, si no es esto? Tan pronto como supieron que planeabas construir naves para atacarlos, seguramente rezaron para capturar a los lidios en el mar, donde podrían vengarse de ti por los griegos de la tierra firme, a quienes has esclavizado y sometido.’
Creso se sintió muy complacido con este razonamiento, ya que consideró que las palabras eran acertadas, y convencido, abandonó la construcción naval. Así, estableció una alianza de hospitalidad con los jonios que habitaban las islas.»
Explicación: Este relato refleja la inteligencia diplomática y la estrategia retórica de los sabios griegos frente a los planes de dominación de Creso. La alusión a la inversión de roles (los isleños combatiendo con caballos en tierra y los lidios luchando en el mar) subraya lo absurdo de emprender una guerra en el ámbito donde se es menos fuerte. Finalmente, la decisión de Creso de desistir de su plan refuerza la importancia de la prudencia y la negociación en lugar del enfrentamiento directo.
22- Mayor, Andrienne. Greek fire, poison arrows, and scorpion bombs: Biological and chemical warfare in the ancient world. The Overlook Press, Peter Mayer Publishers, Inc., 2003. Fuente citada en First Sacred War
23- Los nombres «Cochero», «Auriga» y «Heinochus» se dan a una constelación cuya forma se relaciona con el mito de Mirtilo.
24- Se encontró fragmentada en las excavaciones de la Acrópolis de Atenas, entre 1877 y 1887, y no se reconstruyó su aspecto aproximado hasta 1936.
25Los otros panhelénicos las ofrecían de laurel -Píticos- y de olivo –Olímpicos-, mientras que las Panateneas engrandecidas por Pisístrato en el año 556 a. C. tenían como premio para el certamen más importante (la carrera de cuadrigas), además de una corona de olivo, 146 lujosas ánforas llenas de aceite de los olivos sagrados.
26- Tête de cavalier dit «Cavalier Rampin», ficha en el Museo del Louvre (donde se halla únicamente la cabeza del original, el cuerpo y los restos del caballo se exhiben en el Museo de la Acrópolis de Atenas).
27- Echevarría, op. cit., pg. 263.
28- …los troyanos, jinetes diestros es también un epíteto que aparece en las Posthoméricas del poeta de época romana Quintus Smyrnaeus (III, 170-175), término asocido al hippopólon de la Ilíada (XIII, 4 y XIV, 227). Glosado en la edición de Francisco Antonio García Romero, Akal, 1997, ISBN 8446004461, pg. 99.
29- Werner Jaeger, Paideia, The Ideals of Greek Culture, New York: Oxford University Press, 1945. Fuente citada en Kalos kagathos
30- Este vocabulario se usa, de forma completamente opuesta, en la Oración fúnebre de Pericles recreada por Tucídides en Historia de la Guerra del Peloponeso (mediados del siglo V a. C.). Otros tratadistas políticos griegos se posicionaron contra las tendencias democráticas y a favor del gobierno de una élite selecta (especialmente Platón, siglo IV a. C.) En cuanto a los pensadores políticos de la época arcaica, que se expresaron a través de la poesía gnómica, como Teognis, que se cita en la sección correspondiente de este artículo. Véase también Hoi polloi.
31- Starr, op. cit., pg. 233
32- Traducción castellana tal como se cita en Starr, op. cit., pg. 252. Texto griego procedente de Greco interattivo – Alcaeus – Fragmenta Archivado el 27 de diciembre de 2011 en Wayback Machine.. La frase de Alceo se convirtió en un tópico literario, y fue reformulad por Píndaro (Ístmicas, 2.6-11, citado en Centro Virtual Cervantes):
33.- Heinrich Schlange-Schöningen: «Harmodius and Aristogeiton», in: Alexander Demandt (Ed.): «Das Attentat in der Geschichte», Augsburg 2002, p. 27-36. Fuente citada en Stasis (political history).
34- * Griego 1º, Editex, ISBN 8497719387, pg. 81 y ss. Nomothete.
35- Gómez Espelosín, op. cit., pg. 89
36- Hans Julius Wolff: Recht I. In: Lexikon der Alten Welt. 1965. Nachdruck Artemis-Verlag, Zürich/München 1990, Band 3, ISBN 3-89350-960-7. Raphael Sealey: The justice of the Greeks. University of Michigan Press, Ann Arbor 1994, ISBN 0-472-10524-8. Fuentes usadas en Antikes Griechisches Rech.
37- Starr, op. cit. Compárese con otras revoluciones.
38- Cruickshank, Dan (2000). Architecture: 150 Masterpieces of Western Architecture. New York, New York: Watson-Guptill Publications. ISBN 0823002896. Fuente citada en Temple of Artemis (Corfu)
39- Gebhard, Elizabeth; ‘The Evolution of a Pan-Hellenic Sanctuary: From Archaeology towards History at Isthmia.’ pp 154-177 in: Marinatos, Nanno (ed.) and Hägg, Robin (ed.). (1993). Greek Sanctuaries: New Approaches. London: Routledge. Fuente citada en Temple of Isthmia.
40- The Temple and Sanctuary of Nemean Zeus Archivado el 18 de febrero de 2015 en Wayback Machine..
41- Gómez Espelosín, op. cit., pg. 48.
42- Museo archeologico regionale Antonio Salinas, Palermo Museo archeologico regionale Antonio Salinas.
43- Kinder y Hilgemann, op. cit., pg. 48.
44- Benjamin J. Broome, Exploring the Greek mosaic, pg. 35.
45- The teple of Hera at Olympia and the «petrification» of the Doric Order, en The Oxford Encyclopedia of Ancient Greece and Rome, Oxford University Press, 2010, ISBN 0195170725, pg. 210.
46- W. Müller e G. Vogel, Atlante di architettura, Milano, Hoepli, 1992.
- David Watkin, Storia dell’architettura occidentale, Bologna, Zanichelli, 1999.
- Corrado Bozzoni, Vittorio Franchetti Pardo, Giorgio Ortolani, Alessandro Viscogliosi, L’architettura del mondo antico, Roma-Bari, Laterza, 2006.
Fuentes citadas en Architettura greca arcaica
47- Dictionary of Greek and Roman Biography and Mythology by William Smith (1870). Fuente citada en Aristocles (sculptors)
48- Catálogo, op. cit., pg. 40
49- Citado en Catálogo, op. cit.. Texto completo en griego, y traducción francesa, accesible en Hélène.
53- Construcción referida por Heródoto y Pausanias. Ficha del Tesoro de los Sifnios en Artehistoria. Fuentes mitológicas de la Gigantomaquia.
54- Robin Barber, Greece. Blue Guide., A & C Black, Londres, 1987, ISBN 0393303721. Fuente citada en Frontons du temple de Zeus à Olympie.
55- Rold Gurschmann: Caeretaner Hydrien. In: Der Neue Pauly, vol. 2, cols. 907-908. Fuente citada en Caeretan hydria y en Caeretaner Hydria-
56- Kristine Stuart Brown, The Question of Near Eastern Textile Decoration of the Early First Millennium BC as a Source for Greek Vase Painting of the Orientalizing Style (1989). R.M. Cook, East Greek Pottery (1997). Fuentes citadas en Wild Goat Style
57- M. Ervin, A Relief Pithos from Mykonos, Deltion, 18, 1963, 37-75. Fuente citada en Mykonos vase.
58- Jeffrey M. Hurwit, «Reading the Chigi Vase», Hesperia, Vol. 71, No. 1 (Jan. – Mar., 2002), pp. 1–22. Fuente citada en Chigi vase
59-Corpus vasorum antiquorum Archivado el 15 de julio de 2020 en Wayback Machine., fuente citada en Liste der griechischen Töpfer und Vasenmaler. List of vase painters – Pesreus project. Fuente citada en List of Greek vase painters y en it:Lista di ceramografi greci. Véase Categoría:Pintores de vasijas de la Antigua Grecia
60- The Getty Museum – Biography of the Antimenes Painter. Fuente citada en Antimenes Painter.
61-Beazley, op. cit. Fuente citada en Taleides Painter y en de:Taleides-Maler
62-Beazley, op. cit. Fuente citada en en:Priam Painter.
63- Beazley, op. cit. Fuente citada en en:Nessos Painter, en de:Nessos-Maler y en fr:Peintre de Nessos.
64- Beazley, op. cit., fuente citada en de:Maler des Aachener Pferdekopfes y en:Horsehead Amphora
65- Beazley, op. cit. Fuente citada en en:Acheloos Painter y en de:Acheloos-Maler
66- Beazley, op. cit. Fuente citada en Madrid Painter y en Madrid-Maler.
67- Beazley, op. cit. Fuente citada en Princeton Painter y en Princeton-Maler.
68- Beazley, op. cit. Fuente citada en Edinburgh Painter.
69- Beazley, op. cit. Fuente citada en Rycroft Painter y en Rycroft-Maler.
70- Beazley, op. cit. Fuente citada en Castellani Painter y en Castellani-Maler.
71- Véase la categoría en la Wikipedia en alemán: de:Kategorie:Künstlergruppe (Antike)
72- Beazley, op. cit. Fuente citada en en:Little Masters (Greek vase painting) y en en:Little-Master Cup.
73- Beazley, op. cit. Fuente citada en en:Leagros Group.
74- Beazley, op. cit. Fuente citada en en:Perizoma Group y en de:Perizoma-Gruppe
75- Beazley, op. cit. Fuente citada en en:Three Line Group y en de:Drei-Linien-Gruppe.-
76- Ficha en Artehistoria. Ficha en historiadelarte.us.
77- Euphronios Krater Returned, New York Times. Fuente citada en Euphronios krater.
78- John Boardman, Schwarzfigurige Vasen aus Athen. Ein Handbuch, Mainz 1977, ISBN 3-8053-0233-9, pg. 120. Fuente citada en Gruppe von Toronto 305.
79- Boardman, J. and Callaghan, P. «Western painting, Archaic period (625–500 BC)». Encyclopædia Britannica, 2008. Fuente citada en Pitsa panels.
80- «Fragmentos». Consultado el 30 de marzo de 2017.
81- Montenegro, op. cit., pgs. 111 y ss.
82.- Introducción a la Retórica y a la Poética Griegas en cervantesvirtual.com
Carol Dougherty, Cultural poetics in archaic Greece. Cult, Performance, Politics.
83- El bravo Áyax, que no podía comprender cómo le habían vencido sólo con el uso de la palabra, enloqueció de rabia (o fue enloquecido por los dioses para evitar que su venganza recayera en sus compañeros), y acabó por suicidarse, brotando de su sangre la flor del jacinto (cuyos pétalos reproducen un lamento que es al tiempo el inicio de su nombre: ΑΥ -la misma historia se cuenta del Hyákinthos amante de Apolo-). La armadura no aprovechó a Odiseo, que naufragó en su viaje de vuelta. El mar devolvió las armas a las costas de Troya, y acabaron allí, junto a la tumba de Áyax, por justicia poética. Los héroes siguieron enfrentados en el inframundo, a pesar de las palabras conciliatorias con las que Odiseo pretendió disculparse ante Áyax. El episodio, de la guerra de Troya, no aparece en la Ilíada (sí la escena del Hades, en la Odisea), y se desarrolla en Áyax, de Sófocles (Edición de Libresa, ISBN 9978809635. Ovidio y Pausanias dan los datos del jacinto y la tumba, respectivamente (Jenny March, Diccionario de mitología clásica, Critica, 2008, ISBN 8474236932, pg. 82). El tema tiene alguna conexión con los tópicos literario acerca de «las armas y las letras».
84- Mogens Herman Hansen, The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes (Blackwell, 1991); Josiah Ober Mass and Elite in Democratic Athens (Princeton UP, 1989); Jeffrey Walker, Rhetoric and Poetics in Antiquity (Oxford UP, 2000).
85- Garver, Eugene. Aristotle’s Rhetoric: An Art of Character. The University of Chicago Press, 1995. Fuente citada en Rhetoric (Aristotle)
86- W.K.C. Guthrie, The Sophists, Cambridge 1971. Fuente citada en it:Dissoi logoi
87- La retórica en Grecia Archivado el 28 de julio de 2018 en Wayback Machine.
Arantxa Capdevila, Avatares históricos de la retórica, Aposta, nº 19, junio de 2005 ISSN 1696-7348-.
88- Politeia -«de la ciudad» o «del Estado»-, traducido habitualmente como «La república»
89- Peri poietikes Περὶ ποιητικῆς -«De poética»-, traducido habitualmente como «Poética».
90 – Scavi archeologici di Pompei#Casa del Menandro (I,10,4.14-15).
91- «The symbols of Dionysos». Archivado desde el original el 26 de diciembre de 2015. Consultado el 30 de marzo de 2017.
92- Michael Siebler, Griechische Kunst, Taschen, Köln u.a. 2007, p. 46f. ISBN 978-3-8228-5447-1. Fuente citada en Belly Amphora by the Andokides Painter (Munich 2301), en Bauchamphora des Andokides-Malers (Inventarnummer München 2301) y en it:Eracle e Atena (Pittore di Andocide).
93- Los dos primeros, según muchos autores antiguos (Horacio, Diodoro Sículo, Plinio, Marco Varrón, San Agustín, etc.), y los otros según Eusebio de Cesarea; todos ellos citados por Narcís Vinyoles (Suma de todas las crónicas del mundo) y por Luis Alfonso de Carvallo, que cita a Vinyoles (Cisne de Apolo), o por Alberto Porqueras Mayo (edición moderna del Cisne, Reichenberger, 1997, ISBN 3930700999, pg. 153 y ss.)
94- Sternberg, Robert J. (1998). The History of Love Revealed through Culture. Cupid’s Arrow: The Course of Love Through Time, Cambridge University Press, ISBN 0-521-47893-6. Fuente citada en Ancient Greek eros.
95- Citado y traducido en Anacreonte. Poesía erótica Archivado el 19 de febrero de 2017 en Wayback Machine.. Texto completo en griego
96- Traducción de Rodríguez Adrados, op. cit.. Citado en Teognis – Elegías Archivado el 29 de diciembre de 2011 en Wayback Machine.. Texto en griego (pg. 170 y ss.) Véase también la selección de poemas y la introducción de Jorge Páramo, Teognis de Mégara. Selección de poemas, en Revista de Estudios Sociales, nº 9, junio de 2001 ISSN 1900-5180-.
97- Fedón, 61 b. Citado en Fábulas de Esopo
98- Los textos griegos y su interpretación. Sentencias y fábulas, en cnice.mec.es.
99- Certámenes musicales y Certámenes literarios en Enciclopedia del mundo antiguo.
100- Suele citarse en latín como Vitae philosophorum. Citado en Gonzalo Portales, Literatura trágica y filosofía del espíritu, Estudios Filológicos, nº 43, pgs. 155-168, 2008.
101- Prosopon denomina también un concepto teológico en el cristianismo. Norris, Richard A. Jr., 1980. The Christological Controversy. Fuente citada en Prosopon. La palabra griega kharaktêr (χαρακτήρ -«carácter«-) también denomina al «personaje» de una obra de teatro.
102- Íbidem, I, 59-60.
103-Aristóteles, Partes de los animales A 5, 645. Citado en José Antonio Russo Delgado, Los presocráticos: El logos (Heráclito), UNMSM, 1988, ISBN 9972460967, pg. 17.
104- Por la palabra castellana «elemento» se traduce a varias palabras de los textos antiguos griegos:
Stoikheíon στοιχεῖον (el texto clásico de Euclides traducido como Elementos es en griego Stoicheia Στοιχεῖα).
Prota προτα -«el primero»- (véase Fernando de los Ríos, Obras completas: Escritos breves, Anthropos Editorial, 1997, ISBN 8476585136, pg. 53).
Ousía (οὐσία, sustantivo formado sobre el participio presente femenino del verbo εἶναι -«ser»-), traducida habitualmente como «sustancia» o «esencia«, se usaba también para denominar a los elementos; por ejemplo, en la expresión pempte ousia («quinto elemento», pero también «quinta esencia» o «quintaesencia«). Martin Heidegger, Being and Time. Fuente citada en Ousia. Hermanus Hendricus Berger: Ousia in de dialogen van Plato. Leiden, Brill 1961. Fuente citada en Ousia.
105- Véase Parménides#Sentido del fr. 3. Edición de Joaquín Llansó, Akal, 2007, ISBN 8446025345. Edición de Antonio Bernabé, Ágora, 2007, ISBN 987-84-7090-358-8
106- Edición de Óscar Velásquez, Universitaria, 2005, ISBN 9561118041, líneas 200 a 215.
- Esto de aquí [la geometría] ¿qué utilidad tiene entonces? / Para medir la tierra / ¿A cuál? ¿La de los colonos? / No sino la tierra entera / Hablas finamente. Es una invención realmente democrática y útil. / Y aquí tienen un viaje alrededor de toda la Tierra, ¿lo ves? Esta es Atenas. / ¿Qué estás diciendo? no te creo (…) Pero Lacedemonia ¿dónde está? / ¿Que dónde está? Justamente aquí. / Tan cerca de nosotros. Preocúpate de esto, de alejarla de nosotros lo más posible. / Pero eso es imposible / ¡Por Zeus, que te arrepentirás entonces!.
107- Brunschwig y Lloyd, op. cit. 261.
108- Heródoto, Historíai (ἱστορίαι) V, 49:
ἀπικνέεται δὲ ὦν ὁ Ἀρισταγόρης ὁ Μιλήτου τύραννος ἐς τὴν Σπάρτην Κλεομένεος ἔχοντος τὴν ἀρχήν• τῷ δὴ ἐς λόγους ἤιε, ὡς Λακεδαιμόνιοι λέγουσι, ἔχων χάλκεον πίνακα ἐν τῷ γῆς ἁπάσης περίοδος ἐνετέτμητο καὶ θάλασσά τε πᾶσα καὶ ποταμοὶ πάντες
Entre los griegos noto que son tenidos por los dioses más modernos Hércules, Dioniso y Pan (…) Siga, empero, cada cual la que más le acomodare de estas dos cronologías pues yo me contento con haber declarado lo que por ambos pueblos [griegos y egipcios] se piensa acerca de dichos dioses. Sólo añadiré, que si se da por cosa tan constante y recibida el que los dos dioses cuya edad se controvierte, Dioniso, el hijo de Semele, y Pan el de Penélope, nacieron y vivieron en Grecia hasta la vejez, como lo es esto respecto de Hércules, el hijo de Anfitrión, pudiera decirse con razón en este caso que Dioniso y Pan, dos hombres como los demás, se alzaron con el nombre de aquellos dos dioses, y así las dificultades quedarían allanadas. Pero se opone el inconveniente de que los griegos pretenden que su Dioniso, apenas malamente nacido, pues Júpiter lo encerró dentro de uno de sus muslos, fue llevado a Nisa, que está en Etiopía, más allá de Egipto: tanto distan de creer que se criara y viviera en Grecia como hombre natural. Mayor es la confusión y enredo respecto de Pan, del cual ni aun los griegos saben decir dónde paró después de nacido. De aquí, en una palabra, se deduce que los griegos no oyeron el nombre de los dos dioses citados sino mucho después de oído el de los demás dioses, y que desde la época en que empezaron a nombrarlos, les forjaron la genealogía.Heródoto, Historias, II, 145-146
Enlaces externos
Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia sobre Grecia arcaica.
- La época arcaica, en Artehistoria.
- Época Arcaica, en Recursos CNICE.
- Antiqua Jornadas sobre la Antigüedad, Departamento de Cultura, Juventud y Deporte de la Diputación Foral de Guipúzcoa, 2007.
- MARTIN, Thomas R.: An Overview of Classical Greek History from Mycenae to Alexander (Panorama de la historia de la Grecia Antigua desde la época micénica hasta la de Alejandro).
- Apartado The Arcaic Age (La Época Arcaica): texto inglés, con índice electrónico, en el Proyecto Perseus.
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Conferencia. La Grecia Arcaica. Por: Carlos Benito Medina Pérez
NSR Nobles Scutarii Rex. 28,3 K suscriptores 1637 visualizaciones 19 dic 2021
- Conferencia histórica celebrada el día 19 de diciembre a las 16:00 hora peninsular en el servidor de Discord Nobles Scutarii Rex. El tema tratado, en esta ocasión, fue el análisis e investigación de las características claves de la Grecia Arcaica. El desarrollo del evento se vio acompañado de recursos gráficos que permitieron comprender en su conjunto la estructura social, política y militar del período griego arcaico. Como ya es costumbre en el servidor, una vez finalizada la ponencia, siguió un breve coloquio sobre el tema en el que los asistentes pudieron resolver sus dudas y preguntas sobre el tema tratado. Ponente: Carlos Benito Medina Pérez.