Miniatura de La Ciudad de las damas de Christine de Pisan. Master of the Cité des dames – The Yorck Project (2002) 10.000 Meisterwerke der Malerei (DVD-ROM), distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH. ISBN: 3936122202.
Todo cuanto se ha dicho sobre las características lingüísticas de la literatura medieval obliga a revisar cuidadosamente la postura general del crítico moderno con respecto a la obra del escritor. No hay duda alguna de la función del escritor con respecto a la obra, que se estima de orden creador, con todas las consecuencias que esto implica: intangibilidad del texto, que es el fundamento único del comentario crítico y la base de la valoración estilística y estética. En el caso de la obra medieval, aun cuando se conozca con seguridad al autor, siempre resulta difícil de verificar si el texto responde por completo a la creación ; suele haber variantes entre los manuscritos, cuya cronología es aventurada, con retoques que pueden ser o no del autor; después existen las modificaciones dialectales ya indicadas, que complican mucho la cuestión por la imposibilidad de referirse a una lengua general literaria, etc. La autoría se encuentra, por tanto, en cierto modo condicionada por factores imprevisibles ; y la exploración crítica cuenta con esto, aun procurando que no le impida el juicio sobre la condición única y personal, esto es, creadora. de la obra literaria. El crítico. pues, se ha de mostrar muy perspicaz buscando desenredar los elementos adheridos a la creación; pero, por otra parte, ha de contar también con ellos. y cuando los encuentra en un manuscrito, los ha de considerar integrando la obra misma. puesto que sabemos con certeza que allí los leyeron los que quisieron conocer aquella obra. Pero la dificultad crece aún más si la obra no tiene autor conocido; y obliga a adoptar un criterio diferente si la obra es anónima por voluntad de creación. En este punto alcanzamos la concepción de la poesía tradicional, existente dentro de una comunidad como patrimonio de todos y conservada no en documento, sino en la memoria del pueblo que la tiene como suya.

La existencia de la poesía tradicional se ha visto afirmada desde el punto de vista metodológico, con más motivo aún en el caso de la literatura primitiva. Menéndez Pidal (R. MENENDEZ PIDAL, La primitiva lírica europea, «Revista de Filología Española», XLIII. 1960. pág. 311.) traza con este motivo el cuadro de condiciones de esta poesía diciendo que: a) la obra es siempre creación de un autor,. pues no hay otra forma de llegar a la realidad poética. pero este autor es anónimo por su voluntad y porque la naturaleza de la obra. lo pide así; ningún efecto tiene conocer el nombre del autor, y por otra parte este deja la obra para el gusto de todos los que constituyen la comunidad; y aun cuando en un principio se pudo saber quién fue el autor, después el público ha mantenido la obra como algo propio, con olvido del nombre de su creador. Para esto es necesario que la comunidad posea un sentido literario en el que apatece un sistema colectivo de perduración de la literatura, cuyas características se señalan en seguida; b) la trasmisión es oral ; c) así el «texto» resulta fluido, vive de variantes; d) es obra de arte colectivo; e) pero un autor puede escribir siguiendo el gusto de la colectividad que tiene por suya y presente una tradición popular nacional; f) la moda desvía poco esta tradición, y en forma distinta a como lo hace con la obra literaria escrita. La concepción de una poesía tradicional es básica para el estudio de la lírica primitiva; se plantea también en relación con las manifestaciones de la épica, y el concepto tiene allí otro orden de precisiones, frente a piezas poéticas no breves, como las líricas. sino de gran entidad; y, finalmente, resulta sustancial para la perduración del Romancero. La oposición entre autoría y anonimia no ha de estimarse como radical, considerada desde el punto de vista de la. creación. El poeta se halla siempre en el punto de partida, y el que no se conozca el nombre del autor no supone admitir, sin más averiguaciones, el vago concepto de una. poesía «brotada del alma de todo un pueblo», tan propio de los románticos. Ha de existir siempre un autor, alguien con poder de creación que, dentro de un gusto literario colectivo, en un ambiente predeterminado por múltiples circunstancias dé cuerpo de expresión poética a la obra. No importa que luego vengan otros que reformen. pulan, enriquezcan el poema, lo adapten a otros gustos. No se trata. en estos casos sólo de la aparición de las variantes que son propias de una trasmisión oral, sino de algo más : participaciones creadoras, aparecidas en la difusión de la obra, que se hacen entendiendo que el poema es de todos. Este poeta (pues así se llamó al creador) no declara su nombre por saber que eso poco hace al caso. y esta misma anonimia es conciencia de creación, que todos entienden y cuya condición poética aprecian en razón de una maestría que reconocen en la obra, si esta se encuentra lograda. El poema entonces supone un doble movimiento creador: del autor, a la comunidad, y de esta a aquel. Y ambos, autor y comunidad, se sienten identificados en un grado mucho más próximo que en el caso de la obra escrita por un autor que se atiene a un orden de valores personales. Se trata, pues, de diferentes especies de esta relación que ocurre en todos los casos (pues sin ella no existe obra literaria), y que en la situación de los tiempos actuales sólo puede apreciarse en algunos aspectos de la lírica, y cuyo estudio se confía a los límites entre el folklore y la ciencia literaria. En la Edad Media Menéndez Pidal extiende estas diferencias hasta constituir dos maneras de concebir la obra, que en forma elemental y despojada de matices radica en lo que llama voluntades de autor y de anonimia. Pensando sobre todo en el caso de la poesía épica, el más difícil de ajustar a esta separación, escribe lo si guiente, que puede entenderse de manera general: «El arte individualista, el de la canción cortés, por ejemplo, es obra de un poeta que con voluntad de autor, quiere situarse aparte de sus predecesores, de sus contemporáneos y de sus sucesores, siente el orgullo de su nombre, y exige al juglar fidelidad en la repetición; mientras que el arte tradicional es obra de un primer poeta popular y de sucesivos refundidores que, con voluntad de anonimia, quieren hacer obra para todos y de todos, trabajan sin la menor pretensión personal de renombre, por generosa devoción a la obra que despierta interés en la colectividad, y trabajan en inextricable colaboración con el juglar que repite libremente y en absorbente intimidad con los gustos de su público» 11 (R. MENDEZ PIDAL, La «Chanson de Roland» )’ el neotradicionalismo (Orígenes de la épica romántica), Madrid, 1959, pág. 55.).Este carácter tan especial de parte. de la obra medieval ha constituido una dificultad para su correcta inteligencia. El lector actual (y con más razón, el crítico) ha de contar con estas condiciones peculiares, que obligan a un enfrentamiento con la obra diferente del que se tiene con la de los tiempos posteriores. en que la función del autor asegura un texto único, con todas las consecuencias. Y esto es a su vez independiente del problema que plantea el conocimiento intrínseco de los textos que se nos conservan de la literatura medieval. bien procedan del criterio de autoría o del de anonimia, o de los matices relativos de transición entre uno y otro, que en muchos casos, son los que realmente se hallan en el caso de las obras conocidas.
CAPÍTULO IILA FILOLOGIA EN EL ESTUDIO DE LA LITERATURA MEDIEVALintroducción a la literatura medieval españolaFrancisco López Estrada
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