Introducción:
El diezmo en la España medieval fue una de las principales formas de apoyo económico a la Iglesia, y tuvo un impacto significativo en la economía y la vida cotidiana de la sociedad medieval. El diezmo consistía en la obligación de los fieles de entregar el 10% de sus ingresos anuales, ya fueran de la agricultura, la ganadería, el comercio o cualquier otro tipo de trabajo. Esta práctica se remonta a la época visigoda y se consolidó durante la Edad Media, especialmente en el ámbito cristiano, bajo la influencia de las enseñanzas bíblicas que establecían el diezmo como un deber religioso.
La principal finalidad del diezmo era financiar las actividades religiosas, como la construcción de iglesias, el mantenimiento del clero y la organización de liturgias. Además, el diezmo también tenía fines sociales, ya que parte de esta recaudación se destinaba a la ayuda a los pobres, los huérfanos y los enfermos. No obstante, la recaudación del diezmo se convirtió en una importante fuente de poder económico para la Iglesia, que en muchos casos actuaba como una entidad terrateniente con grandes propiedades.
El sistema del diezmo fue regulado por leyes eclesiásticas y civiles, y en ocasiones los monarcas se vieron obligados a intervenir para garantizar su correcta aplicación. Sin embargo, el diezmo también causó tensiones, ya que la carga económica resultaba pesada para muchas personas, especialmente los campesinos, quienes debían entregar una parte significativa de sus cosechas. A lo largo de los siglos, la obligatoriedad del diezmo y su administración estuvieron bajo el control de las autoridades eclesiásticas, lo que generó conflictos con los reyes y otros estamentos de la sociedad medieval.
El diezmo fue una de las formas más visibles de la relación entre la Iglesia y el pueblo en la Edad Media y dejó una huella duradera en la organización social, económica y religiosa de la España medieval.
«El diezmo en la España medieval». José Ramón Díaz de Durana, Enric Guinot (2010)
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Personas, productos interesados y medios para convencerComo estipulaban los cánones 53, 54 y 55 del Concilio de Latrán (1215), todos los cristianos debían pagar el diezmo a la Iglesia; Alfonso X lo recordaba en 1255 en las cartas a las diócesis castellanas y en la Primera Partida: «Nadie puede excusarse por no pagarlo.» La documentación diocesana también lo dice: «Todos los fieles cristianos están obligados a pagar el diezmo a Dios en reconocimiento de su soberanía sobre todos los frutos y ganancias que Él les da en la tierra.» Los clérigos también pagaban el diezmo de sus posesiones. Los mudéjares y los judíos estaban sujetos a la misma suerte. No había posibles exenciones.Los productos sobre los que se recaudaba el diezmo, como indica la Carta de Fizimientos de la catedral de Cádiz, eran «todas las cosas que se multiplican y se recogen en los campos», es decir, todos los que estaban relacionados con la agricultura (cereales, vino, legumbres, frutas, olivas, lino, cáñamo, seda, algodón, plantas industriales…) y el ganado (las aves, la ganadería –incluidos los rebaños trashumantes– y los productos derivados –leche, queso, mantequilla, lana…). El diezmo también se podía recaudar de la miel, la cera de las colmenas y la hierba. Para acabar, algunas regiones costeras pagaban el diezmo del pescado. Los documentos distinguen, con diferentes nombres, el diezmo mayor –granado– de los diezmos menores –menucias. Pero, no se cobraba el diezmo únicamente de los productos agropastorales; también se recaudaba de las propiedades o heredades, de las actividades lucrativas y, en algunos lugares, incluso del salario. Se pagaba con especies, sobre todo el diezmo mayor, pero también con dinero.Para garantizar la recaudación del diezmo, la Iglesia utilizó todos los medios a su alcance. Por una parte, los catecismos consideraban pecado el hecho de no pagar el diezmo. Por otra parte, la Iglesia obligaba a los miembros del clero, bajo pena de reprobación y castigo, a predicar esta obligación y, a los cristianos, bajo pena de excomunión, que pagasen el tributo del diezmo de manera pronta y fiel. Además de estas sanciones, la Iglesia contaba con la intervención de la justicia real para imponerlo.Valor económico, métodos de gestión y distribución de los diezmosGeorges Duby afirmaba que a mediados del siglo xii las mejores rentas no provenían de las tierras, sino de los molinos y de los diezmos. Su valor económico es, con todo, uno de los aspectos menos aclarados del tema para la historiografía española. Debían representar una parte significativa de los ingresos de las instituciones eclesiásticas y de la Corona. Desafortunadamente, las fuentes no permiten considerarlos con atención. J. Rodríguez Molina, en el caso del obispado de Baeza-Jaén, concluye que los ingresos del diezmo aportaban mucho más a las finanzas eclesiásticas y al Tesoro Real que las posesiones de la Iglesia, y que representaban, junto con el impuesto sobre las ventas, uno de los ingresos más importantes del Tesoro Real.M. A. Ladero, en su trabajo de investigación sobre los subsidios que la Corona percibía en Castilla en el siglo xv (la versión castellana de los diezmos de las rentas eclesiásticas pagados a la Cámara apostólica para asumir los costes de las cruzadas), realiza el mejor enfoque general de la cuestión. En 1482 y 1494, el total de rentas estaría situado alrededor de los dos millones de florines de oro de Aragón, sin contar las tercias reales. Otro de los pocos ejemplos que permitiría una estimación es el que nos proporciona el rediezmo recaudado en Navarra en 1268 (décima de los ingresos de las iglesias del reino, entre las que el diezmo se situaría en primer lugar). Después de estudiar la cuestión, R. Felones concluye que el total de ingresos de la Iglesia equivalía a lo que recibía el Tesoro Real de Navarra en 1280. Existen también estudios regionales, en particular en Andalucía, que demuestran el crecimiento espectacular del valor del diezmo a finales del siglo xv. Pero, es necesario recordar que el valor económico del diezmo estaba sujeto a numerosas variaciones: el número de parroquianos, la evolución de la producción, su recaudación en especias o efectivo… Además, se deben añadir los modos de gestión de los diezmos: del campesino a la parroquia, y hasta el monasterio o la catedral, el ingreso diezmal disminuyó al ritmo del fraude y del enriquecimiento de los arrendadores.La recaudación del diezmo se llevaba a cabo en la parroquia del contribuyente, lo que era fuente de muchos problemas, por ejemplo, para los recolectores o el ganado trashumante. Las constituciones sinodales lo resolvían exigiendo a los fieles que pagasen los diezmos en su parroquia, mientras que los diezmos reales o prediales se pagaban donde se cultivaban los frutos de la tierra. En cada parroquia se nombraba a un recolector –receptor de diezmos, clérigo, fiel– que era el encargado de percibir y almacenar los diversos productos hasta que se compartían entre los beneficiarios. Pero, es probable que el sistema de gestión directa de la recaptación se desarrollara muy lentamente y coexistiera rápidamente con la consolidación de los diezmos, fórmula que se impuso claramente en el siglo xv para la gestión del diezmo de las grandes instituciones religiosas. La generalización de la tasa permitió el enriquecimiento de las personas vinculadas a los oficions urbanos, escribanos públicos, regidores, campesinos ricos, etc. En Córdoba, por ejemplo, este sistema fue beneficioso para los sacerdotes, judíos y judíos conversos. Se trata de un tema poco abordado por la historiografía especializada, pero que es esencial para establecer el grado de importancia de este procedimiento en la formación del capital comercial, como señalaron H. Casado y F. Devis.En cuanto a las reglas de distribución de los diezmos, y especialmente en los primeros tiempos, como indica García Gallo, no sabemos casi nada. Pascual Martínez Sopena destaca que, a pesar de que algunos aspectos se aclaran legalmente en los siglos XII y XIII, existen variaciones, incluso dentro de una misma diócesis. Al parecer, la práctica ortodoxa en las iglesias episcopales era la división en tres tercios, atribuidas al obispo (y su consejo), al clero parroquial y al consejo de fábrica. Pero, la diversidad continuó siendo importante y especialmente evidente en las diócesis (Calahorra, Burgos, Pamplona), donde la práctica de los patrones laicos, que se embolsaban el tercio episcopal, se perpetuó más allá de los siglos XIV y XV. Conviene señalar que esta repartición por tercios se modificó con la aparición de las tercias reales, y que también existe una dificultad real para identificar el sistema y los modos de distribución interna, variables dentro de un mismo obispado, como en Cartagena, por ejemplo.En resumen, la identidad y la condición de los beneficiarios de las rentas diezmales –aparte de la Corona– son bien conocidas: por un lado, el obispo y los canónigos del consejo de la catedral, y por otro lado, los sacerdotes de las iglesias y el clero regular o secular responsable del culto en las parroquias rurales y urbanas. Dicho esto, no debemos olvidar la nobleza que, como veremos, usurpaba los diezmos o los percibía a título de mecenazgo, ni a los arrendatarios de los diezmos –sacerdotes, oficiales de los consejos, burgueses, artesanos–, que se enriquecieron por este medio.[´…]El diezmo en la España medievalJosé Ramón Díaz de Durana, Enric Guinot (2010). «La dîme dans l’Espagne médiévale». En: R. Viader (ed.). La dîme dans l’Europe médiévale et moderne (págs. 62-88). Toulouse: Presses Universitaires du Mirail. J. R. Díaz de Durana es profesor en la Universidad del País Vasco y Enric Guinot en la Universidad de Valencia.Traducción realizada por FUOC__________
Harley Ms.1526 fol.27 Menelaus delivers the tribute money to Antiochus, King of Syria, and secures the High Priesthood for himself with the bribe, late 13th century (vellum)). French School