Escribas ‘peregrini’ en los scriptoria medievales
Los manuscritos producidos entre los siglos VIII y XII, en el período de tiempo ocupado por los espacios denominados habitualmente en Europa carolingio y románico, tienen como característica común la de haber sido copiados en talleres, instalados al amparo de las principales instituciones eclesiásticas : catedrales y monasterios: los scriptoria . Ahora bien , no todos los monasterios contaban con los medios humanos y económicos suficientes para mantener el taller de producción libraria, ya que, aparte de contar entre sus miembros con expertos en el arte de la escritura, la comunidad debía de ser lo suficientemente numerosa como para poder detraer de entre sus miembros un número determinado de monjes dedicados exclusivamente a la copia de textos, quedando por ello al margen de otras tareas esenciales para la vida monástica, como eran el trabajo en el campo y en las diversas dependencias agrícolas y asistenciales del monasterio. La primera dificultad pudo ser obviada con la presencia en diferentes monasterios de escribas peregrini, cuya huella ha podido detectarse. Tal es el caso, en España, del copista Florencio, que realiza trabajos de copia en León y en Valeránica. Pero la segunda no pudo serlo en muchas ocasiones, de manera que la existencia de un scriptorium va a estar relacionada con la riqueza de un determinado monasterio, nutriéndose los restantes pequeños monasterios del scriptorium de la abadía matriz o de otra que lo posea.
Ahora bien, poco sabemos, de hecho, sobre la realidad física de esos scriptoria.
La regla benedictina, al establecer que los monjes debían de subvenir a sus propias necesidades, fue decisiva en la existencia de scriptoria, y efectivamente ha llegado hasta nosotros una muestra gráfica de dónde se situaba el local dedicado al tiempo de escribir monástico en una fundación benedictina, y cómo estaba distribuido el espacio interior del mismo, a través del plano de la abadía de Saint-Gall, datado hacia el año 830 (fig, n.° 1). En él puede observarse cómo el scriptorium se ubica formando bloque con la iglesia, en el flanco nororiental de la misma, en paralelo a la sacristía, flanqueando ambos -scriptorium y sacristía- el coro y la capilla mayor. Trátase de una sala rectangular, casi cuadrada, a la que se accede desde el transepto de la iglesia por medio de una puerta muy cercana a la que comunica el edificio sacro con la residencia del abad. En su interior hay siete mesas o pupitres,1° adosados a las dos paredes externas del edificio e intercaladas entre sendos ventanales, con lo que se garantizaba una eficiente iluminación para los escribas; a espaldas de los pupitres y en el centro de la sala, una gran mesa cuadrada, similar a la que centra asimismo la sacristía, y en la que probablemente estaría ubicado el material a utilizar por los copistas. En la planta superior, la biblioteca, de donde procederían algunos de los manuscritos a reproducir y, por otra parte, punto de destino de muchos de los realizados en el scriptorium.
Este esquema de amplia sala donde podrían realizar el trabajo simultáneamente un número relativamente amplio de copistas, es considerado prototipo de los monasterios benedictinos.
Pero no es éste el único lugar de ubicación del scriptorium. En el siglo Xl el scriptorium de San Martín de Tournai estaba instalado en el claustro; allí, sentados sobre cátedras y apoyándose en tablas adaptadas al tamaño del material a escribir, trabajaban unos diez o doce monjes.
Asimismo varía la ubicación del scriptorium en el caso de la abadía zamorana de San Salvador de Tábara. Una miniatura que ilustra un manuscrito de los comentarios de Beato al Apocalipsis, realizado en aquel monasterio y datado en torno al año 970, sitúa tal dependencia como aneja a la torre, en la que, aparte del campanario, encuentra albergue la biblioteca. El acceso al scriptorium es difícil, factible solamente mediante la utilización de una escalera de mano (fig. 2). Es, en este caso, representación del scriptorium y de la biblioteca de un monasterio ubicado en una zona de extrema peligrosidad, al alcance de las numerosas incursiones musulmanas a que estuvo sujeta la línea del Duero. Tal ubicación, en la zona de más fácil defensa, denota el interés de la comunidad en salvaguardar su mejor tesoro, la biblioteca, cuyo acceso guarda celosamente un laberinto. La representación del scriptorium sólo da cabida a dos personas, una el copista Senior, la otra el iluminador Emeterio; en una estancia aneja, un innominado personaje prepara las tablas para la encuadernación del manuscrito.
Mas no siempre el trabajo de copia de manuscritos tuvo lugar en una sala común a todos los copistas. Dos órdenes, fundamentalmente, movidas por sus propias reglas, van a conducir a sus monjes escribas a la realización de su trabajo en celdas individuales; cartujos y cistercienses van a trabajar en soledad y aislamiento, para así poder dar cumplimiento de mejor forma a su obligación regular de silencio.12 A pesar de ello, en el caso de los cistercienses se sigue manteniendo la vinculación scriplorium -espacio sagrado, al localizarse preferentemente las celdas de los copistas en las inmediaciones de la iglesia monástica
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TIEMPO DE LEER Y ESCRIBIR: EL ‘SCRIPTORIUM’
MARÍA JOSEFA SANZ FUENTES
Universidad de Oviedo
Monje Vigila, escriba del Códice Albeldense o Vigilano
El Códice Albeldense procedente del monasterio de San Martín de Albelda y guardado en el Monasterio de El Escorial fue realizado por el monje Vigila entre el año 974 y el 976, por lo que también recibe el nombre de Vigilano. Su contenido principal es la Colección Hispana de Concilios y el Fuero Juzgo o Lex Visigotorum.