
Ya lista definitivamente la materia sustentante, un segundo paso lo configura el pautado. Bien el propio escriba, bien otro de los monjes adscrito al scriptorium, procedía, con ayuda de punzones o compás de puntas, regla, estilo y mina de plomo, o pluma y tinta, a trazar la justificación, es decir los límites entre los que debía desarrollarse la escritura, límites que, en su versión más sencilla, vendrían determinados por un rectángulo que delimtiaría en la hoja un espacio central, bordeado por cuatro márgenes. En ese espacio central, un segundo pautado serviría para trazar las líneas o renglones sobre los que se ejecutará la escritura. El pautado se hace más complejo cuando la distribución del texto sobre la página no se hace de forma unitaria y a renglón seguido, sino que se pretende distribuirlo en dos o más columnas, con lo cual las líneas verticales de la justificación se multiplican para delimitar claramente el espacio dedicado a la escritura y los intercolumnios; o posteriormente cuando, en el caso de tener que reproducir un texto comentado, se pauta un espacio central con renglones más separados, que permitan una escritura de mayor módulo, para el texto original y, en torno al mismo, se pautan los cuatro márgenes con menor separación entre los renglones, para en ellos, con letra de menor módulo, reproducir las glosas de los comentaristas.

El pautado suele dejar como huella en los manuscritos los pinchazos de guía, punto de partida y fin o trayectoria de las líneas maestras de la justificación y de los renglones. Deja igualmente marcadas las líneas directrices de ambos, tanto si se trazan a punta seca, imprimiendo sobre el pergamino una recta con el estilo, qñe marcará en el mismo una huella cóncava o convexa, la primera en la cara del pergamino que recibe la presión, y la segunda en la cara opuesta, como Si se traza con mina de plomo o tinta, que marcarán en color las líneas directrices . Es posible, asimismo , la existencia de un doble pautado, primero a punta seca y sobre él a mina o a tinta.

En los scriptoria el trabajo se realizaba de forma colectiva , bajo la dirección de un «jefe de taller », que en muchos de los casos coincidía en la persona del bibliotecario . El distribuía el trabajo, asignando a cada monje el libro o el cuaderno a copiar y , muy probablemente, determinaba el tipo de escritura a practicar en la transcripción del mismo, porque si bien, por lo general, en cada scriptorium se practicaba básicamente un determinado tipo de escritura libraria, inserta primero en el ciclo de las denominadas precarolinas, luego dentro de la carolina , en ellas se podían utilizar subtipos canonizados o usuales e incluso transcribir textos completos utilizando escrituras ya caligrafizadas, pertenecientes al ciclo de las escrituras tardorromanas , como es el caso de la escritura uncial y de la semiuncial , practicadas en scriptoria franceses, italianos o insulares. Todo ello hace suponer que el responsable del scriptorium asignaría el trabajo de copia teniendo en cuenta la eficiencia de cada uno de sus monjes y su formación gráfica.


De todos modos, la dureza del trabajo hace que en diversos colofones, de distantes procedencias, también se compare la labor del escriba a una ardua singladura marítima:Nam quam suavis est navigantibus portuni extremum ita et scriptori nobissimus versus: explicit Deo gratias semper amen.La frase en latín es una analogía que compara la experiencia de los navegantes al llegar al puerto con el sentimiento de un escritor al finalizar su obra. Su traducción aproximada es la siguiente:«Así como el puerto es dulce para los navegantes, del mismo modo el último verso lo es para el escritor: aquí termina. Demos gracias a Dios siempre. Amén.»El texto refleja la satisfacción y el alivio que se siente al culminar un esfuerzo prolongado, ya sea un viaje por mar o la tarea de escribir un texto. También denota una actitud de gratitud hacia Dios por haber permitido completar el trabajo, algo común en la mentalidad medieval, cuando muchos autores cerraban sus obras con expresiones de alabanza o devoción.
Scriptoris si forte velis dinoscere nomen, apicibus iunctis per cyclos invenies rem.La frase en latín puede traducirse así:«Si acaso deseas conocer el nombre del escritor, lo encontrarás uniendo las letras en círculos.»Este texto parece referirse a un acertijo o juego literario, probablemente utilizado en manuscritos medievales o renacentistas, donde el nombre del autor estaba oculto y debía ser descubierto mediante la interpretación de símbolos, letras o figuras. Podría implicar que el nombre está cifrado o representado en un patrón que requiere observación y análisis para desvelarlo. Este tipo de mensajes ocultos era común en la época como una manera creativa de firmar obras o dejar un mensaje personal en los textos.
La expresión latina «Hic Crux» se traduce como «Aquí [está] la cruz».
Es una fórmula breve que puede tener varias interpretaciones dependiendo del contexto en el que aparezca. En manuscritos medievales o inscripciones, esta frase podría señalar un lugar importante relacionado con la cruz, ya sea un símbolo de fe cristiana, un punto de referencia en un mapa, o un indicio para marcar algo significativo en el texto.
En un contexto religioso, «Hic Crux» podría ser una declaración de devoción, una referencia directa a la presencia de Cristo (por la cruz como su símbolo), o incluso un marcador de un evento o lugar sagrado. También podría estar vinculada a la iconografía de los manuscritos iluminados, donde frecuentemente se usaban inscripciones breves para señalar algo relevante.

Aclaración de editor:
El códice Vigilano, también conocido como Albeldense, es un manuscrito medieval realizado en el año 976 en el monasterio de San Martín de Albelda, en La Rioja, España. Su nombre hace referencia a uno de los monjes copistas que participaron en su creación, Vigilano, aunque también se le atribuye el nombre «Albeldense» por el lugar donde fue producido. Este códice es una obra monumental que recoge una amplia variedad de textos, abarcando temas religiosos, jurídicos, históricos y literarios, convirtiéndose en una de las fuentes más importantes para el estudio del Reino de León y la España altomedieval.
El contenido del códice incluye traducciones y adaptaciones de leyes visigodas, cánones eclesiásticos, himnos litúrgicos, cronologías históricas y listas de reyes, entre otros. Una de las secciones más destacadas es la llamada «Crónica Albeldense», que proporciona una narración histórica desde los orígenes míticos de Hispania hasta el reinado de Ramiro III de León. También contiene una rica recopilación de textos legislativos como el «Liber Iudiciorum», que era el código de leyes visigodo adaptado para su uso en la península ibérica.
Además de su contenido textual, el códice es famoso por sus ilustraciones y diagramas, que no solo decoran el manuscrito, sino que también tienen un propósito didáctico, como los ciclos gráficos relacionados con la computación del calendario litúrgico. Estas miniaturas reflejan la influencia del arte mozárabe, caracterizado por su colorido y diseño geométrico.
El códice Vigilano no solo es un testimonio de la cultura y la erudición monástica de la época, sino que también representa un ejemplo de cómo los monasterios funcionaban como centros de conservación, creación y transmisión del conocimiento en la Edad Media. Actualmente se conserva en la Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, donde continúa siendo objeto de estudio y admiración.